Sin control 4
La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, o casi
Al día siguiente de mi fantástica excursión al centro comercial mi madre recuperó la rutina del baño en la piscina después de comer y unte de crema, pero con un pequeño cambio, cuando salimos del agua me dijo que me diera la vuelta que iba a cambiarse de biquini para no estar mojada. El recuerdo de la última vez que tuve que hacer lo mismo provocó que se empezase a empinar el nabo y aprovechando que estaba de espaldas a mi madre lo coloqué lateralmente dentro del bañador lo mejor que pude para no llamar mucho la atención.
Ya desde la tumbona mi madre me llamó:
- Ya estoy lista, acuérdate de darme bien en las zonas más blanquitas por favor que si no me escuecen luego.
- Claro, sus deseos son órdenes – le dije mientras sonreía.
- ¡Vaya! parece que ya no te molesta tanto darme la crema.
- Nunca me ha molestado, son imaginaciones tuyas.
- Claro, claro. Por cierto ¿quién era la muchacha esa con la que estabas ayer en el centro comercial? Es muy mona ¿verdad?
El rojo se me subió de repente, con la cara como la grana intenté parecer despreocupado antes de dar una respuesta.
- ¿Te ha comido la lengua el gato?
- No es nadie, una amiga de Ana nada más, nos despistamos del grupo y por eso estábamos solos.
- Ya, ya. Bueno sabes que me puedes contar cualquier cosa ¿verdad? No quiero darte la charla de madre-hijo, sabes que eso no va conmigo, pero si tienes dudas o alguna cosa que te preocupe…
- No, no te preocupes de momento todo controlado.
- ¿Todo? Venga si ibas tan atontado que pasaste a mi lado y ni me viste.
Esto no auguraba nada bueno, no tenía claro cuánto sabía mi madre. Lo que había pasado dentro del probador no desde luego, pero si sabía que habíamos entrado juntos… la cosa se iba a poner fea, así que intenté irme por la tangente.
- Y ¿qué hacías en el centro comercial? Nunca te ha gustado ese sitio.
- Estaba viendo algo de ropa para mí y unas camisetas para ti. Por cierto, te he dejado las que estuviste probándote en tu cuarto para que las guardes en el armario.
Vale, la había cagado y con mi madre lo mejor es reconocerlo todo y pagar.
- Si ya lo sabes ¿Por qué no me lo has dicho directamente en lugar de hacerme pasar un mal rato?
- Porque es mucho más divertido esto que agarrarte por las orejas y darte una colleja.
- No he hecho nada malo para que me des una colleja.
- Bueno, seguro que la persona que tuvo que limpiar el probador no opina lo mismo, cochino. La próxima vez que salgas de casa sin pañuelos te quedas sin paga un mes. ¿No te das cuenta que alguien ha tenido que limpiar aquello?
- Jo, es verdad, no había caído en eso. Lo siento no me había dado cuenta.
- Y, además ¿cómo se te ocurre encerrarte con una cría en un cambiador público?
- Fue idea de ella… yo…
- Ya, menos mal que no te pidió que saltaras desde la azotea. Cuéntame que hicisteis, con pelos y señales. Quiero saber hasta dónde habéis llagado.
- No llegamos a nada, solo fue un accidente.
- Desde el principio enano y no se te ocurra mentirme.
Y tuve que contarle todo, cada vez que intentaba soslayar alguna parte ella me paraba y me preguntaba al respecto obligándome a cubrir las lagunas que yo había intentado dejar en el relato. Lo cierto era que a medida que iba relatando lo que había pasado notaba que mi polla seguía empalmada y que en la postura en la que ambos estábamos, uno en frente del otro era claramente visible.
Cuando le conté que me había corrido sin tocarme vi perfectamente el rubor en su rostro y evitando mi mirada, dio por finalizado la historia girándose para ponerse boca abajo en la tumbona.
- Bueno no ha sido muy grave – me dijo – tienes que tener mucho cuidado con estas cosas, aún eres joven y un error te puede estropear la vida. Prométeme que vas a tener cuidado a partir de ahora.
- Si mama, lo tendré. Pero creo que voy a necesitar algo de ayuda, todos mis amigos pueden ver chicas en internet y todo eso y yo lo tengo todo capado.
- Y así va a seguir, el porno no tiene nada que ver con el sexo, el porno es una forma de explotación como otra cualquiera, además deforma las relaciones sexuales provocando que aquellos que lo consumen las vean como parte de las películas no como parte de sus fantasías. Si quieres acceder a material erótico no me parece mal pero el porno va a seguir restringido.
- ¿A qué llamas material erótico, revistas guarras?
- Pero mira que eres bobalicón, ¿Qué diferencia hay entre ver una película y una revista con fotografías de gente haciéndolo? En la librería del salón hay toda una colección de libros picantes que te pueden gustar.
- ¿Dónde? Nunca los he visto.
- Cómo si hubieras visto el resto, serás zoquete, la última vez que te fijaste en los libros fue nunca. Bueno basta de charleta que me voy a poner todo colorada si no me das pronto la crema.
Con la confianza que había ganado con mi madre tras la charla me atreví e ir un paso más allá, me senté a horcajadas sobre su culo y empecé a extender la crema.
- Pero ¿qué haces? Te crees que soy un burro para que montes sobre mí.
- Deja de quejarte anda que desde ese lado no llego a todas las partes y luego me hechas la bronca por dejar huecos sin crema.
Esa respuesta podría haber supuesto un guantazo o una carcajada, esa vez salí ganador.
Desde esa postura dominaba perfectamente toda la espalda que ya estaba bastante bronceada, haciendo pequeños círculos masajeé la zona de los omóplatos y el cuello, bajando por los hombros introducía mis dedos por los depilados sobacos hasta el nacimiento de los pechos y terminando en los riñones. Volvía a los omóplatos subiendo por la columna cubriendo las costillas que se le marcaban perfectamente.
Repetí ese movimiento varias veces más, una vez que estuve seguro que estaba todo cubierto me giré ciento ochenta grados orientando mis manos hacia sus pies y empecé de nuevo por esta parte.
Cogí cada pie con ambas manos recorriendo los dedos y untando la pequeña membrana interdigital, el empeine y la planta de los pies, el tobillo y el gemelo, donde me recreaba acariciándolo con ambas manos con lentos movimientos giratorios. Subí por la pierna y como había separado las piernas ligeramente pude esparcir la crema tanto por fuera como por dentro de los muslos. Noté que la piel de esta zona era especialmente suave por lo que me recreé bastante más rato que en el resto.
Cuando hube terminado con una pierna hice lo mismo con la otra, no era consciente del tiempo que estuve haciéndolo, pero mi madre no lanzó ni una queja durante todo ese tiempo.
Volví a girar otra vez y aproveché el movimiento para sentarme sobre sus pantorrillas para dejar acceso al culo que era lo único que me faltaba.
Tenía el cipote como un garrote cuando empecé con los cachetes del culo, primero uno y luego el otro, las dos manos sobre el mismo lado, hacía círculos con las manos en direcciones opuestas juntándolas en el centro. Con cada vuelta mi atrevimiento iba en aumento, y dejaba que la mano profundizase un poco más cada vez en la raja que separaba ambos hemisferios.
Cuando había untado ambos lados se me ocurrió hacer lo mismo, pero con una mano en cada cachete, lo que me permitía juntarlas a ambas en el centro y subir desde el perineo hasta la rabadilla. A la tercera vuelta mi polla se desbordó y empezó a escupir leche como si no hubiera un mañana.
Cuando mi respiración se hubo recuperado y pude abrir los ojos comprobé el destrozo, había restos de leche por toda la espalda, incluso había un goterón en la tumbona por delante de la cabeza de mi madre. Buscando alguna solución desesperada me di cuenta que mi madre me con un brazo retorcido sobre su espalda me ofrecía un paquete de pañuelos que previsoramente había dejado al lado de la tumbona. Mientras limpiaba todo aquello fue ella misma la que con un pañuelo limpió lo que había caído al lado de su cabeza, y todo eso sin decir ni pío, para mi alivio he de añadir.