Sin control 3

Las ganas no pueden con todo

Llevábamos tres o cuatro días sin ningún tipo de encuentro, nada de nada, ni un roce ni un acercamiento. No había pasado nada que pudiera justificar esta situación, de hecho seguíamos con nuestras bromas y las pequeñas broncas por no hacerla demasiado caso.

Una de las tardes que estaba con los amigos nos fuimos al centro comercial a dar una vuelta, no comprábamos nada, pero hacía fresquito y había muchas chicas por allí. Después de muchas vueltas y revueltas nos encontramos con el grupo de Ana, eran cuatro Ana y Paula que iban con nosotros a clase, Lola que había repetido ese año y ya no iba con nosotros y una muchacha morena que no conocía. Enseguida Ana se adueñó de la conversación y de la situación, nos dijo que iban a comprar ropa y que si queríamos acompañarlas... nos atropellamos unos a otros al contestar, todos de acuerdo por supuesto.

Entramos en una mega tienda que vendía casi de todo, desde calzado hasta abrigos y nos llevaron directas a la zona de ropa joven, se conocían el camino ya que no duraban en ninguno de los recovecos de la tienda.

Como por arte de magia nos vimos separados por grupos, yo me quedé con Nuria, la morena que no conocía antes y Carlos. Nuria era una jovencita más que una muchacha, bastante desarrolla, por lo menos comparándola con las otras tres, llevaba una camiseta ajustada y unos pantalones cortos que le llegaban a medio muslo y a cada minuto que pasaba me gustaba más, inicialmente casi no me había fijado, estando Ana por allí no se podía mirar a ninguna otra, pero el caso es que Nuria me parecía mucho más guay ahora que iba conociéndola.

El pobre Carlos era tan cortado que no decía ni palabra y en cuanto se dio cuenta que no le echaríamos de menos desapareció, y realmente así fue, no nos dimos cuenta que se había ido hasta pasado un buen rato. Nuria me miró con picardía y me dijo:

  • ¿A que no te atreves a entrar conmigo en los cambiadores?

  • ¿Para qué? ¿Qué hay allí?

  • Pues para que me ayudes a elegir una camiseta o ¿acaso eres un cobardica?

  • No es que no me atreva es que no sé para qué voy a ir.

Evidentemente no entendía sus segundas intenciones, pero no cejó en su empeño.

  • Bueno pues bienes porque te lo pido yo. - Y allí fuimos, cogió de los colgadores dos o tres camisetas, algunas blancas y otras estampadas y nos dirigimos a los cambiadores. En esas mega tiendas no trabaja casi nadie, solo gente que va y viene al almacén, pero realmente nadie te atiende si necesitas algo, asi que disimulando cogí yo también algunas prendas y entramos. Había más de una docena, pero solo un par de ellos tenían la cortina cerrada por lo que pensamos que estaban ocupados, aunque realmente no se veía a nadie. Nos fuimos hasta los del fondo y tras un ligero vistazo comprobamos que nadie nos veía y nos colamos los dos apresuradamente dentro de uno. Nada más traspasar el umbral, Nuria corrió las cortinas a toda prisa dejándonos encerrados juntos en apenas un metro cuadrado.

Yo nunca había estado tan cerca de una chica si no era para hacer los ejercicios de clase y ahora tenía ante mí una muchacha que me había propuesto encerrarme con ella, era mi día de suerte, aunque no sabía muy bien que esperar de todo aquello.

Me pidió que me diera la vuelta y no mirara que se iba a probar una de las camisetas y así lo hice, un ligero rubor me calentaba las orejas mientras oía el frufrú de la ropa al salir y al entrar.

  • Ya puedes mirar, ¿Qué te parece, te gusta?

Parece ser que cuando veo cosas como estas me quedo como alelado, ya me había sucedido con mi madre, pero con Nuria fue mucho mayor el corte, se me quedó la boca abierta y no supe que decir, se había quitado el sujetador y se había puesto una camiseta de tirantes bajos, de esos que la sisa llega a las costillas dejando el lateral del pecho fuera de la tira del tirante. Los pezones deformaban adorablemente el algodón apuntándome como dos pistolas cargadas y claro como no podía ser de otra forma, como un resorte la polla intentó salir de mis pantalones.

  • Bueno no te quedes ahí pasmado, ¿Cómo me queda, crees que es un poco atrevida?

No sé cómo lo conseguí, pero finalmente logré responder.

  • Estás preciosa, quizá un poco atrevida, pero te queda fenomenal.

  • ¿De verdad? Por tu reacción quizá sea un poco exagerada.

  • Bueno yo no me preocuparía, lo que me pasa a mi es que en cuanto veo un pezón se me pone tiesa enseguida.

  • ¡Pero que bruto eres! ¿Cómo puedes decirme eso, así de sopetón?

  • Y qué quieres que te diga, a ti se te marcan los pezones y a mí el nabo, no podemos evitarlo ninguno de los dos.

  • ¿Me la enseñas? Nunca he visto una, así, quiero decir, vamos ya me entiendes ...

  • Empalmada, dura, firme, si quieres te digo más sinónimos.

  • Vale lingüista, lo pillo, pero ¿me la enseñas o no?

  • No te digo que no, pero quiero saber si realmente lo quieres o es solo por curiosidad, vamos ¿que si fuera la de Carlos también querrías verla o es la mía la que te llama la atención? Porque yo quiero verte las tetas, pero solo las tuyas no las de las demás que casi ni se las marcan.

  • Bueno, no sé, quizá si fuera la de Carlos también querría verla, pero si tuviera que elegir entre las de las dos elegiría la tuya por supuesto.

  • Vamos a ir poco a poco, yo te enseño un poco y tu otro poco, ¿cómo lo ves?

  • Vale, me parece bien, pero empiezas tú.

  • Sin problema, mira - y cogiendo con mi mano la pernera del pantalón marqué entera la polla con la tela del pantalón de deporte, se podía distinguir perfectamente el tamaño, el grosor e incluso la curva del capullo.

  • ¡Ostras! es más larga que mi mano. - Y uniendo palabra y acción puso la palma extendida sobre la forma de mi nabo, como cuando medimos desde el pulgar al meñique, y en efecto sobresalía un buen trozo, aunque he de decir que no tenía las manos especialmente grandes.

  • Claro, ¿a qué mola?, ahora tú, venga.

  • ¿Qué prefieres ver?

  • Me da lo mismo, una buena teta de esas que tienes me va a gustar seguro.

Imitando mi gesto del pantalón hizo lo mismo con la camiseta sobre uno de sus pechos, apretaba la teta desde la base haciendo que sobresaliese más sobre la tela, el pezón se podía apreciar perfectamente marcado, incluso unos pequeños granitos alrededor se notaban sin problema.

  • ¡La leche tía! Pedazo tetas tienes, me las comería todas, vale me toca.

Levantando la pernera del pantalón extraje los huevos del slip y los saqué fuera para que pudiera verlos, los sujetaba por la base quedando atrapados como dos bolas en una bolsa. Después de algo de trajín logré girarlos para que pudiera verlos sin impedimento alguno.

  • ¿Quién se ha quedado ahora pasmado?

  • ¡Madre mía! ¿Esos son los cojones? Jamás pensé que fueran así, tan, no sé, ¿redondos? ¿No te duele apretarlos así?

  • ¡Que va! ¿Quieres tocarlos? Vas a flipar con ellos.

Superando el pudor extendió una mano, pero sin atreverse del todo a tocarlos. Le agarré los dedos y yo mismo la atraje para que pudiera disfrutarlos y así fue, primero cogía uno y luego otro, y mientras tanto mi cipote daba brincos en mis pantalones.

  • ¿Siempre se te mueve así? Parece que tiene como un muelle.

  • Cuando estoy muy excitado sí, si me quedo quieto se puede ver como golpea contra el vientre como si fuera un bate de béisbol, más pequeño claro pero así. ¿Quieres verlo?

  • Si porfa.

  • Vale, pero me tienes que enseñar el coño, seguro que me voy a correr y quiero primero verte el chocho.

  • El chichi no, que me da mucho corte.

  • No seas jeta tía, me has tocado las pelotas y quieres verme el nabo y tú no me enseñas nada, te prometo que no te tocaré.

  • No sé, me da mucha vergüenza.

  • Venga no seas así seguro que lo tienes muy bonito.

  • Vale, pero sin tocar ¿eh?

Y cimbreando las caderas se bajó los pantalones dejando a la vista unas braguitas blancas ribeteadas con un pequeño encaje y un lacito en la cintura, no se demoró mucho ni tuve que suplicarle para que se bajara las bragas y me dejase asomarme al peluche. Lo tenía precioso, bueno la verdad es que era el primero que veía así tan cerca, un suave bello castaño cubría el pubis sin ocultar la piel, los labios mayores sobresalían de la vulva y enmarcaban un pequeño botoncito que podía verse a través del fino bello.

  • Lo prometido es deuda. - Y me bajé yo también los pantalones y el slip de un tirón, tal y como le había dicho el cipote golpeaba a impulsos contra el bajo vientre, una gota rezumaba de la punta del capullo que estaba rojo como la grana y dispuesto a disparar a diestro y siniestro.

  • Es alucinante, macho. ¿Qué es ese líquido? ¿No te estarás meando no?

  • Que va, es semen, si empiezan a salir gotitas es que voy a correrme pronto.

  • ¿Lo vas a hacer delante de mí?

  • Bueno si tú quieres, puedo hacerlo, pero quiero verte las tetas primero.

Esta vez no hizo falta negociar nada, de un tirón se sacó la camiseta por encima de la cabeza dejando bamboleándose dos preciosidades con forma de pera y marcadas por dos pezones de oscura areola… y se me acabó, no aguante más, fue verlas y explotar. Solo me dio tiempo a girarme hacia el espejo para no pringarla a ella y empecé a soltar andanadas. Cuatro de ellas escurrían por el espejo cuando recuperé el control de mi cuerpo. La cara de Nuria era de shock, no hizo ni un amago de vestirse, allí estaba enseñándome el chocho y las tetas mirando fijamente como mi polla terminaba de sacar las últimas gotas de leche. Aprovechando que no se vestía le acaricié uno de los pezones, rozándole ligeramente con la punta de los dedos lo que le produjo un leve escalofrío que la hizo volver en sí.