Sin compromiso. VI

¿Y si lo dejamos como algo sin compromiso?

  • Llevas media hora dando vueltas desde que mencionaste a una Sara. - Renée seguía mis pasos mientras acomodaba sus gafas.

  • ¿Ya te he dicho que se te ve demasiado el escote? - Intenté decir para que nos enfocáramos en otra cosa que no fuera aquella chica.

  • Sí, un par de veces. Y mi respuesta es la misma: Aquí la terapeuta soy yo.

  • Distrae a los pacientes. Me distrae a mi.

  • Bien, nunca he tenido quejas.

  • Yo me quejaré, ¿tienes algún buzón de quejas por aquí? - Renée me miró divertida y ambas reímos.

  • Debo aceptar que tus chistes no siempre son tan malos.

  • Hubo un tiempo en el que quise ser comediante, ¿recuerdas?

  • Cómo olvidarlo Eva. Me tomó demasiado convencerte para que no cometieras esa tontería. - Reímos de nuevo. A veces venir con Renée era un alivio. Escapaba brevemente de mi realidad para hablar con mi amiga, y aprovechar para consultar a mi terapeuta. Todo en uno.

  • Vaya, quedan sólo 10 minutos de sesión. Será mejor que me retire.

  • ¡De ninguna manera!  Diez minutos son una eternidad, ¿me vas a terminar de contar?

  • mmm… ¿No?

  • ¿Cómo se supone que pueda hacer un diagnóstico de lo que te pasa si no eres completamente honesta conmigo? - Torcí los ojos.

  • ¿Puedes recordarme por qué eres mi terapeuta?

  • Somos amigas.

  • Nunca debí aceptar venir contigo. Ni siquiera es ético.

  • Piensa que volvemos a la universidad y me cuentas tu día como solías hacerlo.

  • No.

  • ¡Por Dios Eva!

  • Es que no… quiero, ni puedo.

  • ¿Por qué?

  • La he visto cuatro veces.

  • ¿A Sara? - Muevo mi cabeza asintiendo. - Bueno, eso es un avance, y me alegro.

  • No deberías.

  • ¿Por qué no?

  • Es… carnal.

  • Te gusta.

  • No.

  • ¿Por qué repetiste? Nunca lo haces desde…

  • Sé desde cuando Renée.

  • ¿Ella te buscó?

  • No.

  • Ya veo. ¿Entonces qué es lo que te hizo buscarla?

  • No sé. - Me dejo caer en el diván y con mis dedos masajeo mi sien. - No sé.

  • Ella te gusta.

  • No.

  • ¿Por qué repetiste?

  • ¡No lo sé!

  • ¿Cómo la conociste?

  • Como a las demás.

  • ¿Pero qué hizo diferente?

  • ¿Quieres detalles? - Renée me miró confundida para luego hacer una mueca.

  • No quiero detalles sexuales, a menos que haya sido algo relevante.

  • Lo fue.

  • ¿Por qué?

  • Quería hacerla sentir bien. Me gusta que le guste, y ella no tiene que… ya sabes…. actuar.

  • ¿Fingir un orgasmo?

  • Nadie finge conmigo.

  • Ok, ok, lo siento, entonces, ¿A qué te refieres con actuar?

  • No tiene... Ya sabes...

  • No. Explícate.

  • Tocarme.

  • Ok. ¿Te gusta por cómo te hace sentir cuando la tocas?

  • Algo así.

  • ¿Cómo supiste su nombre?

  • Ella me lo dijo.

  • ¿Cómo? ¿Rompió tu regla?

  • No, me la encontré en consulta.

  • ¡Oh! ¿Es tu paciente?

  • Era.

  • Ya veo. - Renée escribía en su tablet. - ¿Qué más supiste de ella?

  • Todo. Quiero decir, clínicamente hablando.

  • Entiendo. - Ahora se ponía pensativa. Era el momento de las conclusiones.

  • ¿Diagnóstico doctora?

  • Dos cosas: Admítelo. Quisiste darle un trato como el que le das a las demás mujeres con las que te… encuentras. Una noche. Sin nombres. Pero el hecho de que la hayas vuelto a ver, saber su nombre y detalles de su vida crearon sobre ella una atmósfera en la que quieres seguir descubriéndola.

  • No…

  • Déjame terminar. Hoy eres la paciente. Dos: Te gusta. - Y se quitó las gafas.

  • No me gusta.

  • Eva, debes entender que no hay nada malo con que te guste alguien. Ya es hora. Y me alegro mucho.

  • Pero no me gusta.

  • Ok, no te gusta, pero sientes cierta atracción, ¿o no?

  • Ummm…

  • ¿Cuándo fue la última vez que la viste?

  • Hace unos días.

  • ¿Hablaron?

  • Algo así.

  • ¿Eso quiere decir que tuvieron…

  • No, no. Fue en un bar. Ella estaba acompañada. Y yo también.

  • ¿Te molestó verla con alguien más? - Tenía que pensar esa respuesta. ¿Me molestó? En primer lugar, ¿por qué tire ese estúpido vaso? Estaba tomando de él, y lo iba a poner en la mesa cuando vi que ellos casi se besan. ¡No! - ¿Eva?

  • Eh… No. Yo estaba acompañada.

  • No respondiste mi pregunta, pero creo que no debo esperar una cuando te tomó tanto tiempo decirme.

  • No me gusta.

  • Te repito: no hay nada de malo con que te guste. Si disfrutas tener sexo con ella, ¡excelente! ¿Le has preguntado si le gusta?

  • Sé que le gusta.

  • ¡Jajajaja! Maldita soberbia. Cómo sea, entonces, ¿quisieras seguir viéndola por cómo te hace sentir?

  • No.

  • No huyas de lo que quieres, y menos cuando también disfrutas. Mira Eva, entiende esto: No te pido que te cases con ella. - Abro los ojos como plato. - Ok, mala referencia. No te pido que la hagas tu novia. Lo de ustedes puede ser algo casual.

  • No puedo hacer eso.

  • ¿Por qué?

  • ¿Y si empieza a ponerse seria?

  • No cabe duda que tienes mucha autoestima. Pero bueno, ¿y si no?¿ Te has puesto a pensar que tal vez ella también quiere algo casual?

  • Iba con un hombre, seguramente su novio.

  • Ahí lo tienes, tal vez quiere una aventura. Sin compromiso. Y tú se la puedes dar.

  • No lo sé.

  • Tengo una última pregunta. - La miré. - Dices que temes que ella se ponga seria, ¿no es que te da miedo caer por ella?

  • Yo ya no puedo caer por nadie. - Renée sonrió con tristeza. Ella entiende a qué me refiero.

  • Lo sé.  - Miré el reloj con impaciencia. - Ya puedes irte Eva. No faltes a nuestra siguiente sesión. Y salúdame a tu hermana.

  • Adiós Renée. - Justo cuando iba en la puerta, Renée me dio un último consejo.

  • Y pregúntale. No pierdes nada. - Asentí y salí del consultorio.

El sol golpeó mi cara. Me puse mis lentes y me quedé quieta un momento disfrutando de la enorme estrella diurna sobre mi piel.  Jugué un rato con las llaves en mis manos. Esto no es buena idea. Renée no debe plantar ideas en mi cabeza, no está bien.


Llegué al pequeño departamento. Hace días que no vengo y Sofía ya debió darse cuenta de que lo ocupé. Sólo espero su llamada para que se inicie la tercera guerra mundial.

Ring ring Hablando del diablo...

  • ¿Hola?

  • ¡Eva!

  • Hola Sofi, ¿cómo estás?

  • ¿Cómo estoy? Por donde empiezo hermana... ¡Ah! ¡Ya sé! Que tal si empiezo por mencionar que ocupaste OTRA VEZ el maldito departamento sin consultarme.

  • ¿Lo siento?

  • NO LO SIENTAS EVA. Además, si lo vas a ocupar por lo menos asegúrate de limpiarlo y de que tus inquilinas se lleven su ropa interior

  • Ya estoy aquí, ya lo voy a... ¿Ropa interior?

  • ¿Ahora te haces la desentendida?

  • ¿Qué ropa interior?

  • No tengo tiempo para darte explicaciones. Están debajo de la cama. No me iba a arriesgar a tocar esas cosas. - El comentario me hizo dar una risilla. Irritar a Sofi era entretenido. Estoy segura que en este momento está roja como un tomate y sus fosas nasales se abren y cierran con velocidad.

  • Lo siento. Como dije, ya estoy aquí y voy a limpiar mi desastre, ¿te parece?

  • No tenías otra opción.

  • Nos vemos.

  • Te advertí que iré después a verlo, si no está impecable, le diré a mamá. - Oh no. Decirle a Daniela era la muerte.

  • ¡Hey! No tienes que ponerte amenazadora hermanita, ven en la tarde si quieres. Estará impecable. - No es buena idea meterse con mamá.

  • Eso quería escuchar. Nos vemos Eva.

  • Bye Sofi.

Guardé el.móvil y me dispuse a arreglar la cama y limpiar el departamento por completo.

Cuando pasé la aspiradora por debajo de la cama se atascó con algo.

  • Qué mierd...

Las bragas.

Las miré curiosa. A la luz del día los detalles se veían más bonitos. Colores brillantes y diferentes. Entre ellos había un verde intenso, justo como los ojos de Sara.

Me siento un momento en la cama y los miro. ¿Los habrá dejado a propósito? Viene a mi mente la idea de Renée.

Ya sé que no pierdo nada con preguntarle pero, ¿y si acepta? Eso es a lo que más le temo. ¿Cómo serían nuestros encuentros? ¿Dónde? Quiero decir, podrían ser aquí, pero eso ya lo vuelve personal, ¿no?

Maldita Renée. Cambiaré de terapeuta.


La ronda del día terminó. Iliana se preparaba para irse y yo hacía los últimos detalles para poder irme a casa. Sólo era registrar un par de pacientes en el sistema y era libre. Había quedado con Cris para ir al Alef por un trago.

Giré y vi como Iliana estaba parada y quieta frente al escritorio.

  • Creí que ya te habías ido Iliana, ¿pasa algo? - Le sonreí.

  • Yo... Emmm... - Miraba al suelo y apretaba las correas de la bolsa que sostenía en sus manos.

  • ¿Sí?

  • Me preguntaba si... - ¿Quería una consulta? - Bueno yo... - La miré impaciente.

  • ¿Quieres tomarte el día de mañana?

  • ¿Qué? - Por fin levantó la mirada. - No.

  • ¿Entonces?

  • Bueno, yo quiero saber si... Le gustaría... Salir a tomar alguna vez algo conmigo. - Lo último lo dijo tan rápido que apenas lo entendí.

  • Claro.

  • ¿En serio?

  • Sí, hemos trabajado tanto tiempo juntas que nunca te he invitado algo, es decir, eres mi empleada y eres una muy buena. Disculpame si nunca te propuse algo así. - La chica hizo una mueca.

  • Sí, como empleada...

  • ¿Te parece mañana?

  • Sí, por qué no. - Suspiró al terminar la frase. - Hasta mañana Eva.

  • Adiós.

Cuando cerró la puerta, escuché como hablaba con alguien. No le di importancia hasta que se abrió la puerta y Sara Ferríz entró.

  • ¡Me mentiste! - Un pánico irracional me invadió y me levanté para cerrar la puerta y nadie escuchara aquello.

  • ¿Podrías bajar la voz?

  • Pensé que ya no trabajabas aquí.

  • ¿A qué has venido Sara? - La ojiverde sonrió.

  • Evidentemente no he venido a buscarte, Eva. - Siempre que decía mi nombre le ponía un tono especial, ¿o era yo la que lo escuchaba de esa manera? -  no te sientes tan importante. - Y tomó asiento. - Tenía cita ayer, pero no pude venir por... Compromisos. - ¿Con quién? ¡No Eva! - Así que supuse que si venía hoy, encontraría al doc. Él me dijo que podía venir a esta hora. -

  • Pero no hoy.

  • ¿Lo hiciste a propósito?

  • ¿El qué?

  • ¿Acomodar los días que trabajan para que no me tocara contigo?

  • No te creas tan importante. - Sara entrecerró sus ojos.

  • Explícate entonces.

  • No te debo explicaciones. Ni siquiera sé para qué te citó de nuevo. Se supone que tus resultados salieron normales en la segunda cita...

  • ¿Los viste?

  • ¿Cuáles?

  • ¿Mis resultados?

  • Sí. - Un brillo de formó en sus ojos. ¿Qué había dicho?

  • ¿Por qué?

  • Eres mi paciente, es algo que hubiera hecho con cualquiera de mis pacientes. - Torció los ojos y se cruzó de piernas. Ese día llevaba el cabello recogido en una coleta que dejaba expuesto su blanco cuello. Hermoso. Un vestido color azul que atenuaba su figura. Y unas sandalias.

  • Pues ya estoy aquí. - Me interrumpió mientras la recorría de arriba a abajo. - Dame mi consulta. - Suspiré. Hice un juramento.

Busqué en la computadora acerca de la última consulta.

  • Has subido de peso. - No obtuve respuesta y voltée para mirarla. Estaba sonrojada. - ¿Te pasa algo?

  • Me dijiste gorda.

  • No he hecho eso.

  • Sí. Dijiste que subí de peso, ¿es tan obvio? ¿No puedes tener un poco más de tacto? - Fruncí el seño.

  • Lo único que dije es que subiste de peso, lo cual fue indicación mía. - Se cruzó de brazos y miró ofendida a otro lado. - Y por lo demás estás bien. Ya puedes irte.

  • No me has explorado. - El rubor seguía en sus mejillas.

  • No es necesario.

  • No me has pesado. Sólo has dicho que me veo gorda. - Suspiré.

  • Ok, Sara, hazme favor de venir a la báscula. - Obedientemente la ojiverde se levantó, se quitó las sandalias y se paró en la báscula. Parecía tan pequeña y… linda.

  • ¿Y bien doctora?

  • Has… seguido las indicaciones y tu peso está en los límites normales. Ahora puedes irte.

  • ¿No vas a medirme? - La miré por encima de mis lentes. Busqué la cinta para medir su cintura. Pasé mis brazos por su cintura.- ¿No es mejor si me quito el vestido?

  • No.

  • ¿Por qué?

  • No está Iliana, no es profesional si sólo estamos tú y yo…

  • ¿Por qué ya dormimos juntas un par de veces? - Me quedé muda.

  • Voy a pedirte un favor. - Sara sonrió. Poco le faltó para dar saltos.

  • Te escucho.

  • Mañana mismo solicitarás tu cambio con otro médico. Di cualquier cosa, que te traté mal, que no te di un tratamiento adecuado, no sé. No te quiero como mi paciente.

  • ¿Qué?

  • Terminamos señorita Ferriz, ya se puede retirar.

  • ¡No!

  • ¿Disculpe?

  • No la disculpo Dra. Silva. Conozco el protocolo. Mi madre ha cambiado de médico un par de veces y ha sido por quejas de varios pacientes. Hasta donde yo sé, a ti tus pacientes te quieren. - Ese comentario me sorprendió.

  • ¿Ah sí?

  • Sí.

  • Sarahí…

  • Sara.

  • Por favor, no lo hagas más difícil.

  • ¿El qué Eva?

  • Esto.

  • Esto no es nada. - Sara se acercó y me tomó la cara. Su tacto siempre se sentía bien en mi. Por eso no la dejaba tocarme. Tomé su mano y la bajé.

  • Y así se debe quedar.

  • Te propongo algo. - La miré. - Te gusta… esto. Sea lo que sea. Lo sé. Te he visto. Cuando estamos juntas es… increíble. No sé por qué te cuesta aceptarlo, y entiendo que quieras mantener tu vida privada apartada de la laboral. No entiendo mucho tu comportamiento, cómo puedes llegar a ser de una forma cuando no tienes esta bata, y ser otra persona en aquel departamento, y otra más en el bar. Espero estés viendo a un psicólogo o algo así. - Renée, quien sólo lo ha empeorado todo. - Pero no me importa. Me gustaría seguir viéndonos.

  • No puedo hacer eso.

  • Espera, no me refiero a citas, o salidas “amigables”, ¿y si lo dejamos como algo sin compromiso?

Continuará.