Sin compromiso. V

¿Quieres que nos vayamos?

Un intenso brillo hizo que abriera los ojos.El enorme ventanal que daba a la ciudad me daba los buenos (?) días con su molesta luz. ¿Qué había pasado anoche? Me levanté descubriéndome desnuda, sólo cubierta con una delgada sábana blanca.

Oh, ya recuerdo, Eva. ¿Eva? No había nadie, como la primera vez, a mi lado. Y no esperaba encontrar a alguien pero me sorprendió que ella tampoco se encontrara sentada en su desayunador, con ese chongo desarreglado, las gafas y leyendo. Nada. Ni siquiera había jugo, o café. Quise tener un déjà vu.

En la esquina de la cama se encontraba mi ropa perfectamente doblada. Me estiré un poco, maldita luz, así no se puede dormir.

Luego hice memoria, ¿por qué había tanto sol? Busqué mi celular y era tan sólo medio día. Tan solo. Mierda. Hoy vería al dueño del loft del otro día para afinar detalles de su departamento. Bueno, la cita era hace tres horas, ¿qué le voy a hacer?

Tomé mi ropa y empecé por ponerme el sostén. Perfecto. Ahora van las pantale... ¿Dónde está mi ropa interior?

Busqué entre la ropa, las sábanas, luego debajo de la cama. Nada. Rayos.

Me rendí más temprano qjé tarde y así me puse el pantalón, ¿qué? No están, no hay nada que pueda hacer. Además la simple y sencilla idea de que Eva se las haya dejado no me desagrada en absoluto.

Muy bien hecho Eva, ahora soy una pervertida.

Me coloqué la blusa. No podía ver como lucía, pero espero por lo menos parecer presentable. Me acerqué al desayunador y vi una hoja doblada.

Mmm… ¿Será para mí?

Estaba doblada por la mitad. No quería abrirla ¿y si era de Eva? Mmmm… ¡Ups! Hace mucho viento y casualmente se abrió (no hace nada de viento).

S:

(¿Por qué no puede usar mi nombre completo?)

Lo que pasó anoche no tiene justificación.

No estuvo bien y no volverá a pasar. (Aquí vamos de nuevo).

No hay manera en la que pueda disculparme, me siento más que apenada, decepcionada de mí misma. Disponer de tu persona, de tu cuerpo, no tiene nombre.

Hoy por la mañana no tuve valor para verte y disculparme. (Qué mujer tan moralista)

No importa si no me disculpas, ya te he pedido perdón. (Espera, ¿qué?)

Olvida esto.

Antes de irte, coloca el seguro de la puerta.

E.

Ok. Esta ha sido la carta más antiromántica que he leído en mi vida. Definitivamente esta mujer tiene serios problemas de identidad. Suspiro y dejo la carta sobre el desayunador. No, mejor me la llevo, esos feos garabatos los hizo ella. Si ya nunca más la volveré a ver, ¿qué más da?

Camino a la puerta de salida, pero antes de salir, me giro para tener una vista panorámica del pequeño departamento. Es bonito, es acogedor, y es cálido. No como ella.

La cama está donde se supone que deben de estar los sillones, ahí es la sala. Es una matrimonial, y las sábanas están completamente desarregladas. Las paredes que la rodean son del color del concreto, y una de ellas se interrumpe por el ventanal que da a la calle. Soy consciente de que ese mínimo detalle le da valor a ese pequeño escondite. Antes de entrar, a la izquierda, hay un enorme pilar de madera que sale del suelo para terminar en el techo; a la derecha hay un pasillo. Hay dos puertas en el costado de la pared, y una al fondo.

Supongo que no hará daño que curosée un poco. Camino por el pasillo deslizando la yema de mis dedos por la lisa pared, y terminó sobre un cerrojo. Lo giro suavemente, pero no cede. Sigo mi camino y ahora llego al segundo cerrojo. Lo giro, y para mi sorpresa éste si abre la puerta. La habitación tiene unas cuantas cajas de cartón, una abierta de par en par con papeles esparcidos a su alrededor. Las demás apiladas de dos en dos. Pareciera que alguien se está mudando.

Me acerqué y vi que dentro de la caja abierta había carpetas y más papeles. Luego miré más de cerca y contiguo a esa caja había otra medio abierta. Adivinaron,me ganó la curiosidad, de nuevo. La abrí y encontré una serie de vinilos, saqué uno y era de jazz. No.No jazz por favor. Saqué otro y resultó que todos eran de lo mismo. La caja de bajo también lucía medio abierta, y ya estando en confianza, la abrí. Más vinilos, pero estos eran de música moderna. Uno que otro artista del momento. Busco con la mirada un posible tocadisco, pero no hay nada. Bueno, suerte para la próxima.

Intento dejar todo en su lugar y salgo de la habitación. Aún queda la del fondo, la cual está medio abierta. Es un baño.Parece limpio, y la mejor parte es que tiene un espejo. Arreglo mi cabello y acomodo mi blusa, y ¿qué es eso? Esto no está pasando. Un enorme chupetón se asoma en mi escote. Ahora no sólo he quedado como una pervertida, sino también como una adolescente hormonal.

Acomodo mi cabello para que cubra la marca. Bien.

Se oye como la puerta de entrada se abre. Si es Eva probablemente se enoje porque no me he ido. Trato de no hacer ruido, y sin pensar me meto en la tina con la cortina cubriéndome.

Se escuchan pasos, alguien con tacones. De pronto se detiene unos segundos y de la nada un zapatazo en el suelo me asusta. Los pasos ahora suenan apresurados y de azota la puerta de entrada. Ahora sí debería irme.


Llamé a mi cliente y me disculpé invitándolo al bar donde me encontré por primera vez a Eva, después de enseñarle los cambios que haría en su departamento. El bar era un lugar agradable y tranquilo, y aunque la música no era de mi total gusto, el ambiente sí.

  • Entonces Gustavo, - creo que le encantaba el lugar porque no dejaba de ver a todos lados. - ¿cuándo inicio con tu loft? - Sonrió. Era un hombre encantador y bastante atractivo. Alto, barba perfectamente arreglada y un estilo para vestir impecable. Y sus ojos color miel... Suspiré porque unos ojos oscuros vinieron a mi mente.

  • Cuando quieras Sara. El loft está a tu disposición, puedes tomarte tu tiempo.

  • ¿No te urge? Sería mejor si me dieras una fecha.

  • La verdad no me incomoda que te pasees por ahí, o llegar y encontrarte. - Oh por Dios, ¿era esto algún tipo de insinuación?

Sonreí nerviosa y le di un trago a mi martini mientras volteaba a ver a la banda que tocaba. Y la vi, otra vez. Su penetrante mirada se posaba sobre la mía. Estaba en una mesa, pero no estaba sola. A su derecha había otra mujer riéndo y a su izquierda un hombre.

  • Mierda. - Giré hacia Gustavo.

  • ¿Sucede algo?

  • Emmm... No, recordé algo.

  • ¿Quieres que nos vayamos? - ¿Por qué tendría que irme? Vine con Gustavo, no es mi problema que esa loca no quiera volver a verme. Tengo el derecho de ir a  dónde quiera, incluso este bar.

  • No es necesario. -  Sonrió mostrándome esos blancos dientes.

  • Bailemos.

  • ¿Cómo dices? - Gustavo se levantó Ofreciéndome su mano.

No me gusta el jazz, obviamente no sabía ni quería bailarlo.

Pero sentí una mirada clavada en mi espalda. Tenía que demostrarle a Eva que estaba siguiendo con mi vida.

Tomé la mano de mi compañero. Acomodó mi mano sobre su hombro y la suya en mi cadera, pegándome a su cuerpo. Empezó a moverse con movimientos suaves, al compás de la música.

Después de todo no era tan desagradable bailar con él.

  • Esta es mi música favorita. - Decía separándose un poco para mirarme a los ojos.

  • ¿En serio? - Susurré. Él se fue acercándo a mi lentamente. Casi se tocan nuestros labios.

Y entonces se escuchó como algún tipo de vidrio se estrelló en el suelo.

Gustavo y yo buscamos la fuente del impacto, y ahí estaba ella. Sonriendo y disculpándose con el resto de la gente en el bar.

  • He sido muy estúpida, lo siento. - Parecía otra persona, agradable.

Rápidamente alguien se acercó y se llevó los trozos de vidrio. Ella parecía, ¿sonrojada?

Vi cómo se levantó y caminó al baño.

  • Debo ir al tocador. - Me solté del agarre de Gustavo.

  • Adelante.

Entré y la vi recargada en el lavabo. Intentando ignorarla, entré al baño. Luego de un momento salí y ahí seguía ella, con el cabello cubriendole el rostro.

Estaba a dos lavabos de mí. Creo que ni siquiera había notado mi presencia, puesto que cuando abrí el grifo para enjuagarme el jabón volteó.

  • Hola. - Dijo.

  • Hey. - Fingí sorpresa. Llevaba un extraño abrigo rosado, como de plumas, una blusa blanca y unos pantalones negros. Se veía increíblemente bien.

  • Yo...

  • No esperaba encontrarte aquí. No quiero incomodarte, así que ya me voy.

  • No... - ¿No? La miré y cerró sus ojos. - Lo siento.

  • ¿Por qué? - Parecía divertido incomodarla. Me lo debía.

  • Por la otra noche, yo no... lo siento.

  • Ah... No te preocupes. Leí la nota.

  • Ok.

  • Adiós Eva.

  • Adiós Sara. - Iba justo en la puerta cuando dijo mi nombre. No salió forzado como antes. Un impulso me ubicó frente a ella, le tomé la cara y la besé. Mis labios acariciaban los de ella, mientras mis manos tomaban su rostro. Me tomó la cintura y me acercó a ella.

Me separé y seguía con los ojos cerrados. Los paretaba. Mi mano acarició su mejilla y ella descansó su cara en ella. ¿Cómo alguien puede llegar a ser tan frío, pero después sentirse cálida? Apretó los ojos y dio un paso atrás, para después soltarme y salir de aquel lugar.

Salí también y vi a Gustavo sentado esperando por mí.

  • Deberíamos irnos. - Le dije al llegar.

  • Claro, permíteme pagar.

  • No, la siguiente la invitas tú, recuerda que estoy compensando mi falta el otro día. - Él sonrió y asintió.

Pedí la cuenta y pronto me la trajeron.

Salimos al pequeño callejón, y detrás de la puerta, alcancé a ver a dos personas. Miré bien. Era Eva metiendo su mano debajo de la falda de alguna desconocida.

Continuará.