Sin compromiso. III

Ella sólo asintió, y demostró una vez más, que yo era una especie de incomodidad en su vida.

Al siguiente día de contarle todo a Fernanda desperté con un objetivo claro: Dejar de obsesionarme por una persona que ni siquiera conocía. Quiero decir, ella no mostró interés por saber mi nombre. Fui precindible para ella, ¿por qué ella no lo sería para mí?

Me levanté y empecé con mi rutina. Limpiar un poco el departamento, hacer un par de llamadas. Según mi agenda, a las 12 tengo una cita en un departamento. Mi cliente quiere que arregle un antiguo loft y lo modernice. No es una tarea difícil, no me llevará mucho. Sigo hojeando la agenda y veo que a las 3 tengo una cita con el, ¿médico? Mierda. Lo había olvidado por completo. Hace un mes acompañé a mamá a su cita semestral. El doctor Torres es su médico de cabecera, e hizo el desafortunado comentario “Te veo un poco pálida hija”. Esa frase dio lugar a que mi madre empezara a despotricar sobre mis hábitos alimenticios, mi trabajo, que según ella no es trabajo. Mamá no entiende que el diseño de interiores puede ejercerse desde casa y no en una oficina. También habló de mi vida amorosa, y bueno, le dio cada detalle al doc. Al final, el doctor me citó para solicitar estudios y determinar porque estaba “pálida”.

En fin, hice la llamada, visité al cliente (¡el loft era hermoso! Espacioso y totalmente blanco, un poco viejo, pero me daba la oportunidad de hacer lo que quisiera, era como un lienzo virgen.), pero eso no fue todo- El dueño del lugar me invitó a salir, y ¿por qué no? Intercambiamos números.. Prometió llamarme. Ya sé que no es muy ético, pero vida sólo hay una, ¿no?

Después de realizar mis pendientes aún tenía aún una hora, así que decidí pasar por una ensalada. Ahí lo tienes madre, obviamente como bien. Ok, confieso que hoy no desayuné nada, pero mñé, no tenía hambre.

Llegué al hospital y me dirigí a donde estaba el consultorio. Ya ahí, 4 de las 5 sillas para esperar turno estaba ocupadas. Tomé asiento en la última de lado derecho, junto a una viejecita a la cual le temblaba la mano. Suspiré. ¿Por qué estaba aquí? Oh sí, mi madre.

  • Disculpe, - Dirigiéndome a la anciana - ¿lleva mucho esperando?
  • ¿Qué?
  • ¿Lleva mucho esperando?
  • ¿Qué?
  • ¡¿Que si lleva mucho esperando?! - Creo que elevé demasiado la voz porque la gente del lugar me quedó mirando mal.
  • ¡No tiene que gritarme! - Y se giró muy indignada. Perfecto, había hecho enojar a una anciana. Mamá me las va a pagar.

Había pasado ya una hora y yo seguía aquí. No debí venir, no había nada mal conmigo, es decir, ¡incluso voy al gimnasio!. Pff… Ahora mismo podría estar en casa con mi computadora explorando muebles, pinturas y diseñando el interior de aquel loft. O podría llamar al dueño del mismo.

Resulta que la anciana no era paciente, y el resto de la gente sentada tampoco, al parecer estaban esperando al que sí era paciente que estuvo todo este tiempo dentro. Dicha persona salió sonriendo llena de júbilo. Supongo recibió buenas noticias porque salió para abrazarlos a todos. Muy conmovedor todo.

Mi atención regresó a la puerta del consultorio, que después de que la mujer saliera con su familia, se cerró.

Perfecto. A esperar otra media hora.

No fue así. La puerta se abrió y de ahí salió no el dr. Torres. Salió una doctora, muy joven, bastante joven diría yo. Llevaba el cabello largo y alaciado de un hermoso color castaño claro, casi rubio. Tenía pecas en la nariz y ojos color miel. Realmente era bonita, y bastante joven, insisto.

  • ¿Sarahí Ferriz?
  • ¡Soy yo! - Rápidamente contesté y me levanté. Todas las cosas se cayeron de mi bolsa. Soy un genio. Me agaché y las levanté para, torpemente, regresarlas a su lugar, bajo la divertida mirada de esa doctora.
  • Adelante. - Me indicó para abrir por completo la puerta.

Tomé asiento frente al enorme escritorio, aún acomodando las cosas de mi bolsa.

  • Buenos días señorita… - Oh por Dios. - ¿Sarahí Ferriz? - Levanté la mirada y nuestros ojos se encontraron. Era ella. Esa mujer, la del bar, la que me corrió de su casa con urgencia y que no quería volver a verme, ¡ERA ELLA MALDICIÓN!

Alcancé a ver como apretaba la mandíbula. Entonces volvía a agachar la mirada para teclear un par de cosas en su computadora.

La joven chica que me había llamado al principio estaba sentada al lado de ella, en una banquito. Al parecer no había notado nuestro intercambio de miradas porque estaba embobada con la atractiva médico.

Reaccioné y me di cuenta que aún no me decía su nombre. Me levanté de mi silla para ofrecerle mi mano.

  • Mucho gusto doctora, emm…
  • Eva Silva. - Contestó por ella la joven pecosa. Su cara hizo una mueca que no indicaba que le emocionara mi presencia. Pero eso era buena señal, significaba que me recordaba.
  • Eva. - Repetí. Eva. Eva. ¡Por fin tenía nombre! Ella, por su parte, le lanzó una mirada acusadora a su asistente, o lo que fuera la chica ahí. Estiró su mano y tomó la mía. Oh no. ¿Ella sintió la misma electricidad a nuestro contacto? Un hormigueo me recorrió de la mano hasta la punta del dedo gordo del pie. Creo que sí, porque bruscamente soltó mi agarre. - Esperaba encontrarme con el dr. Torres. - Dije con una fingida sorpresa.
  • El dr. Torres pidió una licencia debido a problemas personales. - ¿Alguien podría callar a esa chiquilla? Quiero oír la voz de Eva. Perdón, de la dra. Silva.

Tomé asiento otra vez.

  • Como dijo la Dra. Iliana - Dirigiéndose a la más joven. - El dr. Torres está de licencia. - Dijo en un tono serio y sin mirarme. Sus ojos estaban clavados en la computadora.

No quise disimular y la miré fijamente. Inspeccionaba su cara minuciosamente. Llevaba un maquillaje no tan ligero, pero tampoco tan recargado. Usaba las gafas de aquella mañana y el cabello suelto y alaciado que le caía a por debajo de los hombros. Usaba un collar de perlas y unos aretes a juego.

Definitivamente se veía un poco mayor a como la vi aquella mañana, pero no dejaba de verse increíblemente atractiva.

  • Hoy seré su doctora. - Anunció sin mirarme. - Oficialmente es nuestra primera cita, y requiero conocer detalles acerca de su… - Hizo una pausa. Todo esto le estaba costando. - Vida. La dra. Iliana le hará unas preguntas para tener su historia clínica y poder hablar de qué es lo que la ha traído aquí. - Al final me miró por encima de sus lentes, lo cual provocó un revuelo en mi interior. Me parecía una ironía que aquella mujer que no quería detalles de mi vida, hoy, aquí, me pidiera que se los diera.
  • Sí. - Contesté casi como un suspiro.
  • ¡Pues empecemos! - Contestó entusiasta la mocosa. ¿Qué? Parecía de unos 20 años. Ok, eso no me deja bien parada, yo no soy tan vieja. 26 no es estar vieja, ¿o sí? - ¿Cuál es su nombre completo?
  • Sarahí Ferriz Olivieira.
  • Edad.
  • 26 años. - Mi mirada no dejaba a Eva, como pidiendo su atención para que no se perdiera de ningún detalle de lo que estaba diciendo.. Ella, por su parte, escribía en su computadora.
  • ¿Fecha de nacimiento?
  • 18 de Octubre de 1988.
  • ¿Dónde nació?
  • Aquí mismo, y aquí he vivido toda mi vida.
  • ¿Religión?
  • Protestante.
  • ¿A qué te dedicas?
  • Soy diseñadora de interiores.
  • Dirección… - Fuimos cubriendo todo el cuestionario. Confieso que disfrutaba hablar de todo detalle sobre mi. Eso le enseñará a esa mujer que no debe hablarle a otra mujer tan fríamente luego de una noche demasiado intensa como la nuestra. No es que me importe mucho, pero bueno, eso le enseñará. - Ahora le haré una serie de preguntas que tal vez le parezcan… incómodas. Por favor, siéntase en confianza. - Pff… A estas alturas le contestaría hasta mi talla de sostén.
  • Sí, claro. - Mantenía un aire de tranquilidad. ¡Debería ser actriz!
  • ¿Edad a la que comenzó su regla?
  • A los 12 años.
  • ¿Es regular en su periodo?
  • Sí, cada 28 días.
  • ¿Experimenta dolor, o alguna molestia?
  • De vez en cuando, pero es leve.
  • ¿Es un sangrado intenso al principio o es poco y luego va aumentando?
  • Intenso y luego disminuye. -
  • ¿Cuánto dura su periodo?
  • 5 días.
  • ¿Última fecha de su periodo?
  • La semana pasada.
  • ¿Inicio de vida sexual?
  • A los 16. - Eva levantó la mirada. Luego volvió a teclear.
  • ¿Mantiene una vida sexual activa?
  • No sé cómo responder a eso.
  • O sea, ¿ha mantenido relaciones sexuales en el último mes?
  • Ah sí, hace dos semanas de hecho. - El tecleo de la computadora cesó. Otra vez continuó.
  • ¿Ha estado embarazada? - No esperaba esa.
  • Emmm… Sí. - Otra vez me miró.
  • ¿Fue a término?
  • No, desafortunadamente perdí al bebé. Fue hace dos años.
  • Creo que por el momento podemos trabajar con eso, Iliana. - Eva habló.
  • Claro dra. Silva… Espere, olvidé preguntar el estado civ…
  • Cuéntanos Sarahí. - Interrumpió a la chica.
  • Puede decirme Sara, doctora.
  • Sara - Me gustaba como sonaba cuando ella lo decía. - ¿Qué te trajo a consulta? - Otra vez con su maldita costumbre de mirar por encima de los lentes. Por lo menos me miraba a los ojos.
  • El dr. Torres es el médico de cabecera de mi madre. En la última consulta de ella, dijo que me veía muy pálida y me citó hoy. Quería ver lo de unos estudios.
  • Ya veo. - Se recargó sobre su silla, juntando los dedos de ambas mano. - ¿Y tú te percibes así? ¿Pálida?
  • La verdad no. Este es mi tono de piel. Pero el comentario alertó a mi madre y por eso acepté venir.
  • Entiendo. - Me miraba entrecerrando los ojos. Creo que pensaba que preguntar. - Cuéntame - ¿Ella pidiéndome que le contara algo? - ¿Últimamente te fatigas al hacer ejercicio? Mencionaste ir al gimnasio.
  • No realmente.
  • También mencionas que llevas una alimentación balanceada, ¿puedes platicarnos en qué consiste?
  • No comprendo la pregunta.
  • ¿Cuántas veces al día comes?
  • 3, a veces.
  • ¿A veces?
  • Hay días en los que no tengo apetito y sólo hago dos.
  • Cuando haces 3 comidas, ¿qué sueles comer?
  • Desayuno un yogurth y un plátano o una manzana. Por las tardes a veces una ensalada o sushi, amo el sushi, lo como tres veces a la semana.
  • ¿Tú lo preparas?
  • La mayoría del tiempo lo ordeno, pero de vez en cuando lo hago yo.
  • ¿Y cenas?
  • A veces un tazón de cereal con leche.
  • Ok. - Nuevamente escribía en la máquina. ¿Has bajado de peso?
  • Pues hace tiempo estoy pantalones me quedaban justos, ahora se me caen un poco.
  • ¿Te pesaron antes de entrar?
  • Sí. - Urgué en mi bolso y por fin encontré el papel donde decía cuánto medía y pesaba.
  • 58 kg. ¿Recuerdas tu peso del año pasado?
  • Pesaba 62 kg.
  • Ok. - Otra vez escribía. Ojalá pudiera ver qué tanto ponía. - ¿Por qué crees que has bajado de peso? ¿Has hecho una dieta rigurosa? ¿El gimnasio?
  • Umm… No, nada de eso.
  • Algo personal, una ruptura. - Descubrí a dónde iba dirigida la pregunta.
  • ¿Usted se refiere si a partir del aborto cambió algo en mí? - No contestó. - Sí. Muchas cosas doctora. Pero, realmente no quiero hablar de esto, si no le molesta.
  • No queremos incomodarla, señorita Olivieira. - Sonaba comprensiva. Tal vez detrás de toda esa frialdad había un ser humano empático. - ¿Alguna molestia? ¿Diarrea, vómito?
  • No que yo haya percibido.
  • Entonces, - Acomodándose sobre su silla. - Esta es la situación Sarahí.
  • Sara.
  • Sara. Tus hábitos alimenticios son malos, por no decir pésimos. Me llama la atención la disminución de tu peso, que no es algo para alarmarse, pero no sería bueno que siguieras bajando, ¿me explico?
  • Sí, claro. - La forma como decía las cosas era atrapadora. Mi atención estaba en ella. Casi olvido que en el consultorio había una tercera persona.
  • Te realizarás un par de estudios para ver que sucede, por el momento lo más seguro es que tenga una anemia. Podemos darte una interconsulta con la nutrióloga. - Apretó un botón del mouse y se giró a su impresora. Una alarma sonó. Al parecer la impresora no tenía papel.
  • Iliana. - No dijo nada más y la chica sólo asintió, se levantó y salió del consultorio. El ambiente se volvió pesado.
  • Entonces eres doctora. - No iba a dejar pasar esa oportunidad.
  • Mira… - Creo que luchaba por no pronunciar mi nombre. - Sara. Esto es sólo una inesperada casualidad. Por favor, vamos a limitar esto a una relación médico - paciente. ¿Te parece?
  • No es como que tenga opción, Eva.
  • Dra. Silva, por favor.
  • Además, - La ignoré - ahora sabes demasiado acerca de mí, y eso no me parece demasiado justo.
  • Eso es porque soy tu médico.
  • Es verdad. - Me relajé en mi asiento, no se iba a soltar tan fácil de mi. - Eso significa que nos estaremos viendo de vez en cuando.
  • No lo creo. Sólo estoy cubriendo al dr. Torres temporalmente. - Mi rostro no escondió la sorpresa ante eso. Por primera vez desde que entré, la vi sonreir con esa maldita mueca burlona. - Así que probablemente esta sea la última vez que nos veamos.

El diálogo se vio interrumpido cuando la asistente/o lo que sea que fuera aquella hermosa chica, entraba.

  • Aquí tiene el papel Dra.
  • Excelente. Muchas gracias Iliana. - Le sonreía y aquella muchacha se sonrojaba. ¿Tenía ese efecto en todas?

Colocaba el papel en el aparato, presionó un botón y después de eso se empezaron a imprimir cuatro documentos. Firmó cada uno y me lo entregó.

  • Esas son solicitudes para los estudios que necesitamos para evaluar por completo tu estado de salud. - Entregándome las dos primeras ojas. - Ésta - Dándome la tercera - Son unas vitaminas que elevarán un poco tu apetito. Por lo menos quiero que diario hagas tres comida, ¿está claro? - Me tenía como embobada. Sólo asentí. - Por favor, trata de variar más tu comida, no está mal que te guste el sushi, pero limítate a comerlo dos veces a la semana y cambialo por carne, ya sea roja o blanca. - Sonaba preocupada. Y cómo no, estaba jugando muy bien su papel de médico que se preocupa por su paciente. - Y la última hoja es para una interconsulta con la nutrióloga. - Asentí. La despedida se veía cerca, ¡no podía quedarme así! Ella sabía demasiado de mí, ¿pero yo de ella?
  • Vuelve en dos semanas. Las consultas están llenas ese día, pero puedes llegar a eso de las 8, que es cuando ya no hay más gente. Le contaré al dr. Torres tu caso.
  • ¿Entonces eso es todo? - Mi pregunta no era respecto a la consulta, por su puesto.
  • Me temo que sí. - Sonriendo. Hipócrita. Se levantó de su silla y me tendió su mano. La tomé. Otra vez aquella sensación. La diferencia esta vez es que ella no retiró la suya.
  • Fue un placer conocerla Dra. Eva.- Ella sólo asintió, y demostró una vez más, que yo era una especie de incomodidad en su vida.