Sin compromiso. II

- Nadie está en el derecho de darte una noche de sexo salvaje y luego pedir que le olvides así porque sí.

No soy una mujer de obsesionarme, y no pensaba empezar a serlo. Todas las relaciones que había mantenido, sentimentales o sexuales, se quedaban como un buen recuerdo, ninguna había tenido un impacto tan grande que no me hubiera permitido seguir con mi vida. Por lo menos hasta ahora. Habían pasado ya dos semanas desde que había pasado la noche con aquella misteriosa mujer cuyo nombre ni siquiera conocía.

  • ¡EH! ¡Sara! ¿Sigues aquí? - Fernanda chasqueaba sus dedos frente a mí. Otra vez me había perdido en mis pensamientos mientras mi amiga me contaba los últimos percances que había tenido con su bebé. - Después de tanto tiempo sin vernos, estamos aquí y ¿te pierdes de mi interesante plática? - Decía sarcásticamente. - Pff… Te comprendo. Ojalá pudiera contarte algo tan interesante como por ejemplo, que me estoy acostando con el mejor amigo de mi esposo. ¡SARA! - Otra vez me perdí. Con el dedo índice recorría el borde de la copa de mi martini.

  • ¿Perdón?

  • ¿Qué sucede? Acabo de decirte que me estoy acostando con Ron…

  • ¡¿Te estás acostando con Ron?!

  • No, pero no ponías atención. - Bebía de su trago. - Quería sonar interesante.

  • Lo siento Fer, es que… - ¿Sería prudente contarle a mi mejor amiga que no dejo de pensar en una desconocida que me dio el mejor orgasmo de mi vida?

  • ¿Qué?

  • Promete que no le contarás a nadie.

  • Uy, esto se pone interesante.

  • ¡Responde!

  • Por supuesto que no Sara. Soy una tumba, ahora suéltalo.

  • Conocí a alguien. - Fer me miraba expectante, era obvio que ahí no terminaba mi historia.

  • ¿Y?

  • Nos acostamos.

  • Sara, no tengo nada contra las personas que se acuestan con otras personas…

  • Era una mujer.

  • No entiendo tu punto. ¿Crees que eso me va a alarmar? Venga amiga, parece que no me conoces.

  • No puedo dejar de pensar en ella.

  • Oh por Dios, ¿te enamoraste en un acostón?

  • ¿Qué? ¡No! - Acomodé mi cabello. Fernanda no hacía fácil que continuara. - Es que…

Flashback

Siempre pasaba por ese lugar. Por fuera parecía más como un local solitario. Un día, de regreso de comprar unos cuantos víveres para la casa, la curiosidad me ganó y me detuve para husmear un poco por las ventanas. Por fuera parecían cubiertas con algo, así que no había mucho que ver. Encontré una pequeña zona sin cubrir. Había luces. Y sonaba música.

Me planté frente a la puerta, iba a fingir ser una vecina, les pediría que bajaran el volumen y listo, el misterio quedaría resuelto cuando por fin viera el interior de aquel lugar.

Bueno, no salió como quería. Toque cuatro veces con lapsos de 5 minutos, nadie abrió. Acomodé mis bolsas con los productos que había comprado y resignada, retomé mi ruta. Al lado de aquella vivienda había un callejón, cuando lo iba cruzando una pareja de chicos salió de ahí. No me juzguen, eso no me sorprendió, pero sí me asustaron. Dejé caer mis bolsas y uno de ellos me ayudó a levantarlas, el otro se cruzó de brazos y me veía como si fuera una retrasada.

El primero me dio mi bolsa y se disculpó, tomó la mano de su compañero y se fueron por la calle dando risillas. “

Nunca lo he hecho en un callejón”

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando una luz salió de lo que parecía una puerta. La música se oía más fuerte proviniendo de ahí, otra pareja salió. Apreté mis bolsas y me prometí algún día entrar.

No es necesario decir que soy muy impaciente. Para el siguiente día ya estaba en la salida del callejón, acomodé mi blusa, era algo bastante casual. Arreglé un poco mi cabello e inicié mi camino a lo desconocido.

Un bar. Abrí la misteriosa puerta y era un bar. Por lo visto hoy era noche de jazz. Las luces estaban tenues y en el pequeño escenario había un cuarteto de personas ambientando el lugar. Mis expectativas estaban en el aire, esperaba un antro, ruido, luces estrambóticos y gente bailando sobre mesas. No. Sólo era un bar, un tranquilo bar con música de elevador.

Un punto a favor era que el lugar no estaba sólo. Todas las mesas estaban ocupadas, unos cuantos platicaban de pie con sus bebidas en mano, y otros más en la barra.

Me acerqué. Pff… Sola en un bar. Bueno, iba a ser más triste irme sin haber bebido algo. Levanté mi mano para llamar a la barman.

  • ¿Qué te sirvo bonita? - Uh, qué buen servicio.

  • Una cerveza. - La mujer rubia llevaba puesto lo que parecía un pañuelo que le cubría los pechos y dejaba asomar un poco su abdomen.

  • La casa invita. - Dicho esto, dejó mi cerveza junto a mí y me guiñó el ojo. Siguió tomando otro pedidos.

Tomé la cerveza y me giré para ver a la banda. La verdad era que no eran tan malos, aquí el problema era yo. Odio el jazz.

Terminé mi cerveza. Perfecto, ahora necesitaba el baño. Tracé mi plan: saliendo del baño me iría de aquel lugar. No me desagradaba, pero estar sola no era entretenido. Definitivamente iba volver. Bueno, tal vez, la música no terminaba de convencerme.

Me recargué sobre la barra y llamé a la chica que servía las bebidas.

  • Disculpa, ¿el baño?

  • Al fondo, a la derecha. - Dijo mientras señalaba al otro lado de la barra.

Y la vi.

Creo que acababa de llegar. Se veía casi tan perdida como yo. La larga melena oscura le caía sobre los hombros. Se quitó su chamarra negra y sólo quedó en la blusa blanca de tirantes. Creo que buscaba a alguien porque no dejaba de mover esos hermosos ojos oscuros por todo el bar. Y entonces posó su mirada en mi. Sonrió y desvié la mirada rápidamente. Increíble, había quedado como una idiota. Jugueteaba con la botella vacía.

  • Hola.

Giré y me encontré con ella.

  • Hola. - La saludé de vuelta, girando sobre mis tacones. .

  • Parece que estás en una situación como yo.

  • ¿Ah sí? - Aquello salió casi como un susurro. Acababa de conocerla y ya tenía la piel de gallina.

  • Ajá. ¿Esperas a alguien?

  • Umm… ¿Tú?

  • Es de mala educación responder a una pregunta con otra. - Lo que faltaba, una sabelotodo.- - La verdad es que sí. O me esperaba, espero que no se haya ido.

  • Oh, ya veo. - Acomodé mi cabello, no necesitaba que una desconocida me diera clases de buen comportamiento. Giré nuevamente a la barra.

  • ¿Otra cerveza, bonita? - La barman se recargó sobre la barra y dejaba ver su enorme escote. Dios mío.

  • Emm…

  • Sí. - A lado de mi se acomodó la castaña. - Y para mí otra. - La rubia la miró, sus ojos se posaron en mí después.

  • En un momento.

Después de un rato llegó con ambas bebidas y las dejó frente a nosotras. Ella tomó las suya y dio un trago.

  • ¿Vienes aquí seguido?

  • No.

  • ¿Primera vez?

  • Sí. ¿Tú? ¿Ya habías venido?

  • No. Es la primera vez, y creo la última.

  • ¿No te ha gustado?

  • El ambiente es tranquilo, la luz agradable, y la música… Bueno, el jazz no es algo que me guste mucho. - Dio otro sorbo. Empezaba a caerme bien - Tal vez consideraría volver, si es que alguien me invita. - Al decir esto sus ojos se encontraron con los míos. - ¿Tú piensas volver?

  • Claro, ¿por qué no? Sólo espero venir acompañada.

  • Interesante.

  • ¿Y a quién esperabas? ¿Tu novio? - Casi escupe su cerveza. Se estaba riendo. Suspiró.

  • ¿Tú?

  • Es de mala educación responder una pregunta con otra. - Me miró y sonrió de medio lado.

  • Tomé otro largo sorbo de cerveza. Ahora sí era urgente que fuera al baño

  • No estaba esperando a mi novio.

  • ¿Novia?

  • No.

¡Qué forma tan intensa de mirar!

Terminé mi cerveza.

  • Tengo que ir al tocador.

  • Adelante.

Me abrí camino entre la gente, parecía seria y tranquila, pero por dentro era un remolino de emociones. Por un lado, la vejiga me iba a reventar, y por el otro, no soportaba la tensión entre esa mujer y yo.

Lo primero que hice al cruzar la puerta del baño fue soltar el aire. Dios mío, creo que ese había sido el encuentro más intenso que había tenido en años.

Corrí a uno de los cubículos y me senté. Pff… Sí que tenía ganas. Hice lo que tenía, me limpié, acomodé mis pantalones y presioné el pequeño botón para que el retrete quedara limpio.

Abrí la puerta. La entrada del baño se abrió y ella estaba ahí. Caminó hacia mí y me tomó de la cintura, me metió de nuevo al baño y apretó su cuerpo contra el mío. Gemí. Tomó mi cara y sin previo aviso me empezó a besar, no tardó mucho en meter su lengua en mi boca, y yo no tardé nada en aceptarla.

Se separó y me miró, tomó mi mano, en la otra llevaba su chamarra. Me sacó de ahí, y bueno, el resto de la noche ya lo saben.

Presente

Le conté todo lo que sucedió (ok, omití unos cuantos detalles sexuales) a Fer, estaba con la boca abierta, su whisky en las rocas ya no tenía hielos. Todos se deshicieron.

  • Ok. ok. Rebobina. ¿Quién rayos era esa mujer?

  • ¿No entendiste la última parte Fer? No quiso saber nada de mí, y me pidió no investigar nada de ella.

  • ¡Es que eso no se puede quedar así! Nadie está en el derecho de darte una noche de sexo salvaje y luego pedir que le olvides así porque sí.

  • Lo sé amiga, pero ¿qué hago?

  • Pero piénsalo Sara, a lo mejor tiene un pasado tormentoso... O un nombre feo. - Tal vez Fer tenía razón.

  • ¿Por qué quieres saber quién era? ¿En serio te enamoraste?

  • No Fernanda, sólo me gustaría saber su nombre. En un futuro, recordar aquella noche y no sólo recordar la sombra de una mujer. También quiero recordar su cara y su nombre. Quiero ponerle un nombre a ese día.

  • Vaya que fue buena, mira nada más cómo hablas cuando la recuerdas. - Ambas nos reímos. - Bueno Sara, es hora de despedirme. Mi suegra no es una experta cuidando a mi pequeño, de seguro ya puso a su empleada a cuidarlo mientras ella juega canasta. Odio a las mujeres ricachonas.

  • Eres una de ellas.

  • Bueno sí, pero acabo de tener un hijo.

  • El bebé tiene 6 meses.

  • El punto, mi querida amiga, es que me merecía una copa con mi mejor amiga, y mira todo de lo que me terminé enterando. - Se levantó, tomó su bolsa y se acercó para despedirse. Intercambiamos un beso en la mejilla.

  • Fer, que esto se quede aquí.

  • Lo prometo amiga, soy una tumba. - La vi irse del lugar.

Suspiré. De todos modos daba igual, nunca más me volvería a encontrar a esa misteriosa mujer.