Sin Cobardías
Como una regla general, para todos llega un momento en la vida en el cual nos damos cuenta que existen cosas mucho mejores que las que nos rodean... lo único diferencia cada caso es como nos damos cuenta de ese hecho... en mi caso, a mi vida tuvo que llegar un chico para darme cuenta de lo que me estaba perdiendo.
Sin Cobardías
Mi nombre es Pedro, siempre he sido un hombre muy cachando... Desde los 10 añitos ya traía el sexo clavado en la cabeza y a los 12 tuve mi primera relación sexual aprovechándome de la ingenuidad de una vecinita de mi edad. Desde entonces he estado con una infinidad de mujeres y nunca había tenido una novia que me haya durado más de tres meses, ya sea porque era muy mujeriego, o poco romántico... pero de lo que no se podían quejar era de mi rendimiento en la cama, creo que ninguna de mis parejas se sintió decepcionada en ese aspecto, porque tuvieron mucha carne para jugar... 22 cm que sabía usar muy bien. A mis 26 años no me veía casado en mucho, pero en mucho rato porque consideraba que había bastantes mujeres por follar.
Mido 1.80, tez blanca, ojos marrones, cabello negro, lacio y corto, buen físico, porque me encanta la natación, mi pecho era lampiño (me rasuraba)... en fin, sin querer ser arrogante (aunque lo parezca), tenía todo lo necesario para ligar a quien me placiera...
Lo que me motiva a escribirles, es algo que me sucedió hace más o menos dos año, algo que cambió mi vida para siempre. Lo escribo hasta ahora, porque no fue si no hasta hace un mes que descubrí este tipo de paginas en la Internet, y me pareció buena idea desahogar lo que llevo guardado desde hace tanto tiempo. Lo que les voy a relatarles es la primera y única experiencia homosexual de mi vida. No me considero gay, ni bisexual ni homosexual, aunque para esos tiempos en que poco conocía de la vida, me consideraba muy macho y heterosexual, aunque debo admitir que alguna que otra vez, sentí curiosidad por saber como dos hombres pueden producirse placer...
Como les decía, no me consideraba "gay" pero el morbo, la curiosidad, y algo de mi un poquito elevado ego, se mezclaron para dar por resultado la experiencias más especial de mi vida... experiencia que me marco para siempre. Todo empezó, cuando construyeron una estación de gasolinas detrás de mi antiguo barrio y que quedaba en frente de la calle principal del suburbio en donde vivía. El establecimiento se construyó muy rápido, pero no se puso en funcionamiento durante mucho tiempo, quien sabe por qué. El punto es que durante ese tiempo colocaron a un cuidador durante casi todo el día y toda la noche.
Además de la natación, practicaba otros deportes, como el baloncesto. Precisamente por este deporte se propició todo; para llegar a la cancha de baloncesto a la que acostumbraba a ir, tenía que pasar enfrente de la nueva estación. Los jugadores siempre nos reuníamos como a las 3:30 4:00 p.m., por lo que, más o menos, a esa hora pasaba por el lugar. El cuidador era una chico, al que le ponía más o menos 18 a 20 años, la verdad la primera vez que lo vi no me llamo la atención... desde lejos no se le veía nada especial y sobretodo, era un hombre.
Los días transcurrieron, y cada vez que pasaba, notaba que el chico me miraba tenazmente. Al principio no le di importancia, pero las miradas insistentes continuaron, entonces traté de darle una explicación lógica... "tal vez me confunde con algún conocido", "tal vez el acostumbra a ser eso con cualquier persona", me decía a mi mismo para no darle muchas vueltas al asunto, aunque las miradas me incomodaban. Esas respuestas me complacieron durante las dos primeras semanas, pero ya para la cuarta, mi mente daba otra explicación más severa: "el chico es un maricón, y está muerto por ti", sentenció mi ego raudo y veloz. Entonces, ya las miradas no me parecían tan incomodas, sino todo lo contrario... me halagaban, aun conciente de que era otro hombre... ¿a quien no le gusta sentirse admirado... o deseado por otra persona?
Sólo el pensar pasar ante mi supuesto admirador me emocionaba, entonces trataba de caminar lo más masculino y sensual posible cuando pasaba enfrente de la estación. Incluso, trataba de usar los atuendos deportivos que hacían lucir mejor mis atributos físicos. Claro que nunca pensé ir más haya de las simples miradas... "contemplar a este papazote es lo único que va a obtener ese putito", dije alguna vez mientras pasaba ante él. Entonces esa fue la rutina, yo pasaba y me pavoneaba y él me miraba, este jueguito duro unos dos meses hasta que una noche, después de jugar, me lo encontré frente a frente en un almacén de la localidad. El me miró detenidamente por un rato, yo me hice el desinteresado, pero disfrutaba de su mirada, de reojo pude ver que sonrió más para él que para mí, como si se diera cuenta de algo y se alejó. Quedé emocionado, convencido de que aquel jovencito quería "guerra".
Me sorprendió, el hecho de que su aspecto físico me gustara, de cerca se podía apreciar todos sus atributos. Me di cuenta de que tendría menos edad que la que había calculado, era muy guapo de cara, con rasgos finos y rectos pero masculinos típicos de los pubertos en desarrollo, era de tez blanca pero tostada por el Sol, era más bajo que yo, tal vez 1.75, cabello negro corto y despelucado, ojos negros, estaba delgadito (tal vez demasiado), pero aun así su aspecto era atractivo.
Después de ese encuentro estaba seguro de que aquel chico quería algo conmigo, pero "jamás" me dije... "jamás desvíes el camino". Al día siguiente pasé, pero para mi sorpresa y decepción, él chico me miró como si nada, sin aquella muestra de curiosidad y deseo que demostraba usualmente. Pero traté de no darle importancia. Terminado el juego de básquet, pasé de nuevo, y el chico no estaba allí en ese momento... quede sumamente "picado", como se dice en mi país. Los días pasaron, y parecía que nuestro encuentro en el almacén había matado cualquier interés que el chico hubiera tenido por mí. Mi ego no lo soportaba, era imposible, "¿a caso no le gusté?, ¿me hallo desagradable?, ¿apestaba a rayos ese día?, tal vez mi indiferencia fingida lo decepcionó... no nada de eso... ese cabroncito se está haciendo el difícil" pensé cierta noche en mi cama, revolcándome, porque la indiferencia repentina de ese maldito escuincle me robaba la calma, la confianza y el sueño.
Durante la semana siguiente, a pesar de dormir menos horas que de costumbre, la cordura seguía rigiendo mis acciones, decidí dar por muerto el asunto del chico... "¿y qué si ya no le gustaba?, al demonio con él, al fin y al cabo era un mendigo celador, un niño, un chico... un hombre". Pero no pude... mi orgullo, mi arrogancia, mi hombría, mi ego herido no me permitían aceptarlo, ni consentir que ese chico me desairara de esa forma. "Si querías guerra, guerra tendrás", dije.
Una noche después de regresar de un juego, fui a al almacén, compré un refresco y unas chucherias, y me fui a la estación de gasolina. Llegué debajo de las lámparas grandes y blancas que iluminaban las bombas de gasolina.
"¿Quién anda ahí", sonó una voz juvenil, algo quebrada e indecisa.
"No te preocupes, no vengo a robar...", dije amistosamente, tratando de encontrar a quien había respondido entre las sombras. De repente, apareció el tormento de mis noches en vela. Estaba con el torso desnudo, unos pantalones largos y con zapatillas... quede entonces prendado de esa visión, notando que el chico, a pesar de ser muy delgado, estaba fibroso y algo marcado.
-"¿Qué desea?", preguntó desconfiado. Sus cejas pobladas se arquearon tiernamente, dándole un atractivo especial a mi lindo admirador.
"Sólo vine a traerte algunas cosas, es que he notado que siempre estás sólo aquí, y no sé... vine, si no te molesta, a hacerte algo de compañía...", le dije, acentuando el "hacerte algo" y esperando que mi patética excusa lo convenciera de mis "buenas intenciones".
"Se lo agradezco, pero no puedo dejar pasar a ningún desconocido, si mi jefe se entera, me mata... lo siento", me respondió serio, pero algo apenado. Maldije, él desvergonzado todavía se hacia el difícil.
"No te preocupes, tampoco quería interferir con tu trabajo, pero no creo que haya problemas si aceptas lo que te traje", le extendí el paquete y él lo tomó con un infantil "Gracias".
"Nos vemos", le dije despidiéndome, más que despidiéndome... lo estaba amenazando. Regresé a mi casa enojado, pero extrañamente caliente. Me fui a bañar, y mientras lo hacía, el recuerdo de aquel chiquillo con el torso desnudo, invadió mi mente y no me lo pude sacar hasta que me derrame sobre la pared del baño con una de esas supermanuelas, imaginando mil formas de sodomizar a ese muchachito.
Al día siguiente, pasé pero el chico ni se inmuto, ya el jueguito del "niño difícil" no me estaba gustando, así que por segunda vez me dije: "al diablo con ese chico". Pasé otra noche y otro día en el trabajo mal humorado y distraído, ya ni siquiera pensaba en ir con mis amigos a ligar chicas, con casi un mes sin coger (un record negativo para mi vida sexual de ese entonces)... tenía que hacer algo, o aquel chiquillo me iba a volver loco. Esa misma tarde, pasé rumbo a la cancha de básquet, jugar, era lo único que sacaba al chamaquito de mi cabeza (aunque fuera sólo un instante), el muchacho me silbó. Yo haciéndome el poco importa, me acerqué a donde estaba, pero por dentro me invadía una mezcla de sensaciones. Cuando llegué hasta él me preguntó que como estaba y luego se disculpó por haber sido (según él) grosero conmigo aquella noche, yo le dije que no había problema. Entonces el me preguntó que si todavía seguía en pie lo de hacerle un poco de compañía, a lo que muy lujurioso conteste que si. Quedamos en que a mi regreso de la cancha yo llevaría algunas cosas para comer, luego nos despedimos.
"Yo sabía que no resistirías mucho, mi putito", pensé complacido mientras me alejaba del jovencito, celebrando mi victoria, emocionado porque al fin iba a tener a aquel niño que se había convertido en una obsesión para mí. Procuré desgastarme poco en el jugo de básquet, conservando energías para la noche de sexo que estaba seguro tendría... "ese putito va a gozar en grande".
Al regresó, me apresuré al almacén, compré refrescos y cerveza y algunas cosas para comer. Llegué a la estación, llamé al chico y esté me recibió con una sonrisa. Eran alrededor de las 9 de la noche, nos sentamos cerca de las bombas de gasolina y empezamos a hablar mientras veíamos a los carros y a la gente pasar; entonces supe que se llamaba Andrés, que tenía 16 años, que no estudiaba porque vivía sólo con su madre y un hermanito, así que tenía que contribuir con el mantenimiento de la casa, que había trabajado de todo, que su tío le consiguió el trabajo como cuidador de la gasolinera, que esto, que aquello... La conversación me pareció interesante ¡al principio!, y de seguro si mi intenciones hubieran sido la de conocerlo, hubiera disfrutado la platica con el chiquillo, pero yo no iba a eso, iba a coger... quería coger, hacerlo mío toda la noche y desfogar toda la calentura que traía adentro. Ya el asunto no me estaba gustando, Andrés se hacía el desentendido del jueguito que, según yo, veníamos realizando el último mes, se hacía el desinteresado de nuevo y eso me estaba cabreando. Además, en algún momento de la platica me dijo:
- "Sabes, tengo un primo que se llama Alfonso, que supuestamente se fue para otro país, pero era muy tramposo y le debía a medio mundo en su barrio, por eso siempre he pensado que lo del viaje fue una mentira para escapar de los que lo perseguían y que andaba por algún lugar del país escondido; cuando te veía pasar pensaba que eras él porque se parecen mucho, pero hasta que te vi de cerca en el almacén me di cuenta que no". Todo eso me cayó como un balde de agua fría, pero mi ego no podía ser herido nuevamente y me dije que esa seguro era una treta del muchachito para seguir su juego del niño desinteresado.
Así que decidí llevar la conversación al plano sexual, ya eran casi las 12 de la noche y aun no había avanzado absolutamente nada con respecto a lo que yo quería del muchacho.
- "¿Tienes novia?", le pregunté, a lo que me contestó que no, que había tenido una que otra, pero que no le habían durado mucho, que él no quería una novia precisamente para querer sino para coger (pensamiento que yo compartía). Entonces me confesó que era virgen ya que sus novias no quisieron complacer sus deseos y que se tenía que conformar con mendigas pajas.
Yo a todo esto, empezaba a entender que tal vez me había equivocado con él chico, que si era cierto que me había confundido con su primo embaucador y que nunca me había visto con ojos de deseo, como me había echo creer mi fantasioso ego y mi orgullosa arrogancia, pero ellos me decían que debía insistir que había una esperanza más.
"¿Qué piensas de los gays?", le solté sin vaselina la pregunta, mi última forma de ver que tan cierto era la postura de niño machito de Andrés.
"¡Ahhh!, eso me parece una cochinada, pero mientras no se metan conmigo me da igual lo que hagan", me respondió extrañado, pero parecía sincero.
"¿Nunca te has imaginado como seria tener sexo con otro hombre?", insistí ya desesperado e irracional.
"No, ¿cómo se te ocurre?, ¿crees que soy de esos?", me respondió ya algo enojado.
"A cualquier hombre le da curiosidad...", dije sin saber ya que decir, obviamente Andrés ya estaba enojado y el tema no le gustaba, y yo comprendí que había visto plumas donde no las había.
"No... yo no... ni siquiera he cogido con una chica, que voy a estar pensando en hombres... mira ya es tarde, es mejor que te vayas", dijo sumamente enojado, recogió la basura que habíamos hecho, la votó y se metió a la oficina de la gasolinera, pero no se aseguró de cerrar la puerta.
"Si... ya me voy", me dije a mi mismo, resignado, avergonzado, regañado y con una calentura grandísima. Me levanté y me dispuse a partir, pero la puerta entre abierta me hipnotizó, una rabia interna se apodero de mí, no quería regresar a mi casa con esa calentura de campeonato que tenía, y menos para trasnocharme pensando en las ganas que le traía a ese machito encabronado. Entonces me dirigí a la oficina ya fuera de todo racionamiento cabal, entré, Andrés estaba de espaldas, buscando algo en una mochila sobre un escritorio (único mueble en aquella habitación).
Cerré bien la puerta, el se dio cuanta y volteó hacia mí sorprendido, yo me acerqué. "Te dije que te fueras", me dijo asustado, pero yo no le dije nada; entonces presintiendo peligro, trató de pasarme e ir a la puerta pero yo lo atajé y lo tomé por detrás. Le tapé la boca con una mano, mientras que con el otro brazo lo sostenía de la cintura. El chico forcejeaba pero no era algo que me costara mucho contrarrestar, entonces comprendí felizmente que podría hacerle cualquier cosa al chico sin que éste pudiera evitarlo.
"Tranquilo... no te voy hacer daño, sólo quiero lo que vine a buscar y luego me voy, nadie te manda a calentarme y luego desairarme...", le susurré al oído, mientras Andrés me obedecía y se quedaba quieto, aunque notablemente asustado. Entonces comencé a sobar su paquete sobre el pantalón, intentó quejarse, pero mi mano sobre su boca apagó la protesta. Entonces, mientras mi mano amasaba el bulto en lento, pero seguro crecimiento, mi boca se apoderaba del cuello y oreja del chico. Poco a poco el cuerpo de Andrés se hacia más blando entre mis manos, cundo vi que su resistencia a lo que le hacía era mínima, liberé su boca y atrapé una de sus tetillas por debajo del suéter, y con la otra mano le saqué el vergajo, que para mi sorpresa debía medir unos 18 cm (estaba bien desarrolladito), entonces lo empecé a masturbar, provocando que el chico gimiera.
"¿Te gusta mi niño... te gusta...?, le repetía una y otra vez, mientras los dos nos perdíamos en la locura de la lujuria.
"Noooo... aaahhhgg... ya... no, dejameeee... aaahh... aaaahh... ooohhh", Andrés, con los ojos cerrados y su cabeza recostada en mi hombro, sólo respondía con leves y poco convincentes gemidos, con los que sólo conseguía alentarme a seguir atacándolo sin compasión. Me resultó muy fácil someter al chiquillo a mis deseo, me imagino que una piel virgen, desconocedora de caricias, sucumbe fácilmente bajo unas manos con 14 años de experiencia sexual.
Yo jugaba con su pene de todas las maneras que conocía, imitando a las mejores mujeres que habían pasado por mi cama y que sabían como proporcionarle placer a un cilindro de carne, usando únicamente sus manos. El chico, ya totalmente entregado a mi experiencia, se volvió como loco y empezó a mover sus caderas como poseso, fallando mi mano sin contemplación. Su reacción me ocasionó mucha gracia, se notaba que era un chiquillo bien caliente deseoso de placer y sexo. Mientras él se movía como poseído gimiendo, yo aproveché para bajarle los pantalones y el bóxer con la otra, dejando al descubierto unas nalguitas duras, redonditas y chiquitas... con lo que había fantaseado durante más de una mes. Contemple el objeto de mis insomnios por algún rato (contrayéndose por los embates del chico), luego las acaricié suavemente, reconociéndolas, adorando sus nalguitas aterciopeladas, le metí la mano entre las nalgas y comencé a acariciar su hoyito húmedo y caliente, Andrés dio un respingo pero no se apartó. No es que fuera experto ni nada, pero por lo apretado y chiquito que tenía su anito, supuse que era virgen, entonces ya muy cachondo e impaciente, intenté meterle un dedo, a lo que él dio un salto. Su esfínter virgen se resistió al primer ataque, pero Andrés sudaba copiosamente, sentía mi mano que lo masturbaba húmeda, por sus nalguitas ya se veían algunas gotas de sudor, luego corrían hasta su hoyito, lubricando el área; entonces, aprovechando el sudor y el vaivén de la cadera de Andrés, ataqué de nuevo el ano virgen del chico. Sólo entró la punta de mi dedo índice, lo que produjo en el chico un respingo y un grito de dolor y placer; pero no dejo de follar mi mano ni un segundo, entonces a cada movimiento, mi dedo entraba más en su interior.
El chico estaba totalmente fuera de si, gritaba y se movía desenfrenado, yo prácticamente no tenía que hacer nada para proporcionarle placer hasta que no soportó mi mano en su verga, ni mi dedo en su culo, ni su oído ni cuello a merced de mi boca... el chico explotó gritando de placer, disparando numerosos y virginales chorros de semen al vacío, mientras yo extasiado observaba el espectáculo de un chico que se entregaba al placer producido por otra piel ajena a la suya. La mayoría de sus mecos quedaron en mis manos, lo cual me dio mucho asco, era la primera vez que tenía semen ajeno en mis manos. Pero pronto superé ese sentimiento y puse a trabajar mi mente práctica. Me movilicé rápido para aprovechar la debilidad del chico mientras se recuperaba del orgasmo.
Empecé a lubricarle el culo con su propio semen, ahora su esfínter era un poco más flexible y permitía el paso de mi dedo facilitado por los mecos de Andrés; el empezaba a quejarse, muestra de que su mente ya estaba en sus cinco sentidos, trató de escapar pero yo lo sostuve contra mí y lo aprisioné contra una pared. El me gritaba que lo dejara pero yo no estaba dispuesto a negociar.
- "Ahora no te hagas el machito, yo te di placer y ahora tu me lo vas a dar a mí"... le dije amenazante, y le mordí la oreja. El no aceptó el "intercambio", no entendiendo que debía ser agradecido, después de todo, yo le había echo compañía y gracias a mí ya no era tan virgen. Andrés siguió luchando, lo que no me dejó más remedio que ser menos condescendiente... hubiera preferido trabajar más su ano, pero su resistencia me lo impidió.
Me quité los shorts y el bóxer que traía puesto quedando sólo con la camiseta deportiva, mientras con una mano en la espalda de Andrés, lo atrapaba contra la pared, luego le quité totalmente los pantalones y el suéter, a lo que él me suplicaba que no lo hiciera. Yo ya fuera de toda razón y conciencia moral, sólo escuchaba los ruegos de mis 22 cm calientes que me suplicaban desvirgar aquel culito. Y eso hice, coloqué la punta de mi verga en la entrada de su anito, al sentirlo, Andrés pido ayuda con un grito estridente, entonces tuve que taparle la boca nuevamente, mientras él gritaba ininteligibles "no, no". Entonces recargué mi cuerpo contra el suyo, presionando mi verga en su ano, que se resistió un poco al principio, pero de un movimiento dejo entrar la cabeza de mi aparato.
Andrés no paraba de gritar y forcejear, a lo que yo respondía presionándolo más contra la pared y tapándole más fuerte la boca. Mi miembro siguió desgarrando la virginidad del chiquillo. Cuando todo mi aparato estuvo cubierto por el chico, éste empezó a llorar, sus lagrimas humedecían mi mano sobre su boca. Aquello se había convertido en una violación en todos sus aspectos, pero ya no había nada humano en mí, nada razonable ni moral, todo lo que me movía eran los bajos instintos, los sentimientos más primitivos de deseo y sexo sin control... estaba convertido en un animal.
Esperé un tiempo, gozando de la estreches de aquel agujerito tan cálido y húmedo, sintiendo las contracciones involuntarias del cuerpo de Andrés y escuchando sus gemidos y llantos de dolor como si fueran una mezcla de melodías eróticas que me incitaban a mover mis caderas... para "bailar". No pude contener mucho tiempo mis ganas, comencé un mete y saca lento, concienzudo, para disfrutar lo más posible de aquel chico adolorido y gimiente. Cuando las sensaciones rayaban en lo sublime, liberé su boca y con mis dos manos en la cadera del chico, lo conducía en aquel baile de placer. Ahora escuchaba claramente los gemidos y llantos del chico, y no eran para menos, le metía y le sacaba mis 22 cm en su totalidad, aboyando su interior sin remedio, con movimientos cada vez más rápidos y descontrolados, y el pobre trataba de contener mi pasión con sus manos apoyadas en la pared, resignado a lo que le deparaba el resto de la noche.
Cando sentía que no demoraría mucho en cebar al chico con mi leche, como única muestra de humanidad, con una de mis manos busqué su miembro para darle algo de placer, para mi sorpresa aquellos orgullosos 18 cm, estaban reducidos a casi un mísero frijol por el dolor. Tomé su casi reabsorbido pene entre mis dedos, buscando reanimarlo, pero ya era muy tarde, como un rayo vino el orgasmo, di un grito ensordecedor, mientras "mi manguera despachaba gasolina dentro del tanque del celador". Era demasiado placer, así que tuve que morder su hombro para contenerme, mientras el chico aguantaba como podía mis envestidas y espasmos. Creo que le eché unos 7 disparos de pura calentura.
Cuando recuperé un poco el aliento, le besé la nuca, y le pregunté cínico si le había gustado. Él no respondió, entonces comprendí la gravedad de lo que había hecho, había violado a una persona... peor aun, a un chico menor de edad. El lloraba, saqué mi miembro lentamente y el gimió durante el proceso, me alarme aun más al ver mi pene sucio con semen, heces y una línea de sangre... Andrés casi se cae cuando dejé de presionarlo contra la pared, pero pude reaccionar a tiempo y sostenerlo. Lo cargué en brazos (era muy liviano) y lo acosté sobre el escritorio, se había calmado un poco, pero aun lloraba y se quejaba, me pedía que me fuera, que no diría nada pero que me fuera. Yo no sabía que hacer, me sentía de lo peor, viendo a aquel chico desconsolado, desmadejado y adolorido sobre el escritorio, ni siquiera era capaz de moverse por el dolor en su ano. No podía irme y dejarlo así, quería pedirle perdón pero las palabras no me salían, entonces sin poder contenerme, lo empecé a besar tiernamente en la boca, luego el cuello. El me pedía que me detuviera y que me fuera, pero yo no podía parar, estaba como poseído, determinado a recompensarle tanto placer y convertir aquel dolor ocasionado en puro deseo y placer.
Continué tiernamente, secando sus lágrimas con el calor de mis labios, no recuerdo haber sido tan tierno con ninguna de mis parejas, como lo fui en esos momentos con aquel chico. Mi viaje por su cuerpo continúo hasta su pecho, su piel era suave y tenía un sabor salado muy placentero; mientras, con una mano le acariciaba los hombros y con la otra, las piernas. Me apoderé de una de sus tetillas, chiquitas y de color marrón, la mordisqueaba y chupaba suavemente, como si fuera un M&M que en vez de derretirse en mi boca, se endureció como hierro, se irguió como una navaja suiza; él llanto y las quejas de Andrés cesaron, ahora sólo se escuchaba su respiración entrecortada y algunos gemidos ahogados por el orgullo del chico... me imagino que no deseaba entregarse tan fácilmente a quien lo acababa de violar.
Cuando su tetilla no pudo endurecerse más, la liberé de mi boca, entonces engullí la otra, mientras tomaba entre mis dedos la recién liberada tetilla, y la empecé a peñiscar suavemente. Ya apoderado completamente de su pecho, el chico no podía contener su gusto y dejaba escapar suaves y tiernos gemidos mezclados con quejidos por el dolor aun palpitante de su ano. Pasé mi lengua a lo largo de su plano y estrecho abdomen, lo lamí una y otra vez, y de vez en cuando penetraba su sensual ombligo.
Andrés gemía cada vez más, menos contenido, cuando llegué a el límite en donde empezaba su poco densa mata de bellos puvicos, dudé porque sabía que lo que venía era su miembro (para mí, sexo oral era sinónimo de mi pene dentro de una boca, no un pene dentro de la mía). Pero resignado, viéndolo como una paga por el pecado cometido, empecé a besar su morcillona verga, que poco a poco recuperaba su tamaño máximo.
El chico se estremeció al sentir mis labios sobre su prepucio, su pene no demoró en alcanzar su tamaño límite y su cabeza se asomaba tímidamente entre los pliegues del prepucio, corrí aquel pellejo liberándola de su prisión con mis labios. Me sentía un poco torpe y avergonzado (no era para menos, era la primera vez que chupaba un pene) pero le fui cogiendo el gusto al asunto y empecé a besarle el glande, sintiendo el sabor a urín y a semen (debo admitir que no me resulto tan desagradable), entonces empecé a lamer la cabeza rozadita, dándole "besitos de lengua" a aquella boquita que empezaba babear. Andrés estaba sumamente excitado, sus manos se engancharon los bordes del escritorio, buscando algo que lo ayudara a contener tanto placer... creo que nunca imaginó que su primera mamada se la iba a hacer, voluntariamente, un hombre de 26 años.
Ya sabiendo que no le faltaba mucho para acabar, empecé a lamer todo el tronco del chico, como si fuera una paleta. El sabor era muy fuerte... "así debe saber un macho" pensé. Andrés se estremecía con los movimientos de mi lengua y gemía. Entonces me metí lo que pude del vergajo en la boca, y empecé a chaparlo.
- "aaahhhhg... aahhh... no pares... me... mee... gustaa... no pares... no pares... aahg...", gemía el escuincle, mientras sus caderas se movían torpemente tratando de fallarme la boca, excitado, eufórico... vengativo. Sus movimientos me incomodaban, así que tuve que sujetarle las caderas para detenerlo y seguir yo con el "trabajo". Subía y bajaba, y él sólo gritaba de placer, hasta que sentí las convulsiones del orgasmos, y de inmediato saqué su pene de mi boca (no tenía ninguna intención de tragar leche), y empecé a masturbarlo frenéticamente, él chico no demoró mucho en venirse copiosamente, bañando su cuerpo y mi mano con su lefa. Su cuerpo parecía poseído por algún espirito que le obligaba a arquearse y contorsionarse en miles de formas, mientras gritaba de placer... me sentí orgulloso de mí, logre convertir el dolor del chiquillo en puro placer, al grado de que el espectáculo de su corrida durara casi un minuto.
La respiración de Andrés fue normalizándose poco a poco, fue muy excitante para mi llevar a cabo, por primera vez, esa forma de sexo con tanto éxito (a pesar de mi inexperiencia), y no lo niego... ver el cuerpo delgado pero fibroso, sudado y sumido en el placer de un gran orgasmo, también fue muy excitante... tanto que mi verga estaba deseosa de más. Andrés aun tenía la erección, y respiraba algo agitado, abrió los ojos, me miró entre rabioso, agradecido, excitado, sugerente... ya ni sé, en ese momento, todo lo que sentía era mi pene con ganas de más de aquel chico... y él (Andrés) me miraba como también queriendo más, los dos nos mirábamos fijamente, sabiendo que quería cada uno del otro. Pero esta vez, me cercioré, esta vez no iba a permitir que mi ego de latín lover, ni mi orgulloso miembro pensaran por mí...
- "¿Quieres?", le pregunté serio (resumiendo lo que pensaba decir), a lo que asintió moviendo la cabeza de forma afirmativa, y luego desvió su vista de mis ojos, demostrando vergüenza. Yo no dije más... procedí a complacer nuestros deseos.
Me arrodille en el suelo, entre sus piernas, colocándolas sobre mis hombros. Observé su ano con recelo, tenía las muestras de los estragos producto de mi instinto animal, semen y sangre. Sentí de nuevo algo de asco, pero mezclado con rabia por haber sido tan bestia de violar a aquel chico de esa forma tan brutal. Pero la calentura me invitaba a olvidar la rabia y el asco, y a seguir disfrutando del muchachito, entonces metí mi lengua en su estropeado ano, que a pesar de haber sido destrozado, aun preservaba su resistencia original. Andrés al sentir mi lengua, tocando su ano, dio un respingo, y cundo esta venció la resistencia del esfínter, gimió demostrando dolor, sus muslos se tensaron, pero no me detuve. Comencé a penetrarlo suavemente con mi lengua, adentro y afuera, él gemía suavemente entre el placer y el dolor que abordaba a su hoyito; mientras yo le masturbaba su durísimo vergajo.
Continué largo rato con el beso negro y la masturbación, hasta que mi lengua se entumeció y el chico parecía no resistir más la tensión sexual. Entonces me levante, sin dejar caer sus piernas de mis hombros, lo hale hacia mí, acomodándolo para el siguiente paso.
- "¿Seguro quieres?", le volví a preguntar, al ver su cara de miedo por lo que iba a hacer. Él dudó un rato, pero cerró los ojos y asintió con la cabeza, entonces empecé a meter mi miembro suavemente, deteniéndome a cada gesto y a cada gemido de dolor de Andrés, entonces lo besaba en la frente, en el cuello, en los ojos... Cuando mis huevos chocaron con sus nalgas, me mantuve quito por un rato, besándolo sin cesar, susurrándole al oído cuanto me gustaba su apretado agujerito, hasta que su cadera comenzó a moverse, buscando mi miembro.
Esa fue mi señal para empezar a mover mis caderas, lo penetré firme y lentamente, disfrutando de todo su calor corporal rodeando mi pene y haciéndole sentir a él todo la longitud de mi miembro. Estuvimos así durante más de 5 minutos, gozando uno del otro, yo gozaba viendo los gestos de placer en su rostro, al igual que sus gemidos. Siempre tuvo los ojos cerrados. Cuando estábamos a punto del orgasmo, el abrió sus ojitos, que brillaban como el fuego, me miraba como agradeciéndome, entonces los volvió a cerrar y con gemidos desgarradores, explotó entre convulsiones de músculos y huesos.
Aquel espectáculo y las estrangulaciones de su esfínter sobre mi ano, me llevaron con y le volví a llenar el ano con leche. Permanecimos algún rato uno arriba del otro, luego nos separamos.
"¿Te sientes bien?, le dije al ver que no se levantaba.
"Estoy bien... sólo me duele el culo... un poco", me dijo después de un rato de silencio.
"¿Te gustó... lo que hicimos?", pregunte deseoso de saber su evaluación sobre mi desempeño como amante.
"Es mejor que te vallas... ya pasaste mucho tiempo aquí... si mi jefe se entera...", me dijo cabizbajo, avergonzado y un tanto enojado. Parece que mi pregunta fue muy imprudente.
"Tienes razón es mejor que me valla... ¿no quieres venir a mi casa para que te des un baño?", pregunté de la forma más amable posible, pero él me respondió que no, que se lavaría en la pluma que estaba detrás del establecimiento. Tal vez pensó que yo pretendía llevarlo a mi casa para seguir cogiendo, pero esa no era mi intención.
"Bueno... me voy, nos vemos", me despedí, de verdad la situación era muy incomoda.
"Si... adiós", me respondió. Me sentí mal por dejarlo hay sólo, por lo menos podía caminar, pero estaba preocupado de si le había causado algún daño interno grave.
Después de aquella noche, sexualmente me sentía satisfecho, ya había cumplido mi objetivo, me cogí al chiquillo y me saqué la espina que traía por él. Mi vida siguió normal por algunas semanas, volví a salir con mis amigos y ligue algunas hembras que llevaba a mi casa para recuperar el tiempo perdido en mi agenda sexual, Pero extrañamente ya no me satisfacía tanto estar con mujeres... sentía como un vació, que algo faltaba, y cuando estaba en plena "acción" el rostro de Andrés se aparecía como un fantasma que torturaba mi heterosexualidad.
Cuando pasaba rumbo a la cancha de básquet lo saludaba, aunque la cara se me partía de vergüenza cuando lo veía, a el también parecía pasarle lo mismo. Desde aquella noche no me acerqué a él por casi un mes, hasta que movido por unas ganas terribles de saber como le iba al chamaco, fui al almacén, compré chucherias y me fui rumbo a la gasolinera... pero esa vez ningún pensamiento sexual estaba involucrado.
"Vengo a platicar nada más... ¿se puede?, le dije amistosamente.
"Si... claro", me respondió no muy convencido. Entonces nos sentadnos a hablar, y fue lo único que hicimos hablar y hablar, de nutras vidas, de fútbol... incluso de mujeres. Desde esa noche nos convertimos en grandes amigos, yo iba hacerle compañía cuando mis obligaciones me lo permitían. Seguía ligando chicas, pero cada vez en menos cantidad y con menos euforia, hasta que mi tiempo libre se lo dediqué exclusivamente a Andrés, en esos tiempos prácticamente lo había adoptado como el hijo que mi acostumbrada falta de compromiso como pareja, no me había permitido tener. Le daba dinero para ayudarlo en sus necesidades, incluso todos mis vecinos lo conocían porque acostumbraba a llevarlo a mi casa a ver televisión o alguna película, a jugar en mi computadora y cosas así, aquellos 7 meses fueron la época más feliz de mi vida.
Alguno que otro vecino o vecina (los clásicos chismosos) se extrañaban de mi repentino interés por el celador de la gasolinera, por lo que les decía que mi único interés por el chico era ayudarlo ya era de orígenes humildes... no se si me creían o no, tampoco me importaba. El problema era que yo no estaba muy seguro de mis pretensiones con Andrés, él me agradaba, era muy inteligente, suspicaz, tierno, tímido, grosero, atento... en fin, era una mezcla de tantas cosas que era imposible no apreciarlo... incluso más que eso... Él chico llegó a sembrar algo en mi que ninguna mujer había logrado sembrar.
Recuerdo que cuando lo veía coquetear con alguna de las vecinitas del barrio, cortaba sus conversaciones de inmediato, más que por evitarle problemas con alguna madre puritana, era por que me enojaba verlo tan cariñoso con otra persona... me daban celos.
Nuestra relación fue puramente de una amistad cariñosa y fraternal (al menos eso creíamos), hasta que una noche en mi casa, mientras veíamos una película porno (heterosexual, aclaro), me dijo que no había experimentado nada con ninguna niña, que estaba deseoso de penetrar a una chica... que se mojaba en las noches pensando en Sofía (una chiquilla muy buena del barrio). Su confesión me dolió mucho, él parecía no acordarse de lo que pasó entre nosotros en la gasolinera... y yo soñaba con eso todas las noches.
"Aquí estoy yo para que experimentes todo lo que quieras", se me escapó de la boca, por un momento me arrepentí, pero después me dije que en realidad eso quería decir.
"¿A que te refieres?", me miró como extrañado, como si de verdad no entendiera a lo que me refería.
"A eso mismo me refiero... que me tienes a mi para experimentar todo lo que quieras... te esperó en el cuarto", le dirigiéndome a mi habitación, mientras él me miraba totalmente sorprendido.
Entonces me metí al cuarto, me desnudé y me acosté en la cama boca arriba, esperando a que Andrés aceptara mi propuesta, sabiendo que con aquella proposición había puesto en peligro la amistad que nos unía, a pesar de que nuestro comienzo fue más sexual que otra cosa, nuestra amistad era entre dos hombres, no entre dos amantes.
Después de unos minutos de silencia insoportable, escuché una puerta cerrarse, una punzada atravesó mi cuerpo, Andrés se había ido y de seguro no volvería a hablarme... acababa de perder a la persona que más me importaba en el mundo. Todos esos pensamientos abrumaron mi cabeza y con los ojos cerrados empecé a llorar quedamente, como un niño... sintiendo por primera vez el rechazo, el dolor de no ser correspondido por la persona... Y no era la primera vez que me rechazaban, en aquellas ocasiones todo mi interés era sexual, y lo único que lograba herir el rechazo era mi gran ego... pero con Andrés fue diferente... mi ego ni siquiera existía para mi en ese momento... todo mi ser me dolía, dolía sentirse no correspondido por la primera persona que había amado en mi vida.
La abrumadora realidad de estar enamorado de otro hombre y el dolor de no sentirse correspondido, me llevaron a un estado anímico preocupante, al grado que pedí vacaciones adelantadas en el trabajo. Casi no comía, me la pasaba viendo televisión o durmiendo, me enferme durante toda una semana, no iba a jugar básquet, enflaquecí rápidamente, descuide mi aspecto físico, mi cabello creció mucho, ni siquiera me peinaba ni rasuraba, llevaba una sombra de barba y mi pecho se había poblado de bello negro y rizado... en fin, estaba echo un desastre. Aquello preocupó a mis amigos, pues ellos sabían lo vanidoso que era. Una tarde me fueron a visitar para preguntarme que me pasaba, yo les decía que era depresión por pendejadas, que era algo hereditario. Ellos se conformaron con esa pésima excusa, pero alguno que otro llegó a bromearme diciéndome que estaba así porque Andrés tenía 3 semanas de ir por mi casa.
- "Ahora que pase por allí le diré a tu hijo adoptivo que te venga a visitar y de seguro te animas", me dijo uno, yo no respondí... porque en verdad ese era el remedio para mis males.
Esa misma noche tocaron a mi puerta, era él... Andrés. Casi doy un saltó del gusto por verlo, el me pregunto si podía pasar a lo que por supuesto contesté afirmativamente.
"Me dijeron que te encontrabas mal", me dijo preocupado.
"No es nada... sólo un leve resfriado", mentí yo mirándolo a sus ojos negros que absorbían mi alma.
"Estas más delgado... y peludo", dijo, por lo que ambos reímos algo incómodos. Sentados uno en frente del otro, el silencio reino entre los dos, cada uno buscando desesperadamente a donde dirigir al mirada, hasta que inevitablemente se toparon.
"Yo...", dije dispuesto a decir cualquier estupidez para romper el denso ambiente, pero él me interrumpió al levantarse, me tomó de la mano y me llevó a mi cuarto. Me acostó en la cama, entonces empezó a desnudarse, dejándome ver aquella deliciosa fisonomía, tan delgada pero tan estética. Se echó sobre mí haciendo volar mi camiseta y el bóxer, dejándome completamente desnudo... él sabía lo que yo necesita, sabía que lo necesitaba a él, y a pesar de dudar de lo correcto acerca de mis sentimientos por él, fue a darme lo que tanto añoraba... sentirlo cerca de mí...
"Esto no puede volver a pasar, me escuchas... esta es la ultima vez, esto no puede volver a pasar", me dijo mientras me miraba fijamente, una mano sostenía mi cabeza por mi nuca, mientras sus dedos se enredaban en mi necio cabello, y la otra no paraba de acariciar el bello oscuro de mi pecho... en ese momento me sentí completamente suyo, al grado de que haría cualquier cosa que el me pidiera sin chistar, sin quejarme... aunque me pidiera no volvernos a ver.
Entonces me dio un beso en la boca torpe, pero tierno, luego se apoderó de mis orejas, de mi cuello, pecho, bellos, tetillas, abdomen, ombligo; mientras yo gemía de éxtasis, al sentir la inexperta boca del chico quemándome de placer, me gustaba que estuviera aprendiendo a amar con mi piel... con mi entrega...
Su lengua obvió mi verga, pero no lo odié por eso, sus labios se fueron por mis ingles, encontrando la zona más sensible de mi cuerpo. Mis gritos no se hacían esperar, aunque él me repelaba diciéndome que los vecinos nos iban a escuchar.
- "No me importa... que escuchen", le dije sumido en la alegría de estar con mi celador... con mi amado... con mi Andrés. El sonrió y siguió en lo suyo (o en lo mío), hasta que su lengua pasó por mi ano, causándome una sensación incomoda, pero a la vez placentera. El siguió lamiendo y lamiendo, humedeciendo sin asco aquella aérea, entonces sentí un dedo.
-"Ahhg", grité de sorpresa y dolor... dolor que fue aplacado al sentir su babosa lengua en mi interior, proporcionándome placer jamás pensado por mi heterosexualidad. Una y otra vez entraba esa lengua, torpe pero caliente, deseosa, decidida... y mi culo la recibía totalmente desinhibido, feliz de ser tomado en cuenta. Andrés expandía mi esfínter mientras me masturbaba, ¡y como sabía masturbar el muy pajiso...! su mano era mágica, experta en la autosatisfacción. Cuando le dije que estaba a punto, se detuvo, entonces me puso boca abajo.
Empezó a besar mi nuca orejas y cuello, mientras con una mano sobaba mis calientes nalgas, yo gemía al sentirme tan suyo, tan de él. Entonces, beso a beso, viajó por mi espalda, por mi cintura, por mi cadera, por mis nalgas, hasta que su lengua volvió a entrar en mi ano para las últimas lubricaciones. Luego colocó su pene entre mis nalgas, dándole besitos a mi agujero.
"¿Estas seguro?", me preguntó (con voz súper excitada), al notar mi estremecimiento por les contacto de su verga con mi ano.
"Hazlo ya... lo deseo", le dije yo con la voz entrecortada de entrega y miedo. Andrés no se hizo esperar y de un empujón metió la cabeza de su miembro dando un grito de placer. Creo que aunque le hubiera dicho que no quería, él me hubiera penetrado de todas maneras por la excitación que cargaba.
"Viste que duele", me dijo juguetón, cuando escucho mi gemido de dolor por esa primera envestida, seguro refiriéndose aquélla noche cuando lo viole sin piedad.
Andrés trataba de penetrarme lenta y concienzudamente, pero era su primera vez... y era un chiquillo, así que por más que lo intentaba, no podía evitar que el placer lo controlara, lo que hacía de su meticulosa penetración una mezcla de "roces suaves" y "latigazos insoportables" de verga. Cuando sus 18 cm estuvieron dentro de mi, él se acostó totalmente sobre mi cuerpo, besándome tiernamente la nuca, mientras yo ahogaba mis quejas en la almohada.
- "Se siente muy rico tu culo... aahhg... esta... esta... calientito... calientito y ... apretadito", me dijo súper excitado, y de inmediato comenzó a penetrarme sin compasión, adentro y afuera, con un ritmo constante, sin recordar que no era una muñeca de plástico lo que estaba follando. En esos momentos, mientras me aferraba las sabanas, comprendí (aunque sus penetraciones no eran tan brutales) lo que él había sentido cuando yo lo desvirgué en la gasolinera.
Su cogida no duró mucho, y gritando sumamente excitado se corrió en mis adentros, mientras yo me sentía extasiado, no de placer físico sino de un placer espiritual, de sentirme completa e inexorablemente poseído, entregado a él, recibiendo su leche en mi interior como un marca que me hacía suyo... de su propiedad. Su cuerpo descanso sobre el mío durante un tiempo, mezclándose nuestros sudores, el me besaba suavemente la nuca y de vez en cuando repetía "esto no puede volver a pasar", sus besos pasaron de la ternura a la lujuria sin dejar de repetir "esto no puede volver a pasar" cada vez más excitado.
Entonces me volteó, dejándome boca arriba en la cama, alzó mis piernas y yo las enrosqué en su cintura, entonces, halándome del cabello arqueo mi cuello, y con la otra mano sujetaba uno de mis muslo, me atrapó completamente.
- "Esto no puede volver a pasar", me dijo, mirándome fijamente con esos ojos negros que me hacían desfallecer, sentía como si mi ser se perdiera en esos ojos brillantes, tan oscuros... pero tan brillantes. El me dio un beso apasionado y de inmediato empezó a mover su cadera de forma cadenciosa (aprendió rápido), haciéndome gozar de su virilidad sin descanso, los dos gemíamos suavemente, mientras él no dejaba de besarme por todos lados... Yo por mi parte sólo me dejaba hacer, me aferré a él con una mano en su nuca y la otra en sus nalgas, cerré los ojos y me perdí en ese universo de placer que es el copular con la persona amada, una sensación totalmente nueva para mí, me había entregado totalmente a él a pesar de que posiblemente lo nuestro no tuviera futuro... pero eso no me importó, me abandoné a él como nunca lo había hecho en mi vida por nada ni por nadie... y fue el momento mas pleno de mi vida.
Durante toda la cogida los agitados y suaves "esto no puede volver a pasar" de Andrés fueron lo único que me recordaba donde estaba, y que no me dejaban perderme completamente en ese estado casi astral en el que me encontraba. Me sorprendió que duráramos tanto tiempo, pero fue increíble... el orgasmo fue increíble, fue como si en un momento me encontrara flotando en el espacio y súbitamente empezara a caer a la tierra a toda velocidad hasta detenerme a medio metro del suelo... para luego sentir a Andrés hundiendo su cabeza en mi hombro y con un dulce y profundo gemido vaciándose nuevamente en mi interior. Luego escuchar nuestras respiraciones agitadas tratando de volver a la normalidad, acoplados totalmente, uno dentro del otro, y así nos dormimos hasta el día siguiente.
Yo me desperté primero, sintiéndome pleno, feliz pero inquieto. Me dediqué a observarlo mientras seguía durmiendo, observando la lindura e inocencia de aquel adolescente perdido en sueños, y sin poder evitarlo comencé a besarlo suavemente, hasta que mi deseo fue creciendo y venciendo mis ganas de dejarlo dormir un poco más. Mi boca se adueñó de la suya y la violó con mi lengua, produciendo un leve gemido en mi amado, mis manos recorrían todo su cuerpo, tocándolo todo... presintiendo que tal vez esa seria la última vez que lo tendría así... para mí. Mi boca llegó hasta su verga, no sin antes saborear su pecho, sus exquisitos pezones, su plano abdomen, su bello pubico... Metí su miembro morcillón en mi boca extasiado por su sabor, por su olor, lo mamé controlando mis ganas de arrancárselo de un mordisco, disfrutando lo más posible de toda esa joven virilidad, que no demoró en adquirir su longitud máxima. Mamé hasta casi llevarlo al orgasmo, mientras él se aferraba a los barrotes de la cama para soportar todo el placer que me esmeraba en proporcionarle. Mi lengua paso a su ano, Andrés dio un respingó nervioso, pero pronto se acostumbró a la caricia. Mi lengua lubricó todo esa cavidad sin asco y con mucho fervor y pasión, hasta producir que mi niño me pidiera hacerlo suyo... y por supuesto, yo obedecí ansioso de complacer los deseos de mi amado.
Me subí sobre su cuerpo, abrí sus piernas con las mías, él subió las suyas sobre las mías, y yo lo penetré suavemente, su ano seguía casi tan virgen como aquella noche, apretado, testarudo, caliente y acogedor. Me detuve a cada gesto de incomodidad de Andrés, consolándolo con besos y caricias, él gemía y jadiaba quedamente. Cuando lo ensarté completamente, me quedé sobre el dándole besos en el cuello, hasta que su ano comenzó a apretar mi miembro sin que él pudiera evitarlo, su cara se llenó de vergüenza, y la volteó para no verme, tomé su barbilla con mi mano y lo obligué a mirarme.
- "Te amo...", le dije sin poder evitarlo, al ver su carita avergonzada y llena de dudas, dudas que no le dejaban expresar lo que tal vez sentía por mí. Lo besé tiernamente y empecé a moverme lentamente, disfrutando de todas las sensaciones que su cuerpo y gemidos provocaban en mí. Me movía lento y luego aceleraba, para disminuir nuevamente la velocidad. Andrés gemía sin parar, al igual que yo, y en ningún momento dejamos de miramos, hasta que arqueó su cuello y se corrió sin tocarse, sumiéndose en aquel placer que me había echó conocer en la noche anterior. Yo no demoré en seguirlo y me vine dentro de él casi llorando por la alegría y el placer que sentía por estar con él, por tenerlo hay con migo, sumidos ambos en placer.
No se si alguien habrá escuchado nuestros gritos, pero no me sorprendería que así halla sido, porque ninguno de lo dos nos contuvimos al demostrar el placer que nos ahogaba. Cuando toda esa explosión de placer se consumió, nos dormimos por algunos minutos. Me desperté al sentir el movimiento de su cuerpo, se bajo de la cama y comenzó a vestirse, yo sólo lo miraba sin saber que decir ni que hacer para evitar que se fuera.
"¿Escuchaste lo que te dije?, le pregunté refiriéndome a mi declaración de amor, Andrés ignoró la pregunta y siguió vistiéndose.
"Te dije que te amo... y así es... te amo, eres la primera persona que me ha hecho sentir así como me siento... Tu no tienes que sentir lo mismo, sólo espero que esto no destruya nuestra amistad", le dije totalmente sincero.
"Esto no puede volver a suceder... yo no soy cueco, no quiero serlo... y si me amas, ¿acaso vamos a vivir juntos?, ¿lee vas a decir a tus amigos que soy tu novio o algo así?... ¿vas a dejar tu vida por mi?...", me respondió secamente, demostrando enojo y algo de frustración, su mirada buscaba la mía, como esperando a que yo lo respondiera con un "Si" a todas sus preguntas, pero me sentía aturdido, unas ganas inmensas de tenerlo para siempre conmigo se mezclaban con el terror de declararme ante la cruel sociedad enamorado de otro hombre y menor de edad... era demasiado, la cobardía se apodero de mí y no pude decirle absolutamente nada.
"No quiero vivir escondido toda mi vida... ¿eso es lo que tu quieres?, ¿así vas a amarme?...", aun anhelaba mi respuesta, pero mi silencio cobarde e indeciso parecieron contestarle por mí.
"Eres la mejor persona... que he conocido en mi vida, fue súper genial conocerte, fuiste un gran amigo... y maestro, y quiero que seas feliz... nos vemos", dijo caminando hacía la puerta de la casa, yo no sabía que hacer, todo me daba vueltas, aquello había sido tan rápido y fugas que no comprendía casi nada. Mi cuerpo se movió como en automático, controlado por mi amor hacia él, hacia su ser. Caminé de tras de él, sin saber para qué, Andrés abrió la puerta, pero yo la cerré de un manotazo, lo volteé hacia mí y lo besé con tanta pasión, entrega y amor, que sentí consumirme completamente... él no me detuvo se, dejó hacer, entregándose a mi... y lo sentí... él también me amaba, pero era un chico, un niño apenas aprendiendo a vivir y yo era él adulto y necesitaba sentir en mí la seguridad para dar un pasó tan grande como lo es en estos tiempos, entregarle la vida y su corazón a otro hombre... Él me dio la opción de elegir, porque yo ya tenía una vida y él apenas empezaba a vivir la suya... comprendí más que nunca que aquel chiquillo era muy especial, demasiado maduro, demasiado tierno... Pero por más que reconociera lo inteligente, maduro y comprensivo que era, mi cobardía no me permitía revelarle lo que en verdad deseaba... que se quedara conmigo para siempre. Era una sensación totalmente extraña, saber lo que uno desea con fervor, pero a la vez no ser lo suficientemente valiente para luchar por ello, era frustrante, desgarrante, angustiante.
"Te amo... te amo... te amo tanto... como jamás pensé amar a nadie... te amo...", era lo único que salía de mi boca, entre los besos que le daba mientras aferraba su cabeza entre mis manos.
Andrés leyó el miedo y la temor en mis ojos, y no lo que buscaba, a duras penas retiró mis necias manos de su cabeza, me miró como queriendo grabar mi rostro en su mente, luego me dio un tierno beso y se fue.
- "Adiós Pedro", traté de decir algo antes de que se fuera, pero fue inútil... el miedo a afrontar al mundo me paralizo.
Mi mente dio vueltas todo él día, pensando en que hacer dejar que mi miedo al que dirán me venciera o buscar al amor de vida para perdernos en una posible eterna felicidad. Todo era confusión en mi cabeza, hasta que tarde en la noche el recuerdo de Andrés me ardía por dentro... "Al diablo con el mundo", me dije... fui en busca de mi amor.
Estaba decidido, pero para mi desgracia el no estaba, aquello me preocupo, pero aun tenía tiempo de remediar mi error, al día siguiente regresaría a buscarlo. Eso hice, pero para mi desagrado, había un señor en la estación, le pregunté por Andrés y mis oídos no entendieron lo que el viejo dijo.
- "Ese chico renunció ayer..., no se porque", una desesperación e apodero de mi, él no estaba, mucho menos lo sabia su rudo jefe ni el despistado nuevo celador. Durante casi dos años rastreé a mi amor, tiempo en el que soñé con él, en el que me masturbe pensando en él, en el que trabaje suspirando por él, pero jamás lo encontré, pocas pistas, poca suerte y mucha desdicha. Fue tiempo suficiente para que mi vida cambiara por completo, me alejé de mis amigos, de los vecinos, de las mujeres y no me acerqué a ningún hombre, apenas y cumplía con lo necesario en mi trabajo.
Ahora después de todo lo sucedido, tengo novia de más de 6 meses, una mujer que me da alegrías y que me comprende, en la cual espero encontrar el mismo sentimiento que aquel niño desaliñado produjo en mi.
- "Adiós Pedro"- fue lo último que le escuche decir sinceramente, aun espero escucharle decir muchas cosas más, porque no pierdo las esperanzas de que el destino nos vuelva a unir y esta vez no habrá cobardías de por medio.