Sin buscarlo, me vi metida en un enorme lío (II)

La aventura continúa, de como el dolor acabó en placer de una forma inesperada.

(…) Tumbada en mi cama y sin saber bien que pasaba, vi aparecer a esos enormes y musculosos vendedores; parecían haber salido de mis fantasías más oscuras, sólo que esto era real, y yo estaba, cual juguete roto, tirada sobre un charco de semen con todos mis agujeros, palpitando de dolor ante tantas embestidas brutales y mi pelo, apestando a todo lo que había salido por mi estómago en un mar de arcadas cuando me folló mi garganta.

Ambos chicos se dirigieron hacia mí, me pegaron un par de fuertes palmetazos en mi coño y me estiraron los piercings hasta el punto que creí que iban a arrancármelos, a lo que entre ellos le dijeron al que me había estado follando toda la mañana: “hay que darle un buen repaso a esta puta blanca, aun no sabe satisfacer a un buen rabo negro”. Acto seguido, se quitaron sus camisetas, mostrando sus músculos marcados y se bajaron los pantalones, quedando al descubierto sus enormes pollas, una de ellas, más gorda que la que me había estado follando.

Suplique que se fuesen, pero solo me sirvió para que me agarrasen del pelo, me levantasen dos palmos del suelo, me diesen dos tortas, me tirasen de nuevo sobre la cama y me dijesen “puta blanca, si vuelves a abrir la boca, lo vas a pasar mucho peor”. Asustada, vi el camino que esas enormes bestias iban a seguir conmigo. Me pusieron de rodillas nuevamente y me dijeron que les comiese sus rabos. Con mi pequeña lengua, empecé a lamerlas de arriba abajo y con solo eso, se pusieron ya a chorrear semen y a palpitarles la polla. Su olor era desagradable, fuerte, de llevar días sudorosos sin lavarse, pero cuando descubrieron su polla, me vino un olor a semen seco, como si hubiesen estado follando la noche anterior. Mientras ambos me usaban para que les limpiase su rabo, el tercero se sentó en una silla para seguir masturbándose mientras veía el espectáculo que traían sus dos amigos conmigo. Entonces fue, cuando me abrieron la boca con ambos dedos y me dijeron que ya estaba bien de chupar polla, que preparase bien mi garganta. Entonces, me metió su polla hasta la garganta, agarrándome bien fuerte del pelo para empujar mi cabeza bien fuerte contra ella… tiempo en el que el otro, se puso por detrás de mi para tirarme de los piercings de los pezones para que no retrocediese ante la polla de su amigo. Fue cuando note sobre mi espalda como crecía aun más su polla, llegando casi hasta la mitad de ella. El otro, que no paraba de embestirme sacó su polla en el último momento para llenarme con su espeso semen la cara y mis pechos. Me dieron un breve descanso en el que me dijeron que me pusiese contra la pared para sacarme unas fotos para sus amigos y que me mostrase lo más lasciva que supiese. El semen chorreaba por mi pequeño cuerpo, me costaba mantenerme en pie, con las rodillas hacia adentro y temblando de pies a cabeza. El de la polla gorda fue entonces cuando se impaciento y vino hacia a mi para tumbarme en la cama y levantándome el culo. Fue entonces cuando note como ponía su enorme polla entre mis nalgas y les decía a sus amigos entre risas… “va a costar que le entre a esta puta blanca, pero la quiero reventar”, a lo que empezó a empujar su polla contra mi ano hasta que este cedió. El dolor era descomunal, aunque el placer también… cada centímetro que metía dentro de mí era una tortura, hasta que noté que, cuando ya no podía más, sus enormes bolas llegaron hasta los labios de mi coño. Entonces, con su enorme polla dentro de mí, me agarró entre sus fuertes brazos, dándome la vuelta para dejar expuesto mi coñito para decirle a su amigo que ya estaba lista para él. Ambos fueron entonces cuando me penetraron, una y otra vez, mordiendo mis pechos, tirándome de mis cabellos y dándome de bofetadas; hasta que me fueron llenando a borbotones de semen en mi culo y en mi útero. La sacaron los dos al mismo tiempo, tirándome de la cama y riéndose de ver como salía a borbotones el semen de mí. Ya no tenía miedo, me hervía el cuerpo de dolor y placer, aunque apenas podía mantenerme en pie. Los tres se pusieron a mi alrededor, sacaron sus pollas y se mearon encima de mí, creyendo que iba a ser el final, sacaron unos selfies conmigo tumbada a sus pies, como si de un trofeo fuese. No me dejaron descansar, me dijeron que me duchase y que me pusiese como una puta para ellos, porque esto aun no había acabado. Pasé a la ducha como pude, observando mi pequeño cuerpecito de 1.52 lleno de moratones, viendo mi coño completamente abierto, como jamás lo había visto así (ahora entraba mi mano fácilmente en él) y mi culo completamente abierto y sin parar de palpitar, rojo como una rosa.

Comencé lavando mi pelo para quitarme todo lo que tenía en él, seguí con todo mi cuerpo para acabar en mi culo y en mi coñito, que no paraba de salir semen de él. Habían dejado los labios de mi coño colganderos con tanto tirar de los piercings y mis pezones de igual manera; mis pechos estaban inflamados, ahora eran más grandes y el más leve roce, al igual que mis otras partes sensibles, me inducía al orgasmo. Fue entonces cuando se impacientaron y entraron a por mí… yo estaba terminando de aclararme, pero me dijeron que me secase y pintase ya porque habían rebuscado entre mi ropa y el modelito ya lo tenían. Salí obediente de la ducha, con el pelo completamente mojado y procedí a maquillarme para ellos. Ya no estaba asustada, si cansada y dolorida… pero quería saber que rumbo tomarían las cosas. Sali del baño y me dieron un par de palmetazos en el culo diciéndome que era una buena puta… entonces vi sobre mi cama un picardías rojo, casi transparente, de seda, que tenía para los momentos especiales junto con unos zapatos negros de tacón alto y me dijeron que me lo pusiese y que los acompañase. Abajo, estaba un amigo del ellos esperándolos con una furgoneta con los cristales tintados y me metieron en ella para llevarme a la zona de invernaderos que nadie se atrevía a pisar. Bajé de la furgoneta al llegar a un lugar que desconocí por completo y me dijeron que lo primero que iban a hacer con una puta blanca como yo iba a ser marcarme. Dentro había un viejo con una pistola de tatuajes y me dijeron que no tratase de salir de allí. Entonces el viejo sin mediar palabra, levantó el picardías y sobre mi pubis comenzó a tatuarme. Al rato, llamó de nuevo a los tres vendedores para que lo viesen y fue entonces cuando me enseñaron una pica con una letra “Q” en su interior. Me volvieron a tumbar en la camilla y el tatuador repitió el diseño (aunque más pequeño) en mi tobillo a petición de ellos.

Cuando ya estuve lista y creyendo que ya había terminado todo, me dijeron que tenía que pagarle al tatuador, a lo que el viejo se sacó la polla del pantalón y pude ver una gran polla negra llena de piercings. Estaba llena de pelos blancos y olía fatal, pero comencé a chupársela para dejársela bien dura. Antes de proseguir, me volvió a tumbar en la camilla y me cambió los piercings que llevaba por otros mucho más grandes y pesados que se marcarían mucho más. El cambio me dolió bastante porque mis agujeros no eran tan grandes, pero quedaban geniales, sobre todo los aros de mis pezones y en mi clítoris, que quedaba totalmente al descubierto. Fue entonces cuando, sin mediar palabra y con las piernas abiertas en la camilla, empezó a chupar unas bolas como de ping pong y a metérmelas en mi culo. Fueron cuatro hasta que note como su gran polla llena de piercing iba a empujármelas todas para adentro. Eso era completamente nuevo para mí, notaba como las bolas iban hacia adentro y de como el viejo no paraba de follarme. Entonces, saco la polla de mi culo y fue cuando la metió dentro de mi coño. Me folló sin piedad alguna hasta que salieron las bolas de mi culo para correrse dentro de mí ya dilatado útero. Llamó a los hombres que me habían llevado allí y les dijo que ya había terminado. Se quedaron los tres fascinados al verme mis nuevos piercings y abierta de piernas chorreando el semen del viejo, con lo que el más grande, me cogió entre sus brazos y me dijo que ya era una de las putas del gueto. Me llevaron hasta la casa, me dejaron tumbada y me dijeron que descansase y no dijese nada a nadie de lo sucedido, que la noche iba a ser larga.  Pero eso es otra historia que ya contaré más adelante.