Sin buscarlo, me vi metida en un enorme lío.

Como una mañana tomando el sol en la playa pudo acabar en una semana sin poder sentarme.

Este verano cambió completamente mi forma de pensar sobre los vendedores ambulantes de la playa. Me llamo Paula, tengo los ojos verdes, soy rubia con el pelo liso y largo, hace poco me he casado, aunque mi marido viaja mucho por trabajo por lo que suelo estar bastante sola. Durante las vacaciones, decidí bajarme a nuestro pequeño apartamento de la costa, teniendo un verano bastante normal de piscina, salir con las amigas y tomar el sol (alejándome un poco para poder hacer tranquilamente topless y que no me queden las dichosas marcas en mis pechos) y salir a correr por las mañanas (soy bastante atlética, mis medidas son una 86 – 61 – 90 C).

Desde que comenzó el verano, siempre me vienen a ofrecer cosas los vendedores ambulantes, aunque no suelo comprar nada por miedo a sacar dinero en un sitio aislado; pero una mañana en que salí con prisas del apartamento me dejé las gafas de sol, la pamela y solo me bajé con la toalla para tumbarme en la arena. Me molestaba mucho el sol en la cara, y entonces se me acercó el vendedor ambulante de siempre, ofreciéndome varias pamelas. Me senté sobre la toalla y noté que no paraba de verme los piercings con forma de arete en mis pechos, bronceados por el sol o mi piercing del ombligo. No soy muy alta, mido 1.52 y al pesar tan solo 46 Kg, me pareció aquel hombre enorme, de 1.90 y unos 80 Kg de puro músculo. Le compré una pamela, una tobillera y una pulsera a juego; pero, al irle a pagar me di cuenta que sólo llevaba mi bolsito con la barra de labios rosa, mi móvil y las llaves del apartamento. Le dije que no llevaba dinero encima, pero que en mi apartamento si podía pagarle. El me asintió y vi que le dijo algo a dos compañeros que no pude entender al hablar en una lengua que desconocía. Me puse la parte de arriba del bikini y nos dirigimos al apartamento. En el ascensor me fijé entonces en que le asomaba algo por debajo de las bermudas, viendo que era su enorme pene que podría medir tanto como mi antebrazo. Aunque lo hice con disimulo, él se dio cuenta perfectamente. Llegamos al apartamento y le dije que me esperase en la puerta, que ahora mismo saldría con el dinero, aunque sin yo oírle, pasó hacia mi dormitorio desnudo completamente. Al darme la vuelta y verlo, quedé fascinada y algo asustada. Se dirigió hacia a mi y me agarró con sus fuertes brazos, tirándome sobre la cama y diciéndome: “ábrete de piernas, puta blanca, que te voy a enseñar como pagarme”. Me arrancó el biquini, saltando mis enormes pechos hacia su boca y empezó a morderlos y a lamerlos como un animal fuera de sí. Su enorme polla se fue poniendo dura y llena de venas, jamás había visto algo así. Fue entonces cuando me agarró de mis largos cabellos y me empujó la boca hacia su enorme miembro… el cual, apenas me cabía dentro. Entonces me dijo: “puta blanca, o colaboras o va a ser mucho peor”.

Yo a mis 24 años nunca me había visto en algo así, y por miedo, abrí mi boca y empezó a meterla, cada vez más adentro. Me dieron varias arcadas hasta que, vomité en el suelo… gesto que sólo hice que me tirase al suelo y limpiase con mi pelo todo el suelo. En el espejo vi como tenía corrido todo el maquillaje y mis pechos estaban rojos de palmetazos en ellos. Me obligó a ponerme de rodillas y que abriese nuevamente la boca, con lo que, del tirón, me la metió entera en lo más profundo de mi garganta. No podía respirar, la sacó y volvió a meterla una y otra vez, hasta que se corrido dentro de mi garganta, llenándome mi estomago de su espeso semen. Sacó su polla (aún más grande) y me la restregó por la cara para acabar de limpiarse con ella en mi biquini. Me encontraba tirada en el suelo con lo que me cogió del pelo y me arrastró hacia la cama, no sin antes arrancarme la parte de abajo del bikini. Fue entonces cuando vio mi depilado coño lleno de piercings (dos a cada labio externo y uno en el clítoris), los cuales estiró y empezó a lamerme con su lengua. Me puse chorreando en unos instantes y me dijo entonces que si había estado antes con un hombre como él… a lo que apenas en un susurro, le dije que no. Entonces, noté un par de dedos entrar en mi coño… eran enormes y sumamente gordos… por lo que me sentí que me iba a partir en dos. Empezó a meterlos y sacarlos para dejarlos bien mojados… a lo que me dio la vuelta y me dejó con el culo hacia arriba. Me dio varios azotes bien fuertes, para dejármelo bien rojo, abrió mis apretadas y pequeñas nalgas para meterme un dedo. Lloré de dolor y le pedí que parase, pero, al contrario, procedió a meterme otro dedo más.

El culo me hervía de dolor, creí que iba a rompérmelo… pero lejos de parar, volvió a meterme dos dedos en el culo y dos en mi coño, notando como por dentro, apretaba bien mis paredes de la vagina y de mi ano. Fue entonces cuando sacó ambos dedos y me puso su enorme polla en la entrada de mi coño; abrió mis piercings mostrando mi estrecho coñito y empezó a empujar su enorme polla de caballo hacia adentro. Me sentí que no podía moverme, pero solo entró hasta la mitad… chocaba con mi útero y el dolor era insoportable. Fue entonces cuando la sacó, me agarró fuertemente de mis caderas, me dio un par de bofetadas, me agarró las manos por detrás de mi espalda con lo que quedaba de mi biquini y me volvió a abrir de piernas para esta vez, metérmela entera. Cuando me entró en el útero sentí que me iba a desmallar de dolor… aunque el orgasmo fue tan intenso que el dolor se tronó en placer. Sus embestidas cada vez eran más fuertes y yo notaba como el piercing de mi ombligo de abultaba por su enorme polla. Le pedí por favor que parase y que no se corriese dentro, pero me dio otra torta y me llenó de leche caliente por dentro… notaba como palpitaba dentro de mi su polla, sin parar de echar leche ardiendo. Fue entonces cuando sacó su polla, me dio la vuelta contra la almohada y vi el colchón empapado de su leche y mis propios fluidos porque acabé por orinarme. Yo ya no podía más, cuando de nuevo, vi que me abría las nalgas y empezó a lamerme el ano. Fue entonces cuando note que su polla volvía a estar dura y comenzó a meterla dentro de mi estrecho culo. Levantó mis caderas y me puso de rodillas con la cara contra el almohadón para empezar a llenarme el culo con su desproporcionado rabo. Le pedí que me desatase a lo que el accedió con una sola condición, que si intentaba escapar me volvería a atar y sería peor. Yo accedí y lo vi salir un momento a la terraza, instante en que me pude ver en el espejo, llena de semen espeso, totalmente sucia y llena de moratones.

Volvió y me dijo que me pusiese a cuatro patas sobre la cama. Hice lo que me pidió y noté que su polla se abría camino por mis entrañas hasta golpear sus enormes bolas negras mis piercings de la vagina como un martillo. Me estuvo follando el culo sin piedad y apretándome las tetas hasta que volvió a correrse, momento en que llamaron a la puerta. Me di por salvada, creyendo que era algún vecino… pero mi sorpresa fue que aparecieron los otros dos vendedores ambulantes de abajo.

Cuando salió a la terraza les dijo que subiese. Ellos se quedaron mirándome, tendida sobre la cama, soltando semen en cada agujero de mi cuerpo, a lo que uno le dijo: “¿has terminado con la puta blanca?”, a lo que él dijo que, por ahora, si… que ya estaba lista para ellos. Pero eso es otra historia que ya contaré más adelante.