Sin Anestesia (Relato Corto)

Una robo para olvidar.

Saludos, lictores de TR. Mi segundo relato corto está listo. Solo faltaba escribirlo, así que en cierto modo estaba y no estaba listo. En tanto, disfrutaré una bebida tropical y una canción de hace 60 años o más…

Apenas podía mirar a su alrededor, los objetos y formas estaban muy distorsionados. Zacarías sentía un atroz dolor de cabeza, como si una piedra le hubiese golpeado la cabeza. Pudo escuchar unos pasos amortiguados cerca de él, que retumbaban en su interior como si se tratase de la pisada de una gran criatura.

La vista se le volvió a oscurecer por momentos, trató de mover sus manos pero estás parecían no responder. También, en alguna parte de su cuerpo, sentía un frío muy intenso. Estaba sentado sobre algo sólido, de eso estaba seguro, lo demás podía ser producto de su mente aturdida.

“Despierta… despierta… no estás muerto, pero vas a querer desearlo.”

Aquellas palabras sonaron lejanas pero tuvieron efecto inmediato en Zacarías. Su mente se aclaró, y pudo observar mejor el panorama.

Estaba desnudo y atado de pies y manos. Por eso no podía moverse. Aquel frío intenso no era imaginario, pues una bolsa transparente rellena de hielo estaba apoyada contra sus huevos, que apenas notaba que estaban allí. Las pisadas eran de una jovencita en pijama, cabello rizado castaño y piel bronceada, llevaba algo en la mano que no pudo identificar. La chica no debía tener más de 20 años y tenía una sonrisa no muy agradable.

“Miren quien está despierto. Pensé que te había golpeado muy fuerte,” dijo la chica.

Ahora recordaba el motivo por el cual le dolía la cabeza. De hecho, Zacarías estaba tratando de robar algunas cosas, lo que pensó que sería sencillo cuando la chiquilla bonita apareció en medio de la oscuridad. En ese momento deseaba poder escapar de esa casa, no entendía la razón por la que estaba desnudo y con hielo en los testículos.

“Soltadme, soltarme o lo lamentaras!” exclamó Zacarías.

“Y que harás? No creo que podáis escapar de lo que va a suceder,” respondió la jovencita.

Zacarías forcejeó varios segundos con las ataduras antes de rendirse. La jovencita rió y mostró lo que ocultaba, un bisturí.

“Que vas a hacer con eso!?” preguntó el ladrón asustado.

“Nada… aún. Pero te puedes hacer a la idea,” murmuró ella mirando la bolsa con hielo en su entrepierna.

El ladrón palideció súbitamente y comenzó a sudar.

“Soltadme. Por favor, no hice nada malo!!”

“Lo habrías hecho, de no haberte noqueado. Pensabas violarme, eh?” dijo la chica retóricamente.

“No, no… yo solo quería pasta, por favor yo no… pensaba que no había…”

“A callar!” le interrumpió la chica. “Te diré… puedes elegir entre el bisturí o mi pie. Aunque no hay anestesia,” aseguró ella con una sonrisa.

“Ya dejad las bromas y suéltame!!” chilló Zacarías.

La jovencita ignoró la súplica y con mucho cuidado, acarició la piel fría del escroto con el bisturí. El escalofrío que sintió Zacarías casi le hizo llorar.

“Vale, vale… entiendo tu preocupación. Pero esas cosas son más un problema que beneficios, un simple roce y quedas tirado en el suelo por horas, mejor librarte de ellas aquí y ahora,” explicó con fingida empatía la muchacha, llamada Aura.

El muchacho negó con la cabeza, abatido.

“No tengo toda la noche, cerdo. Bisturí o pie, y daos prisa,” repuso Aura con impaciencia.

No podía creer lo que oía. De un posible robo tranquilo y pasta fácil, ahora estaba amarrado y una chica que apenas podría tener 18, estaba lista para acabar con sus huevos de una forma muy dolorosa. Y no parecía ser una broma de mal gusto, aquello iba en serio.

“Ya decidiste?” preguntó Aura.

“Porque? Yo no sabía que estabas aquí…” insistió Zacarías.

“Mentira. Y no me obligues a elegir por ti, porque será el bisturí,” amenazó la jovencita.

Devastado y sin salida, Zacarías se resignó a su destino.

“Vale… e-el pi-pie…” tartamudeó lleno de miedo.

“Buena elección, dolerá mucho pero no tanto como el bisturí,” sonrió la chica.

Zacarías ahogó un gemido y Aura quitó la bolsa con hielo de sus huevos. Desatando sus tobillos, separó sus piernas y sin ninguna ceremonia le asestó un rápido puntapié que impactó de lleno en su testículo derecho. Zacarías gritó y se sintió mareado, el dolor subió por su vientre y tuvo arcadas. Su testículo acabó perfectamente encajado hasta arriba, estrangulado e hinchándose en la estrecha cavidad pélvica.

“Joder que dolor!!” chilló con voz aguda Zacarías.

Su testículo tardó unos segundos en volver a su posición habitual, cuando lo hizo Aura le propinó otra patada que le hizo poner los ojos en blanco. Esta vez el pie desnudo de la jovencita impactó ambas gónadas y el ladrón vociferó incoherentemente, incapaz de sujetar sus joyas y retorcerse en posición fetal.

“Nada mal, eh? Se siente muy bien, si deseas saberlo…” se burló Aura y le dio una patada más fuerte que le llevó los huevos hasta la garganta.

Zacarías bufó, sin aire y sin voz para quejarse o pedir ayuda. Sin duda alguna aquello era una pesadilla de la cual no podía despertar. Aura continuó pateando sus huevos sin descanso, las cotas de dolor alcanzaron niveles álgidos y la hinchazón era para impresionarse; además del paulatino enrojecimiento de la piel del escroto.

Pero las cosas estaban a punto de empeorar cuando Aura, sin importarle el dolor que causaría, apoyó su lindo y suave pie sobre los hinchados huevos de Zacarías. Haciendo presión, podía sentir como esas maltratadas pelotas se deformaban bajo su peso, el ladrón abrió los ojos como platos y gritaba con las pocas fuerzas disponibles. Al terminar de asentar su pie sobre sus testículos, Aura esbozó una fina sonrisa.

“Upss… creo que me equivoqué. De ésta forma es más doloroso perderlos,” dijo ella.

El joven apoyaba su frente contra la rodilla de Aura, golpeando su cabeza contra ella en un desesperado intento por apartarla. Lo que consiguió por unos segundos.

“Es hora de la despedida,” indicó la chica.

Levantando la pierna, Zacarías negó con la cabeza angustiosamente antes de sentir el brutal pisotón en los huevos.

“Aaaaaarrggghhhhh!!!!” gritó Zacarías mientras sus gónadas se deformaban definitivamente con el pisotón.

Estas comenzaron a hincharse más, y adquiriendo un tono morado, la piel del escroto estaba lisa por el crecimiento de esos testículos en su interior. Aunque para ese momento, al mover el pie; ya no quedaba nada parecido a un par de testículos, sino una masa irregular y enorme.

“Que buena tortilla me ha quedado. Una pena, pues eran muy bonitos,” murmuró Aura, si bien Zacarías apenas pudo oírla, pues el zumbido en los oídos era insoportable y ya no podía tolerar más dolor. Sus ojos se nublaron una vez más, aquella jovencita había logrado su objetivo y sin anestesia…