Simplemente divino: Prólogo, una luz en el este

Nunca había creído en lo sobrenatural, ni en Dios, ni el cielo y el infierno, ni en los espíritus, fantasmas, ángeles, demonios… Pero eso estaba a punto de cambiar.

Nunca había creído en lo sobrenatural, ni en Dios, ni el cielo y el infierno, ni en los espíritus, fantasmas, ángeles, demonios… Pero eso estaba a punto de cambiar. Lo que les voy a confesar a continuación, ocurrió ya hace algunos años, pero nunca me había atrevido a contárselo a nadie por miedo a que se burlasen de mí o me tomasen por loco.

Todo comenzó una mañana de verano. En aquel entonces tenía yo 17 años y, como siempre, mi familia y yo pasábamos un par de semanas en la playa, en casa de mis abuelos. Con 17 años yo ya sabía perfectamente que era homosexual e incluso había tenido algunas experiencias sexuales con compañeros de clase, experiencias que si quieren contaré en otros relatos.

Aquella mañana me había levantado pronto. Desde la ventana de mi habitación se veía el mar, sin embargo yo no veía el amanecer, porque la costa daba al oeste. Eso no me molestaba, porque desde mi ventana podía disfrutar de unos maravillosos atardeceres anaranjados. Nada más levantarme fui a correr, me gustaba estar en forma y, aunque nunca he tenido los músculos muy marcados, tenía una figura esbelta y el vientre plano. Para que lo vamos a negar, era guapo (y lo sigo siendo). En la playa no había nadie tan temprano y decidí que me apetecía darme un baño en el mar. Me desnudé completamente y me metí en el agua, cuando salí serían las nueve de la mañana y dejé que los rayos de sol secaran mi piel. De repente, justo cuando me pasaba una mano por mi negro cabello me giré, miré hacia el este y vi una luz que ascendía. Fue apenas un reflejo, pero estaba seguro de no habérmelo imaginado. El sol ya completamente visible seguía ascendiendo lentamente y yo regresé a la casa, era una suerte que ésta estuviera en primera línea de playa, porque ya empezaba a verse gente que quería pasar la mañana junto al mar y yo estaba completamente desnudo.

Desnudo entré en casa, con mi ropa sudada de haber corrido en la mano. En la cocina estaba mi tío de 35 años y mi primo de 13. Estaban desayunando y me dieron los buenos días. He de aclarar que en mi familia nunca nos ha importado vernos desnudos entre nosotros, lo tomamos como algo natural. Más adelante llegaría a un tipo de intimidad con mi tío y mi primo que haría que nos viéramos desnudos muy a menudo, pero esa es otra historia y debe ser contada en otro relato. Volviendo a esta historia, metí la ropa en la lavadora y me puse otra, el resto del día pasó como cualquier otro. Mientras, yo no podía quitarme de la cabeza la luz que había visto en el este. Esa noche tomé una decisión.

A la mañana siguiente me desperté siendo de noche todavía y salí a correr, pero no por la playa, sino pueblo arriba, hacia el este, hasta llegar a lo alto del monte que dominaba toda la localidad. El mismo monte donde creía haber visto la luz. Los primeros rayos de sol se alzaban mientras yo alcanzaba la cima y de repente lo vi.

Lentamente, como cayendo suavemente del cielo, una luz intensa, que no procedía del sol fue descendiendo. Según caía pude distinguir una silueta masculina, que se fue haciendo más grande y que finalmente se posó sin hacer ruido en el suelo.

Yo tenía la boca abierta y era incapaz de de articular palabra. El silencio era sobrecogedor. La figura sonreía, entonces me di cuenta de lo que estaba viendo. En efecto parecía un hombre, más bien un muchacho, más o menos de mi edad. Era sin duda el muchacho más bello que había visto en mi vida, alto, rubio y con un cuerpo como de dios griego. Estaba completamente desnudo, exhibiendo un miembro de considerable tamaño. Era tan bello que no podía dejar de mirarle. Pero lo más sorprendente era la luz que desprendía, una luz sobrenatural, una luz divina. Fue entonces cuando me fijé en las dos enormes alas que le salían de la espalda. Estaba viendo un ángel.

PD: es mi primer relato, comentadlo, solo así puedo mejorar