Simonne y los hititas.

En un grupo de arqueólogos en una excavación encerrados en un campamento, una francesa, Simonne, me enseño el francés.

Los hititas fueron los primeros asentamientos conocidos del mundo antiguo aparecieron en Oriente Próximo durante el Neolítico. En su momento de máximo esplendor, el Imperio Hitita rivalizaba con los imperios egipcio y babilónico, siendo una poderosa fuerza en Oriente Próximo durante cerca de 500 años, entre los años 1700 y 1190 a.C. aproximadamente. La capital de los hititas, Hattusas, se encuentra en el oeste, cerca de la moderna ciudad de Ankara, en la Turquía central.

Había logrado poder trabajar en unas excavaciones que se están llevando a cabo allí, becado por mi universidad para completar mi tesis doctoral. Yo era el único español de todo el grupo de arqueólogos que en su mayoría estaba compuesto por alemanes y estadounidenses. Naturalmente, el idioma en que nos comunicábamos era el inglés.

Hice muy buena amistad con Simonne, una chica francesa que estuvo de Erasmus en Salamanca, por lo que hablaba español y yo, casualmente, estuve de Erasmus en Lyon, por lo que yo hablaba francés. Entre nosotros nos comunicábamos indistintamente en ambos idiomas o cada uno en el suyo. Sólo un chico estadounidense, Chris Velasquez, entendía un poco lo que yo hablaba en español, pero cuando nos sentíamos escuchados cambiábamos al francés. A veces esto suponía recelos entre otra gente ya que entre los arqueólogos del grupo había bastante competencia por ser el primero en desenterrar algo interesante o encontrar piezas históricas, por ejemplo.

Todo el grupo estábamos alojados en un campamento que se había levantado junto a la excavación y entre que no teníamos coche y que a las autoridades locales no les acababa de gustar que saliéramos a una población cercana, permanecíamos casi todo el tiempo en la excavación, por lo que las relaciones entre nosotros día a día se acrecentaban, si bien, se formaban grupitos más pequeños.

Lo curioso es que la familia de Simonne, que procedía de un pueblecito cercano a Nimes, eran muy aficionados a los toros y ella pensó que yo, como español, también lo sería. Se llevó una sorpresa al explicarla que mucha gente en España no lo es. Pero su forma de vida, muy mediterránea, hizo que, aparte del idioma, mi amistad con Simonne creciese hasta el punto de haber cierta intimidad.

Ninguno de los dos se planteaba ni lo más mínimo una relación afectiva ya que ella había tenía pareja en Francia y yo había dejado en Madrid a mi novia de toda la vida con la que ya habíamos hablado de convivir a mi vuelta. Pero a pesar de eso, la atracción sexual existía, o al menos por mi parte.

Simonne era delgada y alta, bastante espigada, con los ojos verdes, cabello castaño muy claro y rasgos faciales algo afilados. Muy francesa, en definitiva. Su pecho, sin ser demasiado prominente, sí que tenía unas proporciones generosas. Como diría un amigo, había dónde agarrar.

Un sábado por la noche, que todo el grupo estábamos distendidos y con música y cervezas, mientras yo charlaba con Katrina, una chica de Stuttgart vi como Paul, un neoyorkino, se acercaba demasiado a Simonne, de hecho, la estaba intimidando. Me acerqué preocupado por ella. Habíamos oído hablar de violaciones producidas en alguna excavación y sobre todo en países musulmanes. Si bien en Turquía las cosas son diferentes, no quise arriesgar.

Me costó convencer a Paul que dejara en paz a Simonne. Afortunadamente Katrina puso de su parte, y de hecho se lo llevó ya que daba muestras de haber bebido más de la cuenta. Me quedé a solas con Simonne que se abrazó a mí en señal de agradecimiento. Noté como sus tetas se apretaban contra mi pecho al tiempo que la tenía cogida por la cintura comprobando su buen cuerpo. La tensión sexual se palpaba en ese instante, pero ambos nos separamos mirándonos y pensando que no debíamos seguir por ahí.

Pero a partir de ahí, en mis momentos de liberación sexual, es decir, cuando me masturbaba, mi mente recordaba ese momento y el cuerpo de Simonne. Y no sé si era el único que lo hacía ya que posteriormente nuestras conversaciones a veces tenían una doble lectura.

Una tarde después en un rato de descanso, entre risas, se me ocurrió preguntarle si en su año en Salamanca había aprendido el otro significado de "francés" en España (una mamada). Curiosamente, nadie se lo había dicho, o ella hizo como si tal. Cuando le conté lo que significaba se sonrojó, pero su mirada no era exactamente de vergüenza.

  • ¿Y por qué se llama así? -me preguntó en francés.

  • Pues no lo sé, la verdad. Supongo que porque es algo que hace años hacían las francesas y no las españolas -dije.

  • ¿Tu novia te lo hace?

  • Jajaja, Simonne, que indiscreta eres preguntando -contesté tratando de eludir la respuesta, ya que soy bastante tímido.

  • No me has respondido. ¿Te lo hace?

  • Humm... pues... no -respondí casi avergonzado.

Mi novia, Clara, es una chica muy muy recatada en algunos temas. El sexo con ella es bueno, pero sin salir de ciertas cosas. Era mi novia de toda la vida, con lo cual no había probado otras cosas y, si bien eran fantasías, no era para mí algo imprescindible.

  • Jajaja -sonrió Simonne-, pues vas a tener que pedir a una francesa que te lo haga, ¿no?

Yo me quedé cortado. ¿Eso era una simple broma o era una invitación a que se lo pidiera? Se me ocurrió responder de forma que dejaba la pelota en su tejado.

  • A ver dónde encuentro yo ahora una francesa que quiera.

  • Es cierto, tendrás que buscar una francesa -respondió guiñando un ojo-.

En ese momento nos interrumpió un compañero ya que la gente se iba a dormir e iban a apagar las luces del cobertizo en el que estábamos. En eso se era bastante riguroso y la hora de dormir se respetaba bastante.

Me marché al barracón donde dormíamos los chicos un poco contrariado ya que la cosa con Simonne se había puesto muy interesante y me parecía complicado retomar la conversación en ese punto ya que creí que habíamos llegado a eso en parte gracias a las cervezas que habíamos tomado.

Pero la fortuna se puso de mi lado.

Una tarde estaba trabajando en una cuadrícula adyacente a la que estaba Simonne. Toqué algo que parecía un objeto de barro y con mucha emoción continué desenterrándolo. Resultó ser un fragmento de una vasija en el que había grabados de lo que parecía una mujer y un hombre. La posición de la cabeza de la mujer quedaba a la altura de la cintura del hombre y, no sé si por el paso del tiempo o porque estaba así, una línea unía al hombre con la boca de la mujer. Catalogamos la pieza y el hallazgo supuso para todo el equipo un motivo para festejar.

Ya por la noche, en la fiesta que montamos, Simonne se acercó a mí y me dijo entre risas:

  • Vaya, has encontrado a la que hace el francés.

  • Pero no es francesa -contesté-. Eso era lo que tenía que buscar, ¿no?

  • Ah, seguro. Las francesas tenemos fama en eso.

  • Pero... Todas, ¿todas?

  • Es posible -respondió de forma muy coqueta dándose la vuelta y caminando con la cerveza en la mano hacia fuera del cobertizo.

La seguí y ya fuera me acerqué a ella invadiendo su espacio vital.

  • Eso que dices, ¿lo puedo comprobar? -pregunté.

  • Aquí hay mucha gente, ¿no crees?

Caminé hacia un barracón que servía de cocina y comedor y antes de volver una esquina, le hice señas para que me siguiera. Parecía dudar, pero dio un trago a su cerveza y me siguió. Cuando estábamos resguardados de la vista de todos me acerqué a ella y la abracé.

De pronto la tensión sexual que había a veces entre nosotros se desbocó. Las lenguas peleaban entre ellas invadiendo la boca contraria. Nuestras manos recorrían el cuerpo del otro sin dejar nada sin tocar. Los jadeos comenzaban a oírse y el deseo de ambos era más que evidente.

Me empujó contra la pared y se arrodilló. Bajó mis pantalones que cayeron al suelo. Al tirar de mi boxer, mi polla, que ya estaba completamente tiesa, saltó contra su cara. Sin demora pasó su lengua por toda la polla deteniéndose en el capullo. Para mí era una sensación completamente nueva y que estaba siendo a la altura de las mejores expectativas que tenía. Ni os cuento lo caliente que me puse cuando su boca abrazó mi polla y fue poco a poco tragándola. Era increíble. ¿Cómo podía haberme perdido esta durante tanto tiempo?

Instintivamente sujeté la cabeza de Simonne y con la cadera comencé a moverme. Temía en principio que ella me parase pero se dejó hacer y comencé a follarla la boca. Estaba muy excitado y, con la falta de sexo que tenía, en unos minutos noté que estaba a punto de correrme.

Supuse que lo correcto sería avisar y se lo dije. Ella siguió sin inmutarse chupando y mamándola hasta que no pude aguantar más.

  • Me corro, Simonne, ¡¡me corro!!

Ella sacó casi toda la polla de la boca dejando su lengua tocando mi frenillo y la boca completamente abierta. La imagen disparó mi excitación y me corrí abundantemente en su boca. Se levantó y abriendo la boca me mostró mi semen en su lengua. La cerró y de nuevo la abrió y lo había tragado todo. De nuevo nos besamos y comencé a tocarle su coño sobre el pantalón. Metí la mano dentro y comprobé que estaba empapada. La bajé el pantalón y la braguita. Me situé tras ella y la incliné para que se apoyara contra una arqueta que había. Sujetándola de la cintura apunté mi polla a su coño y de un empujón se la metí hasta la bola.

Ella comenzó a gemir al tiempo que yo empujaba y la daba polla. Sus gemidos aumentaban de volumen hasta que temí que nos oyeran. La tapé la boca y seguí percutiendo su coño. Ella comenzó a convulsionarse, a apretar mi mano con su boca y noté como se corría. Como acababa de correrme yo aguantaba más y seguía follándola.

Se recuperó un poco de su corrida, pero seguía muy excitada. Me pedía que la diera con más fuerza y yo me empleaba a tope. De nuevo de repente se corrió.

Después de esta segunda corrida, que dejó empapada mi entrepierna, se puso muy sensible y pidió que dejara de follarla. Saqué la polla y ella se apoyó en la arqueta y tiró de mí. De nuevo se comió mi polla con avaricia. Movía compulsivamente su cabeza. Esta vez era ella la que follaba su boca con mi polla y llegó el momento que mi segunda corrida se acercaba.

Poco rato después, y esta vez sin avisarla, me corrí en su boca. En mi polla notaba como con su lengua ella saboreaba mi leche y se guía comiendo mi polla.

Después de dos corridas mi polla comenzó a perder la erección. Además, oímos un ruido cercano, así que a toda prisa nos vestimos y nos dimos un beso rápido antes de ser yo el primero que saliera, porque no nos vieran juntos.

El ruido era de una chica que estaba vomitando a la puerta del cobertizo de la fiesta. Simonne salió y fue directa al barracón donde dormía. Yo me incorporé a la fiesta de nuevo, pero al poco rato me marché a dormir. Antes de dormir envié un mensaje a Simonne para preguntarla como estaba y me contestó que muy bien y muy relajada.

Los días siguientes ambos nos evitábamos, pero la siguiente fiesta de nuevo acabamos follando tras el comedor, e igual otras cuantas veces.

La temporada de excavaciones finalizó al terminar el verano y volvimos a nuestros lugares de origen.

Clara, mi novia, seguía reticente a tener sexo oral y un mes después mensajeaba a Simonne contándole que la había dejado. Ella sí siguió con su pareja, pero de vez en cuando, yo viajaba a Paris para verme con Simonne.