Silvia. Parte 2
Continuación del relato publicado en esta misma sección el 15-Sept-2020
Domingo, muy temprano.
-M. ¿Has dormido bien?
-S. Muy bien, ¿y tú?
-M. He estado un par de horas despierta...
-S. Dándole vueltas a lo de ayer, ¿no?
-M. Bueno... un poco, me da miedo que se desvanezca esta especie de encantamiento en el que vivimos desde el viernes.
-S. ¿Encantamiento? Que peliculera eres.
-M. Llámalo cómo quieras. Me refiero a que todo ha sido demasiado fácil, tan... no sé, hemos..., como decís los jóvenes, conectado tan fácilmente.
-S. Mamá, es tan sencillo como que, cuando dos quieren hacer algo, lo hacen y punto. ¿Sabes?, tenías razón ayer cuando decías que la edad es muy importante, pero yo estoy al borde de los treinta y sé muy bien lo que hago, ya sé que lo que hemos hecho es algo inimaginable para mucha gente, pero solo nos incumbe a nosotras.
-M. ¿Seguro que no lo hiciste por hacerme un favor?
-S. Lo que yo quiero es hacerte muchos favores como el de ayer.
-M. Silvia, lo digo en serio, no te lo tomes a broma. Necesito saber qué piensas, que sientes...
-S. Mami, siento que estoy viva, que me das mucho morbo, que es una palabra que ni siquiera sé muy bien lo que significa, pero tu seguro que me entiendes. ¿Cuál es el problema?
-M. ¡Caray Silvia! No te enfades. Ojalá tuviese yo las cosas tan claras.
-S. No me enfado mamá, haces bien en compartir tus dudas conmigo y yo te aclaro todo lo que quieras.
-M. Es que no sé si tengo derecho a preguntarte según qué cosas, además así, recién despertada.
-S. Claro que lo tienes, tu pregunta lo que quieras.
-M. Es que no entiendo... olvidémonos de que soy tu madre, ¿vale?, no entiendo como una chica como tú, joven y casada, heterosexual, de repente se acuesta con una señora mayor...
-S. ¿Señora mayor? Pero mamá, ¿tú te has mirado al espejo últimamente? Si eres el vicio hecho hembra.
-M. No seas hortera...
-S. (Un poco alterada pero no enfadada) ¿A ver si lo que quieres realmente es que te regale los oídos? Mamá, estás de miedo, el que de verdad debería temer perderte es papa a ti y no al revés, no sé, serán tus genes porque ni haces deporte ni te pasas el día poniéndote cremas ni te has operado, pero, desde siempre he visto con que ojos te miran los hombres por la calle y hasta a veces te tenía envidia. Jo, mamá, es que, con una madre como tú, que yo caiga en el incesto está más que justificado y déjame decirte, aunque me da mucha vergüenza, que lo de heterosexual tampoco era así del todo.
(Larga pausa)
-M. Perdona. No te enfades, pero explícame eso.
-S. Pues que aparte de ser tan guapa, no sé, tu cuerpo tiene unas formas que no dejan indiferente ni a tu hija, fíjate tú, creo que son esas caderas que tienes y esa forma de andar tan particular, con las piernas un poco abiertas. ¿Sabes lo que me dijo una vez el atrevido de Raúl?
-M. Yo te preguntaba por lo de que no eres heterosexual del todo, pero ya puestas continua.
-S. Pues ya sabes que tú le gustabas mucho, la de pajas que se haría pensando en ti. Pues yo tendría veinte años más o menos, así que él no era más que un chaval de quince o dieciséis, y se pasaba el día intentando ligar conmigo, el muy atrevido, y un día me suelta que por tu manera de andar parecía que te habías pasado toda la noche follando sin parar hasta no poder ni caminar bien.
(Nos reímos a carcajadas)
-M. Pobrecito, si es muy buen chaval.
-S. Pues se llevó un guantazo, por imbécil y por tener razón. Porque en el fondo tenía razón.
-M. (protestando) Yo no camino como si hubiese estado follando toda la noche. Además, por follar no se anda mal.
-S. Si ya lo sé mamá, pero en el fondo tenía razón, es algo sutil que sugiere tu forma de moverte, te hace muy especial y nunca vas a poder evitarlo, ese día me enfadé al saber que no era yo la única que lo había notado.
-M. Bueno, pues ya está, acepto que camino de una forma muy sugerente, pero aclárame lo de antes.
-S. Pero date la vuelta que me da vergüenza y así te acaricio el culo.
-M. ¿A estas alturas te da vergüenza?
-S. Tu flexiona la pierna. ¡Jo mama, es que ayer ya quería hablarte de esto, pero no es fácil! Bueno, ¡ayer! Me hubiese gustado poder hablar de esto con alguien hace mucho pero ya verás que no hubiese sido fácil.
Apenas serían las ocho y casi no se veía nada en mi habitación con la luz apagada. La calefacción mantenía la temperatura a unos dieciocho grados, pero por el ruido del viento se intuía que fuera el día invitaba a quedarse en cama. Entre las sábanas Silvia se pegaba a mi espalda, su boca jugaba con mi cuello y mi oreja, y su mano izquierda, suavemente recorría despacito todo el contorno de mis glúteos.
-M. Caray, vas tan despacito que pareciera que lo tengo enorme.
-S. ¡Es que lo tienes enorme! Lleva su tiempo rodearlo. Es una suerte, porque si no, no me hubieses seducido.
-M. Vale, gracias, no sé si alegrarme o deprimirme.
-S. Habla bajito por favor. Me gusta y me da menos vergüenza.
-M. (casi susurrando) Perdona. Pero, ¿no habíamos quedado en que no había nada de qué avergonzarse?
-S. No por lo nuestro mamá, es por lo que has dicho de ser hetero y también por lo del tamaño del culo, ¡vaya coincidencia!
-M. Entonces no eres, digamos... quiero decir, no..., ¿no soy la primera?
-S. Si que lo eres, pero... (larga pausa) ¿te acuerdas de Rosaura?
-M. Claro que me acuerdo, ¿cómo no me voy a acordar? Si, la muy... fuisteis amigas un montón de tiempo y de repente te mandó a paseo, a mi incluso dejó de saludarme.
-S. Me gusta que me defiendas mamá, pero en realidad no fue del todo así, en el fondo, ella podría haberme hecho mucho daño y, al final, que dejase de hablarnos fue lo mínimo que podría haber hecho.
-M. No estoy entendiendo nada y además Rosaura tiene un buen culo, pero no grande.
-S. Ves cómo después de este fin de semana vamos a querernos más y ser mejores amigas que antes, el viernes no me habría atrevido a contarte esto.
-M. Silvia, me estás asustando, ¿qué ocurrió?
-S. Rosaura no lo tiene grande pero su madre sí. Me pilló en el baño con las bragas de su madre, oliéndolas, y.… bueno, pasándoles la lengua por la zona del coño.
-M. La virgen... caray, ¿y cuando fue eso?
-S. Uff, pues... empecé a ir mucho por su casa cuando yo estaba en segundo de carrera y ella en primero, ya sabes, para echarle una mano, y eso ocurrió un año después o así, muy poco antes de lo de Pedro.
-M. Silvia, ¿por qué no me contaste nada? Supongo que lo pasarías fatal, temiéndote que Rosaura lo fuese contando por ahí...
-S. Bueno, sí, lo pasé mal, pero no me arrepiento, que me quiten lo bailao. Rosaura no es mala chica mami, hace un par de años charlamos diez minutos en el súper y, en el fondo, creo que estaba celosa.
-M. ¿Quieres decir que había algo entre ellas?
-S. (dudando) Es que no sé... Cuando yo empecé a ir por su casa llevaban ya mucho tiempo viviendo solas. Tenían una relación muy estrecha, se adoraban…
-M. Si, el padre se fue de casa cuando Rosaura era muy pequeña, pobrecita.
-S. Pues eso, que la madre en casa vestía de una manera que, claro hizo que yo no pudiese evitar fijarme en ella, pero bueno, estaba en su casa, tenía todo el derecho.
-M. ¿De qué manera?
-S. ¿Quieres que pase al coñito o sigo acariciándote solo el culo?
-M. Sigue así, después del susto estoy en la gloria.
-S. Oh, lo tienes tan suave. Mami, me da muchísima vergüenza contarte esto, pero al mismo tiempo me apetece, me ocurre como con lo del caballo.
-M. No tengas miedo, te entiendo y si quieres lo dejamos, aunque me voy a quedar con la curiosidad o quizás me voy a imaginar algo mucho peor de lo que realmente sucedió.
-S. Quizás sí, pero lo que no te imaginarias nunca es lo enganchada que llegué a estar de esa mujer.
-M. (riéndome para quitarle importancia, pero yo estaba excitada y preocupada a la vez) ¡Ay, que celos! Venga no te enrolles y ve al grano.
-S. Es que Milagros, si la ves por la calle, va siempre, no sé...
-M. Si, discretita, creo que nunca la he visto en minifalda, ni siquiera un vestido un poco abierto ni nada.
-S. Exacto, siempre con sus faldas por debajo de la rodilla, el pelo recogido, nada de maquillaje, la perfecta ama de casa, la madre perfecta, incapaz de llamar la atención lo más mínimo.
-M. Bueno, tanto como eso... ese culazo que tiene y ese pecho no pasan desapercibidos...
-S. Ya, pero ella en la calle no hace ostentación de ellos, más bien lo contrario, pero en casa, era al revés, es que cada vez que iba por allí, sabía que me esperaba una exhibición mamá.
-M. ¿Que se ponía?
-S. Pues al principio simplemente estaba guapa, quiero decir que por ejemplo un día se puso unos shorts cortísimos, y claro, no pude evitar fijarme en sus piernas, ¡tiene unos muslazos mamá!, no está gorda, pero muslos y culo van a juego con las tetas que tiene. Dios, lo estoy recordando para ti y me estoy poniendo cachondísima.
-M. Y yo, déjame por favor que me dé la vuelta, hazme una paja por favor o dos o tres, hasta que me duela.
-S. Venga, pero no me mires. Ostras mamá, ¿te has puesto aceite en el coño?
-M. Tu sigue hablando y verás como necesitamos cambiar las sabanas.
Quiero mucho a mi familia, pero, por mí, el mundo podría haberse parado en ese momento. Acurrucadas en cama, y con Silvia besándome el cuello, sus pechos sobre mí y su mano izquierda amasando mi almeja como solo una mujer sabe hacerlo, ¿qué más podía pedir? Pues en el fondo lo que más me excitaba era su vocecilla en mi oreja susurrando entre profundas respiraciones.
-S. Estás tan caliente que no se si voy a poder tocarte sin que te corras al instante. Pero bueno, seguiré contándote. El caso es que empecé a ir por su casa dos o tres noches por semana, te acordarás que llegaba tarde a casa, a Rosaura le venía muy bien mi ayuda al estar yo en segundo y ella en primero. Un día me quedé de piedra al ver que ellas cenaban en pantys.
-M. ¿En pantys? ¿No serían mallas?
-S. Mamá, se distinguir unos pantys de unas mallas.
-M. Perdón, sigue sigue.
-S. Pues supongo que me puse toda roja, pero para ellas era habitual, Milagros solía llevar unos blancos, que le transparentaban todo el culo, porque encima le quedaban bastante justos.
-M. ¿Y debajo?
-S. Mamá, nada, nada de nada. Por delante el coño solo se le intuía porque el tejido era más tupido, se notaba que lo llevaba depilado por todo menos en los labios, como nosotras o incluso más y en el centro los pelillos se le salían un poco por el nylon.
-M. Joder, menudo panorama. ¿Y el torso?
-S. Pues normalmente una camiseta o una blusa, pero a veces había premio y no llevaba sujetador y claro, yo no era capaz de mirarla a los ojos cuando me hablaba. El caso es que poco a poco me fui acostumbrando y un día Mila me dijo que si quería me quitase yo la falda que estaría más cómoda, y tenía razón, solíamos pasarnos la noche las tres luciendo piernas y culo por toda la casa.
-M. Qué suerte, me muero de envidia.
-S. ¿No estás celosa?
-M. ¡Qué va! Lo que estoy es a punto de correrme. Me siento flotar. Dame un beso.
Me moría de ganas de saber más de aquel episodio de la vida de mi hija, pero mientras me besaba acerqué mi mano a mi coño y Silvia bajó la suya hasta mi ojete para clavarme un dedo que entró con toda facilidad de lo relajada y húmeda que yo estaba. Empecé a chillar como una posesa, no sé muy bien por qué, quizás para mostrarle a Silvia el mucho placer que obtenía con ella, pero eran unos gritos sinceros y honestos, toda esa explosión que salía disparada de mi coño hacia los rincones de mi cuerpo resonaba en mi garganta mientras mis caderas subían y bajaban sísmicamente hasta rendirme y empezar a pensar ya en el siguiente orgasmo.
-S. ¿Te ha gustado? ¡A mí no me finjas los orgasmos eh!
-M. Hija, que no tengo fuerzas ni para reírme. Me ha encantado. Veo que te lo pasabas muy bien con ellas. Estoy alucinando con la modosita de Milagros. Pero ahora te toca a ti. ¿Como está ese coñito delicioso? Uff, como el mío o peor. ¿Quieres algo especial?
-S. No, masajéamelo, despacio, sin prisa.
-M. ¿Te hacías muchas pajas pensando en ellas?
-S. ¿Tú que crees? Es que lo que no puedo explicarte es el ambiente que había allí mamá, no sé, me gustaba mucho Milagros, pero me daba mucho morbo la casa en sí, ellas dos viviendo solas allí, medio desnudas, con la calefacción siempre a tope. Acabé haciéndome una paja en su baño casi todos los días que iba por allí, estaba tan excitada que me daba igual lo que pensasen de mi por meterme diez minutos en el baño todos los días, cogía las bragas de Milagros del cesto de la ropa sucia y me corría aspirando su olor lo más profundo que podía.
-M. ¿Y nunca cogías las de Rosaura?
-S. Alguna vez, pero prefería las de su madre. ¿Sabes qué? Rosaura es muy guapa también, pero tendría dieciocho o diecinueve años y un cuerpo perfecto, sin una arruga ni un solo defecto, era como un cuadro, no me hacía efecto, en cambio su madre, estando buenísima tenía ya unos cuarenta, sus buenos kilitos, su culo exagerado, aunque precioso, sus tetas caídas, ¿entiendes? Además mami, es que era tan buena conmigo, tan amable y cariñosa, pero una amabilidad realmente sincera sin nada de nada de falsedad, era como un ángel y un demonio al mismo tiempo porque ese carácter en un cuerpo como el suyo lo hacía todavía más apetitoso, solo pensar en su cara y sus labios ya me ponía más que la polla del chico más guapo de la universidad, y eso que a mí una buena polla me encanta, supongo que hay confianza y te lo puedo decir.
-M. Claro que puedes, ¿voy bien así?
-S. De maravilla. Pues... que ya ves que de heterosexual nada. Como dicen los hombres me mataba a pajas. Me metía en mi cama todas las noches y siempre caía una o dos.
-M. Caray, nunca me lo habría imaginado. No quiero cortarte cariño, pero cuando te corras me cuentas como acabó aquello, ¿de acuerdo?
-S. Joder mamá, es que aún no te he contado lo mejor. Recuerdas que ayer te pregunté si conocías algún caso así, como nosotras.
-M. Claro que lo recuerdo.
-S. Es que tenía ya ganas de comentártelo, pero luego me arrepentí.
-M. ¿Pero tú crees que ellas...?
-S. No lo sé, pero... quizás, yo te lo cuento y tu misma sacas tus conclusiones. Ahora viene lo que más me avergüenza, pero me empiezas a poner tan cachonda que o te lo cuento ahora o nunca. Acercarme tu pezón y te lo chupo mientras te cuento o te lo acaricio.
-M. No tengas miedo.
-S. Pues, sabes que ellas viven en el segundo piso de la casa encima de sus tíos, pues por aquel tiempo su tío ya estaba prejubilado de la Caja de Ahorros y se pasaban casi todo el año fuera, en el pueblo.
-M. ¿No vive nadie más en el edificio?
-S. No, son sólo dos pisos, muy grandes y, bueno, unos pequeños trasteros abuhardillados encima del segundo. Entonces, como cada noche tenían que bajar a cerrar el portal cuando yo me iba un día Milagros me dio una llave para que cerrase yo y me la quedase, y bueno, creo que ya la primera noche que bajé yo sola tuve la tentación de fingir que me iba, pero subir a los trasteros para observarlas desde la ventana de uno de ellos. Sabía que no los cerraban con llave porque un día subí con Rosaura a ayudarle a bajar una bombona de butano.
La mejor actriz del mundo no me habría hecho sentir el morbo y la tensión que Silvia me producía con su voz lenta y entrecortada por los jadeos y las tremendas chupadas y mordiscos que me daba en los pezones mientras yo, con mi torso medio incorporado, recorría su coño con las yemas de mis dedos. Acabó agarrando uno de mis pechos con sus dos manos y llevándose el pezón a la boca entre frase y frase.
-S. Es que, de lo que ocurrió a partir de ahí mamá, podría contarte mil cosas, a cada cual más extraña. Bueno, yo, las primeras veces que en vez de irme golpeaba un poco el portal y subía con cuidado a los trasteros, creía que se me salía el corazón del pecho, pero, tras dos o tres días ya me fui tranquilizando al ver que era muy improbable que me pillaran.
-M. ¿Y veías bien desde el trastero?
-M. Si, muy bien porque hay como un pequeño patio interior y me acomodada en una silla vieja junto a una pequeña ventana del trastero y al estar un piso por encima podía ver perfectamente a través de las ventanas interiores de la cocina, el salón y la habitación de Rosaura, lo que no podía ver era la de Milagros y bueno, el baño que quedaba debajo. Además, nunca corrían las cortinas.
-M. ¿Y te masturbabas?
-S. Jo mamá, ¿que si me masturbaba?, los primeros días no vi nada especial, pero solo la excitación de estar allí escondida, espiándolas, sin ser vista... Uff, tenía unas corridas de miedo, pero pronto descubrí que el día bueno era el viernes.
-M. ¿Se iban más tarde a dormir?
-S. Claro y además al irme yo, como aún iban a tardar un rato en irse a la cama, se cambiaban y se ponían unos pantys negros rotos.
-M. ¿Como unos pantys rotos?
-M. Si, Milagros normalmente ya te dije que llevaba unos blancos pero de repente el primer viernes que las espié la vi aparecer con unos pantys negros llenos de carreras, yo le he dado muchas vueltas estos años y no le he encontrado una explicación pero en aquel momento me daba igual, me la comía con los ojos y le daba a mi coño sin compasión, me la imaginaba tan modosita por la calle, tan vestida de madre de familia y al mismo tiempo la tenía frente a mí, en el salón, y parecía una loba, con el pelo suelto, una camiseta, sin sujetador, con las tetas moviéndose juguetonas al andar o hacer algún movimiento y los pantis medio destrozados. Recuerdo que me corrí la primera vez viéndola mientras ella, en la cocina, metía los platos en el lavavajillas, con el culo en pompa, lo tiene enorme mamá pero en esa posición era como un círculo perfecto, me imaginaba llenándoselo de aceite y magreándoselo hasta matarla de placer, me volví una bruta porque siempre que estaba a punto de correrme se me venían a la cabeza cosas como mearme sobre ella o ponerla de rodillas y pasearla conmigo con una correa como si fuese una perra. La verdad es que, ya te digo que se me fue la cabeza completamente.
-M. Pero que hacían, ¿se cambiaban y punto?
-S. Pues sí, hasta unas semanas más tarde no hicieron nada especial, lo de los pantys se repitió varias noches, pero no, nada especial, podía verlas sentadas en el sofá viendo un rato la tele, pero nada más, a veces se entrecruzaban sus piernas para estar más cómodas y claro, a mí me encantaba observarlas en el sofá con los muslos de Rosaura atrapados entre los de su madre, a veces se los acariciaban mutuamente pero nada que me pareciese extraño. Yo me lo pasaba muy bien, de todos modos, me hice adicta a aquella ventana, llegué a enchufar un calefactor que había por allí para estar calentita y llevaba conmigo papel por si el cristal se empañaba. Sus ventanas estaban siempre secas porque tenían un deshumidificador en el salón y otro en un pasillo entre las habitaciones, ¡si es que no me faltaba de nada! Dame un poco más despacio porfa que si me corro ya no voy a ser capaz de contarte el final.
-M. ¡Entonces paro! Ahora no me vas a dejar a medias.
-S. Que no tonta... Tu sigue así, si solo me tocas la entrada no me corro.
-M. ¿Y qué fue lo que decías que ocurrió unas semanas después?
-S. Te juro que lo que te cuento ocurrió tal que así, pero yo misma en los días siguientes me preguntaba si lo había soñado.
-M. ¿Las viste enrollarse?
-S. Dímelo tú, a lo mejor tienes una explicación que yo no supe ver. Un viernes subí como siempre y tardé un rato en poner el calefactor y quitarme los pantys y el tanga para tocarme cómodamente. Para cuando estaba lista y me asomé a mi ventana las vi en la habitación de Rosaura. Milagros estaba completamente desnuda, el corazón se me puso a cien, era la primera vez que la veía así, la vi dos o tres segundos y salió hacia el pasillo, me maldecí por haberme entretenido, pero volvió en un minuto con un bote de esos grandes de crema hidratante y Rosaura apareció desde el lado de la habitación que yo no veía.
-M. Y Rosaura, ¿cómo iba?
-S. Rosaura llevaba unas mallas negras, pero sin nada arriba, con las tetas al aire... Entonces Milagros se puso detrás de ella y empezó a darle crema en las tetas, despacísimo, podía habérsela puesto frente a ella, pero no, se pegó a su espalda y como abrazándola por detrás se las magreo más de diez minutos.
-M. Joder, que suerte Silvia, pocas personas habrán visto algo así, lo de madre hija debe ser el tabú más tabú que existe.
-S. Que nos lo digan a nosotras.
-M. Pero ¿se las veía disfrutando?
-S. (dudando sobre las palabras que mejor pudiesen transmitirme su experiencia) Creo que sí mami, Rosaura movía un poco las caderas, ¿sabes cómo te digo?, como bailando suavemente, casi inconscientemente mientras su madre sobaba y sobaba sus tetas, estaban casi de espaldas a mí y no podía ver sus caras, pero Milagros tenía sus tetones pegados a la espalda de Rosaura. Por lo demás su madre no hizo más que sobarle las tetas, le puso crema, yo qué sé... cinco o seis veces, no le tocó nada más que yo viese, yo de todos modos estaba pendiente de Milagros, la veía por detrás con ese culo que tanto me gustaba y, sobre todo, estar completamente desnuda era algo mucho mejor que todas las pajas en las que yo me la había imaginado. En ese momento lo del tabú que dices tú no era lo que más me excitaba, lo que me ponía a cien era la desnudez de Milagros.
-M. Tenía que estar muy buena a los cuarenta, aún lo está ahora con cincuenta.
-S. ¿Sabes que me ponía cachonda y me sorprendí a mí misma?, su espalda, me encantó, tenía como unos pliegues en la espalda que me di cuenta que los producían el par de tetas que tiene...
-M. Si, eso lo tenéis todas las que habéis tenido la suerte de tener un buen par.
-S. Ya, pero seguro que los míos no son así, tan marcados. Jo, mamá tú estás de miedo, no te pongas celosa, aquello era una obsesión...
-M. No seas tonta, continúa.
-S. Me corrí cuando creía que el espectáculo se acababa, fue el mejor orgasmo que había tenido hasta ese momento. Mejor que con ningún chico, pero aún me gustó mucho más cuando Rosaura agarró la crema y se puso manos a la obra de hidratar las tetas de su madre, joder mamá... claro, la verdad es que Rosaura no le hizo nada a su madre que esta no le hiciese a ella, pero claro, el cuerpo de Milagros es otra cosa, para rodearla sí que necesitaba pegarse de verdad a su espalda y, aunque empezó dándole crema en las dos tetas a la vez, luego, si quería embadurnárselas bien, tenía que ponerse a su lado y agarrarlas de una en una con las dos manos.
-M. Caray Silvia, porque tengo mi juguete tan sensible que, si no, me hacía otra, pero es que no puede ni tocármelo.
-S. Jo, lo mismo me pasaba a mí ese día, acababa de correrme, pero de todos modos me quedé embobada mirándolas, no quería perderme detalle, además, Rosaura, que llevaba la iniciativa, algo que también me sorprendió, obligó a su madre a girarse y entonces pude verla mucho mejor. Milagros medio se resistía, pero ella la obligaba a girarse de nuevo. ¿Sabes para qué?... Para verse en el espejo de un armario grande.
-M. ¡Ostras!
-S. Uff Mami, Rosaura la obligaba a mirar al espejo para verse, a Mila no le hacía mucha gracia, tenía como vergüenza, pero Rosaura si disfrutaba claramente de ver la escena en el espejo y se las magreaba con bastante más... digamos: sensualidad.
-M. ¿Y qué tal Milagros por delante?
-S. Muy bien Mami, eclipsaba totalmente a su hija, que melones, un poco caídos, pero con ese tamaño... tenía un poco de barriga, pero bonita, y el chocho, que se lo pude ver por momentos, tal como lo intuía yo bajo los pantys, bastante depilado, y me di cuenta de que tenía que ser Rosaura quien le ayudaba a hacérselo.
-M. Eso desde luego, no me la imagino yendo a la peluquería a hacérselo.
-S. Bueno, por lo que ocurrió a continuación ya te digo yo que tiene ayuda en casa.
Silvia ya no podía más y convenimos en que seguiría contándome en cuanto se corriese. Yo la destapé hasta la cintura y de rodillas me coloqué sobre ella para comerme su almeja, mi coño quedó sobre su cara y a ella le faltó tiempo para colocarse dos almohadas bajo su cabeza y rebañar con su lengua todo mi jugo, que era mucho, y darme unos lengüetazos que me acalambraban todo el cuerpo. ¡Que cachondas nos ponía la conversación! Ni con nuestras bocas ocupadas dejábamos de hablarnos y sonábamos como si tuviésemos un chicle en la boca.
-M. Joder Silvia lo que has dicho antes de la correa tenemos que hacerlo nosotras.
-S. ¿El que?
-M. Lo de pasear a Milagros con una correa y un collar como una perra.
-S. ¿Te gustaría?
-M. Mucho. Pero yo de perra, a cuatro patas, completamente desnuda, que me paseases por toda la casa.
-S. Joder mamá, pues es cuestión de que compres el collar y la correa. Estoy a punto, me vuelve loca tu boca, pero meterme dos dedos porfa, bien hasta el fondo.
-M. ¿Te lo imaginas?
-S. Claro que sí y me pone cachondísima. ¿Sabes por qué se me ocurrió ese día? (con la voz ya muy entrecortada) En realidad no fue mérito mío, es que unos días antes se nos calló un vaso de café al suelo en el salón y Milagros se puso a limpiarlo, a cuatro patas, y lo mejor es que llevaba una camiseta sin sujetador y los pechos casi rozaban la alfombra... Tendrías que verla con todo colgando.
-M. Ese placer yo no voy a poder dártelo porque no tengo ese pecho pero a mi puedes pasearme de verdad y no solo en tu imaginación y ¿sabes qué? cuando te canses de pasearme por toda la casa puedes follarme como a una perra, voy a pedir uno de esos arneses con polla para que te lo pongas y me des como a una perra, por el coño o por el culo, por donde más te apetezca, te subes a mi pandero y me follas hasta que me muera de gusto...
-S. Joder mamá, te quiero con locura.
Silvia gritó mamá de manera tan desgarradora que me asustó, tras tanto rato susurrando me cogió por sorpresa, su orgasmo fue de los que te dejan temblando, sobre todo las piernas y no dejaba de repetir: cada vez mejor mamá, cada vez mejor. Desde que saqué el tema del collar y la correa se desentendió de mi coño y solo apretaba mis muslos, pero yo cambié con gusto mi corrida por presenciar y participar en la suya. Su vagina parecía de plastilina rodeando mis dedos los últimos segundos antes de reventar de placer, sin querer acabe con toda mi mano, salvo el pulgar dentro de ella. Nos acurrucamos de nuevo entre las sábanas y nos comimos mutuamente la lengua.
-S. Jo mamá, te he dejado a medias.
-M. No pasa nada, ahora me sigues contando
-S. No, me refiero a que me centré en correrme yo y...
-M. Da igual, lo tengo tan sensible... desde ayer es que no paramos. ¿Y cómo acabó la famosa noche?
-S. (mientras todavía intentaba recuperar el aliento) Pues disfruté mucho del magreo de Rosaura a su madre, duró unos diez minutos. Desde luego tienen las tetas mejor hidratadas del mundo. Lo de mirarse al espejo tenía muchísimo morbo. También me gustaba muchísimo ver a Mila con el pelo suelto y sin nada de ropa, lo llevaba moldeado y de color castaño y jugaba a veces a taparse las tetas con él.
-M. Pero no había nada más, aparte del magreo, una caricia, un beso...
-S. Al acabar se dieron un piquito en los labios, pero nada fuera de lo normal, lo hacían muchas veces delante de mí, quizás un poco más largo, pero... nada, ya te digo, nada especial. Entonces Milagros salió de la habitación y la perdí un rato de vista, vi que se encendía la luz del baño, supongo que iría a mear. Del baño no veía nada porque el cristal no era transparente y además estaba debajo. Volví a quedarme de piedra porque Rosaura se sentó en cama, se quitó las mallas y se puso a hacerse una paja.
-M. Joder con Rosaura... entonces sí que se puso cachonda con su madre.
-S. No estoy segura.
-M. ¡Qué no estás segura!
-S. Pues no, escucha. Entonces vi que se apagaba el baño y se encendía la cocina.
-M. Pero no vas a contarme que tal Rosaura.
-S. Pues muy bien, yo no podía verla bien, solo desde el vientre hacia abajo, tenía el coño completamente depilado, me dio envidia porque yo no me atrevía a pedirte ayuda para hacérmelo y yo al depilármelo me hacía cada destrozo... Pero te juro que no le presté demasiada atención, se puso a masturbarse pues... normal, con las yemas de los dedos, sin prisa. A mí lo que me tenía en vilo es que pudiese entrar su madre y pillarla porque la puerta estaba abierta. Que equivocada estaba.
-M. ¿Por qué?
-S. Bueno, porque no hubiese pasado nada. Espera y lo entenderás. Yo ya te dije que me cambié a la otra ventana que hay en el trastero de al lado para ver bien la cocina. Me interesaba más la madre que la hija. Mila estuvo un rato en la cocina, le vi el culo en pompa vaciando el lavavajillas, pero esta vez sin pantys, pude verle un momento el coño por detrás, ¡que pasada! Entonces sacó una botella vacía de champán de debajo del fregadero y yo pensé que iba a usarla para meter aceite usado, porque tenía allí la freidora, como hacemos nosotras en casa para no echarlo por el desagüe. Pero no, se puso a lavarla y me fijé que sonreía al enjabonar el cuello de la botella con su mano y ya me di cuenta de que no era para el aceite. Salió de la cocina y apagó la luz y me volví a la otra ventana pensando que se iría a su habitación, que yo no podía ver y que tendría que conformarme con Rosaura...
-M. ¿Conformarte?
-S. A ti te gusta Rosaura. Pero no decías que te gustaban maduras.
-M. No seas tonta. Tu sigue.
-S. Pues Milagros se quedó en el salón, se sentó en el sofá que está perpendicular a la ventana, puso algo en la tele y sin dificultad ninguna se clavó media botella de champán en el coño. ¿Te estás tocando? ¿Te ayudo?
-M. No sigue, solo me lo acaricio.
-S. Yo creo que fue ahí donde empecé a meterme los dedos de nuevo, hace tanto tiempo.... Las tenía a las dos a la vista, una en el salón y Rosaura en su habitación, que seguía a lo suyo, además se fue dejando escurrir de la almohada y podía verla casi entera. Tenía una revista y la iba ojeando y dándole despacito, yo también solía masturbarme así por eso le prestaba más atención a su madre, que estaba guapísima con su botella en el coño. De vez en cuando se la quitaba y con el cuello de la botella se frotaba el chocho por fuera, la agarraba con las dos manos y de vez en cuando la chupaba, en una de esas chupadas me corrí de nuevo, se la sacaba del coño y yo, aunque no podía verlo a esa distancia veía que ella buscaba con la lengua esos hilos de jugo que se forman cuando estás bien lubricada. Joder yo no dejaba de pensar en ella vestida de señora normal y corriente por la calle o en el súper y tenerla allí metiéndose una botella en el coño, con las piernas abiertas.
-M. ¿Y que veía en la tele?
-S. Ni idea. No podía verla. Milagros estuvo así unos quince minutos, yo me moría de ganas de que una de las dos se corriese y sorprendiese a la otra, pero la sorprendida fui yo.
-M. ¿Por qué?
-S. Porque cuando Mila estaba a punto la oí llamar a Rosaura, le dijo: échame una mano cariño. Rosaura se acercó al salón y sin inmutarse de ver así a su madre agarró la botella con las dos manos y se puso a la tarea.
-M. ¡Ostias!
-S. ¡Mamá!
-M. Perdón. O sea que no era la primera vez.
-S. Evidentemente no. Rosaura se acomodó en el suelo frente al sofá y se puso a hacer lo que su madre con una botella tan grande no podía hacer. La folló sin compasión hasta que se corrió, metida entre sus piernas, yo creo que hasta le salpicaron jugos de su madre a la cara, al final Milagros tenía las piernas totalmente abiertas, se las agarraba ella misma por detrás de las rodillas y casi se cae del sofá, un rato antes de correrse estuvo... no discutiendo, pero quizás, negociando sería la palabra. Cuando su madre se corrió Rosaura le dio un beso en el muslo y se fue sin más a continuar con lo suyo en su habitación. Me di cuenta de que en realidad había estado esperando a que su madre la llamase para ayudarla porque al continuar ya dejó la revista y se puso a masturbarse en serio.
-M. Pues sí que suena raro. ¿Y de qué negociaron? Quiero decir, menudo momento para ponerse a discutir...
-S. Creo que Rosaura no hace nada gratis.
-M. ¿Quieres decir que le cobraba a su madre por rematarla con la botella? Eso sí que es fuerte Silvia.
-S. (sonora carcajada) Que no, o sea, no en metálico.
-M. Ah bueno, es que lo otro también tendría su punto.
-S. No Mami, creo que lo que, entre comillas, negociaban era algo que en principio a Milagros no debía hacerle mucha gracia. Lo digo porque, como te decía, Rosaura se volvió a su habitación y se puso a masturbarse ya más en serio, pero cada dos por tres miraba hacia la puerta como esperando a su madre, yo veía que estaba en el baño porque estaba la luz encendida. Al final oí a Rosaura gritar: "vienes o qué", y por fin apareció su madre todavía desnuda.
-M. ¿Cuántas pajas te hiciste aquella noche?
-S. Déjame que sino no acabaré nunca. Lo que hicieron fue lo que más me calentó y mira que ver a la hija follando a la madre con la botella tiene lo suyo. Milagros se puso de rodillas a los pies de la cama de Rosaura y, no sé de dónde, sacó un pepino, no demasiado grande, apoyó los brazos sobre la cama y empezó a simular una mamada con el pepino, al principio estaba muy seria pero poco a poco empezó a relajarse e incluso soltó alguna carcajada. Joder mami, lo hacía tan bien, los días siguientes, cada vez que hablaba con ella, no podía evitar recordar cómo le pasaba la lengua al pepino o como se lo iba metiendo todo en la boca hasta la garganta y lo sacaba lleno de saliva, realmente lo hacía muy bien, daba la impresión de que se había comido muchas en su vida. Rosaura disfrutaba lo suyo y le hizo un gesto para recordarle, supongo, que tenía que ponérselo también entre las tetas.
-M. Caray con Rosaura.
-S. Si, yo me moría de ganas de que se liasen entre ellas para mí, pero nada. El pobre pepino estuvo perdido un rato en el canalillo de Mila, ella lo llenaba de saliva como si fuese una polla y se sobaba las tetas. Mama, te juro que estuve a punto de bajar y timbrar a la puerta, no sé muy bien ni para que, la que se hubiese liado.
-M. O quizás no. Nunca se sabe. Nunca lo sabremos.
-S. Yo que sé, el caso es que Rosaura disfrutó del espectáculo un buen rato hasta que su madre, le lanzó un beso y el pepino y la dejo sola.
-M. No entiendo nada, lo nuestro por lo menos es bien simple, somos unas depravadas viciosas y ya está, somos nosotras y nuestra conciencia, pero lo de ellas… es que no lo entiendo. ¿Y ahí se quedó la cosa?
-S. Si, bueno me puso muy cachonda que Rosaura agarrase el pepino lleno de las babas de su madre y se lo metiese en la boca, pero ya todo lo que hizo fue metérselo en el coño y darle bien hasta correrse.
-M. Joder, eso sí que me hubiese gustado verlo a mí, lo confieso, me gustan maduras, pero eso no quita para que me fijase a veces en algunas de tus amigas y Rosaura era una de las que más me gustaban, por eso me sorprendió tanto que dejaseis de ser amigas, aunque claro, nunca me imaginé por qué.
-S. ¡Vaya! Eso es muy interesante. Así que Rosaura te ponía.
-M. No te rías de mi por favor.
-S. ¿Pero era tu favorita?
-M. No, pero estaba muy arriba en el ranking.
-S. (casi riéndose a carcajadas) ¡Ah! Pero había un ranking. Dime la numero uno o te hago cosquillas.
-M. No por favor, cosquillas no que sabes que me pongo enferma.
-S. Mama confiesa, ahora no me voy a quedar yo con la curiosidad. Después de lo que te he contado.
-M. Tienes razón, es Alicia.
-S. ¿Alicia? Ahora comprendo porque siempre vas a comprar al super donde trabaja, ya decía yo, pero si tienes cinco o seis más cerca… y el hiper.
-M. Si ya lo sé, pero le quedaba tan bien la faldita del uniforme del super. Cuando la hicieron encargada y dejó de llevarla me llevé un disgusto.
-S. Sí, de todo el grupo de amigas era la que tenía mejores piernas y también era, y es, muy guapa. ¿Pero continúas yendo por allí?
-M. Si, luego se quedó embarazada, coincidió que era verano y llevaba unos vestiditos que cuando estaba ya de siete o ocho meses yo me derretía al verla, una telita de nada, se le marcaba todo el tanga y el embarazo le hacia un culo todavía mejor del que tenía, joder es que además llevaba unos escotes… un día la vi al fondo de un pasillo a contraluz, se le transparentaba todo el vestido, ¡que silueta!, cuando llegué junto a ella para saludarla, como hago siempre, yo estaba tan roja, que me preguntó si me encontraba bien y me ofreció agua. Nunca me había pasado algo así, es que no me gustaba que su embarazo me calentara tanto, me temía que se viese en mi cara las ganas que le tenía, pero su silueta, tan marcada con la barriguita…
-S. (sonora carcajada) ¿Y tú que dijiste?
-M. ¿Qué iba a decir? Pues que sí, que sería el tremendo calor que hacía, no le iba a decir que me excitaba tanto que temía no poder disimularlo y por eso me ponía roja. Me ofreció una silla en su oficina y estuvimos un rato charlando. Me estuve masturbando durante meses pensando en ella en aquella oficina. Me trató con mucho cariño, estuvo unos veinte minutos conmigo, me secó el sudor de la frente y la cara con un pañuelo y claro, me puso todo el escote delante, llevaba un sujetador de esos sin tirantes que simplemente te las sujetan por debajo para no apretarlas y van como sueltas dentro de la copa, pero claro, yo podía verle hasta los pezones, aunque no las tiene muy grandes, entre el embarazo y el sujetador aquel, dios, que pezones tenía, enormes y encima me di cuenta de que, aun embarazada, debía hacer topless porque las tenía morenitas, sin ninguna marca del bikini. No sé lo que habría dado por meterme uno de aquellos pezones en la boca. Pero aun hoy no puedo dejar de sentirme culpable.
-S. ¿Culpable por qué te excitase su embarazo?
-M. Si, lo veía, no sé, no me gustaba, pero es que me parecía el ser más atractivo del mundo en ese momento. Luego se sentó frente a mí y se remangó el vestido hasta las caderas para poder abrir un poco las piernas, como hacemos todas cuando estamos ya de siete meses y estar cómoda, yo no recuerdo ni de que hablamos, no podía dejar de mirárselas, estoy segura de que tuvo que darse cuenta, aunque o no le importó o se sentía halagada, no lo sé, el caso es que si no hubiese estado embarazada me habría excitado también, pero no sería lo mismo, tenía un ventilador de esos que giran para refrescar la oficina y cada vez que la corriente venia hacia ella aquel vestido empezaba a ondear y me dejaba ver el tanguita precioso, verde clarito, cubriéndole el coño, uff
-S. Joder mama, que calentorra eres y como me estas poniendo. Comete mis pezones como si fuesen los de Alicia.
-M. ¿No estas celosa?
-S. Entre nosotras no puede haber celos mama. Comete mis pezones como si fuesen los suyos, ya sé que no es lo mismo…
-M. Sabes que ahora ya tienen aire acondicionado pero aquel verano todavía no, pero bendigo el calor que hacía aquel día, aquel vestidito rosa, que no pesaría ni cien gramos se me sigue apareciendo en sueños y su piel, su piel era como de arena yo me mareaba de mirar sus rodillas y ver como la tela volaba y me iba enseñando todos sus muslos hasta el coñito todo sudado detrás de la telilla verde del tanga. Me apetecía tanto subirme la falda, quitarme el tanga y sentar mi coño sobre uno de aquellos muslos y frotarlo hasta que se pusiese al rojo vivo… y comerme su boca y su chocho que estaba abierto como una flor... Joder hija, es que has salido a mí, yo es que, sobre todo en verano, me paso el día caliente y Alicia no es la única, algún día te contare…
Hace ya un tiempo de todo esto, pero recuerdo perfectamente como por primera vez hicimos lo que Silvia llamaba follar, que para ella era distinto de masturbarse juntas o incluso mutuamente, mi hija insistió en encender la luz y se puso de rodillas con las piernas abiertas a los lados de mis caderas para que sus pechos colgasen sobre mi cara, sus pezones son también de un tamaño considerable. Silvia dejó en silencio que jugase con sus pechos mientras se atrevía a mirarme fijamente a los ojos, eso a mí me ponía muy nerviosa, tardé mucho en acostumbrarme.
-M. Di algo por favor. Me mata este silencio.
-S. Estoy disfrutando el masaje, me encanta como me las tocas y sentir los pezones en tu boca. Además, así puedes concentrarte en recordar a Alicia.
-M. Gracias, pero prefiero oír tu voz.
-S. ¿Sabes que cuando daba de mamar a tu nieto, acabé encaprichándome de mis pezones? Empecé llevándomelos a la boca porque no podía más de lo que me dolían, me aliviaba untarles un poco de saliva, pero con el tiempo, y aunque no tenía ganas de sexo, acabé pasándome buenos ratos jugando con ellos e incluso me gustaba beberme un poco de mi leche.
Silvia fue dejándose caer sobre mí y nuestras manos se abrieron paso entre nuestros vientres hasta llegar cada una a su coño. Nuestras lenguas destilaron una sabrosa, dulce y espesa saliva que nos intercambiamos un rato. Sin prisa ninguna jugábamos cada una con nuestro juguete y Silvia bromeaba con que teníamos que corrernos a la vez, como en las pelis porno.
-S. Mami, ¿no te gustaría tener otro nieto? Te acuerdas que sexy estaba en el primer embarazo.
-M. Oh, Silvia, por favor no seas perversa.
-S. (divirtiéndose de lo lindo) ¿No te gustaría un fin de semana largo juntas? Solas las dos, con mi barriguita y mis pezones enormes como dos dedales de costurera.
-M. (gimiendo de placer) Jo, Silvia bésame y calla por favor, que me avergüenzo. Esto ya es demasiado para mí, pues claro que me gustaría, pero, ¿serias capaz?
-S. Pues claro, por quedarme embarazada no iba a renunciar a ti. Y mamar un poco, ¿no te gustaría?, que te las colgase sobre ti, bien llenas de leche a reventar, y tú me las ordeñases con tu boca y llenarte toda de leche.
-M. Joder Silvia, yo me corro ya, me has puesto a cien. ¿Y me dejarías acariciarte toda, de los pies a la cabeza?
-S. Pues claro que sí, pero sobre todo la barriguita, que seguro que te gustaría más que nada.
Pues sí, nos corrimos a la vez, como en las películas, Silvia lo hizo riéndose, por el placer que sentía, por el que sabía que me daba a mí y por la gracia que le hacia mi rubor ante el tema del embarazo. Y sí que estuvimos de acuerdo en que aquel fue nuestro primer polvo lésbico, conseguimos, aunque suene hortera, una conexión que no había existido el día anterior y eso hizo que el orgasmo fuese otra cosa, digamos que nos llenó de una complicidad que es muy difícil que hubiese llegado de ningún otro modo.
Ese orgasmo también nos calmó un poco después de un fin de semana tan intenso.
Estuvimos hablando un largo rato, Silvia me contó como poco a poco Rosaura fue recelando de su presencia tan habitual en casa, aunque necesitaba de su ayuda en los estudios, la relación cada vez más estrecha y más cordial de su madre y su amiga fue agriándole el carácter, probablemente víctima de los celos, aunque ninguna sabíamos de qué tipo eran esos celos. A Silvia le costó contarme la escena que finalmente dio al traste con aquella relación.
-S. Mami fue algo tan simple como que un día me olvidé de cerrar el baño con llave. Estaba tan caliente que se me olvidó y cuando me estaba corriendo con las bragas de su madre en mi boca me giré y vi que Rosaura estaba detrás de mí. Su cara nunca se me olvidará. No nos dijimos nada, porque no hacía falta.
-M. ¿Y pasaron años hasta que os volvisteis a hablar?
-S. Pues sí y ya te digo que ese día que nos hablamos en el super, y sin hablar en absoluto del tema, me sentí perdonada.
-M. ¿Y crees que Milagros supo el motivo de que dejaseis de veros?
-S. Creo que no. En aquella conversación en el súper me dijo que su madre me apreciaba mucho y le diría que me había visto y que estaba muy guapa y tenía un niño precioso. No sé... me quité un peso de encima, pero te juro que no me arrepiento de todo aquello, hasta este fin de semana no había sentido tanta excitación en mi vida, te lo juro, ese dolor de estómago, ese placer de ver sin ser vista, creí que no había nada mejor, pero lo hay, y eres tú.
Serían las once cuando el hambre nos echó de la cama en dirección a la cocina, estábamos desayunando cuando sonó el teléfono de casa.
-S. ¿Quién será? Ya nadie llama al fijo.
-M. Queda una persona que aún lo hace. Tu tía.