Silvia, mi vecina
Es un relato que alguna vez leí, es de autor anónimo, que me impactó porque viví algo similar...
Este relato lo encontré en una en página, es de autor anónimo, y algo parecido me tocó vivir. Lo comparto…
Acababa de despedir a mi marido que se iba a trabajar y me dirigí de nuevo a mi habitación y me quité el camisón de dormir, quedándome desnuda, me contemplé en el espejo. La imagen de la rubia que veía no estaba nada mal. Los pechos algo caídos por la lactancia, pero tienen buen volumen (sin llegar a exagerar), me acaricié los gruesos pezones y me los pellizqué. Éstos, enseguida se pusieron de punta, adquiriendo un tamaño que los hace deliciosos. Seguí mirándome, ahora el vientre, con algo de "tripita", pero muy leve, me giré contemplándome el culo y me lo apreté con las manos, todavía tenía la carne dura y mis delgadas piernas son bonitas, con atractivos muslos. Lo único que afeaba un poco mi físico, era el pubis y mi sexo tan poblado que tenía, pero eso tiene arreglo, un día de estos, me lo depilo y asunto concluido. No quisiera pecar de modestia, pero si tuviera que puntuarme, del 1 al 10, me concedería un 8 y medio.
Entonces ¿Qué demonios pasaba entre mi marido y yo?... Era obvio que nuestra relación sexual no funcionaba como debiera... Una terrible idea acudió a mi cabeza. Juan, me era..¿infiel...?, Enseguida la deseché, por absurda.
Lo que nos pasaba, es que después de 20 años de matrimonio, era lógico que el aburrimiento y la monotonía, se hubieran instalado en nuestras vidas. Sin embargo la solrdad estaba afectando mi autoestima y estaba al borde de la depresión! A mis 43 años, me encontraba abandonada. Juan, mi marido, tiene su trabajo en el banco y mi hijo Raúl, está estudiando en la Universidad, en una localidad distinta de donde vivimos. Ellos, están entretenidos con sus preocupaciones y quehaceres diarios, pero ¿y yo?... con la situación económica actual de mi país no podía conseguir trabajo. Por eso cuando apareció Silvia en mi vida, me agarré a su amistad desesperadamente, ella se ha convertido en mi tabla de salvación. No trabaja (sólo lo hace su marido Ángel, que es contratista de obras), tienen una hija que también estudia en la Universidad fuera de nuestra ciudad.
La verdad, es que estoy encantada con Silvia. Hace un año que ella y su marido Ángel, se mudaron al piso de al lado (pared con pared) y en poco tiempo nos habíamos hecho amigas íntimas. El carácter de Silvia es tan abierto y extrovertido, que me lo paso muy bien con ella, (aunque a veces sea un poco frívola para mi gusto). En cuanto ve a un hombre o a una mujer (sean jóvenes ó maduros), ¡ya está! Con sus comentarios subidos de tono. Yo misma me he turbado con su comportamiento, sobre todo cuando la sorprendo mirándome las piernas, mientras estamos sentadas en el sofá. Sus ojos brillan de una manera... que me hace sentir incómoda, pues no estoy acostumbrada a que me miren así (como sí me devoraran el cuerpo), y menos una mujer.
El que se lo pasa muy bien con sus bromas y atrevimientos es Juan, mi marido, la califica de "cachonda", por su carácter bromista, la mira de reojo y se pone colorado (creo que en el fondo le gusta Silvia, ella es de mi edad, morena, ojos verdes, más alta que yo y bastante más fuerte, a pesar de su corpulencia, tiene un cuerpo muy bonito), aunque no creo que le tenga que recordar que se trata de una mujer casada.
Me aseé, me vestí rápidamente y me fui a casa de Silvia. Tomando café, me preguntó qué planes tenía para hoy y le contesté que tenía que comprarme ropa interior, luego nada, sola hasta que regresara Juan. Me contestó que me acompañaría encantada si luego, a la vuelta, la ayudaba a sacar la ropa de verano del armario, a lo que accedí con mucho gusto.
Caminábamos riendo por la calle, mirando escaparates, cuando de pronto Silvia me detuvo, para contemplar a un hombre muy guapo, joven de unos 33 años que se cruzaba con nosotras.
-Mira Julia, eso es un hombre y no lo que tenemos en casa.
El hombre se dio la vuelta y nos sonrió al escuchar a Silvia, inmediatamente me puse colorada a más no poder, pero Silvia no paraba de piropearle y yo no sabía dónde meterme.
-Silvia, por favor, supliqué muerta de vergüenza, (aunque divertida)
-¡Lo siento chico!, le despidió
Dimos media vuelta, vi una boutique de lencería y la arrastré dentro, donde rompimos a reír como chiquillas, llamando la atención de la dependienta, que muy amablemente nos atendió, sacando unas muestras de conjuntos de ropa interior bastante atrevidos para mí gusto.
Yo deseaba ropa interior más "formal", pero Silvia insistió en que me los probara, aludiendo que era una antigua y que todavía era muy joven para vestir "bragas de abuela". Total, que entre risas me convenció y me acompañó al probador, quedándose fuera por supuesto.
Dentro del probador, me quité la ropa y me desnudé del todo, me coloqué el nuevo sujetador, ¡¡¡Dios mío!!!, Si apenas me recogían el pecho y encima casi se me salían los pezones por los bordes de las copas, comprobé que la talla era la 90 y pensé que se habían equivocado al colocar la etiqueta. Lo peor fue cuando me puse las bragas (mejor Mini braguitas), pues eran tan pequeñas que por detrás, apenas me tapaban las nalgas, quedando una buena porción de mi generoso culo sin cubrir, pero eso no era lo peor, por delante, eran tan estrechas que a duras penas cubrían mi intimidad y mis vellos se desbordaban por las ingles, dándome un aspecto de un poco "guarra".
Total que se las entregué a Silvia, diciéndole que me estaban pequeñas, y que me trajera una talla más grande. Al rato, me entregó tres conjuntos más, todos de la talla 90, pero al probármelos obtuve el mismo resultado y se los devolví otra vez. Finalmente, harta de tanto ir y venir, insistió en verme con la ropa interior puesta, para saber cual era el problema.
-¡¡¡Mira!!!, Los pechos se me salen y las mini braguitas estas, no me tapan las ingles, la dije señalando mi intimidad.
Sin cortarse un pelo, Silvia ahuecó una de las copas del sostén y metió la mano para acoplarme el pecho, Yo, di un respingo al sentir el contacto de su mano caliente sobre mi seno, ella insistía en que los sostenes, ahora se fabricaban así, que no tuviera miedo en que mis senos se desbordasen por las copas, porque eso no iba a ocurrir. Mientras hablaba, sus manos no paraban de sobarme los senos, logrando con ello que mis sensibles pezones se pusieran de punta. Luego arrodillada ante mí, me contemplaba descaradamente las braguitas y lo poco que tapaban, me sentía avergonzada, sus manos no paraban de tocarme las nalgas, lo que hizo aumentar más mi turbación. No paraba de hablar, diciendo que me estaban perfectamente; de pronto su mano me acarició la ingle y una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo, de pies a cabeza, intenté separarme un poco, pero el probador era tan pequeño que choqué contra la pared y ella aprovechó para introducir sus manos por los costados de las braguitas, ahuecándolas hacía afuera, decía que de tela tenía lo justo, -Lo único que tienes que hacer, es depilarte "esto"- y sus dedos rozaron mis vellos e incluso mi vulva y un nuevo escalofrío sacudió mi cuerpo, tuve que rogarla que lo dejara..., que las compraría..., es lo primero que se me ocurrió para quitármela de encima, pues sus manos no se estaban quietas ni un momento, una me acariciaba las nalgas mientras que la otra seguía rozando mi intimidad.
Se puso en pie, lentamente, y se pegó a mí como una lapa, estaba segura de que tenia que notar la dureza de mis pezones contra su pecho. Apoyada como estaba, contra la pared, no podía moverme, estaba tan cohibida y asustada que no sabía cómo zafarme de ella. La miré a la cara, sus ojos la brillaban muchísimo, veía acercarse su cara, relamiéndose los labios y me puse colorada, una de sus piernas, se introdujo entre las mías, dejándome inmovilizada y me besó en los labios, mi cuerpo empezó a temblar, al sentir como su boca se apoderaba de mis jugosos labios, mientras se frotaba el muslo contra mi intimidad. No sabía muy bien qué hacer. Una parte de mí, me obligaba a rechazarla, pero otra, me obligaba a rendirme a las oleadas de placer que acudían a mi intimidad, haciendo que el rubor, aflorase a mi cara, mi cuerpo se vio invadido por un incontenible placer, que poco a poco me descontrolaba. Cuando se cansó de devorarme los labios, empezó a introducirme la lengua en el interior de mi boca, de la cual escapó un suspiro, y cuando nuestras lenguas entraron en contacto, sentí como mi sexo se humedecía, a la misma velocidad con que ella me devoraba la boca.
Perdí definitivamente el control de mis actos y me entregué al placer de sus besos y caricias sobre mi cuerpo, que estaba a las puertas del orgasmo, Silvia lo supo y bajó su cara hasta mis pechos, liberándolos del sostén para acto seguido atrapar mis jugosos pezones con sus labios, y empezar a succionarlos con exquisita ternura, a la tercera succión alcancé el clímax y me derrumbé sobre ella.
Me miró, me besó en los labios y salió del probador. Yo, me quedé apoyada contra la pared, me temblaban las piernas y estaba confundida. No entendía muy bien lo que había pasado y mucho menos entendía a Silvia. Tardé un poco en salir, cuando lo hice, Silvia charlaba animadamente con la joven dependienta y me sonrió con dulzura, mientras bromeaba como si nada, acerca de la ropa que me acababa de comprar. De nuevo volvía a ser la Silvia de siempre.
De regreso a casa, caminamos en silencio, mi cabeza bullía, a veces, la miraba de reojo y me ponía colorada, estaba dispuesta a poner fin a su atrevimiento, en cuanto llegáramos a casa.....
Cuando entramos en su casa, dejamos los paquetes de la compra. Silvia cogió una escalera de mano y nos dirigimos a su habitación para ayudarla a bajar la ropa de verano (como la había prometido) y me pidió:
-Julia, súbete tú a la escalera, así te diré la ropa que necesito y te ayudaré a bajarla.
-¿No sería mejor que subieras tú?. Es vuestra ropa... Intenté evitarlo, pues volvía a mirarme con los ojos brillantes y me sentía cohibida..., ¡¡¡Sube Ya!!! -me ordenó tajante.
La obedecí, (no sé por qué), comencé a subir los escalones despacio. Viendo como ella se agachaba para mirar descaradamente por debajo de mi falda, me puse muy nerviosa pero seguí subiendo los peldaños, cuando iba a alcanzar la parte alta del armario, sentí sus manos acariciando mis muslos, muy cerca de mi intimidad, tanto, que a veces sus dedos rozaban tanto mis nalgas como mi sexo.
-¡¡¡Bájate Julia!!! -me ordenó de nuevo, su sonaba fuerte e imperativa- Tímidamente, empecé a descender, mientras sus ávidas manos recorrían mis muslos y mis nalgas. De nuevo empecé a temblar como una chiquilla asustada, nunca en mi vida me había acariciado una mujer, y cuando puse los pies en el suelo, me abrazó apasionadamente y comenzó a mordisquearme los labios. Por debajo de mi falda, sus manos me apretaban las nalgas con tanta fuerza, que me hacía daño al clavarme las uñas. Cometí el error de intentar separarme de ella, introduciendo mis brazos entre nuestros cuerpos; al alzar las manos y empujar, sentí la tibieza de sus senos en mis palmas.
-¡Siiiiiiiii!, Acaríciame los pechos, -gimió frenética-
Mi negativa fue el detonante. Silvia me empujó de golpe y caí sobre la cama. Antes de que pudiera escapar, se lanzó sobre mí, y me cogió por las muñecas, me inmovilizó con sus brazos, (más fuertes que los míos).
-No te resistas Julia, será mejor para ti que te dejes, hace tiempo que te deseo, te prometo que te voy a dar más placer del que nunca tuviste.
Aún así, le rogué que me dejara, pero me tapó la boca con la suya, introduciendo su lengua en mi interior, y su devoradora boca se ocupó de mis labios. Poco a poco me fui calentando tanto, que también empecé a jugar con mi lengua; al poco tiempo, me soltó las manos y comenzó a desabrocharme la blusa y el sostén, liberando mis senos. Sus expertas manos se apoderaron de mis pechos amasándolos con delicadeza, pellizcándome los pezones, hasta que se pusieron tiesos. Mi sexo parecía una fuente, de la que manaban flujos sin parar. Las oleadas de placer eran tan intensas, que al final dejé que me acariciara y besara todo lo que quisiera. Silvia me soltó los brazos, estaba encantada con mi pasividad, su mano descendió hasta mi entrepierna, y se metió por dentro de mis bragas; comenzó a frotarme el sensible clítoris mientras succionaba mis sensibles pezones con tanta ternura que me hizo tener un orgasmo al instante. Luego fue bajando la cabeza lentamente, besándome el vientre; cuando llegó a mi ombligo, se entretuvo jugando con su lengua, luego bajó hasta la ingle, y un escalofrío me recorrió el cuerpo, (de pies a cabeza), me olió el sexo diciendo que le excitaba su aroma y paseó su lengua por encima de mis bragas. Las apartó a un lado y contempló mi intimidad, totalmente cubierta por un espeso bosque de vellos castaño-oscuros.
-Cariño, te voy a depilar el coñito, así no hay quien se lo coma -dijo cariñosamente y salió de la habitación.
¿Qué me estaba pasando?... ¿Por qué accedía y me dejaba seducir por una mujer?... Todas estas preguntas y más, daban vueltas en mi cabeza, pero de momento no era capaz de encontrar las respuestas adecuadas. No sabía si salir corriendo o quedarme allí quita... ¡Dios mio!... ¿Qué hago?.....
Me quedé tumbada en la cama, respirando con dificultad, el corazón me latía con muchísima fuerza, debido a mi excitación, la cabeza me daba vueltas. Silvia regresó con espuma, cuchillas de afeitar, tijeras, una toalla y un pequeño recipiente con agua. Me dejé desnudar por completo, me colocó la toalla debajo de mi trasero y procedió primeramente a recortar los abundantes pelos de mi intimidad con las tijeras, luego la humedeció con el agua, la embadurnó con espuma y empezó a afeitarme las ingles, sólo me dejó un gracioso triangulo de vello por encima de mi sexo; no me extrañó que me pidiera ponerme a gatas, con la cabeza agachada y el culito "en pompa", pensé que todavía quedaba parte de mi intimidad por afeitar; pero para mi sorpresa, lo que me afeitó fue, alrededor de mi estrecho orificio posterior.
Cuando terminó de lavarme, se lanzó directamente sobre mi sexo, pasando una y otra vez su lengua por la hendidura de mi sexo, me atrapó los labios de la vagina y me los mordió... succionó y chupó todo lo que quiso, introduciendo después su lengua en el interior de húmeda gruta, para de nuevo volver a lamer toda la vulva; se paró sobre mi inflamado clítoris y se adueñó de él con sus voraces labios. Introdujo primero dos dedos en mi chorreante vagina y comenzó a deslizarlos por su interior, luego me metió un dedo más y comenzó a follarme dulcemente con sus manos, lo que me provocó otro fantástico orgasmo que me hizo temblar de pies a cabeza y jadeando.
Pero Silvia no estaba dispuesta a darme tregua. Rápidamente se desnudó y se colocó invertida sobre mí, de manera que su sexo quedó sobre mi cara. Mientras ella me devoraba de nuevo la entrepierna, Yo, me entretuve en contemplar su hermoso chocho; los labios de su vagina estaban abiertos de par en par, brillantes por los líquidos que manaban de su interior, pero lo que más me llamó la atención fue, su abultado clítoris. Tímidamente, acerqué mi boca a su vulva y lamí los jugos de su interior; su sabor salado y el penetrante olor a hembra que destilaba, me embriagaron de tal forma que abrí mi boca con la intención de proporcionarla todo el placer del que era capaz; Introduje mi lengua en su húmeda cueva y le atrapé el clítoris con mis labios y empecé a succionarlo. No paré, hasta que los gritos y jadeos de Silvia me confirmaron que ella se estaba corriendo al igual que Yo, después, nos bebimos los flujos mutuamente.
Noté que me separaba las piernas, pasándolas las corvas por debajo de sus sobacos elevándome el culo y acto seguido empezó a pasarme su húmeda lengua, ¡¡¡Alrededor de mi ano!!!, Clavándola después en el interior de mi estrecho y virgen orificio, provocándome una multitud de sensaciones muy placenteras. Totalmente excitada, la dejé que me comiera el culo durante un rato, gozando del momento, y luego lo hice Yo, saboreando por primera vez en mi vida el agrio sabor del culo de una persona.
-¡No por favor! -protesté cuando intentó meterme un dedo-
-¿No me digas que eres virgen?
-Sí, contesté poniéndome colorada
-Eso tiene arreglo, no te preocupes
Silvia se levantó y se dirigió al armario, cogiendo algo de su interior, cuando se dio la vuelta di un respingo, al ver el consolador de goma bastante grande que llevaba en las manos. Se lo ató con unas correas y se acercó a mí de nuevo dispuesta a penetrarme; traté de escapar por el otro lado de la cama. ¡De ninguna manera! estaba dispuesta a que me introdujera ese aparato en mi cuerpo; ya estaba en el borde de la cama, cuando Silvia me atrapó por el pelo y tiró de mí, haciéndome retroceder gritando de dolor.
-¡¡¡Por favor Silvia!!!, ¡Por el culo no!, me vas a hacer mucho daño -me quejé suplicándola-
-No seas tontina, verás como te gusta, tú solo tienes que dejarte follar -dijo situándose entre mis piernas-. Pero no estaba dispuesta a que me penetrara por detrás y me eché a llorar, rogándola que por favor no me lo hiciera. Al final se apiadó de mí, (Al menos eso creía Yo). Me sujetó de nuevo los brazos con una mano, mientras que con la otra sentí como dirigía el consolador hasta alojarlo en la entrada de mi vagina; -Relájate-, me ordenó mientras me introducía la punta; empujó un poco y el consolador se deslizó por el interior de mi lubricada vagina hasta la mitad, llenándome en interior del coño con su grosor. -Ahora disfruta- dijo mientras comenzaba a realizar los movimientos propios de la cópula sexual. Me soltó los brazos sólo cuando comencé a gemir, su boca se pegó a la mía y nos fundimos en un apasionado beso lésbico, mientras sus expertas manos retorcían sin piedad mis sensibles pezones, una y otra vez, me penetraba incansablemente con el consolador, que por fortuna aunque era grande y grueso, no me hacía daño y sí me daba muchísimo placer.
He de reconocer que Silvia me follaba con muchísima dulzura y al final consiguió lo que quería; me entregué a ella y comencé a jadear y mover mis caderas al suave ritmo de su follada, no se detuvo hasta que alcancé dos brutales orgasmos que me dejaron completamente agotada. Pero su perversión no descansó, aprovechó mi relajación, y me pidió que me pusiera a gatas. Obedecí mansamente, pensando en que deseaba darme más placer, pero en lugar de eso, se situó entre mis piernas y cuando quise reaccionar, ya me había introducido el consolador en mi estrecho agujero. Grité con fuerza, más por el susto que por el dolor, pero ella no se apiadó en ningún momento, con su mano, empujaba con fuerza el consolador, logrando que penetrara hasta lo más profundo de mí "hasta entonces virgen ano".
El interior de mi culito me ardía cada vez más y el dolor empezaba a ser insoportable. Lloré de impotencia, quise separarme, pero ella me atrapó de los pelos y tiró con fuerza sobre mí, arrastrándome hacía ella. Se sentó sobre mí y se echó sobre mi espalda mientras movía sus caderas, imprimiendo un ritmo rápido a mi enculada, sus manos se apoderaron de mis hinchados pezones y comenzó a estirarme de ellos, con tanta fuerza que pensé que me los quería arrancar. ¡No paraba de gritar de dolor ni de llorar!. Silvia se limitaba a susurrarme en el oído: "No seas tonta, ahora te duele, pero verás como con el tiempo aprenderás a gozar, no te resistas y ¡ábreme el culo!, para que pueda sodomizarte", pero no podía, el dolor era insufrible, pensaba que me iba a desgarrar por dentro...
Después de un tiempo, que a mí me pareció una infinidad, y en vista que no paraba de quejarme y llorar, Silvia descabalgó de encima de mí y estuvo un buen rato acariciándome y besándome, trataba de calmarme, pero no lo lograba, estaba confundida y el culo me dolía mucho. Me puse toda la ropa menos el sujetador, ya que tenía los pezones tan doloridos, que al rozarme con la fina tela, me estremecía y me molestaba, mientras ella no paraba de pedirme que la comiera el coño. No la hice ningún caso y con gran dificultad me fui a mi casa, las piernas me temblaban y casi no podía sostenerme... Luego de darme una ducha prolongada y cubrirme de crema me fuí a descansar para reponerme para cuando llegara Juan ... aquí no paso nada ...