Silvia, mi perra en celo, mi mujer, mi esclava 01

Al final de ese año maravilloso mi vida tuvo algunas complicaciones, que iban desde un par de nenes que se iban a volver putos, hasta una mujer maravillosa que se me estaba entregando.

Silvia, mi Perra en Celo, mi Mujer, mi Esclava 01

Hola otra vez, soy Tito y sigo con mi historia. Ya saben de la increíble orgía en que participé al lado de Alberto, su hermana, su madre y Laura, y de mi posterior relación de amigos con derecho con la madre de el, Silvia. Ella se aficionaba cada día más a mi semen y a ser revolcada por mi persona como un objeto, daca día la notaba más sumisa y cariñosa conmigo.

Las cosas comenzaron a tomar un rumbo que no me esperaba y que no alcanzaba a comprender del todo bien. Alberto cada día se portaba más amable y atento conmigo, platicábamos de todo tipo de cosas, intercambiábamos información sobre nuestras fincas y métodos de producción y cosas por el estilo. Parecíamos incluso padre e hijo a veces. La cosa iba tan rara que hasta a mi hijo Kike empezó a afectar, pero para bien. Poco a poco el también se fue llevando mejor con Beto.

¿Y a esos 2 qué les pasa? – me preguntó Laura muy extrañada, cierto día en que, durante un almuerzo, Kike terminó en una muy alegre plática con Alberto en el jardín, junto a la parrilla – ¡Es que pasaron de casi no dirigirse la palabra a ser compinches!

Si… eso es raro, no por Kike… aquel le habla a todo el mundo

¡pero Beto no!… algo se trae entre mano el Beto.

¿Y qué será?

No sé Tito, no sé… pero las cosas están raras, por ejemplo, ¿cómo es que Beto le entrega a su mamá para que se la coja sin piedad a cada rato? Y digo "le entrega" porque así es. Para aquella orgía, ¿se acuerda?, mientras el pasaba por encima de su hermana y de mi, usted hacía lo mismo con doña Silvia y el no dejó que ninguna de las 2 se les acercara, parecía que quería que solo usted se la cogiera.

¡Exactamente eso mismo pensé yo! – respondí.

¡Si, y ahora la trae a cada rato! Antes Silvia venía más o menos una vez cada 2 meses… ahora casi siempre que Alberto llega… ¡Y más todavía!… Beto se comporta como si usted fuera su papá y lo deja cogérsela como se le de la gana

También lo había notado… aunque talvez sea nuestra imaginación

No creo, yo lo conozco muy bien desde hace años, el nunca tuvo papá… a mi me da hasta la impresión de que lo empieza a ver a usted como tal.

¿Será Lalita?

No sé, pero yo creo

¿No quieren nada de comer? – nos dijo doña Silvia interrumpiendo nuestra plática, estaba bellísima con un vestido muy ceñido que comprimía sus incomprimibles senos, que parecían querer reventar el escote recto que los contenía.

No gracias Silvia. – dijo Laura.

Yo también estoy bien. – dije yo.

¿No quiere una cerveza? – me preguntó.

No gracias

¿Y una traguito?

Mmmm… no, estoy bien

Alberto trajo un poco de Zacapa Centenario… – es una marca de ron añejo nacional, considerado el mejor del mundo.

Gracias, pero estoy bien… de verdad

Bueno, si se le ofrece algo… lo que sea… solo pídamelo.

Gracias Silvia, muy amable… – la señora se dio la vuelta y se alejó contoneando sus tremendísimas caderas.

"lo que sea…", "solo pídamelo"… – dijo Lalita en tono burlón – ¡Solo le faltó desnudarse y ofrecer sus partes como si fuera un buffet! – yo no dije nada, tenía la verga como un tronco.

Así estaban las cosas, no es que me molestara, pero me parecía sumamente extraño. Lástima que las cosas no fueran así en todos lados, pues uno de mis lolitos preciosos tenía muchos problemas. Justo a la mañana siguiente de esa reunión me hallaba cogiendo con Miguel en su casa. El niño respiraba muy aceleradamente, los 2 nos hallábamos sobre su lecho, el boca arriba sobre mí, masturbándose enérgicamente mientras mi descomunal miembro se encontraba cálidamente alojado en su ano distendido en un exagerado boquete. Los 2 sudábamos copiosamente, habíamos estado cogiendo ya por cerca de una hora y el muchacho iba por su tercer orgasmo.

¡¡¡OOHH!!! ¡¡¡OOHH!!! ¡¡¡OOHH!!!… ¡¡¡¡¡TITOOOOOGGGGHHHH!!!!!

El flaquito eyaculó con fuerza sus últimos chorros antes de derrumbarse sobre mi pecho, su esperma se hallaba en su vientre, yo la tomé y se la esparcí por todo el cuerpo con las manos. Luego las llevé a su rostro en donde el las limpió con su lengua.

Habíamos quedado muy de mañana, pues sus padres se iban juntos al gimnasio y se llevaban a sus hermanitos. El no fue aduciendo que le dolía la cabeza. Luego llegué yo y se la curé, je, je, je. Me lo cogí como un salvaje, le di por todos lados en donde se le podía dar y el feliz, pidiéndome más como una puta desesperada y necesitada.

Empezó llevándome a sui habitación, en donde, tras un erótico baile al son de "La Gasolina" de Daddy Yankee (dicen que es muy buena gente, lástima lo que canta) quedó completamente desnudo. Su cuerpo me encanta, es una mezcla de fuerza y fragilidad muy difícil de encontrar. Delgaducho y sin asomos de pelo, era como el cuerpo de una niña morenita, con los pezones pequeñitos y puntudos, un vientre plano, caderas estrechas y unas nalguitas duras, redondas y paraditas (aunque es algo chato de trasero).

Se arrodilló inmediatamente y empezó a mamármela, se metía mi glande entero hasta donde le entraba, sacándoselo después despacito y volviéndoselo a meter. Miguelito gozaba mamándomela de esa forma, me la chupaba con ansias, intentaba tragársela completa, me encantaba. Pero en todo ese proceso lo noté mal, como ido, triste, con los ojos rojos como si hubiese estado llorando.

Y así continuamos hasta que se colocó en 4 sobre la cama y me lo empecé a coger. Llegamos luego hasta el momento en que me quedó arriba, luego de su orgasmo, en que le di la vuelta sin sacarle la verga y lo dejé mirando de frente a mí. El se apoyó en la cama sobre sus codos, en medio de mis piernas, y subió las suyas sobre mis muslos. Le comencé a dar duro, ya deseaba acabar y sentía que el clímax estaba cerca. Mi nene gemía fuerte, mientras gruesos goterones de sudor resbalaban por su frente. Paraba a ratos para levantarlo con todo y caderas, sacarle la paloma y ver su agujero abierto, dilatado en forma laxa. Ya me había confesado sufrir de incontinencia luego de cada sesión de sexo conmigo, sencillamente cuando te dejan el culo como un tubo de PVC, no podés retener nada adentro, je, je, je.

Tras otra media hora de un inmisericorde, pero placentero para el, mete y saca, anuncié mi orgasmo con un fuerte rugido que salió de lo más profundo de mi ser.

¡¡¡OOOJJJJJ!!! ¡¡¡OOOJJJJJ!!! ¡¡¡OOOJJJJJ!!! ¡¡¡¡¡OOOOOUUUUUUURRRRRRGGGHHHHH!!!!! ¡¡¡¡¡AAAAAAGGGGGGHHHHHMMMMMFFFFFFF!!!!! – regué con fuerza las entrañas del muchacho que pegó un fuerte suspiro al sentir mis clientes jugos inundarlo.

Luego se levantó, cerrándose las nalgas con las manos, y se acostó a mi lado, dándome la espalda. Su cuerpo moreno y delegaducho, imberbe e inmaduro, era un espectáculo. Muy coquetamente levantaba las piernas y me mostraba sin pudor alguno su culito muy abierto, rebosante de leche, que sacaba metiéndose 2 dedos y luego llevaba a su boca. Volví a tener una nueva erección ante esta visión pero pensé que con una vez bastaba. Luego se acostó junto a mi y nos fundimos en un largo y cálido beso antes de que se recostara sobre mi pecho, serenos y relajados los 2. A mí ya se me había metido la espinita de saber qué le pasaba, y le pregunté.

Colocho, ¿estás bien?

Si… estoy bien… no me lastimaste ni nada, ya sabés que así me gusta coger.

No ers de eso que te pregunto, es que te noto triste, ¿tenés algo, te pasó algo?

Miguel negó con la cabeza al mismo tiempo que los ojos se le llenaban de lágrimas. Y pronunciando un "no" apenas audible se le quebró la voz y acabó sollozando sobre mi pecho, me preocupé y le pregunté qué le pasaba.

¡Es que mis papás se van a separar y yo no quiero! – me dijo llorando cada vez con más fuerza.

¿Por qué decís que se van a separar, te lo han dicho?

¡No pero los oí cuando lo decidieron! Dijeron que las cosas ya no podían seguir adelante y un montón de otras cosas… snif, snif

¡Mi nene, cuánto lo siento!

¡Yo no quiero que se separen, son mis papás!

Talvez es lo mejor

¡No, no lo es, porque ahora mamá se la pasa llorando todo el día y papá ni se aparece por la casa, está tan triste que ni se atreve a vernos! ¡Yo no quiero que el se vaya de la casa!

Aquello sí era algo muy grave para un jovencito como el. Luego de crecer en un hogar unido, en donde sus padres parecían llevarse bien siempre, no tener problema alguno, ser un verdadero equipo, de la noche a la mañana descubrieron que lo único que los unía eran sus hijos.

Le hablé, traté de hacerle entender que talvez era lo mejor, que las cosas malas le pasaban a todo el mundo y que el tenía que ser fuerte, que yo estaría siempre a su lado para apoyarlo. Quise consolarlo, infundirle ánimo, darle fuerzas, pero todo fue inútil, el estaba devastado, destruido. Tenía miedo por sus hermanos, pues ellos aun no lo sabían, pero en cuanto se enteraran se iban a derrumbar como el.

¡Qué mierda no poder hacer nada cuando alguien te necesita mucho, no poder hacer que se sienta mejor! Tenía que haber algo que yo pudiera hacer para ayudarlo, pero ¿qué? No podía hablar con sus papás, no podía interferir en su familia… ¡no podía hacer nada! Estaba con las manos atadas y eso me desespera, sentirme inútil es lo peor que me puede pasar.

Aun platiqué un rato más con el, pero igual no lograba consolarlo. Luego el reloj me dijo que ya era hora de irme, así que tomé mis cosas y me vestí en silencio, pensativo y apesadumbrado. Miguel estaba acostado en la cama, ya no lloraba por lo menos, pero no estaba mejor. Le di un beso y me retiré hacia mi departamento, triste y decepcionado de no poder ayudarlo.

Entré a mi casa quitar la cara del suelo y me dirigí a mi habitación, en donde me encontré con una sorpresa. Allí estaba Silvia, completamente desnuda y con un collar de perro, negro de cuero en el cuello. La correa estaba enrollada en una de las patas de mi lecho. Ella se masturbaba, podía ver cuán húmeda tenía la vagina, se metía los dedos dentro y luego los chupaba. Sus senos gigantescos se mecían suavemente al compás de su respiración, parcialmente cubiertos por su larga cabellera rubia, que no me permitía verle los delicados pezones.

¡Silvia, qué sorpresa, no esperaba verla aquí… así!

Pues aquí me tiene… hágame lo que quiera Tito… lo que usted quiera

Pero es que… mire, es que… – no tenía ganas, la verdad, pero ¿cómo rechazar a una mujer desnuda y amarrada en tu cama?, que alguien me diga como se hace.

Tito, se mira cansado, ¿tuvo un mal día? – asentí con la cabeza – ¡Pobrecito! Venga y lo consuelo… venga conmigo

Bueno, la carne es débil y yo necesitaba amor y cariño en ese momento. La tomé de las manos y la puse de pié, la contemplé entera, erguida, era un espectáculo. Sus enormes senos se bamboleaban suavemente al compás de su respiración agitada, sus pezones pequeños y erectos, puntiagudos, parecían hipnotizarme. Abajo, su vientre suave y plano marcaba el camino a esa mata de vellos dorados que custodiaban la entrada a ese soberbio templo. Su piel empezaba a brillar por el sudor que la comenzaba a cubrir.

Se arrodilló dócilmente, con las manos tomadas en su espalda. Adiviné que estaba esperando a que la autorizara, así que lo hice, ya deseaba tener mi pene entre su cálida y húmeda boquita. Estaba nerviosa, parecía primeriza, torpemente me desabrochó el cinturón y el cierre del pantalón, bajándomelo de un fuerte jalón, me quedé solo en calzoncillos. Ella no tardó en meter la mano para comprobar el estado de mi aparato, sentí un escalofrió cuando rozó mi glande con sus dedos. Fuera de si me bajó la última prenda, dejando frente a ella mi ciclópeo pene bien parado. Como una autómata, tomó mi pene por la base y lo empezó a masturbar.

Tito… Tito… soy tuya Tito… te pertenezco… – la oí susurrar y se lo metió entre la boca.

La bella madura rubia empezó a metérsela en la boca, chupándome el glande como si fuera un bombón, para metérselo poco a poco hasta el fondo de la garganta en donde se lo dejaba por un momento. Silvia me la mamaba como una poseída, trataba de metérsela hasta los huevos, sus succiones eran descontroladas, profundas, fortísimas, tenía los ojos en blanco como en un profundo trance.

Yo, a pesar de que venía de coger, no pude evitar calentarme como un motor viejo ante esta glotonería y acabé muy rápido. Sujetándola con fuerza de la cabeza le ensarté mi enrojecido y palpitante mástil hasta la garganta y ahí me vacié iracundamente.

¡¡¡¡AAAAGGGHHHHHHH!!!! – bramé como un toro embravecido, mientras ella apenas lograba hacer ruidos guturales de ahogo, pero igual no trató de separarse.

Silvia no se detuvo y siguió chupándome la verga sin parar, con mi semen derramándose por las comisuras de sus labios, consiguiendo en menos de 5 minutos ponerme duro otra vez. Casi por la fuerza la separé de mi pene, la tiré boca arriba sobre la cama y la abrí de piernas. Pude ver su vulva completamente inundada, brillante, enrojecida, peluda e hinchada. Dócilmente me dejó restregarle la verga de arriba abajo sobre su sexo hasta que se la metí de un golpe. Por supuesto que gritó, y fuerte, una verga como la mía no pasa sin darse a notar.

Inicié un rica cogida en ese momento, ella, rodeándome la cintura con las piernas, empezó a empujarme para que la clavara con mayor fuerza y violencia. La visión de sus grandes chichotas meciéndose de un lugar a otro como 2 gigantescos flanes me excitaba más todavía, y me incitaba a penetrarla con más potencia cada vez, quería ver a esa hembra cubierta en sudor, ver como mis embates estremecían todas sus carnes, oírla suplicar por piedad al mismo tiempo que me pide más.

Todo su cuerpo se estremecía ante cada nuevo embate mío, sus enormes tetas se sacudían con violencia, su rostro de ángel se veía tensado, pero feliz y caliente. Su larga cabellera rubia ceniza caía sobre su cara, empapada en sudor. Sus ojos muy abiertos estaban perdidos en la nada, me miraban, pero estaban en otro mundo, un mundo de placer.

¡¡¡¡SILVIA, SILVIA, PUTA!!!!… ¡¡¡¡PUUUUUTTTTTAAAAAAHHHH!!!! – grité justo antes de acabar dentro de ella.

¡¡¡¡¡MI AMOR, MI AMOR!!!!! ¡¡¡¡¡SOY TUYAAAAAAAAA TITOOOOO!!!!!… ¡¡¡¡¡SOY TODA TUYAAAAAAAAA!!!!! – gritaba ella.

¡¡¡¡¡¡AAAAAAAARRRRRRRRGGGGGGGHHHHHHHH!!!!!! – acabé tirado sobre ella.

Mi semen escurría desde su vagina rebalsada y caía entre sus piernas, cu piel mojada se pegaba a la mía como calcomanía. Yo solo que quedé allí encima de ella, quería sentir su tibio cuerpo bajo el mío, suave, muy blando. Su respiración agitada y profunda era como un cálido masaje, sus enormes mamas se estrujaban bajo mi pecho, toda mi habitación olía a mujer embramada.

Nos quedamos así hasta que el hambre me hizo proponerle salir a almorzar, luego, ella se quedó conmigo todo el día, pasando la noche a mi lado. Y al otro día, lo mismo, así hasta que Lalita me dijo la verdad de aquello.

Continuará

Tito (Garganta de Cuero).

Pueden mandarme sus opiniones y comentarios a mi correo electrónico, besos y abrazos.