Silvia la sádica (06)
Silvia vuelve a su casa después de un día de compras
Una vez elegida su primera esclava Silvia, cogió un segundo juego de pinzas del cofre y lo miró detenidamente con admiración. En el segundo caso, el orfebre había esculpido cuatro lobos muy realistas de afiladas fauces. Con su habitual sadismo Silvia se permitió una cruel broma mientras paseaba con ellos por delante de las esclavas en busca de la segunda candidata.
Si una loba amamantó a Roma es lícito que una romana amamante a estos lobos, ¿a cuál de vosotras escogeré? dijo canturreando ¿hay alguna romana entre vosotras?, evidentemente ninguna contestó, y tras un rato de jugar psicológicamente con aquellas pobres esclavas se fue otra vez hacia el fenicio.
No termino de decidirme, dime Ahiram, antes he oído a uno de tus hombres que tienes entre estas esclavas a una joven romana ¿es cierto?
El mercader le miró sin responder, se quedó pensativo un momento y repentinamente cayó en la cuenta.
- Oh sí, claro, la hija de Lentulo, antes de ser esclava era la hija de una familia rica.
Silvia abrió los ojos sorprendida
¿Te refieres al traidor Léntulo Batiato?, intervino de pronto Quinto
Sí, claro, el mismo ¿cómo no me había dado cuenta antes?.
¿Quién es ése Quinto?
Oh fue un caso muy conocido, hace un par de meses, Léntulo Batiato fue acusado de conspiración contra el César y ejecutado, era muy rico así que sus bienes fueron confiscados y sus familiares vendidos como esclavos. Los verdugos que interrogaron a Léntulo en el pretorio me contaron que tenía una hija muy bella y que para hacerle confesar amenazaron con torturarla a ella en su presencia, y para que se diera cuenta de que no bromeaban la obligaron a hacerle una felación a su propio padre, no la dejaron en paz hasta que se corrió en su cara, ¿os imagináis?.
Los demás rieron.
O sea que además de traidora es un zorra, dijo Silvia, me interesa vamos a verla.
Ven por aquí, dómina es ésta.
Silvia dio otro tirón de la cadena obligando a Irina a seguirla, entonces Ahiram la llevó hasta una bellísima morena de ojos negros y ligeramente rasgados que se afanaba para mantener el equilibrio sobre las puntas de sus dedos. La chica temblaba incapaz de mantener la postura durante mucho tiempo más, además su piel brillaba de transpiración por el miedo. A pesar de mantener su cuerpo estirado y en tensión, mantenía la cabeza y la mirada baja pues estaba muerta de vergúenza de exponer su cuerpo desnudo a aquellos hombres. Al ver que se acercaban y hablaban de ella la joven temió lo peor.
¿Cómo te llamas?, le dijo Silvia admirando sus tetas tiesas de joven virgen.
Claudia, mi señora, dijo ella rezando para sí y con el corazón encogido.
¿Y cuantos años tienes?
Diecinueve.
- Tienes un trasero de niña ¿Eres virgen?
Sí
De modo que hasta hace unos meses eras rica.
Claudia afirmó con la cabeza al tiempo que dos gruesas lágrimas se deslizaban por sus ojos. La chica era delgada y de buena estatura y tenía un precioso pelo rizado e intensamente oscuro que sólo le llegaba hasta la altura de los hombros.
- Entonces ni siquiera imaginabas que terminarías siendo una esclava ¿verdad?
Nuevamente Claudia negó con la cabeza llorando más aún.
- Ni que morirías en la cruz..... Silvia Ulpia dijo estas crueles palabras con un indescriptible rictus de sadismo. Escoger para ese horrible destino a la que había sido una rica joven romana como ella tenía un especial morbo para la patricia.
Claudia la miró alarmada musitando que por favor no la escogiera para eso, pero la sádica mujer no le hizo caso.
Ésta también mercader, te la compro.
No por favor, mi señora, no quiero morir en la cruz,..por favor.
Claudia se arrodilló desesperada agarrándose a las piernas de Silvia. Ésta sonrió complacida y dejó que la joven le suplicara y se humillara un rato, entonces le hizo subir la barbilla y mirarle a la cara pues en ese momento se le ocurrió un siniestro juego.
-Está bien, querida, tienes razón, igual me he precipitado,... quizá no te compre, le dijo con falsa compasión.
Claudia la miró esperanzada.
-Pero antes dime, ¿le has chupado alguna vez el miembro a algún hombre?
La pregunta humilló a Claudia que dijo resueltamente que no.
-No mientas, ¿acaso no se la chupaste una vez a tu propio padre?
Claudia bajó la cabeza y tuvo que reconocer que sí.
-Los verdugos me obligaron dómina
-¡Menuda cerda! ¡Te obligaron! Seguro que llevabas años deseándolo, qué excelente excusa para comerle la polla a tu padre.
Claudia ardía en deseos de arañar la cara a esa zorra insensible, pero quería salvar la vida y aguantó como pudo el chaparrón.
Entonces Silvia buscó con la mirada a otra esclava.
-Eh, tú ven aquí y arrodillate.
La joven obedeció un tanto inquieta de que se hubiera fijado en ella
Acto seguido Silvia escogió también a dos guardias y les dijo que se pusieran delante de las esclavas y se sacaran la polla delante de su cara.
-Ahora vamos a jugar un poco, dijo la sádica patricia muy divertida. Las dos se la vais a chupar a estos dos soldados, la que consiga antes exprimir y tragarse toda su leche se librará de la crucifixión.
Claudia y la otra se miraron entre sí sin creerse lo que oían y luego miraron desesperadas al fenicio que aunque estaba muy serio no contradijo en ningún momento a la patricia, al fin y al cabo le iba a pagar 500 monedas.
-Muy bien, sólo podéis usar vuestra boca así que poned las manos en la nuca y cuando cuente hasta tres empezáis....¿Preparadas?, uno, dos y.... pero, pero.... un momento,.... esperad. La perversa mente de Silvia no tenía límite, en el fondo quería comprar a Claudia así que decidió ponérselo un poco más difícil y miró hacia todos los lados en busca de algo.
-Dime fenicio, ahí fuera de tu establecimiento he visto un mendigo viejo, ¿sabes quién es? ¿qué edad tiene?
-Imagino que os referís a Matías, mi ama, no lo sé, pero seguro que más de sesenta. Se coloca ahí pues los clientes siempre dejan caer alguna moneda. Es inofensivo, mi señora.
-Mándalo llamar fenicio, hoy es su día de suerte.
Efectivamente el viejo mendigo entró en unos momentos y señalando a Claudia Silvia le preguntó divertida si quería que esa bella joven le hiciera una mamada a lo que el mendigo dijo que sí tras un momento de duda.
Consiguientemente, el viejo sustituyó al guardia y colocándose delante de la cara de Claudia se sacó su pene.
Todos rieron entonces al ver ese pequeño apéndice raquítico y arrugado. Claudia miró angustiada a Silvia pues el otro soldado lucía un hermoso cipote que llevaba tieso y brillante desde hacía un rato y en su punta ya se adivinaba la gota del deseo.
Sin más preámbulos Silvia contó hasta tres aguantándose la risa y las dos esclavas empezaron la desigual carrera.
La otra esclava empezó la mamada con vigor metiéndose la polla del soldado hasta dentro, pero Claudia tuvo incluso que hacer esfuerzos para que el fláccido pene del viejo no se le deslizara entre los labios y se le saliera de la boca. A pesar de eso, la joven patricia hizo todo lo que pudo e incluso consiguió que al viejo le creciera un poco la polla dentro de la boca mientras el hombre suspiraba de placer.
Silvia no perdió la oportunidad de humillarla.
- ¿Noble romana?, más parece una puta del Aventino, miradla cómo lame, seguro que te estás acordando de la polla de tu padre, ¿eh zorra?
Aunque las lágrimas se deslizaron por su bello rostro, Claudia ni siquiera dejó de mamar al oir esas humillantes palabras, tenía que librarse de la cruz como fuera y chupaba con todas sus fuerzas, a la desesperada.
-Yo apuesto por la otra, dijo Aurelio
- Pues yo apuesto por “Claudia la zorra”, respondió Silvia.......una moneda de cobre, mirad cómo la chupa, como si le fuera en ello la vida.
Todos rieron por la ocurrencia de la señora y siguieron burlándose de Claudia pues a pesar de sus denodados esfuerzos ni siquiera consiguió que el viejo terminara de empalmarse
Entre tanto, la otra se empleó a fondo pues también quería librarse del suplicio, y chupó y lamió con todas sus fuerzas sin dejar en paz ese pene joven y vigoroso ni por un momento. De hecho, en unos minutos su soldado ya suspiraba de placer sintiendo que le venía. Justo antes de que le llegara el orgasmo, la mujer dejó de mamar y abrió bien la boca para que todos vieran cómo el guardia se corría en su lengua. Este lo hizo finalmente entre suspiros de placer lanzando una abundante y pastosa lefada dentro de la boca de la esclava que se la tragó sin dudar y después se volvió a meter el pene para limpiarlo sin derramar ni una gota.
Entre risas, Silvia felicitó a la esclava por su habilidad, asegurándole que se había librado de una muerte horrible y le dio permiso para volver a la fila con las demás.
Por contra volvió a mirar cruelmente a Claudia y apretando los dientes con sadismo ordenó que entregaran al fenicio su precio y le atasen los brazos a la espalda recomendando que le apretaran bien los nudos. Los guardias la atraparon y como hicieron con Irina empezaron a atarle con una soga muy áspera, evitando sus pataleos y lloros.
-Puta, cerda, no mereces ser tratada como una noble romana, te has vendido y degradado por salvar la vida. Primero tu padre y ahora este viejo mendigo , mereces mil veces morir en la cruz.
Claudia sacó entonces valor de su humillación.
-Ojalá ardas en el infierno, zorra sádica, dijo entre gritos y lloros.
- Toma Aurelio, respondió Silvia dándole las pinzas con toda tranquilidad y sin alterarse lo más mínimo, haz que esta loba amamante a sus lobeznos.
Mientras le ataban y le colocaban esas odiosas pinzas en las puntas de los pechos, Silvia no dejaba de mirarla intentado imaginársela poco tiempo antes cuando esa joven pensaba que su vida iba a ser fácil y bella, ¡cómo cambian las cosas!
- Bueno preciosa, le dijo, no sé cuándo serás crucificada, pero puedo asegurarte que hoy mismo dejarás de ser virgen en muchos sentidos. Primero te follaré yo, después Aurelio y luego todos sus hombres. Hoy mismo tendrás pollas para hartarte y no precisamente de viejos,... de todos modos esa será la parte buena.....
Claudia la miró con lágrimas en los ojos pero pronto lanzó un aullido cuando el primer lobo le mordió uno de sus sensibles pezones.
Sonriendo satisfecha, Silvia volvió a dar un brusco tirón de la cadena para que su perrita germana le siguiera y se fue hasta Quinto.
Escoge tú a las otras centurión, le dijo, yo ya estoy satisfecha con estas dos cerdas.
¿Pueden ser dos judías?
Por supuesto, escoge las que quieras.
En realidad Quinto ya había hecho su elección, pero antes quiso asegurarse.
Dime fenicio, dijo Quinto babeando ante dos preciosas adolescentes desnudas que se mantenían muy juntas la una a la otra. Estas dos se parecen mucho entre sí, ¿acaso son hermanas?.
Sí centurión, tan sagaz como siempre, son dos hermanitas judías.
Las dos chicas temblaban de miedo al ver que el centurión se fijaba en ellas con la polla tiesa bajo sus calzones, eran dos jovencitas delgadas, bajitas y morenas pero las dos de grandes ojos y muy guapas y evidentemente se parecían muchísimo entre sí. Eso le dio a Quinto un gran morbo.
¿Qué te parece dómina? Dos hermanas y parecen casi de la misma edad.
Me encanta Quinto sólo que hay un pequeño problema.
¿Cuál?
Que siendo hermanas habrá que crucificarlas a las dos a la vez, el mismo día. Yo quería que me duraran más, no obstante si es tu deseo las compraré.
Las chicas judías se pusieron a llorar, pero no alteraron ni un ápice su postura de sumisión.
¿Cómo te llamas preciosa?, le dijo Quinto a la que parecía la pequeña pellizcando sus tiernos pezones.
Miriam, señor, contestó entre sollozos
¿Y tu hermana mayor?
Séfora.
Las dos sois muy bonitas, ¿no os lo habían dicho, nunca?, esto lo dijo Quinto mientras sacaba otros dos juegos de pinzas del cofre.
Las dos muchachas se miraron angustiadas al ver las pinzas esta vez con forma de leones y cocodrilos y dientes muy puntiagudos, pero nuevamente mantuvieron la postura hasta que los guardias les empezaron a atar los brazos a la espalda y las sujetaron para que Quinto les torturara con las afiladas pinzas como habían hecho con sus compañeras. En este caso, el sádico centurión quiso que las dos hermanitas permanecieran juntas en todo momento, así que tras lamer y mordisquear un rato su pequeños pezones les puso las pinzas de forma diferente a las otras, los cuatro leones mordieron los pechos de las dos y los cocodrilos su clítoris y labia. Además, en este caso hizo que ataran el tobillo derecho de Séfora al izquierdo de Miriam con unos grilletes.
Cuando el resto de las esclavas oyeron los alaridos de las dos chicas judías y vieron que ya habían sido escogidas las cuatro desgraciadas que Silvia había prometido comprar, se sintieron automáticamente aliviadas y muchas desearon ardientemente ser vendidas a cualquiera de esos viejos de ahí fuera antes de que volviera esa sádica mujer.
Entre tanto y mientras Quinto arreglaba cuentas con el fenicio con una pesada bolsa de monedas, los guardias terminaron de preparar a las cuatro elegidas para llevarlas a la mansión de Silvia donde les aguardaban largas horas de violaciones y torturas. Esta distaba casi dos kilómetros del mercado de esclavos por lo que a las cuatro jóvenes les esperaba además una dolorosa caminata con los tobillos atados entre sí y esas cuatro pinzas tirando constantemente de sus pezones, sexo y lengua. Las cuatro tendrían que caminar desnudas y maniatadas a través de las calles de la ciudad a la vista de todos.
Para que su humillación fuera completa los soldados escribieron sobre su piel con el carboncillo de un tizón una serie de expresiones obscenas y denigrantes. Así a Claudia le escribieron sobre el vientre “lupa ad crucem”, o sea, algo así como “zorra condenada a la cruz”. La gente la vería así por la calle y no sería raro que alguna persona la reconociera.
Quinto ordenó a un guardia que cogiera por delante a las dos hermanitas judías mientras él se situaba a su espalda para azotarlas en el trasero y los muslos con un látigo de cuero. Por su parte, Silvia hizo que las cadenas de Claudia y de Irina fueran atadas a su palanquín y que Aurelio se encargara de azotarlas durante toda la marcha. Los guardias tendrían que abrir paso a la extraña y morbosa comitiva por las atestadas calles de la ciudad a base de empujones.
Mientras veía alejarse al grupo, el mercader Ahiram cabeceó lamentándose del suceso. Ese tipo de cosas no eran buenas para el negocio. Puede que él sólo fuera un vendedor de esclavas pero no era un matarife y le molestó que la patricia declarara en público las bestialidades que pensaba hacer a esas desgraciadas. “Las diversiones privadas de cada uno son eso, privadas, y no hay por qué divulgarlas”. Este tipo de reflexiones se las hizo también a los clientes ricos e influyentes que habían visto cómo la subasta se había interrumpido por culpa de esa joven caprichosa. Como decimos, algunos de ellos eran senadores o poco menos, de modo que en unas horas el acontecimiento llegó a oídos del propio Emperador.
Entre tanto, la comitiva de Silvia continuaba por las calles de Roma lentamente al ritmo del látigo. Silvia estaba encantada con su compra y no podía dejar de mirar atrás, hacia sus nuevos juguetes, Irina y Claudia que atadas a su palanquín por las cadenas, caminaban torpemente y apenas eran capaces de seguir el paso con ridículos pasitos. La dos lloraban y se quejaban de los constantes tirones de las pinzas con la cara desencajada. A pesar de que se afanaban en mantener el paso de las fauces de las pinzas ya les salían pequeños regueros de sangre en pechos, lengua y entrepierna. Además Aurelio no paraba ni por un momento de darles de latigazos por detrás.
Silvia disfrutaba del espectáculo de una forma inenarrable y de cuando en cuando sonreía con crueldad a las dos muchachas. Al fin y al cabo, sus otras esclavas, File y las demás, siempre lo habían sido, no conocían otra cosa, pero tanto Claudia como Irina habían conocido la riqueza, consideración y amor de sus familias por lo que verse degradadas a esa condición era doblemente perverso.
Pensando en esto la patricia se puso a describir a Quinto con todo lujo de detalles cómo sería su suplicio en la cruz. Con la primera utilizarían una crux humilis, es decir una cruz baja de la misma altura de una persona. Eso permitiría a los verdugos un acceso total al cuerpo de la esclava para follarla o torturarla a placer. Por supuesto sería empalada por el ano y le clavarían los pies a los lados del estipe por el empeine de modo que le quedaran las dos piernas flexionadas y abiertas. Su sexo quedaría así completamente abierto y disponible para hacer con él lo que quisieran.
Mientras describía tan horrendo suplicio con frialdad Silvia miraba de cuando en cuando las reacciones de las esclavas que para su desgracia estaban oyéndolo todo.
- Una vez esté crucificada una de estas dos, esperaremos dos o tres horas y entonces los verdugos azotarán a la condenada y le aplicaran hierros candentes por todo el cuerpo, pero muy despacio, no quiero que muera demasiado pronto....... Dime Quinto, ¿con cuál empezamos, con la rubia o con la morena?........ Que conste que la primera tendrá más suerte pues a la otra la obligaremos a verlo todo y semanas después le tocará a ella misma.
Estaba en éstas cuando de repente Silvia oyó algo entre el gentío que le llamó la atención.
- Es la joven Claudia, la hija del amo ¿es que no la reconoces?
Con una orden tajante Silvia hizo parar a la comitiva, al parecer alguien en la calle había reconocido a Claudia. Se trataba de dos obreros que estaban trabajando en un andamio y como el resto de la gente, se quedaron mirando a la grotesca procesión.
- Venid, acercaos un momento buen hombre, dijo Silvia mirando de reojo a Claudia y notando su turbación.
Los dos hombres se acercaron descubriéndose en señal de respeto, eran dos rudos cincuentones.
- Salve Dómina no queríamos molestar con nuestro comentario.
-¿La conocéis?, dijo Silvia observando cómo miraban esos dos a Claudia.
¡Y tanto, mi señora!, yo me llamo Cayo y éste Antonino, los dos fuimos criados de su padre hasta que....bueno, ya sabéis lo que pasó. Conozco a mi señora Claudia desde que era una niña. El tipo puso una mano como a un metro de altura del suelo.
Ya no es tu señora, ahora sólo es una esclava. Y pronto morirá en la cruz.
¿De verdad?
La reacción del hombre fue muy significativa para Silvia pues en lugar de apenarse por la tremenda suerte de su antigua señora parece que incluso se alegró. El tipo miraba a la joven Claudia muerto de lujuria y se le notaba una erección considerable bajo sus calzones.
A Silvia no le costó mucho hacerse cargo de la situación. En ese momento le vino a la memoria que allá en Antioquía cuando cumplió los trece años y le empezaron a crecer las tetitas, uno de los criados viejos de su padre la empezó a mirar de otra manera, como comiéndosela con los ojos y empezó a decirle “cosas” que le hacían sonrojarse. Los años siguientes su cuerpo se siguió desarrollando y siguieron la rijosas “atenciones” de ese sujeto asqueroso. Silvia llegó a pensar que lo peor de él era que en el fondo le ponía cachonda cómo le miraba y las guarradas que le decía a pesar de que le daba un enorme asco.
En ese momento volvió a mirar a esos dos puercos babeando y a Claudia totalmente desnuda y maniatada en su presencia y sonrió para sí con sadismo.
- Decidme ¿os gustaría tocarla?
Claudia miró alarmada a Silvia e intentó decir algo pero la pinza de la lengua se lo impedía.
Señora, nosotros..
Oh vamos, no os andéis con cumplidos y tocadla todo lo que queráis ella es mi esclava y yo os doy permiso.
Los dos hombres sonrieron con lujuria y cuando esos cerdos se pusieron a sobar a la joven Claudia ésta se rebeló y se puso a gritar histérica. Efectivamente y como Silvia supuso, la peor pesadilla de Claudia desde hacía años era ser violada por esos dos tipejos asquerosos que siempre la miraban de esa manera tan lasciva cuando se la cruzaban por la casa de su padre.
Silvia sonrió al ver la desesperada reacción de la joven.
-¿Por qué lloras chiquilla? Sólo son dos viejos conocidos tuyos y es normal que se hayan encariñado contigo desde niña.
Claudia la miró otra vez con odio y furia mientras intentaba evitar en vano que esos puercos le tocaran el culo..
¿Sabéis que aún es virgen? Decidme, ¿qué os gustaría hacerle si estuviera en vuestro poder así desnuda e indefensa?.
Mi señora, a mí me gustaría desvirgarla.
Yo sueño desde hace años con su culito, le dijo el otro sobándole los magros cachetes del culo.
Silvia se rió con sonoras carcajadas.
- De modo que su culo, ¿verdad?, ¡cómo sois los hombres! os pasáis la vida soñando con nuestros culos ¿por que no le metes un dedo por el agujerito para comprobar si aún es virgen por ahí?.
Claudia miró aún más angustiada a su nueva ama.
-Sí, mi señora, de mil amores, dijo Cayo y tras chuparse el dedo índice se lo empezó a meter por el agujero del culo sin ningún recato.
Claudia volvió a agitarse y patalear en vano ante esa asquerosa intrusión mientras los transeuntes miraban alucinados la lúbrica escena.
Señora, no hay duda de que es virgen, me atrapa el dedo con mucha fuerza, ja, ja, ja.
O sea que sí que eres virgen, quién lo hubiera dicho. Os propongo una cosa, acompañadnos a mi casa y allí podréis hacerle todo lo que queráis a vuestra antigua señora, darle por el culo, obligarla a que os la chupe, en fin, lo que queráis.
Y diciendo esto, deshizo el nudo de la cadenilla de Claudia y se la entregó a Cayo y Antonino para terror de la muchacha.
- Llevadla vosotros mismos y dadle por el camino unos latigazos, así se sentirá como en su casa. Silvia dijo esto entre carcajadas sin dejar de mirar a Claudia. El tipo que le había introducido el dedo por el culo se lo limpió en la lengua de Claudia y dándole un fuerte cachete en el trasero le ordenó que empezara a caminar.
La comitiva siguió así un par de horas. A punto del agotamiento físico y mental las cuatro esclavas fueron conducidas a la mansión de Silvia entre latigazos, salivazos y otras humillaciones. Pero allí todo sería mucho peor pues les esperaba otro anticipo del infierno en la tierra. Según llegaron a su mansión la sádica patricia hizo que Claudia e Irina, fueran conducidas directamente a la bodega de su mansión mientras ella misma se cambiaba de ropa. Antes les dijo a Cayo y Antonino que tendrían que esperar a que ella disfrutara de Claudia pero después sería toda suya. Por su parte, el centurión Quinto se llevó a Miriam y Séfora a otra habitación apartada con intención de pasar unas dulces horas con las hermanas judías. Igualmente después de pasar por sus manos prometió a los guardias que se las entregaría a ellos.
De todos modos, el destino de las otras dos fue mucho peor y cuando Aurelio abrió la puerta de la bodega y la antorcha iluminó la estancia las nuevas “cerdas” de Silvia se quedaron aterrorizadas. Al ver lo que habían preparado para ellas, las dos jóvenes intentaron recular hacia atrás pidiendo por favor que no les obligaran a entrar allí, pero Aurelio les arrastró hacia su infierno particular como un sádico diablo.
Silvia se cambió muy impaciente ayudada por Scila y File. Las dos esclavas habían visto la manera en que arrastraban a las cuatro nuevas y sólo pidieron que esta vez no les tocara participar a ellas de las sádicas diversiones de su ama. Sin embargo tampoco se libraron del todo, pues Silvia ordenó a Aurelio que inspeccionara cómo habían evolucionado las marcas de las esclavas. Después de lo que habían visto en el mercado de esclavos, los guardias estaban especialmente salidos así podemos imaginarnos cómo fueron “inspeccionadas” Scila y Filé por Aurelio y sus hombres.
Lo que Irina y Claudia vieron en la bodega les puso los pelos de punta. Allí estaba Varinia totalmente desnuda colgada del techo de brazos y piernas. Sus muñecas y tobillos estaban atados entre sí tras su espalda y a su vez colgaban de otra gruesa soga suspendida del techo. La joven africana oscilaba así con el cuerpo dolorosamente curvado hacia atrás y exponiendo indefenso su vientre y sus pechos. A un metro por delante de ella habían colocado un brasero y sobre él una plancha de hierro en la que se disponían doce largas agujas de unos cinco centímetros colocadas radialmente con las cabezas hacia afuera. El calor del brasero era tan grande que las agujas tenían en ese momento un color rojizo.
Claudia miró horrorizada a la africana pues de la punta de sus pezones asomaban las cabezas de sendas agujas que habían sido clavadas ya. Sobre el piso aún se podía ver un charco de orina. La joven Varinia aún seguía sin conocimiento.
Antes de ir al mercado de esclavas Silvia había ordenado a Scila y Filé que torturaran de ese modo a Varinia más que nada para que sirviera de bienvenida a las nuevas. Por mucho que les repugnara hacerlo, las esclavas ya sabían lo que significaba desobedecer, así que Varinia fue martirizada por sus propias compañeras de infortunio y cuando la segunda aguja al rojo penetró por el interior de su pecho, perdió el conocimiento.
Aurelio se sorprendió de lo cruel que podía llegar a ser esa mujer y tras intentar explicar a las esclavas lo que les esperaba ordenó seguidamente que colgaran a Irina del techo cabeza abajo y que acostaran a Claudia en un banco atándole los brazos y tobillos a las patas y procurando que quedara con las piernas bien abiertas.
Una vez hecho esto depositó unas tenazas y unos látigos en una mesa, descolgó a Valeria y tras reanimarla se la llevó de allí para “inspeccionar” también las marcas de su trasero.
La puerta se cerró y las dos nuevas esclavas se quedaron allí maniatadas y solas durante un buen rato sin saber lo que les iba a pasar.
Tras una espera interminable, apareció otra vez Silvia cubierta sólo por un ligero vestido traslúcido y llevando en la mano un gran falo de madera forrado de cuero y erizado de tachuelas.
Tras saludar a sus cerdas, Silvia cerró la puerta por dentro con una tranca y se desnudó completamente mientras prometía a sus nuevas esclavas que iban a pasar una larga e inolvidable noche juntas.
-Bueno queridas, les dijo, he decidido perdonar por ahora a las chicas judías así que una de vosotras dos será la elegida para morir en la cruz dentro de siete días aquí mismo, en mi jardín. Escogeré a la que menos me complazca, ¿lo habéis entendido?
Las dos jóvenes afirmaron muy nerviosas emitiendo sonidos incomprensibles pues aún tenían pinzada la lengua. Sonriendo satisfecha, Silvia le quitó la pinza de la lengua a Claudia haciendo que ésta lanzara un horrendo grito. Entonces se puso a horcajadas sobre su cara y torciendo lentamente las piernas posó su coño inundado de flujos vaginales sobre la boca de la joven.
- Y ahora haz que me corra, puta.
Entre tanto, Quinto también se encontraba en otra habitación de la casa con Miriam y Séfora y cerró por dentro para que nadie les interrumpiera.
- Dime Séfora, dijo quitándose toda la ropa delante de las dos ¿quieres mucho a tu hermanita pequeña?.
La joven dijo que sí con lágrimas en los ojos. A Quinto se le puso tiesa de verdad al estar a solas en aquella habitación con las dos hermanas desnudas y atadas.
¿Y tú, pequeña, quieres a Séfora?.
Sí.
Muy bien pues me lo vais a demostrar ahora mismo, daos un beso.
Las dos jóvenes se miraron sin saber muy bien a qué venía aquello y tras dudar un rato, se besaron en la mejilla.
No, no me habéis entendido pequeñas, os tenéis que besar en la boca.
Pero eso es pecado
Quinto se rio, conocía muy bien los prejuicios de los judíos sobre el incesto, pero eso a él no le importaba, según su sádico punto de vista sólo se trataba de domar y enseñar a unas esclavas desobedientes, por eso sin decir nada más cogió la cadena que unía los pechos de las dos y tirando bien de ella las arrastró y consiguió colgarlas de un gancho. Las dos hermanas gritaron como posesas y tuvieron que ponerse de puntas una enfrente de la otra colgando literalmente de sus tetas. La presión de los pinzas en sus pequeños pechos era tan intensa que se fueron deslizando hilos de sangre de las heridas de las dos.
AAAAHHHH, por favor,,,,,bajadnos de aquí, qué dolor.
Si queréis que os baje os tenéis que dar antes un beso en la boca, un largo y suave beso.
Nooo, nooo,por favoooor.
Las dos jóvenes lloraban desesperadas, pero el dolor era tan horrible que finalmente Miriam le dio un beso rápido a su hermana en los labios mirándole seguidamente a Quinto.
- ¿Así?
Por toda respuesta éste le dio un latigazo en el trasero.
AaaAAAA
Vamos quiero un beso largo y con lengua hermanitas, y le lanzó otro latigazo a Séfora.
AAAAYYY
Y como vio que no reaccionaban se lió a latigazos dejándoles el trasero bien marcado a las dos.
-UAAAA, AAAAAYYY
- Vamos, os he dicho que os deis un beso.
Las dos jóvenes hermanas tuvieron que besarse con toda la boca y Quinto les obligó a seguir besándose y restregando la lengua una contra la otra sin dejar de azotarlas ni por un momento.
Finalmente cuando pensó que el castigo había sido suficiente pasó a la segunda fase de la doma. Se fue hasta ellas y por fin les soltó las pinzas que mordían sus pezones. Las dos gritaron como posesas cayendo al suelo desesperadas. Ahora la sangre manaba un poco más generosa de los pezones de las dos.
- Os duele ¿verdad?, bien Séfora, ahora le vas a lamer las tetas a tu hermanita para curarle las heridas, así como hacen los perritos.
Séfora hizo ademán de chupar a su hermana con la punta de la lengua pero nuevamente rehusó sollozando desesperada.
No, no puedo, es pecado, no puedo.
Sí, sí que puedes, Quinto le cogió la cabeza a Séfora y le obligó a volver a chuparle las tetas a su hermana y no le dejó hasta que no se le pusieron duras y Miriam lanzó un suspiro de placer. Poco a poco, Quinto consiguió domar a las hermanitas que fueron superando sus prejuicios y un rato después era Miriam la que besaba y chupaba los pezones a su hermana sin que nadie le obligara.
Entonces Quinto siguió “educándolas” y exigió que le besaran alternativamente a él y entre ellas y como tenía la polla a rebosar les obligó después a compartirla entre las dos.
El sádico centurión se tumbó en el suelo e hizo que le chuparan la polla las dos a la vez. Para ese momento, las jóvenes judías estaban empezando a perder su inocencia virginal de modo que después de un rato de hacer ascos con la polla del centurión no tardaron tanto en decidirse.
-Te haremos lo que quieras, dijo Séfora, jadeando, pero sólo si nos quitas esto de aquí, dijo señalando las pinzas que tenían las dos en la entrepierna, si no, no podremos hacerlo.
Quinto sonrió y les dijo que se las quitaran ellas mismas.
Dado que tenían las manos atadas a la espalda no les fue nada fácil quitarse la una a la otra las pinzas del clítoris y los labia y las dos se hicieron daño de verdad lanzando gritos de dolor. Hecho esto ocurrió algo increíble. Quinto les dio permiso para aliviarse la una a la otra las heridas con sus propias lenguas y de hecho esta vez las dos lo hicieron sin siquiera protestar ni oponerse.
Miriam se sentó en el suelo y abrió sus piernas mientras Séfora reptaba entre éstas y le lamía amorosamente su coño. La joven judía respondió con ayes y quejidos al contacto con su sexo herido, pero al de un buen rato de lamidas su gesto cambió y empezó a sentir placer.
- Sí, sí sigue así.....Séfora...sí, qué gusto.
Al de un rato volvieron a cambiar los papeles y fue Séfora la que disfrutó. Quinto no tuvo más remedio que masturbarse viendo la tierna escena de las dos hermanitas haciendo el amor. Entre tanto, a sólo unas decenas de metros de allí se practicaba otro cunnilingus pero éste no era tan voluntario.
Chask, MMMMMMH, chask MMMMMMMH
- Vamos zorra, chupa mejor.
Silvia no paraba de darle de latigazos a Claudia entre las dos piernas con un pequeño gato de colas de cuero, mientras con la otra mano tiraba una y otra vez de la cadena conectada a los tres lobos que mordían sus pezones y clítoris.
La pobre Claudia no podía gritar muy alto pues la sádica patricia le amordazaba con su propio coño. Cuando era capaz de coordinar sus pensamientos Claudia seguía y seguía lamiendo con la esperanza de que esa asquerosa mujer se corriera de una vez y la dejara en paz aunque sólo fuera un momento.
Chask MMMMMH.
Entre tanto, la pobre Irina veía la escena colgada cabeza abajo y sufriendo su propio tormento. Silvia le había desvirgado un rato antes con un largo cirio que dejó insertado bien dentro del coño y dejó encendido para que las gotas de cera caliente se derramaran poco a poco en su entrepierna. Además ató la cadena que sostenía los cuatro dragones a una argolla de la pared de manera que parte del peso del cuerpo de la germana fuera sostenido por esos cuatro puntos ya muy castigados y doloridos.
- Te he dicho que chupes fuerte, con la lengua y los labios, aprieta zorra
Chassk MMMHH
A Claudia le costó cerca de media hora de latigazos que su ama se corriera y sólo entonces Silvia levantó su entrepierna dejándole toda la cara mojada de una mezcla de lágrimas, babas y fluidos vaginales.
Entonces Silvia cogió una aguja, se fue hasta Irina y colocó la aguja sobre la llama de la vela para que se fuera calentando mientras miraba su clítoris, pezones y lengua completamente estirados sosteniendo su cuerpo en vilo.
-Dime valiente germana, ¿no te arrepientes ahora de haberte entregado a los romanos?
A duras penas, la princesa germana fue capaz de decir que sí con la cabeza.
- Eso me parecía, pues aún te vas a arrepentir más.
Y sin más Silvia le clavó la aguja rojiza por medio mismo del estirado pezón atravesándolo de parte a parte y haciendo que un delgado hilo de humo ascendiera mágicamente de ella.
La pobre Irina lanzó un agudo grito poniendo los ojos en blanco mientras todo su cuerpo se estremecía y temblaba al tiempo que la orina salía a borbotones a pesar del cirio que empalaba su sexo y, manchaba todo su torso
Silvia cogió entonces otra aguja y la puso en la vela advirtiendo el gesto angustiado de Claudia que veía con la cabeza levantada lo que esa mala bestia hacía con su compañera.
-No tengas envidia, querida, dijo Silvia señalando las agujas que estaban sobre el brasero al rojo vivo, luego te tocará a ti.
- Socorro, socorro, por favor, ¿es que nadie me oye?
Silvia se rio a carcajadas y perforó el otro pezón de Irina con otra aguja candente haciendo que la germana perdiera el conocimiento.
Decididamente las chicas judías tuvieron mucha suerte pues en lugar de sufrir esas espantosas torturas Quinto se conformó con que follaran entre ellas y luego con él mismo. Sólo que en un momento dado consideró que sería más divertido que lo hicieran en público. Por eso las sacó de la habitación y las llevó al triclinio donde en ese momento Aurelio y sus hombres, a los que se les habían unido Cayo y Antonino estaban celebrando una especie de orgía con Scila, Varinia y Filé.
Las tres chicas les habían servido bebida y comida y después Aurelio les dijo que se desnudaran para enseñarles las marcas. Cuando Quinto entró en la amplia habitación, los guardias comían y bebían animadamente sentados en torno a un banco en forma de “u” mientras las tres esclavas desnudas y de rodillas les comían las pollas despacio y con dulzura. A Quinto le pareció extrañamente atractivo ver a aquellas tres con esas seis marcas idénticas, ya cicatrizadas adornando sus nalgas, de todos modos llamó la atención de todos palmeando sonoramente el culazo de Scila y haciéndola gritar de dolor.
- Mirad todos, dijo, os traigo a las dos hermanitas para que veáis como follan entre ellas.........
Cuando el Divino Domicio tuvo noticia de lo que había ocurrido en el mercado de esclavos no pudo evitar escandalizarse. Lo que los ricos romanos quisieran hacer con sus esclavas en sus mansiones era cosa suya y de hecho el emperador sabía perfectamente que en muchos casos se llevaban a cabo sangrientas orgías con ellas. Sin embargo, Silvia era una mujer y por muy rica que fuera no se le podía permitir hacer ese tipo de cosas y menos divulgarlo en público o pasearse por la ciudad torturando a sus esclavas como si fueran reos del estado. Las mujeres de la nobleza debían ser un ejemplo en su pureza y moralidad para todas las demás.
Como bien le dijeron sus consejeros, el mal estaba en que una mujer joven en edad de tener hijos permaneciera soltera, pues sólo un marido podía disciplinarla y al mismo tiempo satisfacer sus naturales apetitos. El Emperador asintió, aquello no era decente y las habladurías podían provocar mucho daño en la ciudad. Poco a poco y gracias a las palabras de su acólitos, se fue forjando en la mente del César una brillante solución, Silvia era muy rica y su hijo Cómodo había repudiado hacía poco a su anterior esposa.
De esta manera, al día siguiente, muy temprano, un legado imperial dedicado especialmente al protocolo llamó a la puerta de la mansión de Silvia Ulpia reclamándola para una audiencia con el emperador esa misma mañana.
(Continuará)