Silvia la sádica (03)
Silvia escribe una carta y ordena a Filé que la lleve al pretorio
Al día siguiente al atardecer, Filé salió de la casa de Silvia con una misiva de su dueña. La joven esclava caminaba muy nerviosa por el recado que le habían encomendado. Normalmente odiaba pasar cerca del pretorio y aún más tener que entrar allí. El día anterior, cuando fue a buscar al centurión se había limitado a preguntar por él desde la puerta y éste había salido llamado por un guardia, pero esta segunda vez los soldados la obligaron a entrar al cuerpo de guardia entre chanzas y después cerraron el portón. Estaban aburridos y la presencia de esa joven y bella esclava era una agradable novedad.
Filé temblaba de miedo sólo de estar en aquel sórdido lugar a merced de todos esos animales. Había oído historias terribles sobre las espantosas torturas que se practicaban en las mazmorras del pretorio y además no podía quitarse de la cabeza la tremenda ejecución de Lucila y su esclavo que había presenciado sólo unos días antes. No quería ni pensar en que a ella le pudiera ocurrir algo parecido.
Por su parte, el centurión Quinto se encontraba en el camastro de su celda, descansando y rememorando la noche de placer que había pasado con la patricia Silvia Ulpia. Había sido agradable azotar y follar a una bella joven de la nobleza, pero en el fondo Quinto no se conformaba con un simulacro,.... lo que daría por tenerla en su poder entre esos muros. ....entonces sí que le haría gritar.......El centurión se sonrió pensando el placer que encontraría en ello, sin embargo era imposible que algo así ocurriera, así que se conformaría con seguir siendo su amante. Bueno, ni siquiera eso, porque después de lo que había hecho con ella esa noche es posible incluso que esa mujer quisiera vengarse de él. Quizá finalmente le denunciaría al César. Bueno,.... a su edad pocas cosas le podían dar ya miedo.
Ave centurión, ¿da su permiso?. Un soldado golpeó su puerta.
¿Qué pasa?, ¿por qué me molestas?.
Ahí fuera está la misma esclava que vino ayer y pregunta otra vez por ti.
¿Filé?, se dijo Quinto mientras se incorporaba del camastro súbitamente. ¿Qué querrá ahora esa?
No lo sé, pero dice que trae una carta sellada.
Quinto se quedó pensativo y pensó en lo peor, ¿una carta?
Centurión, ¿me has oído?.
Sí, sí ahora mismo voy.
El oficial terminó de vestirse y se acercó al cuerpo de guardia.
Efectivamente, ahí estaba la esclava de Silvia que se afanaba en taparse la cara con su tocado ante las lujuriosas miradas de los guardianes y las desagradables atenciones que le estaban prodigando.
Quinto la miró con dureza y luego se dirigió a los guardias aún más serio.
- ¿Se puede saber que hacéis aquí?, daos otro paseo por las almenas si no queréis que os mande azotar, holgazanes.
Los guardias se apresuraron a cumplir la orden aunque de mala gana y dejaron a File a solas con el centurión.
- ¿Qué quiere ahora tu ama?, le dijo apartándole el velo de la cara. Filé intentó preservar su rostro, pero la tela se escapó entre sus dedos. La excitación le hacía ser más bella, con esos ojos oscuros tan grandes.
A File le tembló la voz al hablarle, en toda la noche no había pegado ojo sabiendo que iba a volver a verle, Quinto la excitaba pero también le daba miedo.
- Perdón señor, mi ama me, me ha dicho que te traiga estas monedas como pago, .....bueno ya sabes, como pago de lo de ayer, también me dijo que hoy mismo le tienes que hacer otro servicio y te paga esto por adelantado.
El centurión cogió las monedas intrigado preguntándose qué había sido de la carta. Seguramente fuera ese pliego que ella se afanaba en ocultar.
- Dile a tu ama que estoy siempre a su servicio, dijo para ganar tiempo intentando escudriñar ese papel.
Quinto pensó entonces que Filé entregaría la carta al pretor y se iría de allí inmediatamente una vez realizado el recado, pero la joven esclava se quedó quieta sin atreverse a hablar.
-¿Quieres algo más?.
Filé temblaba visiblemente y el velo se le calló al suelo mostrando así su cabellera oscura a Quinto.
-Hay algo más....el caso es ...
Vamos, habla.
Mi ama me ha dado esta misiva pero no me ha dicho para quién era. El destinatario está escrito en la propia carta
Nuevamente Quinto se sorprendió, pensó que la carta iba dirigida al pretor.
¿Es que no sabes leer?
No, mi señor
¿Por qué no lo has dicho antes?
Quinto cogió el pliego cerrado y tras romper el sello, leyó rápidamente lo que había escrito.
Filé no pudo ver lo que había en la carta pero sí vio cómo le miraba el centurión y eso le hizo experimentar un escalofrío.
- ¿Qué, qué dice la carta?
Quinto la volvió a enrollar sin contestarle.
Dice que debes acompañarme.
¿A donde?
Ya lo verás.
Filé dudó en seguirle, no entendía nada, ella también había creído que su ama le escribía al pretor para quejarse de Quinto. Él la cogió bruscamente del brazo sin dejarle recuperar su velo.
Quinto sacó así a la esclava al patio de armas no sin cierta brusquedad. En ese momento el patio de la fortaleza era un hervidero de soldados, cada uno ocupado en sus quehaceres: algunos haciendo instrucción, otros entrenándose con las armas, pero los más estaban en otras cosas más mundanas, limpiando sus ropas, ocupándose de los caballos o simplemente jugando a los dados. Al ver a Filé, algunos dejaron lo que estaban haciendo y miraron a esa preciosa jovencita que arrastraba el centurión por el brazo.
Algunos sacaron las lógicas conclusiones. En el Pretorio no había mujeres y menos tan bonitas como la pequeña griega así que todos aquellos hombres se la comieron con los ojos. Por su parte File les miraba con inquietud y temor, ¿a donde la llevaba Quinto?
En realidad no tuvieron que andar mucho pues, para terror de la muchacha, el centurion le condujo directamente a una esquina del patio que tenían destinada para castigar a los legionarios que cometían alguna falta.
El lugar estaba dotado de varios ingenios para atar a los legionarios rebeldes en diversas posturas. Entre ellos había un cepo que en ese momento estaba ocupado por un rudo soldado de poco más de treinta años. El hombre estaba sufriendo un castigo por llegar borracho al cuartel la noche anterior. El mismo Quinto había ordenado que el legionario recibiera cuarenta latigazos y que permaneciera todo el día desnudo en el cepo sin comida y con muy poca agua. Orgullosamente se lo mostró a Filé.
Ésta le miró entre compadecida y temerosa, el legionario tenía el cuello y las muñecas atrapadas en el cepo y por tanto estaba obligado a permanecer encorvado y doblado sobre sí mismo. Además el tipo tenía que mantener las piernas abiertas y las rodillas dobladas pues le habían atado los tobillos a las patas del cepo. La postura era ciertamente incómoda y ridícula, con el trasero proyectado hacia atrás, totalmente abierto y las pelotas y el pene colgando obscenamente entre las piernas. Además el hombre estaba cosido a latigazos y en ese momento las moscas se cebaban en sus heridas haciendo que el castigo fuera particularmente insoportable.
- Tengo buenas noticias, Macro, le dijo el centurión mostrándole a Filé. En principio te iba a tener en el cepo hasta el anochecer, pero ahora lo necesito para esta preciosidad.
File sintió que se le aflojaban los esfínteres al oír aquello. ¿Qué estaba diciendo ese hombre?.
El centurión la miró como un lobo hambriento y ella sólo acertó a mover la cabeza diciendo que no.
- Desnúdate preciosa, quítatelo todo, se limitó a decirle Quinto con crueldad.
Filé no se lo podía creer, desnuda delante de todos aquellos hombres y atada de esa manera tan humillante....en ese momento se acordó de Lucila y un sudor frío cubrió su frente.
- No, no, por favor, aquí no,.... así no, ....por favor...., musitó ella retrocediendo.
Entonces unas manos de hierro la cogieron por la espalda y le obligaron a dar dos pasos hacia adelante, era otro soldado que la había cogido por sorpresa.
-Eh, ¿a dónde vas preciosa? ¿Quién es ésta, Quinto? ¿Una de tus putitas?
-Oh no, es una esclava a la que me han mandado castigar y de paso desvirgar.
Esto lo dijo mostrando la carta de Silvia y entonces Filé comprendió entre escalofríos de terror que ella misma había llevado la orden de su castigo sin saberlo.
El soldado se rio, ¡una virgen nada menos!, y no era nada fea, y lanzó a Filé hacia Quinto de modo que éste le recibió con los brazos.
En ese momento un nutrido grupo de soldados curiosos se acercó hacia ellos al ver cómo la zarandeaban.
- Vamos esclava, desnúdate, insistió Quinto otra vez, estos soldados están aburridos y quieren ver tu cuerpo antes de follar contigo.
Filé recordó la brutalidad con la que habían violado a Lucila antes de crucificarla y volvió a negar desesperada.
Entonces Quinto la obligó a darse la vuelta y le dio una bofetada.
- Vamos estúpida, quítate la ropa tú misma, si no te la arrancarán ellos y tendrás que volver a tu casa cubierta de andrajos, ¿es eso lo que quieres?.
Quinto la soltó y entonces Filé comprendió que no le quedaba otra, así que empezó a obedecer. Aquello era muy humillante. Más de treinta soldados la rodeaban mirándola ávidamente con ganas de comérsela, y ella tenía que desnudarse delante de todos ellos. Y sin embargo, tuvo que hacerlo, despacio, muy despacio, sin terminar de decidirse en ningún momento, temblando y con lágrimas en los ojos. Los soldados no hicieron ni un ruido, al contrario, se quedaron callados mientras aquella jovencita virgen se desnudaba para ellos.
Ya desnuda File cruzó sus piernas y se protegió con los brazos los pechos y la entrepierna mirando hacia el suelo.
- Menuda cerda, mirad cómo se hace la estrecha, ayer no eras tan modosita con mi polla en la boca. Filé no se atrevía ni a contestar muerta de vergüenza.
-Muy bien, como ves, tu ama ordena en esta carta que seas severamente castigada por tu desobediencia de ayer y que yo mismo me encargue de desvirgarte. En realidad lo haré y después de mí lo harán todos estos soldados, pero antes queremos ver lo puta que eres, abre las piernas y acariciate tú sola.
Los soldados sonrieron ante la perspectiva. Alguno ya se había sacado el pene y se masturbaba a la vista de esa joven desnuda.
File miró horrorizada al centurión, ¿que se acariciara? ¿no sería capaz de...?
- Vamos, me has entendido muy bien. Quiero que nos enseñes eso tan sucio que haces en tu cuarto cuando estás a solas.
Filé se ruborizó, era cierto, llevaba años haciéndose pajas antes de dormir soñando que hacía el amor con un hombre joven y guapo.
Los soldados se dieron cuenta de su turbación y se burlaron de ella con más crueldad.
Vamos muchacha, estamos esperando, abre las piernas y tócate.
No, no.
File negaba desesperada y cuando dos guardias estuvieron a punto de atraparla para que separara lo brazos del cuerpo, Quinto les ordenó que se quedaran quietos.
- Vamos a ver si lo entiendes esclava. Tu ama no ha especificado qué tipo de castigo hay que aplicarte, yo había pensado limitarlo a unos latigazos en el cepo y poco más, pero si no obedeces haré que te lleven abajo, a la cámara de tortura y te entreguen a Aurelio, él te hará cosas mucho peores, ¿acaso prefieres eso?.
-No, por favor, eso no. Filé recordaba perfectamente al verdugo numida y un escalofrío de terror recorrió su cuerpo.
-Tú eliges.
-Por favor...
-¿Vas a obedecer?
-Sí, sí, obedeceré pero no me entreguéis a ese hombre, es, es horrible.
-Muy bien pues empieza abriendo bien las piernas y pon las manos en la nuca, quiero que todos te vean bien.
Con lágrimas en los ojos Filé obedeció, separó las piernas y sumisamente puso las manos en la nuca arrancando un murmullo de admiración entre los soldados. Filé era pequeña pero delgada y tenía unos pechos redondos, vientre plano y un trasero pequeño y tieso, sus caderas eran suavemente redondeadas y entre sus piernas se adivinaba un sexo jugoso y suave como la seda. Su cabellera oscura, larga y rizada le llegaba hasta media espalda y la hacía parecer una diosa de esas que los griegos pintaban en sus cerámicas. Al tener que mostrar completamente su cuerpo a aquellos cerdos a Filé se le puso la piel de gallina y se le erizaron los pezones.
Entonces, sonriendo cruelmente, el centurión le puso los dedos en la entrepierna comprobando que aquello estaba caliente y muy húmedo.
-¡Será zorra!, esta esclava está empapada desde que sabe lo que vamos a hacer con ella. Vamos tócate ahí hasta que te corras, lo estás deseando y además queremos verte.
Aquella degradación y humillación hicieron que File se derrumbara y por fin abandonó toda resistencia. La joven llevó su mano hasta la entrepierna y se puso a acariciarse. Al principio, la joven esclava cerró los ojos de pura vergüenza y empezó a tocarse con cierta torpeza, temblando. Pero poco a poco se puso a masturbarse con más habilidad y confianza. Esas cosas se aprenden rápido.... Viéndola hacer, ninguno de los hombres decía nada, así que ella abrió los ojos y vio que ya había un alto número de soldados imitándola. Fue totalmente involuntario, pero File se puso cachonda viendo todas aquellas pollas, algunas pequeñas y patéticas, y otras grandes y gruesas, tiesas como estacas, ninguna era igual a otra....y la iban a penetrar con todas ellas, primero por la boca y después entre las piernas y quizá,.... quizá también por detrás, como hicieron con Lucila. File sintió un ligero mareo sólo de pensarlo y entonces se masturbó con más fuerza.
-Vaya con la mosquita muerta. Eh tú, zorra no lo hagas tan rápido, quiero que dejes de masturbarte justo cuando vayas a llegar al orgasmo.
File obedeció nuevamente y de hecho dejó de masturbarse un minuto después. La joven tenía el sexo visiblemente erizado y húmedo y estaba roja de excitación. Entonces Quinto la agarró otra vez bruscamente y acercó su cuerpo al cepo, de modo que su entrepierna quedara justo delante de la cara de Macro.
-Y ahora tú, cómele el coño a esta esclava y haz que se corra,..... hasta que no lo consigas no te soltamos del cepo.
Los soldados se doblaron de risa, sin duda, ese sádico centurión sabía cómo hacerles reir a costa de una pobre muchacha virgen y un legionario borracho.
Obligada por Quinto, Filé tuvo que poner sus manos en el coño para separar bien los labia mientras el legionario del cepo le lamía el sexo lenta y suavemente. A la joven le dio otra vez vergüenza hacer eso en público y miró hacia otro lado, pero de todos modos su gesto de gusto pronto la traicionó.
Se notaba que a Filé nunca le habían hecho nada parecido en su vida pues pasada la vergüenza inicial, entrecerró los ojos y abriendo los labios se puso a suspirar. Seguramente lo dijo sin querer, pero algunos soldados oyeron incluso cómo la esclava musitaba a Macro que siguiera y no parara mientras se ponía de puntillas y le facilitaba el trabajo abriendo aún más sus piernas. De hecho, Filé estaba tan caliente y nerviosa que cuando se corrió en la boca de Macro perdió el control y empezó a mearse de gusto sin dejar de gritar.
Macro apartó la cara inmediatamente entre sus propias toses y escupitajos.
- Esta puta se me ha meado encima, quitádmela de aquí, gruñía Macro rabioso entre las burlas de sus compañeros.
Entonces uno de los soldados más bien impaciente la agarró de un brazo y abrazándola, empezó a besarse con ella.
-Eh, eh, quieto, quieto, dijo Quinto arrebatándosela, antes de eso, esta puta tiene que agradecerle a Macro lo que ha hecho por ella. Y diciendo esto cogió a Filé por el cabello y un brazo y la llevó casi en volandas hasta el trasero de Macro.
Brutalmente le obligó a arrodillarse y le metió la cara entre las nalgas del soldado. File se vio obligada a lamerle el ano y el escroto muerta de asco y después tuvo que chuparle las pelotas y la polla. Totalmente degradada por su propia excitación, la muchacha no se resistió y siguió lamiendo la entrepierna de ese hombre aunque Quinto dejó de forzarla. No obstante, al de un rato el centurión volvió a apartar nuevamente su cara y le dijo algo al oído.
Entonces Filé volvió a afirmar aterrorizada y esta vez se puso a lamerle delicadamente el ano con la punta de la lengua mientras le acariciaba la polla con las manos y le masturbaba.
- Así, así zorra, no pares hasta que le ordeñes y te tragues su leche, dijo un soldado. Efectivamente parecía que File estaba ordeñando una vaca, en cuclillas y acariciando sin parar la polla de ese soldado con los dedos mientras le sodomizaba con su propia lengua.
A esas alturas la muchacha griega estaba casi totalmente desinhibida así que tras ocuparse de su culo durante un buen rato, se metió la punta de la polla de aquel hombre al revés y a pesar de su fuerte sabor a orina la succióno ávidamente sin dejar de masturbarle.
- Eso no te lo esperabas, ¿eh Macro?...menudo trabajo te esta haciendo la puta..
Los soldados se reían aún más de su compañero que simplemente no podía disimular el enorme placer que estaba sintiendo y también suspiraba de gusto.
Probablemente fue por inexperiencia, pero Filé evitó que el legionario se corriera demasiado rápido pero sin dejar de chupársela, lo cual no hizo sino alargar el placer de ese hombre. El tipo temblaba y los ojos se le ponían en blanco mientras los soldados seguían mofándose de él. Filé mantuvo la polla en la boca un buen rato follándola animosamente y entonces los suspiros del hombre se hicieron más y más intensos hasta que repentinamente le oyó bramar al tiempo que un fluido cremoso y muy caliente le llenaba la boca.
A pesar de eso, la mujer no la abrió ni dejó escapar ni una gota sino que se lo tragó todo cerrando los ojos y deglutiendo. Fue nuevamente el centurión quien volvió a tirar del pelo de ella y la obligó a incorporarse. Entonces se la mostró a todos para que la vieran bien.
Abre la boca y enséñanos el semen de Macro. Pero como decimos, Filé ya no podía enseñar nada pues se lo había tragado todo así que cuando abrió la boca ya no quedaba nada en ella.
No me equivoqué, desde que te vi por primera vez supe que no eras más que una zorra.
Tras burlarse un rato más de la pobre esclava tildandola de furcia, el Centurión preguntó a sus soldados si esa mujerzuela merecía ser castigada en el cepo y todos estuvieron de acuerdo que sí. Así que mandó que liberaran por fin a Macro y que colocaran a Filé en su lugar, también ordenó que fueran a buscar el instrumental necesario para torturarla.
A esas alturas la bella griega era zarandeada como un pelele y ni siquiera se planteó resistirse ni negarse a nada. Así, abriendo el madero superior del cepo, soltaron a Macro y colocaron a Filé en su lugar. La joven adoptó la postura voluntariamente y sin que nadie le forzara puso el cuello y las muñecas sobre los rebajes semicirculares de la madera. Entonces el centurión echó su cabellera por delante para despejar bien la espalda y colocaron encima el pesado madero inmovilizándola de cabeza y de manos. Hecho esto le obligaron a separar las piernas y ataron los tobillos a las patas del cepo.
Como había ocurrido con el legionario, eso obligó a la joven a doblar las rodillas y separar las piernas en una postura antinatural y grotesca con su pequeño trasero proyectado hacia atrás y sus dos orificios bien abiertos. La raja de Filé estaba cubierta de finos pelos oscuros que continuaban sin solución de continuidad hasta una oscura mata sobre el monte de Venus, pero en ningún momento impedían ver su sexo rosado y abierto que en ese momento brillaba de humedad con una gota blanquecina que se deslizaba lentamente amenazando con caer al suelo. Por su parte, el ano lo tenía prieto y cerrado. Viendo aquella maravilla Quinto le acarició sus suaves muslos y se relamió sólo de pensar lo que ella sentiría al ser desvirgada por él.
De hecho, antes de penetrarla la acarició en la raja hasta casi provocarle un orgasmo. Hecho esto, se sacó su pene y tras acariciarla también con él y pringárselo de sus fluidos, la empezó a penetrar por la vagina. Filé estaba tan húmeda y dispuesta que el pene del centurión le entró con facilidad y sólo le dolió al romperle el himen. Al ver el pene manchado de sangre, los legionarios comentaron divertidos que ya había una virgen menos en el mundo. De hecho, al de un rato, File ya no parecía una virgen, bramando de placer mientras se la follaba aquel animal.
- Como grita esta puta, dijo un legionario que llevaba un buen rato masturbándose, voy a taparle la boca con esto. Y el tipo le puso el pene delante de la cara tocándole con él en los labios. A File le sorprendió al momento que se la quisieran follar también por la boca, pero pasada la impresión inicial no se resistió, aquel tipo se la metió hasta dentro y sus gritos se convirtieron en rítmicos sonidos guturales. El resto de aquellos hombres ya se la meneaban esperando su turno, todos y cada uno de ellos se follaría a Filé cuantas veces quisieran pues el centurión les había dicho que la joven permanecería en el cepo hasta el atardecer.
Entre tanto Quinto seguía y seguía dando empujones pues el coño virgen de la esclava griega estaba particularmente tieso, aquello era muy efectivo y el hombre estaba a punto de correrse con lo que no dejaba de follarla cada vez con más ánimo y rabia. Tan fuertes eran los empujones del centurión que los pechos de ella bailaban enloquecidos adelante y atrás. Muy impacientes, otros dos legionarios se metieron entonces bajo su cuerpo y empezaron a chuparle los pechos diciendo entre chanzas que si ella era una “loba”, bien podían ser ellos Rómulo y Remo.
En ese momento, la bella Filé comprobó la extraordinaria sensibilidad de sus pezones, pues nunca nadie se los había chupado y succionado de esa manera. Cuatro hombres se estaban ocupando a la vez de ella y eso hizo que sintiera cómo le iba llegando un dulce orgasmo. Unos minutos después, Quinto se corrió dentro de su vagina cogiéndola fuertemente de las caderas y con dos o tres sacudidas más fuertes le echó todo dentro, por casualidad el de delante le empezó a eyacular por toda la cara y justo entonces la propia Filé se corrió de placer. Quinto no se la sacó de la misma, sino que siguió follándola hasta que recuperó su erección. Mientras tanto, un segundo legionario tomó el relevo del primero y se la volvió a follar por la boca.
Pocas mujeres han sido desvirgadas como lo fue la esclava griega, de forma tan brutal y por tantos hombres a la vez. Así pasaron casi dos horas y los soldados parecían no cansarse de penetrarla por turno, aunque ninguno se atrevió a tomar su ano por el momento.
Fue entonces cuando Filé le vio venir y le pareció una visión del mismo Hades. Un soldado al que se la había estado chupando durante un buen rato se corrió de repente en su cara y al quitarse de delante, Filé creyó ver entre los párpados manchados de blanco semen a Aurelio el verdugo acercándose a ella. Éste traía su inseparable gato de nueve colas y una caja de madera que depositó en el suelo delante del cepo.
Hola preciosa, me han dicho que debes ser castigada.
No, no, por favor, no. Filé se echó a llorar desesperada.
Aurelio no le contestó sino que sonriendo con sadismo abrió la caja y sacó de ella unas pinzas de hierro dentadas. Le mostró una delante de su cara y antes de ponérsela la abrió y cerró unas cuantas veces ante sus alucinados ojos para que viera perfectamente su efecto. Hecho esto le puso la pinza en su vientre y se la cerró agarrando un doloroso pellizco bajo el ombligo. Filé gritó sonoramente y se agitó para quitar esa pinza de allí, pero al agitarse sólo conseguía que le doliera más.
Entonces Aurelio le mostró la segunda pinza y tras hacer lo mismo le agarró con ella otro pellizco en la cara interna del muslo derecho, arrancando otro tremendo alarido de la joven. La tercera fue directamente al costado cerca de la axila. Lenta y perversamente el verdugo le colocó pinzas semejantes por todo el cuerpo hasta un número de treinta, dejando las más dolorosas para el final: los dos pezones, la lengua, los labia y el clítoris.
La mayor parte de los soldados recuperó su erección viendo cómo el verdugo negro torturaba cruelmente a Filé y cómo esta gritaba desesperadamente. Una vez colocadas las treinta pinzas metódicamente, el verdugo sacó de la caja varios pesos de plomo y colocándoles unas pequeñas cadenas colgó pacientemente un peso de cada pinza con lo que consiguió que el efecto fuera aún más doloroso.
- ¿Qué ocurre preciosa? ¿crees que duele?. Le dijo al verla llorar. Ahora verás. Y diciendo esto hizo bailar unas cuantas pesas pasando simplemente la mano entre ellas.
La oscilación de las pesas volvió a convertir los lamentos de Filé en sonoras quejas y peticiones de piedad a grito pelado que nadie atendía.
Aurelio acarició entonces el suave dorso de la espalda y el culo de la esclava calculando qué tipo de látigo iba a emplear con ella.
Es una pena estropear una piel tan suave, Quinto.
Sin embargo hay que utilizar el látigo, lo dice la carta de su dueña, creo que el gato de nueve colas bastará y sólo le dejará marcas leves.
De acuerdo, Mmmmh, qué tieso tiene el agujero pequeño, el coño le destila esperma, pero aún no se lo habéis metido por aquí, ¿por qué?
Filé dio un brinco cuando el numida le metió el dedo por el culo hasta la tercera falange.
- Te lo hemos guardado para ti Aurelio, ese culo tan tieso merece que lo rompa una polla como la tuya.
-¿De verdad?, qué considerados.
Entonces Aurelio se fue otra vez hasta la cara de Filé y delante de ella se sacó su miembro. Un pene monstruoso grueso y negro como un tizón surcado de venas gordas y serpenteantes que parecían palpitar a simple vista. Filé hizo un gesto de disgusto y torció la cara hacia un lado al sentir un olor revenido y asqueroso. El negro no se caracterizaba precisamente por su higiene.
Vamos esclava, chúpamelo, no seas tan arisca, y aprovechando que la lengua le colgaba de la pesa, Aurelio se la pringó de líquido preseminal.
Venga preciosa, si me la chupas tú solita te quito la pinza de la lengua, sé que te duele mucho.
Filé aún hizo asquitos durante un rato, pero Aurelio sabía muy bien adiestrar esclavas, así que tras estirarle bien de la lengua un par de veces con los dedos, ella misma dijo que sí entre lágrimas.
- No, no, ahora me vas a tener que pedir por favor que te folle el culo, si no, no te quito la pinza.
Filé negó humillada y entonces Aurelio le dio otro tirón y le retorció la lengua haciéndola gritar.
El verdugo necesitó aún dos tirones más para convencer a Filé de que se lo pidiera por favor.
Finalmente Aurelio cumplió su palabra y Filé la suya, así que en cuanto le quitaron la pinza de la lengua ella misma rogó a Aurelio que la sodomizara y dejó que le metiera su enorme miembro en la boca. En realidad casi no le cabía así que la pobre Filé tenía que mantener las mandíbulas dolorosamente abiertas y los ojos cerrados. Sin embargo, Aurelio le metió el miembro brutalmente ignorando las arcadas y toses de la joven y manteniéndolo ahí un par de minutos.
Cuando por fin lo sacó, la pobre File tosió y escupió sintiéndose por fin liberada, fue entonces cuando empezó el verdadero tormento que consistió en ser sodomizada por aquel bestia.
A Aurelio le costó mucho romper el culo de Filé y cuando por fin lo consiguió la joven sintió como si le abrieran las entrañas con un espetón al rojo. Aunque parecía increíble, el esfínter de Filé se dilató lo suficiente para que aquel enorme miembro le entrara por ese lugar tan innoble y luego empezó a follársela con todas sus fuerzas, atrás y adelante, atrás y adelante. No hay ni que decir que los alaridos de dolor de la joven se oyeron por todo el patio.
Los legionarios que se encontraban delante de la cara de la pobre esclava pudieron ver sus lágrimas y su gesto de sufrimiento, aunque sería difícil decir que le dolía más si el enculamiento en sí o las decenas de pesas que colgaban de las pinzas que atenazaban su cuerpo y oscilaban violentamente atrás y adelante. En el proceso tres o cuatro pinzas se soltaron y las pesas cayeron violentamente al suelo dejando unas marcas rojizas en la piel de la muchacha y arrancándole otra vez alaridos y maldiciones.
Aurelio no se dio ninguna prisa, sino que se pasó un buen rato sodomizando a la muchacha y cuando por fin sintió que le llegaba, sacó su enorme pene y le roció la espalda y el trasero de un copioso chorro de semen.
Hecho esto, el sádico verdugo cogió el gato de nueve colas y sin más preámbulo empezó a azotar a Filé en las piernas, la espalda y el trasero. Las nueves colas chasqueaban a una contra su cuerpo y la pobre mujer gritaba y gritaba pidiendo piedad pero eso no impidió que le azotaran salvajemente dejándole bien marcada su blanca piel. Aurelio le dio más de treinta latigazos y en ese proceso se soltaron otras dos pinzas por el vaivén continuo de las pesas.
Tras la flagelación, a File volvieron a follársela varias veces, esta vez por todos sus agujeros, ano incluido y tuvo que aceptar más de veinte pollas en su boca una detrás de otra. La mujer perdió la cuenta de todas las corridas que le echaron por la cara. Sólo cuando estaba atardeciendo, los violadores se cansaron, le quitaron las pinzas entre gritos de dolor, y le soltaron por fin del cepo.
Una vez libre, Quinto la agarró del pelo y tras echarla sobre un pilón de agua sucia, la volvió a arrastrar brutalmente hasta la puerta y aún empapada la echó desnuda en plena calle tirándole sus ropas encima.
Como una niña asustada, Filé se cubrió como pudo de las miradas de los transeuntes y aún desnuda se alejó de allí corriendo.
Una hora después, la esclava se encontraba en el triclinio de su ama informándole de lo que le había ocurrido en el Pretorio. Silvia insistió en que se lo contara con todo lujo de detalles y Filé lo hizo sollozando e hipando inconsolable. Mientras le contaba todo, Silvia se recreó en la salvaje violación e imaginó las torturas que tuvo soportar Filé en su propio cuerpo. Luego le hizo desnudarse para mostrarle bien las marcas que la joven exhibía por todo el cuerpo. Silvia ordenó a Filé que le mostrara bien su cuerpo poniendo sus manos en su nuca y le acarició y tocó por todas partes entre ayes y quejidos. La parte frontal la tenía marcada aquí y allá por las huellas de los dientes de las pinzas, además Filé tenía hinchados y enrojecidos los pezones y la vulva visiblemente irritada y aun destilando esperma. Con un gesto, Silvia le hizo darse la vuelta y entonces le mostró las marcas alargadas y paralelas del látigo desde las piernas hasta los hombros. Silvia le abrió también las nalgas comprobando que tenía el esfínter completamente cedido y posiblemente desgarrado. Finalmente tras inspeccionarla bien durante un buen rato le dio permiso para ir a su habitación.
Silvia se fue entonces a sus aposentos donde le esperaba Varinia, la pequeña esclava africana. Muy impresionada por lo que le había contado Filé, Silvia se quitó sus ropas mostrándole su propio cuerpo aún marcado por el látigo y se tumbó en su cama boca abajo.
- Me escuece mucho, desnudate y lameme las heridas esclava, le ordenó.
Varinia obedeció sin chistar y quitándose la túnica se puso sobre su dueña a cuatro patas pero sin tocarla y empezó a curarle las heridas lamiendolas lentamente con su propia lengua.
Silvia cerró los ojos al sentir la cálida caricia de la lengua de su esclava y entonces oyó un chasquido y un grito de mujer.
-¿Qué ha sido eso?
Varinia levantó la cara de las nalgas de su dueña alarmada pero ante una orden tajante de ésta, siguió con lo que estaba haciendo y recorrió otro de los verdugones con su lengua.
Entonces se oyó otro chasquido y un grito más fuerte que el anterior. Silvia volvió a cerrar los ojos y sonrió perversamente al reconocer los lastimeros gritos de Scila que provenían de otra habitación.
Unos momentos antes Filé se había llevado la segunda sorpresa del día. Al entrar en su habitación se encontró a Scila completamente desnuda y atada a las patas de su cama de la misma manera que habían encontrado a la propia Silvia esa misma mañana. De la manera que estaba atada, Scila debía mantener las piernas por encima de su cabeza. bien separadas.y tenía una vara entre sus dientes. Cuando la aterrorizada Filé se la quitó para que pudiera hablar, Scila le explicó con lágrimas en los ojos que Filé tenía orden de castigarla y que si no le daba cincuenta varazos en el trasero y los muslos, al día siguiente su ama volvería a mandarla al pretorio.
No hay ni que decir que esta vez Filé se apresuró a obedecer a su ama y entonces Scila sufrió en sus propias carnes el martirio que ella misma había sufrido en el Pretorio. En esta ocasión Filé desahogó su rabia con su compañera. Al final no le dio cincuenta varazos sino que arrepintiéndose de su estupidez del día anterior le dio muchos más para que su odiosa ama estuviera por fin contenta.
La patricia Silvia disfrutó mucho con los gritos de su esclava que se oían por toda la casa y cuando ya llevaba un rato recibiendo las lamidas de Varinia en su trasero y espalda se dio la vuelta, abrió bien las piernas y ofreciéndole bien su entrepierna, le ordenó que siguiera por sus muslos marcados por el látigo. Luego, con leves indicaciones de sus dedos le dirigió la cara un poco más arriba allí donde el látigo no había llegado. Varinia sintió un poco de asco y reparo de meterle la lengua ahí en la húmeda entrepierna a su ama, pero igualmente lo hizo por miedo al castigo. Entonces Silvia cerró los ojos. suspiró y empezó a lamerse los pechos para acompañar el dulce cunnilingus de su esclava. Los lastimeros gritos de Scila y sus peticiones de piedad le sirvieron de dulce nana y le ayudaron a llegar igual que el recuerdo de todo aquello le ayudaba a llegar otra vez al orgasmo en su propio lecho.
Esta fue la extraña manera en que Silvia Ulpia inició su relación sadomasoquista con Quinto y en la que introdujo a la fuerza a sus tres desdichadas esclavas. El centurión visitaba su casa cada poco tiempo con la excusa de castigar a alguna de sus tres esclavas o a las tres a la vez. La propia Silvia aprendió pronto a usar el látigo y a veces ella misma era quien administraba los castigos a sus tres siervas.
Por su parte, las tres pobres esclavas vivían aterrorizadas pues a la mínima falta eran sometidas a castigos atroces, cada vez con más saña y crueldad. Muy a menudo, su dueña jugaba con ellas psicológicamente y no era infrecuente que una culpara a la otra de una falta imaginaria sólo para librarse ella misma de los latigazos. En más de una ocasión, sus esclavas planearon fugarse para huir de aquel infierno, pero Silvia les advirtió que si se fugaban y eran apresadas la ley les reservaba una horrible muerte en la cruz. Huelga decir que ninguna se atrevió a tanto.
A Silvia le gustaba también ser azotada por el propio Quinto, eso sí, siempre en privado y en la soledad de su habitación. Según pasaban los días Silvia aprendió a soportar cada vez mejor los latigazos y pedía más y más a su verdugo. A pesar de ello sus sueños sadomasoquistas no cesaron, al contrario, siguió soñando todas las noches en que ella también era crucificada. En cierta ocasión confesó a Quinto que en el fondo de su ser desearía pasar por la misma experiencia por la que había pasado Filé en el Pretorio pero evidentemente su posición no se lo permitía.
Quinto se daba cuenta de la espiral de depravación en la que estaba entrando la joven y que tenía que proporcionarle experiencias cada más fuertes y brutales, así que en cierta ocasión, tras azotarla con el látigo y hacer el amor con ella, le sugirió que al día siguiente le gustaría castigarla de una manera distinta y especial. Picada por la curiosidad, Silvia le preguntó qué había pensado para ella, pero Quinto le aclaró que tendría que acceder a su castigo fuera el que fuese y sin saber antes lo que le iban a hacer. Silvia le pidió que al menos le explicara algo, pero Quinto se negó, sólo le dijo que daría órdenes a sus esclavas para que la prepararan y que si ella quería jugar a ese juego debería obedecerlas en todo. Nuevamente Silvia dudó, eso de obedecer a sus esclavas no le hacía ninguna gracia, sin embargo, la lujuria y deseo desenfrenado que sentía la joven pudo más que su orgullo de patricia.
- ¿Así pues accedes?, le dijo Quinto, y ella le contestó que sí muy excitada.
(Continuará)