Silvia - En el parking

Su marido casi nos pilla mientras ella me hace una mamada en el parking de casa.

Algunos días al llegar a casa desde el trabajo me tomo unos minutos para revisar los mensajes que han entrado en el móvil mientras conducía. Esto supone que permanezco en el coche dentro en la semi oscuridad del edificio durante unos instantes.

La mayoría de las veces estoy solo pero también sucede que alguna vez  que algún vecino llegue, aparque el coche y se vaya a su casa sin percatarse que yo estoy allí. Tengo que decir que mi plaza no está en la zona de paso más frecuente  y está ligeramente escondida en una permanente penumbra.

El que los vecinos, incluso los de plazas cercanas, no se percaten de mi presencia me ha dado una idea que quiero poner en práctica con mi vecina Silvia.

He observado sus entradas y salidas de casa, con un resultado interesante: Los lunes, miércoles y jueves siempre vuelve entre las 18:15 y 18:30. Hoy es jueves y por tanto solo tengo que sentarme a esperarla.

Puntualmente se abre el gran portón de acceso al parking y la veo entrar en su coche. Me preparo  y salgo a su encuentro. Ella por precaución da al interruptor para encender todas las luces con lo que me ve venir al encuentro.

Nos saludamos amigablemente mientras nos encaminamos a la salida sin que ella perciba nada de mi plan. Al llegar a la altura de mi plaza le miento al decirle que necesito coger unos papeles, ella me acompaña hasta medio camino y me espera. Enciendo la luz interior del coche para que me vea bien y le hago señas para que venga hasta mi, pues la luz general se ha apagado y hemos vuelto a la penumbra habitual

Cuando ya está junto al auto, le abro la puerta del acompañante y la invito a entrar. Lo hace un tanto sorprendida pero accede, se sienta a mi lado y espera con cierta expectación lo que le tengo que decir.

-          “ohhh, Silvia… te necesito, te echo mucho en falta. Cada noche me duermo pensando en ti”, “¿te pasa a ti lo mismo?” “¿Te tocas pensando en mi como me dijiste?” le pregunto

-          “si, mi amor…te deseo a todas horas y sueño con ser tuya a cada momento”, “tanto, tanto … que mi esposo ha debido notar algo y no me quita ojo de encima”, me responde con tono triste.

-          “Tenemos que encontrar excusas para salidas como la de la ermita y asi podremos estar juntos”, le sugiero.

-          “si, si… organízalo tu…yo estaré siempre dispuesta a tus deseos y tus juegos… me tienes loca y siempre muy mojada con tus cosas”

-          “Alguna noche he pensado en hacerte una visita mientras estáis durmiendo para comprobar si te has acordado de mí y has jugado con tu chochito hasta hacerlo liquido”.

-          “Si, mi amor…eso es lo que hago… pensando en ti”, me responde emocionada.

Noto cómo mi vecina Silvia se va calentando y sus fantasías afloran para llevarla al estado de enajenación que tanto le gusta. Yo me siento dueño de la situación y me excita ver como Silvia se deja llevar por mis comentarios cada vez más subidos de tono.

-          “me encanta que seas mi perrita… que me desees… que sueñes con mis caricias… y que hagas posible todo lo que te mando… obediente… cariñosa”, añado mientras ella se colca en el asiento de medio lado mirando hacia mi.

Me pone una mano sobre el muslo y con la otra se desabrocha varios botones de la blusa para mostrarme la parte superior del pecho.

-          “me gusta mucho como me tratas… me das cariño, me das pasión… y por eso quiero ser tuya dejándome llevar en tus juegos y fantasías”, “quiero ser tu sumisa… quiero que hagas conmigo lo que quieras… me vuelves loca”, dice terminándose de quitar los botones y dejando todo el sujetador a la vista.

Se lanza a por mi cinturón. Luego viene el botón y la cremallera hasta poder meter la mano y cogerme el paquete.

-          “esto es lo que estaba deseando… quiero que me hagas una buena mamada”, le digo mientras Silvia empieza a juguetear con mi polla. “Mi cachorrita quiere su ración de leche pero antes tiene que ganársela”, le digo mientras le cojo de una teta.

Su mano empieza a hacer esa serie de maniobras que tanto me gustan y que Silvia domina a la perfección. No tarda mucho en acercarse lentamente hasta poner su cabeza encima de mi entrepierna. Noto como su boca va engullendo mi polla lentamente, llenándola de saliva y rodeándola en un cálido abrazo.

La luz general del parking se enciende. Un hombre se acerca aunque no lo reconozco todavía. Quizas es el esposo de Silvia. Me da un subidón la adrenalina y sin pensarlo digo:

-          “es tu marido… y viene hacia aquí” le advierto apresuradamente “seguro que nos ha pillado y viene a por nosotros!”

Silvia se queda petrificada, se saca la polla de la boca aunque la mantiene pegada a la cara. Sabiendo lo que puede venir a continuación se pone a temblar como una niña asustada. Le tengo puesta la mano en la nuca evitando que pueda levantarse poniendo en riesgo nuestro camuflaje.

He reconocido enseguida a otro propietario que viene a retirar su coche, pero que no es el esposo de Silvia. Mantengo la tensión de la espera unos instantes más, sintiendo como el corazón de mi vecina palpita desbocado.

-          “se va… se ha subido al auto… enciende las luces… se va”, “no era él” le digo susurrando mientras la mantengo escondida a salvo de cualquier mirada, y volviendo a acariciar su culo que ha quedado al descubierto al inclinarse tanto en su afán de esconderse.

Suspiramos aliviados, el peligro ha pasado, y después de los nervios pasados Silvia ahora se recrea en su mamada. Me bajo los pantalones hasta los tobillos, se subo la camisa y echo el respaldo del asiento un poco hacia atrás para dejarle todo el campo de acción libre para que ella pueda hacer todo lo que le apetezca.

Creo que por el subidón de antes y luego la tranquilidad al descubrir que estábamos a salvo, mi vecina ahora se lo toma con calma, se recrea en los movimientos y disfruta con mucha parsimonia de cada uno de ellos. Claro está que a mí me encanta que se tome todo el tiempo que quiera.

-          “que rico! Que bien me la chupas! Eres mi putilla y tienes que obedecer… no dejes ni un centímetro sin lamer…”Separa las piernas que quiero meterte el dedo en la concha mientras me la chupas”, le ordeno a lo que ella responde inmediatamente dejándome camino libre para que pueda acariciarle la conchita que está bien mojada.

-          “Ahora dale con la mano… chupa solo el capullo…métetela toda… asi, asi”, le ordeno mientras mis dedos juegan con su coño.

Cuando Silvia reconoce que mi orgasmo está próximo, levanta la cabeza y termina el masaje hasta que hace que me corra. Parte de la leche va hacia su boca y otra parte cae sobre mi vientre. Silvia la recoge con sumo cuidado y la engulle disfrutando golosamente de cada una de las gotas.

-          “asi, asi… muy bien… déjalo bien limpio todo”, le ordeno mientras ella se afana por psar la lengua por cada uno de los rincones de mi cuerpo.

A pesar que ya me he corrido todavía conservo una buena erección, y cuando le toco la concha y la encuentro tan mojada pienso que Silvia no se puede ir a casa con semejante calentón.

-          “Mi putilla está muy caliente… no de voy a dejar así… vamos atrás… y le vamos a dar gusto a ese conejito hambriento.”, le digo mostrándole la polla gorda y tiesa.

Nos vamos a los asiento traseros, pongo a Silvia echada de costado , con las piernas parcialmente recogidas y don el culo hacia mí. Yo me coloco encarando su trasero, me la cojo y froto el capullo por la raja del culo y busco la entrada de su chocho. Se me moja toda la polla y enseguida encuentro el camino.

Pongo una mano sobre su cadera y la acompaño en el movimiento de mete y saca. Silvia que es muy gritona y escandalosa se pone a gemir fuerte a sabiendas que nadie oirá nada fuera del coche. Animado por sus quejidos cada vez le doy con más fuerza e ímpetu.  Ella me pide más y más, a lo que respondo dándole mas fuerte.

Como hace pocos minutos que me he corrido, no tengo temor de llegar a un orgasmo incontrolado, asi que le doy con todas mis fuerzas una y otra vez, haciendo chasquear las piel mojada de su culo en contacto con mis muslos.

-          “¿Te gusta, eh perra? ¿a que no te lo hace tu marido así? Te gusta fuerte… pues aquí me tienes.. te voy a dar hasta que te duela”, le vengo a decir.

Ella solo puede decir:

-          “si, si… fuerte…fuerte… mi amor”

Después de varios minutos de bombear con fuerza contra sus nalgas, percibo sus contracciones, como corre un chorrito de flujo por su pierna y chilla como una gorrinita sin poder contenerse.

Hemos quedado exhaustos y necesitamos varios minutos para recobrar el aliento, pero ha merecido la pena.

Deverano.