Silvia - El vibrador electronico

Probamos el efecto del vibrador en presencia de su marido

Mi vecina y las nuevas tecnologías

Mis padres quisieron fomentar en mí la pasión por la música o al menos el sentido del ritmo y la melodía.  Me regalaron “un teclado electrónico” que consistía en una consola portátil con cuarenta y seis teclas, entre blancas y negras.

Al ponerlo en marcha podías elegir entre ocho ritmos diferentes que sonaban como fondo y sobre estos podías tocar las teclas a tu elección para componer una canción o seguir una de las partituras de ejemplo que acompañaban a las instrucciones del aparato.

Cambiando la posición de una tecla interruptor se pasaba fácilmente de un ritmo salsero, a otro country, rockero o clásico. Yo no tenía buen oído pero me gustaba mucho pasar de un ritmo a otro. Lo dejaba sonar como música de fondo mientras jugaba con otras cosas, aunque de vez en cuando volvía a él para seleccionar otro ritmo.

Todo esto lo cuento porque hace unos días surfeando por la red me entró un anuncio sobre un vibrador para mujer que se podía controlar mediante una aplicación de móvil. Mire bien la especificaciones y lo creí muy apropiado para regalárselo a Silvia, mi vecina.

Estoy impaciente pues ya he recibido un mensaje que dice: “Su envío ya ha sido procesado y está en camino. El transportista se pondrá en contacto con Ud. en las próximas horas”.

Mientras tanto estoy leyendo de nuevo las instrucciones de manejo, los comentarios de los usuarios,  un blog donde escriben algunos usuarios avanzados y sobre todo las opiniones de las “destinatarias”. Me complace ver que tiene muchas valoraciones de cinco estrellas, que ellas se sienten muy complacidas con su uso y que lo recomiendan encarecidamente para dar un plus de erotismo a la relación de pareja.

Igual que el teclado que os comentaba al principio, el aparato tiene seis modos de vibración estándar:  el pulsante, el continuo, a intervalos regulares, intervalos aleatorios, el combinado y el aleatorio total. Todos ellos con la intensidad variable desde suave a muy intenso. Todo ello me ha parecido muy interesante y me he decidido a comprar uno.

Lo que distingue este aparato de otros es que se puede controlar a distancia mediante el teléfono móvil y que moviendo el dedo sobre la pantalla arriba y abajo, o izquierda y derecha esto se traduce inmediatamente en vibraciones especiales que puedes regular tanto en velocidad como intensidad.

A medida que voy leyendo se me hace la boca agua pensando en cómo lo vamos a utilizar Silvia y yo.

El envío ya ha llegado en un paquete que parece que contiene un libro para no levantar sospechas. Lo he desenvuelto, he mirado las instrucciones y he puesto el aparato en la cajita que se acompaña, supongo especialmente preparada para darle a la pareja una bonita sorpresa con el regalo.

Aprovechando que Silvia está en la piscina sola, me acerco a ella y le doy la cajita con disimulo.

-          “póntelo esta noche para la cena”, “estoy impaciente por probarlo”, le digo con cierto secretismo.

Ella mira la caja extrañada y no comprende lo que le pido. Me mira con atención esperando una aclaración por mi parte.

-          “Es un vibrador con control remoto. Quiero que te lo pongas esta noche y me dejes jugar a ver cómo funciona”, le aclaro en voz baja con la seguridad que le va a gustar la experiencia.

-          “Qué cosas se te ocurren. Mira que si no funciona o me hace daño”. “Lo haré sólo por ti, aunque no creo que me guste”, me confiesa.

Hoy las dos parejas vamos a cenar a casa de Silvia y Camilo. En su caso es ella la que corre con toda la preparación y estoy convencido que será una cena estupenda. Nosotros llevamos el vino. Hemos llegado con tiempo y ayudo a Camilo a preparar la mesa.

Un momento que estoy a solas con Silvia le pregunto si lo lleva puesto.

-          “no, todavía no lo llevo puesto… cuando acabe de preparar la cena, me cambiare de ropa y me lo pondré”, me responde sin dejar de moverse de un lado a otro por la cocina ultimando los detalles.

Damos tiempo a que la anfitriona para que se cambie y mientras tanto, el resto disfrutamos del aire fresco en el jardín con un aperitivo en el vaso.

En el móvil aparece un aviso: “El dispositivo ha sido conectado”. Lo que me llena de excitación.

Silvia aparece en el jardín resplandeciente. Mi mujer y yo la recibimos con elogios por su vestido, por su peinado, por sus zapatos… todo parece estar “en su sitio”. Camilo impertérrito con la imagen de su linda esposa, la anima a que saque ya los platos pues todos tenemos hambre.

Lleva puesto un vestido ajustado en la cintura, y la falda con ligera forma de globo corta que deja ver sus bonitas piernas. La parte superior tiene un plisado en la zona del pecho, generoso escote cuadrado y la espalda desnuda. Termina con unas bonitas sandalias con un medio tacón.

Con la mirada le pregunto si lo lleva puesto y ella me lo confirma con una amplia sonrisa que muestras sus grandes dientes y sus labios rojos.

Con disimulo busco la aplicación del móvil y lo pongo en marcha. Según todas las recomendaciones que he leído hay que empezar con la vibración pulsante al mínimo de intensidad. La cara de mi vecina muestra la sorpresa inicial aunque rápidamente lo asimila y continúa con naturalidad.

Mientras comemos el primer plano lo dejo a ralentí pero subiendo un punto la intensidad. Silvia no da ninguna muestra que haga sospechar que tiene un vibrador en la vagina pero de vez en cuando me hace unas miradas muy elocuentes.

Recojo los platos del primero y voy hasta la cocina mientras ella termina de arreglar los segundos platos. Es la ocasión perfecta para probar otro ritmo. Con torpeza selecciono el modo combinado y una intensidad alta. Inmediatamente se vuelve hacia mi como diciendo: “pero que haces!!!”. Vuelvo a manipular el aparato hasta dejarlo en una intensidad suave.

Lleva el tiempo del postre, del café y de las copas. Se abre un maravilloso tiempo para la conversación amena y distendida. Todos estamos cómodamente sentados, bien comidos y bien bebidos. Momento propicio para un poco de sexo.

Saco el móvil y lo coloco encima de la mesa. Todos me recriminan el gesto y me piden que lo deje de lado.

-          “solo quiero ver el resultado del futbol… mi equipo se está jugando la promoción y tengo curiosidad”, ante tal argumento me permiten que de vez en cuando le eche un vistazo.

En realidad lo que hago es jugar con la aplicación del vibrador cambiando de ritmo y de intensidad a mi capricho. Le hago tragar saliva y revolverse en su sillón tras cada una de mis intervenciones.

-          “déjame ver cómo va mi equipo”, dice Camilo mientras ya me ha cogido el móvil. Mueve el dedo arriba y abajo para desplazar la lista de resultados sin saber que en segundo plano la aplicación está cambiando las condiciones del vibrador.

Silvia no sabe qué hacer, el cacharro parece que se ha vuelto loco, y lo mismo vibra como da fuertes impulsos que la están sacando de sus casillas.

-          “Deja ya te lo miro yo”, le digo arrebatándole el móvil y tocándolo lo suficiente para que Silvia pueda recuperar la compostura perdida.

Sin más sobresaltos termina la velada no sin antes haber probado de forma controlada todos los ritmos que permite el aparatejo.

Como despedida, Silvia se me acerca y me susurra al oído:

-          “Estoy completamente mojada. El bicho este me ha puesto a cien. Luego te espero en el jardín, donde te pones a leer por las noches”

Esto me provoca un subidón tremendo. Si al morbo del juego con el vibrador le añadimos la invitación de mi vecina a tener sexo en el jardín, ya os podéis imaginar que mi polla no cabe dentro del pantalón.

Deverano.