Siguiendo las órdenes
Breve relato de La primera vez en las manos de mí señor, aprendiendo a pedir de rodillas y a dar las gracias.
Sus órdenes habían sido claras -no vas a mirarme a menos que te lo permita, si lo haces te castigare!
-si, señor- respondí, aún tratando de entender que era lo que estaba haciendo al aceptar las órdenes de quién hasta ese momento era un desconocido.
Los días previos al viaje en el que lo conoceria, fueron de una ansiedad extrema, me preguntaba a mí misma de dónde venía esa necesidad de sometimiento, de dolor, que me hacía desear ser propiedad de ese, hasta entonces extraño. Tenía miedo pero mis deseos eran más fuertes.
Llego el día del viaje, tenía órdenes precisas de lo que debía hacer, el me esperaría a mí llegada y me llevaría a su departamento para "probarme" por primera vez.
El viaje fue largo y al llegar, seguí sus instrucciones, me subí a su auto, sin mirarlo, sin hablarle, sin saber quién era, lo que sabia de él era por sus fotos, su voz y el poder de sus palabras y todo lo que conocía me había hecho necesitarlo, y viajar hasta él...
Ya en su auto sentía como me miraba, y podría apostar que el me escuchaba desde la respiración hasta los latidos de mí corazón, sin previo aviso metió sus manos debajo de mí camisa y apretó tan fuerte mis pezones que el dolor se mezclaba con el miedo y la necesidad de saber hasta donde llegaría y que pasaría, bajo sus mano hasta mí, ya, húmeda, concha y me tocó como si supiera quién era yo, con precisión, con ansias de explorar, lo que él ya sabía sería suyo para siempre.
No podía mirarlo, no podía hablar, no podía emitir sonidos, hasta que en un momento desabrochó su pantalón, me tomo del pelo y sin siquiera un hola sentí como su verga penetraba mí garganta, yo que casi no tenía experiencia con esa práctica solo podía pensar en hacerlo bien, no quería que mi señor sintiera que yo no era lo que el necesitaba, mientas conducía tenía sexo con mí garganta y yo sentía como me mojaba cada vez más, si así se sentía en mí boca, no podía esperar sentirla dentro de mí concha.
En un momento detiene la marcha, me dice que me bajará, y su voz, me penetro la cabeza, tal vez con más fuerza que su verga a mí boca.
Obedecí, y seguí sus indicaciones sin mirarlo, nada deseaba más en ese momento que verlo, pero no lo miré, solo sus pies mientras caminaba delante de mí marcandome el camino. Llegamos a una puerta y entramos, sabía lo que debía hacer y lo hice, me quite toda la ropa y me arrodillé, era la primera vez que me ponía de rodillas ante alguien, era la primera vez que sentía el frío del suelo mientras el resto de mí cuerpo ardía.
Me puse de rodillas besé sus pies, chupe su verga de la mejor forma que pude, mientras el me preguntaba cosas que solo podía responder con un si o un no, seguida de la maravillosa y mágica palabra: Señor.
Y llego lo que esperaba, lo que necesitaba, me dijo -ponete de pie y apoyate contra la mesa- y así, en un acto salvaje y desesperado, entro en mí, sentí como si fuera la primera vez que alguien lo hacia!
Estaba siendo penetrada por alguien a quien sin conocerlo, había besado sus pies, había chupado su verga y había llamado Señor, en fin me había entregado a sus deseos y eso era todo lo que yo quería para mí.
Mientras me penetraba con total impunidad yo caí en un éxtasis tal, que lo que me trajo de nuevo a la realidad fue una sensación de ardor, eran sus manos azotando con fuerza mis glúteos mientras me decía agitado y caliente - contá!-. Deduje que se refería a contar la cantidad de azotes que me daba, y cada uno que me daba se sentía más que el anterior, ardía, quemaba, casi podía visualizar como dejaban marcas y ansiaba verlas, me hizo contar hasta que el considero que era suficiente, para empezar.
Me llevo a la cama, me puso boca arriba y se metió entre mis piernas, para seguir en ese frenesí de penetración vaginal, que está vez sincronizaria con una sesión de mordiscos a mis pezones, que en un momento creí que arrancaría, pero no, al parecer, yo podía soportar más dolor del que pensaba, y así en medio de esa mezcla de sensaciones comenzé a sentir que venía un majestuoso y necesario orgasmo, que creo había esperado toda mí vida y ahi, justo en ese momento, me permitió mirarlo solo para decirme -vas a acabar cuando yo te diga, me oíste?- me miraba tan fijo que parecía leerme la mente -si, señor- respondí, mientras él embestía convirtiendo el placer en sufrimiento, solo alguien que "aguanto" un orgasmo sabrá de lo que hablo, y en esa lucha por frenar mí clímax, mientras me miraba fijo, por momentos era tierno e inmediatamente feroz, se acercó a mí y me susurro al oído -llegas a acabar y te hago mierda, vos viniste a qué te cogiera un macho y ahora vas a acabar cuando tu macho te de permiso, entendiste?- fue la mezcla de su voz profunda y la tranquilidad con la que lo dijo que hizo que suplicara para poder liberar esa explosión, y entonces dijo - acaba, dámelo todo, eso es todo mío, tus orgasmos son míos, vos sos mía, putita, nunca más vas a ser de nadie más, sos mía!- se que siguió hablando pero no pude escuchar más, me fui, me perdí en el orgasmo más impresionante, doloroso y raro que había sentido jamás, hasta ese momento, me trajo nuevamente a la realidad con un muy buena bofetada en mí cara mientras me decía -No me diste las gracias! A partir de ahora me agradeces cuando te deje acabar! Cómo se dice?- -Gracias, señor- dije mirándolo...
Después aprendi a dar las gracias a que vendrían mejores orgasmos y al parecer pase bien la prueba, no volví a ser de nadie más y nunca mas acabe sin su permiso...