Sigue mi emputecimiento en la tienda de tatuajes

Si te gustó dominada en el ginecólogo y emputecida en el fish spa, aquí tienes mi nuevo relato. Dominación.

Salí del fish-spa algo incómoda, el pepino  que tenía en mi sexo apenas me dejaba andar y me daba la impresión de que todos lo notarían.

Sin pensarlo abrí la puerta del salón de piercings y tatuajes, eso era lo que quería mi amo así que eso era lo que iba a hacer.

En la recepción había un hombre de unos cincuenta años, algo pasado de peso, el vientre abultado se pegaba a su chaleco de piel.

Tenía los brazos completamente tatuados, el cuello y parte del rostro.

—Bu-buenos días —saludé ganándome un repaso de cabeza a pies.

—Hola, ¿qué desea?

—Al abrir la boca vi que tenía la lengua dividida en dos y un piercing en ella. Aguanté un suspiro de sorpresa. Él sonrió y sacó la lengua hacia fuera.

—Vaya, nunca había visto una como esa. —Su sonrisa pícara le delató.

—Me lo dicen todas. —Parte de la tensión que llevaba acumulada se desvaneció. Tenía un humor contagioso.

—Imagino.

—¿Qué será? ¿Un tatuaje con el nombre de sus hijos? ¿Una libélula en el tobillo? —sonreí, era lógico que esperara algo así.

—Vengo a perforarme los pezones. —El gesto de su cara cambió.

—Vaya, eso sí que no lo esperaba, no encaja con el tipo de mujer que suele venir pidiendo eso.

—¿Puede hacérmelo ahora? —Pregunté antes de arrepentirme y salir huyendo.

—Claro, ¿de qué tipo le gustan? —Me enseñó un catálogo desviando los ojos sin disimulo a mi escote.

—¿Qué me recomienda? —pregunté mordiéndome el labio.

—Pasa a la sala y quítate la parte de arriba, cuando vea tus pezones te aconsejo —asentí.

Parecía un lugar bastante limpio. Como llevaba un vestido me lo quité entero y me desprendí del sujetador.

El tatuador entró mirando atentamente mi figura.

—Bonito cuerpo.

—Gracias.

—Te quedaría bien un tatuaje.

—Tal vez otro día.

Me miró los pechos y los pezones se pusieron erectos, se acercó y con rudeza los pellizcó. Gemí abiertamente y él siguió retorciéndolos entre los dedos.

—Necesito ver cómo están cuando se ponen duros.

—Solo lo hacen si los chupas —le invité, sabiendo que o pagaba con carne o no tenía otro modo de salir de allí.

—¿Puedo? —preguntó arqueando una ceja.

—Por favor.

Su boca capturó el primer pezón sin soltar el otro, chupó mordió y succionó hasta llevarlo al límite y después hizo lo propio con el otro. Yo ya estaba mojada y notaba el pepino caer, apreté los muslos pero no podía hacer nada inevitablemente la mitad quedó colgando cuando una contracción involuntaria de placer, sacudió mi vagina.

El tatuador se apartó.

—Tienes unas tetas magníficas, ya sé qué modelo ponerte siéntate en la camilla.

Tuve la esperanza de que no viera la hortaliza pulsar contra mi braga, de introducirla cuando se diera la vuelta pero no lo hizo y cuando me senté miró fijamente mi braga.

—¿Eres trans? —Le miré espantada, no por nada, sino porque no quería que pensara que tenía polla.

—No, solo cumplo las órdenes de mi amo. —Miró mi entrepierna admirativamente dio u paso y presionó el pepino introduciéndolo de nuevo, arrancándome un grito.

—No queremos que tu amos se enfade, ¿verdad? —asentí—. Los piercings también son para él.

—Sí, pero no me dio dinero para pagarlos. —No quería engañarle—. Yo soy el pago.

Esa sonrisa canalla volvió a perfilarse en su boca.

—Me parece justo. Tranquila, has caído en las manos adecuadas, soy muy delicado con los piercings.  No te va a doler casi nada, aunque te advierto que yo no trabajo con anestésicos. Quítate las bragas mientras voy a por el material.

Obedecí quedándome desnuda cuando regreso admiró mis muslos abiertos y mis labios acunando la verde hortaliza.

—Me encantan las ensaladas de pepino —dijo apretándolo de nuevo en mi interior. Yo gimoteé—. Lo dejaremos para después.

Colocó una especie de pinzas con un agujero central en mi pezón y lo perforó sin avisar. Grité de dolor y mi coño volvió a contraerse.

—Sé que te gusta, te huelo desde aquí —olisqueó el ambiente y yo no pude negar la evidencia.

Repitió la operación y cuando lo tuvo todo listo colocó dos bolitas plateadas a los extremos.

—Cuando terminemos te daré una guía de cómo cuidarlos, no queremos que se infecten.

—No. —Inclinó la cabeza y saboreó su obra, me dolían pero al mismo tiempo me gustaba. La suave barba raspaba mi piel, ensalivó ambas tetas y me hizo disfrutar.

—Muy bien ahora baja se la camilla apoya las tetas en ella y separa los glúteos, voy a romperte el culo putita.

Me ayudó a descender y me posicioné con las piernas muy separadas, no sabía cómo la tenía pero me daba igual.

Su lengua recorrió mis nalgas, las mordió y azotó a voluntad hasta que introdujo su lengua en mi culo. Era una sensación rara pero me gustaba. Con la mano abierta empezó a golpear mi vagina que lloraba por ser atendida.

Cuando me tuvo bien ensalivada, se bajó los pantalones y me la metió sin avisar. El grito que di fue demoledor, la tenía descomunal, si el doctor la tenía grande este era una bestia.

Me agarraba de las caderas para hundirse sin piedad, cada grito era premiado con un envite mucho más duro que el anterior.

—Eso es puta, menudo culo tienes voy a llenarlo de leche. —Empujó con brutalidad hasta que el semen salió disparado en mi ano. El tatuador gruñía apretándose entre mis glúteos.

Cuando su polla se quedó flácida me quitó el pepino y lo insertó en mi culo a modo de tapón.

—Así no se te saldrá nada preciosa. —Me sentía muy llena y excitada, algo adolorida pero por primera vez en mucho tiempo estaba viva—. AHORA TÚMBATÉ BOCA ARRIBA EN LA CAMILLA MIENTRAS ME DESNUDO.

—¿No hemos terminado? —pregunté.

—Para nada, ¿crees que mi trabajo vale tan poco?

—No, yo no —su mano abierta descargó en mi rostro.

—No me ofendas puta y haz lo que te he dicho.

Me tumbé en la camilla él se desnudó, era un hombre muy velludo en el torso y sus ingles, parecía casi una continuación de su barba. Cuando estuve como deseaba se subió a la camilla poniéndome los huevos peludos en la boca.

—Ahora los mamarás hasta que se me vuelva a poner dura y cuando lo consigas te follaré en la boca para correrme y que sepas como sabe tu culo y mi leche. Yo mientras tanto voy a darme un banquete con tu rica almeja.

Su boca y su lengua no se hicieron esperar, y mis lametones tratando de empalmarlo tampoco.

Nunca me había gustado un exceso de vello corporal y ese hombre tenía mucho, algunos de los pelos se desprendieron en mi lengua, pero no podía hacer nada.

—Métetelos dentro de la boca puta. —Separé bien los labios y succioné, no me cabía eran muy grandes y pesados.

Mi coño se excitaba la lengua bífida recorría mi vagina anegándola. Mordió mis labios inferiores y tiró de ellos haciéndome gritar y encajar las pelotas por completo.

—Eso es zorra, qué bien las mamas, ya puedo follarte la boca, saca mis cojones y métete mi polla.

Reconozco que me costó, el sabor y el olor me daban arcadas pero no desobedecí y lo tomé.

Era tan rudo follándome el culo como la boca. Esta vez duró mucho más, se notaba que ya había eyaculado antes. Me dolía la mandíbula y el me seguía follando y comiéndome el coño, dándome dentelladas y haciendo que me perdiera en una bruma de placer infinito.

La leche inundó mi garganta sin avisar, era espesa y algo grumosa. Tragué la mezcla de semen vello y no quería pensar qué más mientras me abandonaba admitiendo mi derrota y eyaculando en su boca.

Estuvimos así un buen rato saboreándonos mutuamente hasta que se dio por satisfecho.

Bajó al suelo y me pidió que me vistiera.

—Si alguna vez quieres algo no dudes en pasar por aquí.

—¿Puedo pedirte que me saques una foto para mandársela a mi amo?

—Claro.

No me sacó una sino varias y al final terminó escribiéndole él un mensaje de agradecimiento narrándole lo que me había hecho.

Salí de la tienda agitada, buscando ver la respuesta de mi amo.

Nada la pantalla estaba en blanco.

¿Qué ocurría? Los mensajes aparecían como vistos, ¿se habría enfadado conmigo?

Continuará….

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