Sigue

F/m, incesto.

-¡Sigue, cariño! ¡Sigue! ¡No pares! -gritaba mi madre mientras la penetraba.

Mi duro pene estaba entrando y saliendo de su húmedo coño rápidamente. Los dos estábamos en la cocina, ella a cuatro patas y semivestida y yo con los pantalones bajados por la mitad de los muslos.

Mi padre estaba al llegar, pero mi madre necesitaba un poco de sexo antes de que él llegara. El hecho de estar arriesgándose a ser sorprendida follando con su propio hijo le daba tal morbo que se corría repetidas veces.

Los dos habíamos estado follando desde hacía unos meses. Yo siempre la espiaba para verle algo cuando salía del baño o se vestía en su cuarto y un día ella se presentó en mi habitación desnuda y me dijo que le metiera mi pene en su peludo conejo. El hecho de que yo tuviera quince años no la amedrentaba nada y le encantaba que me corriera en su vagina sin usar preservativos. Yo sabía el riesgo que corríamos, pero ella decía que se estaba tomando la píldora.

Mientras veía mi duro pene deslizarse en el espeso bosque negro de mi madre, pensaba en lo que estábamos haciendo. Mucha gente, si no el 99%, consideraría aborrecible lo que estaba sucediendo en aquella cocina, pero mi madre no podía contenerse y tenía unas necesidades sexuales demasiado urgentes.

-¡Córrete rápido, cariño, que papá estará al llegar! -me decía.

Yo aceleré el ritmo y, en vista de que ella ya había llegado al orgasmo, me corrí en su caliente agujero. Saqué mi verga despacio de su coño y restregué mi glande por sus pelos para limpiarme un poco. Luego me levanté y me subí los pantalones mientras mi madre se subía las bragas y se bajaba la falda. Había sido un polvo rápido, pero mi madre no podía esperar cuando yo llegaba del instituto, generalmente quince minutos antes que mi padre.

-Cariño, creo que papá se va luego a la oficina otra vez a arreglar unos papeles, así que seguimos más tarde. Estoy muy cachonda hoy y quiero follar otra vez -me dijo.

-Vale. ¿Pero es que tú y papá ya no lo hacéis?

-De vez en cuando, pero no me gusta como lo hace, y además a mí lo que me gusta es follar contigo, que eres mi niño y te quiero más que a él.

No tuve tiempo de responder, ya que en ese momento sonó la puerta y mi padre entró  en casa. Nos dijo que se tenía que ir media hora después, ya que tenía mucho trabajo en la oficina y que sólo venía a comer y a coger unos papeles que necesitaba.

Comimos los tres juntos y mi padre se fue rápidamente dejándonos a mí y a mi madre solos. Ella me sonrió y me dijo:

-Esperaremos un cuarto de hora no vaya a ser que se le haya olvidado algo. Mientras podemos irnos al sofá del salón a sobarnos un poco.

-Vale.

Los dos nos sentamos en el cómodo sofá muy pegados. Mi madre empezó a tocarme el pecho y la entrepierna mientras yo me quedaba quieto. Luego empecé a tocarle las tetas, que eran muy grandes y no demasiado firmes. Eso era normal al tener ella cuarenta años y estar bastante rellenita, con un amplio culo reflejo de sus amplias caderas. Le miré el pelo y pensé en lo bonito que lo tenía, teñido en castaño rojizo y sin llegar al final del cuello.

Mi madre seguía magreándome el pene a través del pantalón mientras yo sobaba sus grandes y blandas tetas. Estaba claro que no íbamos a aguantar mucho y que necesitábamos follar urgentemente. Mi madre no se lo pensó dos veces y se puso de pie. Se bajó las bragas y las tiró al suelo. Luego se subió la falda mientras yo me desabrochaba los pantalones y me los bajaba hasta los tobillos. Mi pene de quince centímetros ya estaba totalmente erecto y apuntaba con fuerza hacia arriba.

Mi madre se sentó a horcajadas sobre él y los dos comenzamos una nueva unión incestuosa. Los fluidos de mi excitada madre chorreaban a lo largo de mi duro pene cayendo sobre mis duros testículos. Ella se movía de atrás hacia delante mientras mi pene se hundía totalmente en su maternal profundidad. Sus abundantes pelos púbicos, cortados de forma triangular y ordenada, estaban en contacto con los míos, provocándome un extraño y agradable cosquilleo.

Cuando los dos hubimos llegado al clímax, nos volvimos a vestir y nos sentamos en el sofá a besarnos en la boca durante un buen rato. Mi madre gozaba jugueteando con mi lengua y explorando cada rincón de mi boca. Le gustaban mis fluidos y estar en contacto físico conmigo. Necesitaba que penetrara su hambrienta vagina y que la regara con mi caliente esperma. Los dos nos necesitábamos mucho, más de lo que nos imaginábamos.

-Me ha encantado, cariño. . . -me dijo mientras acababa nuestro contacto bucal mordiéndome el labio inferior.

-A mí también. . .

-No sé cómo darte las gracias, mi amor. . . Me encanta hacerlo contigo y no quiero que lo dejemos.

-No pienso dejarte por nada en el mundo, mamá. . . Te quiero y me gusta estar dentro de ti. . .

-Sabes. . . Me gustaría haber conocido a alguien como tú cuando era joven. Como ya te he dicho otras veces, fui virgen al matrimonio y nunca he hecho el amor con ningún hombre aparte de tu padre. Él es demasiado egoísta y sólo piensa en su propia satisfacción, así que encima de haber esperado hasta los veinticuatro años, voy y me encuentro con semejante desastre en la cama. . . Por eso es por lo que me alegro tanto de que los dos lo hagamos.

-No tienes por qué preocuparte, mamá, yo te daré todo el gusto que quieras en el chocho para que estés bien.

Mi madre sonrió y los dos nos abrazamos un rato. Luego mamá me dijo que quería que le pintase las uñas de sus pequeños y delicados pies. Estos siempre me habían puesto muy caliente y, una vez se los hube pintado, separé sus piernas y metí mi cabeza entre sus muslos. Sus bragas cubrían su poblado coño y yo me limité a oler su aroma de mujer durante un rato. Luego, ella se bajó las bragas y los dos copulamos de nuevo.