Sigo con mis primeras infidelidades de casada

Una tarde en casa con Lalo; buena sesión de sexo, pero tuvo consecuencias.

Sigo con mis primeras infidelidades de casada.

(Continuación de Confesiones 1)

Un día, luego de un par de semanas de serle infiel a mi marido con Lalo –uno de los instructores del gym- mientras estaba en mi rutina de ejercicio, me dijo que si me caía otra vez en mi departamento. La plática fue algo así:

  • ¿Qué vas a hacer al rato, eh?
  • Mmm…no sé, no tengo nada planeado, ¿por?
  • ¿No se te antoja una visitadita?
  • ¿Otra? Antier fuiste.
  • Es que estás deliciosa…nada más te veo y pal…pito.
  • ¡Lalo! Eres tremendo.
  • ¿Entonces?
  • Convénceme…-lo miré coquetamente-
  • En tu depa te convenzo como te gusta.
  • ¿Me vas a atender bien?
  • Mejor que de costumbre.
  • Te espero allá entonces. No te canses mucho, eh.
  • No te preocupes, Teresita…eres una golosa –me dijo al oído.

Después del gym me fui a la casa, me bañé pensando en la rica visita que tendría de mi instructor; eso ya me estaba calentando. Me puse un panty blanca pequeñita, una blusa rosa de tirantitos y unos jeans ajustados. Estaba ordenando un poco la sala cuando llegó Lalo.

  • ¡Guau! Te ves deliciosa.
  • Gracias –me tomó una mano e hizo que diera una vuelta para contemplar mi trasero- ¿te gusta cómo me quedan los jeans?
  • Me encanta, pero te verás mejor sin ellos, ricura –me besó y enseguida puso sus manos en mis nalgas, apretándolas contra su paquete que ya estaba endureciéndose- y no traes bra. Estás igual de caliente que yo, Teresita.
  • Es que mi esposo ya no me atiende como antes…y tú me lo haces bien rico.
  • Cuando quieras te atiendo como te mereces.
  • Mmmm…qué rico –le dije empujando mi pelvis hacia la suya. Él me besó y me acarició las nalgas y la espalda por el costado rozando mis tetas-.
  • Eres cachondísima y estás buenísima, Tere.
  • ¿En serio? –nos sentamos en el sillón; estas dos semanas sólo lo hacíamos en la sala, en la regadera, incluso en la cocina o en el estudio, pero no en la recámara-.
  • Por algo soy la envidia en el gym, varios quisieran estar contigo…entre tus piernas –me decía mientras me besaba el cuello y me acariciaba las piernas, subió su mano por mi muslo y hacia la parte interna de él hasta la entrepierna y me acarició la conchita sobre los jeans- sentir lo rico que te humedeces…la tienes ardiendo, Teresita…qué rico.
  • ¿Quiénes? ¿Qué te han dicho?
  • Jajaja…¿te calienta eso?
  • Me gusta saber que me desean –Lalo me seguía masturbando-
  • Ya estás mojadita…tienes los pezones bien duros –me los pellizcó un poco por encima de la blusa- qué rico –se inclinó y me los chupó sobre la blusa, yo me acariciaba un poco las tetas y las piernas. Él fue bajando por mi abdomen hasta que llegó al broche de mi pantalón, lo abrió y me bajó el pantalón lentamente oliendo mi sexo, mis piernas…se hincó frente a mi, me acarició las piernas por los costados y pegó su cara a mi entrepierna, me olió profundamente la conchita- mmm…me encanta cómo huele…-la mordisqueó sobre la panty-.
  • Ay, qué rico…-le acariciaba el cabello mientras me comía la concha; hizo a un lado la panty y empezó a lamerme y chuparme la panochita-.
  • Mmmm…me encanta que te recortes la panochita…mmmmmm…ma calienta…mmmmmmm…mmmmmmmm –mientras me la comía me acariciaba las tetas y metía un dedo en mi boca para que se lo mamara.
  • Así, papito, así…mmmmmmm…mmmmmmmm…qué rico, Lalo, así, así –pocos minutos después me vine mientras me lamía la concha- me voy a venir, Lalo…me voy a venir
  • Vente, Teresita, vente…mmmmmmmm…mmmmmmmmmm…vente.
  • Ayayayayaya aaaaaaaaaaaaaaaaaa…mmmmmmmm…-fue un orgasmo delicioso. La verdad es que desde que había comenzado mi infidelidad había estado particularmente fogosa, ganosa y Miguel me había puesto poca atención, así que cada vez que cogía con Lalo era una descarga fabulosa- Mmmm…qué rico –me incorporé, le mordisquee los labios, le acaricié las nalgas y luego el paquete, rozándole el palo con mis uñas ligeramente crecidas- ahora me toca saborearte –él se puso de pié y me quedó su enorme paquete frente a mi cara-.
  • Todo tuyo, Teresita.
  • Mmm…qué grande está –lo acaricié, le bajé los pants hasta quitárselos (también las calcetas, es horrible que se las dejen) y estaba frente a mi la enorme reata de Lalo (no llevaba boxers, eso me excita bastante) le acaricié las piernas, la cadera y me la metí en la boca. Con una mano empecé a masturbarlo mientras se la mamaba; él se quitó la playera.
  • ¿Sabes? Me preguntan si esa boquita de mamadora que tienes es tan buena como parece.
  • ¿Y qué te parece? Mmmmmm…mmmmmmm…mmmmmm…sschlp
  • Es mejor de lo que parece…te la comes bien rico, Teresita. Así has de haber practicado, ¿verdad?
  • De alguna forma tenía que aprender, ¿no? Siéntate –en cuanto lo hizo, me hinqué frente a él y se la seguí mamando, él me bajó uno de los tirantes de mi blusa hasta descubrirme una de mis tetas, me pellizcó el pezón, yo le acaricié la verga con mi pezón y se la volví a mamar unos minutos más.
  • Móntame…-le obedecí, me senté sobre él poniéndole las tetas en la cara, él me agarró las nalgas, la cadera- siéntate…métetela solita, Tere –le agarré la reata para acomodarla bien en la entrada de mi conchita y me senté en ella lentamente y comencé a cabalgarlo de arriba abajo, hacia adelante y atrás y en ochos. Me bajó los tirantes de la blusa y volvió a agarrarme las nalgas mientras me chupaba y lamía las tetas.
  • La tienes deliciosa, Lalo…ay, qué rico me coges –de repente se puso de pié sin dejar de metérmela- ¿qué haces? ¿a dónde me llevas, Lalo?
  • A tu recámara, te la quiero meter en la cama en la que te acuestas con tu marido…en la que te coge…quiero que te acuerdes de estas cogidas cuando estés con él, zorrita.
  • No, Lalo, cómo crees, a la recámara no –por supuesto no detuvo su camino.
  • No sabes cómo me ha calentado pensar en cogerte en tu cama, Teresita.
  • No seas cabrón, Lalo.
  • A ti también te excita, chiquita –me recostó en la cama y empezó a bombearme lentamente- hoy que te acuestes piensa cómo te cogieron a medio día…piensa cómo me las diste, cómo te la metieron en esta misma cama…dedéate cuando ya esté dormido en cornudo de tu marido.
  • Eres un cabrón, Lalo…-la verdad es que estaba súper excitada y también había fantaseado en que me cogiera en mi cama- me tienes a mil….síguele.
  • Me encantas por buena y golfa, Teresita…de lo que se pierde tu marido y otros quisieran tener.
  • Ya no me dijiste quiénes, Lalito –se hincó frente a mi, puso una almohada debajo de mi cintura, me agarró las piernas pegadas a su pecho y me la metió- qué rico me la metes.
  • ¿Quieres saber quiénes te quieren coger, eh? ¿Te calienta?
  • Sí, me calienta…dime…-enseguida me cambió de posición, siguió hincado, pero me volteó para metérmela de tornillo, así me agarraba las nalgas y las tetas mientras me la metía; yo la sentía hasta el fondo- ay, esta me encanta, papito.
  • ¡Qué culo tienes, Teresita!
  • Sigue papito, sigue….dime, quiénes quieren encamarme…quiénes quieren metérmela.
  • Eres una güila…Gael, Andrés…el tocayo, Alberto, Pepe…todos esos güeyes me envidian, Teresita.
  • ¿Ya les contaste?
  • Pues claro, chiquita…¿creías que iba a dejar de presumir que me como este culito? –me dio una nalgada-.
  • ¡Ay! Con razón me ven con más lujuria…me cogen con la mirada –luego de unos minutos se acostó detrás de mi y me la metió-
  • ¿Y se las vas a dar también a ellos?
  • ¿Celos?
  • No…¿a ti te dan celos de que me tire a otras chavas del gym?
  • Una que otra…Laura, Bety…tus amiguitas son igual de golfas que tú, Teresita…¿a qué crees que van al gym?
  • Métemela por atrás…-me puse de perrito al borde de la cama, Lalo se paró detrás de mi y luego de pasar sus dedos desde mi espalda hasta mi conchita, me la metió de un empujón- ¡Ay! –me bombeó y me daba nalgadas eventualmente.
  • Me encanta el culo que tienes, Teresita…y te gusta que te la metan por atrás, ¿verdad? Te gusta que te cojan duro, ¿verdad, zorrita? –sus embestidas eran más fuertes.
  • Sí, sí…me gusta fuerte…¡ay!...sigue, sigue, papito, cógeme duro.
  • Eres bien puta, Teresita…me encantas, carajo. Mueves el culo delicioso y aprietas la verga como nadie, cabrona. Me encantaría un trío o una orgía con tus amigas del gym, pinche Teresita…están rebuenas todas y son re golfas –me agarraba la cadera y me jalaba hacia él para sentir mi culo en su pelvis y meterme más la verga.
  • Sí, sí, métemela hasta adentro, Lalo…duro, así, así…cógeme, cógeme.
  • ¡Qué culo, carajo! ¡Qué culo! Me voy a venir, me voy a venir.
  • Vente…vente
  • Aaaaaaahhhhhhhhh...aaaaaaahhhhhhhhh…-se vino y segundos después, al sentir su lechita dentro de mi, tuve mi segundo orgasmo.

Nos quedamos recostados unos minutos y luego se vistió, yo me puse unas pantys y una playera. Me comentó que quería invitarme a su casa, lo que me agradó, porque yo ya no quería que fuera a mi casa. Era muy arriesgado y haberlo hecho en mi cama aunque me excitó de momento, también me arrepentí y quería poco a poco dejar de verlo. Las cosas podrían complicarse si se enteraba mi esposo, evidentemente. Yo sabía –o creía- que esta era tan sólo una etapa difícil en la relación de mi joven matrimonio, pero me equivoqué. Y poco después supe por qué Miguel había perdido su interés sexual por mi; no era sólo el trabajo.