Siete de la tarde

Cuando una tarde de soledad se convierte en una agradable, húmeda y cálida tarde celestial.

UNA TARDE DE NEBLINA

Siete de la tarde, me encuentro en la cima de una pequeña montaña a la que llegue caminando lentamente buscando un sitio lejos de todo y de todos, el cielo empieza a oscurecer lentamente, no hay nada a los alrededores, solo árboles, plantas, flores, y se escucha a los pájaros regresando a sus nidos para alimentar a sus polluelos, el aire resuena entre las ramas y es como si susurraran una melodía misteriosa que se hace acompañar de una neblina densa que empieza a bajar dando al lugar un ambiente de misticismo, tranquilidad y soledad absoluta; y es esa soledad la que acompaña mis pasos hasta llegar a una pequeña edificación que no parece una casa, sino, mas bien una especie de pequeño monasterio, todo se ve en calma total, no hay movimiento, las puertas del lugar son de madera y parecen pesadas para abrirse, lo intento pero sin éxito alguno; la tarde empieza a sentirse cada vez mas fría y yo llevo puesto un vestido blanco muy sencillo sin mangas, el pelo suelto y largo a la cadera y calzo unas sandalias blancas, con lo que el viento empieza a calarme los huesos.

El viento empieza a envolver mi cuerpo haciendo que me estremezca, el pelo empieza a revolverse también con mi cuerpo, mis brazos empiezan a rodearme para cobijarme y evitar sentir escalofríos; la neblina poco a poco empieza a cubrirme la cara y empiezo a perder la visión de lo que tengo a más de 10 mts. Empieza a sentirse una pequeña llovizna que cae como cubitos de hielo que congelan mi cara al instante, me siento en verdad sola y un miedo empieza a inundar mi cerebro, miedo a no ver, miedo a no controlar el frío que tengo, y la lluvia que poco a poco empieza a volverse mas intensa, es la que acaba por empaparme toda y quedarme helada, trato de tranquilizarme y olvidarme de mis temores, empiezo a disfrutar de lo que siento, no quiero ver con la mente, sino con el corazón y es entonces cuando el frío empieza a ser parte de mi, poco a poco mi cuerpo empieza a adaptarse y a sentirse a gusto con ese viento, dejo que mi pelo vaya a favor de el y levanto los brazos para integrarme al ambiente, quiero sentirme un árbol más, quiero saber lo que ellos sienten cuando el viento recorre sus ramas, sentir las gotas recorrer mi cuerpo, empiezo a sentirme viva, natural.

D e repente se abren las puertas del monasterio a mi espalda, y al voltear no veo nada, la neblina empieza a entrar por la puerta con lo cual se disipa y poco a poco consigo ver algo mas, esta todo oscuro, solo veo pequeñas lucecitas al fondo y percibo un olor a incienso que me encanta y me procura serenidad, sin embargo no veo a la persona que me ha abierto la puerta, de hecho no sé si la ha abierto por mí

— Entra — Me dice la voz de un hombre, suena a ser un hombre de treinta y tantos años, puede que de cuarenta, su voz es grave, segura de sí misma, es como si supiera que voy a entrar sin negarme. — ¡Hola!, lamento interrumpirle en medio de la tarde — Le respondo sin saber quien es, pues no le veo por ninguna parte, le busco cerca de la puerta, pero nada.

Se escucha silencio, no me responde, y al poco escucho sus pasos alejarse, y yo me quedo ahí de pie tratando de ver en donde me encuentro, observando el lugar y puedo percatarme de que el sitio esta construido de piedra en su totalidad, a la vista parece un lugar frío, es gris y el suelo es de piedra también, pero entre ella crece un poco de hierva verde, con lo que explica la humedad que también percibo; en cambio mi cuerpo no siente frialdad, todo lo contrario, hay un calor envolvente que me brinda comodidad, al fondo logro percibir una luz mas intensa, una chimenea tal vez y es eso lo que mantiene cálido el lugar, hay cuadros por las paredes, pero no son de santos, son paisajes como en el que me encuentro ahora mismo, y a cada lado de los cuadros hay unas antorchas encendidas, mi curiosidad me hacen entrar lentamente para seguir estudiando el lugar, pero no veo por ninguna parte a la persona que me abrió la puerta, sin embargo escucho una música de cantos gregorianos pero que con la puerta abierta no se escucha con nitidez, al acercarme mas a la chimenea, logro ver ya con claridad una especie de mesa, pero también es de piedra y esta cubierta por un mantel rojo intenso que parece suave al tacto. De repente siento una manta caer sobre mi espalda suavemente, y unos brazos que me rodean junto con ella, no me asusto, pues al sentir esos brazos siento un calor que me recorre el cuerpo, la inseguridad de no saber quien es y el sitio me provocan una sensación muy extraña, difícil de describir. Me gira lentamente y al tenerme de frente me quita el pelo de encima la cara y lo echa para atrás con cuidado, me mira fijamente y me sonríe, yo por fin logro ver la cara de aquel hombre que me abrió la puerta, y me doy cuenta de que es alto, 1.80 tal vez, fornido, ojos oscuros, cejas pobladas, tiene una nariz muy varonil y unos labios generosos, lo que me sorprende es ver que su vestimenta es una túnica marrón, atada a la cintura y lleva puesto sobre la cabeza la capucha de la túnica, las mangas son anchas y lleva colgado un rosario en el cuello, es un monje. En ese momento, siento vergüenza por haber sentido algo mas intenso en el abrazo que me acababa de dar, le miro con asombro y siento como mi cara empieza a tornarse colorada, con lo que bajo la mirada y giro la cabeza, pero no hago por separarme de él, mi asombro me deja de una pieza, y me quedo ahí de pie sin decir una sola palabra, él al notar mi vergüenza se vuelve acercar a mi y con una naturalidad enorme me saca el pelo para dejarlo por encima la manta, lo acomoda con sus dedos y lo arregla para que se quede a un lado sobre mi hombro, me toma de la mano y me lleva hasta donde esta la chimenea, me deja ahí y él se aleja, al cabo de poco tiempo escucho como se cierran las enormes puertas del lugar, y escucho sus pasos dirigiéndose nuevamente hacia mi, la música ya suena con claridad y me fascina lo que escucho.

En ese momento siento como mi cuerpo vuelve a sentir escalofrío, pero esta vez era de nervios, empecé a temblar y mis dientes se friccionaban los de arriba con los de abajo, mi cuerpo sentía un hormigueo cada vez mas intenso conforme él se iba acercando, nuevamente me abrazó, pero ya de frente, me apretó contra su pecho y yo no pude evitar responderle con otro abrazo, en ese momento la manta calló al suelo y me quedé con el vestido chorreando sobre mi cuerpo, él me soltó y se alejó un poco de mi para poder verme, se quedó observándome lentamente y es entonces cuando yo me miré y vi que tenía el vestido untado al cuerpo de la lluvia, no llevaba sujetador, con lo que la tela blanca dejaba ver claramente mis pechos, los pezones se me pusieron de punta, pero ya no era de frío, tal vez de vergüenza o excitación, con lo que llevé rápidamente mis manos a ellos para cubrirlos con las palmas y nuevamente él me sonrió, pero esta vez su sonrisa era distinta, su mirada era penetrante y tenía la sensación de que aún cubriéndome los pechos con las manos sus ojos pudieran ver a través de ellas, en ese momento el se quita la capucha de la cabeza y puedo ver el color de su pelo, es oscuro igual que sus ojos, y parecía suave al tacto.

— ¿Sigues teniendo frío? — Me preguntó sin dejar de mirarme, pero esta vez lo hacía a los ojos.

— Si, un poco — Le respondí con nerviosismo.

— Ven — Me dijo

Su voz varonil y sensual me serenaba, sentía mucho en ella, también me envolvía el cuerpo como lo habían hecho minutos antes sus brazos, es como si pudiera sentir calor también a través de sus palabras. No obstante no fui, me quedé quieta, no sabía que podría pasar si era yo quien se acercaba, me imponía verle vestido de monje y pensar otras cosas. Con lo que él al ver mis dudas fue quien termino por acercarse y me volvió a abrazar, pero esta vez mas intensamente, sentía como las yemas de sus dedos recorrían mi espalda hasta llegar a la parte alta de la cadera y ahí se detuvo, yo deseaba que bajara más, pero no podía decirle nada, estaba siendo inundada por una sensación muy rara que no podía controlar, con lo cual empecé a temblar un poco mas fuerte sin poder controlarme.

—Todavía tienes frío, te vas a enfermar si no hago algo pronto — Al decir esto, empezó a desatarse el nudo del cordón que llevaba a la cintura y lo colocó sobre la mesa de piedra después se quitó la túnica y la dejó caer al suelo, estaba empezando a quedarse desnudo frente a mis ojos, y yo estaba empezando a temblar cada vez mas, no lo podía creer, vi como su miembro iba creciendo de tamaño poco a poco mientras se quitaba la ropa, su cuerpo era esbelto, tenía cada músculo de su cuerpo definido, no era extremadamente marcado, pero si era muy varonil, a tono con su voz y su cara, después lentamente se acercó a mi, me quito despacio el vestido y lo puso cerca de la chimenea para que se secara, me quitó las sandalias y después volvió; me abrazo con fuerza, me cargó y me sentó sobre la mesa frente a él, me miró fijamente y recorrió con sus ojos cada centímetro de mi cara, poco a poco fue entornándolos y se acercó a mi para besarme en la mejilla, luego beso mi frente, mis ojos, mi nariz, pasó a las orejas y al cuello, no pude evitar soltar un pequeño gemido entrecortado, pues me estaba empezando a calentar con la dulzura y suavidad de sus besos, pero yo deseaba sentir sus labios sobre los míos, sentir entrar su lengua en mi boca y que me besara hasta que doliera, tomé su cara entre mis manos, convertí mi vergüenza en valor y le atraje hasta mi, le besé y sentí en ese instante como los nervios y el tiritar de mi cuerpo aumentaba por lo que me abracé fuertemente a él no solo con los brazos sino también con las piernas, para calmar esos impulsos nerviosos de mi cuerpo, el me tomó de los muslos y me apretó fuertemente a su entrepierna, pero sin penetrarme, yo sentía como había crecido del todo su pene y me moría de ganas por sentirlo dentro, pero no quería ir tan rápido, acarició mis nalgas y lentamente subió por mi espalda sintiendo descargas eléctricas que me estremecían conforme se dirigía a mi nuca, acarició mi pelo, perdió sus manos entre mi cabello y poco a poco iba masajeando toda mi cabeza, no pude evitarlo y dejé de besarle, mi espalda se arqueo y al instante clavé mis uñas en su espalda, a lo cual él emitió un gemido de dolor y de placer, me miró con sorpresa y observaba como disfrutaba de aquella sensación de tener sus manos acariciándome la cabeza, no se detuvo, al contrario se dedicó a estudiar el sitio que era mas sensible y se acercaba a él con intensidad y se volvía alejar para frotar otro sitió, me estaba volviendo loca, pues sin saber porqué es como si estuviera acariciando mi vagina, la sensación era exactamente la misma, sentía como me iba humedeciendo y aumentado mi placer, creí que tendría un orgasmo en ese instante, cuando se detuvo y me lamió la mejilla izquierda,

—¡¡¡oooohhhh!!! — Él sabía, sabía que también esa mejilla es muy sensible y la lamió con suavidad apenas rozándola, mientras que con sus dedos acariciaba suavemente una oreja y con la otra continuó en mi nuca, sentía como disfrutaba de verme tan alterada, tocando los puntos sensibles de mi cuerpo, nuevamente estaba a punto de llegar al orgasmo pero nuevamente se detuvo, estaba subiendo cada vez mas el tono de mi excitación y yo sentía que si no tenía un orgasmo pronto me moriría.

Me recostó sobre la mesa lentamente, cogió el cordón de su túnica y me ató las muñecas.

— Así no me arañarás — Me dijo en medio de una sonrisa.

Me dio otro lengüetazo en la mejilla y empezó a bajar por mi cuello, poco a poco llegó a la altura de mi pecho y deseaba que lamiera mis pezones, que los mordiera suavemente, pero solo lo hacía a los alrededores, sabía mis ansias y me dejaba con las ganas, era una tortura muy lenta, muy suave y muy despiadada, poco a poco fue bajando a mis piernas paso directamente a mis rodillas y de ahí se desplazó hasta mis pies, mordía lentamente mis dedos y nuevamente me volvía a estremecer, sentía la humedad de su lengua en ellos con lo que los temblores volvieron a mi cuerpo, traté de quitarle el pié de la boca por que sentía que si no me daba esta vez un orgasmo ya no aguantaría mas y saldría corriendo de aquel lugar para calmarme bajo la lluvia, pero no fue así; sostuvo mi pié con fuerza con una mano y volvió a llevarse mis dedos a su boca y mientras que con una mano lo sujetaba cerca de su lengua con la otra mano acariciaba la planta de mi otro pie, hice por retirarle los pies, pero no me dejó, tenía ganas de soltarme, ganas de abrazarle y llevarle hasta mi para que me hiciera el amor con fuerza y con pasión, hice un intento por enderezarme, pero el lo evitó recostándome nuevamente sobre la mesa con su mano, en ese impulso de locura no pude evitar arañarle el brazo, me sentía como una gata en celo, acorralada, torturada y desesperada, mi vagina empezaba a dolerme de tanta excitación y cuando estuve a punto de tener por tercera vez un orgasmo se detuvo y tiro de mis piernas hacia él para penetrarme

— ¡Aaaaaaahhhhh! — lo hizo de un golpe y me agitó con fuerza — ¡¡¡Oooohhhh!!!, ¡¡¡¡siiiiiiiiiiiiiii!!!!, no pares por favor, sigueeeee!!! — le gritaba mientras estaba teniendo el orgasmo mas grande y mas necesitado de toda mi vida, pero justo al terminar de tenerlo saco lentamente su pene.

— Yo no he terminado contigo, esto es solo el principio — me dijo mientras me veía desvanecer sobre la mesa nuevamente.

Sujetó mis piernas y las abrió con fuerza, se puso de cuclillas y empezó a lamerme los labios vaginales, primero los mayores, dando mordisquillos a su alrededor, explorando nuevamente mis zonas sensibles, después, abrió con sus dedos para introducir su lengua un poco mas, yo estaba para ese entonces chorreando de flujo, pues la penetración dejó fuera de mi vagina todo lo que estaba conteniendo y él empezó a lamerme las gotitas que corrían por mi ano, ¡¡¡uuufff!!! Sentir su lengua cerca me subía otra vez los espasmos, con lo que con un dedo empezó a acariciarme el ano, mientras que con la otra me levantaba la pierna, poco a poco se fue incorporando y me colocó en una posición en la que estando él de pie subió mi cuerpo hasta su altura haciendo que me arqueara. Nuevamente llevo su boca hasta mi vagina y empezó a lamer el clítoris, lo hacía suave, lenta y apasionadamente, se tomaba todo el tiempo que necesitaba para disfrutar de todo aquello y teniéndome en esa postura empezó a meterme un dedo por la vagina mientras su lengua seguía en mi clítoris moviéndola de forma circular, empecé a sentir como movía su dedo dentro de mi y le pedí que introdujera otro mas, con lo que así lo hizo, y viendo como empezaban a subir mis temblores por las piernas empezó con otro dedo a acariciarme el ano, eran muchos los puntos que ya tenía bien localizados y los cuales me estaban llevando nuevamente a la cumbre

— ¿Estas lista? — Preguntó, pero yo no le respondí, ya estaba en otro mundo, mi mente estaba situada en mirar a través de mi vientre todo lo que estaba pasando y no sabía nada mas de mi. Entonces bajó mi cadera hasta apoyarla nuevamente en la mesa y tiro de mis piernas, las colocó a cada lado de su cintura, me introdujo su pene lentamente sin dejar de acariciarme el clítoris con sus dedos, asegurándose de que estaban lo suficientemente húmedos para no hacerme daño, y me penetró lentamente, lo sacaba y lo volvía a meter, hacía uno, dos, tres movimiento y lo volvía a sacar, nuevamente lo metía y cada vez lo movía de forma distinta, pero suavemente y lo volvía a sacar, de esta forma me excitaba demasiado y a la par de sus dedos en mi clítoris, percibiéndolo todo y siendo consciente de sus movimientos es lo que me haría estallar en otro orgasmo intenso en cuestión de nanosegundos, sentía como mi vientre empezaba a apretar su miembro haciendo que le costara trabajo entrar y esa fricción es la que ….

—¡¡¡¡¡¡¡Aaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhh!!!!!!! — desembocó en un orgasmo grande e intenso, lleno de dolor y excitación. En ese momento junto mis piernas y las puso sobre uno de sus hombros las abrazó e introdujo su pene lo mas que pudo y pegó mi cuerpo al suyo para agitarlo fuertemente y sentirle hasta el fondo, su movimiento fue rápido, preciso y contundente, creí morir en ese momento, las lágrimas empezaron a recorrer mis ojos pues el placer era demasiado intenso y le pedí que parara.

Se detuvo un instante y soltó despacio mis piernas, me tomó de las manos, desató mis muñecas masajeándolas un poco con los pulgares y ayudó a que me incorporara, me miró a los ojos y limpió mis lagrimas con sus labios, me beso apasionadamente y me abrazó con fuerza, a lo cual le respondí con otro abrazo fuerte y apasionado, nuevamente le tenía entre mis piernas y la hinchazón de su pene no podía más, con lo que me penetró lentamente, me arrimó hasta la orilla de aquella mesa, el mantel que tenía era muy suave y evitaba que me lastimara con el movimiento, no obstante con una mano me sujeté de ella y con la otra le abracé, empezó a moverse suave al principio, pero poco a poco empezó a aumentar la fuerza de sus embestidas.

— Abrázame fuerte con las dos manos— me dijo.

Y me abracé a su cuerpo con fuerza, me cogió del trasero y me llevó contra su cuerpo una y otra vez, empecé a notar como estaba llegando a mi un nuevo orgasmo y no pude evitar clavarle nuevamente las uñas, mis piernas empezaron a temblar y las fuerza me abandonaban, con lo que me dejo caer sobre la mesa mientras el seguía penetrándome fuertemente, al poco tiempo de sentir esos movimientos sentí como salían disparados unos chorros calientes dentro de mi vientre al mismo tiempo en que el soltaba un fuerte grito de placer que retumbó en todo aquella habitación de piedra y que a mi me hizo estremecer, acto seguido se desplomó sobre mi vientre y me beso debajo del ombligo, mientras tomaba entre sus manos las mías, al poco tiempo se enderezó y me incorporó frente a él, me acarició la cara y me beso dulcemente, para llevarme nuevamente a su pecho en un abrazo ya sin fuerza, pero lleno de cariño.

— Tú eras el pájaro que revoloteaba en la lluvia llamando a mi puerta, deseando entrar — Me dijo bajito al oído.

— Si, gracias por abrirme y dejar que me cubriera de la lluvia bajo el techo de tu cuerpo, sin ti hubiese muerto tiritando de frío y no de placer — A lo que sonrió y me acarició el pelo, —