Siendo mi madre.
Un padre viudo descubre que la hija que educo pacientemente es toda una mujer.
Hacia ya quince años de la muerte de mi madre, en ese momento era solo una niña de tres años. Mi padre desde ese momento dedico su vida a Joaquín, mi hermano que en ese momento tenia seis años, y a mí.
Lo hizo estupendamente, fue un padre abnegado. Nunca le conocimos otra mujer, aunque, a mis dieciocho años era bastante obvio que tuvo que haberlas tenido.
Aquel era un verano caluroso, Joaquín había ido a pasar unas semanas en la casa de playa de su novia de turno.
Me levante temprano, imagine que él debía estar ya en el trabajo. Así que salí en ropa interior hasta la cocina como era mi costumbre. Mi sorpresa fue, que al entrar a la cocina mi padre estaba allí, era cierto, el me había criado, pero hacía mucho que no me veía desnuda.
Mis pechos habían crecido considerablemente desde los nueve años. Era muy voluminosos, se veían rosados y suaves dada la falta de sol.
Sentí como todos los colores se me subían al rostro, pero aun mas vi como mi padre contemplaba aquellos monumentales pechos con lujuria. Gire sobre mis pies y me fui hasta mi habitación, llena de vergüenza como estaba tome el primer par de pantalones y camisetas que encontré, mientras recogía mi rubio cabello frente al espejo recordé con total claridad la mirada de mi padre al verme desnuda. Sentí un estremecimiento en el cuerpo al pensar en lo morboso de la situación, pero aún más, yo por algún extraño motivo quería sentirme deseada por un hombre como mi padre.
El era apuesto, bien conservado para su edad, eran más de una las madres de mis compañeras que se sentía atraídas por él, casadas o solteras aun despertaba pasiones en ellas.
Regrese al armario y busque la una blusa de escote en V. Baje a la cocina y aun estaba el sentado, en el mismo lugar, inocentemente me gire a buscar un tazón colocando mi trasero en punta frente a el, cuando voltee, justo como quería, se había quedado observando las curvas de mi cuerpo.
Me senté a desayunar a su lado. No levanté la vista, pero sentía su mirada en mí escote. Mi padre se había dado cuenta que la niña que el había educado pacientemente ya no era más que una mujer, quizás no tan hermosa como lo había sido mi madre. Ella era mucho mas fina, su cara y cuerpo estaba llenos de gracia, era frágil. Pero sin duda, con cierta belleza.
–No iras a trabajar hoy papi –Pregunté quería estar con el y sentir como se excitaba con mirar superficialmente mi cuerpo.
–Hoy no, me han dado el día libre
– ¿Qué harás hoy entonces?
–Pues estaba pensando quedarme en casa o no puede uno disfrutar un poco con su hija –Capte inmediatamente el doble significado de las palabras. Él se levanto y se dirigió a su habitación.
Él solía encerrarse en su habitación y pasar horas ahí.
Ese día no había salido y por la noche me sentí extrañamente motivada a preparar una cena especial.
Comimos en silencio, la tensión sexual era palpable en el ambiente. Nos dirigíamos furtivas miradas que eran interceptadas y rápidamente apartadas.
Al terminar de comer se sentó en la sala a ver TV, cuando termine de recoger la mesa me uní a el. Era una comedia americana pésima. Papá pasó una su brazo sobre mi hombre desnudo, solo llevaba una camisa de tirantes, comenzó a frotar mi brazo. El roce genero una reacción en cadena, mis pezones comenzaron a endurecerse y marcase bajo la blusa. El calor inundaba mi cuerpo. Levante la vista y me encontré con la suya, y sin siquiera pensarlo nos fundimos en un beso.
Su mano varonil recorría mis pechos y la otra aferraba a la parte baja de mi espalda, presionándola a su cuerpo. Mientras, una de mis manos se aferraba a su cuello y la otra se adentraba en su entrepierna. Tan súbitamente como había comenzado aquel apasionado beso, terminó.
Mi padre se alejo horrorizado por lo que había hecho se fue hasta su habitación, su refugio.
Pero no, yo no quería dejar que todo aquello terminase ahí, en un beso, un simple beso no saciaría todo lo que por dentro estaba sintiendo, el fuego que me llenaba no se apagaría con un simple beso. Ahora es cuando quería más.
Subí las escales evitando hacer ruido, la puerta estaba entreabierta y el estaba ahí, sentado a la orilla de la cama contemplando uno de los vestidos de mi madre. La impresión fue tremenda, sabia que papá no la había olvidado, pero que guardara uno de sus vestidos era algo que no alcanzaba a entender, me sentí culpable, me sentí terriblemente mal.
En ese momento algo hizo cambiar mis sentimientos, el se estaba desnudando completamente y se encerró en el baño. Entre en la habitación con el mismo cuidado que antes. Contemple el vestido que yacía en la cama, era blanco y tenia un corte princesa muy típico de lo que solía usar ella. No estaba muy segura, pero un gemido procedente del baño fue todo lo que necesite para decidirme, quite mi ropa y e coloque el vestido. Mis senos grandes quedaron muy apretados dentro del vestido, al verme al espejo note cuando me parecía a mi madre, los mismos labios carnosos, el mismo cabello rizado… Estaba siendo mi madre.
La puerta del baño se abrió y mi padre salio solo cubierto solo por la toalla.
Me acerque a el puse mis manos en su pecho y comencé a besarlo, el no respondió al beso pero tampoco me rechazo, me aparto con cuidado y nos miramos a los ojos.
Lo siguiente que paso me sorprendió había creído que me sacaría inmediatamente de la habitación, pero el me tomo con fuerza y me beso, introdujo su lengua como ningún hombre lo había hecho hasta ahora, sus manos comenzaron a masajear mi trasero.
Me empujo hasta la cama y rasgo el vestido. Mi cuerpo quedo parcialmente desnudo. Se acerco hasta mi abdomen y beso mi ombligo.
Sus manos subieron por mis caderas y desprendieron mi brasier, dejando mis senos sueltos, entonces, el se hundió en ellos y comenzó a morderles y besarles a su antojo. Una de sus manos bajo hasta mi entrepierna dando fuertes masajes por encima mis bragas. Las quito mientras mordía mi pezón derecho y me hacia gritar.
Lamió mis orejas provocándome un escalofrío de placer. Bajó con su boca por mi cuello, y volvió a lamerme y esta vez mordisqueaba mis duros pezones, que estaban dentro de su boca caliente, ardiente. Con sus manos recorría mi cuerpo una y otra vez. Me separó mis bragas y acarició mis labios vaginales
Él de a poco fue bajando hasta llegar a la parte baja de mi abdomen empezó a hacerme un sexo oral, mientras sus dedos exploraba en mi virgen ano. Tras gemido y gemido llegué al tan esperado orgasmo. La situación era completamente morbosa, mi padre viuda me esta derritiendo de placer, quería más, subió un segundo he intentó contener con una de sus manos mis senos, me sonrió con picardía y comenzó de nuevo a morder y chupar mis pezones mientras introducía dos dedos en mi vagina y con su pulgar masajeaba mi clítoris.
Nos movimos a la orilla de la cama y le quité los boxers dejando a mi vista su pene, era delicioso el sabor de su piel, tan caliente, saladita, y además con un olor embriagador, yo estaba tan caliente que solo atiné meterlo en mi boca y a jugar con él, le di unas cuantas lamidas y luego me lo metí todo a la boca, él parecía experimentar un placer tan grande que me excitaba más a mi, mientras su miembro estaba en mi boca el acariciaba mi cabello, frotaba su tronco y la punta de su glande con mi lengua. Le chupe como si mi vida dependiera de ello, no lo soportó y me separó de él. Rodamos hasta el piso separo mis piernas y de una sola embestida me penetro, enredo sus manos en mi cabello y mientras me penetraba con fuerza tiraba de ellos, esta siendo dominada y me encantaba en todas mis relaciones no había experimentado un sexo tan dominante como este. Era yo su amante, y el era mió.
Me puso luego a la orilla de la cama sujetando mis caderas, de apoco fue introduciendo su dedo anular en mi virgen ano mientras que con la otra mano presionaba de nuevo mi clítoris, llego un nuevo orgasmo, sentí como mis piernas no podrían resistir. Inesperadamente su dedo se adentro en mi ano, lo que me hizo pegar un saltito, comenzó a moverlo en circulo lo que hizo reemplazar la incomodidad por el placer.
–Mi papito querido, dame más, mucho más ¡por favor! –Grite llena de placer, no quería que aquello acabara.
Saco su dedo de mi ano y coloco la punta de su glande en la entrada de mi vagina acariciando mi espalda, y soltó un chorro de semen, caliente y espeso.
Subí a la cama y sentí como el me seguía. Se acomodo a mi lado y nos besamos nuevamente durante un largo rato, seguí jugando con su pene entre mis dedos hasta quedarme dormida.