Siempre tú.

Alejandra tendrá que sobrevivir ante las circunstancias, ya que el amor de su vida ha sido condenada por homicidio.

Juez: Debido a que las pruebas presentadas son irrefutables y contundentes, se declara a la presente Mariela Cuellar Méndez; Culpable por el homicidio del señor Héctor Vargas Torres. Y debe cumplir con una condena de 50 años dentro del penal de máxima seguridad.

¡¡Culpable, culpable!! Son las palabras que retumban en mi cabeza y hacen que me olvide de todos los presentes, incluso de ella, el amor de mi vida. Cuando vuelvo a la realidad la volteo a ver y se encuentra custodiada por dos policías, sólo muevo mi cabeza en negación y las lágrimas comienzan a derramarse por mis mejillas, sé que debo correr y abrazarla, decirle que no está sola y que haré lo posible por demostrar que es inocente pero por más que quiero moverme mis piernas no responden. Veo que el abogado se acerca y pone una mano sobre mi hombro.

Salvador: Alejandra, no te preocupes, haré lo posible por bajar la condena, pero es momento de despedirse, no tengo noción de hasta cuándo la podrás ver. (Suspira) Es un proceso y puede tardar semanas conseguir el permiso de visita.

Alejandra: (Gritando) Me dijiste que harías lo imposible por protegerla, por salvarla de esa condena.

Salvador: No esperaba que contaran con esas pruebas, ni siquiera sabía que contarán con una pistola y menos que se encontraran las huellas de Mariela.

Alejandra: ¡¡Ella no fue, no es capaz de matar a alguien!!

De pronto escucho que gritan mi nombre y nos saca de nuestra charla

Mariela: ¡¡Ale, no me dejes!!

Volteo a verla y veo sus ojos llenos de lágrimas, no me quiero acercar porque sé que no podré dejarla, cuántas veces no fui a refugiarme en sus brazos, cuántas veces no me quedé dormida en ellos, ahora tengo que ir y con un simple abrazo despedirme.

Me paro frente a ella y siento que me va a romper una costilla, mi única reacción es poner mi cabeza en su cuello y llorar, llorarle una y mil veces.

Mariela: Sólo te pido que no me olvides.

Alejandra: No digas nada, no lo hagas más difícil. Sólo recuerda que te amo y que jamás dejaré de hacerlo.

Mariela: Promételo Ale.

La beso como nunca antes la había besado y al término le digo en un susurro: Te lo prometo.

Veo que Mariela le pide permiso a un policía para sacar algo de su chaqueta y me entrega un pequeño post-it:

“Eres tú, mi sol, la fe con que vivo”

Una pequeña sonrisa aparece en nuestro rostro, no cabe duda que me enamoré de la persona indicada, aún en las peores circunstancias sigue siendo detallista y  haciendo lo posible por verme sonreír.

Siento que alguien se apoya de mi hombro:

Salvador: Discúlpame Mariela, no esperaba que contaran con esas pruebas, pero no dudes en que seguiré trabajando para bajar la condena y en el mejor de los casos comprobar tu inocencia.

Mariela: No te preocupes, a mí también me tomó por sorpresa, pero antes que nada te pido que cuides a Ale, no la dejes sola, por favor.

Salvador: Ve sin cuidado, ella estará bien. Por favor cuídate, trata de no meterte en problemas y aléjate de toda situación culposa. Se vienen días difíciles, la primera noche es la más dura, pero sé fuerte y te repito, Ale estará en buenas manos. Te veo más pronto de lo que ambos creemos, a la que si tardarás en ver varias semanas será a Ale, es difícil conseguir un permiso cuando no tienen un documento que compruebe que son pareja o familiar, de hecho está prohibido que amigos entren al penal, pero la persona que asigna esos permisos es muy amigo mío y trataré de que agilice el proceso.

Mariela: Gracias Salvador, no sabes lo agradecida que estoy.

Salvador: Para eso estamos Marie.

Veo que los policías empiezan a esposar a Mariela y rápido me lanzo a sus brazos, la besó por última vez y le susurro al oído que la amo con todas mis fuerzas.

Los policías la forcejean y se la llevan, entran a una puerta color blanca y la pierdo de vista.

Salgo del lugar sin darme cuenta que amigos y familiares acudieron al juicio, por ir tan deprisa tropiezo y empujo a una mujer que se encontraba de espaldas, veo que por el golpe deja caer unos papeles, pero quiero salir de ahí lo más pronto posible que ni siquiera hago el mínimo esfuerzo por ayudarla, sólo volteo a verla y le ofrezco una disculpa.

Salvador es quien se encarga de ayudar a la persona a recoger sus documentos, siento que me persigue, tal vez viene corriendo porque consigue alcanzarme.

Salvador: Espera mujer, me he cansado y ya no tengo más condición.

Alejandra: No te preocupes por mí, ve y empieza a trabajar para sacar a Mariela de ahí.

Salvador: Todo con calma, lo primero que haré será pedir el permiso para que la visites o ¿no es lo que quieres ahora mismo?

Alejandra: Deja tu sarcasmo para otro día, no estoy para este humor.

Escucho el motor a todo lo que da del automóvil de mi mejor amiga, se estaciona a 2 metros de nosotros y me voy deprisa para que Salvador no me siga.

Daniela: ¿Qué ha pasado?

No puedo ni responderle porque empiezo a llorar, veo que para en seco y se queda mirando al vacío.

Daniela: (Gritando) Dime ¿qué demonios ha pasado?

Alejandra: Encontraron la pistola con la que supuestamente mataron a ese hombre, la mandaron analizar y tenía las huellas de Mariela, no sé cómo sucedió pero estoy segura de que ella no fue, por Dios, ambas la conocemos y no dudamos de su inocencia, es más ni conducir sabe y los testigos coincidieron que se escuchó el rechinido de un coche, pero parece que eso al juez no le bastó.

Daniela: ¿Y qué más? ¿Quién fueron de testigos?

Alejandra: No sé, creo que vecinos del señor y personas que se encontraban cerca del lugar.

Veo que Daniela suspira y me abraza, las lágrimas no dejan de salir.

Daniela: Tranquila, sabes que me tienes a mí y no te dejaré sola.

Alejandra: A la única que quiero es a ella.

Daniela: ¿Cuántos años le dieron de condena?

Alejandra: No sé, no dijeron.

Daniela: ¿Cómo que no dijeron?

Alejandra: Sí, jamás escuché que mencionaran algo al respecto.

Justo cuando acabo de decir la última palabra saco mi celular y le marco a Salvador.

Alejandra: Dime que no dijeron cuánto tiempo estará ahí Mariela.

Salvador: Tranquila ¿en dónde estás?

Alejandra: No me pides que me tranquilice, sólo dime y ya.

Salvador: ¿Estás con alguien?

Alejandra: Maldita sea, sólo dime.

Salvador: 50 años, Ale.

Salgo del coche y corro, corro lejos, quiero desaparecer ¿50 años? Es toda una vida ¿qué haré sin ella tanto tiempo? ¿cómo voy a sobrevivir? Si aún no pasa un día y siento que me estoy muriendo.

Corrí tanto tiempo que Dani no pudo alcanzarme, y yo sólo me senté en una banca a llorar, a llorarle a ella. No sé en qué momento me quedé dormida, sólo sé que nunca dejaron de rodar las lágrimas.

Siento que alguien empieza a moverme.

Señor: Señorita ¿se encuentra bien, necesita algo, quiere que llame a alguien?

Abro mis ojos y veo que ha amanecido, hasta yo misma me asusto de estar ahí.

Alejandra: No, no se preocupe, estoy bien.

Me levanto y quiero ir a mi casa, pero no sé si soporte el hecho de entrar y no verla.

Señor: No se va a ir usted sola, primero vamos a desayunar y después paso a dejarla a su casa.

Alejandra: De verdad no se preocupe, me encuentro bien.

Señor: Señorita, no me desprecie.

Fue imposible negarme a su invitación, era un señor de aproximadamente 70 años, sus arrugas son pronunciadas y su cabello es blanco como la nieve, realmente muy dulce, por alguna extraña razón se me viene a la mente mi abuelo, él se encuentra en el cielo, tal vez por eso accedí a ir desayunar.

En realidad no tenía apetito, así que sólo tomé un jugo de naranja, cuando terminé me despedí y le di las gracias, me dio un abrazo que me reconfortó, aunque cuando iba rumbo a mi casa recordé a los papás de Mariela, ellos aún no sabían lo que había pasado, ella no los quiso preocupar y jamás les comentó nada al respecto.

Sus padres son personas muy humildes, su padre es barrendero y jardinero del municipio, su madre se dedica a lavar, planchar y coser ajeno. Viven en una casita muy pequeña y sólo cuentan con lo indispensable. No estoy preparada para darles esa noticia, y menos yo sola. Sé que merecen saber, por eso pienso que el indicado para acompañarme es Salvador.

Todo lo que pasó ayer se me viene a la mente en un abrir y cerrar de ojos, comprendo que fui grosera con Salvador, él no merece que lo trate así cuando se ha desgastado en comprobar la inocencia de Mariela y jamás nos ha faltado su apoyo. Él es muy especial para nosotras, gracias a Dios y a la suerte que nos lo asignaron como abogado, recuerdo que no teníamos ni un peso para contratar a alguien, así que fuimos a pedir ayuda y él se comprometió desde un inicio.

Salvador: Ale, que bueno que llamaste ¿en dónde estás? Fui a tu casa pero parece que no estás, llamé a tus papás y no sabían nada de ti.

Alejandra: Estoy bien ¿te puedo ver?

Salvador: Claro, termino de arreglar unos papeles y te veo en casa.

Alejandra: ¿puede ser en la tuya? No quiero pararme en la mía.

Salvador: Claro, anota la dirección.

Alejandra: No tengo papel, pero dime por dónde es.

Salvador: Mejor dime en dónde estás, paso por ti en 20 minutos.

Alejandra: Estoy en el parque de Morales.

Salvador: Perfecto, ahí te veo.

Me senté en una banca, empecé a pensar en lo que le iba a decir a sus padres y no encontraba las palabras indicadas, ella aparecía a cada instante, así que sólo me puse a llorar, no podía estar sin verla, sin sentirla, la extrañaba tanto que desearía estar ahí, con ella.

Salvador: Ale, ven, sube.

Alejandra: Gracias por venir y disculpa por lo de ayer.

Salvador: No te preocupes, entiendo tu reacción. Ahora vamos a que comas algo, seguro que no has probado bocado.

Alejandra: Quiero pedirte un favor, acompáñame con los papás de Mariela, ellos no saben nada y no quiero estar sola.

Salvador: Claro Ale y es más, como consejo te digo que me lo dejes a mí, yo se los diré.

Sólo puedo agradecerle con un abrazo.

Llegamos a la casa y me quedo en el coche, no tengo valor ni corazón para estar presente.

Desde afuera escucho los gritos de la señora y siento como si me atravesara una bala en mi brazo, a los pocos segundos veo que Salvador sale corriendo y pierdo el conocimiento.

Creo que en realidad me dispararon, porque lo último que alancé a escuchar fueron gritos del abogado, me pedía que reaccionara pero me fue imposible mantenerme despierta.

Es mi primer relato, me encanta leer pero esta vez me animé a escribir, ya tenía en mente una historia diferente y siempre inventaba pretextos para no escribirla, pero esta surgió por un sueño.

Les dejo la primera parte, espero que les agrade y les pido que me digan si le ven futuro a la historia me lo digan para continuarla, si no créanme que paro de inmediato.

Disculpen si hay errores ortográficos o de sintaxis, es la primera vez que escribo, pero trataré de mejorar.

Saludos.