Siempre hay un hombro amigo - por Yuste

Un grupo de autores de TR hemos decidido escribir una serie de microrelatos como ejercicio. Esperamos que sean del agrado de los lectores.

Parecía increíble. Allí estaba el pobre Jorge, el marido ejemplar, el padre ejemplar, completamente destrozado mientras me relataba como había descubierto que su esposa, su santa y fiel esposa, le acababa de poner un par de cuernos de aquí a Tokio.

Quién lo diría. Adelita ni más ni menos. Si poco menos que parecía el paradigma de la castidad matrimonial. Y eso que tenía más curvas que una comarcal. Que menudo cuerpazo que se gastaba la chica por mucho que tratase de disimularlo con aquellos rigurosos vestidazos.

Y esos ojos. Madre mía que ojos tenía. Menudo cabrón el que había hecho cabrón al pobre Jorgito. Sabía poco el tío ese. Anda que no era para levantarle un monumento ni nada si había conseguido que ella le comiese el miembro. Aunque solo fuera un ratito. Solo de imaginar ese par de ojos verdes mirándome felinos mientras se metía palmo y medio de verga en la boca era para morirse. Que luego siempre es lo mismo: las más santas son unas zorras de no te menées.

Y ese culo. Menudo culo que se gasta la muy zorra. Si hasta mi mujer me lo dijo un día. "Vaya culo que tiene Adelita", me había dicho. Y era verdad. Pues anda que como también el "otro" le hubiera dado por darle por allí. Que todo puede ser. Juá, esa sí que sería buena, la Adelita una "muerdealmohadas". Seguro que además había gritado como una loca. "Más, dame más. Tú sí que sabes tigre…"

¿Alberto, me estas escuchando?

Claro Jorge. Claro que sí, hombre. Estaba pensando en tus pobres hijos y en la cara que se les va a poner como se enteren

Esa es otra, hijo. ¡Vaya cruz!.

¿Qué cruz ni qué cruz?: Vaya cuernos, cabrón. ¡Vaya cuernos!.