Siempre esclavo

La entrega eterna hecha realidad de un deseo morboso.

Por fin el coche se detuvo entre la frondosa arboleda cercana a la casa. Minerva suspiró,  y su mirada burlona con disimulada  compasividad  me buscó  desde su retrovisor interior.

Desnudo con el atuendo especial para hoy, bajé  la cabeza desde los asientos traseros y la escuché decir mientras me miraba...

  • Bueno, ya hemos llegado. Como te encuentras?

  • Creo que bien.

Dije luchando en mi interior por darme valor.

  • Entonces decides seguir con esto?. Veo que no tienes remedio.

  • No, usted sabe que yo quera seguir siendo su esclavo. Pero...

  • Pero nada. Eso se acabó  al igual que nuestra relación. Ya te he advertido de que no tienes por que seguir siendo un esclavo...

No podía  aceptarlo. Sentí como si se acabara el mundo y casi llorando le dije...

  • No Minerva, yo no puedo. Desde que comenzamos, mi vida no tiene sentido si no le sirvo. Si no me amas lo puedo entender , pero abandonar a tu esclavo a extraños... No...

  • Ya te dije que podras reiniciar tu vida como persona. Has sido tu el que has elegido entregarte a esta casa.

  • Si, he aceptado por que es la única manera de seguir mi cometido. Soy esclavo, y con dolor llevo el peso de no ser suyo. Pero sigo siendo esclavo. Esclavo regalado por mi adorada diosa.

  • Bla, bla, venga ya. Esas mierdas que lees en los blogs de sumisos 24/7 te tiene comido el cerebro. Anda, sal del coche!.

Solo llevaba un collar de acero cromado en plata con las iniciales (Esclavo II de los Miranda, propiedad legal de Yurena). También llevaba brazaletes y tobilleras finas del mismo material. En mis genitales expuestos un aro de plata rodeaba la base apretando una semi ereccin espontanea ante la brisa del exterior del coche. Tenía  vergüenza a pesar de que estábamos solos ante una casa bien apartada del pueblo. No podía  evitar de taparme con las manos mientras Minerva tomaba la cadena que me serviría  para llevarme de cualquier enganche del collar o del aro de los genitales. Clik!. Se decidió  por el collar y me llevó  dejándome que, por una vez, andara de pie.

  • Si esto es lo que quieres...??

Dijo mientras caminaba decidida hacia la entrada principal con toda seguridad y conocedora del entorno. Estaba claro que ya había venido en varias ocasiones.

Su silueta poderosa iva delante mía. Unos pantalones negros bien ajustados apretaban sus perfectas nalgas. La blusa negra y ceñida modelaban unas curvas de guitarra perfectas. Su melena de rizos negros  caían  libres por su espalda hasta casi la cintura. Es toda una diosa rockera llevando a su esclavo de la cadena.  Mi mirada se entretenía  en sus botines de corto tacón guiando me  hacia mi nuevo destino.

La señora Miranda es una importante empresaria de 40 años bien llevados. Tuve la oportunidad de conocerla en el piso de Minerva, que a pesar de llevarle 10 años por encima, ambas mantienen unas caractersticas juveniles muy  especiales. Ellas se habían conocido en un pub heavy de la zona, y al igual que al resto de sus amigas confesó   su estilo de vida.  Pero esta señora había llegado mas lejos con esta clases de relaciones. Ya tenía un esclavo a su servicio (Esclavo I). Fue una gran sorpresa para Minerva poder compartir opiniones con la señora Miranda. Y desde ese entonces se inicia un nuevo plan el cual voy a ser el esclavo II y sorpresa para su hija que cumplía sus 18 años.

Andando por los jardines previo a la gran casa de los Miranda pensé e intenté imaginar mi futuro alli. Luego recordé el día que conocí a la señora Miranda...

Fue una tarde cuando esperaba de rodillas, culo en pompa y codos y cabeza apoyada al suelo cerca de la entrada mientras Minerva veía la tv. El timbre de su apartamento sonó  y nervioso confirmaba de quien se trataba. Minerva ya me había contado el motivo de la visita y con tristeza estaba dispuesto a soportar. Esa señora del pup vino a conocer la mercancía. Yo ya estaba preparado para agradar por voluntad de mi ama a esa extraña que vino a evaluar me la condicin de esclavo.

Desnudo con tan solo un vulgar collar de perro esperba que Minerva abriera la puerta delante mía.  Lo primero miró por la mirilla por si acaso, luego contenta abrió  sin esa mala gana que la caracterizaba en otras ocasiones.  Tan pronto abrió  dos pares de piernas despertó mi curiosidad. Eran los de la señora con botines hasta los tobillos y fino tacón los que acompañaba a los de mi ama con sus vans negras y cordones blancos. Ambas pantalones Jeans bien ajustados. Seguí la vista de las piernas de la señora y pude comprobar su altura superior a la de mi ama, y la delgada figura que ya me había cautivado en el pub a pesar de su edad más avanzada. Tan solo cruzar nuestras miradas yo bajé mi rostro roburizado hacia sus negros botines. Un beso tímido sobre la puntera provocó las primeras risitas.

Minerva se sintió orgullosa por mi anticipación  a pesar de simular indiferencia invitando a la señora  a sentarse en sus humildes sillones.

-Y bien... Que te parece?. Dijo mi ama señalando mi posición arrodillada ante ellas.

La señora podía ver mi pene curvado hacia abajo con una semi ereccion.  Sus ojos miel claro estudiaba mi estímulo excivicionista y con una sonrisa respondió...

  • Divino!.

Minerva y la señora me miraban estudiando mi disponibilidad sumisa mientras yo pasaba ese reto en público divirtiendo el momento.

  • Has hecho un buen trabajo con el.

  • Bueno, realmente no he tenido que hacer mucho. Ha sido el quien me ha llevado a esta situación. Lo que empezó con un juego sexual,  el lo convirtió en un 24/7. Ya ni sale al exterior.

  • Deberías sentirte alagada y orgullosa. No es fácil conseguir un esclavo para siempre.

  • Reconozco que me he divertido. Pero su entrega fue enfermando y como pareja perdí el interés por el. Tanto fue su consentimiento a que le pusiera los cuernos que tardé en descubrir que era un estorbo. No siento amor por el, pero me apena seguir teniéndolo así. Y ha sido su decisión permitirme que lo regalara. Según el es un fracaso irse como una persona libre. Y no acepta otra cosa que si no es mi esclavo, que al menos me despida de el como tal.

Minerva se interrumpió  así misma y chasqueando los dedos me dio la señal de que debía  hacer.

Desde la cocina las escuchaba nervioso. Las palabras de mi ama recordaban nuestra historia... Desde que fui persona, su pareja en un noviazgo liberal, hasta que me convirti  en su esclavo 24/7.

Afirmaba mi consentimiento y mi disposición de seguir viviendo como esclavo, pero no quería seguir manteniendo me  así. Todo había cambiado para ella y tenía planes con su nueva pareja. Pronto compartirían apartamento y yo sobraba.

Apenado la escuchaba y sentía golpes en mi corazón por cada palabra. Pocos días me quedaban en su apartamento e iba ser regalado a otra.

Cuando llegué con una bandeja de dos cafés recién hechos me arrodillé ante la mirada mas interesada de Maria Miranda. Me estudiaba mi desnudes sin bellos, totalmente rasurado. Sus ojos aprobaron mi postura sumisa y silenciosa, y no reparó en comentar mi forma atlética y el gusto por el tono de mi piel.

Cuando cada una cogió su taza, mi ama me ordenó a levantarme. Fue entonces cuando sentí el tacto de las delicadas manos de la invitada tocando mi sexo. Manejó con astucia mis pelotas y buscó una pronta erección con caricias a lo largo de mi pene. Sopesaba mi escroto, tiraba de la piel y de un aprieto con el índice y el pulgar en mi glande logró sacar una gota pre- eyaculatiria. Luego mas caricias en mi pecho, nalgas y el resto de mi cuerpo. Estremecido esperaba cada roce sin moverme. De pie con las manos en la nuca intentaba no moverme y simulaba mi excitación como podía. Miraba a Minerva prestando atención a cada palabra de la señora.

  • ¿Podría verlo eyacular?.

Minerva sorprendida preguntó si quería que me pajeara delante de ellas a lo que la señora respondió...

  • No, mi idea es esta.

Maria Miranda rodeó con el índice y el pulgar por debajo del glande y me dio instrucciones...

  • Esclavo, quiero que muevas tus caderas y hagas como si follaras. Te doy solo un minuto para que te corras libremente.

Ya habían acordado la despreocupación de mi ama por el semen derramado en su piso y no vacilé de su orden.

Los dedos de la invitada apretaban pero no se movían. Su mano firme tampoco. Era yo quien movía adelante y atrás mis caderas ante las damas. Ellas hablaban de espontáneos temas hasta que en el segundo 40 lancé grandes chorros hacia en suelo e incluso algunas gotas sobre las vans de mi ama. La señora retiró a tiempo su mano y los restos derramados cayeron con la gravedad por mis muslos. Entonces volví a ser el centro de atención y con una regañina infantil fui obligado a limpiar el lío.

Cuando lamía los suelos con mi lengua, ellas ya se habían levantado de los sofás y fumaban riendo en el balcón.  Entonces yo despues de tragarme los restos del suelo, gateé hasta mi  ama y terminé de lamer mas semen de sus vans.

Así fue su llegada. Así conocí  mas a la señora Miranda. Fueron continuas evaluaciones de mi comportamiento hasta que por fin me entrevistó.

Se confirmó. Y desde ese día iba ser su esclavo.

En el trayecto hasta mi nuevo destino recordaba todo esto.

Nos vamos al presente.......

Ahora  llego a su casa a cumplir mi promesa de fidelidad como el nuevo esclavo de su hija Yurena, la menor de dos.

Me arrodillo justo en el momento que Minerva se detiene en la entrada principal. Mis rodillas sobre la alfombra de bienvenida y mis manos cruzadas a mi espalda a la espera...

Ding don!.

Toca por segunda vez.

Mi atuendo en plata fue impuesta por la señora el día de su visita. Fue después de los cigarrillos en el balcón cuando Miranda sacó de su bolsa y nos mostró el nuevo atuendo que debía llevar cuando me trajera a su casa. Y hoy sin el vasto collar de perro  que me ponía Minerva, luzco las plateadas tobilleras, muñequeras, collar y aro genital ante la vista de quien abrirá esta puerta.

Un frío sobre mi desnudez y en mi estómago colisionado  por los nervios.

Alguien tras la puerta abre...

Con la mirada baja lo primero que veo son unos suecos de enfermera o de limpiadora en unos pies blancos y delgados, y un acento oriental se oye...

  • Buenos días! Esto... Usted debe ser Minerva.

  • Si, esta la señora de la casa?.

  • La señora Miranda ha tenido que salir a una urgencia a su oficina, pero ella me ha informado de la entrega de su esclavo. Pase, pase por favor.

Me levanto y un tirón de la cadena del collar me recuerda seguirla gateando.

  • La señora me ha dejado a cargo de los preparativos de la sorpresa.

  • Bien.

  • Quieres tomar algo?.

  • Ah no, mejor te lo dejo y me voy.

  • Como quieras.

  • Ya yo si eso aviso por teléfono a Maria de que le he dejado a su nuevo esclavo.

Minerva entrega el mango de la cadena a una asistenta china uniformada apenas entrado hasta unos salones amplios.

El asombro por el decorado hace que mire más alto de las rodillas de las damas. Minerva se con prisa despide y me deja con la extraña. Ni siquiera me dice nada... La china vestida de uniforme rosa de asistenta es ahora quien me controla. Puedo ver por unos segundos lo blanca de piel que es para ser oriental. Su pelo negro hace contraste con su cara recogido en una cola de caballo le llega a mitad de su espalda. Sus ojos pequeños me miran dándome la sensación de nobleza. Pero recuerdo que una de las normas de la casa es mi silencio y mi atención a cualquier orden. Así que a gatas sigo a la asistenta para despedir con tristeza a  Minerva hacia la salida. Se despiden ignorando mi presencia. La que ya deja de ser mi ama ni siquiera me dice adiós.

Tirado de la correa de mi cuello vuelvo a los salones, luego unas tortuosas escaleras para gatear. Subimos un nivel hasta otro pasillo de habitaciones, y a una de ellas, nos detenemos.

  • Espera aquí!

La cadena y su mango cae delante mía.

Ella se va y me deja en una habitación llena de pósters de estrellas de rock. La cama tiene la funda de Bon Jovi. Los armarios simples cargados de figuras oscuras y libros. Paredes color morado. Otra puerta da a un baño y vestidor. Se me ocurre buscar algún retrato y allí veo la foto de una joven posando de manera divertida. Tiene que ser ella!.

Espero nervioso de rodillas con las manos al suelo sabiendo que esta debe ser la habitación de la hija cumpleañera. Tiene que ser lo.

En pocos minutos llega la asistenta y coge bruscamente mi tobillo derecho. Sobresaltado veo que con un paño húmedo limpia la planta de mi pie y luego me pone un calzado de tela que apenas cubre mi empeine. Son como unas bailarinas sin suela. Tela y un elástico que ajusta el talón y el empeine. Con mi izquierda repite el mismo procedimiento. Termina y se junta la mano con una crema. Sus manos engrasada comienza a frotar mi loma en círculos, luego extiende y extiende por los hombros hasta los brazos. Vuelve a mi loma y toma mi cintura con las dos manos.

  • De rodillas!.

Me pongo de rodillas y sus manos frotan mi pecho... la barriga e ingle. Ella esta casi arrodillada y toma en su mano mi pene. Lo acaricia, lo palpa, hace el gesto de paja y luego da crema. En mis bolas se entretiene sopesando y algunos tirones de la piel. Tal naturalidad que me convierte en un objeto suyo. No muestro emociones pero poco a poco mi pene aumenta su volumen en su delicada mano. La erección se completa y suelta mi pene dejándolo que se mantenga solo en vertical.

  • Abajo!

Vuelvo a la posición a gatas pero ella empuja mi nuca para apoyarme con los codos al suelo. Otra mano atrapa  mis pelotas tras mis nalgas y tira hacia arriba. Con el culo mas levantado noto como me junta mas crema en la espalda, nalgas e incluso por la grieta. Mi saco genital vuelve hacer manipulado sin que el aro de plata sea molestia para engrasarme mas.

Minerva esta mañana ya había gestionado mi aseo mas una depilación completa. Me rapó la cabeza al gusto de la señora y me puso este atuendo en plata. Sin embargo la asistenta me engrasa con algo desconocido para mi, pero con un olor muy femenino como a flores.

Termina los roces y sin decir nada sale de la habitación.

Vuelve de nuevo con una mesa con ruedas de metro y medio en cuadrado. De alto un metro mas o menos.

-Sube de rodillas y codo.

Me ordena.

Me coloco de tal manera que las canillas y pies quedan fuera. Mis manos agarran el filo de la mesa para mantener el equilibrio. Sigo con la incertidumbre y veo sorprendido como deja un royo de plástico transparente cerca.

  • De rodillas y manos hacia adelante.

Cumplo su orden y ella me corrige estirando mas mis brazos y las palmas hacia abajo. Coge el royo y en redondo me forra los brazos hasta los codos. Las manos se me juntan con el apriete.

  • Ahora baja de codos contra la mesa.

Bajo y con habilidad la china me forra desde mi loma dando vueltas por debajo de la mesa dejándome atrapado en ella. Luego toma mi sexo y lo estira tras mía para forrarme los muslos juntos hasta las rodillas. Soltando mis genitales que caen sobre el plástico, corta del royo mas para seguir con los gemelos hasta los tobillos. Me quedo con las piernas unidas de rodillas a la mesa y mis genitales libres tras mis nalgas sin forrar. El resto sin contar con la cabeza, envuelto con la transparencia del material. Ya no puedo salir de la mesa y ella me rueda mas cerca de la cama. Se hace hacia atrás y contempla el trabajo. Luego me quita la cadena del collar y lo deja acomodado sobre mi espalda. Toma mas plástico y forra mi rostro hasta el cuello. Casi en la asfixia ella rompe con las uñas un orificio en la nariz.

Veo todo borroso y comienzo a sentir su mano en mi pene erecto golpeando el plástico de los muslos. Algo esta amarrando en mis bolas que parece ceda en un lazo. Siento las tiras por mi pene. Sus dedos...

Es difícil mantener el equilibrio por tener los miembros juntos. Si no llega ser por el envuelto de mi loma hasta por debajo de la mesa, hubiera caído de lado.

El pie de la cama borrosa es mi único campo de visión. El tacto de la asistenta jugando con mis genitales después de enlazarme los testículos es lo que me mantiene atento y excitado.

Vuelve a salir de la habitación.

Mi pensamiento vaga en un reconocimiento de mi estado. Pienso en donde me estoy metiendo. Como he llegado a esto y por que.... La foto del mueble no se ve bien por este asfixiante plástico. Pero recordando la imagen de mi futura ama tan joven con ahora solo dieciocho años, me pregunto si podré serle útil o como dominaría a un treinta añero como yo. Es muy humillante, lo se. Pero su imagen en la foto me atrae. Parece castaña de ojos claros como su madre. Morritos dulces y su piel bronceada como una cerveza. Me gusta, no lo puedo negar. Es solo que... su edad. Muy joven para mi situación.

Pasa el tiempo y cada segundo es una tortura forrado así...

Veinte minutos,  quizás treinta y oigo movimiento y voces en el piso de abajo.

Mas de un par de pasos suben por la escalera...

  • Lee, ha quedado bien la sorpresa de mi hija?.

  • Señora, tal como me dijo. Y me atrevo a decirle que es muy mono. Buena pesca.

Risas y a parte de la china, la inconfundible voz de Maria Miranda!

  • Guau! No esperaba menos de su trabajo querida Lee.

  • Se ha portado muy bien señora Miranda. Ha sido muy tranquilo.

Tras mía están las dos evaluando el material. No las puedo ver pero no tardo en sentir una mano acariciando mi pene semi erecto. Debe de ser la señora colocando a su gusto el lazo que aprieta mis pelotas. Otra mano estira mis nalgas hacia arriba y mi pene se despega del forro de mis muslos hacia ellas. Los dedos de alguna de ellas acarician el glande provocando me una erección inmediata.

  • Mejor material 24/7 no hubiera encontrado. No crees Lee?.

  • Oh si, que edad tiene señora?.

  • 36.

  • Pues es muy atlético para su edad.

  • Un eslavo real mas joven para mi hija es muy complicado. Esperó que le guste este. Minerva lo ha utilizado mucho como su mascota. Esta muy habituado para eso, lleva mas de un año comportándose como tal, y ya sabes lo que hace mi hija con mi esclavo personal....

Ambas sueltan unas risas y las caricias en mis genitales me lleva al borde de un orgasmo.

  • Vale, vale, no lo provoquemos mas. Ya esta echando las primeras gotas y no quiero echar a perder esa erección.

Dejan de acariciar me a tiempo y la señora me rodea hasta llegar a mi rostro envuelto. Una imagen borrosa de los ojos de Miranda me desafía a obedecerla.

  • Espero que seas un buen esclavo para mi hija. No nos de fraudes. Supongo que deseas que tu exdueña este orgullosa de tu adiestramiento, no?.

Sin decir palabra afirme moviendo como pude mi cabeza.

  • Buen chico.

Se que no puedo mediar palabra alguna, e incluso supe contenerme ante las caricias. Se trata de la norma principal. Reprimir mis emociones y estar atento a todo tipo de orden. Obedecer es todo lo que me queda.

  • Ponerlo ahora Lee.

No se de que habla pero no tardo en sentir los dedos de Lee separando la linea mis nalga.  Luego mas crema aceitosa y ....

Mm m ahg!

No puedo simular indiferencia en cuanto siento algo de goma blanda penetrando mi ano. No lo puedo ver. Mis ojos se pierden a través del plástico y los cierro sin mover mi rostro. ¿Que me esta metiendo?. Hago un esfuerzo mas e intento no protestar con algún movimiento en acto de reflejo. Ya me había saltado una norma al gemir, y la señora me reprende con un cachete en mis nalgas al volver a colocarse tras mía. Ella mira como va entrando lentamente el objeto que no puedo ver, y Lee lo maneja eficaz hasta que noto un tope y mi ano queda lleno como si tuviera una pelota dentro.

Pocas veces Minerva me había penetrado con algún que otro objeto, y ahora la señora Miranda comenta con Lee que lo voy a llevar fijo. Según ellas se trata de mi cola aunque solo siento una bola totalmente introducida. Cuando noto el movimiento provocado por la manipulación, me doy cuenta que un mango fino sobresale de mi ano. Lee lo maneja estimulando mi próstata, luego lo hace la señora y las manos de vete a saber de quien toma mi pene.

  • Esclavo, ahora quiero que muevas tu trasero. Quiero ver como mueves la cola.

Me ordena la señora una vez que deja manipular el objeto.

Una mano aún sostiene mi pene desde el glande, y yo obedezco moviendo como puedo las caderas de un lado a otro. Las risas invaden la habitación con cada movimiento. Humillado simulo el movimiento de un perro alegre. El mango que sobresale de mi culo ladea de un lado a otro y la bola rueda sin salirse dentro de mi.

  • A que es encantador?.

Lee lo afirma y me da unas palmadas de animo exclamando vamos.

La sensación de chispa como si de la mano saliera corriente, me llena de excitación. Siento la humedad de mi miembro resbalarse entre sus dedos. Temo eyacular y bajo la intensidad de mi movimiento. Pronto lo suelta y me doy cuenta de que fue la señora quien manipulaba mi pene en cuanto se limpia las manos sobre mi espalda....

  • Ahora enserio, vamos a dejarlo por hoy Lee. Y tu, esclavo, no te muevas y procura mantener la cola. Cuando mi hija vea la sorpresa espero de ti una erección. Entendido?. Así que procura mantenerte atento.

  • Uff, mucho no queda señora Miranda.

  • Pues si ya debería de volver. Vamos a dejar la habitación cerrada.

Una vez que cierran la puerta me quedo solo.

Solo vuelvo a mis recuerdos de la visita de la señora Miranda.  Después de que enseñó mi nuevo atuendo a mi ama y hacer que me lo probara, me sentí especial. Mi erección volvió casi de inmediato cuando llevaba su collar. Era como si aceptara el cambio a pesar de todo. Miranda es atractiva, me gusta y puede que la pérdida predicida de Minerva sea menos dolorosa desde entonces. Miranda me dejó lamer sus botines mientras seguía informando a mi ama de mi nueva vida. Lamía las suciedades de la calle de su planta con una devoción que incluso sorprendía a Minerva.  Creo que desde ese momento ella entendió com más seguridad que era una gran decisión. Era lo mejor para mi y a su vez Miranda se sentía satisfecha.

Con ese recuerdo en sus botines mantengo la erección más firme....

Puedo oír los pasos de Lee bajando las escaleras por las que subimos y la de los tacos de la señora que no abandona la planta. Esta última llama a su esclavo. Parece que entra a otra habitación y como si se arrastraran de rodillas alguien gatea con la señora. Debe de ser su esclavo aunque solo oigo hablar a la señora mandándolo a seguirla. Pasan cerca de mi encierro y siguen a lo que ella llama su despacho. Ese rastreo de rodillas y manos y los golpes metálicos es lo único que oigo del supuesto esclavo que no dice ninguna palabra.

Una vez que se alejan ya no se oye mas que los golpes de platos o cacerolas desde la cocina en la planta baja. Lee debe de estar preparando el almuerzo.

Solo ante la incertidumbre espero impaciente a conocer a mi nueva dueña. Con una limitada visión busco fijarme de nuevo de la foto de la mesita de noche.  Esa adolescente va ser quien marque mi destino. Como será ?. Quien es?. Y como es que voy a ser su mascota. Excitado mantengo esa idea fija más los recuerdos.

La vergüenza poco a poco va desapareciendo y aunque no cabe mas humillación, muevo por mi cuenta mis nalgas tras descubrir placer en mi próstata. Siento como si orinara sin poder contenerme. Un cosquilleo a lo largo de mi erección me deja como drogado. Temo derramar semen sin ese empuje de un orgasmo completo. Viro la cabeza hacia atrás y veo como una antena de goma sale con una semi curva hacia arriba. A cada movimiento esta ladea de un lado a otro. Esta bien conectado a mi ano en mi interior y no se sale. Esta solo resbala dentro de mi.  La bola curiosamente me da un placer diferente al que había experimentado con los lápices, bolígrafos y dedos introducidos en alguna ocasión por Minerva. Fueron contadas las veces esas penetraciones para burlarse de mi ante alguna visita de sus amigas. Tampoco es que este acostumbrado a ello. Sin embargo la bola entró con facilidad y no siento las mismas molestias.

Ahora tengo que centrarme en permanecer excitado. Con pulsaciones golpeo la erección al plástico. Ladeó la cola y me fijo como puedo a esa fotografía.

Oigo voces en la planta baja!.

Puede que haya pasado una hora, no estoy seguro. Se pronuncia una voz mas dulce en una conversación con Lee pero no consigo apenas entender lo que dicen. Mas claro son los pasos a los que se suman los de la señora bajando a la planta baja. Ahora son tres entre risas y la voz dulce dando novedades de su aventura por la mañana.

Con el nerviosismo voy perdiendo mi erección. Mi vergüenza aumenta al mismo tiempo que que se oye dos pares de calzados subiendo las escaleras... Dios mio están subiendo!!!

  • Mama, que clase de sorpresa me tienes en mi habitación?

  • Abre la puerta.

El pánico se apodera de mi.

La puerta se abre...

  • Por Dios!

La exclamación de la joven me asusta y tiemblo de miedo. No puedo mantener la erección. Maria Miranda se acerca a mi costado y me da una palmada al trasero. Por lo que me recuerda que debo mover la cola enchufada. Yurena sorprendida de tal aberración no puede contener una carcajada al verme moviendo el trasero de un lado para otro a pesar de mi vergüenza.

Los hilos de inicio de una eyaculación denegada salpican con el movimiento y sorprendido noto mi pene de vuelta a endurecer a pesar de mi rubor. Es extraño pero casi sin voluntad la sangre llena mi miembro.

  • Y bien, que te parece tu nuevo esclavo?.

-  Es una broma?. De donde lo sacaste?.

Como si tuviera dos colas... Goma y carne golpeando de una nalga a otra. Puedo sentir esas gotas en las zonas sin forrar de mi piel mientras escucho como Miranda cuenta mi destino.

  • Realmente te sorprende que existan mas hombres dispuestos a ser esclavos reales?. No pequeña...

Toma en su mano mis testículos. Y sigue explicándose...

  • Eso si, dar con uno mas joven me ha costado. He visitado clubes bdsm , chats y algunas amigas especiales y todo lo que encontraba era viejos fofos, y temporeros. Todos mayores incluso que mi esclavo.  Hasta que di con Minerva...

La madre sigue contando mi historia mientras hace pequeños aprietos en mis bolas y mis movimientos bajan en intensidad por el cansancio, unque la excitación va en aumento a su favor.

Yurena se da cuenta de mi dureza mientras escucha a su madre. Puedo sentir su fijación. Tímidamente se acerca y toma de mi loma la cadena suelta que dejaron en su momento Lee y la señora. Lo estira y lo aprueba. Luego lo deja sobre la cama, y es cuando tengo contacto visual de una chica muy atractiva.

Su pelo suelto tapa en ese momento medio rostro. Su silueta delgada se mueve a mi costado derecho y...  Su mano se apoya por encima de mis cachetes anales.

  • Yurena, no te parece encantador?. Tienes a tu servicio un esclavo. Ya no tendrás que jugar o atormentar a mi esclavo. Ahora tienes la oportunidad de aceptar a este para lo que quieras.

  • Mama, tampoco es que me hiciera falta…

  • Por que no?. Tu prima Samanta ya tiene 2 voluntarios para servirla. Y tu tienes un 24/7 como pocas en nuestra familia. Tu tía Claudia, Fátima y yo somos las únicas en gozar de un esclavo real como este.

Los dedos de Yurena dibuja círculos sobre mis nalgas mientras razona..

  • Hasta que punto es real?

-Bueno, tampoco es que sea algo legal. Pero este esclavo no tiene nada mas, que lo que tu le puedas dar. Míralo, totalmente depende de tu aceptación.

  • Lo conoces?

  • De el nada debes saber mas que ya lleva mas de un año arrastrándose en la esclavitud por deseo suyo. Tócalo…

Pronto los dedos de Yurena caminan hasta mis pelotas…

  • Lo único que te pido es que no tengas ninguna relación con el esclavo. Las normas van a ser igual que con mi esclavo. Ya sabes, el silencio del esclavo. El no es ninguna persona, es solo un objeto de uso. Orden y uso, me entiendes verdad?…

  • Ya mamá, lo se.

Siento como sus finos dedos juegan dibujando círculos en la piel prensada de mis testículos.

  • Puedo abrir mi regalo, entonces?

-Por su puesto.

Pronto siento que alguien tira de la cinta y esta se desata con facilidad. Yurena va en busca de unas tijeras de su cómoda, luego vuelve y corta con mucho cuidado el plástico desde mis manos hasta la loma, cabeza, y por último los pies.

Extraño sentimiento de libertad por unos segundos hasta que la vi cerca. Bajo rápido la cabeza con esa imagen grabada en mi cabeza… Casi me ve mirándola a los ojos. No se enfada, pero toma mi mentón y lo dirige hacia su visión.

No dice nada… Un leve cachete y se burla de mi vergüenza. Su Madre tras mía me da un golpe de mano contra mi culo y…

  • Bájate de la mesa!

Me ordena.

Al suelo y a gatas me quedo tan pronto como Yurena se sienta sobre su cama.

Unas largas piernas y modeladas se muestran sin mas prenda que sus mini shorts vaquero. El calzado son unas deportivas y los alza hasta mi rostro abatido.

Se lo que debo hacer. Con la lengua lamo la tela y cuero de su calzado en compañía  de las risas de ambas. De repente la señora tiene prisa...

  • Bueno, es todo tuyo. Tengo que terminar los presupuesto para esta tarde.

-Vas a salir luego?

-Si hija, tengo que pasarme por la oficina de nuevo. Pero eso después de comer.

  • Bien. Pero no me vallas a tardar para la fiesta.

  • Es solo llevar un documento. No te preocupes hija.

María Miranda sale de la habitación.

Pronto deja caer su pie en alza al suelo y lo sigo. Lamo y lamo con tímidos besos esas deportivas como si me escondiera en ellos. Luego ella se inclina y toma la cola de mi enchufe y lo tira hacia fuera. Poco a poco la pelota se sale de mi ano hasta que la suelta. No se por que, ni que motivación a pesar de mi vergüenza, consigue que mueva mi trasero como ya hacía antes para agradarla. La pelota que estaba casi hacia fuera se cae y pierdo el enchufe. Cae la cola al suelo y Yurena me reprende sin tener culpa…

  • Uy, mal empiezas.

Una nalgada y coge la cola del suelo. Luego se inclina y me lo vuelve a introducir con brusquedad.

Se levanta y....

Clic! Engancha la cadena a mi collar.

  • Vamos a dar un paseo.

Gateo tras mi nueva dueña hasta una entrada de grandes arcos que da con una especie de balcón gigantesco. Es como un gran patio donde asomarse a los jardines pero a un nivel mas alto. Se siente agradable fuera sin mas techo que el cielo. La brisa seca mis sudores mientras mantengo la distancia cual me permita la correa de mi cuello. El andar de Yurena decidida y firme me obliga dejar de gatear con las rodillas y usar mis pies y manos para no ahorcarme con los tirones. El mango firme en su mano y la cadena que brilla los reflejos del sol para encandilarme, hace que sea mejor mirar el suelo y sus deportivas por delante marcando el rumbo. A cada paso me doy cuenta de la seguridad que me da mirar sus pies. La mirada baja en ellos me permite esconderme ante la vergüenza. Es un arma para evadir su azoramiento verbal. Ella me trata como un animal y no parece fingir esos gestos. Es como... si,  lo confirma. Esta convencida de que soy su perro.

Pasos lentos, pasos largos, se detiene, y me acaricia la loma. Pero en una de esas veces se pone en cuclillas y busca mis pelotas por debajo de la cola de goma. Su caricia pasa como una corriente que me peraliza. Consigue buscar mi atención y de forma automática jadeo. Yo mismo entro en una fase en el que me entrego. Ya no es un juego mas en el apartamento de Minerva, ahora es diferente. Toda mi persona es aniquilada por la naturalidad con la que me trata mi nueva dueña. Esa naturalidad convencida en la que realmente soy su mascota. Anulado como humano su adiestramiento me lleva a convencerme de mis nuevos deberes sin derechos. Su tacto lo afirma, esa caricia es el reconocimiento de que lo estoy haciendo bien. Este es el camino que debo seguir.

Damos vueltas por el patio. Comprueba cada paso que doy y corrige los defectos. Su actitud es una mezcla de dulzura y firmeza. Una personalidad agridulce en la que no me sorprende algunas patadas a mi costado. Pero lo peor viene...

Se vuelve a poner en cuclillas, y en vez de acariciar mis pelotas, los toma. El dolor viene cuando aprieta la base y con la otra mano da palmadas sobre el. La tranquilidad del entorno se rompe por los gemidos de queja.

No emito ninguna palabra. Los gemidos cambian de tono según el placer y el dolor. Yurena no solo conoce mi cuerpo y comportamiento como mascota suya, si no también consigue entender mi lenguaje. A cada paso juega con ellos. Mis sentimientos no son mas que gestos de reflejo manejados a su antojo.

  • Abajo!

Mi barbilla toca el suelo con mis manos a cada lado. Las rodillas al suelo con el culo en alza y moviendo  la cola de goma.

  • Aquí! (Dice golpeándose su muslo por un lado).

Rápido sin margen de duda mi costado roza la piel de sus piernas. A gatas y a la espera del tirón de la correa para andar.

  • Arriba!

Entonces levanto las manos del suelo y me quedo de rodillas con los codos y las manos recogidos.  La erección firme a la vista le arranca una sonrisa.

Plas! Una patada en mis partes y...

  • Lame!

Me esfuerzo en no quejarme del dolor y lamo sus deportivas por el empeine. Tal manera que encuentro el alivio y desahogo en ellas. Ya no solo me escondo de temor y vergüenza, ahora siento alivio para el dolor en mis genitales. Es increíble... Pero me apetece seguir moviendo la cola de goma. Ya las risas de mi dueña no me detiene. Mi mente se pervierte en sus pies y no veo el momento de arrancar la tela y el cuero de su calzado y tocar, palpar y oler sus pies al desnudo. Solo hay un ligero olor, pero se mezcla. Necesito mas de ella...

  • Ya, yaa! Vamos!.

Creo que llega molestarle tanto entusiasmo.

El tiro de la correa me da otra vuelta por el patio dibujando un círculo de mi jugo sexual por los suelos. El hilo seminal no termina de cortarse de mi glande, y se forman estelas de excitación como una araña soltando su tela. Yurena no atiende, no lo ve. Ella sigue su andar y volvemos al interior por los grandes arcos.

Mis gemidos hacen ecos en el interior de la casa hasta que me devuelve a su habitación.Luego entramos a otra puerta...  Su baño de alcoba.

  • Abajo!

Barbilla al suelo y espero...

Ella sale del baño a su habitación coloca o recoge algo.

Cuando vuelve la espero moviendo la cola para agradarla y a la vez decir le que estoy orgulloso de ser su mascota.

Una patada de su pie tras mía me supone que va descalza. Mi visión solo da a la base de un bidé y por desgracia no los veo. Mierda! creo que se esta desvistiendo. Movería el trasero pero la patada ya me advirtió.

Se oye caer al suelo su mini jeans, la camiseta...

Da unos pasos de un lado a otro y me sigue ignorando.

Me enfado con migo mismo por quedarme en esta posición mirando hacia el puto bidé. Podría haber sido mas listo y cumplir su orden mirando hacia el lado contrario. Dios!, no lo supuse...

Mi dueña se mete en la ducha.

Oigo ya el agua caer y la corredera no se ha oído cerrar. ¿Por que no tendré un ojo en el culo?.

A pesar de mi presencia ridícula con la cola de goma apuntando el techo, mis pelotas con la base de plata asomando, y mi pene decayendo de mi barriga hasta apuntar el suelo con los hilos pegajosos... Me ignora.  .... Me ignora!

Es cuando la ducha termina cuando me dice:

  • En espera a mi habitación!

Esperaba algo mas de mi cuando estube a la espera en su baño. Pero la  prisa condicionó mi supuestas funciones por lo cual posiblemente no fui necesario para ella más que para esperar mirando la base del bidé.

Salgo a gatas a su habitacion y no tardo en verla  salir de la ducha con una toalla en sus mano. Mi baja mirada alcanza apenas el final de su toalla y a sus húmedos pies sobre el suelo. No me atrevo mirar mas alto. Con una furiosa erección espero con la barbilla sobre el suelo para tener más visión de ella más alto que sus rodillas sin que se note mi rostro subir.  Una sensación rara y desconcertante acompaña mi posición de espera. Me siento extraño, no se que esperar ante tal degradación. Yurena es muy joven y no tengo la misma sensación de protección que tenía con Minerva. Quizás su madre me cautive tanto como para dar este paso, pero no dejo de pensar en lo humillado que me siento siendo el perro de una jovencita de 18 años. Humillado pero excitado, muy excitado. Eso es lo raro.

En posición con mi barbilla al suelo veo sus lindo pies andar por los alrededores. Esto paran cuando se sienta en su cama. Los cajones se abren y salen de ellos su ropa interior. No soy tan osado como para atreverme buscar mejor visión, pero... un momento divino... unas braguitas  entrando desde sus pies... subir... Y volver mi visión a sus pies.  Pronto el clic de su sujetador ajustándose. Borrosa visión, pero se de unos pechos pequeños y bien formados. Su indiferencia me anima a seguir buscando mas de ella.  Parece no molestarle mi presencia desnuda adorándola. Se levanta y se pone una camiseta de talla muy elevada. Una camiseta negra de los KISS que cubría casi como un camisón.

  • Trae me aquellas zapatillas!.

Señala su lugar, y como si hubiera despertado de repente, gateo hasta unas chanclas de goma y negras de meter el dedo. Tomo con mis labios las tiras delgadas y con la ayuna de mis dientes consigo llevarme ambas en mi boca.

Si soy su perro, esta tiene que ser la manera.

  • Buen chico!

Rió, y aprobó mi devoción cuando gateé hasta ella.

Las dejo caer ante sus pies. Y ella me mira de pié con los brazos en jarras esperando algo mas.

Con mis manos se las coloco en posición para que ella solo tenga que meter sus pies. Se los pone uno a uno ajustándose bien la cinta delgada que separa su dedo gordo del resto. Al mismo tiempo creo sentir su mirada algo mas interesada sobre mi postura. Como si estudiara mis movimientos. A pesar de las acciones simples de una chica vistiéndose, se podría notar en su pensamiento una vara de medir mi atención. Como evaluando mi disponibilidad. Y si, temo, tengo algo de miedo, pero la excitación me guía a anticiparme y me comporto como lo que soy, su esclavo. Se me puede notar las ganas de besar sus pies en sus zapatillas y el gemido ahogado de auto control. No quiero ser grosero y aguanto el deseo a pesar de ser consiente de lo humillante que resulta nuestra diferencia de edades.

Yurena sonríe y me sorprende posando su mano sobre mi cadera, concretamente sobre mis nalgas en alza. Se ha inclinado y busca ver mis genitales oprimidos por el metal del aro. Parece que le llama la atención el volumen y el color que tiene mis pelotas asomadas. Siento el dedo recorriendo la piel tensa y de repente la palma ahueca el camino hasta mi pene golpeando mi vientre.

  • AGhh!

Se queja por que sintió la humedad.

Vuelve a su postura inicial con los brazos en jarra y...

  • No y no , no lo pienso permitir. Eso es asqueroso. No quiero un perro así. Desde que te he visto has estado todo el tiempo empalmado. ¿En que piensas, perro asqueroso?...

Con mi barbilla al suelo gimo...

  • Que asco! Ahora vamos a comer y no quiero verte así en el comedor.

Se quita una zapatilla y colocándose tras mía...

Zas! En mis testículo.

Zas! Mis nalgas y salpicones de pegajosa excitación saltan por su piso.

Zas!

  • Baja esa maldita cosita! Eso es una falta de respeto.

Zas!

Lo consigue, supe aguantar mi postura para el castigo y mi erección desaparece. El dolor intenso en mis partes lo consigue.

  • Vamos idiota!

Se calza su zapatilla y no me pone correa al cuello. Esta camina delante mía y yo gateo tras ella. Enseguida estamos bajando las escaleras al siguiente nivel con su andar enfadado que me preocupa. Pero nada mas llegar a la cocina sonríe...

Yurena saluda a Lee.

Lee nos ve y sonríe divertida.

Tímido y agazapado tras mi dueña  veo a Lee poner los platos a una mesa sencilla. Mientrastanto que dolorido y con el sonrojo a cuesta, me es mas fácil mantener mi pene flácido, y estoy dispuesto a no parecer grosero.

Solo cuando se sienta mi dueña, yo pego mi barbilla al suelo.

  • Has pegado a tu esclavo?.

Es la voz de su madre entrando.

Tras ella su esclavo de pie y desnudo con los mismos adornos de plata que yo, pero sin el ano penetrado. Flaco y mas viejo que yo, debe rondar cerca de los cincuenta. Rapado y rasurado con una mirada sin expresión se arrodilla cuando la sra Miranda se detiene...

  • Ah si... Este perro esta muy excitado. Tenía inicios de semen... No se, me repugna ver su cosa dando palmos.

Respondió su hija que me mira con asco.

  • Te escuché desde la oficina. Solo te pido que midas tus fuerzas.

  • Pero si a esta clase de gente le gusta que los zurren.

Se ríe en burla, Yurena.

  • Una cosa es castigar y otra es dañar... Ya hemos hablado de eso.

  • Siiii maaa, solo use la zapatilla.

  • Y que problemas tienes con sus erecciones?

Su madre se sienta en la mesa y su esclavo que no muestra ninguna erección sigue a su lado de rodillas. Entonces le chasquea los dedos delante de su cara y este se levanta.

  • Has visto los hilachos que suelta, mama?

El esclavo de la señora ya esta recogiendo los platos que Lee le ofrece. Entiendo enseguida que la señora lo mandó ayudar a Lee con la mesa.

  • Si, me he dado cuenta que es muy sexual. Eso fue lo que mas me llamó la atención cuando lo conocí . Me parece interesante su capacidad de respuesta. No lo crees así?. No es maravilloso tener un esclavo lujurioso, desesperado, excitado por ti?.  Mira mi esclavo....

Ambas ven al esclavo poniendo los platos en la mesa.

  • Su cosita colgando sin muestra de gratitud. Si no me esta comiendo los pies no se empalma.

La señora toca su flácido pene por un rato y luego lo deja para que siga con su trabajo. Entonces me mira...

  • Ven perrito!

Da palmadas a su muslo.

Me acerco y ella con un arriba me ordena a alzarme. De rodillas dejo ver mi pene flácido ante la mirada de pánico de la señora.

  • Le has pegado en sus partes.

Yurena se ríe y dice...

  • Un poquito... Palmadas como cuando castigas a este.

Dice mirando al esclavo que termina de poner la mesa y se arrodilla al otro lado contrario a mi de su ama.

Maria Miranda se inclina un poco y me toca la flacidez y mis testículos enrojecidos.

  • Creo que te has pasado. Esto no son palmadas.

Dice enfadada mientras aprieta mis bolas en busca de una queja que no tarda en llegar en modo de gemido. Luego acaricia y acaricia consolando mi tormento pasado. Busca delante de mi dueña que le regale una erección.  No se si se enfadará, pero respondo a la suavidad de los delicados dedos de su madre y mi pene se levanta apuntando fuerte a la mirada desafiante de mi dueña Yurena.

  • No es tierno?

Su madre intenta buscar el lado bueno de mi repuesta.

Dibuja el largo de mi pene con su dedos. A veces araña con las uñas. Otras tapa con su índice la apertura de mi glande.

  • Ay mama, mira... ya esta goteando. ¿Por que no lo dejas por hoy, que vamos a comer?

Su madre se ríe y suelta mi pene con una gota saliendo a la nada.

  • Ve con tu dueña!

Con interrumpida excitación voy hasta los pies de Yurena. Mi barbilla al suelo y mi culo en alza deseando que la mano de Yurena, aunque sea de forma desinteresada, llegue a tocarme. Una caricia que me calme. Pero nada... Ambas hablan de lo ocurrido en la habitación y esta vez confiesa Yurena los golpes de zapatilla en mis genitales.

Un bol me sorprende cuando aparece de la mano de Lee. Lo planta en el suelo y me invita a comer a los pies de Yurena. Luego Lee se sienta con mis amas a comer con toda normalidad a pesar de ser la asistenta. Escucha y ríe sobre tema como una más de la familia.

Delante de mi un espeso de arroz con leche. Lo huelo y con la boca introducida lamo y trago mi alimento.

Ellas en la mesa gustan de platos deliciosos de las que solo tomo su olor. Pero el esclavo arrodillado no come, no le han puesto bol como a mi. Este tiene por norma comer de último.

Bajo la mesa veo los pies de las tres. No los pierdo de vista a pesar de la comida.

Medias semi transparentes dentro de unas zapatillas de andar por casa de punta cubierta en tela de la señora Miranda, los descalzos pies de Lee posados sobre las suecos de trabajo y el meneo de las zapatillas de mi dueña cerca. Todo un espectáculo para ir conociendo mi lugar. Se que pronto los adoraré, y ese pensamiento alimenta la devoción con mas fuerza.

El bol se acaba, en poco tiempo termino con el arroz con leche y vuelvo a la posición. Mi culo en alza menea la cola de goma buscando atención.

Las conversaciones de mis amas y Lee me borran del mapa. Nadie me mira y mi pena aumenta mas cuando veo que de vez en cuando la señora acaricia a su esclavo arrodillado. Sin embargo Yurena ni me ve. Creo incluso que incluso le molesta mis movimientos. Y si...

Zas!

Inesperadamente recibo una palmada en mi culo.

Me quedo quieto y mirando desconsolado el horizonte del piso y los pies las mujeres.

La conversación no se interrumpe con el regaño de mi dueña y volvemos a mismo punto de ignorado.

Mi pene erecto es lo único que muevo. Golpeando mi vientre y la húmeda como gotas a cada treinta segundos.

Madre e hija. Compasión y desinterés. Las diferencias de ambas se reflejan el el trato de sus esclavos. Una mira su esclavo, lo trata con mimo, lo acaricia llevándolo a su terreno de humillación mas maternal. Y la otra maltrata y priva incluso que demuestre mi excitación.

Y Lee?. Me pregunto por su respuesta al tenerme a su mercé. Por lo pronto me emboba los movimientos de sus pies desnudos entrando y saliendo de los suecos. Son mas blancos, y a pesar de ser soporte de trabajos domésticos, se ven limpios y cuidados. Las uñas sin pintar pero brillantes. Los deditos orientales recogidos y apetitosos de chupar.

Ya no solo Lee. Tengo la necesidad de buscar esos tres pares y besar y lamerlos con devoto placer. Podría ser mi calmante natural a mi desesperada situación. ¿Como puedo estar tranquilo, si no encuentro la manera de botar la carga acumulada en mis pelotas?. ¿Como es posible que el esclavo de la señora no muestre ninguna erección ante los mimos regulares de su ama?.

Mis dueñas hablan de mi inexperiencia mas que de mi potencia sexual. Hablan del autocontrol. Cada palabra de la señora es una enseñanza para su hija que escucha con atención. Pero no todo es halagos para su esclavo y falta de correcciones para mi. La madre se queja de la poca devoción que muestra su pene. Débiles corridas, retraso de sus orgasmos e impotencia ocasional. Cree que igual esta perdiendo interés. Pero su hija no lo cree así.

Yurena comenta su estado de éxtasis cuando lo tiene con ella. Y sobre todo las visitas. Ella cree que necesita mas situaciones humillantes. El esclavo pasa mucho tiempo sin su dueña y casi siempre esta con Lee trabajando con la limpieza. Pero cuando Lee lo lleva como un perrito a la piscina con sus amigos, este se vuelve mas obsceno.

En ese momento del comentario veo desde mi posición de espera bajo la mesa, una semi erección del esclavo. Ahora esta respondiendo a las desinteresadas caricias de su ama.

Van por el postre ya, y no pierdo detalle de la conversación para conocer mejor mi nuevo entorno.

Nadie salvo yo hizo caso al esclavo empalmado. Lo cierto que ahora somos ambos los excitados ante la indiferencia de nuestras amas.

El almuerzo se hace duro. Quieto, casi inmóvil espero excitado. No puedo relevar este sentimiento. Y eso es lo que mas duele. Duele mucho....

Lee se levanta, y nada mas sonar el chasquido de los dedos de Miranda, el esclavo acompaña a Lee a recoger los platos sobrantes.

Este rato del postre me lleva a recordar las primeras situaciones en público que pasé como esclavo de Minerva...

Una tarde de verano Minerva invitó a dos de sus mejores amigas, Beatriz y Marina. Nunca olvidaré ese día desde el momento que mi dueña les dio entrada al salón. Yo estaba de rodillas totalmente desnudo salvo un collar de perro esperando como un condenado a semejante humillación. Las miradas de sus invitadas de asombro y las carcajadas explosivas me derrumbaron la dignidad por completo. Tan solo Bea parecía mas experimentada con estos casos y no dudó en llamarme como un perrito a que me acercara.

Gateé timidamente hasta ella hasta dejarme sobar el cabello con las típicas burlas de perrito bueno. Marina se mostró más incomoda y casi que se alejó.

A pesar de la vergüenza bajé mi cabeza hasta besar ambos empeines del calzado de Beatriz. Sus zapatos de tacón alto dejaban de su puntera asomar dos de sus dedos con las uñas de brillo transparente.  El beso tibio cayó en el cuero sin tocar nada de su piel sin medias. Pero cuando iba a por los botines de tacón fino de Marina, esta se alejó mas de mi humillante actuación.

  • Ni se te ocurra a babear me los zapatos cerdo!. Dijo asqueada.

Era mi cumpleaños y a Minerva no se le  ocurrió otra cosa que regalarme esta humillación. En principio la sorpresa era compartir me con Bea, pero por motivo casual Marina se unió por curiosidad.  Bea ya conocía mi situación mucho antes que su acompañante. Ella ha tenido relaciones parecidas con otros chicos y esto lo noté enseguida ese día. Lo que nunca me había visto desnudo y en acción, ya que esto se suponía que mi dueña lo iba a guardar para nosotros. Marina sin embargo nunca había pasado por esta situación aunque reconocía su morbosidad por verlo con sus propios ojos.

Mi dueña me daba suaves patadas para recordarme  mi lugar al mismo tiempo que se burlaba de mi. Ella sabia que lo disfrutaba aunque me quejaba de vergüenza. Sentía que me hacía un favor y mostraba su cariño humillándome ante sus amigas. Quería liberarme de mis complejos de derrota sabiendo que lo deseaba, hasta que pronto todo lo que pasaba por mi imaginación se hacía realidad en su salón.  Sus pies descalzos dando patadas a mis nalgas e incluso pisando mi nuca para que mis labios tocaran el suelo, era el símbolo de mi derrota, el de un perdedor vencido por sus enfermos deseos.

Después de tanta burlas tuve el deber de servirles vasos de cubatas y tazas de roscas, mientras las tres miraban desde los sillones la pantalla del televisor el como rodaba una película del dvd.  Marina me tiraba algunas roscas al suelo distrayendo a sus amigas de la peli para reírse de mi mientras yo las comía del suelo.  Este comportamiento mio hacia feliz a mi dueña y me premió con besos lejanos y su permiso para lamer sus plantas del pie sobre una mesilla. Fue entonces cuando Bea que estaba a su lado se quitó sus zapatos y los puso junto a los de mi dueña. No dudé en lamer también sus plantas.

El sabor de otros pies diferrntes despertaba en mi una lujuria que despertaba mi pene con latidos. Eran otros pies bonitos con diferente olor al cuero de aquellos elegantes zapatos.

En un sillón aparte estaba Marina mirando el espectáculo que daba a cuatro patas besando y lamiendo dos pares de pies. Ella quería hacer algo, entonces se atrevió a darme una palmada en mi culo añadiendo burlas y humillaciones verbales.

Desde antes del film Bea quería tocarme pero sabiendo que soy novio de Minerva no se atrevía a pedir permiso. Las fijaciones en mi pene en semi ereccion no pasaron desapercibido desde el primer momento. Entonces hábilmente preguntó por mi cachondo estado. También aprovechó para acusar a Marina de su atrevimiento por darme esa nalgada. Fue una extrategia que despertó en mi ama una idea nueva para mi.

  • Cerdito, estas empalmado?. Dijo mi ama vacilando.

No sabia que contestar y ruborizado la miré rogando piedad. Que le podría  decir?.

Desde que mi dueña sacó sus pies de la banqueta, Bea hizo lo mismo al oír la orden de su amiga hacia mi para que me pusiera de rodillas sobre la banqueta frente a ellas.

Curiosamente mi pene se fue levantando frente a ellas en un momento el cual ni siquiera me atrevía a taparme con las manos. No se por que, pero me mantuve rígido con las manos a mis costados deseoso de sus miradas. Marina incluso rodó su sillón para verme más de cerca.

  • Es como una putita deseosa de ser tocado. Le encanta este juego con migo. Pero me sorprende su comportamiento anticipado delante de vosotras.

Las risas fueron en aumento mientras que mi dueña estiró su pie derecho para tocar con sus dedos mi pene latente. Entonces Bea se hizo hacia delante dejando sus manos anciosas de tocarme sobre sus rodillas rozando continuadamente sus pantys negros con brillos. Minerva se dio cuenta y pronunció las esperadas palabras... Puedes tocarlo.

Mi pene bombeó suficiente sangre para levantarse por encima de mi pubis cuando sentí sus dedos tocando el glande. Una gota transparente se derramó sobre sus nudillos al momento.

  • Le has estimulado próstata alguna vez?. Preguntó Bea.

  • No, el teme que le haga daño. Sin embargo le gusta imaginar esa idea cuando vemos uno de sus vídeos en su ordenador.

  • Oh bien!, Yo los he penetrado a menudo...

Derrepente Minerva interrumpió a Bea preguntándome...

  • A ti te gusta que te den por culo?

  • No... No lo se. Dije temblando.

  • Te gustaría probarlo? Preguntó Bea.

  • No se... Dije ruborizado.

  • Es encantador. No protesta y se deja vasilar fácil. Dijo con una sonrisa tierna Bea.

Sus dedos sopesaron mis testículos mientras sus ojos morrones claros me desafiaban contra cualquier queja.

La película avanzaba sin atención mientras mi dueña reflexionaba sobre la posibilidad de penetrarme. Y es que el motivo principal de la visita de Bea era sacar nuevas ideas para nuestra relación.

El estado de ebriedad de las chicas cada vez  más presentes fueron detonante para más atrevimiento con migo. Pronto fui obligado a masturbarme delante de ellas. La película ya no tenía sentido mientras actuaba con mi pene ante sonoras carcajadas. He de reconocer que esto bajó mi nivel de excitación. Me costó tiempo eyacular delante de tantos insultos y burlas.

La pesadilla finalizó con pequeños chorros de semen sobre la banqueta y el suelo y tal como me había acostumbrado con Minerva, me los tuve que tragar lamiendo mis dedos y el suelo. Solo Marina arrugó su rostro de asco.

Entonces llegó ese momento deseado. Me obligaron a darles la espalda e inclinarme hasta reposar mis manos sobre la banqueta. Mi culo hacia sus miradas de asombro y diversión fue objeto de nalgadas y dedos de mi ama separando mis carnes. Nadie quiso introducirme un dedo. Tan solo un biligrafo fue mi primera sensación cuando se dispusieron a inspeccionarme. Fue agudo y molesto los gemidos inconforme que salieron de mi aliento. De inicio insoportable y luego incómodo sin ninguna lubricacion.

La voz de mi nueva ama me saca de esos recuerdos y vuelvo al presente....

De pie, Yurena me llama perro y me ordena seguirla.

Su madre Miranda aún en la mesa recuerda unas normas y horarios a seguir que no llego a entender del todo. El caso es que Lee se presta a llevarme al jardín pero Yurena repite que lo hará ella misma. Entiendo parte de la conversación en el que parece que debo hacer mis necesidades en un horario marcado. Incluso Miranda da permiso a Lee de que se ocupe del esclavo I.

A gatas espero cerca de Yurena hasta que camina hacia las puertas de cristal abiertas. El gateo agita mi cola devolviéndome  al recuerdo de mis primeras penetraciones con lápices y bolígrafos  hasta que ahora luzco esta permanente cola de goma.  Fueron muchas veladas con la amiga Beatriz a partir de ese recuerdo. Con el tiempo mi ano abarcó los consoladores de mi antigua dueña hasta que hoy por hoy gateo tranquilo tras los pasos de Yurena.

Embobado veo el chacoleo de sus zapatillas, el relieve de los huesos de sus tobillos, el brillo de sus talones, y sus deditos presionando a cada paso. Tengo que andar de pies y manos para alcanzarla ya que su andar ligero sin ninguna correa a mi collar me puede dejar muy alejado de ella. No hago quejas del suelo del exterior y ni del césped al momento que traspasamos una bonita piscina y atento procuro aguantar la cola en mi ano.

Tengo una gran erección y me cuesta creer que voy a orinar. Pero... a donde vamos?. Detrás de nosotros Lee camina seguida del esclavo l, pero se gira a una caseta que me hace suponer que son baños y duchas de exteriores para casas con piscina. No lo entiendo... A donde va Yurena?.

  • Una norma que debes aprender. Los esclavos de esta casa tienen horarios para hacer sus necesidades y una dieta como has comprobado. No vale que nos pidas permiso para esto. Tienes un horario y debes acostumbrar tu metabolismo.

Estas palabras de Yurena me asusta. Pero recuerdo que el esclavo de su madre no ha comido aún. Hay diferencias?. Y como es que vamos por distintos caminos?.

Derrepente paramos por la parte más lejana de su casa hasta encontrarnos con unas rejas que limitan la propiedad. Un desnivel del terreno invita a bajar en cuando mi dueña habre la verja. Salimos al exterior y no había  nada más que vegetación salvaje y la vista de un barranco rocoso.

Flash! Me quita el enchufe de mi ano bruscamente.

  • Abre la boca!

Me obliga tomar en mi boca la cola.

  • Tienes 10 minutos para hacer tus necesidades.

La miro confuso desde mi gazapada forma sobre la tierra casi negando con mi cabeza. A mi alrededor no hay nadie mas que ella, pero no es ganas de orinar lo que tengo. Se que no tengo derecho a esa pregunta, pero no puedo luchar contra la naturaleza.

  • 10 minutos espero, si no tienes ganas te dejo fuera de estas verjas hasta que vuelva en media o una hora. Este es el lugar para tus necesidades y solo pasarás por esto después del almuerzo y la noche antes de dormir. Dos veces al día. Recuerda que no vale que me pidas permiso el resto del día. Tienes tu tiempo y debes asegurarte funcionar tu metabolismo al nuestro tiempo.

El otro esclavo había tomado otra dirección con Lee y yo aquí, por que?.

  • Assch jodeer contigo!!!, Mira!, mejor te dejo. Te voy a dar una hora, espero que cuando vuelva hayas terminado.

Yurena cierra la puerta de la verja y se aleja.

Continuará!!!!!