Siempre creí que mi fidelidad era muy firme (5)

Ricardo trae a la cita al jefe de mi esposo. Ni tengo que explicarles nada. Ellos comprende mi posicion de mujer fiel. Me hacen sentir muy protegida y entre amigos.

Siempre creí que mi fidelidad era muy firme muy firme… (5) . Por Bajos Instintos 4 bajosinstintos4@hotmail.com

Capítulo 1. Ricardo y el jefe de mi marido me hacen sentir su protección.

Para los que no leyeron mis anteriores relatos, les cuento que con Ricardo había habido algunos roces, ya que él había parecido no entender mi condición de esposa bien portada. Algunos roces y frotaciones y cosas por el estilo, bastante fuertes debo reconocer, pero que no afectaron mi conciencia de esposa fiel a mi marido Armando. Y, si bien mi cuerpo respondió de modos bastante exaltados a su accionar, con sensaciones algo voluptuosas y -¿Por qué no reconocerlo?- tremendamente intensas, mi sentimiento íntimo de esposa fiel permaneció inconmovible. Porque si una tiene un orgasmo, pero no porque fuera a buscarlo, una no ha sido infiel. Y lo mismo vale para un montón de orgasmos, y también para algunas respuestas corporales apasionadas, producto sin duda de la saludable condición en que uno se encuentra. Debía reconocer que las cosas que habían pasado entre Ricardo y yo, me habían dejado alguna huella, en el sentido literal agujeros muy agrandados, pero eso era lógico, dadas las dimensiones que cargaba Ricardo.

Por otra parte, no había habido encuentro en que Ricardo no me cogiera de modo avasallante, y por todos lados. Pero eso para mí no significaba infidelidad de ninguna manera, sino tan sólo cierto acercamiento espiritual, resultado de tanta intimidad corporal. Para qué negarlo: Ricardo había sabido ganarse mi simpatía. Y hasta cierto punto, mi respeto y agradecimiento. Gracias a los ardores que me hizo sentir, supe que mi relación con Armando era de amor puro, eso es: bastante exenta de lujuria. Y confirmé que mi marido era mi único amor.

"Estamos acá para hacerte sentir bien" dijo Ricardo tomándome una mano. "¡Más que bien: muy bien!" corroboró Julio, tomando con verdadero afecto mi otra mano.

Vaya una a saber por qué, pero mis pezones se endurecieron instantáneamente, marcándose más a través de le fina tela de mi remerita. Ya que tenía ambas manos tomadas por esos cálidos amigos, no tuve modo de disimular el asunto, y percibí una rápida mirada de entendimiento entre ellos, que seguramente significaba "no debemos mal interpretar este pequeño accidente de sus pezones" Y siguieron con su charla tranquilizante, mientras continuaban acariciando mis manos. Yo sabía que todo eso era protector y afectivo, pero mi vagina no, porque mi entrepierna comenzó a mojarse.

"No creas que mal interpretamos lo de tus pezones…" parecía que Ricardo me había leído el pensamiento. "Esa es la respuesta natural de una mujer sana" agregó Julio, apretando mi manita con la suya.

"Ella es muy fiel" le insistió Ricardo. "Se ve, se ve" reconoció Julio que, con su otra mano había comenzado a acariciar mi brazo desnudo. "Lo que pasa es que en los lugares públicos se pone un poco nerviosa" le aclaró Ricardo. "Quien no", agregó Julio, "no sabés como se me ha puesto la tranca." Me extrañó un poco su comentario, pero interpreté que intentaba tranquilizarme por lo de mis pezones, como diciendo que uno no era responsable por las reacciones físicas. Un caballero.

Y siguieron con su charla amable, mientras la otra mano de Ricardo había comenzado a recorrer mi otro brazo, en una sensual caricia. Yo me sentía en el cielo, de tanto afecto que estaba recibiendo.

"Tu esposo es uno de mis mejores empleados" me decía Julio, mientras su rodilla rozaba la mía. "Y yo podría hacerlo llegar muy lejos…"

"Eso, cuanto más lejos mejor" corroboró Ricardo, que también me estaba presionando con su rodilla. Mi respiración estaba comenzando a agitarse.

"Sí" reconoció Julio, "estar en un lugar público la pone nerviosa" Y yo no pude menos que darle la razón.

"¿Por qué no la llevamos a tu bulín?" sugirió Ricardo, "Allí podríamos continuar más tranquilos…"

"A mi también me gustaría, porque a mi me pasa lo mismo en los lugares públicos", acordó Julio. "Pero puede ser que a ella no le parezca bien, porque podría interpretarse como una conducta un poco impropia para una mujer casada…"

"Tonterías" dijo Ricardo, que estaba poniendo mucha fuerza y afecto en su caricia, "Ella sabe y nosotros sabemos que es una mujer fiel."

Y pensando en lo incómodo que debía sentirse Julio, mi cortesía y solidaridad se impuso y acordé ir con ellos al departamento de Julio, que apreciaba tanto a mi marido.

Cuando nos levantamos de la mesa pude observar sendas tremendas erecciones dentro de sus pantalones, lo que corroboró que esas cosas podían pasarle a cualquiera.

Así que nos fuimos en el auto de Ricardo al departamento de Julio. "¿Viste lo que te decía?" le dijo Ricardo a Julio, sin que yo supiera interpretar muy bien el significado de esas palabras. Julio le contestó con una amplia sonrisa. Y yo, sentada entre ambos, aunque un poco apretada, sentí que había ganado dos nuevos amigos.

El departamento de Julio, su "bulín" como él lo llamaba, era de un solo aunque muy amplio, tanto como para contener una de esas camas de millonario que miden tres metros de lado. Era el único mueble del ambiente, aparte del placard, así que nos sentamos en ella. "Venga al centro" dijo Julio, dándonos el ejemplo. "Acá no vamos a correr riesgo de caernos". Le hice caso y caminando de rodillas me acerqué al medio de la enorme cama, para encontrarme con que Ricardo había hecho lo mismo, y estaba nuevamente flanqueada por ambos. Traté de mantenerme sentada, pero tendía a caerme hacia atrás. "Es la falda" me señaló Julio, "le quita libertad de movimientos, arremánguesela y va a estar más cómoda." "No" corrigió Ricardo rápidamente, "porque le va a quedar muy arrugada. Mejor será que te le quites, Marina". Me cayó muy bien su actitud protectora hacia mi ropa. Y mirando dudosa a Julio, le pregunté si le parecía bien que me quitara la faldita. "Por supuesto, Marinita, y para que vea que no está mal, yo también me voy a sacar el pantalón." "Sí, me parece lo mejor" concordó Ricardo, y todos nos sacamos la incómoda ropa. Ellos quedaron en sus calzoncillos y yo con mi braguita, que era algo más bien simbólico, debo reconocerlo. Para cualquiera que no conociera el espíritu de la situación la misma debía de haberle parecido algo cachonda, más aún si se hubiera percatado de las pollas erectas, asomando por la abertura de los boxers. Pero yo sabía que eso se debía a sencillas respuestas corporales, como la erección de mis pezones y la humedad algo excesiva de mi vagina.

Igual me costaba mantener la posición de sentada. "Tiéndase Marina" me aconsejó Julio, "este es un colchón de agua y cuesta mucho mantener la vertical" y dándome el ejemplo, se acostó de espaldas. Y pude constatar que sólo una parte de su cuerpo mantenía la vertical. Y lo mismo ocurría con la tremenda polla de Ricardo, que reclinado sobre su costado, permitía que se apoyara sobre mi muslo. Yo procuré mantener la impresión de que no advertía la cosa. Y con delicadeza me volteé de costado, retirando mi muslo de ese dudoso contacto. Pero el único resultado que tuve fue sentir la tranca de Julio contra mis nalgas, y la de Ricardo presionando mi valle inguinal. "Muchachos…" comencé con la voz algo incierta, "no sé si es prudente que estemos así…" "¡Pero noo!" arguyó Julio con voz divertida "¿qué podría pasar entre amigos?" Y ratificando sus palabras, acomodó su muy respetable tranca entre mis glúteos. El contacto me produjo sensaciones muy agradables, aunque no sé si del todo aceptables para una mujer fiel a su esposo, como yo. Pero no pude concentrarme en el tema porque Ricardo había comenzado a jugar con mi pecho derecho. "¿Lo ves, pequeña? Es sólo una charla entre amigos" y con un caliente pene me dio algunos lindos frotones en mi pubis. Yo estaba demasiado desconcentrada para analizar lo que me estaban diciendo, y solo pude lanzar un profundo suspiro de placer. Para colmo, Julio había comenzado a apretarme el tetón izquierdo, de un modo tan suave y sensual, que se me escapó involuntariamente un gemido. Me preocupó un poco porque ellos podían interpretarlo como una reacción sexual de mi parte, y sentirse defraudados en su buena fe de amigos. Pero Ricardo, seguramente con la intención de tranquilizarme comenzó a darme besitos en la comisura de los labios. Era evidente que, respetando mi condición de mujer fiel a su compañero de trabajo, evitaba los besos de lleno en la boca. Y Julio, con su otra mano estaba acariciando mi muslo, de una manera tan sensual que volví a gemir. Pero ellos no me juzgaron, los amigos nunca se juzgan, y comprendieron que siendo yo una mujer joven y saludable, las respuestas corporales podían disculparse. Como para corroborarlo, Julio, había comenzado a darme suaves lamidas en la espalda. Ya no me preocupé de disimular mis gemidos. Estaba entre amigos que tenían toda la intención de hacerme sentir su comprensión. Y así seguimos durante un ratito. Mi respiración se estaba disparando, contra todos mis esfuerzos por mantenerla controlarla. Y cuando sentí que Julio apartaba el hilo de mi braguita y encaminaba su enorme tranca hacia mi ano, sólo pude ofrecérselo generosamente a su penetración. Entretanto Ricardo había abandonado las comisuras para besarme plenamente la boca, haciéndome sentir su lengua. Yo pensé en un momento como un flash, que me estaban cogiendo. ¡Estaba entre dos hombres que me estaban cogiendo! Pero me tranquilicé al recordar que eran amigos de mi marido. Y con ese pensamiento me corrí.

Pero ellos no detuvieron sus actividades. Ricardo se bajó hasta mis tetonas y comenzó a chuparme un pezón, mientras con su mano restregaba su caliente chipote contra mi coño, y Julio avanzado en la penetración de mi ano, había comenzado a cogerme por el culo. Con su mano aferraba mi tetón y con su boca recorría mi cuello, echándome su caliente aliento. Así que por si solo, mi culo se abrió bien, para recibir su eyaculación inminente. Y cuando sentí sus grandes chorros inundándome las entrañas, volví a correrme, entre gemidos y jadeos. Luego le mantuve la tranca apretándole entre mis glúteos hasta sacarle la última gota. Cuando Julio me desenculó caí sobre mis espaldas, y Ricardo aprovechó para empalarme por adelante. Con tanta vehemencia que me corrí dos veces antes de que él me llenara la concha de leche.

Luego de reponernos durante un rato, recomenzamos la charla. "Esta es una relación entre amigos" me señaló Julio, dándome dulces besitos en el pezón. "de ninguna manera podría interpretarse como infidelidad" "Doy fe" acordó Ricardo acariciando mi pubis. "La fidelidad es un sentimiento que no puede ser mancillado por un rato de afecto entre amigos…" prosiguió.

A esas alturas, la chupada de mi pezón y las caricias a mi clítoris, me estaban elevando nuevamente a las alturas inmarcesibles de la pureza.

Bueno, que me cogieron dos veces cada uno, Y que les chupé las porongas embadurnadas con sus sémenes y con mis jugos. Y ambos me acabaron en la boca. Luego siguieron acariciándome dulcemente hasta que les pedí que me lamieran mis agujeros. Jamás me habría atrevido a pedir tal cosa a alguien con quién no me uniera una firme amistad. Ricardo se ocupó de mi concha y Julio de lamerme el ano, ambos penetrándome generosamente con sus calientes lenguas.

Cuando salí a la calle, si bien sentía que había sido transitada a más no poder, no tenía ningún sentimiento de haber sido vejada. Por el contrario, había sentido las comprensiones de ambos hasta en los más recónditos lugares de un ser Y no sentía ni el menor vestigio de culpa.

Por suerte, cuando entré en el edificio, el portero de casa me arrastró hacia el sótano y me vejó repetidas veces, dándome un sentimiento de cotidianeidad.

Cuando entré al departamento fui derecho al dormitorio y caí rendida, pese a lo cual tuve que usar los dedos para tranquilizarme un par de veces. Y luego caí dormida, pero con la buena conciencia que siempre acompaña a la mujer fiel.

Agradezco a los lectores que me escriben con las altruistas intenciones de tener una amistad. Me gustaría que me envíes tus comentarios sobre mi virtud como mujer fiel a su marido. Escríbeme a bajosinstintos4@hotmail.com , y recuerda mencionar el título de este relato. ¡Hasta la próxima!