Siempre creí que mi fidelidad era muy firme (3)
Las cosas que me pasaron en el cine durante la proyeccion de Matrix. Desde esa vez la tengo asociada a los films porno.
Siempre creí que mi fidelidad era muy firme muy firme (3). Por Bajos Instintos 4 bajosinstintos4@hotmail.com
Arreglamos con Armando que nos encontraríamos para ir al cine a ver el último film de la serie Matrix. Una feliz noche de un matrimonio bien llevado, pasando un rato agradable, antes de volver a casa.
Cual no sería mi sorpresa al verlo llegar con Ricardo, su compañero de oficina, que había intentado, tan sólo unas pocas noches atrás, abusarse de mí cuando nos quedamos solos por toda la noche en casa, mientras Armando iba a un velorio. Mi esposo, atento a mi temor de quedarme solita por tantas horas, le propuso a su compañero que viniera a hacerme compañía. Y no sólo me hizo compañía, me hizo de todo. Pero sin mi consentimiento, ya que yo soy básicamente una mujer fiel a su esposo. Pero a él no pareció afectarle mi reluctancia a sus iniciativas, quizá porque yo, por delicadeza lo dejé hacer para que no se sintiera muy mal. O quizá fue por la cascada de orgasmos que, contra toda mi voluntad, su trato vejatorio me produjo.
Yo lo cité al día siguiente para dejar bien en claro la cuestión de mi fidelidad, pero creo que no tuve mucho éxito. Volvió a abusar de mí sin la menor consideración. De modo que había dejado para otro encuentro la necesidad de dejarle las cosas en claro.
Pero no esperaba que se apareciera esa noche, para venir al cine con nosotros. Yo procuré disimular mi desagrado y lo recibí amablemente. Quizá mi amabilidad pudiera con sus tendencias abusivas, y ya no tuviera que establecer un nuevo encuentro para explicarle.
Pero me equivocaba. Ya durante la espera en la cola de entrada, sentí el atrevido roce de su mano contra mis posaderas. Mi marido, ¡gracias a Dios!, no podía verlo. ¡Pero yo sí que podía sentirlo! ¡Este caradura comenzó a acariciarme las nalgas a mano llena! Esto, naturalmente, me produjo intensos rubores por la violencia de la situación. Por suerte fueron nada más que quince minutos de esto, y al fin pudimos entrar a la sala. Mientras íbamos hacia los asientos, en la semi penumbra, Ricardo siguió metiéndome mano, apretándome los glúteos y llegando incluso a meter sus dedos entre ellos. Yo traté de mantener la apariencia de naturalidad, pero mi cuerpo no colaboraba. Sentí oleadas de calor que, partiendo de mi cola, se extendían a todo mi cuerpo, incluyendo mis pezones. Qué barbaridad.
Cuando llegamos a nuestros asientos, ambos caballeros me flanquearon, quedando cada uno de ellos a uno de mis costados. Y eso no habría estado mal. Pero Ricardo, aprovechando que Armando no podía verlo, puso su manaza abierta hacia arriba, para recibir mi culo al sentarme. ¡Qué vergüenza!
Y así como me senté su mano se dedicó a caricias atrevidas sobre mi culo y sobre mi conchita que, afortunadamente, estaba cubierto por unas braguitas que si bien eran brevísimas, al menos impedían el contacto directo de la piel de su mano sobre mis lugares íntimos.
La película comenzó, pero me costaba seguirla, debo confesar. El dedo mayor de Ricardo había comenzado a penetrar mi ojete. Se lo sentía muy recio y viril. ¡Y yo no tenía modo de decirle que no hiciera eso! De modo que su dedo siguió trabajando mi culo de un modo francamente ofensivo. Y para colmo, mi culo se iba abriendo sólo, para que él pudiera llevar su dedo más adentro. ¡Y él muy desconsiderado me cogió el culo con su dedo! Esto fue más de lo que podía soportar y aferrándome fuertemente al brazo de mi marido, me corrí, en medio de espasmos y temblores. Armando me dijo que no tuviera miedo, que todo iba a terminar bien. Él creyó que los estremecimientos eran de miedo a lo que estaba pasando en la película.
Pero el atropello no había terminado. La manota de Ricardo pasó a ocuparse de mi vagina, metiéndome dos dedos bien adentro, aprovechándose de la abundante lubricación de mi conchita. No le costó nada continuar cogiéndome la conchita con los dedos. A mi me costaba no gemir, pero en cambio no pude evitar los jadeos, lo que Armando volvió a interpretar como una excesiva ansiedad mía respecto a la acción de la película.
Sin que yo supiera como, de pronto mi mano se encontró apretando la enorme garcha de Ricardo, a través del pantalón. Cuando me di cuenta quise retirarla, pero los dedos de Ricardo en mi vagina me distrajeron tanto que olvidé soltarle la tranca y por el contrario continué apretándosela con un entusiasmo lindante con la pasión. Lo que me extrañó en mí, que soy una mujer básicamente fiel a mi marido. Pronto me encontré apretándosela piel a piel, ya que ese insensato la había sacado de su pantalón. Y ahí estaba, era erectísima y olorosa tranca atrapando mi manita que no se decidía a abandonarla.
Pero claro, Ricardo no era de hierro, aunque su polla lo pareciera, y pronto su bajo vientre comenzó a agitarse en los preámbulos de su acabada. Yo me escandalicé un poco, por lo que estaba ocurriendo en ese cine, pero no esperaba lo que siguió. De pronto la mano de Ricardo me tomó de la nuca y llevó mi boca hacia su tremendo pene, con tal precisión que apenas la penetró comenzó una fantástica descarga de chorros de espeso semen. Lo tragué como pude, mientras escuchaba a mi marido, que interpretó que estaba escondiendo mi cabeza para no ver la película. Me levanté tan pronto como terminó la descarga de Ricardo, y recompuse como pude mi actitud. En ese momento Ricardo se levantó para ir al baño. Y ahí vi. mi oportunidad para hablar con él de toda esta incómoda situación. Así que, excusándome con mi esposo, lo seguí hasta el hall del cine.
El hall estaba vacío, pero la puerta del baño de hombres se entreabrió y pude ver a Ricardo con el pene fuera de sus pantalones, haciéndome señas de que fuera. Así que me metí en el baño de hombres y Ricardo, con su enorme nabo nuevamente erecto, me arrastró del brazo hasta uno de los cubículos. Una vez allí yo abrí mi boca para hablar y recriminarle lo inapropiado de su conducta. Pero él me la cubrió con la suya recorriéndomela por dentro con su atrevida lengua. Imposible hablar. Y comenzó a masajearme los melones, sorprendiéndome por la vehemencia de sus apretones. Los gemidos brotaron casi de mi bajo vientre, tal fue la sorpresa por la rudeza de su trato. Y el muy bruto, dándome vuelta, corrió a un lado mi tanguita y me enterró su poderosa tranca en el agujero del culo, sin mayores miramientos. Me escandalizaron tanto su atrevimiento y su dominante falta de consideración, que me corrí, mientras el me serruchaba el ojete y me amasaba los tetones. "No hables ahora, putita, que tenemos muy poco tiempo y tengo que acabar en seguida" Así que me callé, y sólo me limité a jadear por la rudeza de sus embestidas. Y dicho y hecho, de pronto su gran tranca se hinchó y comenzó a inyectarme chorro tras chorro de leche en mi ensartado culito.
Volvimos de a uno a nuestros asientos, justo a tiempo para ver los últimos quince minutos del film. Armando estaba absorto por el suspenso de las escenas finales y apenas si advirtió nuestra llegada, y creo que ni siquiera nuestra ausencia. Yo presencié las escenas finales sintiendo como el semen de Ricardo iba bajando por mi ojete.
Cuando salimos del cine, Ricardo nos invitó a comer una porción de pizza, lo que aproveché para que el semen se fuera secando sobre el lado interno de mi faldita.
Armando estaba muy entusiasmado por el film y decía que quería verlo de vuelta. "¡Tenemos que repetir esto!" decía entusiasmado. Y Ricardo y yo, no pudimos menos que darle la razón.
Me gustaría recibir tus comentarios a este relato, escríbeme a bajosinstintos4@hotmail.com , y recuerda mencionar el título. ¡Hasta la próxima!