SIBARITA (Mi vida con Esther)

Sibarita: adjetivo/nombre común 1.[persona] Que es aficionado al lujo y a los placeres caros y refinados, especialmente si rechaza las cosas que no lo son.

JOSE

Fueron nueve meses los que tardé en aceptarme, en despejar todas mis dudas y reconocer al sibarita que había en mí. Con 52 años, por fin, me había liberado de todas las ataduras morales tras  visitar  un psicólogo tras otro y una separación de Esther. Ahora estoy en mi piso de “soltero”, un pequeño ático de una habitación, baño y salón-cocina. Pequeño, si,  pero más que suficiente. Compensa, sin embargo, la gran terraza con vistas a la bahía, justo donde me encuentro ahora. Miro hacia el amplio sofá bajo la pérgola y el chico tiene totalmente abierta a la chica, clavándole la polla profundamente en su coño. Observo los tacones de ella, comprados por mí para la ocasión, balancearse, enormes y ordinarios, de puta barata, mientras me acerco y los lamo. Ambos siguen a lo suyo, para eso les pago, mientras jadean sudorosos. El chico no aguanta más y hunde su tranca en la raja de ella. Sus huevos indican que está descargando una buena corrida, el orgasmo de la chica lo confirma. Dejo sus tacones para agacharme mientras la polla de él se escurre fuera dejando un coño abierto e hinchado, manando abundante leche. Por muy bueno que sea un sucedáneo no deja de ser un insulto para un gran sibarita. Me conformo, pero mañana llamaré a Esther.

ESTHER

Lo tengo delante, después de 9 meses sin apenas noticias suyas. Lo veo cambiado, yo también lo estoy. Imagino que habrá estado al tanto de mis novios, para algunas más de la cuenta, para mí hasta pocos han sido, pero ni lo nombro ni él tiene reproches. Hasta cierto punto me molesta que no lo haga. Me cuenta su historia, sus cambios, y capto como auténtica  la madurez con que lo aborda. Nunca dejé de quererle y que se fuera me hizo daño, pero no tengo claro si en este momento es posible lo que pide.

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Lo entiendo, Esther. Puedo ponerme en tu lugar y culparme por actuar egoístamente cuando teníamos algo que era consensuado entre ambos. La vida es así, y depende de nosotros mejorarnos. Es lo que he hecho – dice él. -Tú también has cambiado, a mejor, estoy seguro, ¿no es así? – pregunta.

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Si, así es – respondo.

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¿Algún descubrimiento, un aprendizaje? – insiste.

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SI, el sexo anal – digo para picarle, sin dejar de ser cierto.

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¿Lo ves?, entonces pongámonos simplemente al día. Ven a cenar este sábado a casa, te encantarán las vistas – responde sin apenas reaccionar a lo que acabo de confesarle.

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Sabes que no puedo. Además, ya tengo planes con mi novio.

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Perfecto, no tengo problema, mejor así, venid los dos. Me esmeraré en la cena, te lo aseguro – repuso el que parecía el más civilizado de los humanos.

Sonrío, le digo un “ya veremos” y le planto un beso de despedida. Salgo de la cafetería con un ruidoso taconeo y meneando mi magnífico culo. Todos los machos se vuelven a mirar los mejores 48 años de hembra que han visto  en sus vidas.

JOSE

Todo bajo control, la cena marcha en la cocina, deliciosa, espero. El tiempo ayuda y tendremos una noche agradable por lo que cenaremos fuera, en la terraza. La mesa puesta y dispuesta, el sillón bajo la pérgola lleno de almohadones y la mesa auxiliar preparada con bebidas para la sobremesa. Espero que lleguen mis invitados relajándome con una cerveza y un poco de hierba, lo necesito. Suena el timbre, abro y saludo a ambos. De primeras su vestuario me hace sentir un poco mal, demasiado elegantes. Adrián, el novio de Esther, un hombre más o menos de mi edad, moreno de piel y bastantes canas en las sienes de su cargado pelo, lleva una camisa de marca, pantalones de pinza también de marca y unos mocasines aún más caros que todo lo anterior. Contrasta con mi indumentaria, mucho más informal: deportivas, holgado pantalón de lino y camiseta azul marina ajustada. Esther va impecable con un “outfit” muy “lady”: una falda color celeste pastel hasta medio muslo y un top “palabra de honor”, color blanco, aparentemente sin sujetador. Completaba su atuendo una chaqueta torera también color celeste y unos clásicos tacones tipo pump, de alrededor de 12 cm, blancos con estampados florales en azul.

Tras una copa de bienvenida y elogios por parte de ellos hacía las vistas de mi terraza nos sentamos a la mesa. La noche plácida y la conversación fluida hacen una agradable velada sin tensiones de ningún tipo. A los postres continuamos en el sofá y a la segunda copa intento subir el tono de la conversación.

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Adrián, ahora que nos conocemos bien, dime una cosa ¿qué es lo que más te gusta de Esther? – digo con una mirada de picardía.

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¿Físicamente dices? – responde él con sonrisa también burlona y sin cortarse.

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Por ejemplo.

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Que te voy a decir, a la vista salta. Todo, su cuerpo y su fogosidad hacen de ella una mujer de bandera – dice Adrián mirando a Esther, que sonríe complacida.

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¿Y a ti, Esther? – pregunto.

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Es guapo, educado y elegante y tiene un pollón con el que me folla de vicio.

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¡WOOW, premio!. ¡Esa es mi chica! – respondo a Esther mientras me siento en el suelo, frente a ellos, con mi copa –  Todo un reto, ¿no, Adrián?. Menuda hembra, ¡si te lo diré yo!.

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¡Ja, ja, ja!. Que cabrón eres, no me vas a achantar, ¿sabes?. Pues sí, un reto de los grandes pero que cumplo con creces. Además, para que no vayas de listillo, a veces tomo una de las azules para poder darle caña como a ella le gusta – responde Adrián.

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Como hoy, sin ir más lejos – dice Esther mientras con su mano empieza a masajear el paquete de su novio.

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Hora de irse, amigo – dice Adrián mientras soba los muslos de ella, abriendo sus piernas.

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¿En serio, tortolitos?. Podéis quedaros, que mejor entorno que éste – les propongo sin dejar de sonreír  mientras Esther continua sobando la polla de Adrián, a la que ya se le hace pequeño el pantalón – Empezad por aquí y tenéis el dormitorio luego para vosotros solos, yo me quedo en el sofá. Además, déjame comprobar una cosa.

Sin esperar tomo a Esther de sus finos tacones separándole las piernas. Divisando su tanguita bajo la falda la desplazo un poco, dejando a la vista su jugoso chocho ya empapado. Va depilada, pero no mucho. En vez de brasileña o completa, como lo suele llevar, una pequeña mata de encrespado pelo cubre su pubis. Sus labios se abren como una flor sobre la marcha y yo me acerco a oler el perfume a sexo que emana de su coño, emborrachándome de gusto. Paso mi lengua lentamente por toda su raja sorbiendo los jugos que salen de dentro. Vuelvo a lamer y mi lengua se introduce en su vagina dilatándola aún más. Las uñas de Esther, pintadas de morado oscuro, irrumpen en medio de mi trabajo para empezar a frotarse el clítoris, esa pepita golosa que se empalma sobre la marcha. Continúa metiéndose un dedo por su coño, dos, tres y finalmente hasta cuatro, tan excitado lo tiene. Yo juego con sus deditos cada vez que los saca, lamiendo como un gatito sus fluidos, continuando ambos ese delicioso juego mientras ella violaba la boca de Adrián con su lengua.

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¿Ves, Adrián?, vas a tener que quedarte, ya no te llega a casa– comento en alto.

Esther no aguanta más y aprovecho para despojarla de su tanga a la vez que ella le baja los pantalones a su novio. Un cipote enorme, peludo y cabezón hace acto de presencia, tieso como un bastón y duro como una piedra. La viagra ya ha hecho su efecto y parece que le vaya a reventar. Esther, acomodándose a perrito, la introduce en su boca sacando los quejidos de su amado novio. Comienza entonces a pajearlo a la vez que lame todo su tronco, chupando con ansia también sus huevos para de nuevo volver a mamar el cipote y así vuelta a empezar, disfrutando ella como una niña traviesa de su caramelo. Yo aprovecho la posición de Esther, con su culo en pompa y la raja abierta, brillante de fluido vaginal, para seguir mamando de su coño como de una fuente. Paso a sus nalgas, duras y hermosas, besándolas y dándoles fuertes chupetones hasta que, con la punta de mi lengua, empiezo a rozar su sonrosado ano el cual, como si estuviera vivo, rompe a palpitar en respuesta a mis caricias. Esther comienza a jadear, en lo que ya se es el preludio de un orgasmo, y vuelvo a comerle el coño desaforadamente haciendo que se corra en mi cara. Exhausta se sienta de nuevo, pajeando a Adrián sin parar de besarlo. Yo termino de limpiar los restos de la corrida de mi mujer (o ex, ya no se bien qué es) en lo que ella recupera el resuello. Paso mis manos bajo su culo y levantándola la dejo a horcajadas sobre el sofá, con sus taconazos clavados en la tela y el potorro expuesto a mi lengua que empieza a excitarla de nuevo. Cuando la noto a punto paro, dejándola a ella con cara de disgusto.  Entonces nuestras miradas se cruzan y agarro la polla de Adrián con fuerza, desde la base, menándosela obscenamente. Sin dejar de mirar a Esther le digo:

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Métetela, cariño.

Esther sobre la marcha pasa una de sus piernas sobre Adrián, quedando encima de él. Me quita la polla de su novio de la mano y es ella quien, con la suya, empieza a menearla a la vez que baja y se la introduce por el coño. Sus labios vaginales la reciben como si la estuviesen besando, abiertos y salidos, dejándose deslizar húmedamente por su verga hasta quedar totalmente ensartada en el rabo. Adrián, caliente como un perro, baja el top de ella y sus pechos quedan libres, con sus pezones empitonados y duros como diamantes. Él comienza a lamer sus aureolas y  a chuparle las tetas mientras botan alocadamente al compás de la follada que Esther le está metiendo. Ella jadea como una yegua y él bufa como un semental, restallando como un látigo el sonido de las embestidas cada vez que Esther se deja caer sobre su tranca. Mi mujer, a estas alturas me gusta pensar que sigue siéndolo, se sale de su polla, dejándola tiesa como el palo de una bandera y su perforada vagina, frente a mi cara, abierta como un esclusa. Me lanzo a por ella lamiendo y chupando como un loco. El sabor, salado y ácido a la vez, que conforma la mezcla de sus jugos, sudor y polla mezclados me parece una delicia que hace palpitar mi nabo.

-

Qué coño tienes, Esther, está delicioso – le digo.

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¡Siiii!, mira como lo tengo, que rico. ¡Mírame y come! – responde ella mientras se ensarta de nuevo en la polla para, después de dos o tres sacudidas, volver a sacarla y darme de mamar de su pringoso chumino.

Estamos un rato con este jueguecito hasta que mi esposa decide hartarse de rabo, follándose a su novio como una posesa. De nuevo el estrépito de las carnes al chocar resuena en toda la terraza hasta que Esther, dejándose caer entera sobre su polla, se la entierra en lo más profundo mientras lo besa y él se corre dentro. Ella no para de contonearse como una vulgar furcia, exprimiéndole hasta la última gota de semen. Cuando lo deja bien seco Esther vuelve a salir, lentamente, con su coño henchido y colmado de leche. Ahora sí, la visión perfecta, el más suculento de los manjares, una exquisitez digna de un buen sibarita queda frente a mí. Delicadamente, como quien se acerca a una obra de arte, junto mis labios al torrente que empieza a formarse en la raja de Esther, donde inmensos chorros de semen empiezan a escurrir, mamando del coño recién follado de mí esposa. Está caliente y esponjoso, enorme y profundo, con una espesa e interminable lechada que no para de fluir desde su interior. No bebo ni lamo, simplemente como, soy un sibarita lactando de la concha rebosante de su diosa sin desperdiciar nada de lo que ella me ofrece. Ahora sí, con mi lengua busco restos de leche y flujos en su embarrada vagina, lamiendo el interior de sus paredes, los pliegues de sus labios y su clítoris grande y duro como una almendra. Esther aguanta hasta que sus piernas empiezan a temblar, pero yo sigo, estoy enviciado con mi postre y la firme convicción de dejarla bien limpia. Ella estalla en un orgasmo salvaje mientras grita del gusto, aullando como una hembra en celo, a la vez que siento en mi boca el manar de sus flujos mezclados con pequeñas micciones. Al principio son ligeros y cortos chorritos que recojo con mis labios pero de pronto es una potente y caliente efusión de orín la que me inunda. Esther se está meando del gusto en mi cara y cualquier intento de contener sus chorros es en vano. Como puedo intento recoger su desbordante manantial pegando mi boca a su coño mientras mi lengua juega con él y su líquido dorado se esparce por mi cara y boca. Por fin termina y queda desplomada en el sofá en medio de convulsiones y yo dejándole bien limpia su vapuleada vagina a base de lametones. Esther respira frenéticamente, desfallecida y las piernas aún temblando. Me levanto, con la cara embadurnada de orín y semen, impregnado del olor de su coño.

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Ahí la tienes, lista para follar. Que la disfrutes – le digo a Adrián, mientras se pajea su polla bien tiesa, y yo me voy al baño en busca de una buena ducha.

Paso casi tres cuarto de hora bajo el agua, sin tocarme, observando mi polla hinchada como un pepino de mar pero deseoso de descargar mis huevos, cosa que no hago. Salgo con una toalla a la cintura. De camino a la terraza veo a los dos en mi dormitorio. Están follando en la postura del misionero, con Esther ya totalmente desnuda y tan solo sus tacones puestos apuntando al techo.

ESTHER

Salgo de la habitación, recién follada de nuevo, con mi coño repleto de leche otra vez. Veo a Jose en la terraza y me dirijo hacia él haciendo equilibrio con mis tacones, evitando que se me rebose el semen de Adrián. Antes mi ex me ha dejado cachonda como una burra, deseosa de verga, cosa que Adrián me ha dado, acabándome, yo a cuatro patas y él empotrándome sobre la cama mientras descargaba su lechita caliente en mi coñito. Ahora descansa, la polla le durará así aún un par de horas más pero quiero dejar que sus huevos se recarguen para que me riegue de nuevo por dentro. Llego fuera y la brisa de la noche eriza mis pezones. Jose está solamente con una toalla puesta, fumando. Huele a hierba y me apetece un poco. Me pongo a su lado y se lo quito, dándole una profunda calada.

-

No te estarás enviciando a esto – le digo.

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Ya sabes que no, es solo de vez en cuando, apenas fumo – me responde.

-

No me refería a eso – contesto mientas apoyo mis brazos en el balcón y estiro mi cuerpo, separando mis piernas y dejando mi culo en alto y abierto.

Mi ex, como un resorte, se agacha detrás de mí. Así me gustan los machos, arrodillados ante mi coño. Noto como un primer borbotón de leche caliente fluye por mi chochito, escurriéndose espesamente y, al momento, siento la lengua de Jose recogerlo, lamiendo con gula mi raja.  Un escalofrío recorre mi cuerpo hasta llegar a mis tetas, dejándolas duras como melones. Él sigue comiendo, al igual que antes, sin pausa, sin prisas, disfrutando del manjar que segrega mi coño, que tiene que estar enorme, hinchado y salido. No es como antes de separarnos, es diferente, lo saborea, noto cómo se relame con cada chorro que expulso de mi vagina, compruebo como hunde su lengua en mi cuevita recogiendo todos los fluidos que destila. Estoy cachonda perdida dominando a un macho con mi coño, viendo como disfruta de una reina bien follada.

-

Espera vida – le digo -, me queda lechita dentro -. Hundo dos dedos en mi coño, pringado de lefa y babas, expulsando otro torrente de semen bañando mi abultado clítoris. Su boca se aferra a él como un niño a una teta, mamando y sacándome un rico orgasmo.

Me vuelvo a correr en su cara y Jose se incorpora, a mi espalda. Nos fundimos en un acuoso beso, juntando nuestras lenguas y compartiendo la leche de mi amante. Él con una mano me sujeta la cintura mientras con la otra me estimula el clítoris, con mi coño babeando de lujuria.

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Dime, amor, si aún fuese tu esposa, ¿qué te gustaría? – le pregunto.

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Verte enculada.

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¿Seguro?, ¿es eso lo que deseas?. ¿Y luego…?.

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Ya lo sabes -  me responde mientras acaricia mis nalgas.

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Pero para eso tendrías que ser un buen maridito y dejar a tu hembra bien preparada – le susurro sensualmente al oído mientras vuelvo a apoyarme y estirar el cuerpo a la vez que empino mi culito dejándolo bien abierto.

De nuevo arrodillado tras de mi pego mi culo en su cara y pronto su lengua está jugando con mi hoyito. Sus caricias en mi ano hacen que parezca un pez boqueando fuera del agua, palpitando, abriéndose y contrayéndose del gusto. Me lo ensaliva y su lengua perfora mi agujerito, lamiendo y abriendo mis paredes, llegando lo más profundo que puede. Empiezo a gemir mientras sigue trabajando mi culo, sacando su lengua para lamer los bordes de mi ano, dilatándolos, para volver a perforarme con su lengua humedeciéndome entera. Jose escupe a la entrada de mi orto e incorporándose extiende su saliva relajándome el esfínter. Un dedo me invade por dentro, con movimientos circulares, haciendo cada vez más grande mi puerta de atrás. Siento ahora como con ambos índices me lo abre y vuelve a escupir para, esta vez penetrándome con dos dedos, empezar a pajearme por el culo. Estoy agitada y cachonda, me está matando del gusto pero justo en ese momento para. Giro mi cara buscando una explicación y allí está él, de pie, desnudo, con la polla enorme e hinchada a centímetros de mí. Y allí me tiene a mí, una golfa montada en sus tacones ofreciéndose sin pudor, con el culo bien abierto deseoso de polla. Si quisiera me podría embestir en ese momento y yo solo podría sino recibirlo, dejar que me penetrara y follara mi culo a su antojo. Lo estoy deseando, pero no lo hace. Agarra su preciosa polla y comienza a masturbarse, mirando mi agujerito bien ensanchado. Ahora soy yo quien, con tres de mis dedos, me masturbo por detrás. El espectáculo debe ser tremendo ya que empieza a bufar y aumentar el ritmo de sus jaladas.

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Si mi amor, tócate, mira que abierto lo tengo, deseando que un buen rabo me lo rompa. Ya te lo dije, me encanta que me follen el culo, sentir como se corren dentro calentándome la tripita. Como necesito una buena polla, vida. Así…, así…, sigue…, ven, córrete aquí – le digo mientras con mis manos abro exageradamente mis nalgas dejándome el ano obscenamente abierto para él.

Una descarga enorme me salpica, eyaculando una gran cantidad de leche a la entrada de mí bollito.

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Úntame ahora, amor, engrasa bien a esta puta para que te la enculen – le pido y obedientemente me rellena y me lubrica con su leche, enterrando hasta tres de sus dedos en mi culo, provocando sonoros chapoteos tal era la cantidad de semen que acumulaba – Ahora voy a que mi macho me lo acabe, amor.

Salida perdida me dirijo a la habitación en busca de verga, sin mirar hacia atrás y bamboleando descaradamente mi trasero.

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Te espero – le oigo decir.

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No, vida. Confórmate con esto, sí que te estás enviciando.