Si tan solo pudiera morir (2ª parte)

2º parte de la historia sobrenatural entre Alexia y el alma perdida de Elisa

Me desperté dos días después. Y seguía tan agotada que apenas pude moverme hasta el día siguiente.  Mi jefe me había llamado varias veces a lo que tuve que explicarle que me había pasado esos días en el hospital con anemia. Acabé convenciéndole para que no me pidiese justificante médico y de que me dejase lo que quedaba de semana libre (es un hombre muy majo, aunque después de eso hice turnos dobles los fines de semana para compensarlo).

Así que cuando por fin pude caminar sin necesidad de sujetarme para no caerme empecé a analizar todo lo que había pasado. Tenía miedo porque seguramente me había quedado sin casi energía vital y en verdad podría jurar que estuve a punto de morir. Dos días enteros inconsciente, sin comer ni beber nada, me había dejado muy débil. Tuve que bajar a la farmacia a comprar vitaminas, y estaba demasiado preocupada por reponerme como para pararme a pensar en la que fuera la razón. Pero el sábado me sentía mucho mejor, e incluso había comido con normalidad. Así que me puse delante del ordenador y empecé a investigar.

“Las interacciones con entes sobrenaturales pueden provocar cansancio ya que estos seres necesitan alimentarse de energía como electricidad o energía vital para manifestarse. Es una de las razones de los desmayos que sufren personas con poderes psíquicos como los médiums. Se recomienda usar siempre un objeto intermediario que proteja a la persona que desee conseguir una interacción ya que puede verse físicamente afectada. Esto incluya objetos con batería tan como linternas, teléfonos o cámaras cuya energía pueden utilizar pata aumentar la suya propia y así evitar que acudan a la propia energía vital del sujeto”.

Tras leer aquello lo tuve claro. La había sentido y no había sido mi imaginación porque me estaba absorbiendo la energía. Y la sobreexcitación por la situación aumentó mi energía vital hasta puntos muy superiores a los normales. Todo cuadraba y la sensación de que me había vuelto loca empezaba a disiparse.

Pero tras ese día intenté contactar con ella. Hasta llegué a comprar una guija. Pero pasaban las semanas y no conseguía ni una señal suya. Nada. Como si hubiera desaparecido. De hecho, llegué a pensar que de alguna manera ya no estaba allí, que se había desligado de aquél lugar o que “descansaba en paz” de una vez por todas. Y seguía pasando el tiempo, semanas y meses, y me empecé a desobsesionar con ella, pero en ningún momento quité el dibujo que hice de la pared. Incluso lo retoqué y lo mejoré dándole el mayor parecido posible. Y lo dejé allí como un recuerdo extraño de lo que me introdujo a lo sobrenatural.

Un año y medio después de aquella noche, estando con un compañero de clase tomando unas copas, decidimos subir al apartamento. Nunca había llevado a nadie allí y tampoco había tenido que hacerlo. Pero yo había tomado alguna copa de más y él se ofreció a llevarme hasta arriba. No pude ni decir que no porque sí necesitaba la ayuda, así que le di mi dirección y subimos. He de decir que el chico parecía majo, aunque no habíamos hablado mucho hasta esa noche. Pero fue mala idea beber de más, igual que fue muy mala idea dejar que me acompañase y entrase en mi apartamento. Recuerdo partes, como cuando entramos por la puerta y yo conseguí llegar al baño porque me estaba haciendo pis. Después en el salón le ofrecí un café y yo me serví uno muy cargado porque necesitaba despertar, pero poco después de aquello se me echó encima. No recuerdo cómo besaba, ni cómo consiguió desvestirme. Tampoco recuerdo el haberme resistido porque estaba muy cansada para ello. Más tarde supe que por lo menos había usado un condón y me ahorró otro disgusto.

Pero lo que recuerdo con claridad fue cuando salió disparado hacia una pared y cayó inconsciente al suelo. Y la manera en la que una manta subió por mi cuerpo hasta cubrirme. Me sequé las lágrimas, aunque no recuerdo que hubiese estado llorando, y me agarré a la manta. Me dolía la cabeza y tenía el resto del cuerpo dolorido también, con un moratón en una muñeca. El chico se levantó aturdido y yo no hice más que darle su ropa y pedirle que se fuera, lo que no hacía mucha falta porque por la expresión de su cara no tenía intención de quedarse ni un segundo más. Entonces yo me subí al sofá, me acurruqué y estuve llorando durante horas hasta caer reventada por el cansancio y dormí hasta la mañana siguiente, cuando me desperté con una llamada.

-¿Lexi? Lexi, ¿qué pasa? Vi tu mensaje. ¿Estás bien? -era una chica. Y por la voz supe que era Brook, una compañera de clase y una de las personas con las que había quedado la noche anterior.

-¿Mensaje?

-Sí. Que te llamara. ¿Qué ha pasado?

-Anoche yo… bebí demasiado. Te lo habré mandado sin querer.

-Es de hace unos minutos. ¿Qué te pasa?

Entonces caí. Debió haber sido, si no, no tendría sentido. Sí, quería que hablase, que contase lo de la otra noche. Que contase lo de Víctor. Había vuelto para ayudarme y por alguna razón empecé a llorar. Y le conté todo a Brook, todo lo que recordaba al menos. Quitando la parte de que salió volando. Y la convencí de que no era nada, intenté quitarle importancia al asunto para evitar que se enfrentara a Víctor y le expliqué que simplemente fue demasiado bruto y que eso era todo. No quedó convencida, pero me prometió no hacer ni decir nada hasta que nos viéramos en persona.

El resto del día no hice mucho, tampoco comí nada y dormí demasiado. Pero la sensación de que Elisa estuviera observándome me tranquilizaba. Ya entrada la tarde finalmente me levanté y me fui a duchar, aunque en vez de eso llené la bañera con agua caliente y me metí. Me quedé allí un tiempo descansando y relajando cada músculo mientras el recuerdo borroso del cuerpo de Víctor sobre el mío desaparecía. Alcé la mano y escribí “gracias” sobre la puerta de cristal. Pero como respuesta sentí como claramente una mano fría y ligera se posó sobre mi mejilla. En aquel momento cerré los ojos y me concentré. No me habría importado volver a desmayarme si eso implicaba sentirla de nuevo. Entonces la luz del baño comenzó a parpadear mientras el tacto se hacía más y más real. Y abrí los ojos en el momento exacto en el que aquella figura se acercaba a mi flotando y difuminada por el vaho, pero que con cada segundo se concretaba más hasta convertirse en una cara, con unos ojos enormes que se acercaron a los míos y entonces volví a sentirlo. Me estaba besando igual que aquella noche, pero yo no sentía como si me fuera a desmayar, sino que tenía fuerzas, las suficientes para responder a aquel beso. Lo que se convirtió poco a poco en algo real. Incluso el agua de la bañera comenzaba a subir y a salirse cuando otro cuerpo llenó la bañera, y yo notaba como aparecía encima de mis piernas, como se hacía real, mientras que aquel beso no paraba. Dos manos frías como el hielo bajaron por mi cabeza, a mis hombros, y se metieron bajo el agua sin siquiera cambiar de temperatura. Entonces aquel beso paró y las manos se posaron en mi torso, sobre mis pechos, y empecé a notar como pequeñas vibraciones del agua contra mi piel. Nunca antes había experimentado nada parecido y sentía como si algo se estuviera haciendo paso entre las moléculas. Moré aquellos ojos que no me perdían de vista, mientras una de esas manos bajó por mi abdomen y se deslizó entre mis piernas haciéndome gemir. No puedo describir con palabras aquella sensación porque nada le haría justicia. Separé mis piernas y cerré los ojos dejándome hacer, y aquellos dedos no paraban hasta el punto de poder jurar que había más de una sola mano. Porque algo mantenía mis piernas separadas mientras que aquellos dedos comenzados a deslizarse y pasearse con suaves movimientos entre los labios y hacia dentro, rozando el clítoris y apretando, introduciendo uno o dos dedos en mi interior mientras yo ya empezaba a perder la cabeza, y mientras más dedos acariciaban y pellizcaban mis pezones provocándome escalofríos que me estremecían. Me sujeté a los bordes de la bañera mientras aquellos hábiles dedos me exploraban y mientras la luz se apagaba por completo dejando una completa oscuridad de sensaciones más y más fuertes, aumentando la velocidad, la presión, la fuerza, como si supiera exactamente lo que quería y cómo lo quería, dejándome gemir en un silencio tétrico que rompía mis sentidos en pedazos. Yo solo quería más, la quería a ella de carne y hueso. Quería tocarla, sentirla, hacerla sentir ese placer que yo sentía. Y con ese pensamiento exploté, me corrí a la vez que comencé a llorar ante algo imposible. Y la luz se encendió, la figura desapareció y lo único que quedó en el ambiente de su existencia eran mis gemidos por un orgasmo prolongado y unas palabras que resonaron en mi cabeza. “Me gustaría estar viva, contigo”.