Si se atrevió

Como acabo la seducción del amigo de mi hijo.

Algunos lectores de mis relatos me dicen que los anteriores son demasiado cortos y que se quedan con ganas de un contenido más extenso. Lo intentaré. Espero que eso se las ponga dura durante la lectura y que lo disfruten mucho imaginando las escenas de lo que les cuente.

Y sí. Reacciono a mi seducción y en un momento dado acabamos cumpliendo, al principio con torpeza y mucha excitación y, tiempo más tarde, con habilidad y no menos placer, las múltiples fantasías que habían rondado mi cabeza y mi deseo, del periodo que os he contado; y las que más tarde él me confesó suyas durante ese largo preludio de coqueteo que lo llevó a ponerme su mano temblorosa en el culo cuando estaba a mi lado, mientras yo cortaba ajos en la encimera de la cocina, esperando mi respuesta. Y que, a modo de aceptación, limité a una sonrisa mientras mantenía la conversación como si no estuviese ocurriendo lo que tanto tiempo había esperado, y que rezaba porque continuara. Después de un rato, cuando deje el cuchillo y los ajos sobre la encimera y volviéndome, frente a él, me colgué de su cuello y lo besé; puede notar, sobre el vientre, a través de la ropa, el efecto que ese simple roce de sus dedos sobre mis nalgas había puesto entre sus piernas. Un cuerpo duro y voluminoso presionaba entre los dos cuerpos haciéndome sentir el estado de su erección. Que tuvo como respuesta, al añadido placer de sentir su lengua en mi boca, humedecerme las bragas como hacía tiempo que no ocurría. Que gustazo chicos, sentirme entre aquellos brazos juveniles, después de tanto tiempo de imaginarlo, atrayendo mi cuerpo contra el suyo tirando de mi culo con fuerza mientras me hacía notar el esplendor que el contacto había puesto polla apretándola contra mí.

Cuando lleve mis dedos a su entrepierna y acaricie el cuerpo largo y duro que desde ella le llegaba hasta cerca de la cadera y, tras bajar las cremallera, los cole por la bragueta, la textura era el de la madera y mis braguitas estaban ya empapadas por el deseo de sentirla dentro. Aun, me gire un rato, colocándole el culito en el paquete, mientras le llevaba las manos, bajo mis brazos, hasta mis tetas, en cuyos pezones se entretuvo, un largo rato, en un leve pellizqueo, a través de la camiseta, a antes de colármelos por debajo  y sobármelas intensamente, después de levantarme el sujetador, hasta ponérmelas duras como dos piedras,  mientras yo pasaba mis nalgas en círculos por la esplendorosa herramienta que me hacía sentir a través de la falda.

Estaba deseando que me la metiera, aunque primero quise disfrutar la experiencia y chupársela, demostrarle lo que podía ofrecerle una mujer madura, la madre de su amigo; y cuando se la rodee con  la boca, después de desnudarnos mientras no morreábamos y no sobábamos, su juvenil respuesta pensé que terminaría por frustrar la situación, al no soportar semejante caricia y derramarse en ella entre espasmos y convulsiones, como no había sentido antes, y que la llenó con ese sabor húmedo y salado que, en otra demostración de experiencia, me trague con gusto. Pero no; apenas un rato después que había iniciado la distensión hacia un tacto morcillón sin mientras no dejara de chuparsela, la misma condición que había provocado la precoz descarga, comenzó a levantarla otra vez llevandola, al poco, en el mismo estado que al principio. ¡Dios!, Podría gozar, de semejante estado dentro de mí en esa mismo ocasión.

Lo tuve entra las tetas disfrutando de sus embestidas en el canalillo mientras se la apretaba, entre ellas, con las manos gozando el placer de su tacto; pero cuando, colocada a cuatro patitas y abierta de piernas, sentí que me entraba después de aproximarse y pasármela varias veces entre mis ya abultados labios y lubricado “chichi”, creí que me daba algo. Que placer notar cómo me entraba el tenso cuerpo duro que seguía manteniendo, y como lo empujaba hasta dentro, apretando hasta empujar mis nalgas con su pelvis. Me hizo gemir como una tonta concentrada en la sensación que su bombeo lento y profundo me ponía allí donde se acababa su polla y que desde las ingles se extendía hasta mis tetas. Hizo que me corriera varias veces y que casi perdiera el sentido, esta vez, tras la primera e imprevista corrida, sin el riesgo de perderlo en la mitad del camino. Hasta que después de un buen rato de envestirme seguido, se apretó fuerte contra mí, tirándome de los hombros,  me hizo sentir los espasmos del mástil que se le había puesto, con los que me entrego dentro la leche tan rica que aún le quedaban en los contraídos testículos.

(seguirá –decidme si os gusta mas así)