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Cristina había quedado huérfana y sola en el mundo pero decidida a triunfar había logrado terminar su escuela secundaria e ingresar en la Universidad para lograr el título de Fitobióloga.

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Autor; Ricardo Erecto

Indice:

Capítulo I Introducción: Pág. 1

Capítulo II. En la Selva: Pág. 2

Capítulo III. Cristina debe someterse: Pág. 7

Capítulo IV. Cristina se convierte en una esclava: Pág. 10

Capítulo V. Cristina abandona sus estudios: Pág. 16

Capítulo VI. Cristina decide Volver a Clase: Pág. 21

Capítulo VII. Cristina Vuelve a Clase: Pág. 24

Capítulo VIII. Cristina Muestra sus Dotes: Pág... 27

Capítulo I Introducción

Se han escrito muchas historias de profesores que pueden mejorar la nota de un examen de alguna de sus alumnas a costa de algunos favores de éstas. Sin embargo esta es una historia un tanto particular.

Cristina había quedado huérfana y sola en el mundo pero decidida a triunfar había logrado terminar su escuela secundaria e ingresar en la Universidad para lograr el título de Fitobióloga. Para poder estudiar en la Casa de Altos Estudios había ganado una beca que le permitía subsistir sin problemas mientras se dedicaba de lleno al estudio. Esa beca estaba relacionada con el rendimiento académico.

En una oportunidad rindió un examen de Especies de Arbustos Desarrollados en Ambientes de Extrema Humedad. Al finalizar el escrito tuvo la convicción de que el resultado sería recursar en el año siguiente con el agravante de que perdería la beca. Debía hacer algo.

Su profesor era un joven de unos 30 años que al finalizar cada curso se internaba un mes en la selva para avanzar en un trabajo de investigación que estaba llevando a cabo. Cristina, decidida, al finalizar el examen esperó al profesor, Sigfrido Müller, para solicitarle una nueva oportunidad.

-Es un poco difícil darte una nueva oportunidad. Si has estudiado deberías saber lo que pedí en el examen.-

-Estudié y sé mucho de los arbustos amazónicos, pero no sé qué me pasó.-

-Si sabes mucho del tema, podrías ayudarme en mi trabajo de investigación. Mañana salgo para el Amazonas 30 días. Si me demuestras que sabes durante ese mes de trabajo allá, te aprobaré el examen.-

Cristina aceptó de inmediato y quedaron en encontrarse en la estación Terminal al día siguiente. Le había resultado mucho menos conflictivo de lo que pensaba. Ella suponía que le iba a exigir que se quitara las bragas o algo así. Siempre había profesores que abusaban de sus alumnas pero Sigfrido lo tomó profesionalmente. Trabajar un mes en ese tema no sería problema y confiaba en demostrar sus conocimientos en la materia.

Mientras viajaban se percató que habría una sola carpa y que deberían dormir ambos en la misma, ya que hoteles, los más cercanos estaban a más de cien millas del lugar.

También durante el viaje el profesor le comentó que la tarea era dura y debería estar dispuesta a secundarlo en todo, ya que de otro modo no podrían concluir con la tarea y ella no aprobaría el curso.

-No se preocupe profesor. Me pongo a su entera disposición para todo lo que necesite.-

-¿Crees que podrás ayudarme en todo lo que necesite?.-

-Sí, por supuesto. Usted me indica qué quiere que haga y yo lo haré de inmediato. Supongo que deberemos recoger gran cantidad de hojas para hacer el estudio histológico del tejido, ¿no es así?.-

-Esa es unas de las tareas, pero hay muchas otras. Algo que molesta mucho es la temperatura. Cuando vengo solo, estoy todo el día solamente con un taparrabos ya que no hay ningún ser humano cerca, pero ahora estás tú y deberemos estar un poco más vestidos.-

-¡Ahora recuerdo que no traído ropa muy liviana!. Veré cómo me las arreglo.-

-Quizás podamos conseguirte algo de ropa en Paraipí, la localidad por la cual pasaremos.-

-No tengo dinero para comprarme ropa.-

-No te preocupes. Yo te adelanto el dinero y luego me lo pagas.-

-Gracias Profesor.-

Capítulo II. En la Selva.

El viaje había sido agotador, por lo que luego de armar la carpa y acomodar los utencillos. Fue cuando Sigfrido dijo que iría a tomar un baño refrescante.

-pero ¿Y la otra carpa?¿No la vamos a armar?.-

-¿Qué otra carpa?.-

-La que usaré yo. Imagino que esta es solamente para usted, profesor.-

-No Cristina. Hay una sola carpa. No podíamos cargar tanto peso. Ambos podremos acomodarnos razonablemente bien allí. Ahora voy al río.-

Dicho esto Sigfrido se quitó todas sus ropas y desnudo se dirigió a la otrilla del río. Cristina era la primera vez que veía a un hombre desnudo y no pudo evitar que sus ojos se fijaran en el falo del profesor. Si bien estaba flácido podía imaginarse que erecto sería de muy buen tamaño. Fue entonces cuando reparó que para bañarse e higienizarse no había baños ni ducha ni nada semejante. Se bañaría vestida.

Luego reflexionó en los inconvenientes que eso le traería. Si lo hacía con las bragas y el sostén, al mojarse se transparentaría como si estuviera desnuda. Si se bañaba con los jean, aparte de no poder enjabonarse, la tela no secaría rápidamente. ¿Qué hacer?.

Por otra parte esa carpa era muy pequeña. Estarían muy juntos uno con otro.

Estaba pensando en esto cuando Sigfrido volvía de su baño y frente a ella comenzó a secarse.

-¿No quieres tomar un baño?. El agua está a una temperatura agradable.-

-No tengo ropa para bañarme en el río.-

-¿Qué ropa quieres usar?. Debes bañarte desnuda. No será la primera vez que veo una mujer desnuda.-

-Para mí será la primera vez que me vean desnuda.-

-Haz lo que quieras pero no podrás estar un mes sin mojarte.-

-Estás bien, pero métase en la carpa y no me espíe.-

-Vamos Cristina, no sean chiquilina. Denúdate de una buena vez y toma el baño. Yo iré preparando la cena. Quiero descansar.-

Cristina se alejó un poco, se quitó la ropa y se metió en el agua fresca. Era un baño reparador y olvidó que estaba sin ropas. Salió del agua y apenas cubierta con una toalla se dirigió hacia la carpa. Una vez allí terminó de secarse y se vistió con una remera liviana, sin sostén, las bragas y una falda corta.

-Mira Cristina. Estaremos un mes juntos y tú me verás desnudo y yo te veré desnuda. No creo que eso sea inconveniente para que podamos trabajar bien. Más te diré, suelo dormir sin ropas por el calor que hace aquí. Si también quieres dormir sin ropas, yo no tengo problemas.-

-Profesor, el asunto es que soy virgen y quiero continuar siéndolo.-

-Por mí puedes continuar con tu himen intacto. Si quieres que te lo rompa, será un placer para mí. Tienes un cuerpo delicioso que me gustaría gozar, pero no quiero aprovecharme de la situación. Ahora vayamos a dormir.-

Como era usual Sigfrido se acostó sobre la colchoneta usando solamente un slip. Por su parte Cristina tenía puesto una fina camisa que transparentaba sus tetas y una pequeña tanga. Debido al cansancio poco después quedaron dormidos.

En medio de la noche ambos despertaron algo sobresaltados. Una fuerte tormenta se abatía en el lugar. Las descargas eléctricas, seguidos de fuertes truenos, iluminaban el interior de la carpa. Cristina tuvo miedo así se lo comunicó a su profesor.

-Es solamente una tormenta. No pasará nada malo.-

-No sé, estoy temblando. Tengo miedo.-

-¡quieres que te abrace?¿Así te sentirás más tranquila?.-

-Sí, por favor. Necesito sentir que alguien me cuide.-

Sigfrido invitó a Cristina a su colchoneta y apretó el cuerpo de la joven contra el suyo. Mientras una mano se apoyaba en su espalda, la otra lo hacía en su culo, sobre la tanga. Con cada nuevo trueno el cuerpo de Cristina se estremecía y la verga de Sigfrido crecía.

-No temas Cristina. ¿No estás tranquila ahora que estás en mis brazos?.-

-Sí, pero los relámpagos me dan miedo…-

Sigfrido apretó más el cuerpo de la joven. Sus tetas apoyaban contra su pecho y sentía cómo palpitaba su corazón acelerado. La mano que se apoyaba sobre el culo, se metió debajo de la tanga y ahora acariciaba los cachates, el pliegue del culo y llegaba hasta el mismo ano que se cerraba al sentir el dedo que investigaba su agujero.

-Profesor, veo que está muy excitado. Siento algo duro entre mis piernas. ¿Es su pene?.-

-¡Claro!. ¿Cómo no voy a estar excitado?.-

-No sé. ¿Qué quiere que haga?. Le pido que no me la meta en la vagina.-

-Por ahora puedes sacarte la tanga y la camisa. Es agradable sentir tus pezones sobre mi pecho.-

La joven se quitó la ropa. Sus sentimientos eran encontrados. Bajó la mano hasta encontrarse con masculinidad de Sigfrido, que estaba erecta y parecía lista a explotar. Por su parte él ya disponía del culo de ella libre de ropa y continuó su exploración hasta los labios vaginales.

La tormenta afuera continuaba y estaba por estallar dentro de la carpa. Mientras Sigfrido continuaba magreando todo el cuerpo de Cristina, ésta acariciaba la verga del hombre que estaba cada vez más hinchada.

-¿La has chupado alguna vez?.-

-No, nunca. ¿Quiere que me la ponga en la boca?.-

-Sí chúpala y pasa la lengua por la glande.. Quiero acabar en tu boca.-

-Pero no quiero tragarla. Cuando se me llene la boca de leche, la escupo.-

-¡Déjate de hablar y chupa de una buena vez!. –

Cristina abrió su boca e introdujo primero solamente la glande pero luego fue más y más adentro. A pesar de su inexperiencia en la felatio lo estaba haciendo muy bien. Sigfrido sintió que se acercaba a correrse. Hizo algunos movimientos y un abundante chorro de semen inundó la boca de la joven.

Primero se sorprendió pero cuando parte de la corrida llego a su garganta comenzó a sentir a sentir el gusto y le pareció no tan feo como se imaginaba. En un arrebato de calentura lo tragó. Ella misma no podía creer lo que había hecho.

-Te has tragado toda la leche a pesar del discurso. Te digo que lo has hecho muy bien y que me ha gustado. ¿No quieres correrte tú?-

-Profesor, no quiero perder mi virginidad. Por favor acarícieme la conchita hasta correrme, pero no me rompa el himen.-

Sigfrido comenzó a pasar sus dedos por los labios de vulva y tocar ocasionalmente el clítoris. Cristina estaba muy caliente y no tardaría en correrse. En ese instante entendió que muy poco tiempo después terminaría penetrándola y desvirgándola.

Unos minutos después todo el cuerpo de Cristina tembló y se estremeció. Era una de las masturbadas más excitantes que había tenido. Siempre las pajas se las había hecho ella misma, pero esta vez un hombre la había acariciado hasta correrse.

-Me da un poco de vergüenza decirlo, pero ha gozado esta pajita.-

-Podrás gozar más y sin romperte el himen si te la meto por el culo.-

-Ayyyy no, por el culo no me parece que esté bien.-

-Mira, duerme un rato en mis brazos. Descansemos un poco y luego te la meto por el culo.-

-Me da vergüenza ofrecerle mi culo para que me penetre. ¡Estoy tan confundida!.-

-Apoya tus tetas contra mi pecho y déjame agarrarte el culo para que vayas tomando confianza. Cuando despertemos estarás más predispuesta a recibirla por atrás. De esa manera no pierdes tu preciado bien.-

Se acomodaron el uno contra el otro. Sigfrido palpó el ano. Primero metería un dedo pero no más. Quería penetrar un culito bien cerrado. Ya había bastante luz del día cuando despertaron.

-Primero la chupas hasta que esté bien dura y luego vamos por el agujero de atrás.-

-Profesor,¿no me va a doler si me la mete por el culo?.-

-Es posible que te duela un poco, pero debes soportarlo. Si quieres que te cuide otras noches de tormentas, deberás aceptar tener sexo anal. El mal tiempo continúa por lo que, por el momento, no podemos salir de la carpa. ¿Qué mejor que dedicarse al sexo en este caso?. No creas que lo haré en seco. Primero te lubricaré la entrada con vaselina. Me gusta bien adentro.-

-Nunca imaginé ser cogida por el culo en una carpa.-

-¿Y dónde pensaste ser cogida por el culo?.-

-¡No!. Nunca pensé ser cogida por el culo, como tampoco pensé en ponérmela en la boca como anoche.-

-Cristina, empezaremos por el culo pero luego la recibirás por adelante.-

-¡Profesor, rómpame el culo si quiere pero no la concha! ¡Quiero permanecer virgen!.-

-Después lo hablaremos. Ahora chupa hasta que esté bien grande. Mientras tanto te lubricaré la entrada.-

Cristina acercó su boca a la verga, todavía flácida de Sigfrido. Con la lengua comenzó a acariciarla mientras iba introduciéndola lentamente en su boca. Poco a poco la verga se ponía más dura y voluminosa mientras Sigfrido, con el dedo índice desparramaba la vaselina en el ano y penetraba ligeramente el esfínter para también lubricarlo.

Cuando la pija estaba con la dureza adecuada, le indicó que se volteara y con sus manos separara las nalgas para dejar el ano a la vista. Cristina se arrodilló y separó los cachetes.

-Aquí tiene profesor. Rómpame el culo.-

Sigfrido apoyó la glande contra el ano y comenzó a empujar. Dado el poco avance dentro del recto, dio un empujón con lo cual metió completamente adentro. Cristina dio un grito de dolor y sorpresa.

-¡Me dueleeeee!.-

-No importa, ya te va a pasar.-

Comenzó el movimiento de vaivén. La vaselina ahora lubricaba bien todo el conducto el dolor disminuyó. Mientras tanto el clítoris de la joven era acariciada por las expertas manos del profesor.

La verga de Sigfrido era apretada por el esfínter de la joven produciendo una sensación que hacía muco no disfrutaba. Había sido su fantasía penetrar un culito virgen, apretado, pero suponía que no tendría oportunidad. Sin embargo ahora se estaba cogiendo el culito de Cristina. ¡Eso sí que era bueno!.

Poco después descargó su leche en el recto de la joven mientras por efecto de los dedos de Sigfrido se corría ella también con un temblor de todo el cuerpo.

Quedaron tendidos en el piso de la carpa por un rato. Cristina tenía el culo dolorido pero no había desagradable ser penetrada por allí. Después de todo había defendido su tan preciada conchita.

El día fue de trabajo intenso. Luego de tomar el baño diario se fueron ambos a la carpa. Debido al intenso calor ambos permanecieron desnudos. Sigfrido apagó la linterna.

-Ven que quiero acariciarte esa conchita. Vamos a calentarla un poco.-

-Profesor, ¿me va a hacer otra paja?.-

-De ninguna manera. Las pajas son para casos excepcionales. Pienso que le digas adiós a tu virginidad..-

-¡No! ¡No me coja por la concha!. Si quiere se la chupo o le doy mi culo pero déjeme la concha intacta.-

-Creo que eso será difícil. Mira que me excito más cuando las chiquilinas se revelan ser cogidas y las penetro sin trabajo previo. Te conviene que te vayas calentando y que se lubrique tu vagina para recibir mi verga. Estoy decidido que esta noche tu himen será roto.-

-Profesor, eso sería una violación.-

-Quizás, pero que tu concha va recibir mi verga, de eso no tengas dudas.-

-Profesor, no abuse de mí. Estoy indefensa, a cientos de kilómetros de cualquier lado y necesito aprobar la materia.-

-Un polvo regular será un aprobado. Está en tus manos sacarte un diez.-

-¿No tengo otra alternativa que separar mis piernas para que abuse de mí?.-

-No, no tienes alternativa.-

Cristina se rebelaba a ser desvirgada de esa forma, pero ¿qué podía hacer?. Poco a poco fue haciéndose a la idea de ser violada, mientras, inconcientemente, el conducto vaginal estaba cada vez más húmedo. Fue entonces cuando Sigfrido le indicó que era el momento de ser desvirgada.

Cristina separó las piernas y con sus dedos abrió los labios vaginales. La verga de Sigfrido comenzó a abrirse paso dentro del conducto. El himen cedió sin dificultad (y sin dolor para Cristina) muy pronto sintió los huevos que tocaban su entrepierna.

-¿Ya me la metió toda adentro?.-

-Sí Cristina. Ya has sido desvirgada. Ahora muévete tú también que quiero un buen polvazo.-

Cristina no resistió más y se dejó llevar. Sentía cada vez más calentura y presintió que se correría casi de inmediato. Poco después un estremecimiento recorría todo su cuerpo. Sigfrido no tenía apuro y continuó bombeando lentamente hasta que también se corrió. Permaneció largo rato sobre el cuerpo de la joven. Al día siguiente se levantaron a preparar el desayuno.

-Profesor, ¿Qué nota me va a poner por lo de anoche?.-

-Veremos, todavía tenemos casi un mes para tomarte examen.-

-¿Me va a tomar examen todas las noches?.-

-Seguramente. Quizás también alguna vez durante el día. Luego de desayunar vamos a buscar muestras de la filipus landrae, planta no muy frecuente aquí pero que hay algunos ejemplares. Quiero que estés calzada con las zapatillas pero que vayas desnuda.-

-¿Desnuda?. ¿Y si nos encontramos can alguien?.-

-Mira, por aquí no hay ningún ser humano excepto nosotros dos y como me gusta apreciar tu cuerpo, nada mejor que andes sin ropas. Además quisiera que te afeitaras los pelos del pubis. Nada más hermoso que una conchita sin vello.-

-¡Profesor!. ¡Me está tratando como a una puta, no a una futura Fitobióloga!.-

-Me parece que no sabes lo que es una puta. Si no quieres ir desnuda, no lo hagas, pero ya sabes el resultado.-

No quedaba alternativa. Se afeitó cuidadosamente el pubis y todo lo que ludo del los labios vaginales, se calzó las zapatillas y así, sin ropas que cubrieran siquiera parte de su cuerpo se pusieron en camino para buscar las filipus landrae.

Ya comenzaba a declinar el sol cuando volvían al improvisado campamento. En el trayecto Sigfrido le había recorrido reiteradamente sus partes íntimas con las manos, pero no la había cogido.

Capítulo III. Cristina debe someterse

Luego de bañarse en el río, como lo venían haciendo, Sigfrido le indica a Cristina que no se vista, ya que para lo que tiene pensado es mejor que esté desnuda.

-¿Qué quiere hacerme ahora?. Estuve todo el día sin ropas y usted me tocó todas las veces que quiso. ¿Quiere cogerme ahora?.-

-No, no es para cogerte. Quiero cumplir una fantasía. Atarte a un árbol mientras preparo la cena.-

-¿Queeee?¿Atarme desnuda a un árbol?. Usted está completamente loco.-

-No quiero hacerlo por la fuerza. Es mejor que te dejes atar. Por las buenas o por las malas te voy a atar y si te portas mal, olvídate de aprobar la materia.-

-No puede hacerme eso. No me ate. No quiero estar atada a un árbol.-

-La última vez que te lo digo. O lo haces por las buenas o lo harás por las malas.-

Cristina acercó su espalda a un árbol vecino. Sigfrido ató las muñecas de las joven pasando la cuerda por detrás del tronco del árbol. Luego otra cuerda rodeó su cintura y fue anudada también por detrás. Lo mismo ocurrió con sus tobillos.

-Muévete a ver si puedes soltarte.-

La joven hizo desesperados movimientos por soltarse las ligaduras pero le fue imposible. Su cuerpo estaba muy bien amarrado.

-Ahora unos pocos azotes en las tetas con rama verde dejarán unas lindas marcas.

-¡Noooo! ¡Socorro! ¡Azotes en las tetas noooo!. ¡Socorrooooo! ¿Socorrooooo!.-

-Cállate. Basta de chillar.-

-¡Socorroooooooo!-

Sigfrido tomó un trozo de cinta para embalar y selló la boca de Cristina. El sonido casi se apagó. Sus ojos denotaban la desesperación e impotencia de estar a merced de ese hombre que ya la había desvirgado, la había vejado de distintas maneras y ahora quería azotarla en las tetas.

Sigfrido buscó la rama adecuada hasta que encontró una bastante fina y muy flexible.

Luego de pellizcarle los pezones, levantó la rama y dejó caer el primer azote sobre las delicadas tetas de Cristina, algo más arriba de los pezones. La joven quiso gritar pero apenas un sordo aullido pudo escucharse. Algunas lágrimas se deslizaron por su rostro.

Sigfrido sonreía. Nunca hubiera pensado que su fantasía podría cumplirse. No era fácil lograr tener atada a una joven desnuda a un árbol y poder azotarla a su gusto. Levantó la vara y le descargó un nuevo azote en las tetas.

Cristina intentaba gritar mientras hacía todos los esfuerzos por desatarse o mover su cuerpo para escapar del castigo pero le era imposible. Siguieron otros azotes.

Cuando el profesor descargaba el número quince, apareció de la espesura del bosque un hombre ataviado con ropas de explorador.

-Oí gritos, que me parecieron de mujer y quise investigar. Nunca hay nadie por aquí, pero veo que provenían de esta esclava que se debe haber portado mal.-

-Se portó un poco mal y por eso la estoy castigando.-

-Lindo cuerpo tiene esta puta. Se la compro.-

Cristina quiso gritar pero ninguno de los dos hombres le prestó la menor atención.

-Más que puta puede ser una buena esclava. ¿Para qué la quiere?. Si quiere cogerla, se la presto.-

-No, no es para cogerla. Le debo algunos favores a la tribu de los jusipas y quería regalársela a ellos. La tribu queda a unas cincuenta millas al norte.-

-¿Y para que quieren una esclava los jusipas?.-

-Le gustas las mujeres blancas para torturarlas. No se imagina las cosas que he visto allí. Por eso si les llevo a esta esclava retribuiría atenciones.-

-¿Así que torturan a las mujeres blancas? ¿Y qué le hacen? ¿Las violan?-

-No, no las violan pero usan sus conchas para otras cosas. Mire he visto en una oportunidad que le colocaban un carbón encendido entre los labios vaginales o las dejaban atadas y untadas con azúcar expuestas a los insectos.-

Mientras los hombres dialogaban Cristina quería gritar, revelarse. Temía ser entregada a esa tribu y sufrir los tormentos que ese hombre estaba describiendo. Vistos los movimientos de la joven y su esfuerzo por desatarse, Sigfrido tomó nuevamente la rama y mientras le ordenaba que se callara y no molestara le aplicó cuatro azotes en el vientre que dejaron sendas marcas.

-Supongo que se trajo esta esclava para venderla, por eso le estoy ofreciendo comprarla. ¿Cuánto quiere por ella?.-

-No la vendo, por lo menos por ahora. Observe esas tetas. Ahora tienen algunas parcas de los azotes, pero pálpelas. Verá qué firmes son.-

El visitante se acercó y colocó las manos sobre las tetas de Cristina.

-Sí, están firmes y esas marcas le quedan muy bonitas. La verdad es que ha conseguido una esclava de valor. Quizás resulte muy cara para lo que yo puedo pagar. Si se dirige al oeste, unas veinte millas, suelen andar algunos traficantes que pueden pagarle un buen precio. Ellos las llevan al Oriente dónde algunos jeques disfrutan de esclavas como ésta. De todas maneras ¿cuánto quiere por ella?-

-Ya le dije que no la vendo. La he desvirgado hace muy poco y quiero gozarla un poco más.-

-¿La desvirgó hace poco? ¿Era virgen? ¡Qué maravilla!. Entiendo que no la quiera vender tan rápido. Bueno continuaré mi camino. Estaré cerca de la tribu de los jusipas. Cuando se decida venderla , puedo estar interesado. ¿Me permite darle un puñetazo en cada teta?.-

-Por supuesto que sí. No se había ocurrido darle algunos golpes con los puños cerrados en las tetas.-

El visitante se acercó a Cristina. Una mezcla de terror con imploración se dibujó en sus ojos. Este hombre tenía unos brazos robustos y un puñetazo de él podría ser terrible. Algunas lágrimas se deslizaron por sus mejillas.

El hombre se colocó a una distancia conveniente y descargó el primer golpe en la teta derecha. El cuerpo de Cristina se sacudió de dolor y solamente un tenue gemido se pudo escuchar. Luego otro golpe en la teta izquierda.

-Bueno, un gusto de conocerlo. Recuerde, si decide venderla, estoy interesado.-

El hombre se retiró internándose en la espesura del bosque. Cristina permanecía atada y con un fuerte dolor en las tetas tanto por los azotes como por los golpes de los visitantes. El vientre le dolía por los azotes de Sigfrido.

-Cristina, te daré dos puñetazos en el vientre. Ha sido una buena idea del hombre que nos visitó.-

Sin mediar más palabras descargó dos golpes justo debajo del ombligo.

-Te advierto una cosa Cristina. Dentro de una hora te desataré y te quitaré la cinta de la boca para que comas algo y luego te ataré los brazos en la espalda para comenzar con los juegos sexuales de esta noche. Quiero una buena mamada, una entrada por atrás y finalmente un polvo. Si no te comportas adecuadamente consideraré la oferta del visitante para venderte a la tribu de los jusipas. Tú eliges.-

Cristina comprendió que no tenía opción. Estaba a merced del profesor y totalmente indefensa. Después de escuchar el uso que daban a las mujeres blancas los jusipas lo mejor era portarse bien y aceptar todo lo que él quisiera.

Quizás de esa manera no fuera vendida como esclava, aunque podría simplemente decirle así para que lo obedeciera y luego traicionarla vendiéndola, pero eso no podía saberse.

Al cabo de una hora, le quitó la cinta de su boca.

-¿Vas a hacer todo lo que te indique y de la manera más sumisa?-

-Sí profesor. No me queda otro remedio, no tengo opción y usted lo sabe.-

-Bien, ahora quiero que me pidas que use tu cuerpo a mi gusto.-

-¿Cómo?-

-Eres sorda o qué. Quiero que me pidas que use tu cuerpo a mi gusto.-

-Profesor, por favor use mi cuerpo como le plazca.-

-¿También me pides que te penetre?-

-Sí profesor. Le pido encarecidamente que penetre en mi concha.-

-¿Y por el culo?-

-Sí, también por el culo y la mamaré las veces que usted decida.-

-Veo que has aprendido rápido. Queda claro que desde ahora y hasta nuevo aviso eres mi esclava y te sometes totalmente a mi voluntad.-

-Sí profesor. Me someto, pero ¿por qué me la quiere clavar por el culo si puede hacerlo todas las veces que quiera por la concha?-

-Simplemente para quebrar tu voluntad. De esa manera te acostumbrarás a obedecerme ya sea que goces o sufras o te humille. Las esclavas deben comportarse así. Ahora comes algo y te preparas.

Capítulo IV. Cristina se convierte en una esclava.

Al finalizar su comida y luego de acomodar los utencillos llegó el momento de satisfacer al profesor.

-Estoy a su disposición. ¿Qué debo hacer?-

-Primero la mamas hasta que esté bien dura, pero no quiero correrme en la boca.-

Cristina se arrodilló y le quitó el pantalón de baño, única prenda que vestía el profesor. Cristina acercó su boca con decisión en engulló en varonil miembro y con su lengua comenzó a acariciarla y con sus labios succionaba. Muy poco fue necesario para que la verga del profesor adquiriera muy buen tamaño y rigidez.

-Ahora me darás tu culito para que te la ponga.-

Cristina se volteó y con ambas manos separó sus glúteos. Unas gotas de vaselina lubricaban su ano cuando Sigfrido apoyó el miembro contra el esfínter. Tomó a la joven de las caderas y comenzó a empujar. La verga se introdujo rápidamente en el conducto anal. Cristina no pudo evitar un gemido de dolor. Era la segunda vez que la recibía por el culo y aun no estaba dilatado.

Sin prisa, Sigfrido continuaba bombeando mientras con sus manos magreaba las tetas y los pezones de su joven alumna. Poco antes de correrse, Sigfrido la retiró del agujero.

-Ahora la limpiarás con agua y jabón para poder metértela en la vagina.-

Cristina obedeció de inmediato pero el contacto con el agua fresca hizo que la verga se bajara. Una vez limpia y sin erección no era posible penetrarla.

-Ahora me la chuparás nuevamente hasta que esté dura para poder clavarte bien a fondo.-

Nuevamente Cristina se arrodilló y comenzó su tarea. Poco después una verga hinchada ocupaba su boca.

-Profesor, creo está dura como para que me la meta en la concha. Estoy a su disposición.-

Se recostó de espalda y levantó y separó las piernas ofreciendo su sexo húmedo a Sigfrido que la penetró sin dificultad. El conducto estaba muy mojado. Cristina dejaba hacer pero no puedo evitar comenzar a ponerse cachonda y antes que Sigfrido la llenara se semen, ella se corrió y poco después lo hizo el profesor.

-Hasta ahora te has portado aceptablemente bien. Te ataré los tobillos y las manos en la espalda para que duermas así.-

-Pero profesor, así no estaré en condiciones mañana de cumplir con sus deseos.-

-Si no cumples mis deseos mañana, algunos azotes y otras "cositas" te harán recapacitar muy rápidamente y harás lo que te indique.-

-Sí profesor, cumpliré con lo que me mande.-

Cristina se puso de espaldas alargando sus muñecas para que se las atara. Luego hizo lo mismo con sus tobillos. Luego Sigfrido improvisó una capucha que colocó sobre la cabeza de Cristina y la anudó a su cuello.

-Así estar mejor. Con esa capucha sólo podrás respirar. ¿Cómo te sientes?-

-Totalmente sometida y a merced de sus deseos-

-Justamente eso es lo que busco. Mañana tengo un trabajo en el cual necesitaré tu ayuda. Ahora a descansar.-

Antes de quedarse dormida Cristina hizo un balance del día. Una semana antes estaba totalmente ajena a lo que Sigfrido le tenía preparado para aprobar su examen. ¿Qué más le haría? ¿Podría ser humillada y castigada más de lo que ya había recibido? Llegó a la conclusión que sí. Además estaba latente eso de ser vendida para los jusipas. Se le frunció el culo de sólo pensarlo. Poco después se quedaba dormida.

A la mañana siguiente fue despertada al recibir un puñetazo en una de sus tetas.

-Ya es hora de levantarse. Tenemos mucho trabajo.-

Cristina abrió los ojos pero la capucha le impedía ver. Intentó quitársela y entonces recordó que sus manos estaban atadas.

-Por favor profesor, ¿puede quitarme la capucha y las ligaduras? Lo atenderé de inmediato.

Sigfrido la desató y luego de los preparativos se pusieron en camino. Cristina solamente usaba un calzado deportivo. Estaba completamente desnuda y depilada.

-Debemos buscar plantas con el fruto de petrila.-

-Profesor, si no recuerdo mal hay plantas con frutos de petrila dulce y plantas con frutos de petrila que contienen el ácido fenoxi abiético. ¿Cuál vamos a buscar y cómo las diferenciaremos?-

-Debemos recoger los frutos de petrila dulce. Para diferenciarlos es que te necesito a ti. Te pondrás cuatro o cinco pequeños frutos de petrila en tu vagina. Si comienza a arderte, entonces son los que contienen fenoxi abiótico. Si no arde, entonces son los frutos que buscamos.-

-¿Debo ponerme los frutos en la concha?-

-Sí. No creas que te arderá mucho, como máximo cinco minutos. Sentirás como un fuego en la vagina pero sólo cinco minutos.-

-No puedo hacer eso.-

-Eventualmente dirás que no quieres hacer eso. Unos cuantos latigazos en las tetas te convencerán que debes hacerlo.-

-No profesor, no quiero ponerme los frutos en el coño. Me va a dol….-

No pudo terminar. Un tremendo puñetazo en el vientre la hizo doblar de dolor. Le siguió otro en una de sus tetas. Cristina cayó al suelo.

-¡Bata ya! Párate y cuando te lo ordenes te pones los frutos en la concha.-

Cristina se incorporó Con una manos se frotaba el vientre y con la otra la teta golpeada.

-Sí profesor, me pondré lo frutos en la concha cuando usted me lo ordene.-

-No insistas en desobedecerme. Sabes que me molesta y que estoy dispuesto a corregirte.-

Siguieron caminando hasta que encontraron la primera planta a investigar. Sigfrido tomó cuatro pequeños frutos y se los alcanzó a Cristina.

-Toma, prueba éstos.-

Cristina separó sus piernas e introdujo los frutos y con el dedo índice los hundió profundamente en la vagina. Pasó más de un minuto sin que sintiera nada en especial.

-Ese fruto es del dulce. Si no ya te habrías enterado. Sácatelo de la vagina y ayúdame a recoger los otros frutos.-

Siguieron caminando hasta que encontraron otra planta.

-Vamos, toma los frutos póntelos adentro.-

Cristina tomó cuatro pequeños frutos y nuevamente separando sus piernas se los introdujo profundamente en la vagina. Habían pasado unos pocos segundos cuando sintió el ardor que se intensificada momento a momento.

-¡Este es del que pica! ¡Éste es! ¡Ayyyy! ¡Me quema, es como un fuego!-

-¡No quiero que te lo saques de la concha!¡Ya te pasará!-

-¡Por favor profesor! ¡Arde mucho, me quema!¡Déjeme sacarlos!-

-¡No! ¡Se quedarán allí hasta que pase el ardor!-

Cristina no podía resistir la enorme picazón de su concha, pero sabía que si se los sacaba sufriría un castigo que sería peor. Con lágrimas corriendo por su mejilla soportaba que el fenoxi abiético humedeciera las paredes vaginales irritándolas.

Pasaron cinco minutos de gemidos cuando casi instantáneamente cesó el ardor. Cristina estaba temblando por el esfuerzo y el sufrimiento que acaba de soportar.

-¿Cuál es tu conclusión de estos frutos?-

-Que no son los que buscamos. No son de petrila dulce profesor.-

-Bien, sigamos en busca de los frutos que necesitamos-

Durante el resto del día Cristina debió introducirse los pequeños frutos en 14 oportunidades, de las cuales solamente en cuatro se trataba de los frutos inocuos. Las otras diez debió soportar la irritación. Terminada la recolección emprendieron camino a la carpa.

-Ahora te bañarás en el río que tengo pensado algo para ti.-

Cristina rogaba que fuera solamente usar su cuerpo sexualmente, y no para nuevos tormentos. Pocos minutos después secaba su cuerpo higienizado y refrescado por el agua del río.

-Permanecerás atada con los brazos en alto mientras yo tomo mi baño. Luego tengo algo para ti.-

Le ató las muñecas a la rama de un árbol y así permaneció hasta que Sigfrido regresó. Permanecía desnudo frente a ella mientras terminaba de secarse. Comenzó a excitarse al ver a la joven indefensa. Se acercó y luego de indicarle que separara las piernas se dispuso a penetrarla. No era ese el plan original, pero si tenía ganas de un polvo, ¿por qué no hacerlo? Poco después volcaba su leche en el interior de la joven.

-Ahora sí vamos para lo que te tengo atada así. Serán unos puñetazos en las tetas y el vientre.-

-¡No profesor. Golpes no!-

-¡Silencio! O te amordazaré y te propinaré el doble.-

-Sí profesor. Le pido que me perdone.-

-En compensación tú misma me pedirás que te golpee.-

-Profesor, golpéeme en las tetas, el vientre y las partes que crea conveniente.-

-Con más énfasis-

-Profesor, por favor, estas tetas y el vientre está ansiosos por recibir sus golpes. ¡Castígueme!-

-Así está mejor. Ya que me lo has pedido te daré unos golpes bien fuertes en tus tetas.-

-Gracias profesor.-

Cuando Sigfrido terminó el castigo, Cristina colgaba de sus muñecas, exhausta. Su rostro cubierto de lágrimas, sus tetas rojas, lo mismo que el vientre y distintas partes de su cuerpo. A pesar de la pequeña contextura del profesor, sus golpes eran fuertes y certeros. Mientras el profesor estaba satisfecho con el resultado, Cristina se preguntaba en qué terminaría todo esto. Su cuerpo se estaba convirtiendo en un objeto para cualquier uso. Comenzó a llorar en silencio, mientras permanecía indefensa sostenida de sus muñecas que ya comenzaban a dolerle.

Ya de noche era hora de descansar. Sigfrido desató las muñecas de la estudiante, y se las ató en la espalda.

-Vas a dormir con las manos atadas pero tu conchita deberá estar abierta para recibir de nuevo mi verga. Métete en la carpa, te acuestas boca arriba y separas las piernas ofreciéndome tu sexo.-

Cristina obedeció sin oposición alguna. A pesar de su cuerpo dolorido hizo el mayor esfuerzo para que le resultara a Sigfrido un polvo agradable.

Sigfrido gozó de la concha de cristina pero ella no llegó a correrse. Sus tetas estaban muy doloridas y no llegaba a excitarse. Luego ambos se dispusieron a dormir.

Los sucesivos días fueron algo más llevaderos para Cristina. Si bien debía mamarla, recibirla por el culo y la concha tanto por la mañana como por la noche, en varias oportunidades logró correrse y Sigfrido no la castigaba físicamente excepto que debía permanecer atada en incómodas posiciones.

Quedaba solamente una semana para el regreso. La estudiante se atrevió a preguntar:

-Profesor, ¿me dará por aprobada la materia?-

-Aun no lo tengo del todo decidido. Debo reconocer que te has portado aceptablemente como una esclava durante estos días pero falta una semana. ¿Propones algo especial para la semana que falta?-

-Desconozco aquello que le produzca más placer que usarme sexualmente cuando lo dispone. Quizás volver a azotarme todo el cuerpo con alguna vara flexible y dejar marcas sobre mi cuerpo puedan satisfacerlo.-

-Debe ser algo más fuerte. Algún castigo que sea más doloroso para ti.-

-¿Quiere alquilarme esta semana a los jusipas?-

-Es una alternativa pero así me privaría de usarte y castigarte yo mismo.-

-Qué le parece si me introduce en la concha los frutos de petrila que arden.-

-Es una alternativa. Primero puedo penetrarte y luego te colocas varias veces los frutos, pero no solamente en la concha sino también en el culo. De esa manera te va a arder la concha y culo simultáneamente.-

-Será un honor para mí recibir los frutos de petrila en mi concha y en mi culo. ¿Quiere comenzar ahora?-

-Primero debes salir a buscar una buena cantidad de esos frutos. También puedes traer otras plantas irritantes para colocarte en tus intimidades. Antes de que vayas a buscarlas quiero darte unos puñetazos en las tetas.-

-Sí profesor, aquí están para recibir los golpes que me quiera darme. ¿Me pude atar las muñecas en la espalda? Así no tendré posibilidades de defenderme.-

Ya deberías estar lo suficientemente entrenada como para que no hiciera falta atarte las manos. Por esta vez lo dejaremos pasar. Voltéate que te ataré.-

Luego de atarle las muñecas cada teta recibió cinco fuertes puñetazos. Cristina se mordía los labios para no gemir. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

-Ahora puedes salir a buscar los frutos. Trae una buena cantidad.-

Poco después la joven regresaba con una bolsa con los frutos y varias hojas de plantas irritantes.

-Profesor, úseme como guste para luego comenzar con el castigo.-

Sigfrido estaba realmente caliente. Nunca hubiera imaginado cómo se había sometido su alumna a su voluntad. Ahora la estaba penetrando todas las veces que deseara, la mantenía desnuda todo el tiempo, la castigaba de la manera que deseaba cumpliendo deseos ocultos. En ese momento pensó que la sumisión de Cristina no podía finalizar con el regreso a la Universidad. Decidió que sería su esclava de manera que pudiera torturarla al regreso de sus clases.

Luego que calmó su excitación al cabo de tres polvos, le indicó que comenzaría su castigo.

-Estoy ansiosa señor profesor que me castigue. Mi coño y mi culo están listos para recibir los frutos de petrila. Quizás quiera amordazarme para que no lo moleste con mis gemidos.-

-Por el contrario. Gozaré escuchándote gemir, gritar e implorar. Ahora acércate a esa rama que te ataré los brazos en alto.-

Las muñecas de Cristina fueron atadas a la rama de un árbol. Su cuerpo, indefenso, estaba a merced de Sigfrido, que se acercó y acarició las tetas. Luego tomó algo de distancia y aplicó un fuerte puñetazo en el seno derecho. Luego otro más en el mismo seno y a continuación con en el izquierdo. Mientras tanto la joven, presa de un intenso dolor, gemía con desesperación.

Luego de los cinco golpes en cada globo, estaban hinchadas y, por supuesto, muy doloridas.

-¿Te han dolido mucho los golpes?-

-Sí profesor, me han dolido mucho. Sus puños son verdaderos martillos.-

-¿No tienes nada más que decirme?-

-Olvidaba. Muchas gracias profesor por haberse ocupado de mis tetas.-

-Así está mejor. Ahora veamos qué le ponemos a tu vaginita y tu culito. Separa las piernas.

Cristina separó las piernas dejando su vulva abierta y lista para que los frutos de petrila fueran introducidos en la vagina. Sigfrido metió tres y de inmediato procedió a empujar otros tres en el recto de la estudiante. Casi de inmediato comenzaron sus gemidos. Tanto los de la concha como los del culo comenzaron a hacer su devastador efecto.

Los gemidos de cristina fueron incesantes durante el tiempo que duró el efecto. Ya cuando comenzaba algo el alivio agradeció a Sigfrido haberse ocupado de su coño y su culo.

Es una lástima que no haya traído un látigo. Estás en una posición que podría azotarte muy bien.-

-Puede hacerlo con su cinturón o con alguna rama.-

-Me hubiese gustado hacerlo con un látigo, pero no faltará oportunidad cuando regresemos. Allá podré disponer de esos elementos.-

-¿Va a continuar castigándome cuando regresemos? Me he sometido para que me apruebe la materia.-

-Te aprobaré pero seguirás siendo mi esclava. Quiero aplicarte torturas de verdad, no solamente unas frutas picantes en tu culo. Látigos que te dejen marcas profundas, picana eléctrica en tu concha y todas esas cosas. Entonces sí sabrás lo que puede soportar una esclava.-

-Profesor, ese no había sido el trato.-

-Tienes razón, ese no había sido el trato pero lo es ahora. Pero no más dilaciones. Otros frutos picantes en tus agujeros.-

Cuando finalmente calmó el arder de esta nueva puestas de frutos en la concha y el culo, Cristina tenía el cuerpo mojado de la transpiración causada por el intenso dolor. Luego de desatarla le ordenó que se bañara en el río. Los días subsiguientes hasta la partida fueron similares.

El propio día del regreso y luego de permanecer un mes desnuda, Cristina volvió a calzar ropas, se sentía extraña. Cuando llegaron a destino preguntó:

-Profesor, ¿qué debo hacer? ¿Lo acompaño hasta su casa para quedar recluida allí?-

-Me acompañarás a casa y te dejaré encadenada en el sótano. Iré a comprar una picana y unos látigos para comenzar esta noche misma a torturarte.-

Capítulo V. Cristina abandona sus estudios

Cristina estaba confundida. Verdaderamente no le importaba mucho la nota, perder la beca o continuar sus estudios. Mientras esperaba el regreso de Sigfrido, desnuda y encadenada a la pata de un pesado mueble, reflexionaba sobre los instrumentos que visitarían sus partes más intimas apenas regresara el profesor. Sabía que poco después sería torturada por Sigfrido. Picana y látigo

¿Qué otras cosas le esperaban? ¿Y todo lo que había aprendido sobre plantas y otros temas de Biología? ¿Qué destino tenía preparado para ella? De pronto recordó la oferta de compra que le había hecho el visitante en plena selva. ¿Pensaría quizás venderla como esclava o puta y ser llevada quién sabe a dónde? Se estremeció pero al mismo tiempo notó que su concha se había humedecido.

¿Qué le pasaba? ¿Estas ideas de ser esclava o puta la calentaban? Se negaba a semejante razonamiento pero si bien no podía alcanzar con sus manos la vagina, notaba que estaba mojada. ¿Por qué querría Sigfrido torturarla? Estaba claro que gozaba con eso. Había sido claro cuando dijo: "Iré a comprar una picana y unos látigos para comenzar esta noche misma a torturarte". Eso era lo que él quería, torturarla, escucharla gemir e implorar no ser castigada más mientras debía someterse a los caprichos del profesor. Sin embargo, lo que más le aterraba era ser vendida como esclava o puta. Entonces sí que definitivamente su vida sería un suplicio. Podía ser llevada a un país lejano y allí ser, incluso, asesinada.

Ahora recordaba una historia, que ella nunca había creído, de una joven que había sido secuestrada y vendida como esclava en un país lejano. Se decía que había terminado asada sobre una parrilla. ¿Podría ser cierto eso? Descartó la idea.

Poco después regresó Sigfrido.

-He comprado una picana que me han recomendado especialmente. Ya la probaremos sobre tu cuerpo. En cuanto a los látigos, he comprado cuatro modelos diferentes. Tienen usos diferentes de acuerdo con la parte a castigar.-

-Voy a comenzar con la picana y luego seguiré con los látigos.-

-Bien profesor. ¿Qué debo hacer?-

-Acuéstate sobre esa mesa. Te ataré brazos y piernas para que no te muevas.-

Luego que le quitó las cadenas que la mantenían amarrada, Cristina se dirigió a larga mesa, usada antes para banquetes y se acostó sobre la misma estirando sus extremidades para ser atadas. Sigfrido ató las muñecas y los tobillos a los extremos de la mesa y pasó una cuerda por las rodillas para separar adecuadamente las piernas. De esa manera el coño de la joven quedaba abierto y expuesto.

-Comenzaremos con la picana. Debo ponerte estas tobilleras y muñequeras metálicas para un buen contacto. Lamento no tener una cámara de video para filmarte mientras te torturo.-

El profesor hizo todas las conexiones y se dispuso a aplicar la primera descarga eléctrica sobre el vientre de la joven. Apenas la punta metálica rozó su piel, un estremecimiento recorrió todo su cuerpo, acompañado por un prolongado gemido. Sigfrido subió la punta hasta alcanzar el ombligo y nuevamente apoyó la punta.

Cristina intuía que ser castigada con la picana no sería cosa menor pero ahora tomaba conciencia lo que realmente era. Gemía y lloraba desconsoladamente, mientras Sigfrido continuaba recorriendo su cuerpo en busca de los pezones.

Las descargas en los pezones eran terribles y a pesar que la joven quería escapar de las descargas, las ligaduras eran lo suficientemente fuertes como para que su cuerpo quedara a merced de Sigfrido.

Sin embargo aun no había llegado lo peor. Luego de un pequeño descanso el profesor dirigió la punta a los labios vaginales.

-¡Ahhhhh, en la concha no! ¡Aaaahhhh, No, allí no!¡En la concha nooooo!-

Eran inútiles las súplicas. Las descargas continuaban en los labios vaginales y también llegaban a las paredes del conducto.

Una y otra vez la picana recorría el cuerpo de Cristina que no pudo contener la orina y le salió un pequeño chorrito, que no hizo más que aumentar el contacto de la picana con su cuerpo. Luego de más de quince minutos de este castigo Sigfrido lo dio por finalizado.

Cristina estaba exhausta. Había sido una sesión muy dura pero aun faltaban los azotes con los látigos recién adquiridos. La joven tuvo que permanecer sobre la mesa una media hora, tiempo suficiente para comenzar a recuperarse. Entonces el profesor la desató para amarrarla en forma de X en el marco de una puerta.

Sigfrido tomó primero un látigo con cola de cuero trenzado. Un azote de este instrumento marcaría la piel de manera duradera. Lo usaría sobre la espalda y el culo.

-Podrás gritar todo lo que te plazca. No me voy a privar de azotarte por eso. Te quedarán unas lindas marcas.-

-Profesor, haga como lo crea conveniente. Ofrezco mi cuerpo para su placer.-

Sigfrido levantó el látigo y lo descargó con fuerza sobre la espalda de Cristina, quién contuvo un grito de dolor. Instantes después una gruesa marca roja cruzaba la piel de la joven. Sigfrido no se detuvo y dirigió otros nueve azotes a la espalda. Al recibir los últimos la joven ya no podía contener sus gemidos.

-Ahora algunos en el culo. Te quedará muy bonito cruzado por las marcas del látigo.-

-Gracias profesor por dejarme el culo muy bonito. Por favor, hágame las marcas.-

Nuevamente el profesor descargó los azotes en el culo de Cristina que de inmediato se tiñeron de rojo. Se detuvo un momento contemplando el castigado cuerpo. Ya tenía una erección importante por lo que decidió detener el castigo mientras clavaba a su alumna.

Se ubicó delante de ella y como tenía las piernas separadas, la penetración fue muy sencilla. A pesar del dolor que perduraba en su espalda y su culo por los azotes recibidos, Cristina comenzó a gozar del polvo y poco después se corría casi junto con el profesor.

-Veo que ese coñito ha gozado. Ahora un pequeño castigo.-

Tomando unas disciplinas de varias colas de cuero se ubicó a espaldas de la joven. Al levantar el instrumento entre las piernas, darían de lleno en la raja. Cristina no esperaba este azote en un lugar tan sensible. Un escalofrío invadió su cuerpo y no pudo contener ni el temblor que le provocó ni acallar el gemido. El goce de unos instantes antes se había convertido en un extremo dolor.

Algunos azotes más se dirigieron s su coño antes que Sigfrido decidiera parar a otra parte de su cuerpo.

-Ahora vamos a marcar esas tetitas con las disciplinas. Los pezones quedarán rodeados de las marcas de las colas de este látigo.-

Cristina calló esperando los azotes en sus tetas. Ya estaba resignada a no pedir clemencia, pues sabía que no la obtendría. Sería castigada hasta que Sigfrido lo decidiera. Al finalizar el noveno azote en sus globos, éstos estaban cubiertos de marcas e hinchados.

-Creo que por ahora es suficiente. ¿Te han gustado los azotes en el coño y las tetas?-

-Sí profesor. Usted siempre hace lo mejor para mí. Me ha dolido un poco pero me han gustado los azotes.-

Luego de permanecer todavía unas horas atada al marco de la puerta. Las marcas dejadas por el látigo se habían hinchado y comenzaban a ponerse moradas.

-Dado que ha sido el primer castigo riguroso que recibes y luego que te desate, podrás darte una ducha ya acostarte en mi cama. Puedes usar una camisa para dormir si lo deseas. Más tarde me acostaré yo también en esa cama.-

Cristina calmó su ansiedad. Por lo menos hasta el día siguiente no volvería a ser castigada. Poco después, vistiendo solamente una camisa para dormir, se deslizaba entre las sábanas de seda de la cama del profesor.

¡Cuánto hacía que no se acostaba en una cama mullida, con sábanas y sin estar atada o encadenada! ¿Cuánto duraría eso? No importaba, por lo menos ahora podía disfrutar de esa pequeña concesión aunque tenía todo el cuerpo dolorido por los azotes.

Se despertó en la mañana siguiente cundo Sigfrido le pellizcó un pezón. Entonces, incorporándose se puso a sus órdenes.

-Quiero que me la chupes hasta que esté bien dura para luego clavártela en la concha.-

-Sí profesor.-

Y de inmediato se puso el flácido falo en la boca y comenzó a acariciarlo con la lengua. Poco después había adquirido el tamaño y la firmeza necesarios para penetrar en la vagina.

-Vamos, acomódate separando y levantando las piernas. Quiero meterla allí adentro.-

Cristina obedeció de inmediato separando los labios vaginales con sus dedos. Sigfrido la penetró con facilidad. Una vez que descargó la leche en el interior de la joven, le ordenó que se la mamara nuevamente.

-Cuando se ponga dura te la meteré por el culo.-

Poco después descargaba un ya disminuido chorrito de semen en el recto de la joven.

-Debo entregar las notas del los exámenes. ¿Tú crees que mereces aprobar la materia?-

-A estas alturas ya no puedo volver a clase. Después de la manera en que sido violada y ultrajada no puedo presentarme ante mis compañeros como si nada hubiera ocurrido. Abandonaré definitivamente los estudios.-

-¿Y a qué te vas a dedicar?-

-No puedo hacer otra cosa que trabajar de puta. Usted me ha llevado a eso.-

-Creo que estás equivocada. Primero que puedes seguir estudiando y segundo que yo no te he llevado a ninguna parte. Te propongo un trato.-

-¡No más tratos! Por pactar con el Diablo así me ido.-

-Te equivocas. Mi propuesta es que abandones la beca y te vengas a vivir conmigo. Aquí tendrás casa, comida y todo lo que necesites para continuar con tus estudios. Como contraprestación, serás mi esclava.-

-¿Y cómo puedo presentarme en clase con marcas de látigo o de ataduras o cadenas?-

-Podrás ir con pantalones que cubren tus piernas y con camisa. Tus tetas estarán cubiertas por el sostén el cual ocultará las marcas que te dejaré en los pechos. Por las mañanas concurres a clase y por la tarde y noche serás mi esclava a la cual podré coger, castigar, humillar, maltratar y todas esas cosas que creo que en definitiva te gustan. He observado varias veces que antes, durante o después de castigarte, tu coño estaba muy mojado.-

-No puedo negar que me excita cuando me castiga con el látigo o me tiene encadenada, pero seguir estudiando para ser una esclava que puede ser vendida, no tiene sentido.-

-He pensado en usarte de laboratorio.-

-¿Cómo de laboratorio?-

-Estamos estudiando varias plantas con propiedades afrodisíacas e irritantes. Entonces tu concha o tu culo puede servir para probar las propiedades de dichas plantas. ¿Recuerdas cuando durante el viaje debiste ponerte en la vagina frutos de petrila?-

-¡Síii, lo recuerdo! ¡Me ardía toda la concha! ¿Eso será lo que debo hacer?-

-Con muchas otras hojas, semillas y frutos. Los probaremos en la vagina y en el recto.-

-¡Pero profesor!¡Eso será terrible!-

-No exageres. Eres una puta esclava que debe someterse a mis deseos y quiero usar tus agujeros para eso. ¿Qué mejor que una estudiante con tus conocimientos para usar de laboratorio?-

-Si me pone esas cosas en la vagina y el culo no podrá violarme como lo ha hecho hasta ahora.-

Siempre quedará un agujero libre. Te deberás hacer tú misma una enema todos los días para que quede el conducto rectal siempre limpio. Las pruebas se harán por allí o por la vagina pero en ambos lugares a la vez.-

-Veo que lo tiene todo estudiado, pero no quiero someterme.-

En ese caso tengo todos los datos para venderte a los jusipas.-

-¡Nooo!¡Con con los jusipas no!-

-Mira que te torturarán sin piedad. Quizás te guste.-

-Profesor, le ruego que no me venda a los jusipas. Me someto a su voluntad.-

-Cristina, eres una esclava razonable. Quiero azotarte en las tetas y me voy a la Universidad a pasar las notas. Cuando regrese te castigaré con electricidad. ¿Qué te parece?-

-Me parece muy acertado torturarme con electricidad. Usted ha visto que las descargas en la vagina, cuando me introduce la varilla en la concha son terribles, pero debo entrenarme para mi tarea de laboratorio.-

-Me parece muy bien cómo te estás comportando. Quizás como premio a tu comportamiento, luego pueda violarte nuevamente. Pero ahora a los azotes en las tetas. Ponte en posición.-

Cristina se recostó sobre una banqueta arqueando su cuerpo de manera que sus pechos estaban bien accesibles al látigo. Sigfrido comenzó a descargar azote tras azote sin prisa hasta completar los 25. Gruesas lágrimas corrían por las mejillas de la estudiante.

Capítulo VI. Cristina Decide Volver a Clase:

Sigfrido se fue a la Universidad mientras Cristina se reponía de los azotes en sus tetas. Si su profesor se empeñaba en usarla como Laboratorio, no le quedaba otra alternativa que volver a los claustros. Sabía que le costaría mucho disimular ante sus compañeros lo que estaba viviendo, pero debería hacer el esfuerzo. Cuando se repuso de los azotes de dio una ducha y se repasó la depilada del pubis y los labios.

Se recostó en el suelo ya que no se animaba a hacerlo en la única cama que había en la casa que era la del profesor. Eso que podía venderla a jusipas había hecho un efecto demoledor. No podía hacer otra cosa que obedecer y complacer a Sigfrido.

Horas más tarde regresó Sigfrido.

-Tengo muy buenas noticias para ti. He podido inscribirte en el curso de "Plantas Medicinales y sus componentes". Tendrán clase todos los días de diez a doce por la mañana. Además pasé por la librería para comprar algunos libros para el curso y me encontré con éste que quiero que leas con atención.-

El profesor le alcanzó el libro.

-Lee en voz alta el título y la introducción.-

-Título: 100 Consejos y Maneras de Torturar Esclavas. De Joseph O’Connor. Introducción.

"Se describen aquí algunos consejos prácticos de cómo tratar a las esclavas, sus castigos más frecuentes, algunos muy severos para casos especiales y, en general, todo aquello que un buen dueño de esclavas debe saber. He aquí las seis reglas básicas.

No se prive de torturar y humillar a su esclava

Gócela cuantas veces desee sin tener en cuenta el estado en que se encuentre la esclava.

Tortúrele aunque no haya motivo. Debe mantenerse siempre dispuesta y preparada para recibir castigos, por cruentos que sean.

Cuando su comportamiento no es el esperado, amenácela con lo que más teme. Venderla, ahorcarla quemarla en la hoguera o cualquier otra cosa que le infunda temor.

Mantenga el pubis y el coño depilado para mejor acceder al mismo y poder observar los efectos de los castigos en parte de su cuerpo.

Humíllela de todas las formas que pueda imaginar. Si es posible invite a familiares y amigos de la esclava para que presencien mientras la tortura.

A lo largo del libro encontrará castigos para cada parte del cuerpo. No olvide que los pezones son muy sensibles y es un excelente lugar para castigar."

-Es suficiente. Allí tendré muchas sugerencias de cosas para hacer con tu cuerpo. Quiero que lo leas con detenimiento y cada noche me pidas un castigo diferente de los descriptos allí. Además yo te impondré otros para completar.-

-Como adelanto he traído unas semillas tántalo del Orinoco para ponerte en la vagina luego de cogerte. Así comenzaremos de tu uso como laboratorio.-

-Tal como me había ordenado además de depilarme me hice una enema para que mi culo quedara bien limpio. Puede introducirme semillas en ambos agujeros si usted lo desea.-

-Bien, comenzaré por cogerte. Primero mámala hasta que esté bien dura y luego separa las piernas para penetrarte.-

Cristina obedeció de inmediato. Se arrodilló y se puso la verga en boca acariciándola con la lengua. Muy pronto estaba dura como para introducirse en su vagina. Se acostó y separó las piernas esperando la penetración.

Una vez que Sigfrido se corrió fue en busca de las semillas a ensayar.

-Comenzaremos con seis semillas en la vagina. Para que penetren profundamente, las empujaremos con este consolador que las transportará cerca del cuello y no podrás expulsarlas fácilmente. Levanta y separa las piernas para abrir bien la concha.-

Lentamente introduce la primera semilla y la empuja hasta el fondo con el consolador. Luego repite la operación con las sucesivas hasta completar las seis.

-Profesor, por ahora no siento nada en especial en mi conchita.-

-Debemos esperar. Mientras hace algún efecto quiero magrearte y apretarte las tetas.-

Comenzó a retorcerle los pezones y pellizcarlos. Pasados menos de diez minutos de colocadas las semillas en la vagina, Cristina comenzó a sentir el efecto de las mismas.

-Está comenzarme a picar. Siento algo que me arde allí adentro.-

Poco después volvía a quejarse.

-Ahora estoy sintiendo como un fuego que me quema. Profesor, ¿Me permite que me las saque?-

-Primero no te permito nada. Deberás soportarlas hasta que no te pique, queme o arde más. Por otro lado están puestas muy adentro. Podrán ser expulsadas dentro de una o dos horas.-

-¡Dos horas quemándome la vagina! No se puede soportar. ¡Arde mucho, profesor!-

-Debes describirme con detalle qué sientes así voy redactando el informe de las propiedades de esta variedad de semilla de tántalo.-

-¡No puedo más! ¡Me quemaaaa! ¡Me está destruyendo!-

-Debes soportarlo. No tienes alternativa. Hasta que no termine su efecto no comenzará el peristaltismo que luego arrojará las semillas fuera de la vagina. Por ahora sopórtalo.-

Abundantes lágrimas mojaban las mejillas de Cristina. Sabía que ella había aceptado todo aquello, pero por momentos se arrepentía. ¿No hubiera sido mejor trabajar de puta? Por lo menos no la ibas a torturar de esa manera. Hacía el mayor esfuerzo para desviar sus pensamientos de su ardiente vagina.

-Aprovechando que la conchita la tienes ocupada, voy a penetrarte por el culo. Separa tus cachetes.-

Cristina giró sobre sus talones, si inclinó hacia delante y con ambas manos separó sus glúteos. De los labios de la vulva escapaba una mezcla de semen (dejado poco antes por Sigfrido) con flujo provocado por las semillas irritantes. El profesor untó el esfínter con una crema lubricante y comenzó a penetrarla.

No sólo que no podía disfrutar de esa penetración sino que la introducción del pene reavivaba la irritación del otro lado de la pared intestinal. Quiso gritar pero se contuvo y continuó con los movimientos en un esfuerzo por complacer al profesor.

Terminó la penetración y poco después comenzó a calmar la quemazón de la vagina. Finalmente expulsó las semillas.

-Evidentemente estas semillas contienen algún producto irritante, ¿no te parece Laboratorio?-

-Sí profesor. Efectivamente contiene algo muy irritante. Todavía siento la quemazón dentro de mí.-

-Enviaremos otras semillas al laboratorio químico para que nos digan qué producto es. Ahora unos azotes en el culo y puedes ir a preparar la cena.-

Sus desventuras no habían concluido por ese día. El hombre le ató las manos en alto y fue en busca de un látigo.

-Unos buenos azotes en el culo te recordarán mañana, cuando estés sentada en los bancos de la Universidad, que deberás regresar pronto a casa para ponerte a mi disposición.-

Sigfrido descargó más una docena de azotes muy enérgicos. Las marcas rojas aparecieron casi de inmediato. Con cada impacto todo el cuerpo de Cristina se agitaba y temblaba y sus tetas bailaban libremente.

-Ya está. Ahora preparas la cena y nos iremos a dormir. Mañana antes de irte a tomar la clase quiero hacerte alguna cosita.-

-Cristina intuyó, acertadamente, que "hacerle alguna cosita" implicaría seguramente, un nuevo castigo. Se apresuró a preparar la cena y servirla. Luego de acomodar la cocina y ducharse, se dirigió al dormitorio. Todavía sentía un escozor en la concha y el culo dolorido por los azotes. Al día siguiente debería enfrentar a sus compañeros.

Capítulo VII. Cristina Vuelve a Clase

Contrariamente a lo que había supuesto, a la mañana siguiente solamente tuvo que mamarle la verga por la mañana para luego ser penetrada por vagina. Después de bastante tiempo usaría ropa interior y de calle.

Salió para la Universidad, asistiendo a la clase. El trato de sus compañeros fue el normal y ninguno de ellos advirtió cambios en Cristina. Le resultó un poco molesto tener que sentarse en los bancos duros de madera de las aulas. Su culo le dolía por los azotes y, afortunadamente, ya no tenía rastros de escozores por las semillas que debió introducirse.

A su regreso debió desnudarse y permanecer así, según la orden de Sigfrido, y comenzó a estudiar para la clase siguiente hasta la llegada del dueño de casa.

-¿Cómo ha sido tu día de clase? ¿Alguno te ha propuesto acostarse contigo? ¿Les has mostrado las marcas de los azotes?-

-Nadie ha visto las marcas sobre mi cuerpo y nadie me ha propuesto coger conmigo. En cuanto a la clase, todo bien. Ya he estudiado para poder servirlo a partir de este momento.-

-Hoy quiero jugar nuevamente con la picana. Tú, ¿has leído algo del libro que traje?-

-Perdón profesor. Me olvidé leer para elegir un castigo adecuado para esta noche.-

-Eso merece algo especial. Luego de la picana te colgaré de las tetas con las piernas abiertas mientras te castigo con unas disciplinas en la concha.-

Los ojos de Cristina se humedecieron. No entendía bien qué era eso de colgarla de las tetas pero imagino que sería terrible. Además azotes en la concha… Seguramente luego querría cogerla lo cual aumentaría su dolor.

-Acuéstate en la mesa que te ataré como la vez anterior para comenzar.-

Resignada Cristina trepó en la mesa y se acostó boca arriba con las piernas separadas dejando su sexo algo abierto y expuesto. Sigfrido le ató las extremidades y para asegurase que estaba bien amarrada de retorció un pezón con fuerza. La joven gimió pero a pesar que quiso moverse, las cuerdas se lo impidieron.

Sigfrido conectó con una pinzas cocodrilo a los pezones una de los polos del aparato mientras el empuñaba el otro electrodo. Primero lo apoyó en una de las axilas de la joven. Una fuerte descarga estremeció su cuerpo pero contuvo el gemido. Luego fue a la base de las tetas y desde allí siguió por su vientre hasta el ombligo, dejando allí el electrodo.

Cristina ya no puedo contener los gemidos y dio rienda suelta a sus súplicas y gritos, que no modificaron el comportamiento del profesor, que prosiguió camino hasta llegar muy cerca de los labios vaginales, momento en que separó el electrodo del cuerpo de la joven.

Sigfrido observó la entrada de la vagina. Estaba brillante del jugo que fluía de su interior. Acercó el electrodo al clítoris. Un nuevo estertor invadió el cuerpo yaciente. El profesor continuó la marcha de la varilla alrededor de los labios exteriores e interiores y luego comenzó a penetrar en el conducto vaginal.

Las descargas se sucedían en su cuerpo, ahora notaba que el electrodo sabía de la vagina para recorrer primero la ingle y luego seguir por el interior de los muslos. Detuvo el castigo y retiró las pinzas de los pezones fijarlos en una banda metálica que rodeaba sus tobillos.

Entonces Sigfrido comenzó en las tetas primero en los pezones y luego por toda la superficie pasaba la varilla con las consiguientes descargas. Estaba dispuesto a que esos senos fueran severamente castigados. Las descargas se sucedieron sin solución de continuidad hasta que comenzaron a quedar marcas de las quemaduras que producía. Entonces dio por finalizado el castigo con electricidad. Sus tetas continuarían siendo agredidas muy pronto.

Luego de desatarla de la mesa, le arrolló una cuerda alrededor de cada teta. Luego la llevó al patio y pasando una cuerda por arriba de un cabio del techo ató el extremo a las cuerdas arrolladas y comenzó a levantarla.

Cristina comenzó a suplicar. No podría soportar estar colgada de sus tetas. Cuando estaba en puntas de pie Sigfrido dejó de levantarla.

-Ahora quiero que tengas las piernas separadas para castigarte en la concha con las disciplinas.-

La joven separó todo lo que pudo sus piernas dejando el sexo expuesto a los azotes que no se hicieron esperar. Un prolongado gemido partió de su garganta. Los tientos de cuero anudado habían dado de lleno en el clítoris y los labios interiores. El sufrimiento era indescriptible.

-Esto te pasa por no leer el libro y sugerirme un castigo acorde con tu condición de esclava. Te daré sólo cinco azotes así, pero debes tener en cuenta que quiero una esclava sumisa que me sugiera las torturas que debo aplicarle.-

-Sí Profesor. No volverá a ocurrir y yo sugeriré las torturas que pueda hacer sobre mi cuerpo y que le causen más placer a quién yo le debo sumisión.-

Terminado el castigo la liberó, ordenándole separar sus glúteos para cogerla por el culo. Su concha no esta en condiciones de recibir verga alguna. Una vez que Sigfrido se corrió, le indicó que preparase la cena.

Cristina tenía dificultades en caminar por la molestia en su entrepierna y por el balanceo de sus tetas. Sin embargo permaneció callada mientras cocinaba.

Transcurrieron varios días de manera similar aunque Sigfrido había comprado una mesa con doble función. Por un lado tenía los aditamentos para actúa como un potro y por otro como una mesa de torturas, con argollas, correas, cadenas, etc. También podían colocarse bandas metálicas para ser conectadas a instrumentos eléctricos.

Esa mesa era usada todos los días al regreso del profesor a la casa luego de dictar sus clases en la Universidad. Por su parte Cristina continuaba asistiendo a clase evitando relacionarse o conversar con sus compañeros. Varias veces le preguntaron por qué, a pesar de la temperatura reinante, usaba siempre camisas de mangas largas, cerradas hasta el cuello y pantalones. Ella respondía con evasivas.

Su cuerpo estaba cubierto de marcas de látigo que por ser cada vez más fuertes y más crueles tardaban más tiempo en borrarse. Algunas veces parada desnuda frente al espejo no podía evitar que alguna lágrima escapara de sus ojos. Nunca hubiera imaginado estar en esa situación, aunque le consolaba que por lo menos una vez al día, generalmente dos veces diarias, era penetrada en sus agujeros.

Todo el tiempo libre que no le demandaba las cosas de la casa, atender a Sigfrido o asistir a clase, lo usaba para estudiar. De esta manera era una alumna destacada.

Por su parte Sigfrido no comentaba con sus pares la permanencia de Cristina en su casa y mucho menos de la manera en que la sometía. Sin embargo con Francisco (Paco) Reynal, el titular de Microbiología, que era su amigo, mantenían largas charlas. En una de esas en la cual hablaban de mujeres, Francisco comentó que lo que no había podido todavía concretar con las jóvenes con las que se había encamado, era metérsela por el culo, preguntándole a Sigfrido si él lo había hecho.

-Mira, voy a contarte algo que no sabe nadie y tú eres el primero en conocer el secreto. Tengo en mi casa una esclava a la cual le hago lo que quiera y no solamente cogerla en el momento que quiera, las veces que quiera sino también en el agujero que quiera.-

-¿Cómo una esclava? La esclavitud fue abolida hace muchos años.-

-Paco, tú no entiendes nada. Ella se ha sometido a la esclavitud de manera voluntaria y total. Esto implica esclavitud sexual y que debe complacer todos mis caprichos. Además, tú la conoces.-

-¿Qué yo la conozco?-

-Cristina Folguer.-

-¿Cristina Folguer es esclava tuya y vive en tu casa?-

-La misma. Como la someto de distintas maneras, a veces quedan algunas marcas sobre su cuerpo, por eso se viste de la manera en que lo hace.-

-Pues yo creía que se vestía así por lo recatada que es.-

-Mira, a estas alturas de recatada tiene poco. Una esclava no puede ser recatada.-

-Verdaderamente me has sorprendido. Por lo que me dices te la has cogido por el culo también.-

-Por lo menos una vez por semana la penetro por atrás. Tiene orden de hacerse una enema todos los días para que esté siempre en condiciones de recibirla por atrás. Te propongo una cosa. Una de estas noches te vienes a cenar a casa y como postre dispones de ella como quieras.-

-Pero Sigfrido, ella es tuya y no sé si querrá hacerlo conmigo.-

-Estoy seguro que no se opondrá, pero si lo hiciera unos cuántos azotes la convencerán de lo contrario. Ella debe obedecerme y yo decido que esté a tu disposición, no puede negarse, so pena de ser castigada.-

-Hablas como si fueras el dueño absoluto de ella, su voluntad y su cuerpo.-

-Paco, no como si fuera. Soy el dueño total y absoluto de ella. Así de sencillo. Por eso te invito una noche para que te la cojas por el culo. Lo hace muy bien.-

Acordaron que el viernes siguientes Paco iría a la casa de Sigfrido el siguiente viernes a las ocho de la noche.

Ese día Sigfrido a su regreso le anunció:

-Esta noche tendremos visita en la cena. Tú le abrirás la puerta y lo harás pasar y nos servirás la comida como camarera. Para recibirlo te permito que uses una bragas. No te expondré desnuda desde el comienzo, pero luego, a partir del momento en que nos sirvas el aperitivo, permanecerás totalmente desnuda y le obedecerás a sus requerimientos como si fuera yo mismo. Él también será tu dueño mientras permanezca en esta casa.-

-Verá las marcas del látigo sobre mi cuerpo y cuando me quite las bragas también en el vientre y el culo. ¿Es así como quiere me exponga?-

-No debes ocultar nada y si el invitado decide probar el látigo sobre tu cuerpo, tú facilitarás las cosas en todo en lo que esté a tu alcance. Es un poco tímido el visitante por lo cual no creo que decida azotarte o castigarte de alguna otra forma.-

-Muy bien profesor. Cumpliré en todo lo que me pida.-

-Así debe ser Cristina. Para eso estás en esta casa.-

Capítulo VIII. Cristina Muestra sus Dotes

A las ocho en punto suena el timbre. El corazón de Cristina comenzó a latir con fuerza. Debía mostrar su cuerpo casi desnudo (sólo calzaba unas bragas pequeñas) y lleno de marcas a un desconocido. Grande fue su sorpresa y su vergüenza cuando abrió y se encontró frente a frente con el Dr. Francisco Reynal.

-Buenas noches señor profesor Reynal. Adelante. De inmediato le anuncio su llegada al profesor Sigfrido Müller.-

Si bien Cristina se sorprendió de la llegada de Paco, no menor fue la sorpresa de éste encontrarse con una Cristina casi desnuda, sumisa y con su cuerpo cubierto de marcas de los diferentes castigos. Pasó al la sala y esperó a Sigfrido sentado en un sillón. Debió acomodar sus pantalones para que no fuera tan evidente la erección que experimentaba.

-Que tal Paco. ¿Cómo estás?. Creo que nunca habías venido a mi casa. ¡Cristina!, Trae un trago para Paco y para mí.-

-Sigfrido, me has sorprendido. Primero no esperaba que me recibiera con tan poca ropa y luego miré su cuerpo. Tiene marcas por todas partes, ¡hasta en las tetas!.-

-Me gustan mucho los azotes en las tetas. No sabes lo lindas que quedan cuando se acaban de aplicar. Esos pezones hinchados, rojos, flanqueados por las marcas del látigo o la vara.-

Poco después entraba Cristina completamente desnuda trayendo los tragos.

-Profesor y doctor, ¿puedo servirlos en algo más?

-Sí Cristina. Muéstrale al doctor la entrada de ambos agujeros y ofréceselos para el uso que desee.-

-Dr. Reynal, estas partes íntimas mías están a su disposición para el uso que quiera darle.-

-Cristina, no te creía tan puta. En la Universidad te comportas como una joven recatada.-

-Doctor, no soy una puta sino la esclava del profesor Sigfrido Müller. Él dispone de mi cuerpo y mi comportamiento. Ha decidido que en el ámbito universitario no se muestre lo que soy en realidad y yo obedezco.-

Paco se quedó mudo, sin saber qué decir. Nunca hubiera imaginado que cristina podría presentarse ante él desnuda ofreciendo su cuerpo.

-Paco, si quieres puedes también azotarla en cualquier parte de su cuerpo. También tengo una picana si quieres torturarla.-

-No Sigfrido. Todo esto es mucho para mí. Solamente quería probar qué se siente cuando la penetro por el culo. Eso es todo.-

Poco después Cristina anunció que la cena estaba servida. La misma transcurrió sin novedades. Cristina permanecía en el salón a la espera de alguna orden. Paco de vez en cuando le miraba con una mezcla de curiosidad y excitación. Al finalizar la cena y antes del café, Paco se puso de pie.

-No puedo más. Quiero penetrarla ya.-

-Llévalo a tu celda y que allí proceda. Sabes que debe quedar muy conforme con su comportamiento.-

Ambos salieron del lugar dirigiéndose a la celda en la cual Cristina había pasado muchas noches. Muy pronto entregaría el culo a nada menos que el titular de la Cátedra de Microbiología, el prestigioso doctor Francisco Reynal.

Cristina, ya experta en presentar su culo para ser penetrada, se colocó en posición separando sus glúteos. Muy poco después sentía la polla del doctor completamente adentro de su recto.

Dado el entrenamiento de la joven, todo fue fácil para Paco que poco después volcaba su leche en el interior de la joven.

-Ha sido un muy buen polvo. Nunca hubiera pensado que lo harías tan bien.-

-Doctor, ¿quiere que se la agrande con la boca para luego clavarme en la concha?-

-Es una buena propuesta. Anda, chúpala hasta que esté firme para entrar en tu vagina.-

De inmediato Cristina comenzó con la tarea. Poco después tenía una polla hinchada en su boca.

-¿Quiere metérmela ahora o primero darme unos azotes?-

-No, abre las piernas que te quiero penetrar ahora.-

Nuevamente de manera obediente, Cristina se puso en posición abriendo su concha. La polla se ubicó de inmediato dentro de la húmeda vagina. Poco después la llenaba con semen.

-Cristina, ¡que puta que eres! Se nota que tienes mucha experiencia en eso de dar tu cuerpo para ser gozado.-

-No doctor, no soy una puta. Soy una esclava al servicio de mi amo el señor profesor. Él ha decidido que ponga mi cuerpo a su disposición y eso es lo que estoy haciendo. Por eso debo obedecerlo en todo lo que usted quiera.-

-Me gustaría darte con una vara en las tetas.-

-Enseguida le alcanzo una vara de mimbre. Es la que usa mi amo para castigarme. Deja marcas que tardan varios días en borrarse.-

-¿Y te duele mucho cuando golpean tus tetas?-

-Sí, duele mucho, especialmente si golpea sobre el pezón. Además se hincha y se pone de un rojo intenso. En muy doloroso.-

-¿Y a ti te gusta recibir esos azotes en los pezones?-

-No le importa a nadie si me gusta o no. Lo importante es que mi amo quede satisfecho. Aquí está la vara. Puede atarme a esa columna para que no pueda moverme ni defenderme cuando me azota. Si le molesten los gemidos puede también amordazarme.-

-Sí te ataré pero no quiero amordazarte. Quiero escuchar tus gemidos y lamentos mientras te castigo.-

Las muñecas atadas detrás de la columna, otra cuerda rodeando su cintura, otra fijando sus tobillos y una última alrededor de su cuello, hacían de Cristina un ser completamente inmovilizado. Paco tomó la vara de mimbre, verificó su flexibilidad y la levantó para finalmente descargarla sobre las tetas de la joven.

Cristina había sido muchas veces castigada en sus pezones pero ésta era la primera vez que debía soportar semejante dolor. La fuerza con que Paco descargó el azote había superado con creces las veces que lo había hecho Sigfrido. De inmediato los pezones se hincharos y una gruesa marca roja cruzaba los senos.

Sin inmutarse Paco continuó con el siguiente azote también dirigido a las tetas. Ocho azotes en total recibió por parte de su circunstancial amo, quién por su parte sentía nuevamente la erección de su polla.

La desató de la columna, ordenándole que se la mamara. Cristina de inmediato se arrodilló y comenzó a succionarla. Momentos después otro chorro de semen pasaba por su garganta.

Paco satisfecho, volvió a la sala donde Sigfrido lo esperaba.

-¿Qué tal se portado la esclava?-

-Muy bien. Le hecho cosas que nunca pensé previamente.-

-¿Te has corrido en su culo?-

-Eso fue lo primero que hice, pero también en su concha y en su boca y le azoté las tetas.-

-Me lo imaginaba porque escuché sus gemidos. Me alegro que lo hayas disfrutado.-

-Te confieso que nunca pude imaginarme a Cristina en esta situación. Una chica que parece estudiosa y recatada.-

-Estudiosa es. Le va muy bien en las materias.-

-¿Y qué piensas hacer cuando se reciba?-

-No lo he pensado, pero no creerás que la tendré para toda la vida. Será cuestión luego de buscar otra joven que la reemplace. Por ahora quiero gozarla. Tiene por lo menos dos años antes de recibirse. No sería difícil que luego se dedique a la prostitución. Te imaginas un aviso que diga: "Fitobióloga con título habilitante cumple tus mejores fantasías. Precios especiales a colegas".-

-Sigfrido, ya es tarde y me voy a ir. Ha sido una excelente noche y agradezco la invitación.-

Cuando Paco se retiró, Cristina se presentó ante Sigfrido, mostrando las recientes marcas en sus pechos.

-El doctor me azotó con la vara de mimbre. Creo que ha quedado satisfecho, como usted me había ordenado.-

-Sí quedó conforme. Ahora te llevaré al sótano. Esta noche la pasarás en la jaula, encadenada.-

Una vez dentro de la jaula, con grilletes en los tobillos y esposas en las muñecas, Sigfrido cerró con candado la puerta de la misma, apagó la luz y se retiró.

Dos años después y luego de recibir la polla de varios de los profesores de la Universidad, Cristina recibía el título de Fitobióloga. Sigfrido la liberó de la esclavitud a la cual la sometía pero ya no podría seguir con una actividad profesional. Decidió internarse en el Amazonas y quedarse a vivir allí.

Poco tiempo después otra alumna del Tercer Curso se convertía en la nueva esclava de Sigfrido

Fin.