Si no quieres caldo, toma tres tazas
Silvia no pensaba, escuchaba sus palabras como en un sueño, lo realmente verdadero era aquel mástil entrado y saliendo de su sexo como un martillo, lo sentía en lo más profundo de sus entrañas, donde el miembro de su marido nunca había llegado.
Silvia como todos los días laborales llegaba al autobús a las 6 de la mañana, era el primero del dia y siempre estaba en la parada a su hora. Su aburrido trabajo de recepcionista en una finca de despachos en el centro de la ciudad, la hacían pasarse una hora subida en el autobús, por lo que, después de posicionarse al final del mismo pegada a la ventana, se enfundaba sus cascos de música y devoraba libros uno tras otro. Además, últimamente se había aficionado también a observar a la gente que, como ella, transitaba en aquel incomodo medio de transporte.
Aquel día era diferente, por fin había conseguido echar fuera de su finca a los inmigrantes que tanto la incomodaban. No es que fuera racista, pero saber que miraban a sus hijas o a ella la asqueaba. Y sabía que la totalidad de los vecinos no tenían quejas de ellos, pero no podía soportarlos. Así que después de varias denuncias anónimas falsas que interpuso, la casera no les renovó el contrato. Sabía que estaba mal pero, el fin justifica los medios, pensó.
La mayoría eran pasajeros esporádicos o intermitentes, pero un reducido grupo era un goteo particularmente familiar en muchas paradas. Y casi nunca había reparado mucho en ellos, más que en ese proceso de identificación de caras casual e intrascendente. Solo unos días atrás observo a un señor, que le pareció alguien fuera de lugar en aquel hábitat, bien vestido, bien afeitado, rondaba la cuarentena pero sin poder definir exactamente cuál era su edad.
Era alto, bien parecido, con un maletín siempre en su mano. Subía en la siguiente parada después de la suya, y como el autobús solía ir vacío, se acomodaba en la fila opuesta a la suya, una fila por delante. Y tenía algo que no sabía explicar, pero la atraía a mirarlo, y aquello sensación tan rara en ella fue creciendo cada dia que lo observaba.
Un viernes, la rutina de todos los dias se cumplia con total normalidad, autobus en la parada, ultima fila, musica en marcha y libro sobre sus piernas cruzadas. No tardó en ponerse en marcha y en unos 3 minutos, llegaba a la siguiente parada, con Silvia mirando hacia la puerta. Subieron tres personas, y cuando parecía como si ya nadie fuera a entrar, apareció su desconocido con tranquilidad para sellar su viaje.
Silvia se encontró desconcertada, había llegado a sentir una sensación extraña, al no ver a su misterioso pasajero, e instantes después su cuerpo se había relajado, con una sensación de placidez, cuando este apareció de la nada.
Cuando el extraño comenzó su caminar hacia su habitual asiento, Silvia disimulo su ansiedad centrando sus ojo en el libro que reposaba entre sus piernas. Oyó cómo se sentaba pero noto algo diferente, y mirando en el reflejo del cristal, vio cómo el hombre se había sentado en su misma fila al otro lado, y estaba mirándola. Sus ojos se cruzaron un momento, el corazón le dio un vuelco, desbocándolo fuera de control.
Centro sus ojos en las hojas que se mostraban ante ella, intentando calmar su respiración. ¿Se habría dado cuenta de que siempre le observaba? Estaba totalmente ofuscada, maldecía su osadía, y ahora estaba siendo observada por un extraño. Silvia era una mujer felizmente casada, un matrimonio de más de 20 años, dos hijas preciosas en una edad difícil, un marido encantador, del que, aunque muy metido en una rutina anodina, no tenía ninguna queja.
Y sin embargo allí estaba, metida en un lío de adolescente salida. Si fuera una de sus hijas, lo podría entender, ¿pero ella?. Y lo peor no era eso, si no el terrible desazón que sentía en su húmedo sexo. Notaba la humedad en sus pliegues, en el roce con su braguita cada vez que cambiaba el peso de su cuerpo o cuando cambiaba la situación de sus piernas.
Estaba excitada, aquella situación la estaba poniendo de los nervios, y bueno, se intentó convencer que no era para tanto. Era una mujer de buen ver, y lo sabía, aunque con su melena recogida en un moño, sus vaqueros y un jersey nada glamuroso, no vestía para llamar la atención. Pero sabía que su constitución delgada y su pechos generosos eran un típico atractivo para los babosos que se excitan con cualquier cosa. Por eso siempre cuidaba su vestimenta en sitios así, pero aún así alguna vez se había llevado algún manoseo en las aglomeraciones de los trayectos.
Con esas tribulaciones observó cómo llegaba la parada en la que su observador se bajaba, pero esta vez se quedó sentado, espero con ansia que se bajara, pero su cuerpo no hizo atisbo de moverse. Y venía la suya en un par de minutos, así que nerviosa recogió el libro y la música dentro del bolso, y se armó de valor. Si aquel hombre quería observar sus encantos, ahora tendría la oportunidad de verla de pie.
Lo hizo nerviosa y acalorada se arrastró a la silla del pasillo y de allí rápidamente se incorporó yendo rápidamente hacia la puerta donde tocó el timbre. Cuando por fin el bus paró hizo una mirada fugaz hacia donde estaba y volvió a ver sus ojos clavados en ella, qué locura, pensó.
Por fin en la calle, con el frescor de la mañana aún sin amanecer, respiró, pero hasta que no oyó alejarse el vehículo y verificó que estaba sola, no se quedó tranquila. En cuando llego al trabajo fue al servicio y despojándose de sus pantalones y sus bragas se puso en el bidet, su mano comenzó a lavarse, y pensó que hacía siglos que no se veía de aquella guisa, quizás de adolescente con sus primeras experiencias, su sexo estaba pringoso y muy sensible, tanto que sin darse cuenta se encontró acariciando su clítoris primero con suavidad, pero no tardó en acelerar tu ritmo y subir su presión. Necesitaba correrse, queria correrse, y cuando un de sus dedos visitó su intimidad y se movió dentro de ella, ocurrió, un tremendo orgasmo la invadió y a duras penas pudo evitar el no gritar. Tuvo que meter un segundo dedo para que su placer se fuera liberando poco a poco hasta quedar totalmente inerme.
Avergonzada por aquello, se limpió delicadamente y cambió su salvaslip, dirigiéndose con premura a su puesto de trabajo. Pero algo había cambiado. Y no se lo pudo quitar de la cabeza.
El dia paso lento y tedioso, y ni siquiera al llegar a casa, con sus hijas calentando la cabeza con problemas y peticiones, se evadió del todo de la calentura. El la ducha volvió a caer en el trance del deseo, y se encontró de nuevo con sus dedos de su sexo, buscando placer desesperadamente, el cual de nuevo le llegó de forma explosiva y solo el ruido del agua ahogó sus gemidos contenidos.
Estaba loca, pensó. No podía ser que una mirada, juego tonto la desestabilizara de aquella forma. Tenía que volver a la normalidad cuanto antes.
Casi no durmió aquella noche, entre sueños se veía poseída por aquel hombre, notaba con entraba en ella y la llevaba a gritar como una posesa, la tomaba sin ningún tipo de permiso en cualquier posición. Y tuvo que retomar sus tocamientos para poder calmarse en silencio.
El fin de semana fue una tortura. El único momento de relax fue el domingo por la tarde, cuando su marido llevó sus hijas al cine, y ella rehusó aduciendo dolor de cabeza. Nada más quedarse sola se masturbo sin freno ni moderación. Tuvo varios orgasmos seguidos que la dejaron destrozada, y esta vez sí, sofocaron algo su necesidad recien despertada.
Por fin llegó el lunes, y el buscar en su rutina diaria una tabla de salvación, fue un acicate para que se levantara con renovados ánimos. Desayuno y se enfundó su típica vestimenta. Pero al mirarse en el espejo, se vio incómoda, sus pantalones le provocaba un calor insoportable y los cambio por una falda amplia, nada escandalosa que le llegaba por la rodilla. Aquello hizo que sus piernas notaran el cambio, calmando un poco su desasosiego. El suéter tambien desaparecio y una camisa lo sustituyó. Pensó que si se sentía acalorada siempre podía desabrochar un par de botones.
Al salir a la calle, cualquiera que la tratara, no la reconocería, labios pintados, pelo suelto, falda y camisa con zapato de medio tacón, no es que fuera llamando la atención, pero la diferencia con su look habitual era abismal.
Silvia se estremeció, no estaba acostumbrada a que le frescor de la mañana subiera por sus piernas. En la parada la ligera brisa hacía que se le eriza la piel, pero inconscientemente mantenía las piernas ligeramente abiertas para no dejar de sentir esa sensación.
Llegó el bus, al poco, y subió como siempre, andando presurosa a la última fila donde se sentó. Eso sí, quiso sentir el frescor del asiento en sus nalgas por lo que levantó su falda antes de sentarse. La amplitud de esta lo permitía sin que nada más que sus rodillas quedarán visibles.
Cuando levanto la vista fue consciente de sus soledad. Normalmente dos o tres personas subían al inicio del trayecto, pero esta vez solo el conductor la acompañaba. Aquel pensamiento le duró poco, ya que las puertas se cerraron, y avanzaron sin demora a la siguiente parada.
Al llegar el ruido del frenazo y la apertura de la puerta la sobresaltó. Entraron dos chicos de color. Una chica joven y detrás de ellos su observador desconocido. Volvió a sentir esa desazón que la embargaba desde hacia dias y tambien, extrañamente la tranquilidad de que volvía a verle.
Se cerraron las puertas, y mientras la chica se sentaba enfrente suyo, los dos chicos avanzaron detrás de ella, y mientras uno se sentaba a su lado, el otro hacía lo propio sentándose justo en el asiento de al lado. Aquello la incómodo, se sentía atrapada por aquel joven mucho más grande que ella, pero sus ojos además, estaban clavados como desesperada ayuda en su extraño desconocido, este hablaba con el conductor, algo que no escuchaba. Al poco el autobús arrancó y las luces del interior de apagaron.
Aquello la asustó. No porque a veces las luces del bus fallaran, si no porque además se encontraba junto a varios desconocidos, y no es que ella fuera racista, pero siempre le habían dado un poco de miedo.
El extraño se sentó al lado de lado en el pasillo y comenzó a charlar con aquellos hombres como si los conociera de toda la vida, en un idioma que no entendía. Silvia incrédula observaba esa escena con total pasmo, el autobús a oscuras, dos chicos de color hablando animadamente con un señor, y dos mujeres totalmente calladas.
En aquel momento ocurrió algo que Silvia no esperaba, la chica de delante se giró hacia su acompañante y comenzó a hacer algo que no veía, con el evidente beneplácito de el. Pero al llevar su cabeza hacia el regazo de él supo de lo que se trataba. Le estaba haciendo una mamada.
Dios aquello era una locura, escuchaba los gemidos del chico con total nitidez, mientras más bajos se percibía el sonido gutural de la chica que se esmeraba en su trabajo. Y entonces pasó, de repente, en su cabeza comenzó a reconocer lo que decían aquellos hombres, como por arte de magia.
Si, esta zorra estaba deseando tener una polla negra en la boca, y ahora está disfrutando como una cerda - dijo el chico al que se la estaban chupando
Y a ti Silvia, no te gustaria hacer lo mismo? - Escuchó decir al conocido extraño
Silvia, sintió como su cuerpo hervía, sabía su nombre, no sabía ni cómo ni porqué pero volvía a sentir esa sensacion de desesperacion que los días anteriores la habían llevado a episodios de sexo en solitario. Y sin saber porque, se vio desabrochando el pantalón de su acompañante.
Asi blanquita, sacala que no te la vas a acabar
Silviano tardó en ver en la oscuridad un bulto enorme bajo el slip, y sentir un olor fuerte que evidenciaba una falta de higiene evidente, pero aun asi, tiró del elástico y su boca no tardó en atrapar aquella mole de carne.
Sun boca de saturo del sabor fuerte que la llenó, pero sin saber porque no le importo. Chupaba con desenfreno, con ansia, y cuando aquel mástil comenzó a endurecerse el trabajo fue arduo, sentía su boca llena y el chico presionaba su nuca para llevarla más adentro.
Pero el problema iba más allá de su respiración, mientras ella se afanaba en devorar aquel miembro, él, con gran facilidad, había accedido a su ropa interior, muy a mano gracias a que su falda no se hallaba atrapado bajo su culo. Rompió el lateral como si fuera mantequilla y alternaba los azotes de su nalga con el manoseo directo de su intimidad.
Joder, esta mojada la cabrona, estaba deseandolo
No tardó en sentir gordos dedos dentro de su sexo moviéndose hábilmente, y haciéndola sentir un placer inusitado. Recordaba sus dedos invadiendo su sexo, pero aquellos, mas gordos, mas rudos, la volvieron loca y sin poder evitarlo se corrió.
Ahora Silvia estaba fuera de sí, por eso cuando el chico, casi la cogio en volandas para sentarla encima suya de espaldas a él, no se resistió. Y cuando sintió aquel mástil penetrando su sexo solo deseo enterrarlo por completo.
Asi puta empieza a moverte
No hacía falta que se lo dijera, comenzó a subir y bajar, y en su posición ahora tenía al extraño a dos palmos de de su cara congestionada por el placer.
Ves Silvia, lo estabas deseando, estos hombres necesitan mujeres y van a disponer de tu coño como y cuanto deseen.
Silvia no pensaba, escuchaba sus palabras como en un sueño, lo realmente verdadero era aquel mástil entrado y saliendo de su sexo como un martillo, lo sentía en lo más profundo de sus entrañas, donde el miembro de su marido nunca había llegado, y estaba en un orgasmo brutal y continuado. Si hubiera sido consciente de ello se hubiera escuchado gritar salvajemente.
El tremendo placer hizo que sus fuerzas menguaron pero su acompañante no estaba dispuesto a quedarse sin su premio así que agarrandola de las caderas, como un juguete empezó a martillear sin piedad hasta que rugió anunciando su corrida.
Silvia noto el calor en su interior, aquel hombre había vaciado sus testiculos en lo mas profundo de su ser, ya no tenía remedio. Pero casi sin tiempo de reacción el otro hombre la penetro tambien, claro que este, después del trabajo bucal de la joven, con unas cuantas embestidas solo utilizó su sexo como un agujero para descargar su semen.
Bueno Silvia, espero que te haya gustado, estabas con ganas de sexo, y te he dado un aperitivo, ahora vamos a seguir más tranquilamente.
Silvia no entendió aquello, pero le tendió su bolso y cogiéndola de la cintura, la hizo caminar hacia el exterior del autobús. Notaba con el semen resbalaba por sus piernas. Se sentía sucia, había follado desesperadamente con dos negros y ahora no sabía a dónde iba.
Aunque lo supo enseguida. El autobús estaba en la parada inicial, al lado de su casa.
Si, vamos a tu casa, necesitas un poco de tranquilidad
Silvia estaba en shock, pero sus pies la llevaron a su hogar seguido de aquel hombre y a cierta distancia por sus dos recientes amantes. La casa estaba en silencio, ya que su marido estaba en paro y sus hijas estaban de vacaciones escolares.
Con toda naturalidad entraron a la habitación matrimonial, donde su marido andaba dormitando. Entonces mbe, que así se llamaba uno de los hombres, se desnudo completamente, y de un tirón abrió la camisa de Silvia, y con la misma poca delicadeza le quitó el resto de la vestimenta que llevaba.
No tardó en ponerla en la cama y sin contemplaciones comenzó a bombearla nuevamente en la clásica posición del misionero..
El marido despertó de su pesado sueño al oír los gemidos de su mujer sin entender bien lo que pasaba. Al hacerlo vio en penumbra como su mujer era salvajemente penetrada por un tremendo negro que, por sus gemidos disfrutaba tremendamente. Y entonces se hizo la luz.
Roberto, el marido de Silvia se quedó mirando la escena perplejo. Aparte del semental que penetraba a su esposa con un brío desconocido para el, otro negro se desnudaba lentamente en su alcoba, mostrando otra tremenda polla, muy diferente a la suya en tamaño y grosor, y luego estaba aquel tío extraña que lo miraba desde la puerta.
Has visto como le gusta follar a la guarra de tu esposa - le dijo con sorna
Dios, me corro, que polla joder - gritaba Silvia totalmente fuera de sí
El hombre que la follaba como un poseso, calmó su ritmo y comenzó a moverse lentamente dentro de Silvia apoderándose de su boca y también de sus pechos. Aquello hizo que Silvia se abrazara a su extraño amante acompañando de forma muy sensual sus movimientos.
Luisa, la hija mayor de Silvia se despertó oyendo los gemidos de su madre, se extrañó al ver que la luz entraba por las ventanas y mas aun por oír a sus padres haciendo aquello. La curiosidad le pudo y se acercó a la habitación donde la luz encendida y la puerta abierta la reclamaban.
Un tremendo calor subió con su cuerpo cuando contemplo la escena, su madre siendo penetrada por un tremendo negro mientras su padre miraba con su miembro totalmente tieso en la mano. Y otro negro desnudo mirando. Y además fue consciente de que su hermana pequeña andaba a su lado.
Dios, has visto - dijo Maria
Si, no se que pasa - respondió Luisa - pero se lo está pasando bien.
Luisa, Maria, deberiais pasar chicas, que tenéis trabajo - dijo el hombre de espaldas en el que no habían reparado - pero antes quitaros vuestra ropa, no creo que la necesiteis
Maria se deshizo de sus prendas, se dirigió a su padre con toda normalidad. Sus pechos eran imponentes, más grandes que los de su hermana, y resaltan en un cuerpo pequeñito pero con muchas curvas. Llegó al lado de su padre, y sin ningún tipo de problema se puso sobre él a horcajadas.
Metemela papi - le dijo con deseo
Su padre no se lo pensó, y llevó su glande a la jugosa entrada que se le ofrecía. Maria al sentir aquello se la enfundó de un golpe sin mas preparacion. Maria comenzó a moverse sobre su padre mientras este se aferraba a sus tetas sin ningún reparo
Joder hija que tetas tienes
Te gustan?
Pues claro, son geniales
Silvia miraba como su hija botaba sobre la polla de su marido, gimiendo de placer como una perra, y mientras lo hacía apareció Luisa y poniéndose a horcajadas sobre la cara de su marido le expuso su sexo mientras comenzaba a comerle la boca a su hermana.
Luisa era más alta que su hermana, y aunque también era muy guapa tenía menos pecho, pero su verdadero tesoro eran unas piernas largas y muy atractivas.
Roberto no se cortó y hundió su boca en aquel sabroso manjar mientras sus manos iban de tetas en teta, tenía cuatro a su disposición y las amasaba todas.
Silvia salió de su nube cuando su amante volvió a bombearla con fuerza, gritando de placer, lo cual le indico que no faltaba mucho para lo inevitable. Y cuando se paró muy dentro suyo supo que una nueva ración de semen se estaba depositando dentro suyo.
Toma leche de negro - dijo mbe mientras notaba como desde su polla nuevos chorros de leche inundaba el interior de aquella desconocida mujer - en nueve meses vas a tener un negrito que cuidar.
Cuando el se retiro, Silvia miró a su lado y vio cómo su marido seguía con su miembro en el interior de su hija pequeña sin descanso, con ella no duraba tanto, y sin embargo allí estaba, provocando orgasmo tras orgasmo a sus hijas, a una con su polla y a la otra con su boca.
Fue entonces cuando su hija Maria, paró su movimiento y se deslizó hacia ella, y sin mediar palabra se paró entre sus piernas comiéndole su sexo sin ningún pudor. Y entonces fue Luisa la que se ensarto la polla de su padre con total naturalidad.
Joder papá que polla tienes
Te gusta?
Mucho joder
Pues te voy a dar polla hasta que hartes
Luisa era más experimentada que su hermana, ya había tenido varios novios, y varias pollas habían visitado su sexo. Se movía con sensualidad sobre su padre.
Te gusta papi
Mucho, te mueves como una puta
Sere tu puta
Sí - gimió su padre
Silvia mientras tanto soportaba los lametones de su hija en su sexo, con esporádicos orgasmos que la hundían cada vez más en una desesperación muy placentera, esto no podía ser, se dijo.
Si va a poder ser Silvia - dijo el extraño - a partir de hoy tus hijas y tú vais a ser perforadas todos los dias sin ningun miramiento por cualquiera que os desee.
Como en una coreografia, los dos negros gogieron a sus hijas y poniendolas a cuatro patas las empalaron desde el borde de la cama, mientras roberto comenzó a hacerse una paja sobre la cara de Silvia.
Y además tu marido os llenara de leche continuamente
Roberto no podía aguantar más, y le enfundó su polla a su mujer en la boca y comenzó a descargar toda la lefa acumuladade varios dias.
Traga puta, le dijo, y acostumbrate que vas a tragar litros y litros.
Silvia trago sin reparos lo que nunca había hecho, y su estómago recibió la copiosa eyaculación de su marido.
Durante horas su marido se estaba pajeando sin parar, y cada corrida se deposita en su boca mientras los negros follaron a sus hijas como si no hubiera un mañana, sin desfallecimientos y llenandolas de leche en varias ocasiones.
…
Silvia despertó aquella mañana con un sobresalto, que sueño mas extraño había tenido, y adormilada se dio cuenta que su marido que la agarraba con inusual fuerza con sus brazos mientras sentía dentro de su encharcado sexo un miembro que se movía con toda facilidad.
Venga que tengo que irme, no son horas - dijo antes de ori algo en un idioma que no entendia y a renglon seguido sentir como era penetrada con furia, y se volvió a hundir en un mar de orgasmos que le impedían seguir la orgía que su marido y sus hijas mantienen muy cerca de allí.
…
Luisa y Maria eran penetradas en el salón por dos magrebíes, que enterraban sus grandes pollas en sus jóvenes coños con gran potencia, mientras su padre intentaba reponer la dureza de otras dos pollas que acababan de perforar el culo de sus niñas.
Menudo cabronazo el papi - dijo uno de ellos
Si, tiene una buena boca de puta, seguro que está deseando que lo encule
Y sin mas se situó detrás de Rodrigo para follarselo alli mismo.
El extraño sonreía para sus adentros, no había nada que le gustara más que controlar a los humanos, y como en el caso de Silvia, revivir ese dicho que dice, si no quieres caldo, toma tres tazas.