Si no me puedo relajar...¿quién me va a ayudar?

Los estudios y una lesión hicieron que mi madre se volcara en mí....a lo bestia.

Hola, soy Juan, ahora tengo 35 años, pero lo que voy a contar me sucedió cuando tenía 14 años.

En mi familia estamos mi hermano de dos años menos que yo, mi padre, que pasa casi todo el tiempo fuera por su trabajo (es técnico de no sé qué y no hace más que viajar), y mi madre Lucía, que tiene 18 años más que yo nada más. Cuando yo tenía 14, ella tenía 32 años y ya os podéis imaginar cuán apetecible sigue todavía una mujer de 32 años, sobre todo si se cuida y es coqueta como lo es mi madre. También, debido a la poca diferencia de edad era muy fácil hablar con ella, nos hacía más próximos, de cualquier tema, como yo no he sido nunca un trasto siempre he podido hablar con ella y con mi padre de todo.

Ella no mide mucho, es bajita, de 1,55 m de alto, pero el cuerpo lo tiene fenomenal, un buen pecho, creo que es una 100D lo que usa de sujetador, algo anchas las caderas, un pelo largo y castaño precioso y unas manos y pies delicados. Siempre está pendiente de mi hermano y de mí, es muy abnegada. También es muy atractiva, ya se sabe, si tienes buen cuerpo....¿por qué vas a ocultarlo? Mi madre vestía muy provocativa, tanto en casa como en la calle. Su ropa habitual fuera era camisa o camiseta con gran escote y/o ceñida, falda, normalmente cortas y ceñidas y zapatos de tacón. En casa se quitaba el sujetador y solía ir con camisetas ceñidas que le llegaban al ombligo y pantaloncitos cortos, que justo se puede decir que no eran bragas.

Yo medía por aquel entonces lo mismo que mi madre, pero debido a que practicaba karate tenía un cuerpo fuerte, delgado pero musculado. Era un buen estudiante, tenía una técnica infalible, todas las tardes repasaba lo que habíamos dado en clase, subrayando los puntos importantes. El sábado por la mañana me leía lo subrayado y los días antes del examen, normalmente dos días antes, me daba el palizón leyéndomelo todo otra vez a fondo. Para relajarme en mis tardes de estudio, que eran fuertes, cada dos horas me hacía una paja. Con lo que a la semana me hacía unas 12 pajas.

Resulta que en un entrenamiento de karate, en una pelea (o kumité como se dice en japonés), me lesioné la muñeca derecha y me escayolaron dicho brazo. Tenía cosas muy buenas, como que en clase me ayudaban los compañeros, no tenía que tomar apuntes y que en casa me veía colmado de atenciones, pero lo malo era lo que tod@s imagináis, no me podía relajar cuando estudiaba.

Esto hizo que mi rendimiento bajara un poco y que mi irritabilidad creciera, puesto que por un lado no me tranquilizaba y por otro ése hecho hacía que mis notas descendieran, queda claro que soy muy competitivo y entregado en lo que hago.

Uno de los días en los que estaba estudiando, mi hermano estaba por ahí con sus coleguillas del cole y mi madre estaba viendo programas rosas en TV, descansando del duro día de trabajo fuera y dentro de casa, con su habitual camiseta corta y mini-pantalón. Ése día me dio por intentar probar mi acto onanista con la mano izquierda, así que me fui al baño y le puse empeño, mucho empeño, pero nada, no tenía coordinación ninguna. Eso me frustró más aún y me dejó muy molesto.

Salí del baño y mi madre me dijo entonces:

-Hijo ¿estás bien?

-NO NO ESTOY BIEN, NO LO VES!!!! – le grité a mi madre de camino a mi habitación. Tanta frustración me había enfadado tanto que lo tenía que pagar con alguien, y le tocó a mi madre.

Como ella sabía que todo venía por la lesión no se enfadó conmigo. Ya en mi habitación, me senté y procuré concentrarme de nuevo, pero tanto enfado sólo me daba ganas de tirar las cosas al suelo y romper algo, con lo que cogí mis libros y los lancé al suelo mandándolos al caraj*.

Justo cuando el libro estaba a punto de llegar al suelo y sonar como un golpe seco entró mi madre en la habitación.

-Pero bueno hijo....¿qué te pasa?

-Nada mamá, déjame sólo.

-Bueno yo si quieres te dejo tranquilo, ¿pero no prefieres contárselo a alguien? Igual te puedo ayudar.-Pues yo creo que no, pensaba al tiempo que mi madre terminaba la frase.

-¡¡¡¡Mírame mamá, no ves que no estoy a gusto con la escayola de m**rda ésta!!!

-Pero tampoco es para tanto Juan, te puedes vestir, te puedes duchar, en el colegio te pasan los apuntes. Si tuvieras que trabajar sí tendrías un problema, ¿pero ahora?

La verdad es que me dejó sin argumentos en ese momento, con lo que no tuve más remedio que sincerarme lo más diplomáticamente posible.

-Ya mamá pero hay muchas cosas que no puedo hacer con la mano derecha....

-Pues inténtalo con la izquierda, digo yo que no será tan difícil – Qué lista mi madre, como si no lo hubiera intentado.

-Ya lo he intentado mamá y si con la derecha ahora es imposible, con la izquierda es peor.

-Bueno no será para tanto ¿no? A ver, qué quieres hacer, ¿subrayar el libro?

-No mamá, déjalo que no vas a poder.

-Anda éste, cómo que no voy a poder, a ver ¿qué es?

Entre tanta discusión yo me fijé en las tetas de mi madre, se balanceaban cada vez que hacía gestos mientras me hablaba y el rozamiento de la camiseta con sus pezones los había erectado, con lo cual eso empeoraba el problema ya que tenía una necesidad que se incrementaba y no podía aliviar.

-Mamá que lo dejes...

-¿Pero me quieres decir qué es?-dijo ya algo molesta.

-PUES QUE LLEVO DOS SEMANAS SIN UNA PAJA –le dije medio contra las cuerdas de tanto interrogatorio.

Mi respuesta al principio la descolocó mucho, se quedó como colorada, pero luego echó una risa, como si un bebé hubiera hecho una gracieta y a sus padres les hace mucha gracia.

-Y DE QUÉ TE RÍES AHORA- volví a hablar en tono alto debido al enfado y la confusión de todo aquello.

-Ayyyy hijo, que se me olvidaba que ahora eres un saquito de hormonas.

Siguió riendo durante un ratillo, a lo que yo atiné a decir.

-Bueno basta ya no, que digo yo que para ti será muy gracioso, pero a mi ni pizca.

-Venga hijo vale, tienes razón. ¿y lo has probado con la otra mano y nada?

-Nada mamá, nada, no atinaba.

-Pues hijo...si quieres te echo bromuro en la comida.

-Mamá, el bromuro frena la erección, pero no quita las ganas.

-¡Uy hijo, qué listo eres!

-No, es que lo probé porque un amigo mío me dijo que tranquilizaba y lo único que hace es que cuando algo te excita mentalmente el cuerpo no te acompaña, así que....mejor no que empeoramos.

-¿No tienes novia?

-Pues no, las niñas de clase están enamorados de Alejandro Sanz y de los tíos del insti, pero en el fondo son unas niñatas.

-.........pues.........no sé......-decía ella pensando, lo que más tarde iba a disfrutar.

-Déjalo te he dicho que lo único que puedo hacer es aguantarme.

-Espera que veo una solución, ¿tú cuanto te masturbas a la semana?

-Mucho mamá.

Y se volvió a reír. Mi verga entre tanta mofa volvió a decaer.

-Oye no empecemos eh – dije molesto de nuevo.

-Vale, vale, perdona hijo. Pero mucho es ¿una vez al día? ¿Una vez cada dos días?

-Unas dos veces al día, cuando estudio mucho hasta tres.

-¡Vaya! ¡Pues sí que es mucho sí! Vamos a ver...que conste que esto no es lo que se debe hacer pero...será nuestro secreto ¿vale?

Mi madre me había inquietado, pensaba que me compraría un artefacto de ésos para masturbarse sin hacer nada o incluso llegué a pensar que pagaría a alguna chica para que me lo hiciera. Nada más lejos de la realidad.

Yo estaba sentado en la cama, con mi pijama corto de verano. En ese momento mi madre se puso delante de mí, se arrodilló y con sus manos bajó mi pantalón del pijama. Yo me dejé hacer por interés en realidad, no sospeché lo que estaba a punto de hacer mi madre. En ese momento, con los pantalones en los tobillos, mi madre agarró mi pene con su mano derecha, con lo que yo di un saltito.

-Tranquilo....relájate, ¿no iba de eso, de relajación? Pues eso, tú relájate.

Y al notar el roce de la mano de mi madre en mi poya aquello comenzó a crecer hasta que en menos que canta un gallo ya lo tenía duro y alto.

Mi madre quedó algo impresionada con el tamaño de mi mástil, pero no dejó de pajearlo mientras yo disfrutaba de una forma incontestable. Sólo podía jadear de placer, un placer como nunca había sentido, oh, qué maravilla. Me pajeaba lentamente, suavemente, como si efectivamente fuera un masaje, con la presión y velocidad adecuada para que disfrutara con cada movimiento suyo.

De vez en cuando abría los ojos y miraba hacia abajo y veía a mi madre sonriendo mordiéndose el labio inferior, con lo que aún me gustaba más todo aquello.

Entre aquellas imágenes y que llevaba tiempo sin pajearme me vino el orgasmo enseguida, unos dos minutos después de que mi madre me la agarrara, a lo que precipité en decirla como pude: "mamá me corro". Lo que vino después fue mucho mejor, mi madre se la metió en la boca y me la empezó a mamar y pajear más deprisa para que me corriera en su boca....y qué eyaculación...mi madre no paraba de tragar y tragar mientras mi orgasmo seguía...se ve que quería dejarme seco efectivamente.

Cuando mis estertores señalaban el final de mi clímax se la sacó de la boca para comprobar si había terminado de eyacular, no paraba de subir y bajar la mano muy despacito para ver si quedaba alguna gota más que enseguida la chupaba con la lengua.

Yo estaba en el cielo, en la gloria bendita, si me llegan a preguntar en ese momento cómo me llamo a lo único que habría atinado a responder habría sido: "ehhhhhh?"

-Primer asalto – me dijo. Yo no sabía qué significaba eso, sólo un atisbo de que algo más pasará, pero no sabía ni qué ni cómo ni nada de nada.

En ese momento mi madre se desnudó, dejando aquellas tetas, aquellos grandes colosos sonrosados al aire, así como su monte de venus que lo tenía completamente depilado, me quitó la camiseta del pijama y me dijo:

-Túmbate boca arriba.

Así hice, y ella se colocó para hacer un 69, sin embargo se incorporó, dejándome todo su coño a la altura de mi boca, lo abrió con sus manos, pues lo tenía completamente mojado y si lo hacía solo con una mano los labios no hacían más que resbalársele entre los dedos.

-Hijo chupa de arriba abajo.

Dicho y hecho, me lié a chupar almeja, qué sabor más intenso, qué maravilla. Mi lengua jugaba en su sexo arriba, abajo, de izquierda a derecha, con toques largos, con toques cortes de mi músculo oral que repetía y aumentaba según sus jadeos. Ella no hacía más que gemirme:

-Sigue hijo....así....así....ohhhh, ahora más rápido.....síi, ahí, sí, sí, sí......ahhhhhhhhhhh

Movía la lengua según su voluntad, hasta que, tampoco mucho más después, ella medio gritando jadeaba:

-SIGUE HIJO, MÁS FUERTE......AHÍ, MÁS FUERTE.....OHHHHHHHH HIJO ME COROOOOOOOOOOOOOHHHH!!!!!

Y vaya si se corrió, yo no sabía que las mujeres pudiera eyacular en sus orgasmos, pero así lo hice mi madre, sus flujos brotaron de su coño al compás de sus orgasmo vaginal. Me estaba poniendo la cara perdida de tanto flujo. Duró bastante, ¡¡¡¡unos 2 minutos de orgasmo!!!

-Ah...hijo, qué bien lo haces...si lo llego a saber desde hace tiempo......uf...deja que me recupere y te limpie la carita.

Unos segundos después, estando mi madre más tranquila fue al baño por una toalla para limpiarme la cara. Me pidió que me sentara en la cama, eso hice, y me limpió suavemente la cara.

Todo ése espectáculo volvió a levantar a mi "periscopio", que no quedó desapercibido por mi madre, la que dijo enseguida...

-Veo que estás listo para el último asalto eh!

Yo me sonreí, pero más bien por complicidad, porque no sabía bien qué es lo que iba a venir.

Mi madre me volvió a agarrar la poya, pero esta vez empezó directamente a mamármela.....ohhhhhhhhh, qué placer. Yo pensaba que lo anterior era bueno, pero ésto....ésto era buenísimo.

Volvimos a repetir la misma postura de antes, yo sentada y ella enfrente de rodillas y esta vez procuraba no perder de vista nada de lo que hacía.

Mi madre de vez en cuando miraba hacia arriba con la poya en la boca, como sugiriéndome: "¡a que te gusta cómo te la chupa mamá!" Vaya si me gustaba.

Y lo que me hizo a continuación sí que fue para el Oscar, una vez tenía la poya bien lubricada por toda su saliva me metió la poya entre sus tetas, las presionó la una contra la otra y comenzó a pajearme con ellas mientras ella se acariciaba con los dedos los pezones y lamía mi glande cuando éste se acercaba a sus labios....ohhhhhhhh, qué cosa más rica.

Mi madre también jadeaba, cosa que no comprendía porque creía que el único que estaba recibiendo placer con esa práctica era yo, sin embargo mi madre también disfrutaba.

-Ohhh.....Lucía..ohhhhhhh.

-No hijo...dime mamá.....ohhhhhhh, venga hijo........dime mamá....

-Sí mamá......cómo me gusta mamá..........ohhhhh.

Ella aceleró el ritmo de vaivén de sus tetas, pero ella se corrió primero (hasta hoy no he conocido otra mujer que se corriera sobándose los pechos), dejándome durante un momento sin el sube baja de sus peras mientras ella disfrutaba de su punto álgido acariciándose los pezones suavemente.

Cuando "volvió en sí", agarró de nuevo mi pene con la mano y el glande con la boca y comenzó a mamármela para, supongo yo que tuviera una corrida instantánea debido al ritmo elevado y a la forma de mirarme.

Yo no quería correrme rápido, quería disfrutar de todo eso, quién sabe hasta cuando podría repetirse, o no en mi vida algo similar.

Sacó la poya de su boca y pajeándome sin piedad me decía con cara y voz lascivas:

-Vamos hijo, córrete para mamá, échame la leche en la boca.

Dicho y echo, se la volvió a meter en ese mismo instante en la boca y raudales de lefa salieron por mi verga llegando casi a atragantar a mi madre, que con muchísimo gusto bebía y bebía mientras no paraba de correrme.

Después de un ratito, cansados los dos de dicha faena, hablamos y hablamos de lo que había pasado. Mi madre me pidió disculpas, me dijo que ella estaba muy necesitada de sexo, que siempre había sido muy caliente, pero nunca le había sido infiel a papá y nunca lo sería. Que no debíamos repetirlo y que lo que había pasado no estaba bien, no sólo por ser ella casada y mi madre, sino porque yo debía encontrar a una mujer para hacer mi vida. Yo sin embargo llegué a convencerla de que nunca lo diría a nadie, pero que siempre que tuviéramos claro que sólo era sexo entre nosotros nadie tenía porqué sufrir. Yo me enamoraría de una chica cuando fuera mayor, pero ella me podía enseñar cosas y así no parecer tonto con la primera mujer que no fuera ella. Y así quedamos.

Lo que sobra decir, claro, es lo buenas que fueron mis notas desde entonces.