Si me lo piden por favor, no sé decir no

Cómo negarse a hacer feliz a la familia, si encima te da felicidad

SI ME LO PIDEN POR FAVOR, NO SÉ DECIR NO.

Episodio 1. ¿Quién se puede negar?

“Coño, juega. Déjate de SMS de mierda. Estamos a lo que estamos”

“¿Era tu mujer? Mira que está buena. Si no estuviera contigo, yo la pegaba cien polvos”

“Gerardo,¡ es que tienes una chorra!. Parece tu hija”

“Era mi mujer. Mi compañero y yo hemos pasado al juego. Así que cartas arriba y a contar”

Los cuatro ponemos las cartas sobre el tapete.

“Tres de grande, tres de chica, cuatro de los pares, dos de los tres pitos de mi compañero y tres de mis cuatro reyes son 15. Nos salimos. Anda Pepe, que os toca pagar los cafés y las copas.”- les acojono con nuestro juego, los tres pitos de mi compañero y mis cuatro reyes.

Cristina me ha mandado un mensaje, sabe que estoy jugando al mus con los amigos en el bar: “Hazme una perdida cuando vengas para casa”

Me gusta la vida que llevo. Viudo, sin hijos, al morir mis padres, quedé con sus  negocios inmobiliarios en el Mediterráneo, así que pedí una baja incentivada en la empresa donde trabajaba y me vine a vivir junto al mar hace cuatro años. Mi hermana se quedó con los negocios familiares de Madrid. Me llamo Gerardo.

Conocí a Cristina hace tres años, me encoñé con ella, y llevamos desde entonces juntos. Cristina es divorciada, tiene 35 años, yo 57, es un bomboncito. Pelito corto, a lo paje, que le acentúa su aspecto infantil, delgada, con peras pequeñas pero bien puestas. Un culito recogidito y unas  piernas de anuncio de medias. Si encima le pones una cara de rasgos afilados, nariz recta, labios bien dibujados y ojos entre grises y azules, según como esté el cielo, tendrás una imagen de mi pareja.

Contactamos porque venía buscando un local para montar un salón de belleza. Ahora lo tiene ampliado con una boutique especializada en novias. En mi puta vida pensé que eso podía dar dinero, pues lo da. Bien es verdad que la tienda se ha convertido en la lencería chic de la zona. Cuando nos tomamos dos copas, y la sonsaco, me entero de la ropa interior de las mujeres de nuestro entorno. Y uno siempre se lleva sorpresas. Por ejemplo, la mujer de Pepe, una señora con pinta de formal, usa ropa interior de tigresa en celo.

Tardo en llegar a casa unos 15 minutos, así que apenas enciendo el motor la llamo, ella me dice mimosa:

“Te espero en el dormitorio”

Cristina tiene una vocación de puta dentro de su corazón, si bien es verdad que yo se la he fomentado. Le gustan los juegos, dice que hay que animar la vida sexual de la pareja.

Así que cuando aparco en el garaje, voy directo al dormitorio. La casa tiene dos plantas, pero sólo usamos la de abajo, excepto cuando viene mi hermana.

Entro en el dormitorio y la veo. Desnuda sobre la cama, con unas esposas de fieltro que la atan al cabecero.

“Mi guardián,  ¿qué vas a hacer con tu prisionera?”

“Follarte, nena, follarte”

Tiene los pezones rígidos, apuntando al techo, su casi medio meñique destaca en el rosado de la areola. Toco su sexo depilado, está empapado, debe haberse pajeado esperándome.

“La zorrita está caliente”- le digo mirándola a los ojos, mientras me quitó la camisa y suelto el cinturón. Los pantalones caen al suelo. Mi polla está semidura, pero agradece cuando me saco el calzoncillo.

“Putita. ¿Te has estado masturbando mientras me esperabas?”

“Siiii”

“¿ Quieres ver como me la toco yo?”.

“Sii, mi señor”

Utilizo toda la mano para agarrarme la verga, la agito varias veces hasta que se pone dura como una roca.

No me entretengo,  levanto y abro  sus  piernas, apoyo mi instrumento y lo meto de un golpe. Me quedo dentro parado, para que sienta la carne que llena su palpitante coño.

Me retiro despacio, cuando está toda fuera, me paro ante ella.

Sus ojos están grises, su mirada es de entrega, jadea ligeramente y  comienza a pasarse la punta de la lengua por los labios.

Me lanzo sobre su cuerpo. El verbo exacto no es besar, ni lamer, es babear. Mi boca, mi lengua, mis dientes y mi saliva toman posesión de su carne suave, calida.

Juego con sus pezones como si fueran dos pequeños chupetes, mientras mi mano trabaja en su vulva. Llevo mis dedos mojados a su boca, hago que los chupe.

“Nena. ¿Te gusta tu sabor?

“Métemela, estoy a punto”

Dejo una mano jugando con sus senos, y la otra la bajo al coño. Busco su clítoris y comienzo a acariciarlo. La miro a los ojos, quiero ver como se corre.

Mi dedo índice, humedecido por su flujo, ataca su pequeño apéndice, está duro, orgulloso.

Sus ojos cambian de color, se azulan, a medida que sus gemidos se entrecortan.

“Sigue así……..Soy toda tuya….. Mira el placer de tu puta….Me corrooooo “

Vibra cuando se viene, pero no cierra los ojos, veo en ellos un río de vicio.

Levanto sus piernas y me clavo en ella, siento los últimos estertores de su orgasmo, y la cabalgo con furia. Chilla como una bestia gozosa, llega, vuelve a llegar y me pide:

“Dame por culo, acaba atrás.... Me he lavado para sentir tu leche”

La muy puta  se ha preparado a fondo. Nos agarramos una infección de sodomizarla, y el médico nos dijo que en el culo, preservativo. A  pelo, sólo si se metía unas lavativas antes de.

Saco mi polla. Cristina  se pone a cuatro patas como una perrita, ofreciendo su ojete.

Lo unto con el líquido que empapa su coño, y apoyo mi cipote en el estrecho agujero, la voy metiendo despacio hasta que los huevos pegan contra su sexo.

Me encanta sodomizar a Cristina, y a ella que lo haga. Se tiene la pija bien apretada como por un guante y el placer es enorme. Me muevo despacio al principio, luego más rápido. Me corro soltando el chorro de leche en la entrañas de mi mujer.

Suelto las esposas y me voy a mear, después me lavo bien el glande y vuelvo a la cama.

Cristina se levanta, mi semen la ha movido el cuerpo y corre al baño.

Cuando vuelve se acurruca en mis brazos, cariñosa me pregunta:

“¿Te puedo pedir un favor muy importante?”

“A una tía que folla como tú, no se le puede negar nada”

“Mi hermana se acaba de separar, tiene problemas económicos, me gustaría que viniera acá. Me puede echar una mano en el negocio. Ella  no nos molestará. Mientras no estemos en temporada alta, puede vivir en uno de los estudios sin alquilar. Y en verano aun  cuando venga  tu hermana, la casa es grande y no será un problema. Me harás el favor de mi vida. Siempre te lo agradeceré.”

“Si lo pagas así. No es un favor, es un placer.”

Las mujeres que follan bien siempre sacan lo que quieren.

Episodio 2. Favores en familia.

La verdad es que mi cuñada, Maruja, es un cielo. Demasiado buena, no sé como pudo aguantar tanto tiempo a un marido que la maltrataba. Hacerle el favor de ayudarla a huir, mientras se tramitaba el divorcio, fue un acto que me hacía sentir bien. Siempre he dicho que apoyar a la gente, cuando lo pasa mal, es de bien nacidos.

Venía de vez en cuando a comer con nosotros, cocinaba ella y ponía y recogía  la mesa. No se le podía pedir más. Ayudaba, me pagaba los gastos de comunidad del apartamento en el que vivía y no molestaba.

Así transcurrieron cuatro meses: febrero, marzo,  abril y parte de mayo.

Era sábado, Maruja  nos había preparado una merluza a la vasca deliciosa. Tras el café, estábamos tomando  yo  un JB y  ellas un gin – tónic. Estaba  relajado. Cristina sacó el tema.

“Gerardo, creo que eres muy bueno, pero el apartamento que usa mi hermana lo debes poner en alquiler, ahora que empieza la temporada. Le debes sacar lo que vale, Maruja lo ha mantenido, pero ….”

“ ¿ Y donde va a vivir?.”

“Puede usar una de las habitaciones de arriba. La que no usa tu hermana.”

“No os molestaré. Os dejaré con vuestra intimidad. Es que me da palo, con todo lo que hace Gerardo por mí.”

¡Quién se puede negar a que te usen una habitación que te sobra y que además está en otro piso! Un cabrón, que yo no soy.

Maruja se vino a vivir con nosotros. Era una sombra que no se la veía, tal era su discreción, pero que hacía las labores de la casa, vamos una joya.

Acabo de follar con Cristina. Un polvo de antología: empezando por mamada, luego yo arriba, después ella y un final a lo perro que me ha dejado seco.

Se me abraza mimosa.

“¿Qué te parece mi hermana?”

“Muy buena chica. Se hace querer. No molesta y ayuda. Su ex marido es un cretino.”

“Ya sé que es buena. Te pregunto, no eso. Como mujer, ¿la ves atractiva?”

“Cristina, contigo tengo suficiente. No soy un niño, con mis 57, tú me llenas y me sacias. Pero sí, es guapa”

“Es que tiene 32 años, y desde que dejó a su ex no ha estado con ningún hombre. La pobre se mata a pajas. Pero no es suficiente. Necesita un macho”

“Y…, pues que lo busque.”

“Está dolida después de lo que ha pasado. Necesita confianza, cariño, sexo pero sin violencia.”

Se hace un silencio, después del polvo, me está entrando sueño.

Me vuelve a besar insinuante.

“ ¿ Por qué no te acuestas con ella?. La harías un favor. Yo, que la quiero, estaría agradecida.”

Si me cae una bomba, no me llevo una  sorpresa mayor, que cuando oigo  la propuesta de mi Cristina: QUE ME FOLLARA A SU HERMANA.

En esos momentos hay que buscar una salida, así que dándole la espalda, le digo:

“Cariño, no sé. Déjame pensarlo. Ahora tengo mucho sueño. Mejor lo hablamos mañana”

No me puedo dormir. No hago más que pensar en el lío que me cae encima. Dos mujeres y hermanas. Mucho para una persona que busca el placer tranquilo. Con Cristina ya tengo bastante.

Pero poco a poco las imágenes de Maruja se van instalando en mi mente.  Morena, pelo con media melena, ojos negros, muy parecida a su hermana, pero con tetas más grandes. Está buena. Y eso de follarla, como favor, me da morbo. Vamos que se me está volviendo a poner gorda. En cuanto me la empiezo a tocar se pone dura como una piedra. Giro y me  restriego contra las nalgas desnudas de Cristina. Acomodo la punta de mi verga en su coño, y empujo despacio hasta que entra entera.

Joder con una mujer dormida, te da un extraño placer, mezcla de violación y dominio. Es jugar con un cuerpo que te recibe, que posees, que está a tu antojo. Al rato de embestirla, mi mujer comienza a gemir, y así sigue hasta que le suelto toda la leche.

Como si siguiera dormida, musita: Entonces, aceptas. ¿Verdad?”

“Que puta eres, haré lo que quieras.”

Episodio 3. La bondad tiene su recompensa.

Han pasado cinco días desde  que Cristina  me hizo la propuesta, y ha cambiado mi manera de mirar a Maruja. De verla como una hermana, he comenzado a apreciar la hembra que es. Usa camisetas que marcan las tetas que tiene y vaqueros que hacen lo mismo con el culo. Ambas cosas más grandes que mi Cristina. No había vuelto a hablar  del tema con mi chica. Yo no iba a mover un dedo, si querían guerra, que empezaran ellas las hostilidades.

Hemos cenado, yo con mi JB en la mano y un puro las miro. Están buenísimas. Soy la envidia de los amigos.

“Gerardo, te tengo que pedir un favor”- Cristina siempre rogando.- “¿ Te importa ver la nueva colección de lencería?.  Me gustaría saber tu opinión.”

Normalmente cuando llegan productos nuevos, Cristina me hace un pase de modelos que acaba en una follada monumental.

“Tú mandas. Eso sí, tendré que tomarme otro güisqui.”

Me doy cuenta que hoy es el día que han planeado las hermanitas, porque es Cristina la que me recarga el vaso con licor, hielo y agua, mientras la que se va es Maruja.

Estoy nervioso. A mí me gusta joder de macho posesivo,  se me suele escapar algún azote en el culo.  Cristina tiene que saber quien es  el amo: yo. Con Maruja  pienso que no debo actuar así, viene de un marido mal tratador, por lo que voy a tener que hacérselo a lo suave. Si uno hace un favor debe hacerlo bien.

Me quedo de piedra cuando la veo con una bata transparente semiabierta, debajo un corsé, unas braguitas y medias a medio muslo. Todo blanco que contrasta con el bronceado de su piel. Está inmensa.

“¿Qué te parece este conjunto de novia en noche de bodas?”

“Muy bueno, lo ve el recién casado y se cae”

A mí se me ha puesto dura. Maruja pasea ante nosotros, tranquila, pero ondulante. Tiene una sonrisa en sus labios gordezuelos que me está poniendo a 100.

Se va, pego un buen trago. Cristina a mi lado me agarra de la mano, la aprieta cómplice.

Maruja regresa con un body negro, transparente, unos aros sujetan las tetas  que se muestran en todo su esplendor. Tiene los pezones erectos, casi rompiendo la fina tela. Una tanguita apenas le cubre el sexo.

“Maruja, por favor, enseña a Gerardo , como haces para orinar.”

Se quita la braguita y veo que está abierto abajo. Queda al aire desde el coño  hasta el final de la raja del culo. Se agacha como si estuviera en una taza, y veo mi objetivo jugoso, al alcance de la mano.

“Esto lo llamamos revitalizar la pasión”

“Lo que hace es revitalizar a un muerto”

De nuevo se da unos paseos alrededor nuestro y se va.

“Ves como es muy guapa. No te va a costar hacernos el favor. Te voy a dar una viagrita para que empieces cuando quieras, y me dejes bien. Que te he puesto por las nubes.”

Con una mujer así, no se puede uno negar a nada. Menos cuando vuelve a salir Maruja. Esta vez se ha pintado los labios con carmín rojo que hace juego con la ropa que lleva. Un sujetador, una braguita mínima, un liguero, medias y botines.

“Rojo pasión. Maruja  muévete un poquito”

Cuando lo hace, la polla está que revienta. Las tetas saltan casi saliéndose. Creo que ha llegado el momento. El rojo es como el capote para el toro que hay en mí.

Cristina que me conoce bien sabe que estoy a punto.

“Suéltate el sostén.”

Es de los que abren por delante. Dos meloncitos aparecen a mis ojos.

“Vamos para arriba”- la cojo de la mano par llevarla a su habitación y follarla.

“Amor mío, ya subo yo. Hacedlo en nuestro cuarto. Por favor cuídala, que disfrute como me pasa a mi contigo siempre. Dejadme ver como os dais el primer beso y me retiro”

Me acerco y  poso mis labios en los suyos con ternura, mientras mis brazos rodean su cuerpo. Se pega a mí con fuerza y su lengua salta buscando la mía. El beso cariñoso se ha convertido en un morreo de pasión. Tiene las tetas duras y noto sus pezones a través de mi camisa. Dura una eternidad y me la pone dura como una piedra.

“Maruja, ¿ quieres que lo desnude yo?”

“Sí, déjale en calzoncillos. Y luego déjanos solos, que me cortas.”

Cristina me quita la camisa, y me baja los pantalones. Al sacar los pies, aprovecho y me quedo descalzo. Hay pocas cosas menos eróticas que un tío en gayumbos y con calcetines, gracias a dios no los uso en esta época del año.

Maruja mira con alegría la polla cubierta por la prenda. Da un beso a su hermana en los labios, un beso casi lésbico y me toma de la mano llevándome al dormitorio. Cierra la puerta y se tumba en la cama. De un golpe se saca las braguitas. Se abre de piernas y me gime:

“Por favor, métemela. No aguanto más”

Decía un amigo argentino que eres virgen hasta que no te has cogido a una mujer con medias y liguero. Yo ya lo había hecho, pero desde luego lo que está ante mis ojos es una delicia. Una tía buenísima con un coñito peludo. Mi Cristina se depila, y este sólo está recortado. Un buen triángulo de pelito negro.

No me entretengo y se la clavo. Está chorreante, me ha entrado sin dificultad. Bombeo y veo que es una fiera. Chilla, gime, se mueve, me besa, me abraza. Es una bestia cachonda y desaforada. Yo que quería ser suave, me veo empujando como un loco para satisfacerla. Lo único que tengo que lograr es no correrme antes que ella.

La dejó llegar y acelero hasta que siento como me sale el chorro de leche. Ha estado cojonudo.

Nos quedamos abrazados. Me besa con cariño.

“Muchas gracias. Has sido muy bueno conmigo. No sabes la necesidad que tenía.”

“Eres como una hermana para mí. Y estás muy rica. Así que ha sido un placer ayudarte.”

Su mano tantea mi polla saciada, empieza a acariciarla, Las caricias empiezan a hacer efecto, va endureciéndose poco a poco. Su boca acaricia mi pecho, me chupa los pezones, cuando los muerde ya la vuelvo a tener como una piedra.

Cierro los ojos para sentir sólo con mi carne, su lengua lame mi verga, sus labios rodean el glande y me hace una buena mamada.

“Gerardo, cuñadito, ¿ me puedo montar encima?”

“Estoy a tu disposición.”

Y se mete la polla cabalgándome. Es un espectáculo verla saltar empalada. Se le mueven las tetas con los pezones enormes excitados. Los aprieto con mis manos, ella se toca el clítoris, quita una de mis garras para estrujarse el pezón ella. Está enloquecida.

“Dime cosas sucias.”

“ Putita, perra, guarra..”

Voy diciendo burradas, y con la mano libre empiezo a darle nalgadas. No había pensado que podía ser tan viciosa. Se corre una vez, dos, tres antes de que yo me descargue. Al sentir mi semen, se queda parada tocándose hasta volver a acabar , aprovecha que todavía no se me ha puesto blanda.

Cuando la verga sale, la lame dejándola limpia.

“Maruja, yo no tengo 20 años, esto”- señalo mi pija- “no es una maquina. No doy más.”

“Le diré a mi hermana que te preste otro día porque…..”

Y empezó a contarme lo que quería que la hiciera. Yo, al minuto, me hice el dormido, pero seguí oyendo sus deseos lujuriosos.