Si los baños hablaran....

Leire estaba dispuesta a seguir su relación tanto con Urko como con Iñigo. Durante uno de sus locos encuentros, se topan ambos con algo inimaginable...

Si los baños hablasen...

Leire estaba dispuesta a seguir su relación tanto con Urko como con Iñigo. Durante uno de sus locos encuentros, se topan ambos con algo inimaginable...

A Leire de repente la vida le cambió. Ahora los lunes en la mañana sonreía al despertar. Se servía su desayuno con energía y se preparaba más de lo que acostumbraba. Su madre, Aral, seguía con la mosca tras la oreja, tras saber que su pequeña Leire, ahora ya una semi mujer, había tenido su primera relación sexual con su primo y lo más grave con el hombre que le dio vida. Aral, llevaba casi quince años al margen de Iñigo. Su relación fue tan accidentada que durante los años en los que crió a Leire intentó olvidar al padre de su criatura. Pero nunca pudo hacerlo.

Ahora su hija no sólo había experimentado sexo sino sexo filial. Algo indecente y demente. Le aterraba recrearse a un Iñigo de más de cuarenta años poseyendo a su hija adolescente.

  • ¡Qué contenta vas al instituto!- dijo Aral mientras se servía café en su taza preferida.
  • Mejor ir contenta que triste- contestó Leire mientras degustaba sus cereales con leche.

  • Ya.- dijo irónica Aral- Y ¿no será por otra cosa?

Leire no quiso inmutarse, ante todo tenía que pasar inadvertida.

  • ¿Por qué otra cosa?

  • ¿Has vuelto a hablar con Urko y con Iñigo?

  • No. Con Urko lo dejé mamá. Y con Iñigo a penas cruzo mirada.

  • No me mientas, Leire- dijo enfadada Aral.

  • Y ¿qué quieres que te diga?

  • La verdad.

  • ¿Quieres la verdad? Pues el sábado volví a follarme a mi padre y a mi primo los dos a la vez y vi como ambos se comían las pollas mutuamente- dijo frenética Leire.

Aral estaba horrorizada por aquella confesión

  • ¿Por qué haces esto?

  • Por que lo disfruto, mamá... dime una cosa... ¿ qué nota le das a Iñigo en la cama?

Aral se sintió herida.

  • Eso no te incumbe.

  • Vamos mamá, las dos sabemos que papá te volvió loca durante un tiempo, discutisteis y tú te quedaste con la patata caliente, es decir yo.

  • Exacto. Él no se interesó jamás por ti...

  • Bueno ahora creo que ha cambiado de opinión... – dijo Leire sensual.

  • ¡Basta ya, Leire! Más vale que dejes de ver a Iñigo

  • ¿Qué quieres? Él trabaja en el instituto.

  • Pues ándate con ojo a no ser que haga lo imposible para que le echen y le denuncie.

  • No serás tan cruel de hacer eso- retó Leire a su madre.

  • ¿Y tú no eres cruel conmigo? Sabes que es tu padre y sigues teniendo relaciones con él.

  • Le amo mamá...

  • No puedes amar a tu padre de esa forma.

  • ¿Por qué no? ¿Qué mejor hombre que tu propio padre para amarse?

Aral estaba temblando... no tenía más argumentos para contestar a su hija. Leire tomó su mochila, sus llaves y se marchó dejando a su madre en la mesa pensativa.

Nada más entrar al recinto del instituto avistó a Iñigo y éste se encontró con su mirada pícara.

  • Buenos días- dijo tímida y con una sonrisa Leire.

  • ¿Te ha dejado tu madre venir con esa ropa?

  • No, pero ¿qué va a hacer para impedírmelo?

  • Desde luego todos los chicos se fijarán en ti- dijo con cierto recelo Iñigo

  • Me basta con que tú y Urko os fijéis y os calentéis...

  • Eres mala, niña. Muy mala... de quién habrás aprendido...

  • Quiero preguntarte algo- dijo Leire a media voz mientras se aproximaba a Iñigo sensualmente- ¿quién folla mejor, yo o mi madre?

Iñigo carcajeó nervioso por la preguntita de su extraordinaria hija.

  • Lo de tu madre fue hace muchos años. Ya casi no me acuerdo. Pero tú para ser tan joven me tienes loco- dijo Iñigo al oído y con deseos de manosear a su pequeña.

Las compañeras de Leire llegaron y el timbre sonó. Era hora de separarse con una simple mirada.

Pero llegó el Recreo. Con la excusa de ir al baño, Leire no se reunió con sus compañeras y se fue a la oficina de Iñigo, donde estaba leyendo el periódico.

  • Te espero en el baño de chicas dentro de 15 minutos, cuando suene la alarma, en la segunda puerta- dijo Leire a voz baja y disimulada

Iñigo se estremeció con semejante invitación y así lo cumplió. Justo cuando todo el mundo retornaba a sus clases con el sonido de la sirena, él se dirigió al punto de encuentro. Con disimulo entró en el cuarto de baño de chicas y tocó en la segunda puerta, la cual se abrió y de ahí apareció una Leire dispuesta a todo. Le arrastró hasta dentro y cerró la puerta y abrazada a él comenzaron a besarse tiernamente.

  • Como te amo, Iñigo.

  • Sigo pensando que si eres mi hija no deberíamos hacer esto, por mucho que nos guste.

  • ¿Por qué cohibirnos? Tú para mí eres Iñigo.

Iñigo sabía que sus palabras eran de usar y tirar, porque en cuanto sintió ese culo con esos vaqueros tan ajustados su erección apareció y se dejó sentir en Leire.

  • Ummm ¿ya te la estoy poniendo dura, papi?

Iñigo la acorraló en una de las paredes del diminuto cubículo y aceleró sus besos apasionados. Leire comenzó a desvestirse: se subió su camiseta y se desató el pantalón, para que su padre pudiera tener fácil acceso a masturbarla con su mano. Mientras sentía como sus jugos inundaban la mano de su padre, Leire le fue desabrochando la camisa esa tan sexy que le hacía a Iñigo de Conserje, y acarició el pecho y vientre de su padre, lo cual ayudó a que su polla se tensara más aún. Leire ya reaccionaba a las caricias internas de su padre, su respiración entrecortada excitaba más aún a Iñigo, que terminó por sacar la mano bajarse el pantalón y sus boxer un poco para dejar ver su arma ya cargada y lista para el ataque. Leire ponía esa cara de viciosa que enloquecía a Iñigo. Se bajó un poco sus vaqueros y su hilo y se dio la vuelta para que la penetración pudiera ser más excitante: de espaldas a su padre. Se empinó un poco para mostrar el camino a Iñigo y de inmediato ya estaba con su miembro dentro, perforándola. Leire no se cohibía y gritaba, gritaba como una loca. Iñigo no tuvo más remedio que ponerle la mano en la boca mientras con la otra le agarraba de la cadera para marcar el compás de su follada. Se estaba volviendo a follar a su hija pero esta vez en pleno baño del instituto con el riesgo de ser pillado por alguien y de acabar con su trabajo y su vida prácticamente. Pero esos pensamientos se fueron de su mente al volver a ver esa cara de perra gozando que tenía Leire. No había estado jamás con alguien así, bueno si... con Aral. Pero de eso ya hacía mucho tiempo. Ahora indirectamente Aral había vuelto para proporcionarle más placer. En efecto, Iñigo se percató de ciertos parecidos de Aral en Leire. Esa sonrisa pícara y esa mirada eran idénticas a aquellas que le dedicó Aral en el tiempo que estuvieron juntos.

Sentía el roce de sus nalgas por cada embestida y eso lo hacía más jugoso. De repente, justo cuando se acercaba al orgasmo, la puerta del baño se abrió de un portazo. Iñigo se detuvo pero no dejó de tapar la boca a Leire, aunque su pene seguía en el interior de Leire aún. Se escuchaban pasos y el sujeto fue a meterse en el cubículo de al lado. Iñigo con cierto temor hizo el amago a su hija de guardar silencio y ahora si dejó en libertad su boca. Empezaba a sentir como la polla se ponía flácida y salía sola de la vagina brillante de Leire. Despacio Leire se subió los pantalones, se bajó la camiseta y la misma acción hizo Iñigo.

La cadena sonó y el sujeto invasor y aguafiestas salió para activar el grifo del lavamanos. En el instante que creyeron que la persona se marchaba, entró una voz masculina bastante familiar. Era la de Don Emilio, el profesor de Química de Bachillerato.

  • Te dije que aquí es peligroso que nos veamos- dijo Don Emilio.

  • No puedo dejar de pensar en ti, Emil- repitió una dulce voz.

Iñigo y Leire se quedaron con la cara desencajada de la sorpresa. Iñigo entreabrió la puerta y desde su ángulo podía avistar a la pareja del profesor Don Emilio con la muchacha, que era de la clase de al lado de Leire, conversando gracias al espejo frontal de los lavamanos. Leire quería saber quién era ella y se asomó con cuidado para ver a Soraya.

  • Yo tampoco, Soraya, cariño, pero debes comprender que me juego mi puesto de trabajo y mi vida en general si alguien nos pilla.

Al parecer Leire no era la única que estaba llevando una relación a escondidas del mundo.

Soraya ya había cumplido los quince. Estaba mucho más desarrollada que cualquiera de las otras alumnas y pasaba perfectamente por 18 años. Llevaba una minifalda pegada y una camiseta asimétrica blanca que mostraba uno de sus hombros y su hermoso cuello de cisne. Tenía buen físico para ser tan joven, buenas dimensiones en su anatomía lo que la hacían más deseable. Su rostro no era particularmente especial, más bien normal, pero que gracias a su arte en arreglarse el cabello y maquillarse se potenciaba.

Por su parte, Don Emilio debía rozar los cincuenta años. Su pelo no era canoso, debía teñirse con frecuencia porque mantenía un hermoso color negro. Su cuerpo no era precisamente atlético, aunque si debió serlo en sus años mozos. Aún guardaba un buen porte vestido cada día de forma tan delicada.

Aquella cita clandestina entre profesor y alumna se sabía que acabaría de cierta manera: con sexo salvaje entre dos amantes incomprendidos en los baños. Don Emilio se acercó a su jovencísima amada y la acarició en el rostro. Ella cerró los ojos para sentir el beso apasionado del profesor. Lo que empezó siendo un beso tierno se convirtió en frenesí y en la locura de Don Emilio, quien no aguantó más y de un golpe subió con sus brazos a Soraya al mármol de los lavamanos y ésta se posicionó abierta de piernas ante Don Emilio. Éste tenía el camino fácil por la vestimenta de la muchachita a la que no paraba de besar desde los labios bajaba por el largo y perfilado cuello, hasta los hombros y poco a poco fue bajando su camiseta para dejar al descubierto uno de sus grandes pechos. Sus pezones estaban duros y tenían cierto color rosado muy sensual. Iñigo desde el cubículo veía la escena incrédulo y su pene volvió a recobrar vida en cuanto Don Emlio levantó a la muchacha para ponerla en posición. Soraya no sería ni la sombra de lo que era Leire: Apenas chillaba o manifestaba su placer. Pero se dejaba hacer cualquier cosa. Don Emilio ya estaba deleitándose con el seno como un niño pequeño y mientras, Soraya intentaba desabrochar el pantalón de pinza azul marino a Don Emilio, el cual cayó a la altura de los tobillos del profesor. Leire no podía creer ver en esas guisas al temido profesor de Química que tanto aborrecía su hermano. Acto seguido se pudo ver como el boxer discreto del profesor fue a caer también a sus tobillos y dejó ver su hermoso culo que empezaba a agitarse para penetrar a Soraya. Don Emilio levantó con sus brazos a su musa y empezó a golpearla contra su pelvis para meter y sacar su polla en ella. Era demasiado excitante contemplar aquella escena para padre e hija que habían sido interrumpidos. Leire miró de nuevo a Iñigo y con cuidado cerraron la puerta para proseguir con su faena con la banda sonora de los gemidos de Don Emilio como fondo. Ahora sin embargo, Leire lo tenía más complicado porque no podría ni siquiera respirar con fuerza para no ser descubierta. Iñigo estaba de nuevo listo para volver al sitio donde se quedó la cosa. Otra vez masajeando los interiores de su hija, Iñigo apoyó su cara en la espalda de Leire para evitar emitir sonido alguno.

El coito entre el profesor y alumna se estaba haciendo más frenético por los gemidos del profesor, la respiración agitada de la muchacha y el golpe seco de la fusión de sus cuerpos.

Leire llegó al orgasmo a la vez que Iñigo, fue algo indescriptible para ella, sentir como su clítoris estaba a punto de estallar a la vez que sentía el baño de leche caliente y las palpitaciones en el sexo de Iñigo dentro de ella. Besó a Iñigo para dar por concluido su loca aventura sexual en los baños para cuando Don Emilio dio señales de tocar el cielo a la vez que decía

  • Cómetelo zorra.

Iñigo y Leire entreabrieron la puerta de nuevo y contemplaron como Soraya ahora estaba de rodillas al profesor con toda la verga en su boca y haciendo mil esfuerzos por no morirse del asco de tragar la lefa de aquel cuasi cincuentón. Don Emilio sacó su miembro y se pudo entrever que era de buen calibre y de esas que se ponen duras como rocas.

  • Límpiate y arréglate un poco antes de ir a clase, cariño- dijo mientras se acomodaba su ropa y besaba a Soraya.

  • Si, Emil... ha sido increíble- dijo idiota Soraya.

  • Si, cariño, tú eres increíble...

  • ¿Cuándo te veré de nuevo?

  • Yo te avisaré, cielo. Aunque ahora está todo complicado. Mi hija anda preparando selectividad y tengo que ayudarla.

  • No sé si podré aguantar... me muero si no estoy contigo.

  • Sé paciente.

Don Emilio ya una vez adecentado se miró en el espejo y salió como si nada del baño de chicas. Un par de minutos más, en los que Soraya se retocó el maquillaje como pudo y sobre todo se acomodó la ropa, salió también. Y se quedaron Iñigo y su hija, quienes explotaron de risa tras la odisea en los baños.

Sin quererlo era una experiencia gratificante más para sus memorias y una excusa más para seguir con esa relación imposible.

Iñigo fue el primero que se disponía a abandonar el baño no sin antes besar dulcemente los labios de Leire. Pero cuando se dispuso a salir, con una sorpresita no muy grata se encontró: Aral entraba a los baños:

  • ¿Qué haces en el baño de mujeres?

Hacía casí 15 años que no veía a aquella mujer indiscutiblemente la cima de sus emociones. Y lo que tenía que pasar es que se encontrarían en un baño de mujeres. Leire aún permanecía dentro del cubículo, arreglándose.

  • Menudas formas que tienes de dirigirte a mí- protestó Iñigo.

  • Mejor cállate que no sé cómo no se te cae la cara de vergüenza- dijo molesta Aral.

  • Estaba arreglando una cañería- dijo con naturalidad Iñigo.

Aral se conservaba tal como él la recordaba, evidentemente se la veía más mujer, estaba más estilizada, increíble tras haber tenido una hija y con esa mirada que le cautivó en su momento.

  • Y tú esperas que eso me lo crea, ¿no?- dijo Aral seria.

Aral se adentró en el baño y llamó a la segunda puerta, la única que permanecía cerrada y en la que se encontraba Leire y esperó un par de segundos.

  • Leire, sal ahora mismo de ahí dentro- dijo segura de sí Aral.

Leire obedeció y con un semblante entre el rubor y la rabia se mostró ante su madre.

  • No solo eres tan retorcida de tener relaciones con tu propio padre, sino que tienes que tenerlas durante horas de clase y un sitio público.

Leire no dijo nada, en el fondo sabía que su madre estaba en lo cierto.

  • Quiero que me seáis francos los dos... ¿quién más sabe que estáis liados?

  • Sólo Urko.

  • Sé que por mucho que os de el sermón vais a hacer lo que os de la gana.

Iñigo miró a Leire y después a Aral serio.

  • Si queréis seguir con esta locura allá vosotros pero te advierto- dijo amenazante a Iñigo- que como le hagas daño o la dejes embarazada te denuncio.

  • Eso no pasará, mamá- dijo Leire convencida.

  • En parte los dos tenemos culpa de esta situación, Iñigo. Tú no quisiste interesarte por mí cuando te dije que estaba embarazada de ti y yo una vez que tuve a Leire, no te busqué para mostrarte la hija tan bonita que habíamos tenido.- dijo Aral sollozando.

  • Mamá, te prometo que seremos discretos. Te aseguro que papá no me hace ningún daño- quiso Leire tranquilizar a su madre.

  • No intentes convencerme que haces lo correcto porque nunca lo estimaré así.

  • Te juro por ella que jamás la haré daño, Aral- intervino Iñigo acercándose y mirándola a los ojos.

Los dos padres de Leire, por primera vez juntos en la memoria de ésta, se dejaron mirar durante un par de instantes en el que se bucearon y vieron lo mucho que había pasado y lo mucho que se habían extrañado.

  • Más te vale- terminó diciendo Aral a Iñigo.

Besó tiernamente a su hija en la frente y volvió a dedicarle una mirada y un amago de sonrisa a Iñigo antes de retirarse del cuarto de baño.

Ese sería el comienzo de un hermoso reencuentro en el que Aral e Iñigo tendrían más que palabras y en el que Leire tendrá una participación especial. Pero ese ya es otro cuento.

GRACIAS UNA VEZ MAS... ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO.