Si darte un beso pudiera

El anhelo de un jovencito enamorado de su compañero de departamento, un hetero muy sensual.

SI DARTE UN BESO PUDIERA

Darme cuenta que me atraían más los hombres que las mujeres no significó para mí ningún conflicto existencial ni mucho menos algún trauma psicológico. Cuando en la adolescencia empezó a suceder que me fijaba mucho más de lo "normal" en mis compañeros de escuela que en las chicas de mi alrededor supuse que estaría transitando por una etapa de confusión tan típica en la pubertad y que luego se me pasaría y volvería por el "buen" camino. Pero esto no sucedió así, transcurrieron algunos años y terminé aceptando mi condición sin culpar a Dios o a los cromosomas hereditarios. Pero el miedo al rechazo y el ego de sentir que no tenía por qué andar pregonando mis gustos, me hicieron guardar mis preferencias a la intimidad de mi mente y callarlas para el resto del mundo. Disculpen si no comparten mi idea, pero cada quien vive su vida como quiere y como además no soy para nada amanerado ni tengo una vocecita afeminada, las pocas ocasiones en que he joteado (mariconeado) dizque "jugando" con mis compañeros de la universidad, nadie me cree que pueda ser homo y todos juran que soy hetero. Atribuyen mis escasos comentarios de mis romances con las chicas a la discreción que siempre me ha caracterizado y a que además "un caballero no tiene memoria". No me angustio por el futuro, pues si quedo soltero estará bien o si me caso será por decisión propia y no porque la "sociedad" así me lo exija. Sé que seré un buen padre, un buen esposo y un buen amante. No tengo repudio de las mujeres y por ellas es que ya no soy virgen. Creo en los que dicen que todos somos heteroflexibles, y no me gusta encasillarme en un genero porque las jaulas no logran atrapar un alma que puede transitar en dos cuerpos. Perdonen lo que digo, pero es necesario decirlo para entrar en contexto con lo que cuento.

Y como dije, el futuro no me angustia, lo que me angustia en ocasiones es mi presente. Me gustan los hombres, bueno, no todos, solo algunos, pero había dudado tener sexo con ellos por miedo al dolor anal o por X o Y motivos. Oportunidades tenía, pero siempre había evitado llegar tan lejos… Besos, apretones con otros chicos, mamadas y sexo en el que yo era el activo, sí había tenido pero en la clandestinidad de las Discos de moda o a puerta cerrada en mi habitación cuando se suponía que "hacía alguna tarea" con alguien de iguales instintos, pero a la hora de la hora me arrepentía de llegar a hacer algo más "serio" porque, repito, ni mi familia ni mis mejores amigos saben de mis gustos y porque para variar, reservaba mi cuerpecito bien apetecible para el hombre adecuado, para que lo disfrutara el indicado y yo disfrutara de él. El problema, queridos amigos, es que hacía cuatro años que ya había encontrado a ese hombre, ya sabía quien era, nos llevábamos súper bien y hasta vivíamos juntos, sí, vivíamos los dos solos en el mismo departamento, pero a veces el destino es egoísta, y mi compañero de cuarto no estaba aún enterado de mis anhelos hacia él ni de mis gustos íntimos, ni mucho menor compartíamos las mismas preferencias

Al inicio de mi carrera universitaria tuve la necesidad de alquilar un departamento en la capital de mi estado, y a los pocos meses de empezar el curso ya había hecho muchos conocidos y alguno que otro amigo sincero. Y este chico llamado Leonardo era con el que mejor me llevaba, y como tampoco era de la capital y rentaba un cuarto cuyo alquiler te sacaba un ojo de la cara cada mes, la idea de compartir el mío con él surgió casi de inmediato provocando que para el segundo semestre ya estuviéramos instaladísimos los dos en aquel espacio de cuatro habitaciones en el que me lo llevé a vivir.

Acabábamos de cumplir la mayoría de edad así que todo lo que pudieran hacer legalmente dos chicos bien parecidos en las correrías nocturnas que nos montábamos noche tras noche en una ciudad desconocida hasta entonces, lo hacíamos con gusto y sin tener que dar explicaciones a padres represivos y estrictos. Bebíamos alcohol, fumábamos tabaco y una que otra "tacha" de éxtasis o raya de marihuana nos echamos alguna vez. Como cada quien tenía su propia recamara, Lalo –que es como yo y muchos le decimos de cariño- invitaba a dormir periódicamente a muchas chicas o la novia en turno, y las noches en que yo no podía dormir por la calentura que esta situación me provocaba me tenía que hacer una buena paja a su salud mientras escuchaba los reconocibles susurros de una pareja follando en la habitación de al lado, anhelando ser yo él que tuviese que estar bajo de él, bajo su cuerpo caliente y fibrado. Aunque nuestras pláticas o bromas muchas veces eran en relación al sexo, de aquello con las chicas en nuestro departamento nunca comentábamos nada, y confieso, alguna que otra vez yo también llevé a mi novia a mi cama con la intención de que él también supiera que sabía divertirme por las noches.

Así fueron pasando los meses y los primeros años, y el furor inicial de querer vivir la juventud a prisa, sin reglas ni precauciones, se fue relajando hasta convertir el libertinaje en libertad de acción pero con responsabilidad. Nuestro trato era muy bueno, éramos como primos de sangre o incluso hermanos, nos dividíamos las tareas domesticas, nos prestábamos ropa y la confianza por andar a nuestras anchas en el depa se había ido explayando hasta el punto de no inhibirnos uno frente al otro cuando nos paseábamos en calzoncillos por las mañanas al preparar el desayuno, rumbo a la ducha o al sentarnos en la sala a ver la televisión. No quiero sonar narcisita, pero la verdad es que ambos hacíamos ejercicios caseros para mantenernos en buen estado físico, y la madre naturaleza se había portado bien con nosotros al regalarnos unos rostros atractivos junto con un trasero y un paquete frontal que invitaban al pecado. Y aquí es donde empecé a fijarme o mejor dicho a "ocuparme" en mi compañero: verlo salir todos los días de su cuarto semidesnudo, llevando puesto solo sus bóxers que dejaban poco a la imaginación y a veces con su evidente inicio de erección matutina era un deleite para mis ojos, que hacían grandes esfuerzos en desviar la mirada de su bajo vientre y fijarlos en sus ojitos somnolientos cuando su dulce voz me daba los buenos días, tenía que aguantar las ganas de acariciar su cuerpecito esbelto y marcado cuando pasaba a mi lado para servirse el café o lavarse las manos, debía contener mis deseos por besar sus hombros, su cuello, sus mejillas aún despidiendo ese olor a su perfume preferido del día anterior y que me provocaba toda clase de pensamientos impuros. Poco faltaba algunas veces para arrodillarme a sus pies, bajarle sus interiores y meterme a la boca ese pedazo de manjar que me había ido cautivando a raudales desde la primera vez en que tuvimos que ducharnos juntos para no llegar tarde a la escuela. Sí, de verdad que ya le conocía ese miembro muy a tono con el color de su piel, ese pedazo de mástil gordo y prometedor cuya cabecita era como una fresa que te desafiaba a devorarla. Y aunque las duchas juntos se repitieron más de una ocasión sin llegar a más, nunca le pude ver una erección completa, aunque intuía las pulgadas que su miembro libraba cuando al salir de su cuarto veía a través de su bóxer de licra como su garrote aparecía recostado hacia un lado para simular algo que por lo largo era imposible ser simulado. Y que decir de ese abdomen que marcaba un sexteto de cuadrados, y aquellos labios perfectamente delineados que dibujaban una sonrisa electrizante. Guau! Mi compañero me volvía loco.

Pero lo peor no era verlo y desearlo, o que él no se diera cuenta lo que provocaba en mí, lo realmente cruel era que aquellos juegos y comentarios sexosos que mencioné, me hacían -o nos hacían- presa de las más dudosas jugarretas, que para cualquier otro menos entendido en nuestra relación de amigos hubieran parecido morreos con carácter homoerotico. Y es que estando en la intimidad de nuestro departamento, sin ningún ojo avizor que juzgara el evento, muchas veces bromeando fingíamos vivir con una chica y el papel era asignado a cualquiera que estuviese desprevenido. Por ejemplo, si al levantarme y salir a la estancia o a la cocina lo pillaba de espaldas hacia mí, ajeno a que ya me había levantado, podía acercarme a él por detrás y repegarme a sus caderas dándole un "buenos días amorcito" con el pretexto de alcanzar cualquier cosa que estuviera frente a él. Podía también pellizcarle una nalga o sin que se diera cuenta subir mi mano a sus tetillas y apretarle un pezón diciéndole "Que buena estás, corazón" , o cosas por el estilo. En eso consistía el juego de agarrar desprevenido uno al otro. Generalmente era un juego entre hombres y el afectado se debía quitar de dicha posición en seguida, era solo una broma y el insulto por ella era siempre tolerable.

Otras veces él me alcanzaba en la cocina cuando lavaba los trastes y me decía a la espalda sin que yo notara su llegada "¿Qué tal amanecimos hoy?" , llevando una mano a mi entrepierna para constatar, efectivamente, qué tal había amanecido, es decir, si había despertado empalmado o algo por el estilo. No me agarraba mucho, pero al menos palpaba mi miembro y eso para mí ya era algo importante. Pareciera muy simple aquello, pero a veces a Leonardo se le pasaba la mano conmigo. Él creía que lo más asqueroso que me podía hacer cuando me daba los llegues por detrás, era repegarme su bulto en estado morcillón, así que muchas veces lo hacía –aunque claro que yo me daba cuenta cuando se dirigía sigiloso hacia mí- agarrándome de las caderas y dándome un buen restregón de su polla a medio empalmar en mi culo con solo las telas de nuestros calzoncillos separando un buen encuentro. Yo reaccionaba dizque escandalizado asegurando venganza y dispuesto a golpearlo con lo que tuviera a mano, él entre risa y risa corría por todo el departamento perseguido por mí, a veces lo alcanzaba y lo tiraba al sofá o a alguna de las camas y luchábamos cuerpo a cuerpo, yo tratando de pegarle y él tratando de calmarme, lo cual generalmente lograba o se dejaba dar un golpe para parar el juego.

En otras ocasiones, para vengarme de sus fechorías yo llegaba por detrás y como sabía de su erección matutina le hacía el "¿Cómo amanecimos hoy?" y le daba un buen apretón a su verga diciéndole "A ver silba" , un juego tan característico en los chavitos de secundaria porque les gana la risa cuando les hacen esto y no pueden silbar. Pero él me respondía con un "Ah, que rico se siente" para restarle importancia a mi broma y darme por mi lado, yo obviamente soltaba sin ganas su palpitante miembro y le decía alguna grosería como "pinche mamón" y pues ya me iba según yo enojado y él se quedaba muerto de risa. Cualquier pretexto era bueno para gastarnos estas bromas, en la cocina, en la estancia, en alguna de las recamaras, como cuando alguien tendía su cama inclinándose para doblar las sabanas y el otro le agarraba por detrás y le daba un buen frote de su miembro en el trasero del otro, o la simple agarrada de nalga que ya era tan tradicional como desearnos un buen día todas las mañanas. A mí estos juegos me encantaban, y creo que a él también, porque de no ser así no hubiera seguido haciéndolos.

Como ya nos conocíamos desnudos, en las contadas ocasiones en las que nos bañábamos juntos ya no era necesario llevar la ropa interior al cuarto de baño y solo nos limitábamos a salir con la toalla enredada en la cintura y luego dirigirnos cada quien a su pieza para vestirse para la escuela. Ya sabía que el tenía una verga de buen tamaño, colgante, de excelente aspecto, descapullada, con su matita de vellos bien recortados en el pubis. Pero como él era muy bromista, cuando nos duchábamos había que tener mucho cuidado cuando alguien se agachaba a lavarse las pantorrillas o los pies porque algo comprometedor podía suceder. Si me inclinaba dándole la espalda a él lo más seguro es que con el pretexto de ponerse bajo el chorro de la regadera se acercara a mí y me diera un buen arrimón de su verga en mi culito, ahora sí sin telas de por medio, y si me agachaba frente a él, pues al ser nuestro cuarto de baño tan pequeño que a puro Dios cabíamos los dos, con seguridad quedaría con mi rostro frente a su genitales colgantes y él aprovecharía la situación para restregármelos en la cara o decirme alguna frase lasciva como " Ya que andas por allá abajo... dale una chupadita" , "cuidado, no te vaya a sacar un ojo" o "¡eso!, nada más que abre bien la boquita" . Y en cualquiera de las dos situaciones corría peligro, así que ¿por cual decidirme?

En una de las últimas ocasiones en que nos bañamos juntos para "ahorrar" el gas, a él se le cayó el jabón al piso y tuvo -inconciente de lo que le esperaba- la necesidad de agacharse a recogerlo, lo cual obviamente hizo y yo al ver su culito redondo a mi disposición no me aguanté las ganas y aproveché para "vengarme" de sus juegos, bajé mi mano dispuesto a acariciar ese buen pedazo de filete pero lo que hice al llegar ahí es que apunté mi dedo medio al centro de sus nalgas y lo metí entre ellas hasta toparme con un agujero calientito que por supuesto era el inicio de su ano. Todo esto fue muy rápido y al llegar a ese punto lo metí con fuerza y él dio un respingo hacia delante poniéndose inmediatamente de pie con el jabón en la mano. Yo quité mi dedo y me reí por mi graciosada, pero a él aquello no le hizo ninguna gracia y volteó con cara de pocos amigos diciéndome "¡Te vas a enterar…!" y a continuación intentó forcejear conmigo para ponerme de espaldas a él y hacerme lo mismo que yo le hice, pero como también tengo mi fuerza física no me dejé y ahí estábamos los dos pugnando bajo la ducha, frotando nuestros cuerpos desnudos más que nunca, nuestros miembros se balanceaban al vaivén de los movimientos que nos provocábamos, alguna que otra vez se rozaron y creo que les gustó el contacto porque empezaron a endurecerse un poco, síntoma evidente del inicio de la erección en los dos, en un momento la repegaba al costado de mi pierna, en otros a mis nalgas, yo me reía burlándome de él, y él parecía encabronado por mi travesura, pero conciente de que todo era un juego al que él mismo había dado pie durante las duchas. Desaproveché esa oportunidad por una mezcla de temor y excitación a lo que pudiera pasar si me daba por vencido y lo dejaba devolverme la dedeada, mi amigo que no pudo conmigo y se resignó a terminarse de bañar jurándome que tuviera cuidado porque eso no se iba a quedar así. Yo en broma todavía le decía "Uy, estás bien estrechito Lalo" , "Se siente muy calientito ahí dentro" . Y él en respuesta me decía "Vas a ver cabrón, yo también voy a sentir bien calientito cuando te la meta" o "Síguete riendo y te voy a ensartar hasta que grites pendejo" , me decía tocándose su reata como mostrándome lo que en estado de erección me iba a encajar hasta el fondo.

Pasó aquello y a la noche siguiente Leonardo salió de antros, solo que esta vez no lo acompañé porque tenía examen al día siguiente de una asignatura que él no tomaba ese semestre, así que me quedé a estudiar como niño bueno, y entre el silencio del depa y el calorcito de aquellas noches me dio muchísimo sueño y ya no tuve ganas de seguir devorando apuntes, así que mejor me quité la ropa y me acomodé entre las sabanas para dormir a pierna suelta. Pocas veces duermo desnudo, y esta vez no lo hice, porque solo me dejé el bóxer. Pronto me dormí y empecé con un profundo sueño en el que tenía una aventura amorosa con un chico al que no le veía la cara, pero que al parecer no lo conocía, solo recuerdo que después de la escuela me llevaba a dar una vuelta en su carro y en un callejón solitario las cosas se ponían candentes y lo inevitable terminaba pasando. Nos besamos y según recuerdo aquellos besos ya los había probado en otra ocasión, me parece que se lo decía al chico en cuestión pero él me decía que no podía ser, porque él no me conocía de antes. Estábamos entre beso y beso y me acuerdo que eran tan pasionales esos contactos que de pronto me empezó a faltar el aire y me empecé a ahogar, pero él no me hacía caso por más gestos y señas que le hacía, él me continuaba besando. Fue tanta la desesperación que sentí que se me iba la vida en aquello y con un sobresalto desperté de mi pesadilla solo para darme cuenta que aquí, de vuelta a la realidad, también me estaba ahogando, pero no por besos, sino por algo grande, salado y duro que se encontraba alojado en mi boca y me la mantenía abierta. En la oscuridad logré apartar a ese monstruo que me aprisionaba a la cama girando mi cabeza para sacarme aquella cosa de la boca, entonces rápidamente dirigí mi mano a la mesita de noche para prender la lámpara y una risa atroz puso fin al silencio que inundaba la habitación. Era la risa de Leonardo

-¿Lalo? ¿Qué haces aquí? ¿Qué pasa? –él no respondía, se encontraba de pie y al prender la luz se sentó y continuó riéndose- ¿Wey, qué me hacías cabrón? ¿Qué pasó?

-Nada, nada…, duérmete, solo fue una broma –me dijo vacilando en su tono de voz, señal inequívoca que estaba pasado de copas.

-¡Vienes borracho, cabrón! ¿Qué quieres? ¿Qué haces aquí? –pregunté todavía angustiado por lo que sea que me haya pasado.

-Scchhhhh –gesticuló dándome a entender que bajara la voz-. Ya vine… una vieja me apañó (fajo) y luego ya no… ya no se quiso venir conmigo.

-Wey, no mames, ¿qué me hiciste? –le pregunté tratando de interpretar sus palabras que me habían empezado a revelar algo penoso.

-Nada… Vine a verte para decirte que ya llegue... Ya me voy a mi cuarto –dio muestras de levantarse, pero lo sujeté del brazo y se lo impedí.

-¿Y qué fue lo que tenía en la boca, Lalo? ¿Qué me metiste?

-Jejeje –rió con cinismo-. Nada… pero ya estamos a mano… ¡mamoncete! –agregó el desgraciado hijo de su pinche m….

Yo me quedé en shock resolviendo el crucigrama en mi cabeza mientras que él se puso de pie y se retiró a su cuarto tambaleándose en su camino. Si lo que me imaginaba era cierto, Leonardo se había aprovechado de mi inocente estado de inconciencia... Observé con detenimiento el lugar de los hechos antes de inculpar al asesino y dictarle sentencia, y me vi a mí sobre la cama, en un estado al que algunos calificarían de virginal y puro, y otros de absoluta provocación. Imagínenme, un tío al que muchos llamarían guapo, de buen cuerpo, acostado semidesnudo en una cama con las sabanas hechas bolita a un lado, un bóxer de licra color blanco, semitransparente, mostrando un atributo aceptable. Ahora imagínenme dormido, inocente en mis sueños y a merced de cualquier lujurioso con pensamientos calientes. No era para menos lo que me pasó. Hasta se me hizo comprensible que Lalito haya llegado caliente, añorando lo que pudo ser y no fue con la chica de aquel antro, pasado de copas entró a cerciorarse si dormía o lo estaba esperando como en otras ocasiones, y lo que encuentra es a su roommate acostado en estado provocativo, indefenso a cualquier golpe o a cualquier caricia, incitando sus dos tipos de deseos, los sexuales y los vengativos por aquella trastada que le hice en la ducha... ¡Ay, Lalito, si tan solo yo hubiera estado despierto para disfrutarte…! ¡Maldito sueño!

A la mañana siguiente me marché a la facultad bien temprano y el criminal nocturno todavía no se había despertado. Creí que cuando lo hiciera probablemente no se acordaría de su travesura, así que cuando llegué de regreso al depa por la tarde actúe de lo más normal, como si nada hubiera pasado.

-¿Qué tal la resaca de anoche? ¿Todavía estás crudo? –le pregunté sentándome con él en el sofá desde el que veía la T.V.

-Ya casi no, las aspirinas de la mañana apenas hicieron su efecto.

-¿Y así fuiste a la escuela?

-Iba a ir, pero el dolor de cabeza no me dejó y me quedé jeteando (durmiendo) todo el día. Pero mañana me repongo, no hay bronca. ¿Y tú que onda, qué tal tu examen?

-Perrón, pero confío en aprobarlo.

-Ya verás que sí. ¿Terminaste el poema que les pidieron en clase?

-Ya casi. Debo de entregarlo pasado mañana.

-Anda, dime lo que has escrito.

-Ahora no –bostecé estirando los brazos con pereza-. Vengo exhausto, traigo un pinche sueño que ya casi me estaba quedando dormido en el examen.

-¿Y eso por qué?, si el que salió anoche fui yo, no tú.

-Pues sí baboso, pero con tu desmadre de la madrugada ya no me pude volver a dormir –le recriminé poniéndome de pie con la intención de irme a la cama.

-Jaja. Lo siento, pero es que andaba ganoso, y al verte dormidito tú comprenderás que las ganas son las ganas, y que en tiempos de guerra cualquier hoyo es trinchera, jaja –explicó con descaro-. Pero ya no estás enojado, ¿verdad?

-Ni me lo recuerdes pinche Lalo, ojalá te remuerda la conciencia por lo que hiciste.

-Y por qué me va a remorder si solamente me desquité de lo que me hiciste tú en el baño. Ojo por ojo y ya estamos a mano.

-¡No seas pendejo, Leonardo! Yo estaba dormido y eso no cuenta para nada. De haber estado despierto te la hubiera mordido, pinche pervertido.

-Ah, entonces sí te acuerdas de lo que pasó.

-No, pero lo supongo.

-¿Y qué supones? –me preguntó con tono burlón. Él seguía divirtiéndose conmigo.

-Pues que… pues que lo que me ahogaba era… era tu…. –vacilé apenado.

-¿Mi verga? –preguntó cínicamente, como si no estuviera conciente de la gravedad de su acción.

-Sí, tu verga. Supongo que me la quisiste meter en la boca, puerco.

-Ah, vaya. ¿Y nada más te acuerdas de eso?

-¡¿Qué hay más?! –me quedé sorprendido ante su interrogante.

-Mmmm, mejor ahí lo dejamos. Vete a dormir –me indicó.

-No pendejo, ahora me dices todo lo que pasó. Habla cabrón –volví a tomar asiento.

-¿Ahorita? ¿No que ya tenías mucho sueño? Mejor al rato te cuento lo que sucedió, sale. Acaba de hablar Mario y quedó en pasar a verme para que le queme unos discos, si quieres tú vete a dormir y ya en la noche hablamos, ¿ok?

-Está bien, pero cuidadito con que le digas algo a ese wey –le advertí.

-¿Cómo crees? Si es algo solo entre tú y yo –me respondió-. Anda, ya vete. Yo preparo la cena

Leonardo tenía ese don de combinar en su carácter al chico amable, atento, con el cabrón morboso de otras ocasiones. Yo en realidad no estaba enojado por lo que me hizo, sino porque no me despertó para hacérmelo. Y yo no podía intentar algo con él en un plano más sexual porque no estaba seguro de cómo reaccionaría ante mi homosexualidad, ni sobre todo como podría él reaccionar a algún contacto carnal conmigo, porque una cosa eran los juegos de "hombres" en los que nos entreteníamos y otra cosa muy diferente sería hacer eso mismo pero con la plena conciencia de que uno de los dos disfrutaba de las barbajanerías del otro. No me podía dar el lujo de hacer notar mi gusto por sus roces, sus acometidas cuando me llegaba por detrás, sus caricias sobre mi pecho o mi vientre cuando él simulaba meterle mano a una chica. De ahí mi angustia por tener junto a mí a mi hombre deseado y no poder demostrarle lo feliz que me hacía su contacto conmigo. Lalo me había comentado alguna vez que toleraba la diversidad sexual, siempre y cuando no estuviera un puto a su lado, porque le parecía grotesco ver a dos hombres de la mano o besándose en los callejones oscuros después de las noches de disco en las que regresábamos a nuestro hogar. A él no le daba corté decirme cuando rentaba pelis porno para hacerse la chaqueta, luego me las prestaba para que yo hiciera lo mismo, aunque claro, yo no me excitaba viendo tetas y coños, sino buenos trozos de vergas y culos varoniles. En los juegos él me permitía tocarlo, decirle cositas lindas al oído, acariciar sus musculosos brazos, su firme abdomen, sus fuertes piernas, masajear su ancha espalda en cada uno de los masajes que mutuamente nos dábamos para aliviar la tensión del deporte o de un día agitado, me permitía acercarme a su cuerpo creyéndome hombre, pero nunca lo hubiera permitido de saber la verdad, de haber descubierto que algunos compañeros de la universidad que nos visitaban frecuentemente y a los que él creía igual de heteros me iban a ver a mí y no a los dos. Me buscaban por la seguridad de nuestros encuentros, así nadie sospechaba y todo quedaba entre amigos. Se las mamaba como aspiradora o me los cogía con ímpetu y rapidez para que el objeto de mi afecto no sospechara, y siempre, al estarnos vistiendo después del acto me preguntaban "¿Ya pasó algo con Lalo?" "¿Qué, también te la montas con Leonardo?" "¿Ya hay chance con él?" Yo lógicamente les respondía, como no podía ser de otro modo, que no, que Lalo era bien hetero, que nada fuera de lo común pasaba entre nosotros, que no se les fuera a ocurrir hacerle algún ofrecimiento indecoroso porque se los podía madrear o soltar la sopa entre los demás y "adiós reputación". Sueno loco, pero así es entre amigos con derecho a todo, menos a decirse te amo

Después de una ligera siesta que me cayó de maravilla, no encontré a Lalo por ninguna parte del departamento, supuse que había salido con Mario, así que aproveché mi soledad para darme una ducha refrescante. Preparé el baño y me despojé de mis ropas. Tardé un rato estudiándome al espejo y preguntándole a mi reflejo porqué a mis 21 años aún no me decidía a dar el gran paso en mi vida gay, es decir, me preguntaba a mí mismo cuanto más habría que esperar para dejar que otro hombre me poseyera por el culo tal y como yo lo había hecho con algunos. Solamente ese pequeño e inexplorado orificio de mi anatomía seguía siendo casto, virginal, no había permitido que ninguno de mis amantes ocasionales lo mancillara con algo más que no fuera su lengua o sus dedos. Me conservaba para el hombre que yo sentía era el indicado, pero siendo sinceros, si con Leonardo no tenía ninguna oportunidad, ¿me dejaría morir virgen de aquella parte de mi cuerpo? ¿Moriría tranquilo sabiendo que me privé de los desconocidos placeres que el ano oculta? Y si tal que no vuelvo a tener ningún otro amante, si tal que nadie me quiere nunca coger, ¿valdría la pena haber esperado mi desvirgación por un hombre que nunca lo intentó? La respuesta fue NO. Me decidí en ese momento, estaba listo para entregar mi trasero a cualquier experto que me prometiera cuidado y placer. No publicaría un anuncio ofertando mi culo, pero lo que sí haría es que ya no esperaría que lo taladrara por vez primera la verga de Leonardo, sería cualquier galán en una Disco de moda, sería algún amante de la facultad, esto podría cambiar mi situación corporal, pero mi amor por él no cambiaría.

Me metí bajo la regadera y dejé correr el agua caliente sobre mi cuerpo excitado, queriendo buscar en mi lengua y mis labios el sabor guardado de la verga que Lalito me encajó por la madrugada. Ojala hubiera quedado en las papilas gustativas algún rastro del sabor de su miembro para poder deleitarme degustando el aroma del sexo que al parecer con él nunca tendría. Mi verga enhiesta era agitada con furia por mi mano derecha empeñada en hacerla vomitar los chorros de leche generados por pensamientos calientes, sucios, pecaminosos. Me acariciaba el abdomen, el pecho, los huevos, imaginando que mi cuerpo era el de mi compañero y que eran mis manos las que lo recorrían. El vapor empañó rápidamente la cortina transparente de la ducha y por un minuto fui ajeno a lo que pasara al exterior de ella. Me concentré en la chaqueta que me hacía con el rostro vuelto hacia arriba sintiendo las gotas de agua resbalar por mi cara y emitiendo pequeños suspiros, gemiditos por la velocidad de la fricción en mi miembro y porque la leche que estaba apunto de hervir en mis cojones iba a ser arrojada cual lava de un volcán al hacer erupción. "Ya estoy de regreso. Me avisas cuando termines para ducharme yo también" me dijo la reconocible voz de Leonardo y apenas hubo cerrado la puerta del baño yo exploté de inmediato en un torrente de lefa caliente, espesa, abundante: ¡Aaaaaaaaaggggggggggrrrrrrrrrhhhhhh! ¡Ahhhaaaahhhh! ¡Ah, ah…ah…! Fue una corrida magnífica, pero el shock de la indecisión me embargó mientras lavaba los restos de mi venida, tratando de normalizar la respiración. ¿Leonardo se había dado cuenta de que me estaba masturbando en la ducha? No escuché cuando abrió la puerta del cuarto de baño para avisarme que ya había regresado, y además, suponiendo que ni el vapor en el interior del cubículo en el que nos bañábamos ni el empañamiento de la cortina le hayan impedido ver algo, ¿qué podría pasar? Yo no estaba haciendo nada malo. Me la estaba chaqueteando y eso era algo que él también hacía muchas veces, claro que nunca cuando compartíamos la ducha, pero en ocasiones sí me presumía cuando se la estaba jalando por andar caliente mientras yo me afeitaba viéndome al espejo y viéndolo a él de espaldas detrás de la cortinilla. Así que no tenía por qué preocuparme, en todo caso, de haber visto lo que hacía seguramente me habría dicho alguna de sus tonterías como "te van a salir pelos en la mano" o "¿necesitas ayuda con el trabajo manual?" , cosas de esas.

Después de que salí, él ocupó mi lugar en la ducha. No me hizo ningún comentario sobre si me había pillado masturbándome o algo por el estilo. Todo marchó bien ese tiempo. Cuando estuvimos listos, yo en camiseta y shorts de dormir y él, para variar, solo en shorts, nos sentamos a la mesa a cenar y a continuar la charla que teníamos pendiente.

-Y bien, cuéntame ahora sí como estuvo la patanería que anoche me hiciste –le pedí curioso por enterarme de los pormenores del asunto.

-Pues verás, te la digo solo si prometes que no te vas a enojar conmigo.

-¿Más de lo que mereces? No creo. Anda, ya suelta la sopa.

-No hasta que lo prometas.

-Está bien, te lo prometo hombre. Comienza.

-Ok. Pues todo lo anterior a la llegada de tu cuarto ya lo sabes. Venía con un calentón de aquellos!!! Abrí la manija de tu recamara y como no veía bien saqué mi celular de su funda y le puse la luz intermitente para iluminar el cuarto y ver si ya estabas dormido. Me iba a ir a dormir luego luego, te lo juro, pero como te vi en las condiciones que tú ya sabes, me quedé ahí y se me ocurrió hacerte una broma, pero la borrachera no me dejaba pensar bien, tú estabas boca abajo con las nalguitas bien paradas, y pues la neta creo que me calenté todavía más y pensé en darte un llegue por detrás para que te despertaras y fin de la broma. Eso hice, me acomodé en la cama sobre ti y te di el arrimón, pero creo que no te dije nada, solo me quedé ahí, con la verga bien tiesa entre tus nalgas, total que creo que tú ni por enterado, así que me la saqué del pantalón para ver si así te despertabas, te bajé los bóxers y te la restregué en la rajita, pero nada. Te la frote una y otra y otra y otra vez y tú seguías bien jetón. Pero en esas como que suspiraste y flexionaste una pierna hacia arriba, dejando tus nalgas entre abiertas y el ojete a mi entera disposición, y lo siento compadre, pero ya estando en esas no me aguanté las ganas y enfilé la cabecita de mi nabo en tu culito, y como andaba como burro en primavera creo que te la dejé ir por pedacitos, tratando de no hacer ruido para que no te despertaras. Cuando te la zambutí hasta el fondo diste un gemido como si te estuvieras ahogando, me salí de inmediato y me retiré de tu cama. Creí que te habías despertado pero no, solo te volteaste hasta quedar boca arriba y se te veía una sonrisa de satisfacción en la cara. Yo todavía seguía con aquello erecto, así que me dije " pues a falta de pan " y volví a encaramarme sobre ti, ahora te flexioné las piernas con cuidado y las coloqué en mis hombros, atraje tu culito hacia mi verga y te la volví a enchufar toda, se sentía bien suave allá adentro, tu culito me apretaba bien chingón la reata, empecé a bombearte con cuidado y tú solo te quejabas en tus sueños, pero nada que te despertabas. Así duré un buen rato perforando tu ojete hasta que sentí que ya pronto iba a echarte mis mocos. Como no te quise embarazar, jeje, me salí de ti y volví a colocarte el bóxer.

-¿Y lo de la mamada a que hora ocurrió?

-Ah, es que con mis acometidas habías entreabierto la boca para poder respirar, así que ya por último me decidí venirme en tu boca y te metí un cachito de mi nabo, como la abriste un poco más púes entonces metí otro cachote más, y cuando te iba a empezar a cojer por la boca creo que te empezaste a ahogar y ahí fue cuando por fin despertaste, y tan tan, fin de la historia –me dijo el desgraciado con una sonrisa tan diáfana como si me hubiera contado un chiste y no el suceso de mi añorada desvirgación.

-De manera que así fue todo… -le dije.

-Sí, ¿qué te pareció? Lindo ¿no?

-Sabes qué Lalo… -creo que esperaba un grito o una reacción de violencia de mi parte porque se puso a la defensiva-… ¡No te creo nada, pinche cabrón hijo de tu puta vida! ¡Eres un cuentero, me cae! –le dije riéndome de su sinvergüenzada.

-Hey, hey, ¿por qué no me crees? Si es la neta, lo juro.

-Jaja, si como no. Te creo lo último, pero eso de que me cojiste… ¡estás loco pinche Lalo! De haberlo hecho júralo que me hubiera dado cuenta, además tú no estarías con esa actitud tan campechana, pendejo. ¡Vete a la mierda cuentero!

-Jajajaja. Ok, ok, está bien que no me creas, pero verdad que te tuve bien embobado con mi historia, jeje.

-Pues como no si esperaba la verdad no este mitote que te inventaste, desgraciado. Te la paso en esta ocasión pero cuidadito con querer verme la cara otra vez, cabrón.

-Jaja. Anda, tómalo por el lado amable… Y mira, ya no te enojes, mejor lava los trastes que esta noche te tocan a ti –y todavía tenía la desfachatez de ponerme a lavar los trastes de la cena. ¡Pues quien se creía este wey!

Me gustaría que aquello que me quería hacer creer hubiera sido cierto, pero fue mejor que todo haya resultado una vil mentira, porque si en verdad me hubiera cogido no me hubiera perdonado haber seguido dormido teniendo a un machito semental como él follándome en la intimidad de mi alcoba. No me hubiera perdonado haberme perdido su impetuosa virilidad adentrándose en el último rincón de mi cuerpo. Me hubiera frustrado al despertar chorreando leche sin haberla saboreado en el momento en que brotaba de su fuente natural. Que bueno que todo fue un invento, pero que malo que aún seguíamos en las mismas. Solo bromas sin pasar a la acción real.

Lavaba los trastes y Lalo me platicaba de la chava que conoció en el antro. Se le oía muy entusiasmado en la descripción física que de ella hacía: que si era rubia natural, que si tenía grandes tetas, que si su cinturita estaba abrazable, que si sus grandes nalgas te podrían sacar litros y litros de leche cuando te la cogieras, etc., etc. Yo demostré interés porque qué otra cosa me quedaba, y le pregunté que entonces porqué a la hora de la hora se rajó en acompañarlo al departamento.

-Pues porque iba con sus amigas y no quiso separarse de ellas. Estábamos bailando en lo oscurito y en ocasiones metía su pierna entre las mías y me rozaba el paquete, en otras yo me colocaba detrás de ella y le daba un buen arrimón de bulto, ella reaccionaba echando su trasero hacia atrás para sentirla bien. Le propuse salir afuera a un lugar más cómodo, pero ella dijo que no y por más intentos que hice en apañármela ahí adentro en alguno de los baños o en el estacionamiento, ella nomás no quiso. Pero ni hablar, ella se perdió acostarse con este muñeco –se señaló- y probar mi "golden member". Jeje.

-Uy sí, sobre todo eso –me burlé de su vanidad.

-En serio, un chico como yo no se encuentra a la vuelta de la esquina, por eso muchas andan tras mis huesitos –dijo bromeando.

-Ya, ya, bájale a tu choro. Tampoco te creas tanto.

-Pues es la verdad. Feo y mal formado no estoy ¿verdad? A ver, si tú fueras mujer y un tipo como yo te invitará a salir ¿me dirías que no? O si fueras la chica de la disco y supieras que te quiero coger, ¿te negarías a hacerlo conmigo?

Mi respuesta era más que obvia, ni aunque fuera mujer me negaría a follar con un machito como él.

-Si fuera mujer... –reflexioné mi respuesta-.. quien sabe, tomaría mucho en cuenta la forma en que me estuvieses seduciendo. Si me dijeras simplemente: "oye, vamos a coger", creo que te daría una bofetada por tu atrevimiento –sí, como no-. Pero si en cambio me empezarás a hablar bonito al oído, a acariciarme para darme calorcito con tu cuerpo, si fueras sutil en la forma de demostrarme que te gusto y que quieres todo conmigo, la cosa cambiaría ¿no crees? O que te parecería a ti que yo te dijera: "Sabes qué, Leonardo, me gustas mucho, me calienta tu cuerpo, tus caricias, tus besos, deseo que me folles sin parar, quiero mamarte esa vergota y sentir tus chorros de leche escurriendo en mi cara…" ¿A poco no te sacaría de onda una proposición como esa? ¿La aceptarías así de buenas a primeras? –sin quererlo ya me había confesado con mi amor platónico.

-Hijole, pues… la verdad es que sí. Creo que terminaría aceptando la propuesta. Claro que en el supuesto de que fueras mujer, verdad. Jaja.

-Sí, obvio.

-Creo que me calentaría muy rápido que alguien me dijera eso –pues te lo acabo de decir, le grité en mi interior

-Bueno, pero es que somos hombres y los hombres nos calentamos por cualquier cosa, rápidamente estamos con el nabo listo para dar batalla, pero las mujeres son diferentes, les gusta más el "azúcar" en una relación, los detalles, las palabras dulces, las situaciones románticas, los besos con la persona que amas

-Ok, pero también hay besos sin amor, besos que les das a las chicas que conoces y te quieres agenciar. A poco a ti no te han dado ganas de besar a alguien que solo conoces de vista.

-Depende de quien sea esa persona.

-Sí, pero a ver, volviendo al ejemplo de que tú fueras mujer, ¿no se te antojaría darme un buen beso si te sacara a bailar en algún antro?

-…Pues, quizá…. ¿Y a ti se te antojaría darme uno?

-Jeje. A lo mejor, si yo fuera mujer.

-Y si no lo fueras y te nacieran unas ganas tremendas de darle un beso a otro wey, pero un beso bien acá, machín, de los besos de verdad…¿Lo harías? –él calló, no era una pregunta que esperara. Reflexionó un poco su respuesta porque al parecer le había sembrado la duda.

-¿Tú?

-Yo tal vez. Dices que hay besos sin amor, así que no le veo mayor problema.

-Pero es que besar a otro cabrón sí estaría de asco.

-¿Asco por qué? Ni que besaras a un perro. Un beso no entre "loquitas", sino entre machines, entre cabrones bien hombres, sin que nada pase y nada cambie. Solo un beso para apagar el deseo o por la curiosidad de hacerlo.

-Pues la verdad no creo, pero en el remoto caso de que me atreviera, tendría que ser con la persona adecuada, alguien que también fuera hombre y no maricón, y por supuesto, que sea limpio e inspire confianza. Pero eso no va a pasar, así que no hay de qué preocuparse.

-Aja. No hay de que preocuparse –respondí con melancolía, fortaleciendo mi resignación a que nunca pasaría entre nosotros lo que yo tanto soñaba con él-. Oye, mejor dime que quería Mario –cambié de tema- ¿le grabaste el CD?

-He, sí. Era de música de películas. Me gustó mucho una canción y le pedí que me la pasara. Charlamos un rato y luego salimos al parque a caminar un rato y ver viejas buenas.

-Ah pues que bien.

-¿Quieres escuchar la canción? Es una balada y está muy cool. Se llama " If You Rescue Me ". Hasta se antoja bailarla con la novia después de una cena romántica a la luz de las velas, ella con un vestido de noche, sexi, y uno con un traje elegante, de saco y corbata

Acepté. Terminaba de secar los cubiertos cuando Lalo encendió el reproductor de discos y programó la melodía. Se acercó por mi espalda y noté su presencia, pero no le di muestras de inmutarme.

-Escúchala –me dijo al oído con un tono apenas susurrante. No se apartó, siguió ahí y con las yemas de sus dedos recorrió mi espalda de abajo hacia arriba para provocarme un ligero cosquilleo en la columna.

-Estate en paz –le pedí sin dejar de frotar el plato que secaba con una franela. No me hizo caso y llevó una de sus manos al frente, subió un poco mi camiseta y metió su mano para palpar mi abdomen, dándome una breve caricia en esa zona. Mis sentidos se agudizaron, y caliente como soy, me excité de inmediato, aunque sabía que él solo estaba jugando conmigo, era eso, solo la broma que acostumbrábamos a hacernos cuando uno estaba ocupado y distraído en otra cosa. Él sabía que yo no podía voltearme y darle un golpe porque estaba atareado secando la loza de la cena, por lo tanto estaba disponible a sus bromitas.

-No respondo, Leonardo. Estate quieto –le advertí con tono amenazador.

-Si no te estoy haciendo nada –río al percibir que me había molestado-. ¿Qué pasa? ¿Tienes miedo a que haga algo como lo que te conté –amenazó al tiempo que me sobaba con la mano que tenía libre el lateral de mi muslo.

-Por supuesto que no, tú no tendrías los "guevos" para hacerlo. Pero "por si las moscas" de hoy en adelante le pondré el seguro a la puerta de mi cuarto.

-De qué te serviría, cuando te quiera coger no habrán puertas ni candados que me lo impidan –y diciendo esto, con pericia me bajó juntos el elástico de mi short y de mi bóxer a media nalga y repegó todo su abultado paquete viril en medio de ellas, dándome un apretón digno de los mejores fajes.

El plato que sostenía entre las manos cayó al piso resquebrajándose en dos mitades. Él se soltó a reír cuando me acomodé mi ropa y cuando voltee para enfrentarlo él ya se había apartado a una distancia prudente por cualquier cosa que pudiera hacer. Fue en el siguiente segundo que me abalancé sobre él para darle un golpazo con el que demostraría mi molestia y no el gusto que me dio al asentir su virilidad tratando de encajarse en mi culo. Él corrió hacia la estancia y lo alcancé en uno de los sillones, lo tiré y me le fui encima tratando de golpearlo en la cara o el estomago, pero Lalo oponía resistencia e intentaba inmovilizarme. "Suéltame, hijo de la chingada" , le ordenaba tratando de parecer encabronado, pero él ni caso que me hacía, continuaba jactándose de su atrevimiento. Me di cuenta que en este momento, más que en otros donde ambos forcejeábamos sobre el sofá, los roces de nuestros cuerpos estuvieron más fogosos que de costumbre. Los dos estábamos en shorts, pero solo yo en camiseta, de ahí que nuestras pieles desnudas y calientes tuvieran un contacto mayor, de ahí que mis manos sobaran y mayugaran sus pechos, sus brazos musculaditos, su abdomen fuerte y abrazable, sus piernas de futbolista, sus nalgas paraditas y apetitosas, en general todo su cuerpecito que se resistía a ser poseído por mis manos lujuriosas.

Pero aquello no acabó en lo que yo quería… Hubo un instante en que su logré meter mi mano por una de las entradas para las piernas de su short hasta llegar a sus huevos boluditos y cargados de vida, se los apreté con fuerza pero cuidando de no herirlo demasiado.

-¡Para cabrón, para que me los vas a estrellar!

-Pues suéltame, pendejo y te los suelto –fue mi respuesta.

-¡Está bien!, ¡está bien pero ya déjamelos! –pidió retorciéndose por el dolor.

-¡Pues entonces ya suéltame!

Venció su resistencia y dejó de sujetar mis brazos. Abrí mi mano y dejé libres a sus dos amiguitos. A pesar de mis ganas de continuar encima de él, y de aprovechar el momento para darle mi tan anhelado beso en los labios, no pude hacerlo y él, aunque se quedó mirándome para ver qué podía sucederle ahora que tenía las manos libres, la música nos cortó el rollo y separó nuestros cuerpos, cambió a la siguiente melodía que era "How Can You Mend A Broken Heart?" y al no poder contener más mis ganas por aquel chico que me volvía loco, le di la espalda y me paré del sofá con rumbo a la cocina a recoger el plato que rompí, no dije nada porque no me salió palabra alguna con qué poder expresarle mi amor, mi pasión por él, esa calentura a la que me incitaba y que me excitaba con sus actitudes de machito heterosexual alivianado.

-Ay, mis pobres huevitos, casi me los rompes, cabrón –dijo al tiempo que se sobaba la entrepierna todavía quejándose por el dolor-. Para la otra dale mejor un buen agarrón a mi verga que esa sí es muy resistente. Aunque dudo que mis 20 centímetros te quepan en una sola mano.

-Ya encontraré mejores lugares donde sí puedan caber –respondí en silencio, al interior de mi enamorado corazón.

No pasaron muchos segundos cuando se repuso y se levantó dirigiéndose hacia mí.

-Ven, esta canción también se antoja bailarla.

-¿Perdón?

-Que vengas –me dijo al tiempo que extendía su mano para ofrecérmela-. Tengo ganas de bailar, y después de lo que me hiciste bien harías aceptando bailar conmigo para compensar tu tontería.

-¡¿Después de lo que yo te hice?! Óyeme Lalo, si tú fuiste el que me bajó mi short y repegó su camote entre mis nalgas.

-Ok., está bien. Entonces ambos nos debemos una disculpa. Así que bailemos esta pieza. No hay chicas aquí y este tema me pone romántico.

-¡Estás loco! Yo no seré la chica y además no me gusta bailar.

-No mames, si vas a los antros conmigo a cada rato. Anda, bailemos solo esta pieza, por favor.

-No, que no me dan ganas ahorita.

-¡¿Cómo no?! ¿Vas a despreciar a un papito como yo? ¡Anda, ven! –me jaló de las manos y me llevó hacia él, al quedar frente a su cuerpo ya no pude poner resistencia-. Ahora abrázame como si fueras mi pareja –me indicó. "Y eso quisiera", contestaron mis pensamientos-. Yo seré el guía y tú solamente déjate llevar

Colocó su mano derecha en mi cintura y la mía la colocó sobre su hombro. No había duda, yo haría el papel femenino en esta pieza. Tomó mi mano que estaba libre y la entrelazó con la suya, levantándola por nuestro costado. Un nerviosismo recorrió mi cuerpo, nunca como antes lo había sentido tan cercano a mí. Ahora no era una broma, tal vez continuábamos jugando, pero lo estábamos haciendo con honestidad, por el placer de hacerlo y sentirnos bien y no por molestar al otro. Con un compás lento empezamos a bailar en el centro de la sala, si al principio tanto yo como él mostrábamos cierta distancia en nuestros cuerpos, el ambiente y nuestro sentimiento amistoso logró que nuestras manos juntas tomarán más firmeza, que su mano en mi cintura me apretará hacia él un poco más, que su pecho desnudo se juntara con el mío, que nuestro aliento empezara a ser compartido, que el momento al menos para mí fuera sublime.

-"Si darte un beso pudiera…, mi sed de ti calmaría. Si a ese beso gentil respondieras, mi sueño por fin cumplirías." -expresé frente a su rostro, no dejando de mirar esos ojos expresivos de extrañeza- Así es como empieza el poema que escribí. Es corto, no tiene muchos cuartetos pero al menos servirá para cumplir con la tarea –le dije-. Y continua con algo así "Tocarte el corazón quisiera, para atraer hacia mí tu mirada, endulzar con tus labios mi alma, descansando mi cuerpo en tu cama…" ¿Qué te parece?

-Es lindo, tienes mucha inspiración. Cualquier persona a la que le digas eso te respondería con un beso –me contestó con sinceridad evidente.

-¿Y por qué tú no? -me atreví a preguntarle.

-Pues… porque cualquiera que te respondiera con un beso se enamoraría de ti. Y yo no quiero enamorarme… de ti.

-Jeje –intenté sonreír al punto de la lágrima-. Haces bien. Yo tampoco quisiera enamorarme de ti, Lalo -aunque lo estoy, le dije en mi mente-. Estamos mejor así, como dos buenos amigos que comparten un depa y no más.

-Claro –sonrió también-. Así es como debe ser.

-Pues sí… Sinceramente dudo mucho que por besarme alguien se enamorara de mí. Si no mal recuerdo tú dijiste que hay besos sin amor, besos sin compromiso, así que veo difícil que por un simple beso alguien pueda enamorarse. Es más probable que alguien se enamore de alguien y le den ganas de besarlo o besarla, y no al revés. Pero como sea, hay besos de muchos tipos. -La melodía estaba por terminar, aquella velada también, cerré los ojos para guardar en mi corazón este momento que no olvidaría jamás, pero Leonardo se atrevió a terminar la historia a su manera, con la cercanía de su rostro al mío, soltándome la mano y tomándome con delicadeza de la barbilla, posando por ves primera y maravillosa sus dulces labios sobre los míos, pero no fue un beso sencillo como creí en aquel sorpresivo segundo de mi vida, sino que abrió mi boca y la suya se amoldó a la mía, mi saliva se mezclo con la suya y su lengua acarició a la mía. El beso no fue corto pero tampoco muy largo, fue perfecto, inolvidable, tierno y pasional si esa combinación puede existir, fue un beso único, fue un beso de él, el hombre al que amo.

-Ese… ese fue un beso de afecto… Tú fuiste la persona adecuada porque somos amigos y no pasa nada –respondió tirándome mis palabras a la cara.

Y nuestro baile terminó no como terminan los cuentos de hadas, porque no vivimos felices para siempre, pero al menos sí durante el tiempo que seguimos compartiendo piso, como compañeros de departamento, como compañeros de escuela, como amigos con derecho a todo, menos a decirse las dos palabras clave que enlazan a dos corazones: "te amo".

Saludos a todos y perdonen la longitud.

Please, escriban sus críticas, todas serán muy bien recibidas.