¡Si, átame átame si te atreves!
Mi vecina atada queda sometida a mi voluntad
Esta tarde mi vecina Teresa está sola en casa y no sabe que yo me la he tomado libre del trabajo para poder estar con ella. La llamo por teléfono y la invito a venir a mi casa pasando por el jardín trasero para que nadie la pueda ver en su aventura.
El ofrecimiento le ha sorprendido mucho pues no se lo esperaba. Enseguida la sorpresa se convierte en expectación, sabe que teniendo toda la tarde libre para nosotros, a solas y con las comodidades de mi casa las posibilidades son muy interesantes. Promete venir en cuando termine de darse un baño.
Mi casa esta en penumbras, todo cerrado. La oigo venir a través de la cocina, el salón…
— Estoy en el garaje— le digo cuando la siento que se acerca.
La veo llegar con el pelo todavía húmedo, radiante y alegre. Sin prestar atención a lo que estaba tratando de reparar, Teresa se cuelga de mi cuello y me llena de besos.
Primero me da uno de piquito, luego me lame el labio superior y lo chupa. Hace lo mismo con el labio inferior hasta que por fin me mete la lengua lentamente, hasta que repentinamente la mete toda rozándome en el paladar, consigue producirme un fuerte escalofrío.
Hace que yo saque la lengua para que ella pueda lamérmela y chupetearla haciendo que nuestras salivas se mezclen y proporcionándome una dulce sensación de bienestar.
Luego parece dejarme acabar con la tarea que tenia entre manos, pero sigue abrazada a mi por la espalda, mordisqueándome en el cuello y tratando de distraerme con sus juegos, ha venido muy traviesa.
— Si no te estas quieta tendré que atarte— le digo un poco disgustado pues querría terminar lo que estaba haciendo antes de dedicarle el resto de la tarde.
— Si, átame…átame si te atreves— me propone tentando su suerte.
Así se inicia un nuevo juego entre nosotros que pronto descubriremos que es muy excitante. Me desplazo hasta un armario cercano teniendo que arrastrar literalmente de Teresa que se ha pegado a mi como una lapa, saco una larga cuerda y empiezo a desliar el manojo.
A mi espalda oigo como Teresa me pregunta con un poco de sorna si realmente tendré valor de atarla. Esto me encabrita un poco, sin pensarlo mucho me deshago de su abrazo, le junto las manos por las muñecas y las ato firmemente ante su mirada atónita.
Paso la cuerda por encima de una viga del techo y tiro de ella obligándola a estirar los brazos por encima de la cabeza. Mientras ella empieza a quejarse, termino de atar el otro extremo de la cuerda para mantenerla en esa posición. Pronto empieza a lamentar su provocación y me suplica que la desate.
Empiezo a andar en circulo alrededor de ella, la contemplo y disfruto de la visión. Su cuerpo lozano, indefenso, trémulo por el temor que le inspira la situación, con sus curvas marcadas con rotundidad, desafiando las circunstancias le dan la fuerza suficiente para soportar la presión.
Me sigue en mi deambular a su alrededor y no me pierde la cara ni un momento, girando sobre si misma y manteniendo una postura defensiva. En un descuido y con un rápido movimiento me coloco a su espalda, me abrazo a ella y le obsequio con caricias semejantes a las que ella me hacía momentos atras.
— ¿qué le pasa a mi gatita?¿acaso tienes miedo? — pregunto mientras siento como empieza a temblar como una hoja
Trata de revolverse, yo la sujeto con fuerza para mantener el control. Sabe que está indefensa y que deberá dejarse acariciar a mi antojo. Siento su piel fresca y su pelo todavía húmedo tras el baño.
— Me gusta el olor a jabón, … lamer tu cuello— le digo mientras lo recorro con la boca.
— Tu lo has querido, ahora prepárate para recibir mis cosquillitas… uhmmmm—
Desde atrás mis manos le toman ambos senos por encima de la ropa. Su pecho sube y baja fruto de una respiración acelerada. Le marco los dientes sobre el cuello y saco la lengua para lamer su piel. Las manos logran deshacer los botones de la blusa y se cuelan por encima del sostén.
Teresa zarandea la cuerda y trata de golpearme con el pie para defenderse de este ataque hacia su intimidad que en ese momento no consiente.
Le termino de desabrochar la blusa, se la saco de debajo de la falda y pongo la mano sobre la piel de su cintura. Desabrocho el cierre del sostén y con ambas manos voy en busca de sus tetas, desde el vientre subo las manos, descubro sus costillas, como su pecho se infla alterado, y por fin cojo en mi palma sus senos desplazando hacia arriba el sujetador.
El pezón esta erizado y duro fruto de la excitación. Lo pellizco y arranco un profundo suspiro de mi querida vecina. Paso la mano por encima de su piel aterciopelada describiendo círculos, mientras ella sigue vibrando entre mis brazos con respiración entrecortada.
— Querida mía, tienes unos pechos de ensueño. Me encanta tenerse a mi disposición y poder sobarlos así— le digo mientras ella forcejea al tiempo que disfruta de mi osadía.
Pongo la mano bajo la falda y le toco la nalga. La llevo hasta la cadera y siguiendo la tela de la braguita me dirijo hacia el centro y abajo. Descubro el abultamiento de su pubis que reconozco poblado de abundante vello, presiono muy suavemente. Teresa saca el culo hacia atrás para tratar de evitarme.
— Ahora voy por tu coñito— le digo al oído.
Me gusta sentir como se excita y se dilata llenándose de sangre. Voy ha hacerle palpitar y no se va a poder resistir…está en mis manos. Las yemas de mis dedos suben hasta encontrar el borde de las bragas y se cuelan dentro.
Enseguida encuentro su vello. Se enreda entre los dedos. A medida que bajo la mano presiono ligeramente sobre el monte de Venus, ella se estremece. Remuevo en círculo, presionando muy suave sobre la zona. Alargo un poco la mano hasta rozar el inicio de sus labios. Teresa se retrae y me impide el paso apretando las piernas.
Saco la mano y la llevo hasta su trasero. Después de darle unos apretones, pongo la mano sobre entre los cachetes por donde se desprende una tibieza muy estimulante. Cuelo un dedo por debajo y lo desplazo por encima de la rajita.
Antes de que puedas reaccionar, hago bajar las bragas hasta las rodillas. Inocentemente tratas de sujetarlas separando las piernas, aunque finalmente caen hasta los tobillos.
Cojo su falda y pongo el borde inferior metido en la cintura, por delante y por detrás. Así quedan tu pubis y tu trasero a la vista.
— Querida mía, sé que te sientes incomoda y violentada pero a mí me gusta verte así semidesnuda y prisionera de mis fantasías—
— Prometo hacerte disfrutar como nunca. Prepárate a sentir mis caricias que ya no olvidaras—
Te abrazo desde atrás cruzando mis brazos sobre tu cintura, te aprieto contra mi cuerpo, te doy un beso en la nuca al tiempo que mis manos se deslizan lentamente hasta ambas caderas. Bajan siguiendo el muslo y se vuelven a juntar en la entrepierna.
Primero una mano y después la otra, voy poniendo la palma sobre tu sexo, dejando que la punta de los dedos repose sobre los labios. Suavemente la subo hasta llegar hasta la mitad de la zona con vello. Antes de que una mano pierda el contacto, la otra ya inicia el mismo recorrido ascendente.
Así le acaricio una y otra vez sintiendo como los labios van ganando grosor, se van reblandeciendo y calentando por el flujo de sangre.
El dedo medio cada vez se hunde más entre tus labios y poco a poco se va mojando con tus flujos. Después de unos minutos de masaje detengo la mano justo en la posición que me permite poner el dedo encima del botoncito, al final de la raja, lo froto por un lado y por el otro. Por la parte superior tropezando con la caperuza que lo protege y la ambos lados de nuevo.
Unos golpecitos rápidos y muy controlados rompen con la repetición de movimientos. Se le escapan unos sonoros suspiros. Yo, luego continuo frotando alrededor de la perlita describiendo círculos o arriba y abajo.
Culea acompasadamente conmigo y sus piernas ya se han se han separado para facilitar mis caricias.
— Querida Teresa, me encanta jugar con tu chochito, sentir como se humedece y oírte jadear esperando mis caricias— te digo al oído al que luego mordisqueo.
Una violenta sacudida recorre todo tu cuerpo, su respiración es entrecortada y sus nalgas tiemblan, el pecho sube y baja alterado. Un bonito orgasmo le compensa de los temores pasados.
Entre los dedos índice y pulgar tomo aprisionado tu clítoris envuelto en su capullito. Repetidamente dejo que se me escape para luego volverlo a tomar, está muy mojadito y es muy escurridizo… lo tomo como mucho mimo.
Tengo los dedos completamente mojados por su lechecita, la reparto por las ingles y por el pubis y así mis manos resbalan más suavemente. También le mojo las nalgas y el ano. Uhmmm que culito tan lindo!
— No me dejes así…querido mío hazme el amor— me pide angustiada al ver que no continuo con mis caricias.
Le hago dar media vuelta y llevo mis boca a los pezones que están bien duros, después de darle unas chupaditas muy ricas, voy a por su boca. Paso la lengua muy levemente sobre el labio superior, cerca de la nariz y en la comisura. Le tomo el mentón entre mis dientes y luego voy en busca de tu lengua para chuparla y sorberla.
En medio del apasionado beso, llevo mi mano hasta tu chochito. Con cuidado meto la yema de dos dedos. Después del primer estremecimiento, los termino de meter manteniendo la palma de la mano hacia arriba.
Doblo los dedos como quien hace el gesto para indicar a alguien que se acerque y luego los extiendo dentro de ti. Siento como fluye tu néctar hacia fuera hasta mojarme la mano. Me vuelve loco tenerte así. Inicio un lento mete y saca, intercalado con el movimiento de mis dedos dentro de la vagina.
Con estos bien doblados hacia arriba busco la prolongación del clítoris en la parte interior. Encuentro una pequeña zona más dura y rugosa. La froto con intensidad y ritmo, dejando resbalar mis dedos encina, aprentando y rozando…Elvira no puede ofrecer ninguna resistencia, mis dedos han tomado posesión de su vagina y estoy dispuesto a arrancarle todos los gemidos que guarda en su pecho.
— ¡Cabrón…me vas a romper el coño!…sigue…sigue… — me suplica en medio de su contradicción.
La tengo cogida por una nalga y con la otra mano le froto el coño haciéndole sacar todos sus fluidos. Los recojo con la mano y se los devuelvo restregándolos por nalgas, muslos y bajo vientre. Le mojo el ano y lo preparo para meter la punta del dedo índice, delante en su vagina mi otra mano sigue dándole las caricias mas intentas, sobre los labios y dentro de la vagina.
Todo ello desencadena un nuevo orgasmo, el segundo de hoy.
Dejo los dedos metidos, inmóviles…percibo con claridad tus contracciones y sacudidas…me inunda con sus flujos que resbalan por mi mano y mojan sus piernas. La miro a la cara y veo sus ojos entornados, idos…la boca entreabierta, resoplando cansina…pero con una cara de satisfacción que produce envidia.
La veo debatir entre las ganas de dejarse arrastrar por el sopor del orgasmo y las ganas de mantenerse entera ante mí. Sus músculos se han ablandado y las piernas no quieren seguir aguantando el cuerpo.
Desato el extremo de la cuerda y antes de que pueda bajar los brazos me acerco a ella, le abrazo fuerte y le presto mi apoyo. ¡Querida mía, verte en esta situación... tan desvalida... tan satisfecha me llena de felicidad!
Siento su cuerpo exhausto temblar y vibrar. Durante unos minutos le doy acomodo junto a mí, le abrazo fuerte balanceándote suave, la arrullo en el oído y le doy besos muy livianos en la mejilla, alrededor de la boca.
— ¡Te amo...! ¿te ha gustado? ven... ven aquí conmigo, quiero sentí tu pálpito, oler el perfume de tu concha, y oír el jadeo de tu pecho.
Cuando recobra el aliento me premia con un beso profundo y apasionado. ¿Sientes ganas de corresponder a mis caricias? ¿por eso pones la mano sobre mi miembro por encima del pantalón?. Estoy completamente excitado, y deseo que lo saques fuera, lo menees, lo maltrates y lo mimes hasta hacerlo explotar.
Lae espero con impaciencia y contraigo el vientre convulsivamente tratando de estimular sus movimientos. Por fin, mi pantalón cae hasta los tobillos y mete la mano debajo del boxer.
Empiezo a respirar entrecortadamente. Sonríe contenta porque crees que pronto vas a poder pagar tu deuda de amor, y que caeré desarmado ante sus caricias.
Cualquier otro día habría cedido gustoso a tus encantos y me habría dejado llevar como tantas veces hasta el paraíso que me reserva cuando buscas mi goce. Hoy es mía... solo mía y quiero compensarla por mis ausencias.
Antes de que pueda seducirme con sus caricias y besos, de nuevo me apodero de su voluntad dándole mas besos jugando, con su cuerpo ya excitado. Resulta sencillo volver a llevarla a la antesala del máximo placer cuando ha depositado en mi su confianza y me ha revelado sus puntos mas sensibles. Ahora solo necesito activarlos... devolverles el protagonismo.
Mientras la tengo entre mis brazos siento como su cuerpo se va tensando nuevamente, como las sensaciones se acumulan, como se va cargando un nuevo orgasmo que deseo explote a mi señal.
Suu respiración se acelera, se entrecorta y vuelve a ser mía. ¡Así es como me gusta tenerte! amante de mis caricias. Mis manos recorren su cuerpo semi desnudo, cada rincón merece una atención especial, busco sus pechos, para sentir sus duros pezones y la suave piel que los rodea.
Luego las nalgas, ahora tensas pero que también conozco suaves y juguetonas. Estoy a punto de correrme. Te doy la vuelta para que apoyes las manos sobre algo sólido.
¡Así... muy bien!, dándome el culito. paso la mano por las nalgas y luego la dirijo hacia la conchita. Todos los pelitos estan mojados, y su néctar se destila incesante resbalando por los muslos abajo.
Llevo mi pene hasta allá. Lo pongo entre los cachetes y froto arriba y abajo haciendo que estos se separen a mi paso. Luego sobre la rajita…haciendo que los labios mayores se abran a mi paso.
Me doy varios meneos haciendo que a cada envite mi capullo impacte suavemente con su conchita.
¡Uy que gusto!... me vengo....no lo puedo contener.
Me aprieto los huevos una y otra vez… hasta hacerme daño...me doy palmaditas enérgicas en el costado del pene para tratar de detener lo inevitable. No puedo atrasarlo más...me viene y...me deshago de placer.
Mi semen queda repartido sobre tus nalgas. Me hubiese gustado poder llevarte hasta tu siguiente orgasmo pero la excitación acumulada no me lo ha permitido.
Déjame descasar unos minutos reposando sobre tu espalda. Quizás podamos continuar más tarde. Si no es así... prométeme que nos volveremos a encontrar. La próxima vez puede que seas tu quien lleve la iniciativa... ¿te apetece?
Deverano.