Show privado

Mi chico me convence para hacer un show cerdo delante de la webcam.

La parte de la búsqueda de una tercera polla se presentó muy divertida desde el primer momento. Las conversaciones con otros nos calentaban muchísimo, y normalmente teníamos que parar de hablar por Grindr para echar un polvazo. Desde el mítico día en el que tragué más meos de los que habría podido soñar, mi chico además parecía otro. Me proponía cosas nuevas casi cada semana, se lanzaba a comerme el culo en cualquier lugar de la casa, guarreábamos más que nunca en la cama, y se ponía tantas veces con el culo en pompa que tuve que pedirle más de una vez que me clavase la polla él a mí. Mis días trascurrían en una erección constante, y es que cuando no estaba con él, pensaba en él. Ojo, que no se limitaba todo al sexo. Escapadas románticas, salidas al cine y cenas con amigos ocupaban gran parte de nuestro tiempo. Echando la vista atrás, puedo jurar que han sido los días más felices de mi vida.

Un día, mientras hablaba con un chaval prometedor, llegó mi chico del trabajo. Cansado y ojeroso, pero con ganas de guerra. Como siempre últimamente, vamos. Atrás quedaron los días en los que mi empresa familiar nos empleaba a los dos, y ahora lo veía menos, pero eso solo servía para que estuviese más cachondo cuando al fin nos encontrábamos.

-          Hola, guapo. ¿Qué haces? – se inclinó sobre el sofá y me dio un beso a la vez que me apretaba la polla por encima de los pantalones cortos de deporte que llevaba puestos.

-          Estoy hablando con este chico – le enseñé la foto de perfil: 20 años, pelo negro ondulado, piel muy morena, sin apenas vello, con un cuerpo delgado y definido -. Es de Valencia, pero vive en Roma. Y como vamos en un mes…

Vi en su cara que le gustaba. Bueno, en su cara y en su respiración, que se agitó por un instante. No veía su polla, pero seguro que también le gustaba.

-          Pues el chaval está bien. ¿Y qué le mola?

-          No he llegado tan lejos, ahora se lo pregunto – reí -. Pues mira, dice que le va un poco de todo, que le mola el sexo un poco guarrete (mira, como a mí jaja) y… versátil.

-          ¿Le has enviado foto?

-          Sí, pero dice que si nos vemos por cam.

-          Mmmmmm ¿quieres actuar para él? – preguntó con la mirada lasciva que ya temo tanto como amo – le podemos enseñar lo guarros que podemos ser…

-          Tú mucho, empiezas a darme miedo – reí.

Quedamos para vernos esa misma tarde, y me fui a trabajar. Cuando volví, reventado, me eché a dormir en el sofá. Dos horas y media después, me despertaron acariciándome la nuca.

-          Tu amigo ya está conectado. ¿Te apetece?

La verdad es que me apetecía poco, pero viendo la erección que ya marcaba Diego, me animé. Lo seguí al dormitorio, donde ya estaba el ordenador conectado, con la webcam en marcha, y la cama preparada con la sábana impermeable. Joder, hoy tocaba lluvia. No pude evitarlo. Me empalmé en un instante.

-Hola Fran. Aquí traigo a la estrella.

-Pues vaya estrella tienes en casa, parece un modelo. Me sonrojé y le sonreí tímidamente a la cam. Él llevaba unos calzoncillos tipo bóxer de color naranja chillón, y se adivinaba  una tranca empalmada de tamaño considerable. Diego llevaba unos pantalones exactos a los míos, grises de deporte, él sin ropa interior, yo con bóxer de algodón blancos de Armani, y una camiseta que me duró exactamente 10 segundos puesta delante de la cámara. Parece que alguien estaba muy excitado. Más de un alguien, pues, mientras Diego me morreaba y me sobaba el paquete, veía a Fran por el rabillo del ojo sacarse la polla y empezar a pajearse.

-Estoy muy bestia hoy… ¿quieres caña? ¿Caña fuerte, hacer el guarro? Me preguntó entre jadeos.

  • Sí… quiero que este chaval alucine… - esto se lo dije al oído, que a mí la exhibición no me acaba de dejar cómodo. Será la educación católica de mi infancia o yo qué sé, pero soy mucho más tímido de lo que sugieren mis gustos sexuales.

-Bien, arrodíllate en la cama. Bueno, Fran, ¿qué le hago?

-Lo que sepas que más cachondo lo pone primero – sonrió – Comértela o lo que sea.

-Bueno, lo que más le gusta es otra cosa – me guiñó un ojo - ¿verdad?

No esperó ni respuesta. Me agarró por el cuello y me acercó la cara a un palmo de su rabo.

-Esto es lo que más le pone – y, mientras me agarraba del cuello para acercarme a su paquete, empezo ó a mearse con los pantalones puestos. Yo lamí con desesperación la tela empapada, pero pronto se bajó el elástico y me apuntó directamente a la boca. -Traga – ordenó. Yo tragué y él continuó unos buenos 30 segundos, parando cada poco para que no perdiese demasiado meo.

-¡JODER! – exclamó Fran, alucinado. – ¡¡¡Esperaba veros follar pero no esto!!!

-¿Demasiado?

-¿Demasiado? – repitió. Parecía estar en trance. – ¡Demasiado cachondo me habéis puesto! ¡Dios, si me encantan las meadas y nunca he tenido ocasión de probarlas!

-Ya las probarás – rió Diego – Ahora voy a darle a este culo lo suyo. Se desnudó del todo, mostrando a Fran los abdominales , toda una tableta de chocolate, trabajada a base del ejercicio habitual combinado con las largas sesiones de sexo.

Me puse a cuatro patas, sin necesidad de que me dijese nada, y me metí dos dedos ensalivados en el culo, lubricándolo bien. Diego me agarró de las piernas para orientarme bien hacia la cámara y me la metió de una sola vez. No sentí dolor, solo un placer tan intenso que me derrumbé sobre mi pecho, gozando con las tremendas embestidas.

-¡Aaaaaah!

Miré hacia la pantalla a tiempo para ver cómo Fran soltaba sobre su pecho una lechada impresionante. Diego paró de follarme

-No pares, sigue, que yo me corro dos veces sin problema.

En efecto, vi que la polla no perdía la erección, y Fran empezaba una nueva paja. Era de los míos,  y eso me puso todavía más cachondo. Diego volvió a bombearme con fuerza. Notaba cómo su pubis chocaba contra mi culo. Cuando cambió el ritmo y comenzó a sacarla totalmente y a clavármela entera a cada golpe, no pude aguantar mucho.

-¡Me corro, joder!

Noté entonces que Diego acercaba algo a la punta de mi rabo. Agaché la mirada y vi una copa de Martini. Creo que, al entender lo que me esperaba, me corrí todavía más de lo que había pensado, que ya era mucho. Cinco o seis trallazos de leche espesa que dejaron la copa llena hasta casi la mitad. Segundos después, Diego se eyaculaba dentro de mi culo entre gemidos. Sacó la polla respirando entrecortadamente, y se dirigió a la cámara.

-¿Ves bien? – le enseñó a Fran el vaso. Él asintió, mudo y expectante, totalmente excitado. Mi chico me hizo entonces tumbarme sobre la cama con las piernas en alto. Acercó la copa a mi ano y susurró, sonriendo: - Haz fuerza, cariño. Vamos a darle un final de peli porno total.

Yo me entregué al cerdeo por completo. Me aferré con desesperación a la mano amorosa que me ofrecía mi chico y apreté; toda la corrida de Diego cayó en la copa, casi desbordándola, manchando los bordes y la mano con la que la sujetaba.

-Bien, Fran, espero que la próxima la compartáis, que es mucho semen para él solo.

Y derramó la unión de nuestros frutos sobre mi boca abierta, anhelante, mientras yo, con la mano libre, sincronizaba una segunda corrida con la de Fran. Diego volvió a ponerse cachondo cuando nos vio a los dos y, aunque no pudo repetir la gesta, me dio un increíble beso blanco, añadiendo mi segunda corrida a la que me desbordaba los labios. En la pantalla, Fran se lamía los dedos cubiertos de su semen. Paramos los tres casi a la vez. Al ver esa cara de niño bueno chupando como todo un cerdo profesional, mis últimas dudas se despejaron.

-Bueno, Fran – dije – vete pasándome el teléfono, que lo vamos a pasar muy bien en Roma.

Mientras me dedicaba una sonrisa preciosa, no podía quitar la vista de la gota de lefa que le pendía del labio.