Shots de cuarentena: Supermercado
Mini historia de un sólo capítulo. Un día en cuarentena
Relatos de cuarentena
Capítulo 1
Lena descansaba sobre mis piernas, llevábamos tres días viendo una serie de doscientos capítulos, ya íbamos a la mitad. Casi no habíamos dormido, el panorama era poco alentador, la despidieron del trabajo por no poder continuar gracias a la contingencia sanitaria, a mi me descansaron con medio sueldo, la crisis apenas iba a comenzar en México, llevábamos una semana así.
—Amor no puedes seguir así— acaricié su cabeza y acomodé su cabello detrás de la oreja.
—No quiero hacer nada—
—Por lo menos báñate— dije jugando
—ja-ja-ja— se incorporó
—te amo tonta— hizo un ademán de levantarse y la detuve, la besé lentamente y luego me incorporé con ella.
—vamos a bañarnos— la conduje a nuestra habitación.
Nos dimos un baño largo, lentamente jugábamos con el jabón, cuando terminamos nos vestimos un poco mejor, por lo menos con ropa interior.
—Necesitamos hacer el súper amor— con los dedos separaba su cabello para peinarla.
—No amor, sabes que no tengo dinero para eso— su semblante era pálido.
—A ver preciosa, yo aún tengo medio sueldo, un poco de ahorros y la tarjeta de despensa, esa nunca la he usado, tiene suficiente dinero para comprar el súper de uno o dos meses— traté de tranquilizarla.
—Gabriela no puedo, es tu dinero, son los bonos que te han dado para despensa en año y medio—
—Si amor, pero ese dinero no lo hemos gastado porque ambas comprábamos el súper— terminé de cepillar su cabello y me dispuse a trenzarlo —además, aún tenemos el ahorro para la boda—
—Estás loca, eso no se toca— rodé los ojos y Lena claramente lo vio por el espejo —Es en serio—
—Lo sé cariño, pero de ser necesario lo haremos, no es como que prefieras boda a morir de hambre, ¿o si?—
—Pues no, pero tampoco quiero que nos acabemos el ahorro de la boda—
—quiero que entiendas algo— la giré hacia mi cuando terminé la trenza —a mi no me importa como sea nuestra boda, solo quiero casarme contigo— me acerqué lentamente a sus labios.
—Te amo Gaby—
—Y yo a ti mi vida— le pasé un par de tenis recién lavados para que se los colocara —siéndote sincera, ni la boda importa tanto, ya vivo contigo y eso me reconforta, saberte a mi lado todas las noches es mágico para mí—
Salimos camino al súper en el coche, ambas con cubrebocas, trataba de que Lena estuviera tranquila y que sus niveles de estrés se redujeran, por eso la obligué a bañarse, salir y distraerse un poco.
Apenas comenzaba mi recorrido por los pasillos para seleccionar qué productos llevaríamos cuando Lena se pegó a mi espalda, pasó uno de sus brazos por mi costado y descaradamente me tocó el pecho.
—¿estás loca?— la quité mientras me miraba divertida.
—Tengo ganas de hacer el amor—
En automático esa frase retumbó en mi, teníamos una semana sin algo de intimidad por su depresión, y se activó en mis adentros el chip del deseo, yo también quería.
—Ayúdame a elegir lo que llevaremos a casa, lo más pronto posible— susurre en su oído.
—Tengo una mejor idea— me dio una leve mordida en el cuello —vamos al baño—
—Claro que no, compremos y luego a casa—
Se colocó tras de mí y me acorraló entre ella y el carrito del supermercado, estábamos en el pasillo de las verduras congeladas y estaba solo.
—Hazme el amor aquí— pronunció para luego morder mi oreja.
Me estaba excitando demasiado.
—Hermosa— trataba de regular mi respiración —por favor ayúdame y luego vamos a casa a hacer lo que quieras—
—No puedo, masajeaba mi cintura, quiero aquí y ahora, hazme tuya aquí— me susurraba en el oído mientras pasaba la lengua al rededor de mi oreja.
—Por favor— no quería que parara pero era necesario, estábamos en un supermercado.
—Vamos al baño— bajó de la cintura hasta mi entrepierna, ya no podía con tal nivel de excitación.
—vámonos a casa— deje el carrito abandonado y la jalé por la cintura, me urgía llegar a casa.
Nos subimos al coche y conduje muy rápido hasta la casa, era domingo por la mañana, el tráfico era muy tranquilo, mientras Lena aprovecho para tomar mi mano y pasarla por sus piernas, me estaba volviendo loca.
Llegando a casa Lena se bajó corriendo, subió las escaleras mientras yo cerraba con seguro, subí a toda prisa las escaleras, Lena se había encerrado en nuestra habitación.
—Abre la puerta— le exigía
—Perdón amor, se me quitaron las ganas— sabía para donde iba ese juego.
Me fui a la habitación que teníamos como estudio, ambas daban al mismo balcón, ingresé por ahí mientras la escuchaba en el baño, cerré las cortinas y traté de abrir la puerta del baño.
—Lena abre la puerta—
—No puedo, es que ya no tengo ganas—
—Ábrela— empecé a jugar su juego.
Abrió la puerta y salió corriendo por las escaleras, bajé detrás de ella, la acorralé en la esquina de la cocina.
—Tienes ojos de violador— una leve sonrisa se dibujó en mi rostro.
—No solo ojos, vamos a la habitación— le dije tranquila.
—No quiero, no tengo ganas— tomo un sartén del fregadero —no te acerques—
Su actitud y amenazas solo hacían que mi deseo fuera en aumento. En un descuido la tomé por la cintura y le quité el sartén, la cargue en mis brazos y la dejé encima de la barra desayunadora, la empecé a besar ferozmente en el cuello y luego en los labios. Sus piernas me apretaban frenéticamente.
—No quiero, suéltame— decía entre jadeos.
Le desabroché el sostén mientras ella hábilmente levantó mi playera y la aventó al piso. Retiré su playera al tiempo que ella quitaba el sostén por completo.
Besé sus pechos con desesperación mientras empezaba a oír gemidos de Lena, una corriente eléctrica recorrió mi columna vertebral.
Nos deshicimos del resto de ropa que ambas traíamos, ella quedó completamente desnuda y yo sólo traía los tenis, la cargué hasta el sofá y la dejé caer ahí, me jaló enseguida hacia ella, colgó sus brazos de mi cuello mientras me acomodaba entre sus piernas, apenas duramos unos segundos en un rico vaivén en el que mis labios tocaban los suyos, cuando sentí el orgasmo venir, me tensé un poco mientras trataba de continuar con el frenético roce entre nuestras intimidades, luego de contenerlo unos instantes, simplemente se liberó en mi un orgasmo intenso, apenas terminó continué con los movimientos entre las piernas de mi prometida.
Sus uñas se clavaban en mi espalda, besaba su cuello entrenándolo con libreros besos en los labios, ambas batallábamos para respirar.
Lena quitó la liga de mi cabello para dejarlo suelto, me tomó por el cabello, manoseaba a descaro mis pechos con su otra mano.
Hice un camino de besos del cuello al abdomen, para pasarme de ahí a sus piernas, ella sabía lo que seguía, daba apretones ligeros con sus piernas, me hinqué en el piso mientras Lena se acomodaba bien en el sillón.
Recorrí con la boca sus piernas de abajo hacia arriba, llegué a su entrepierna mientras la sentía dar quejidos fuertes, me coloqué justo en el borde de su monte de Venus, la miraba temblar de deseo.
Introduje con calma mi lengua dentro de sus labios, busqué el clítoris y lo succioné al encontrarlo, con las manos coloqué sus piernas en mis hombros mientras mi lengua se movía con rapidez.
Pasaron escasos dos minutos para que Lena llegara al orgasmo entre gritos y gemidos, en cuanto terminó la besé en los labios apasionadamente, sus hermosos ojitos estaban desorbitados.
—Me debes un orgasmo, mi amor— besé su frente y comencé a vestirme.
Ambas nos vestimos para ir nuevamente al supermercado, con un dejo de complicidad y sonrisas más que satisfactorias nos dirigíamos a comprar el súper.
Y aunque el panorama era desolador, nos teníamos la una a la otra, ello era suficiente para sobrellevar cualquier situación.