Shorts
Yo encajo mi entrepierna en su brazo caído, con lo que soy presionada por detrás y por delante, coñito y nalgas. Ambos hacen algo de presión, y ahora sí el antebrazo del del periódico queda encajado entre mis piernas. Su mano libre sube y queda como descuidadamente frente a mi chochito, mientras que el de detrás delinea mis nalgas con la suya.
Hola a tod@s,
Lunes 5 de diciembre, todo el mundo hace puente (casi un acueducto) menos l@s desafortunad@s currantes que tenemos que aguantar la empresa. Diciembre con sol, buen tiempo en Barcelona, y yo en vez de irme por ahí y disfrutar tengo que estar en al ciudad. Por suerte salgo pronto del trabajo, harta y cansada, pero aprovecharé para ir de tiendas, algo bueno ha de tener la ciudad. En H&M han sacado la nueva colección de Versace y quiero pasar a ver qué tal.
Estoy harta, así que antes de las seis ya voy al baño a repasar los labios y peinarme antes de salir. Llevo unos botines rojos con tacón, si tuviera tiempo y Raúl estuviera en el chat seguro que me habría pedido que hiciera algo muy sucio en el lavabo y se lo contara, pero hoy estoy cansada, ni siquiera he abierto el chat, aunque sí he enviado un relato que había estado haciendo durante semanas, trocito a trocito, y lo he subido a la web. Espero impaciente que lo publiquen y que os guste y me mandéis comentarios ;-)
Unos leggins enfundan mis largas piernas, grises casi negros, mostrando fielmente el perfil de mis largas y preciosas piernas como sui no llevara nada. Pero aunque en Barcelona hace buen tiempo, me gustan estas mallas que abrigan y muestran mis curvas perfectamente. Unos shorts marcan mis nalgas perfectamente y tapan casi nada, porque son tan cortos que se adivinan mis redondeces bajo la inexistente pernera de los shorts. Un cinturón de pedrería que cae por un lado libre y una camiseta ajustada de manga larga que marca mis pechos. Hoy los chicos de la oficina no tenían demasiadas ganas de trabajar y les he alegrado el día con mis idas y venidas a la impresora.
Me miro al espejo y… y realmente entiendo que les haya alegrado el día. Mi silueta se marca perfectamente con esta ropa y no deja nada a la imaginación, pese a que muestro menos que nunca, ya que la camiseta es de cuello cerrado. Pero mis nalgas redonditas quedan perfectamente silueteadas y las mallas hacen que parezca que no llevo nada. Me masajeo un poquito los pechos, más que nada para que los pezones se marquen bien a través del sujetador (sí, hoy llevo, uno finito de blonda). Así todos ven mis encantos a través de la camiseta (de Custo, con colores alegres, pero que no disimulan mis pezones).
Finalmente, pellizco ligeramente los pezones para que queden… preciosos, como a mi me gustan, delineo un poquito más los labios y salgo lista para marchar. Dos compañeros me siguen con la mirada. Consciente de que están atentos tomo mi chaquetita roja de la silla y me la pongo sacando pecho (así les regalo un bonito momento final). Tomo mi pequeño bolsito (también rojo con pedrería, hace juego con la chaqueta y los botines, cómo no?) y les doy un adiós saliendo hacia el ascensor.
Ya en la calle pronto anochecerá (estos días tan cortos son pesados) pero aprovecho para ir en metro al centro de la ciudad (o a Portal del Ángel o a Paseo de Gracia, ya veremos), así aprovecho mejor el tiempo. La gente no ha salido, pese a que hacen puente se han quedado en la ciudad para ir todos al centro (maldita crisis), pasean mucho pero compran poco.
En el andén del metro me quito la chaqueta (si no, entre el calor del metro y fuera me puedo enfriar). Mis pezones atraen algunas miradas (o serán las largas piernas). Creo que me he pasado al pellizcarlos, eso me ha alterado un poco, y estoy algo caliente. Descubro miradas libidinosas donde sólo hay aburrimiento? Debo ser yo la excitada y no ellos. En Barcelona pocas veces ocurren cosas en el metro, debe ir muy lleno para los roces, pero fuera de las horas punta pocas veces pasa nada más allá de las miradas.
Esperando en el andén observo disimuladamente. Varios se distraen mirándome, mi pose allí, alta, de pie, mostrando pezones erguidos, nalgas prietas… entiendo que me miren. Sonrío, me gusta ser admirada. Llega el tren y abordo el vagón. Está lleno, pero no vamos apretujados. Circulo hasta llegar a un espacio algo libre, al lado de las puertas que no se abren, de pie, rodeada de gente, pero tampoco apretados. Soy consciente de cómo destacan mis pechos, así que… soy mala y me sujeto de la barra lateral en vez de apoyarme en el lateral. Dejo que un tipo con bolsas se ponga en la puerta y así estoy algo más en el centro. Cuando pasan me rozan, y claro, la parte más prominente de mi anatomía son los pechos. Me aparto, pero no mucho. Detrás se pone otro, para poder apoyarse en la parte de detrás de los asientos, con lo que yo me adelanto algo más y ya quedo casi en medio del paso.
Parada, se abren las puertas y circulan entrando y saliendo. Al salir algunos hombros rozan mis pechos (soy más alta que la media). Después son los que entran, pero no muchos, porque el tipo ha decidido quedarse justo delante de mí bloqueando el paso a los que quieren ir por el pasillo vagón allá. Puedo entenderlo, mis pechos quedan justo a la altura de su boca. Estamos separados sólo por unos diez centímetros, pero no puedo apartarme más porque ya estoy en contacto por detrás con el otro que está apoyado en la parte trasera de los asientos.
Al arrancar hay el típico vaivén, con lo que voy un poco atrás y mis nalgas chocan con el tipo de atrás. Me giro hacia el con una sonrisa de disculpa, pero al hacerlo mis pechos se adelantan y entran en contacto con algo. El tipo de atrás sonríe y se recoloca, un poco más cerca de mi. Me vuelvo para adelante y resulta que el tipo ha levantado un periódico que, casualidad, deja su mano a la altura de mis pechos porque se toma de la otra mano de la misma barra que yo (más arriba que yo, con lo que el periódico queda bien arriba, entre los dos).
Seguimos con el vaivén. Si voy un pelín atrás ahora tengo una mano en mis nalgas. Adelante rozo mis sensibles pezones con la mano del periódico. Mmmm… me está gustando. Quedan sólo unas pocas paradas, pero me gusta el roce. En la siguiente parada el del periódico debe bajarlo y para dejar pasar la gente se arrima más a mi. Aparta su cabeza de mis pechos, pero hay un roce… yo recuesto mis nalgas contra el de detrás, que aprovecha para acariciar con sus dedos el límite de mis shorts, con lo que le noto acariciar justo el final de mi nalga.
Salen y entra más gente, así que el tipo del periódico se lo mete bajo el brazo y queda de lado a mi apretándose un poco (para dejar pasar). Yo encajo mi entrepierna en su brazo caído, con lo que soy presionada por detrás y por delante, coñito y nalgas. Ambos hacen algo de presión, y ahora sí el antebrazo del del periódico queda encajado entre mis piernas. Su mano libre sube y queda como descuidadamente frente a mi chochito, mientras que el de detrás delinea mis nalgas con la suya.
El trayecto es corto, yo sigo moviéndome para acentuar el roce y clavo mis pechos en el hombro del del periódico. Siguiente parada y ambos quietos a mi lado sin moverse un milímetro (bueno, sólo roces). Mis mejillas están ya rojitas (me las veo en el cristal), de nuevo parezco una matrioshka (aunque con mejor figura). Me estoy calentando a mi pesar, estos juegos también me excitan a mi. Mi mano caída entra en contacto con la entrepierna del del periódico y noto su erección (eso me encanta). Sonrío y a la siguiente parada ya salgo del metro dejándolos con un calentón increíble (y debo reconocer que yo también estoy ardiente).
Vuelvo a ponerme la chaqueta mientras subo por las escaleras mecánicas (y veo las miradas de los que me siguen en la escalera, centradas en mis nalgas). Grrrr… ahora soy yo la que anda caliente por culpa de mis jueguecitos. Salgo a la calle y el refrescante viento me sienta de maravilla, a ver si me centro. Voy directa al H&M, pero está a rebosar. Trato de adentrarme por los pasillos de ropa hasta mi objetivo, es difícil, pero lo consigo. 90% mujeres, pero un 10% de maridos aburridos que esperan salir rápido ;-) Claro que yo les alegro la vista. De entre toda la porquería hay un vestidito mono con aire del Versace de los 80 que se podría aprovechar (el verdadero Versace, la línea que le lanzó a la fama). Voy a los probadores, pero hay cola, espero con mi vestido, aburrida. Un marido está esperando a su mujer, dos niñas tontas con sobrepeso y yo. Así que en cuanto se libere un probador entrarán ellas y luego yo. Esperamos con aquellas miradas y sonrisas de circunstancias (como hablar del tiempo en el ascensor). El marido tiene barriga y aguanta ya dos bolsas, pobrecillo. Contesta algo que le dicen del probador resignado, mirándome las piernas. Se libera un probador! Entran las dos con sobrepeso mientras sale una andrógina. Nos quedamos él y yo, plantados esperando, otras tres mujeres detrás. Yo, con la chaqueta en el brazo y el vestido en la mano, me desespero y no paro de apratarme el pelo mostrándole más y mejor mis pechos al marido.
Finalmente se libera otro probador y puedo entrar. Casualmente voy al lado de la mujer del tipo. Y, por casualidad también, el marido decide que en vez de esperarse fuera lo hará en el pasillo de probadores. Sonrío al entrar pensando en la jugada. Ajusto la cortina pero no hasta el borde, queda espacio para el marido mirón. Me pongo hacia la pared y me quito el cinturón y lo cuelgo. Al girarme veo disimuladamente al marido mirando de lejos por mi rendija. De cara a él, mirando mi ombligo, desabrocho el ajustado short, me giro y lo hago resbalar lentamente por mis piernas sin flexionar las rodillas para darle un buen espectáculo de mis nalgas. Lo saco de mis piececitos y me incorporo para colgarlo. No haría falta, pero me saco la camiseta por la cabeza y, cuando me cubre la cara, me vuelvo a girar hacia el marido, que puede ver mis grandes pechos sólo cubiertos por el sujetador de blonda. Me la saco y vuelvo a ponerme de espaldas. Sé que sigue ahí, mirándome.
Me pongo el vestido y me miro al espejo. Perfecto para mi, algo corto, pero ya me gusta. Me lo saco por la cabeza, volviendo a mostrarme ante el marido. Esta vez, al sacármelo, me quedo mirándolo directamente a los ojos y sonrío. Cuando me ve se lleva un susto de muerte, pero al ver mi sonrisa se tranquiliza y se alza de hombros. Yo con la mano le hago como si le diera cachetes, pero no me cubro, sólo dejo el vestido al lado y le sonrío. Me llevo las manos a mis pechos y pellizco mis pezones. Él, asombrado, toma las bolsas todas en una mano y con la otra se acaricia la entrepierna. Marca su bulto y me lo enseña (está crecido, se le marca de la entrepierna hasta el bolsillo). Se acaricia mostrándomelo y yo sonrío traviesa y una de mis manos se escurre hacia mi entrepierna. El se desabrocha la cremallera. Pero justo entonces su mujer dice algo y él se tapa con las bolsas asustado. Sale su mujer y se va. Yo me quedo sonriendo y me vuelvo a vestir.
Salgo y pago mi vestido. Ha sido una feliz compra.
Llego a casa y aviso a Juan, que se sube a mi piso. Como siempre, mi vecino ya entrado en años viene con la bata y el pijama debajo, en zapatillas, su perrita Dulce en brazos. Le cuento mis aventuritas del día mientras me desvisto en la habitación. Él me mira mientras me quito los botines, me saco la camiseta, me desabrocho el sostén y me bajo las mallas. Desnuda (libre al fin de la ropa) le cuento cómo el caballero ha tenido que salir con la cremallera bajada. Reímos los dos, y yo me estiro en la cama con las piernas colgando del extremo, él en la silla, Dulce en el balcón. Le cuento que estoy caliente, que me he humedecido (aunque ya lo debe notar por el olor). Él sonríe y calla, asiente. Yo flexiono las piernas, mi conejito se abre ante su mirada, mis flujos crean hilos de pasión entre los labios. Con un dedito los acaricio ante su mirada. Él ya se ha liberado y acaricia su pollita mientras me escucha y me mira. Yo gimo y abro con dos dedos mi almejita dejándola expuesta ante él. Me giro y me pongo a cuatro patas con mis dos hoyitos expuestos ante él mientras rebusco en el cajón de la mesilla y saco varios falos de plástico que dejo tirados en la cama. Vuelvo a estirarme panza arriba con las rodillas flexionadas, mi sexo abierto hacia Juan.
Tomo uno de los falos de plástico y lo chupo mirando a Juan, que está muy excitado. No le gusta correrse ante mi, dice que no es de buen gusto, pero hoy, entre mis historias y el espectáculo, está muy excitado. Introduzco aquella falsa polla en mi sexo, entra con facilidad, lo meto y lo saco varias veces y, ya húmedo, lo saco y me lo meto por detrás. Tomo otro y hago el gesto de acercárselo a Juan. Se levanta y lo toma. Muy delicadamente lo inserta en mi caliente y rezumante sexo. Cuando está bien al fondo lo aguanta allí y se dedica a mover el de mi ano para que ambos queden completamente insertados. Entonces y sólo entonces empieza a menear ambos objetos dentro de mi además de lamer mi clítoris y succionarlo con sus labios.
Completamente penetrada y con su beso de amor exploto una, dos y tres veces liberando toda mi calentura. Me sacudo arriba y abajo varias veces, Juan me deja hacerlo y sus penetraciones pasan a ser suaves y dulces. Me relajo todavía con sus caricias. Lo miro y le lanzo un beso. Le digo que venga a mi lado a la cama. El se sienta con las piernas colgando del lateral. Yo me acerco y le acaricio su miembro con mi mano. Lo miro y le doy las gracias por el placer. Me bajo de la cama sin dejar de sostener su miembro en mi mano. Juan me reprende, no le gusta correrse ante mi, pero hoy tengo ganas de hacerlo. Le tomo los huevos con una mano y su pollita (ahora dura) con la otra. Le miro a los ojos y acerco mi boca a su sexo. Él me dice que no, por favor. Pero no le hago caso, su mirada es suplicante, pero lo desea tanto como yo.
Le hago sentir mi aliento en la punta mientras no deshago el contacto de nuestras miradas. Le sonrío y saco mi lengüita y le lamo la punta, ya hay líquido suyo en la puntita haciendo un poquito de espuma. Me lo trago y esta vez mis rojos labios cerrados le dan un beso en la punta y se abren lo justo para ir introduciéndola en mi cálida boca mientras mi lengua no deja de jugar con su prepucio. Mi mirada fija en la suya. Cuando mis labios rozan su barriga explota de placer en mi boca, unos breves espasmos y queda ordeñado. Mi lengua, todavía con la pollita en mi boca, lo acaricia realzando el placer de la relajación. Poco a poco mis labios desandan el camino estirando su piel hasta que sólo la puntita queda atrapada por ellos. Entonces le limpio bien la puntita, corro la piel y le lamo bien los restos tragándomelos todo.
Voy a la ducha, el ordena mi ropa y me dice que en media hora tendrá mi cena lista.