Shes the devil.
Camila, una novicia para nada rebelde, muy responsable y virginal. Lauren, misteriosa, oscura y traviesa. Ella podría ser el diablo. La combinación perfecta para el caos y la lujuria. ADVERTENCIA: Si eres una persona sensible respecto a temas de religión, te sugiero no leas este relato.
Camila terminaba de barrer la última esquina de la enorme iglesia. Tratándose de un jueves a las 9 de la mañana, había poca gente en el templo. Ya había barrido los tres patios, el jardincito de en frente, los cuartos y la oficina del padre Simón. Cual Cenicienta, pasó su antebrazo por su frente limpiando un poco el sudor de aquella acalorada mañana. Y suspiró.
Gracias Dios por un día más. - Tomó agua bendita de la fuentecita y se hizo una cruz.
Me da miedo usar esa agua, probablemente terminaría ardiendo, aunque me sorprende no haber ardido en llamas en cuanto pise el lugar. ¡Jajajajaja! - Camila seguía de espaldas hacia aquella mujer, estaba tensa. - Tal vez tú podrías ayudarme.
¿Qui... quién es usted? - Sintió como aquel cuerpo, que parecía arder en calor, se acercaba al suyo. De pronto una mano le movió un mechón de cabello de la oreja. Camila estaba temblando.
No es obvio. - Su boca rozaba el oído de Camila. - Yo. Soy. El. Diablo. - Camila suspiró y tapó su boca con la mano. - ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! - La carcajada resonó en toda la iglesia. - ¡Perdón! ¡Perdón! Es que... - limpiándose las lágrimas de la risa. - ¡No esperaba esa reacción! jajajaja, lo siento en serio. - Camila seguía temblando. - Descuida, no soy el diablo, o eso creo, puedes voltear eh. - Y eso hizo lentamente. Se encontró con una chica vestida por completo de negro, demasiado delineador en los ojos y labial rojo intenso. - ¡Hey! Soy Lauren - con una sonrisita. Camila la veía de arriba a abajo. Nunca había entendido a las chicas que se vestían así. Ella nunca había tenido necesidad de hacerlo, usaba lo que tenía y estaba cómoda con ello, y más aún estando en el convento, donde las ropas eran de lo más sencillo. - ¿Hablas?
Sí, soy Camila. - Tímida.
Mucho gusto Camila. - Extendiendo la mano. Camila apretaba la escoba con fuerza mientras miraba la mano de Lauren. La chica desbordaba, además de belleza, confianza. - Oye oye, te prometo que no soy el diablo, sólo jugaba ¿ok?
Con esa ropa y todo ese maquillaje lo dudaría.
Ouch. Ok, te lo voy a probar. - La ojiverde metió su mano a la fuente de agua bendita. - ¿Eh? ¿Qué tal? No estoy ardiendo. ¡AAAAAH! ¡QUEMA! - La novicia abrió los ojos como dos platos, provocando que Lauren rompiera en otra carcajada, se tomaba del estómago por el dolor que le provocaba tanta risa. - Oh, oh¡ jajajajaa! ¡Tú cara! Ya, ya, jajajaja, ya. -Respirando con dificultad. Terminó haciendo una sonrisa tímida. Pero Camila seguía en silencio. Lauren suspiró. - ¿Sabes qué? Olvídalo. ¿Dónde es el confesionario?- Camila continuaba en silencio. - Oh, no te preocupes hermana, lo buscaré yo, muchas gracias. - Con sarcasmo y se dio media vuelta.
No soy una hermana, soy una novicia. - Lauren hizo una sonrisa de medio lado que Camila no pudo ver, y volvió a quedar de frente a ella.
Ya no estás muda.
Y el confesionario abre hasta las 10, ahora mismo el padre se encuentra ocupado.
Oh bueno, esperaré entonces. - Y despreocupadamente se sentó en una de las bancas. - ¿Quieres saber que hace una chica cómo yo en un lugar como este?
En la casa de Dios no se juzga.
Lo dice la chica que creyó que yo era el diablo. - Camila desvió la mirada. - Ok, te cuento. Esto es parte de un reto.
...
Sí, tengo que confesar mis pecados. - Decía orgullosa. Camila subió los hombros y se alejó rumbo al cuarto de aseo a dejar su escoba. Cuando volteó, dio un pequeño salto de susto al encontrarse (otra vez) con la ojiverde.
¿Y qué haces?
¿No estabas esperando al padre?
Sí, pero me aburrí y quise venir a ver qué hacía mi nueva amiga. - Colocando su brazo alrededor de la morena.
No soy tu amiga. - Quitando aquel brazo.
Ya entendí que no te agrado. ¿Y qué haces? - Camila torció los ojos.
Guardo la escoba.
Interesante. ¿Y qué harás después?
Tengo que ir a vestirme.
¿Puedo ir contigo? - Camila estaba escandalizada.
¡No!
Ay Camila, ¿no has terminando de entender que sólo bromeo? Además, ni siquiera me gustas, no eres mi tipo. - Lauren intentaba usar la técnica que aplicaba en todas las chicas para despertar interés.
Menos mal, con permiso. - Y al parecer había fallado.
Después de un rato, la joven novicia volvió a la iglesia para hacer sus oraciones. Y ahí estaba la oscura chica, sentada en la banca, con la cabeza echada hacia atrás, los brazos extendidos a ambos lados sobre la reposadera de la banca, y los pies sobre el respaldo de adelante. Camila se indignó y se aclaró la voz. No hubo respuesta. Se acercó un poco más y escuchó un leve ronquido.
No puede ser posible. - Camila dudó un momento, y luego con miedo, tocó con su mano el hombro de Lauren. - Hey, hey. - Daba toquesitos en el hombro de Lauren. Se oyó un ronquido más fuerte, y Camila dio un golpe más fuerte. Pero Lauren no despertaba. El ronquido se volvió leve otra vez. En vista de que no se despertaba, Mila se acercó más a Lauren y eso le permitió ver a detalle su cara. Era muy bonita, de eso no había duda, pero para Camila utilizaba demasiado maquillaje. De pronto Camila se encontró perdida analizando las facciones de la chica, ahí se quedó un rato. Lauren estaba consiente para entonces y entre abrió ambos ojos. Notó la cercanía de Camila.
Bu. - Mila saltó y dio un paso hacia atrás. - Generalmente no permito que se me acerquen tanto a menos que ya haya terminado la primera cita. - Y guiñó su ojo a la morena que estaba más roja que un tomate.
El pa pa pa padre Simón ya llegó. - Nerviosa.
Gra gra gra gracias - Imitándola. Camila se volteó y se sentó dos bancas adelante, luego se hincó, juntó sus manos, recargó su cabeza sobre sus manos y cerró sus ojos. Poco tiempo después sintió una presencia a su lado, una ya conocida. Se hincó a lado de ella.
¿Qué estamos haciendo? - Susurrando. Camila abrió un ojo y vio como Lauren imitaba su pose.
Pidiendo por las almas pérdidas de jóvenes pecadores. -
Interesante. ¿Y funciona?
Aún no te vas, así que supongo que no.
Eres muy cruel para ser una monja.
Todavía no soy una monja, ¿podrías dejarme rezar? - Irritada.
Oh sí sí. - Hubo una pequeña pausa.
¿Sigues pidiendo por mí?
Hablo con Dios.
¿Y te responde? - Camila estaba molesta.
¿Se te ofrece algo?
Pensé que nunca lo preguntarías, ¿me podrías indicar dónde está el confesionario? - De manera despreocupada.
La puerta al lado del altar, sigues el pasillo hasta topar, tomas el camino a la izquierda y la primera puerta a la derecha. - Lauren la quedó mirando con el ceño fruncido.
Ok. ¿Me puedes llevar?
No, tú puedes llegar sola.
¿No dice la biblia que debes ayudar a tu prójimo?
¿TÚ has leído la biblia?
No, pero seguro tú sí y supongo que debe decirlo en algún lado. - Camila apretó sus puños, se persignó y se puso de pie.
Por aquí.
Como Camila había indicado caminaron en dirección al altar, entraron por una puerta que se encontraba al lado y siguieron un largo pasillo.
- El culo te levanta la falda - Decía Lauren sin dejar de ver el atributo de Camila. - Hace que te quede corta de atrás y se vea fea. Deberías arreglarla, yo podría arreglarla.
-Deberías de dejar de verme... ahí. Además, no elijo mi ropa, el convento me la da, y no puedo confeccionarla así porque sí. - Lauren no podía ver que Camila estaba sonrojada. Acomodó su falda jalándola un poco, pero el resultado era el mismo. - Y dudo que tú puedas.
Chica, me estás juzgando de más. Soy muy buena confeccionando ropa, de hecho, todo mi outfit lo arreglé yo.
Eso explicaría mucho. Bien, aquí estamos. - La morena se colocó al lado de la puerta. - Toca, cuando te respondan pregunta sí puedes pasar, de ser así, pasas, te presentas, y le informas al padre a qué viniste.
Suena a que es demasiado.
Adiós Lauren.
Espera, espera, una última cosa. Hace mucho no vengo a lugares como estos y estoy un poco abrumada. ¿Me presentas con el padre? - Camila no quería hacer nada que le pidiera la ojiverde, pero siempre terminaba cediendo. - ¿Entonces? - Camila tocó la puerta.
¿Sí?
¿Padre Simón? - Abría la puerta lentamente.
Adelante Camila, adelante hija. - El padre estaba sentado detrás de un enorme escritorio con un gran libro abierto sobre él.
Espero no molestarlo padre, pero aquí traigo una chica que quiere confesarse. - Mila le hizo una señal a Lauren para que pasará. Parecía tímida. - Los dejo, con permiso. - Instintivamente miró a Lauren y ésta asentía en forma de agradecimiento.
Camila tenía que seguir con sus labores, pero algo le impedía irse. Dio dos pasos y ya no pudo seguir, una curiosidad la invadió, ¿qué pecados podría tener la ojiverde? Suponía que eran muchos, pero le gustaría oír cuáles eran. De la nada quiso saber más acerca de Lauren.
- No Camila, ignora las tentaciones. Además estas demasiado ocupada. - Se decía a sí misma.
La puerta se abrió.
- Y CUANDO TOMES ESTO EN SERIO, SERÁ CUANDO TE PODRÁS ACERCAR A DIOS. - Camila nunca había oído al padre tan enojado.
Lauren salió dando risitas, cubriéndose la boca. Mila cruzó sus brazos y la miró inquisidoramente.
¿Qué le dijiste al padre?
Secreto de confesión. - Guiñando el ojo.
Mila se le adelantó a pasos rápidos. Ahora que la oscura chica se iba, podía continuar rezando.
No se dió cuenta cuando Lauren la alcanzó. Camila pasó el cuarto de aseo y sintió como alguien la tomaba del brazo y le cubrían la boca. En un parpadeo se encontró en la penumbra de dicho cuarto.
- Shhhh... No voy a hacerte daño. - Esa voz. Era Lauren. Aunque sonaba más ronca y seductora, sin duda era ella. Camila luchaba para soltarse, pero no lograba aflojar el agarre de la otra. Estaba en pánico. De pronto logró localizar los ojos de Lauren, ahí estaban, mirándola fíjamente entre la oscuridad, lo cual no tenía mucha lógica, pero se alcanzaban a ver. Mala elección, Camila se relajó al instante, su respiración, de ser agitada y errática, se volvió tranquila. Era la señal que Lauren estaba esperando.
Sin quitar su mano de la boca de la morena, con la libre empezó a acariciar su mejilla. Ante el tacto Camila cerró los ojos, Lauren se movió y tiró algo cerca de ella. Camila volvió en sí y otra vez empezó a agitarse. - Quédate quieta. - Le decía cerca del oído, para después colocar la punta de su nariz debajo de su lóbulo y aspirar profundo. Inició un recorrido con su lengua, pasó por el ángulo de la mandíbula, luego el cuello,, y se detuvo donde se encuentran ambas clavículas.
A estas alturas Camila estaba sudando y su respiración era más irregular que hace rato. - Noo... ah... - Para su mala (o buena suerte) su tormento apenas empezaba. La mano que Lauren tenía libre se posicionó en el pecho de Camila. - Parece que se te va a salir el corazón. - Decía burlonamente, disfrutando la suave piel de la morena. A continuación empezó a desabrochar el primer botón de la blanca blusa de manga larga. - Uno. - Se lamía los labios con lujuria y pasaba al siguiente. - Dos. - Otro más. - Tres. - Y se detuvo. Tomó una respiración profunda, y con un movimiento jaló un lado de la blusa para desgarrar todos los botones de una vez. Camila quedó expuesta a ella.
Ahora sólo la cubría su sostén blanco de encaje. La mirada de la ojiverde recorría con detalle la piel desnuda de Camila. Se detuvo en el sostén. - Este no te lo dio el convento. Se ve elegante - Pasando su dedo por el borde de encaje - y sexy. - Lauren se mordía los labios. - Voy a soltarte, pero no puedes gritar, a menos que sea que placer. - La morena asentía desesperada. Lauren quitó su mano.
Por favor . - En voz baja. - No me hagas nada.
Shhh... No me hagas callarte otra vez. Además tú quieres esto tanto como yo.
Yo... - Camila no pudo terminar su oración cuando la lengua de Lauren empezó a lamer los labios de la novicia. Cerró sus ojos.
Mmmmh... Sabe a virgen. Jajajaja.
Por favor, por fav... - Ahora la boca de Camila estaba ocupada por la de la ojiverde. Movía sus labios impaciente. Camila cerró sus ojos. Dentro de ella se estaba llevando a cabo una lucha de lo que estaba bien y no, y claramente eso no estaba bien, a pesar de sentirse como lo contrario. Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando Lauren mordió su labio. - mmmf. - Camila gimió, estaba a su merced, sus brazos permanecían a cada lado de su cuerpo, ya no era consciente de su cuerpo.
Y Lauren la siguió besando, pero no se limitó a eso. Su mano se colocó nuevamente en el pecho de la chica y fue bajando lentamente.La piel de Camila, cálida al tacto, se contraía al sentir la mano de Lauren. Llegó al elástico de su ropa interior y con dos dedos lo recorrió hasta la parte posterior. Con la mano tomó el culo de la morena, lo apretó e inmediatamente lo empujó atrayéndola hacia ella. Era hora de profundizar el beso. La lengua de la ojiverde se abría paso en la boca de Camila. Al sentir cómo la intrusa quería pasar a su boca Camila abrió los ojos, pero Lauren no se despegó, apretó el trasero de la chica y la pegó aún más a su cuerpo.
Camila volvía a gemir, y volvía a ceder a los deseos de Lauren. Ambas lenguas se recorrían a su tiempo, no había porque apresurarse, se exploraban mutuamente. Lauren se separó y Camila abrió los ojos, pero su mirada huía de la ojiverde, había vergüenza en su gesto. Ambas jadeaban, el cuarto de pronto se sintió más pequeño, y sin avisar Lauren nuevamente volvió a besar a Camila. Su mano descansó en el cuello de la morena, e iba bajando lentamente hasta ubicarse en su pecho. Empezó a tocarlo por encima de la tela del sostén, jugueteando con el encaje, lo tomaba con toda la mano y lo apretaba firme, pero sin lastimar a Camila, quien de vez en cuando se separaba para liberar el placer y volver a lo suyo.
- Mmmh... Lauren...
Entonces sintió como la mano de Lauren bajaba la tela del sostén y ahora con sus dedos se adueñaba del pezón, apretándolo y jalándolo. La forma en que lo hacía era deliciosamente dolorosa, y Camila quería más. Por primera vez en todo el tiempo que estuvieron encerradas, la morena levantó sus brazos y rodeó el cuello de Lauren atrayéndola aún más, si es que se podía, a ella. Ahora fue Lauren la que se liberó para jadear y tomar algo de aire, su mano tomó otro rumbo y fue bajando hacia su abdomen, nuevamente traspasó el elástico de la ropa interior y se ubicó en el sexo de la virginal chica. - Ya estás lista para mí. - Susurró. La mirada de Camila estaba ida, se mordía el labio y asentía. Entonces Lauren entró, todo era aún más cálido donde tocaba. El húmedo sexo de Camila estaba listo. Lauren apretó su dedo índice y medio en el clítoris de la morena y empezó con círculos, lo hacía de manera lenta, provocando que Camila se moviera a su ritmo, pero sin despegarse de la boca de su captora. Los movimientos se hicieron más rápidos, de arriba hacia abajo, el ritmo lo llevaba Lauren, pero Camila se acoplaba a ellos fácilmente. Ambas bocas seguían en lo suyo. La novicia había abandonado hacía tiempo aquel lugar, en su lugar, una lujuriosa chica pedía a gritos llegar al clímax de un orgasmo.
Dámelo Lauren... mmmhh...
¿Cuál? - Jadeante.
Mierda... Sabes de qué hablo.
No tenías la boca tan sucia hace ra... - No terminó la frase porque sintió la boca de Camila en su cuello dando suaves mordiscos.- Oh por... - Camila interrumpió la frase de la ojiverde metiendo su lengua en su boca. Sus manos dejaron el cuello de la más alta y empezaron a recorrer su abdomen, hasta llegara a sus pantalones.
Lauren sonrió aún besando a la chica.
Las manos de Camila se movieron magistralmente, deshaciendose del cinturón, el botón y bajando el cierre. En cuanto metió una mano sobre la intimidad de Lauren suspiró. Lauren se contrajo y gimió en la boca de la otra.
Ahora ambas movía sus manos al mismo ritmo, estimulándose acompasadamente. Entre suspiros y jadeos que iban aumentando en cada movimiento, ambas chicas se pusieron rígidas y empezaron a moverse convulsivamente, Lauren apretaba los labios para contener el ruido, mientras Camila suspiraba para poder dejar ir el último gemido.
- ¡CAMILA! - Era la voz del padre Simón.
Lauren sacó su mano, dio un último beso a Camila, impidiéndole gemir, tomó las manos de la morena y se las colocó en la boca, lamió sus propios dedos y sonrió. Salió rápidamente del armario . La chica cayó de sentón sobre unos trapos en el suelo, cubriéndose aún la boca. El padre llegó y la miró sorprendido. Los ojos de Camila estaban casi desorbitados, su cuello, su pecho, su abdomen estaban con marcas rojas. El hombre le quiso quitar las manos de la boca para que dijera algo, para cuando Camila lo hizo un sonido salió de su boca. Un hermoso gemido.