Shark - 9

Hugo... ¿estas bien?... Por fín la esperada conversación entre Hugo y Don Pedro...

Parte 9

Abrió lentamente los ojos, la luz molestaba bastante, era difícil mantenerlos abiertos durante mucho tiempo. El cuerpo era pesado, la cabeza parecía a punto de estallar y la boca pastosa. Cuando sus ojos se acomodaron a la luz movió la cabeza hacía los lados. Su cuerpo descansaba sobre una cama que desconocía hasta el momento. Una pequeña punzada de dolor en el hombro izquierdo, el disparo de Matsumoto vino a su memoria. Sus sentidos volvieron a él al cabo de unos segundos. En su tripa sentía presión, alzó el cuello para ver su procedencia, Karen. Masajeó su sien con la mano derecha, sintió bastante alivio. Su mano izquierda tocó el cabello de Karen. El dedo índice de dicha mano recorrió el borde de la oreja derecha y seguidamente llegó hasta la frente de su amiga. Karen hacía gestos con sus labios que le sacó una sonrisa a Hugo.

-Karen… -la llamó en susurros.

Ella abrió los ojos lentamente y sus miradas se encontraron. Él le sonrió y ella se la devolvió.

-Hasta pareces buena cuando duermes… -dijo Hugo colocando la espalda en el cabecero de la cama- ¿Cuando tiempo llevo en cama? –preguntó mirando la venda colocada en su brazo izquierdo, a la altura del hombro.

-Tres días… llevas tres días inconsciente –alcanzó un vaso y lo lleno de agua, lo acercó a los labios de Hugo y este bebió lentamente.

-Tampoco es que no pueda coger yo el vaso… -sonrió divertido.

-Tonto… -dejó el vaso en las manos de Hugo de malas formas y puso cara cabreada.

-Aunque… prefiero que me lo den con tanta dulzura –se carcajeó divertido.

Karen se acercó y beso los labios de Hugo, al principio un beso tímido, después un beso apasionado.

-Dime, ¿que llevaba la bala? –preguntó Hugo pasando los el dedo pulgar por los labios de Karen.

-Veneno de cascabel… -dijo preocupada- Por suerte Seth se había leído los informes, y bueno… Matsumoto suele, solía bañar sus balas en ese veneno. –miró fijamente a Hugo.

-¿Quién te ha dicho que fue Matsumoto el que me disparó? –preguntó en tono neutro.

-Lo encontraron al día siguiente de tu desmayo, muerto… digamos que uno más uno son dos. –sonrió Karen.

-Bueno… mejor voy a dormir un poco… -dio la espalda a Karen y se tapó con la manta.

-Pues no duermas tanto que esta noche tienes una cena en casa de tu familia… -dijo Karen con un tono de voz seco.

Hugo volvió a mirarla con cara seria.

-¿Cena? –preguntó cabreado- ¿Quién fue el que tuvo esa grandiosa idea? –terminó de sentarse en la cama dispuesto a levantarse.

-Tu madre, lo que nos vino de maravilla a todos. –le tiró el poco de agua que quedaba en el vaso sobre la cara- Dúchate –ordenó Karen.

-Serás… -no terminó la frase, Karen cerró la puerta riéndose como loca.

**

El vestido le quedaba perfecto. Se sentía una diosa, y que diosa. Esa misma noche, en apenas unos pocos minutos, tendría una cena familiar en la que estaría Hugo. Era la mejor noticia que recibía desde hace muchísimo tiempo.

-Ayúdame con la cremallera, por favor –dijo Victoria.

-No sé porque estás tan sonriente esta noche… bueno sí que me hago una idea –subió la cremallera Azucena- Córtate un poco, no quiero que se te note y eches a perder algún acercamiento al poner celoso a tu prometido. –le dio dos golpes en la espalda avisando que su labor subiendo la cremallera había finiquitado.

-Vale… -asintió con una cara llena de felicidad- Por cierto, ¿que noticias hay del asesinato de Matsumoto? –preguntó Victoria- Tal vez hayan sido los colombianos… o los Gálvez… -dudó.

-Sé quien ha sido, por lo que no te preocupes ya que lo solucionaré en breve –señaló con los dedos índice y corazón de la mano derecha- No te incumbe en lo absoluto, que te quede claro.

-Perfecto –terminó la discusión- ¿Me queda bien? –refiriéndose al vestido.

-Como un guante… quien tuviera tu cuerpo, bueno… quien tuviera tu edad –rió con ganas.

-Venga ya, si esta estupenda Azucena –la abrazó- Cualquier hombre rogaría por ser tú marido, lo que pasa es que tú no quieres –dijo Victoria haciendo hincapié en el tú.

-Déjate de tonterías y termina de vestirte que están a punto de llegar –comenzó a caminar hacia la puerta- Ten cuidado… -refiriéndose a su felicidad.

El sonido del timbre sonó en la planta de abajo, era la señal de que Hugo acababa de llegar. De nuevo volvieron las mariposas en el estómago, las piernas comenzaron a flaquear y su corazón latía con fuerza. Toda la tarde el reloj se hacía lento al pasar los segundos, minutos y horas. Se miró de nuevo en el espejo, atusó su larga melena azabache y repasó con el dedo índice de la mano izquierda el pintalabios pintado en sus labios.

-Perfecta- dijo mirándose en el espejo antes de salir de la habitación.

Desde la parte de arriba de la escaleras observó la escena. Hugo abrazado a su madre. Clare, la prometida de Hugo, saludaba a Don Pedro y al señor Luis. Leire sonreía más que nunca y Azucena miraba en su dirección con cara preocupada.

-¿Te arreglas tanto porque vienes ese bastardo? –la voz de Alejandro la sacó de sus pensamientos.

-No… -dijo Victoria compungida, o eso es lo que quiso transmitirle a su prometido.

-Eso espero –amenazó Alejandro.

Bajaron las escaleras con la mano de Alejandro agarrando su cintura. Los ojos de Hugo se encontraron con los de ella, se miraron hasta que él apartó su mirada para dirigirla a su hermano mayor.

-Hugo –saludó Alejandro abrazando a Hugo- Que bueno que hayas venido, ya creíamos que no te volveríamos a ver –soltó una carcajada.

-No te preocupes, si me fuera tu serías el primero en saberlo –dijo Hugo con media sonrisa.

Todos quedaron callados unos segundos, la tensión era más que patente. Dio un paso adelante y se acercó a Hugo. Este intentó alzar el brazo y saludarla con un apretón de manos pero Victoria no le dio tiempo a reaccionar y se tiró hacia el dándole un beso en cada mejilla.

-Hola Hugo –sonrió nerviosa mirándolo a los ojos verdes.

-Hola Victoria –saludó a Victoria con cara seria.

-Venga a comer –dijo Leire agarrando del brazo a Hugo y tirando de él.

Alejandro y Victoria saludaron a Clare y siguieron a la familia hasta el comedor para comenzar la cena. La mesa la presidía Don Pedro, junto a este su hijo Luis y su nieto Alejandro. La pareja de ambos al lado de sus respectivos, Azucena sentada al lado de Eloísa y Leire junto a Victoria. Hugo y Clare se situaron junto a Azucena enfrente de Leire, Hugo y junto a este su prometida, Clare. La mesa llena de comida variada, ensaladas, ibéricos, pavo horneado con verduras, algo de pescado y un gran centro de mesa.

La servidumbre corría de un lado para el otro dejando aún mas comida. Leire sacaba conversación a Hugo aunque este no estaba por la labor de contar demasiadas cosas de su vida. Clare con el paso de los minutos se fue soltando poco a poco. Victoria por su parte observaba a todos de los comensales, analizando uno por uno los gestos de todos. No podía aguantar sin mirar a Hugo más de dos minutos, por supuesto que Azucena se lo recordaba haciendo algún ruido con la vajilla.

Los gestos cariñosos de Hugo y Clare no eran demasiados pero si diversos. Una caricia en la mejilla de ella, un toqueteo de manos hacia él, muchas sonrisas dulces. La sacaban de sus casillas.

Tras el postre Don Pedro junto a su hijo y su nieto Alejandro invitaron a Hugo que los siguiera. Se encerraron en la oficina de Luis y las mujeres siguieron hablando a la vez que comían el postre de turno.

La preocupación se apoderó de ella. Saber que Hugo estaría solo con esos tres la mataba, no podía protegerle, ni en la dejaría… seguro. Sin remedio aguantó la hora y media en la que los hombres seguirían reunidos.

**

-¿Quieres algo de beber? –preguntó Don Pedro a su nieto Hugo.

-Un Whisky estaría bien, dos hielos. –se sentó en uno de los dos sillones individuales.

La tensión se cortaba con un cuchillo, las miradas de Alejandro y Luis eran de odio, aunque no lo demostrasen al hablar.

-Toma- Don Pedro se sentó justo en frente de Hugo, Luis y Alejandro seguían de pie junto al asiento del cabeza de familia- Nos han llegado rumores, ya sabes que la gente habla, se dice que no eres… ¿Cómo te diría?... trigo limpio. –dio un sorbo al whisky.

-Si –sonrió- La gente habla de más, a veces se equivocan y, otras, aciertan. –hecho la espalda hacia atrás- ¿Qué es ‘eso’ que dicen? –preguntó Hugo.

Don Pedro sonrió. Luis y Alejandro seguían serios, pendientes de la conversación sin meterse en medio.

-El señor Ortega es un gran amigo de la familia –asintió Hugo escuchando a Don Pedro- Hace un año que lleva alardeando sobre un socio con el que le sale todo a las mil maravillas –gesticulaba con las manos- La sorpresa que nos llevemos fue cuando hace unos días nos dijo que ese socio era mi nieto, tú. –terminó de hablar esperando que Hugo diera explicaciones.

-Digamos que te lo has creído, que es lo que parece ya que si eso no fuera así, yo no estaría sentado aquí bebiendo del mejor whisky que tienes en tu mueble bar. –levantó la copa viendo a través del líquido anaranjado las caras de sus parientes- ¿En serio crees que estoy tan forrado de dinero sólo por hacer unos cuantos planos de edificios en algunos países del globo? –preguntó ironizando cada una de sus palabras.

-No creo que con tu trabajo te puedas permitir tantos lujos… -dijo Don Pedro.

-Ahora sí me has hablado claro, abuelo –dijo con tono musical- Pero el verdadero problema que tienes, bueno, tenéis –miró a su padre y hermano respectivamente- es lo que yo sé sobre vosotros. –sonrió malévolamente divertido.

-Crío estúpido déjate de pamplinas… -habló Luis siendo cortado por el sonido del golpe que dio Don Pedro en el reposa brazos de su sillón.

-Dime la verdad, ¿en serio tienes miedo de lo que sé de vosotros? –preguntó de nuevo Hugo bebiendo de su vaso.

Se quedaron todos callados durante algunos segundo que a Hugo le parecieron horas. Don Pedro hizo un gesto a Luis y a Alejandro para que se marchasen de la habitación, con mal gesto en ambas caras salieron por la puerta.

Don Pedro separó la espalda del sillón dejando con la mano izquierda el vaso vacío en la pequeña mesa que separaba a su nieto de él.

-¿Crees que eres el hombre que más miedo me ha dado de los que he tenido sentados frente a mi? –preguntó con voz fría como el hielo mirando a los ojos de Hugo.

Hugo hizo el mismo gesto que su abuelo dejando el vaso en la pequeña mesita y juntó las manos entrelazando los dedos.

-Sé que no me tiene miedo. Pero tiene miedo de su propia gente, –señaló la puerta- y debe tenerla, porque ambos sabemos que van a matarle en la mínima ocasión que tengan. –se miraron durante unos instantes a los ojos sin gesticular ninguno de los dos, esperando para ver quien daría el primer paso.

-Rió Don Pedro salvajemente- Has crecido chico, ya eres un hombre. –alcanzó el vaso de whisky para servirse un poco más, invitó a Hugo haciéndole un gesto con la botella en mano, también se la llenó- Creo que tengo un nuevo socio –levantó la copa.

-Lo mismo digo, abuelo –chocó el vaso con el de Don Pedro y se la bebieron de un solo sorbo.

**

Luis y su hijo, Alejandro, salieron antes de la oficina. Dentro quedaron Hugo y su abuelo, algo andaba mal. No estarían charlando sobre lo que ha crecido en estos años, no, no. Había gato encerrado. Sobre todo si se han enterado que Hugo y Ortega son bastante cercanos, ella lo comprobó en la fiesta de compromiso, el día en el que Hugo hizo su aparición ante todos. Ojalá que no se meta en problemas, pensaba Victoria cada minuto que se demoraba Hugo dentro de la oficina de Luis hablando con su abuelo.

-¿Queréis un poco mas de tarta? –preguntó Leire con el cuchillo en la mano derecha.

-Yo quiero un poco más, esta deliciosa –dijo Eloísa.

Las risas acercándose la alarmó. Hugo y su abuelo bajaban por las escaleras sonrientes, todo lo contrario veía en las caras de Luis y Alejandro, serios.

-Bueno ya va siendo hora de marcharme a casa, Luis hijo vámonos ya –se despidió de todos y cada uno de los invitados.

-Yo voy con vosotros –dijo Alejandro.

Salieron por la puerta y quedaron las mujeres junto a Hugo. Siguieron hablando todos animadamente, la tensión del principio había desaparecido junto a los tres impresentables. Victoria seguía mirando a Hugo cada vez que este miraba hacia otro lado, por supuesto que las patadas bajo la mesa que Azucena le propinaba le dolían lo suyo. Le daba absolutamente igual, incluso Clare la había pillado más de una vez mirando totalmente embelesada a Hugo, esta sonreía y bajaba la mirada hacia su plato.

En el trascurso de la noche Hugo había desaparecido durante unos minutos junto a Azucena. Cada uno se había levantado para ir por diferentes caminos, pero Victoria sabía que Azucena intentaría sonsacar todo lo posible a Hugo. Si Hugo tenía algo sucio escondido Azucena lo sabría, o por lo menos intuía algo, tonta no es y si Don Pedro había tenido el tiempo para charlar con Hugo es que algo sabía y eso a la vez hizo que Azucena se interesase.

-Lo siento tengo que ir al baño –se disculpó Victoria.

Cuando subía las escaleras se encontró con Azucena haciendo lo contrario a ella, bajando. Se miraron a los ojos.

-Está en su antiguo cuarto. –le dio un golpe en el hombro y siguió su camino.

-Gracias. –dijo Victoria en un susurro.

Al llegar al cuarto quedó en la puerta mirando como Hugo abría y cerraba cajones explorando su antiguo cuarto. Lástima que no iba a encontrar nada valioso para él, ella lo había recogido todo y cada una de las cosas de Hugo y las había guardado en casa de Azucena. El baño quedaba justo en frente del dormitorio de Hugo, se metió en él y lo siguió observando desde esa distancia, al menos tendría un motivo por el estar en ese piso. No quedaría nada bien que la pillase espiándolo como una loca.

Hugo no tardó en salir del dormitorio, Victoria antes de que Hugo la encontrase mirando fijamente se dio la vuelta con la mala suerte que la cremallera del vestido se bajo unos centímetros. El cristal de la ducha hacía que Victoria viera cada movimiento de Hugo. Todavía seguía ahí parado, mirándola fijamente. Victoria se sonrió, he hizo algo alocado, destapó el hombro izquierdo dejando la mitad de su espalda desnuda. Se lo acarició lentamente con la mano derecha y esperó que Hugo se acercara, no daba ningún paso, ella se dio la vuelta.

-Dio un falso grito- Me has asustado, no sabía que estabas ahí –mintió.

-Lo… lo siento no quería –tartamudeaba Hugo. –Adiós- antes de que se fuese Victoria le hizo parar.

-¿Me ayudarías con el vestido? –preguntó Victoria- No llego y no es plan de llamar a nadie para que suba solo para subir la cremallera.

-Claro, si… está bien –se acercó Hugo lentamente.

Victoria se dio la vuelta esperando sentir aunque solo fuera un segundo el roce de su piel con el de ella, un instante pero sentirlo. La mano de Hugo alcanzó el metal de la cremallera y subió lentamente.

-Espera más lento, si no se quedará atascado –pedía ayuda a Dios para que pasara justamente eso.

-Coge un poco el aire, no respires si no, no podré subirlo –dijo Hugo cerca del oído de Victoria, esta se estremeció.

La manos derecha de Hugo seguía luchando con la cremallera del vestido, pero la mano izquierda quedó encima del hombro desnudo de Victoria. A través del cristal de la ducha vio como Hugo se quedó paralizado, pero no quitaba la mano, seguía ahí para goce de Victoria. La mano empezó a moverse muy lentamente, casi imperceptible para Victoria que se dejaba hacer. Ella seguía mirando al cristal, Hugo acercó sus labios al hombro de ella y lo besó, suave, lento, maravilloso. Ese beso siguió a otro más en el cuello, las piernas se quedaban sin fuerzas calló hacia atrás chocando con Hugo que la sujetó por la cintura quedando sus cuerpos completamente pegados. No hablaban ella se dejaba llevar por las caricias de Hugo que apretaba su culo con la dureza de la entrepierna. Se frotaron unos instantes, y ella se dio la vuelta quedando frente a él.

-Hugo… -él no la dejó hablar más, pegó sus labios con los de ella.

El beso suave, los labios pegados y las manos de Hugo apretando su espalda acercándola a él, con fuerza. Ella alzó su mano para acariciar la mejilla de su amado tiernamente, el no la quitó, dejó que le acariciase. Los labios de Hugo se abrieron junto con los de ella, y sus lenguas se encontraron para bailar con suaves caricias. La mano derecha de Hugo bajaba por su espalda quedando en la frontera de sus glúteos. Se movían lentamente saliendo del baño, los labios aún seguían juntos, las lenguas luchaban sin piedad buscando un vencedor. Ni siguiera dejaron de besarse al entrar en el dormitorio de Hugo.

Las manos de Victoria ahora se entretenían con los botones de la camisa color pálido de Hugo, un botón, dos el tercero, el cuarto y los que les seguían salieron disparados al Victoria romperlos de un fuerte tirón con las dos manos. Seguían besándose aún cuando ella quería mirar el torso desnudo de Hugo, no, no podía dejar de saborear ese manjar que la hacía derretirse, jamás. Suyo, era suyo y de nadie más. La cremallera de su vestido había bajado totalmente como por arte de magia, Hugo dejó su cintura para bajar el vestido dejándola sólo con el sujetador azabache cubriendo sus pechos pálidos. Ya no se besaban, solo se miraban a los ojos anhelando sus besos de nuevo, mas, mas, mas, quería mucho mas. Un empujón de Hugo la tiró encima d ella cama, quedando boca arriba.

El la siguió acariciando sus piernas, quitándole totalmente el vestido quedando sólo con la lencería tapando su cuerpo. Volvieron a juntar sus labios, ella lo abrazaba con fuerza.

-Dilo… -susurró Hugo dejando de besarla- Dilo… -insistió.

Ella sabía lo que quería decir, por supuesto que lo sabía.

-Te amo… -dijo en un susurro.