Shark - 7

Seguimos a Hugo... nuevo acompañante para la misión...

Parte 7

Giró la llave e hizo apagar el motor del coche, había llegado a su destino, o so dejo el navegador que había instalado. Salió y cerró la puerta. Caminó hasta la puerta más pequeña del domicilio y pulsó el botón del timbre. Un leve sonido a lo lejos y esperó. Tres segundos, quizás cinco. La puerta se abrió. Con paso firme se desplazaba mirando a su alrededor. Uno, dos, diez hombres con armas de fuego en la mano, se sonrió. Uno de los guardaespaldas de ortega le hizo parar. Alzó los brazos y separó las piernas cuanto pudo para que el hombre le cacheara de arriba abajo, pura rutina. Entró en el domicilio.

-El señor Ortega le está esperando –dijo el guardaespaldas de Ortega abriendo la puerta.

Hugo no contestó, simplemente pasó la puerta y se cerró tras él. Olor a puro, whisky y a sexo fue lo primero que le vino a Hugo. Sonrió. Frente a él, Ortega junto a dos latinas retozaban sobre el sillón de cuero. Las chicas de grandes culos y senos, como buenas latinas, lamían el pene duro de Ortega con gula. Este palmeaba sendos culos con fuerza.

-¡Come verga perra! –gritaba Ortega a una de las chicas.

Se la tragó entera una vez, dos veces. A la tercera vez la chica vomitó sobre el pene de Ortega.

-¡PERRA! Qué asco, límpiala. –le ordenó.

Los ojos de la chica salieron de sus orbitas al escuchar sus palabras para después asentir y comenzar a limpiar con su lengua . La cara de asco de la chica a cada lamida hizo que a Hugo se le revolvieran las tripas. Cuando el pene quedó limpio, la otra chica comenzó a cabalgar sobre Ortega, plash, plash, era el sonido del enorme culo de la chica contras los testículos de su jefe.

En casi todo momento Ortega miraba a Hugo con cara sonriente llena de vicio.

-Siéntate brother, no te quedes ahí de pie. –habló por vez primera con Hugo- ¿Quieres a alguna perra? Elige la que te apetezca.

-No gracias. –contestó Hugo - ¿Para qué me llamaste? –preguntó sentándose en el sillón situado en frente de la escena sexual.

-Ahh, ¡puta! –gemía Ortega a cada salto de la latina- Tengo un trabajo para ti… -dijo con dificultad.

-¿De qué se trata? –preguntó Hugo cruzando las piernas.

-Necesito que tus hombres limpien la frontera de México con EEUU, tengo un cargamento muy valioso para mí –sonrió- No quiero problemas, y tus trabajos siempre han sido los mejores.

-¿De cuánto estamos hablando? –refiriéndose al cargamento.

-Una tonelada de polvitos –quitó a la culona de encima para ponerla a lamer su pene- No te preocupes, te voy a pagar bien.

-¿Para cuándo? –preguntó de nuevo levantándose del sillón.

-Pasado mañana, no me falles. Sabes que no perdono los fallos. –miró a Hugo con ojos diabólicos.

-Yo nunca fallo. –puso rumbo a la puerta parándose en ella y mirar de nuevo a Ortega- Nunca. –salió.

**

Frente a ella estaba Azucena que cortaba el filete de ternera en trozos pequeños, casi diminutos. A su derecha Eloísa sirviéndose un poco de ensalada de pasta. Al lado de su madre estaba Leire bebiendo de la copa de agua.

-¿Cómo nos has invitado hoy a comer? –preguntó Eloísa a Leire.

-¿Es que no puedo invitaros a comer? –preguntó ofendida.

-Hija es que es la primera vez que nos invitas a algo –todas rieron bajo la mirada enojada de Leire.

Victoria todavía con los ojos llenos de lágrimas por culpa de la risa miró hacia la puerta encontrándose con una mujer de pelo rojizo y cuerpo de infarto. La prometida de Hugo, pensó. Junto a ella otra belleza. Piel color chocolate y un cuerpo parecido al de Clare.

-¡Aquí! –se levantó Leire haciendo señas a las dos mujeres- He invitado a Clare a comer también, para conocernos mejor y eso. –miró a Victoria- No hay ningún problema, ¿cierto? –la sonrisa irónica de Leire no le sentó nada bien pero tuvo que tragar al notar como Azucena la miraba.

-Por supuesto que no… -contestó Victoria aún algo confundida.

Las dos mujeres sonrientes llegaron hasta la mesa con caras sonrientes;

-Perdón por la espera, realmente lo siento. –se disculpó Clare.

-Lo sentimos –siguió la chica de color.

  • No pasa nada cuñada –dio dos besos a Clare- ¿Tu nombre? –preguntó sonriente Leire mirando a la acompañante de Clare.

-Me llamo Karen, mucho gusto en conocerlas, a todas –miró fijamente a Victoria.

Tras las pertinentes presentaciones se sentaron de nuevo en la mesa. Ya estaban todas, o eso esperaba Victoria.

**

La puerta secreta de la base se abrió lentamente.

-Todavía no me acostumbro a estas puerta… ni que fuera una puta película de cine –habló cabreado Hugo.

-Ya sabes cómo somos los yankees… -rió Steve.

Media sonrisa apareció en los labios de Hugo tras el comentario del hacker informático.

-¿Eso ha sido una sonrisa? Parece ser que no eres de hielo –volvió a reír mas fuerte Steve para al instante mirar a Hugo que le ofrecía una mirada fría quitándole las ganas de seguir riendo.

Legaron a la gran mesa donde Seth los esperaba moviéndose de un lado a otro, sin parar.

-Por fin llegas –miró a Hugo- Tienes que ir a comer con tu hermana, Clare y Karen ya deben de estar allí… -Hugo intentó hablar pero la mano de Seth alzada hizo que se callara- No hay peros que valgan, es una orden… de Alhambra. –sonrió malévolamente.

Hugo farfulló algo imposible de entender y se dio la vuelta maldiciendo por lo bajo.

-Nicolás Maquiavelo estaría orgulloso de ti –gritó antes de salir dando un portazo.

-Como me gusta hacerte enojar, ¡Machote! –escuchó Hugo a lo lejos, y se rió.

**

Era incomodo ver a la prometida de Hugo. Su cuerpo estaba tenso, raro. Parecía como si las sorpresas de Leire solo hayan comenzado, ¿Qué tramaba?

-Dio Clare, ¿Cómo os conocisteis mi hermano y tú? –preguntó Leire limpiándose los labios con la servilleta.

-Bueno, fue algo raro. Un día como otro cualquiera llegué al trabajo, mi secretaria me taladraba la cabeza con citas y demás, lo típico en secretarias –miró a Karen sonriendo- total, que choque con un chico y le manché el traje de café, que era un cappuccino para más señas –rió fuertemente- y al que manché fue a Hugo. –bebió de la copa de vino- Se puso furioso. Luego descubrí que era uno de los candidatos que eligió mi padre para ser el nuevo arquitecto de la compañía. –miró a Leire a los ojos- Y al final nos enamoramos… el muy sinvergüenza tenía a mi padre de su parte, así que entre los dos me obligaron a salir con Hugo, y más tarde a aceptar casarme con el… -la cara se le iluminaba- Y si, el dicho que dice ‘del odio al amor hay un solo paso’’ es totalmente cierto. Porque lo llegué a odiar al principio, no lo tragaba era superior a mí.

Victoria en todo momento intentó ser impasible hacia los ojos de las demás mujeres. Nada de sentimientos. Pero le dolió en lo más profundo de su ser saber que Hugo realmente se iba a casar con Clare, que la amaba y que era correspondido. Ella solo sería una triste historia en la vida de su amado, un dolor que nunca podrá pagar con todo el sufrimiento del mundo.

Lo peor era la mirada escrutadora de Karen, ¿Qué miraba tanto? ¿Por qué a ella? ¿Sabría algo sobre Hugo y ella? Tal vez le habría contado algo Hugo, pero era imposible. Hugo no quería saber nada de ella, y a su vez, tampoco querría que nadie supiera de su relación en el pasado.

-Karen, ¿y tú de que conoces a mi hermano? –preguntó Leire de nuevo.

-Eso también es una buena historia –rió levemente- Nos conocimos hace diez años, -Victoria se tensó al instante- En cuanto lo vi, supe que era un pringado, un capullo sin más. No quiero decir que lo odiara, para nada, solo que me dio lástima.

-¿Lastima? –preguntó Eloísa.

-Estaba hecho pedazos, espiritualmente digo, era horroroso ver sus ojos verdes tan oscuros. –dijo con pena- Algo le había ocurrido, algo tan duro que no levantaba cabeza –los ojos de Karen se posaron fijamente a los de Victoria, que esta última tuvo que desviar- Me hice amiga suya al instante, siempre me ha gustado levantar el ánimo a las personas –continuó- Y a él le hacía mucha falta. –cruzó las manos con fuerza- Desde ese día no nos hemos separado casi nunca, hasta me contrató como su secretaria personal –rió.

Los ojos de Victoria se humedecieron de nuevo, pero esta vez de tristeza, dolor. Se disculpó con las presentes, tenía que ir al baño. Su paso era bastante rápido, temió que se dieran cuenta lo apurada que estaba por salir de la encerrona de Leire, no se lo esperaba. ¿Quizás Leire sabía que engañó a Hugo? Era imposible. Hugo no le diría nada, ¿no? Alex imposible, el solo chulearía con sus amigotes, ¿Azucena? Si ella le hubiera dicho algo a Leire pondría en peligro la misión, y ella no se permitiría hacer tal cosa, era, es muy recta. Tal vez les escuchó hablar algún día… su cabeza era un lio constante.

Se enjuagó la cara con un poco de agua para al instante secársela con un trocito de papel. Por suerte no necesitaba nada de maquillaje, eso le decía Hugo;

-Eres tan bella que con maquillaje pierdes tu belleza.

La sonrisa triste al recordarlo se hizo con sus labios.

-¿Y esa sonrisa tan triste? –preguntó Karen asustándola.

-No sabía que estabas aquí… -volvió a poner su mejor cara.

-No te disculpes –sonrió de nuevo la mujer.

Miraba por el espejo los movimientos de Karen. El pintalabios color suave pintaban cada centímetro de los labios de Karen, suave pero constante. Bella, esa era el adjetivo que le ponía a Karen, no, mejor explosiva, pura lujuria, potente. Los ojos de Karen se posaron de nuevo en los suyos;

-Y dime… ¿estas feliz por tu futura boda? –vio el interrogante en la cara de Victoria- Hugo me cuenta todo, soy su secretaria al final.

-Cualquiera mujer estaría feliz de casarse con el hombre que… -la cortó.

-¿Ama? –terminó la frase Karen.

-Si… -intentó sonreír, pero no fue fácil para Victoria.

-Bueno, no sé mucho de amores ni nada parecido –rió suavemente- pero si es con el hombre que amas… ¿Por qué no te casas con él? –miró seria.

La pregunta de Karen la dejó boquiabierta, no se lo esperaba. ¿Tan fácil era leer sus gestos? Puede que Hugo… ¡Si! Ella acababa de decir que se conocieron hace diez años, los mismos que Hugo llevaba fuera de su vida, fue su paño de lágrimas, seguro que él le había contado, si.

-¿Tal vez lo engañaste? –preguntó de nuevo- La traición es algo horrible, hace sufrir al traicionado y a largo plazo al que traiciona. Se dice que la confianza solo se pierde una vez en la vida… espero que no sea tu caso, guapa –volvió a sonreír y salió del baño.

Se quedó plantada, con las piernas temblando. Se agarró como pudo del lavamanos y esperó. Esperó que su cuerpo volviera a la normalidad, que el ritmo de su corazón se tranquilizase. Hugo, su Hugo. El amor de su vida la odiaba, con todo su ser y jamás volvería a confiar en ella, nunca. Si ella moría el sería terriblemente feliz, no, sufriría, Hugo sufriría porque a pesar de su rabia hacia ella, seguía siendo una buena persona, de alma pura. Rompió a llorar.

**

El sonido del móvil que sonaba por segunda vez hizo que parara el coche. Con la mano derecha lo alcanzó y miró quien era el que llamaba, Seth.

-¿Se puede saber qué narices quieres? –preguntó casi gritando.

-Pues resulta que no te he dicho donde es la cita –reía con fuerza cabreando aún más a Hugo- bueno en realidad llamaba para eso y… para avisarte que no tienes que ir –un gruñido de Hugo hizo reír nerviosamente a Seth - Es que ya han terminado, o eso supongo… no hace falta que interrumpas la preciosa velada que tendrán las chicas.

Insultó de varias maneras a Seth pero se dio cuenta que este había colgado.

-Maldito Seth… te vas a enterar en cuanto te pille. –maldijo tirando el móvil de malos modos.

No hizo caso a su compañero y siguió el viaje hasta el restaurante donde estaban reunidas. Por suerte Clare y Karen tenían conectado el móvil y así pudo saber en qué sitio se encontraban. Era cerca de su posición, no tardaría en llegar… al menos quería ver quiénes eran las ‘’chicas’’ que allí se reunían.

Cinco minutos más tarde llegó. No tardaron en salir ni dos minutos, Karen, Clare, Azucena, Leire, Eloísa y ella, Victoria. Las seis reían con efusividad y se despedían de la misma manera. Esperó a que Clare y Victoria se despidiesen, ¿para qué? Si no me importa, eran las palabras que decía Hugo. Pero aún así miró con más atención los dos besos de las mujeres. Frío, casi no rieron.

-Parecen que no se llevan nada bien… -murmuró Hugo.

Ahora cambió su mirada hasta ver a Karen besar a Leire. Lo malo de esa escena es que Karen  lo miraba con una sonrisa burlona en sus labios, le había pillado infraganti. Le devolvió la sonrisa.

El móvil privado de Hugo comenzó a sonar. Miró la pantallita alumbrada para saber quién era y descolgó;

-Parece que ya has llegado… -dijo Hugo.

-Acabo de bajar del avión. –dijo el artífice de la llamada.

-Bien… eso está muy bien. –sonrió Hugo- así que esta noche empezamos… va a ser muy divertido Phantom.

-Y que lo digas, amigo –respondió Phantom.

**

El sol se había escondido hace unas pocas horas. Victoria miraba un álbum de fotos no muy grande, de color marrón oscuro. Su ojos humedecidos y enrojecidos por las lagrimas que había derramado y que aún seguía derramando viendo cada una de las fotos. En ellas se podía observar a Hugo y a ella sonrientes, otras dándose un beso con los brazos de Hugo aprisionando sus caderas para mantenerse unidos siendo un solo ser. Eran felices, inmensamente felices. Por eso lloraba. Desde el principio había sido todo mentira, pero ella se dejó cazar. El ratón cazó al gato.

-Sabes que no me importa que vengas a desahogarte a mi casa, pero es muy tarde. Debes volver –apareció por la puerta Azucena.

-Limpió las lágrimas con sus dedos y cerró el álbum- Lo sé…

Azucena la miraba con pena. No era su culpa, bueno no al cien por cien. Es verdad que ella era su jefa directa y le había mandado enamorar a Hugo pero no era la culpable de que ella se enamorara locamente de Hugo.

-Debería irme… -se levantó del sillón y acercó el álbum a Azucena.

-No te preocupes lo guardaré donde siempre –dijo Azucena antes que Victoria le dijera lo mismo de siempre.

-Gracias. –dijo Victoria con tristeza.

-Ve y mañana hablamos, desayunaremos juntas… -dejó el álbum encima de la mesa para guardarlo más tarde.

-Bien… vuelta al papel de prometida… -se despidieron y salió del piso de Azucena.

Esperó hasta que el ascensor llegara, lo raro es que no estuviera averiado. Al llegar entró dentro y pulso el botón número cero, bajó.

**

Tumbado en la cama esperaba a que todos se durmieran, no sería bueno que le pillasen saliendo a esas horas de la madrugada. Las agujas del reloj marcaban las cuatro treinta, era una buena hora. Se vistió rápido sin hacer el menor ruido. De puntillas recorrió todos los pasillos de la mansión para a cerciorarse de que nadie estaba despierto. Perfecto. Clare y Steve dormían plácidamente. Al llegar a la puerta principal abrió despacio y la cerró a la misma velocidad, aunque tuvo que empujar un poco para que se cerrara perfectamente. No usó ninguno de los coches, haría bastante ruido  no era plan después de la escena al estilo ninja que acababa de hacer.

Trepó la pared que daba a la calle y saltó desde lo alto, fácil. Anduvo unos metro hasta llegar a un coche oscuro, con una facilidad pasmosa entró en el y usó los cables adecuados para hacer un magnifico puente. Arrancó y se alejó de casa. Apagó todos los dispositivos móviles excepto su teléfono privado. Encima solamente llevaba su arma de fuego y el mencionado móvil. Codujo durante media hora hasta que se encontraba en el punto exacto de reunión. Un polígono abandonado a las afueras de Madrid, no muy lejos de la base pero si la distancia idónea para que no la encontrasen fácilmente. Se bajó del auto y entró en uno de los almacenes.

-Creía que no ibas a venir, amigo. –dijo un hombre de ojos achinados desde la oscuridad del lugar.

-Por eso el apodo de Phantom, ¿no? –preguntó- Siempre tienes que darme algún susto…

-rió- A pasado un largo tiempo, Hugo. –se abrazaron dándose varios golpes en la espalda- Nada más recibir tu mensaje hice la maleta y vine hasta Madrid.

-Te ha llegado toda la información sobre la misión, ¿verdad? –dijo Hugo.

-Si y me lo he leído de cabo a rabo –se pasó las manos por el pelo largo- Menuda putada… lo tienes que estar pasando como el culo.

-Ya estoy acostumbrado a todo –dijo Hugo sonriendo.

-¿Sigues teniendo el móvil que te liberé? –preguntó preocupado Phantom.

-Es el que uso para las cosas personales –le dio un golpe en el pecho- Vamos, te explicaré todo lo que sé. Después decidirás si me ayudaras. –alzó la mano para que su amigo callara- Primero debes escuchar algo de la historia antes de decidirte, y si te decides, nos vamos a divertir… un montón.

Se sentaron en unas piedras cerca de un descampado, hicieron un poco de lumbre y bebieron cerveza. Le contó todo lo que sabía, desde su familia hasta los japoneses, pasando por los colombianos y la triada china de la que aún no se sabía nada. Phantom  atendía atónito a cada palabra de Hugo, Alhambra era su tía, la que le metió en la CIA, la que llevaba más de veinte años en la misión. Al igual que Hugo, Phantom se imaginaba que toda esa mafia era mucho mas que simples negocios de drogas o banqueo de dinero, algo muy jodido. Cuando Hugo terminó el resumen, Phantom se levantó y le hizo que lo siguiera.

De nuevo entraron en el almacén y se adentraron en el. Phantom se paró y movió un trozo de cartón que había en el suelo, debajo de él se encontraba un agujero los bastante amplio como para que quépase una persona con facilidad.

-Sígueme y ten cuidado con las escaleras –dijo Phantom bajando.

Al llegar abajo se alumbró toda la habitación, si se le puede llamar así.

-Te ha dado tiempo para hacer un zulo –dijo Hugo.

-Cuando me llamaste sabías que iba a aceptar –Hugo afirmó con la cabeza- Yo al saber que tú sabías que iba a aceptar… -se acercó a una mesa con varios maletines enormes.

-Deja de jugar con las palabras, lo odio –dijo Hugo apretando la mandíbula.

-Vale… -pidió disculpas juntando las manos y haciendo una reverencia- A lo que iba, sabias perfectamente que iba a venir y déjame decirte que no he venido con las manos vacías…

Abrió cada maletín. Hugo se acercó y sonrió.

-Como me gusta trabajar contigo, Phantom –dijo Hugo con pura maldad.

Los maletines llenos de armas de fuego, armas blancas, dispositivos de rastreo, munición y el rey de la reunión, un rifle francotirador de la armada China, la mejor del mercado.

-Por cierto, deja de llamarme Phantom… -alzó las cejas divertido.

-Vale… Chang –cruzó los brazos.

-Creo que nos vamos a divertir… -sonrió de nuevo Chang.