Shark - 6

Nada es lo que parece querida Victoria... algo mas de información sobre los mafiosos...

Mis disculpas por tardar tanto en subir otra parte de ‘SHARK’. He tenido problemas personales, y no tenía ganas de escribir y a su vez tiempo para coger algo de inspiración. Puede que sea mas corto que las entregas anteriores, mis disculpas de nuevo. Espero volver a coger ritmo y seguir mas continúo con los capítulos.

De nuevo disculpad.

Sky =)

Parte 6

Había escuchado toda la conversación que mantuvieron Hugo y Ortega hacía unos minutos, en ningún momento se esperó lo que allí había podido oír. Hugo conocía a Ortega, lo conocía bastante bien, mas de lo que nunca podría haber imaginado. Eso significaría que el no era quien ella pensaba, no había nada del Hugo que la amó tanto. Eran asuntos serios, podría ir a la cárcel o podría morir. Debería de decírselo a Azucena, ponerlo a salvo… meterlo entre rejas, no, no. No podría hacerle algo semejante a Hugo, su Hugo. A pesar de que ya lo había usado, lo enamoró hasta las trancas, jugó con el sin importarle sus sentimientos. Nadie sabría la relación que mantenían Hugo y Ortega, no de momento. Primero debería de asegurarse, sin equivocaciones.

Sacó fuerzas para hablarle, a solas, sin nadie que les escuchase. Le temblaban las piernas como cuando lo vio tras diez años;

-Hugo… -dijo Victoria con voz temblorosa.

Espero expectante a que se diera la vuelta, titubeaba. Reconoció ese gesto de inseguridad de Hugo, todavía quedaba algo de lo que ella destruyó.

-Victoria. –dijo sin darse la vuelta.

-¿Co… cómo estas? –preguntó Victoria.

-Se dio la vuelta y la miró a los ojos- De maravilla, gracias por preguntar. –sonrió.

-Me alegro mucho. –no le había preguntado como estaba ella, lo dejó pasar. No convenía tensar la cuerda tan de repente- Tu prometida es preciosa, se os nota lo enamorados que estáis el uno del otro.

-Si, Clare es maravillosa, el amor de mi vida sin lugar a dudas. –en tono neutro- Vosotros también hacéis una linda parejita, el uno para el otro. – dijo sarcástico- Futura Señora Gálvez –soltó una carcajada.

-No me cambiaré el apellido, no le veo la gracia a tus palabras, la verdad… -estaba cabreada.

-Perdón si te han molestado mis palabras mal elegidas. –se disculpó, aunque no le creyó sus palabras.

-Que bueno que hayas vuelto… yo te… te han  echado de menos, tu familia. –rectificó.

-Estoy seguro de eso –volvió a sonreír.

La sacaba de quicio su sonrisa

-¿Conoces al señor Ortega? –preguntó- Parecéis muy amigos. –intentaba sonsacarle.

-No nos conocemos de nada, simplemente nos hemos encontrado por el pasillo y he sido cortés. –explicó tranquilo.

Le acababa de engañar en su cara, no se lo podía creer. ¿Quién le ha enseñado a mentir tan bien? Hace diez años no era capaz de hacer algo semejante sin ponerse nervioso. Ha cambiado.

-No puedo creer que me engañes de esa manera Hugo, idiota. ¿No sabes que puedes morir? Yo no quiero que… -calló.

-Victoria no eres nadie para decirme que tengo que hacer, nadie. Solo eres una zorra vanidosa a la que solo le interesa el dinero de algún rico imbécil. –gritó.

La mano de Victoria, rauda y veloz, golpeó en la cara de Hugo haciendo un ruido espantoso. Le acababa de pegar, a Hugo, su Hugo. Sus ojos llenos de lágrimas de dolor por las palabras que había escuchado y el arrepentimiento por haber pegado a Hugo brotaban sin poder parar a ninguna de ellas.

-Eres un idi… -la besó.

Los labios de su Hugo apresaron los suyos con pasión. Pasión encerrada durante diez años, pasión que por fin salía de su corazón. Era su sabor, su tacto. La boca que deseaba, la lengua entrelazada que tanto añoró. Las manos recorriendo su cuello, su espalda, por cada caricia, cada roce, tembló. Se mordían mutuamente los labios con rabia, rabia que se iba convirtiendo en besos lentos y llenos de amor.

-Ven… -susurró Hugo al oído.

Cogidos de la mano entraron en una pequeña habitación.

-Ámame mi amor –juntos sus labios con los de Hugo.

Las manos de Hugo recorrían desesperadas cada rincón de su cuerpo. Alcanzó la cremallera del vestido y la bajó con cautela, temeroso. Victoria se encontraba en éxtasis, en otro mundo al que solo podía visitar cuando Hugo la tocaba. El vestido calló al suelo dejándola con el pecho descubierto, Hugo se apoderó de sus dos pechos bebiendo de ellos.

-Mi amor… -lágrimas. Lágrimas de felicidad.

Victoria no podía moverse, inhabilitada dejaba que la acariciase todo su cuerpo. Dejó en libertad sus pechos y bajó hasta su ombligo besando el camino invisible que creaba Hugo con cada roce de sus labios. Los besos pararon al encontrarse con el borde de sus braguitas color azabache. Con un movimiento sutil de sus dedos, hizo descender las braguitas hasta los tobillos.

-Hugo… -gimió Victoria.

Volvió a besar su cuerpo, esta vez desde sus rodillas temblorosas llegando hasta su pubis. Los ojos de Hugo quedaron fijos en los suyos, amor, cariño… tristeza. Le acarició el pelo con sus manos. La dejó de mirar hundiendo sus labios en la cuevita húmeda de Victoria. Su respiración empezó a entrecortarse con mas dureza que segundos antes haciéndola vibrar a cada movimiento de la lengua de Hugo. Ella se dejaba hacer por el amor de su vida, era su dueño al fin y al cabo. Cuantas noches deseó de sus caricias, de sus besos… de su mirada penetrando sus ojos con el mayor de los deseos.

-Te amo mi vida –alzó la voz Victoria llegando al orgasmo.

Te amo, Te amo, Te amo. Cada sílaba salía de su garganta sin freno, se dejaba llevar por su corazón sin impedimento, nada podía impedir ese arranque de amor. Abrió los ojos y se encontró con los de Hugo;

-Te amo –dijo Victoria besando sus labios.

Acariciaba los labios de su amante.

-Te odio –le espetó Hugo con dureza y frialdad.

Despertó con un grito de autentico miedo. Había sido un sueño, un sueño que se convirtió en pesadilla, la mas fea pesadilla. Era tan real. Su mano buscó su entrepierna encontrándosela húmeda de la excitación, había tenido un orgasmo dormida. Todavía las piernas le temblaban, su frente llena de sudor y el perfume de Hugo le atoraba las fosas nasales. Pero solo era eso, un sueño del que despertó tras oír las seis letras que componen las palabras TE ODIO.

Lo peor era que el principio del sueño era tal cual lo había soñado. Tuvieron esa misma conversación, pero en esa vez, el se dio la vuelta alejándose de ella. Por su parte, nunca le dijo algo parecido al peligro que conlleva juntarse con gente de la calaña de Ortega. La mintió en su cara, sin ‘despeinarse’ en el intento, con sangre fría. Había cambiado significativamente.

Si le llegan a decir hace tan solo veinticuatro horas que Hugo iba a parecer en su fiesta, no solo no lo creería sino que llamaría loco a quien fuese necesario. Lástima que haya sido verdad el retorno de su gran amor.

Quedaban unos minutos para que el despertador sonara, decidió levantarse y darse una ducha, por lo menos refrescaría sus ideas. Se desnudó lentamente mirando su cuerpo a través del gran espejo de mármol que adornaba el baño. Miró su cuerpo con detenimiento, el dedo índice de la mano derecha recorrió el camino de besos que Hugo había diseñado en cada milímetro de su cuerpo. Era tan real…

Se metió bajo el agua caliente. El agua salía leve mojando su cara pasando por sus pechos y llegando a los dedos de sus pies –suspiró.

Bajando las escaleras, todavía pensativa, oyó voces provenientes del comedor. Se apresuró en llegar y unirse, tendría que volver al papel de todos estos años.

Dio los buenos días a los presentes en la mesa. Eloísa, Leire, Don Luis, su prometido y Azucena, parecían una familia unida. Dos besos a su suegra y se sentó, junto a su futuro marido.

-¿Cómo has dormido amor? –preguntó Victoria.

Un gruñido y no hubo mas palabras por parte de Alex a la pregunta de Victoria. Fácil.

-Hablábamos de mi TETE –dijo Leire.

-Menuda sorpresita se ha marcado el señorito… como si nada hubiera pasado. –siguió la conversación Luis.

-Si quiere guerra, guerra va a tener –se unió Alejandro.

-Que valiente… pero anoche bien que tartamudeabas –rió con ganas Leire.

La ocurrencia de Leire casi hace a Victoria reír como una niña pequeña. Y lo gracioso era que Alejandro se ‘achantó’, bueno… si ella estuviera en los zapatos de su futuro marido también tendría un poco de miedo. Eso le hacía gracia a Victoria, que Hugo pusiera en su sitio a Alejandro, lástima que no quisiera saber nada de ella.

**

Todos estaban sentados en la mesa de cristal que había en la base.

-¿Por qué nos habéis llamado? –preguntó Seth con su típico sonido de voz afeminado.

-Smith nos ha citado –respondió Steve-Parece que tiene nuevos informes.

Lo que le faltaba, si no tuviera poco en lo que pensar, sobre todo en Victoria, ahora habría mas noticias por parte de Smith, magnifico.

Las ojeras marcadas en sus ojos verdes decían por sí solas la mala noche que había pasado. Volver a verla… tenía la esperanza de llevarlo bien, por lo menos medianamente bien. Para nada, fue, era y es una piedra en su autoestima, una piedra de mil toneladas. Se debatía entre odiarla o desearla, al final será verdad que; Del amor al odio hay un solo paso y viceversa. Vivir alejado de ella durante diez años no aminoró los deseos que sentía por Victoria, ni tampoco el odio. Lo único que podía hacer era poner buena cara y seguir con la misión.

La pantalla se encendió, y en ella apareció la figura de Smith;

-Buenos días a todos –saludó sonriente- Os estaréis preguntando el por que las prisas de reunirnos…

-La verdad si –habló Clare.

-Bien –siguió Smith- Los Gálvez ya saben que vosotros seréis los encargados de la construcción del edificio.

-No es ninguna novedad, aunque nos hayas quitado el trabajo de decírselo nosotros mismos… -se unió Hugo por vez primera- ¿Eso era la urgencia? –usó un tono irónico.

-El problema es que el rascacielos no será construido en España –dijo Smith.

-¿Entonces? –preguntó Karen.

-Será en Paris –soltó Smith.

Los cinco al unísono gritaron ¡QUE¡ dejando casi sordo a Smith.

-Tienes que estar de coña –dijo Hugo.

-No es broma Hugo –con cara seria Smith.

-¿Cómo vamos a ir todos a París? –preguntó Clare.

-Pues en avión cariño –se unió Seth.

-No me refería a eso, y no me vuelvas a llamar cariño –dijo enojada Clare.

-Basta. –dijo Smith- Sólo irá Hugo junto con la persona que digan ellos.

-¿Y quien sería esa persona? –preguntó Hugo.

-No quiero que te lo tomes a mal ni nada por el estilo, he intentado que no fue… -Hugo cortó a Smith.

-Dime Smith, ¿Quién? –volvió a preguntar Hugo aún mas serio.

-Con la señorita Victoria. –Smith intentó poner cara seria pero su alma malévola hacía que en su cara se dibujara una sonrisa.

Todos miraron la cara de pocos amigos que se iluminó en Hugo, no era un secreto que gracia no le hacía.

-El viaje no será mañana ni pasado, tranquilízate. –intentó poner calma Smith.

-¿Para cuando sería? –dijo en tono mas tranquilo Hugo.

-Todavía no se sabe –movió la cabeza hacia los lados Smith.

Hugo se levantó de mala manera y empezó a andar con paso firme, subió las escaleras encontrándose con la puerta secreta y salió de allí. Se lo llevaban los demonios, a cada paso que daba mas cabreado se encontraba, no había nada que lo calmase. Llegó hasta la puerta del garaje, entrando en el, alcanzó las llaves de uno de los coches. Pulsó el botón de abrir y la verja aceptó la orden. Arrancó y salió de casa con el ruido de las ruedas chirriando.

Sin rumbo fijo y con el acelerador pisando a fondo paseaba sin rumbo fijo. ¿Dónde iba? ¿A quien vería? No tenía a nadie con quien desahogarse, contar sus penas, sus miedos e inseguridades. ¿Quien le iba a creer que era un espía? Trabajaba para los Estados Unidos y encima la misión que le habían comandado era contra su familia. Si le pinchaban no echaba ni gota de sangre.

Con todo esto en su cabeza, sin saber cómo ni por que, acabó aparcando en un sitio que sonaba a Hugo bastante. Un pequeño parque con la típica fuente de los deseos en medio, un banco donde al sentarte verás todo Madrid desde todo lo alto. Cuando el sol se escondía y la luna hacía su presencia, todo Madrid resplandecía. Aquel escondite donde dejaba salir sus sentimientos sin que nadie le molestara en ese rito que tenía en los malos momentos. El sitio donde llevó a Victoria y se le declaró haciendo un papelón estilo Hollywood. Ella era a la única que le había ensañado ese lugar, y a ella se encontró en ese lugar.

Era una sorpresa encontrarse a Vitoria sentada en ese banco. Durante unos pocos segundos sintió felicidad, pero al volver a pensar en su traición, el que ella estuviera allí era como una falta de respeto para el. La sangre le hirvió de nuevo. Avanzó hacia ella para ponerla en su lugar sin importar la misión, dejaría todo claro, le enseñaría todo el odio que había almacenado todos estos años. Con la mandíbula apretada y sus ojos chispeando odio se acercó hasta Victoria, sólo quedaba por pasar el último árbol y la tendría cara a cara. Pero algo le hizo parar, el llanto de Victoria.

De repente, una sombra se acercó a ella. Pronto pudo poner nombre y cara a esa persona, Azucena. La tía de Hugo se acercó con rostro preocupado hacia Victoria. Se sentó a su lado y pasándole un brazo por los hombros de Victoria, intentó calmarla. Hugo todavía en shock por el llanto de Victoria, se agazapó tras un árbol expectante e interesado por lo que allí sucedía. Sólo murmullos, nada descifrable desde esa distancia. No podía acercarse mas, lo descubrirían y no sería nada bueno para el.

Sin saber cuantos minutos o segundos esperó por recibir algo de la pareja, Victoria se levantó como un resorte y gritó ‘No puedo hacer eso’. Cuatro insignificantes palabras que crearon una frase que dejó a Hugo con mucho interés. El llanto de la morena era todavía mas desconsolado tras su frase. Hugo miró el tronco del árbol de hoja caduca donde se escondía y dándose media vuelta, comenzó a caminar alejándose de la escena.

Cansado de conducir sin rumbo fijo, Hugo terminó por parar en una cantina pintoresca del centro de Madrid. Entró en el establecimiento y a sus oídos llegó la melodía de algún fandango del que no tenía idea alguna.

-¡Jefe! Una caña –gritó Hugo intentando que su voz llegara a los oídos del camarero. Deslizó una de las dos sillas situada en una mesa pequeña y se sentó.

El camarero no tardó en llegar con la bebida.

-Aquí tienes ‘pisha’ –dijo sonriente el hombre panzón.

-Gracias. –contestó Hugo dándole un trago enorme al tercio.

Sacó el móvil e hizo una llamada breve y cortó. Pidió otra cerveza y salió del local no sin antes pagar su consumición. Volvió a casa.

No había nadie en el lugar, parecía muerto. Hugo se paseó por toda la casa intentando encontrar a alguien de sus compañeros, pero no tuvo suerte. Bajó a la base y empezó a leer todos los informes sobre la misión. Los había leído en multitud de ocasiones, pero no había ninguna pista, nada. La yakuza japonesa, los narcos colombianos e incluso pudo leer algo de la triada china. Conversaciones con grupos pertenecientes a la ultra derecha rusa, que llamaron la atención de Hugo. Con todo lo leído, Hugo solo tenía una cosa en mente, política. Era cierto que con la crisis mundial que azotaba a todos los países del globo, los grupos radicales, tanto de derecha como de izquierda, comenzaban a mover fichas. Las mafias de cada país se involucraban en política, pero no era nada preocupante, siempre a habido grupos como estos.

Otra cosa que incomodó a Hugo era lo de la triada china. No había pistas sobre el cabecilla, ni nombres ni el color de pelo de dicha persona. Otro interrogante mas. A cada folio que pasaba, mas alucinado estaba, veinte años de misión… casi nada.

-Veo que estas estudioso hoy –la voz de Karen le sobresaltó- Descansa un poco… - rodeó el cuello de Hugo con sus manos.

-Estoy bien –Hugo se levantó quitándose de encima los brazos de Karen.

-Sé que no es fácil para ti… todo esto es muy fuerte, pero no puedes obsesionarte tanto con la misión, Hugo. –dijo Karen con voz calmada.

-Hugo la miró pensativo- En serio, estoy bien –sonrió.

En ese momento, el móvil de Karen comenzó a sonar. Lo cogió.

-¿Diga? –preguntó- Hola señor, si.. si, si… vale. Comprendo… Yo se lo digo ahora mismo, vale. Adiós. –puso fin a la llamada.

Hugo la miró esperando a que comenzase a hablar.

-Era Smith, que avisemos a la pelirroja. Tienen que hablar, y por el tono serio no debe de ser nada bueno –se rió a carcajadas.

El móvil de Hugo vibró. Abrió el mensaje,

‘Te espero en mi house brother’’ –Ortega

Junto con el sms, envió la dirección de la casa donde se hospedaba cuando venía a Madrid. No le contó nada a Karen, ni tampoco a los demás compañeros. Se metería en la boca del lobo así que prefirió no ponerlos nerviosos a ninguno. Ir a casa de Ortega era como un juego de azar, podría salir cara, o tal vez cruz, lo que estaba claro es que no se podía fiar de el en absoluto. Sobre todo tras el pequeño rifi rafe de la noche anterior. Que sea lo que Dios quiera.