Shark - 3

El regreso a España... mas información sobre la misión... alguna que otra sorpresa... el reencuentro con Azucena...

Parte 3

Se despertó totalmente humedecida por el sudor. No era nada nuevo tener siempre la misma pesadilla, una y otra vez. Diez años con la misma pesadilla. Sus ojos verdes llenos de lágrimas, su mano retorciéndole el cuello, y su puño chocando contra la pared con rabia. Sentir todo el odio que le tenía, su mano bañada en sangre. Era una cruz que tenía a su espalda.

Se levantó un tanto mareada, siempre le pasaba lo mismo. Agarrándose de los muebles llegó hasta el baño, tras ella cerró la puerta con pestillo y comenzó a desnudarse. Se metió en la ducha de agua fría y comenzó a espabilarse poco a poco. Sus manos enjabonaban sus pechos duros y turgentes, haciendo pequeños círculos. Bajó su mano hasta su pubis, pubis que frotó con delicadeza y parsimonia. Se excitaba por momentos, recordando sus besos, sus caricias.

-Hugo…. Mmm –apretó su clítoris- cariño…

El dedo índice daba pequeños golpes en el clítoris haciéndola gemir con más fuerza. La mano que quedaba libre dejó de acariciar sus pezones duros, para bajar y penetrar dos de sus dedos en su vagina. Sólo dos pequeñas penetraciones y su cuerpo convulsionó ferozmente. No necesitaba mas que recordad las caricias de él para llegar a los mejores orgasmos de su vida, sólo el con su recuerdo era capaz. Hugo, su Hugo.

Nadie la tocaba como el, nadie la besaba como el, y por supuesto, nadie la amaba como el. Sabía perfectamente que de la misma manera que el la amó, ahora la odiaba con la misma fuerza.

Durante todo este tiempo intentó buscarlo hasta debajo de las piedras, claro que no tuvo suerte en dar con el. Por más que lo intentó, y mira que lo intentó, era como si la tierra se lo hubiera tragado. Era imposible que alguien desapareciese así como así. ¿Estaría muerto? Esa pregunta le revolvía el estómago. No concebía un mundo si que el viviera en el. Su muerte pondría fin a su esperanza por volver a verlo, abrazarlo, besarlo…

Se subía la cremallera situada en su costado derecho cuando sonó el teléfono;

-¿Diga? –dijo Victoria.

-¡Amiga! Sólo quedan dos días para tu fiesta de compromiso –gritó- ¿Estas nerviosa?

-Hola Sofía, ¿Por qué debería estar nerviosa? –preguntó Victoria.

-Una no se casa todos los días…

-No es mi boda –dijo con desgana- solo es una pequeña reunión.

-¿Reunión? –preguntó Sofía- ¡Si hay mas de quinientos invitados!

Era verdad. A la fiesta iban a asistir mas de quinientas personas, aunque no conocía a ninguna salvo a los compañeros de universidad.

-Es normal ¿no? –dijo Sofía-  Alejandro es de una de las familias mas ricas del mundo.

-Si… -suspiró de mala gana Victoria.

-Menos mal que elegiste a Alejandro, su hermano pequeño daba grima… pobre imbécil –soltó una carcajada.

-Cuidado con lo que dices de Hugo –gritó- el no tiene nada que ver con esto.

-Es verdad… perdón –pidió disculpas- Por cierto… ¿sabes si va a ir Hugo? –preguntó Sofía.

La pregunta trastocó a Victoria, lo que menos quería es que Hugo supiese que se iba a casar con su hermano. Además de que era con el que le puso los cuernos. Sería un gran golpe.

-No creo… tampoco es que sepamos nada de el. Nadie sabe nada desde hace diez años. -dijo Victoria con un tono de voz melancólico.

Por suerte Sofía dejó el tema y preguntó por otra cosa. No tuvieron una conversación demasiado extensa cuando terminó por colgar. Victoria despidiéndose de su amiga bajó las escaleras y caminó hacia el gran comedor de casa de sus suegros.

En aquella mesa desayunaban su suegra Eloisa, Leire, la hermana de su futuro marido y Azucena. Tras los típicos saludos protocolarios, corrió la silla sentándose junto a Leire, su cuñada. La muchacha del servicio dejó algunas tostadas en la mesa junto con una gran ensalada de frutas; pera, manzana, plátano, piña, melocotón. Tras esto la muchacha se fue hacia la cocina y dejó a las mujeres solas;

-¿Cómo has dormido querida? –preguntó Eloisa tras dar un sorbo al café sólo que sostenía con los dedos índice y pulgar de la mano derecha.

-Bien señora –respondió Victoria con gesto sonriente- ¿y usted?

-De maravilla, como siempre que duermo sin mi marido –soltó una carcajada.

Las cuatro rieron con ganas.

Victoria se llevaba bien con toda la familia de su prometido, era querida y la apoyaban en todo. Lo que le preocupaba a ella era el cambio dado por Leire en un tiempo a esta parte. La notaba muy fría con ella, como si estuviera cabreada con su persona. En realidad sabía que la guardaba rencor tras dejar a su hermano para irse con el otro. Leire estaba muy unida a Hugo, igual que el. Era una de las pocas personas que querían a Hugo, y que el quería. Tras un año de relación con el, le había contado multitud de cosas, buenas y malas por su puesto. De Leire y Azucena sólo tenía palabras bonitas, no igual que para su madre y padre. Cada vez que se refería a ellos con bastante rencor, no odio pero algo muy parecido.

De Alejandro ni siquiera hablaban en ningún momento, ¿para que? Sabía que no se tragaban, ninguno de ellos lo tragaban. A Victoria le parecía un baboso de primera calidad, además de un mujeriego empedernido. Si por lo menos fuese un mujeriego que tratase bien a las mujeres… Lo bueno de ser un mujeriego es que a ella la tocaba lo justito. Al principio de su relación si es verdad que era insaciable, no paraba nunca. Se lo tenía que quitar de encima poniendo alguna excusa estúpida. Peor era no poder disfrutar con los besos y caricias de Hugo, se sentía una puta, se daba asco así misma.

A pesar de su edad, al conocer a Hugo ni se imaginaba que sería el amor de su vida. ¿Quien iba a pensar que un tipo con pinta de pringado la iba a enamorar locamente? Gracioso fue la primera vez que lo vio. Pardillo fue lo primero que se le pasó por la cabeza, luego lo único que pasaba por su cabeza era poder dormir abrazada a el.

Despertar con el cuerpo de Hugo pegado al suyo, su brazo posado en su cadera y su pene duro clavado en sus nalgas, le encantaba. O cuando la despertaba con dulces besos en el cuello. Era puro amor, puro amor que se convirtió en el odio mas oscuro.

-¿Quieres? –preguntó Leire sacándola de sus pensamientos.

-¿Qué? –dijo confusa.

-Que si quieres más café –la miró con gesto confuso.

-No, no gracias. –respondió sonriente.

Después de un desayuno ameno cada mujer partió hacia su propio trabajo. Eloisa salió casi corriendo despidiéndose con un escueto adiós. Leire y Azucena irían con Victoria. Dejarían a Leire en la universidad y después marcharía con la tía de su prometido. En el trayecto hacia la universidad, veía a Leire muy pensativa, seria. Sus ojos sólo se fijaban en su móvil, parecía atareada con los mensajes, quizás las amigas o los pretendientes. Quien sabe…

Al despedirse de Leire aceleró hasta que la perdió de vista.

-Vamos a la base, tenemos que hablar todos –dijo Azucena de sopetón y muy seria.

-A plena luz del día no creo que sea muy seguro –apretando el volante.

No recibió respuesta alguna por parte de Azucena. Al llegar aparcó el coche en un parking subterráneo, bien escondido. Tras dar un amplio rodeo, por si alguien las seguía, entraron en un bar. Un simple vistazo del camarero hacia ellas y las dejó entrar por la puerta que comunicaba la cocina con la barra. Abrieron la puerta frigorífica y entraron por una puerta escondida tras unos tubérculos en un magnífico estado. Teclearon sus respectivas contraseñas y entraron.

En una de las habitaciones les esperaban dos personas, una mujer de mediana edad y un hombre con gesto serio.

-Smith, ¿que tal el viaje? –preguntó Azucena.

-De maravilla querida Alhambra… -sonrió- ¿Cómo has estado? –dijo mirando a Victoria.

-Bien señor. –respondió acompañando con un leve gesto de cuello.

Se sentaron cada uno en una silla.

-¿Todo bien? –dijo Azucena mirando a los ojos de Smith.

-Esta de maravilla –arrascándose la barba.

Victoria quedó un poco confusa al oír la respuesta del Coronel Smith.

-¿Esta? –miró Victoria hacia Azucena.

-No es nada. –respondió sin mirarla- Dentro de una semana habrá un encuentro con uno de los narcotraficantes colombianos, necesitamos a alguien encubierto en esa reunión. Me da igual quien… mientras sea fiable. –habló Azucena.

-¿Ortega? –dijo Victoria.

-Si. –afirmó Smith- Tengo algunos que pueden hacerlo bien, -mirando hacia Azucena- tiene una buena tapadera con Ortega.

-Espero que no la caguen, o están fuera. –se levantó Azucena dando un golpe en la mesa.

El misterio que tenían Azucena y el Coronel Smith siempre dejaba confusa a Victoria, jamás preguntó por esa relación aunque le encantaría saberla. Cada vez que hablaban parecía que todas las frases tuvieran mas de un sentido, nada de lujurioso, pero algo escondían. Todo el velo misterioso en el que se escondían desde que se conocieron le daba por pensar, por supuesto que desechaba ‘escarbar’ en ello, no fuera a llevarse demasiadas sorpresas.

Era normal que no quisiera descubrir más sorpresas sobre Azucena. Todavía se acuerda cuando se conocieron, unos doce trece años mas o menos. Por aquel entonces Victoria era una novata en la CIA, un diamante que había que pulir. Azucena se la jugó por ella llevándosela a su primera misión, confió en ella al cien por cien. Los rumores que corrían por la central sobre Azucena no le quitó las ganas de trabajar con ella, al revés, lo deseaba aún más si cabe.

Se la conocía por se fría como el hielo y dura como la piedra. Más de una vez Victoria se lo tomaba a broma, nadie puede ser tan… así. Todo cambió cuando conoció a los protagonistas de la misión, y su papel en ella. Ahí se dio cuenta que todo los rumores, eran más ciertos de lo que parecía.

No todo el mundo sería capaz de jugar con los sentimientos de su familia.

Tenía que volver loco de amor a su sobrino, Hugo se llamaba. Sería fácil, facilísimo. Al ver la ficha que contenía toda la información sobre el objetivo, quedó gratamente sorprendida. Tenían muchas cosas en común, música, películas, comida. Otra de la cosa que le gustó fue que no era el típico rompecorazones de turno, era bastante normalito, sería fácil captar su atención. Justo al contrario que ella, no se lo tenía creído, bueno tal vez un poco; era una belleza, poseía un cuerpazo que su trabajo le costaba mantener.

Por increíble que fuera, le costó Dios y ayuda que Hugo diese el paso. Incluso le costó muchísimo que se abriera a ella, que le contase sus pensamientos. Cansada de sólo salir en plan amigos, Victoria se lanzó a por el como una pantera hacia su comida. Lo malo es que no tenía planeado que sus sentimientos hacia el cambiasen a cada beso y caricia que le brindaba. Se terminó por enamorar locamente de él.

No era lo planeado en un principio, pero cayó en sus brazos como una tonta. Por más que Azucena le decía que no se enamorara, que no tuviera sentimientos… ninguna de esas palabras la hacían dejar de pensar en Hugo, su Hugo.

No había día en el que no se acordara de el. Cuando su mente se sumergía en los recuerdos que compartía con Hugo, no podía hacer nada salvo excitarse. Recordaba las vacaciones que pasó con el en Barcelona. Y por supuesto el sexo. Casi no pasearon por las playas de la ciudad condal, normal, casi no salían de la cama.

Otro golpe en la mesa de Azucena la trajo de nuevo a la vida real;

-No podemos permitirnos fallar de nuevo, es importante que lo haga bien –miró a Smith.

-Da por seguro que no fallará, es el mejor. Lo sabes. –Dijo Smith muy serio.

**

Posando uno de los pies sobre la cinta en movimiento, Hugo se sentía raro, confundido. Después de diez años volvía a pisar suelo español, su país de nacimiento lo esperaba ¿con los brazos abiertos? En su rostro se dibujó una sonrisa, mas de circunstancia que de felicidad.

Según lo previsto, en la puerta de desembarque les estaría esperando varias personas. Ninguna tenía relación con la CIA, es decir que ahí empezaba su tapadera. Dos hombres vestidos con el uniforme de chófer y al lado de estos una mujer de mediana edad.

-Buenas noches señor Gálvez. –dijo la mujer alzando la mano- Mi nombre es Susana Hernández, espero que todo esté a su gusto.

-Hugo la miró con una sonrisa- Todo está perfecto, muchas gracias.

-Cariño –dijo Clare agarrando del brazo a Hugo- Ya puedes soltar la mano de la señorita. –en tono neutro.

Hugo no pudo más que soltar la mano de Susana. Cualquiera pudo apreciar que se había cabreado por lo que Clare había dicho.

-Mi amor… -alzando con el dedo índice la barbilla de Clare- solo tengo ojos para ti –se acercó dándole un casto beso en los labios.

Después del ese gesto tan maravilloso de Hugo hacia su prometida, partieron tras Susana. Uno de los chófer sería para Clare, Steve y el propio Hugo. El otro chófer se encargaría de Karen y Seth.

En el camino hacia su casa nueva, Hugo quedó callado observando cuánto había cambiado su ciudad natal. El mismo tráfico de siempre, pero los edificios eran diferentes, la gran minoría claro. Miró a Clare cuando esta le cogió la mano quedando los dedos enredados en los suyos. Era raro hacer el papel de la pareja feliz, podría decirse que le daba náuseas. Para cualquiera sería un sueño que una mujer como la pelirroja fuera tan amorosa con el, pero para un hombre que lo había pasado mal como él, sería casi indiferente.

Por supuesto que Clare atraía a todo hombre vivo, muerto o en coma. Su mas de metro setenta, junto al cuerpo explosivo, no era ninguna tontería para Hugo. No le gustaría nada excitarse con Clare, esas caricias que no tenían nada de sexual le ponían nervioso.

Llegaron a su casa nueva. Una casa donde tenían que fingir ser pareja, fingir apreciar a su cuñado. Las mentiras nunca le gustaron, odiaba la falsedad, siempre dijo que las mentiras tienen las patas cortas. Ahora era totalmente diferente, no es que le gustase pero sí que mentía con una facilidad que asustaba al mejor actor del mismísimo Hollywood. En su trabajo era una de las cosas más importantes, fingir, fingir quien eres, cómo te llamas, como eres en realidad. Y claro, nada de sentimientos, cero.

En la misión que tenía entre manos iba a ser muy difícil fingir. Las personas a las que tenía que mentir eran a su familia, familia que no quería, pero al fin y al cabo lo eran.

Mientras que bajaban las maletas entre todos, Susana sacó unas llaves y abrió la verja. Conocían la casa al ver las fotos que tenían una de las carpetas que Smith entregó.

Nada más entrar comprobaron lo bonito que era el jardín, las fotos no le hacían ninguna justicia. Varios árboles adornaban la entrada, una fila de rosas rojas y otra de rosas blancas.

La casa no se quedaba atrás; un gran recibidor, cuatro dormitorios, tres baños; uno en cada planta y el de la habitación principal. Este último gozaba de un jacuzzi. Comedor muy amplio, cocina sencilla pero bastante grande. Garaje donde podían meter hasta cuatro coches. Por último una gran piscina en la parte de atrás de la casa.

Una casa para el estilo de vida de un arquitecto de categoría. El hogar soñado para una pareja joven con futuros hijos.

Tras conocer lo que sería su nuevo hogar, la pareja se despidió de Susana y del chófer. En todo momento Clare agarró el brazo de su prometido, quizás para marcar terreno ante Susana o tal vez para seguir el papel de novia celosa. Hugo aceptó el gesto de su compañera sin inmutarse, haciendo su papel al pie de la letra. De nuevo Susana alzó la mano y se despidieron, seguro que no sería para demasiado tiempo.

Decidieron que Clare durmiese en la habitación principal. Tendrían que poner sus ropas juntas en el mismo armario, por si las moscas, que pareja feliz no tendrían su ropa en el mismo armario…

Cada uno marchó a su habitación para acomodarse y tomar contacto con la casa. Hugo dio varios paseos en toda ella para conocerla en profundidad, no quedaría bien que se equivocara en ir al baño y acabar en la cocina, ¿no?

Durante todo el tiempo que estuvo solo, tendido en su cama nueva, sus ojos no se despegaron de todas las fichas llenas de información. A cada hoja aún mas sorprendido de la familia falsa que había tenido toda su vida, no se salvaba nadie. Vio lo peligroso que era su abuelo y su padre, muchas muertes apuntaban a ellos pero siempre quedaban como inocentes. Se lo montaban bien.

En una de sus hojas ponía el nombre de Victoria, futura esposa de Alejandro Gálvez. Suspiró. De nada sirvió intentar coger todo ese aire para tranquilizarse, a cada momento se llenaba de ira. Después de su medio explosión no pudo más que soltar una carcajada irónica;

-Al final acabó así… -dijo en murmullos Hugo.

En ese instante recibió un mensaje en el móvil que le habían entregado para la misión. Abriendo la bandeja de entrada se encontró un mensaje bastante escueto;

22:00 Bar Ture Turi – Azucena

¿Le sorprendió? No. Tarde o temprano Alhambra haría su aparición. No sabía cómo iba a saludar a su querida tía Azu. Si fuera como antes seguro que se la comería a besos y abrazos, ahora… todo ha cambiado.

Solo le quedaba una hora para la cita y todavía tenía que hablar con todo el equipo al completo. No tardó en sonar el timbre haciendo presencia Seth y Karen, por supuesto que cada uno hizo una broma sobre la pareja prometida. Clare y Hugo los miraron furiosos con la bromita de sus compañeros.

-Tenemos que preparar una agenda diaria –dijo Clare- Necesitamos tener tiempo para entrenar, ponernos al día sobre la construcción del nuevo edificio… hay mucho trabajo por hacer.

-Es cierto. Smith todavía no nos ha dado ninguna dirección de alguna base para poder ponernos al día. –habló Karen.

-No nos va a dar ningún punto de encuentro para la misión, esta es nuestra base. –se unió a la conversación Steve.

-¿Esta es nuestra base? –preguntó Seth.

-Si… tenemos que hacer todo desde aquí. También será la oficina de la empresa. –dijo Steve terminando con las dudas de sus compañeros.

-Como en casa en ningún sitio, ¿no? –dijo en tono irónico Hugo.

-En realidad no necesitamos más, creo que es suficiente para poder sobrellevar la tapadera. –miró seria Clare.

-Los entrenamientos lo haréis en parejas, claro que os iréis turnando entre todos. –informó Steve- Luego tendremos que hablar sobre vuestras técnicas de lucha, la rama en la que estáis configurados.

-¿Configurados? –preguntó Karen confusa.

-Si.-rió- Soy informático, no se hablar de otra forma. Quiero decir vuestra especialidad en la lucha.

-Vale… -se dio por entendida Karen.

Al hablar sobre los métodos de lucha, Hugo recordó a su maestro. Durante seis meses entrenó duro con un monje Shaolin, Guan Xiu. Le enseñó todo lo que involucraba el Kung Fu, humildad, respeto hacia tu oponente, confianza en sí mismo y la paciencia en una lucha. Una semana sentado en la posición Flor de Loto, le hizo ser paciente, relajarse en su meditación. Le puso a trabajar en las verdes montañas de Lijiang y ayudar a personas necesitadas. Fueron las primeras cosas que le enseñó su maestro, ser humilde.

Al principio de su formación en el arte marcial que es el Kung Fu, Hugo se tomaba a broma lo que le enseñaba Guan Xiu. Tras el largo periodo sentado y meditando, comenzó a ver la vida de otra forma.

- La oscuridad en tu alma no te deja pensar con claridad. Calma tu mente y recorre el camino que te lleve a la pureza de tu corazón.

Nunca olvidó esas palabras.

Se disculpó ante sus compañeros, tenía un que ir al encuentro de su tía Azucena. Si al principio se sintió relajado, al acercarse el momento se empezó a poner nervioso. Volvería a ver a Azucena.

Partió media hora antes de tiempo. Por suerte al ir en taxi pudo observar de nuevo la ciudad, sin lugar a dudas había cambiado en diez años. Al llegar al bar donde habían quedado, no tuvo que esperar nada a Azucena, ella ya lo esperaba sentada en una mesa bastante escondida. Lo que menos querían ahora era alguna oreja atenta a su conversación.

Caminó hasta Azucena con paso tímido, ella por su parte al verlo su cara se iluminó de alegría. No se esperó que Azucena se levantara como un rayo para apretujarlo con sus brazos.

-Hugo, mi vida –dijo entre sollozos Azucena.

No había cambiado ni un ápice, en sus recuerdos Azucena era igualita a como es ahora. Incluso podría decir que la vio tan guapa como siempre, preciosa. Quiso ser frío en el saludo con su tía, pero la quería demasiado como para no abrazarla con más fuerza del que ella hacía. Pudo controlar las lágrimas que luchaban por salir de sus ojos, estaba muy emocionado.

Cuando se sentaron, comenzaron a conversar. En ningún momento hablaron sobre espías, ni de los engaños de Azucena, nada de eso. Se sentía dichoso de volver a verla. No dejó de mirar sus gestos, sus manos moviéndose al hablar, su risa cada vez que recordaba alguna anécdota, todo. Cenaron pidiendo las típicas tapas españolas, calamares a la romana, tortilla de patatas, jamón, lo típico. De postre pidieron tocino de cielo, es su postre favorito.

Al acabar de cenar, dieron un paseo en el coche de Azucena. Mas que paseo, pareció que iban a un sitio donde nadie tuviera la ocasión de escuchar lo que realmente iban a conversar. Aparcaron en un sitio donde pudieran pasar desapercibidos.

-Sabes porque te he traído aquí, ¿verdad? –preguntó Azucena girando la llave haciendo que el motor parase.

-Me hago una leve idea. –dijo Hugo mirando serio.

-Empezaré desde el principio de todo, como he llegado hasta aquí. –con una sonrisa en los labios.