Shark - 2
Seguimos con la historia... el pasado de Hugo... nuevos 'compañeros' para el equipo...
Parte 2
Hugo salió corriendo por el portal sin rumbo fijo, sus ojos llenos de lágrimas no le dejaban ver con claridad. Después de ver a Victoria siéndole infiel con otro hombre, y encima ese otro hombre era su hermano Alejandro, el tío que mas detestaba en el mundo, el que lo puteaba cada vez que lo veía… Ella además sabía todo lo que le hizo pasar, ¿y que hizo? Follar con el, entregar su cuerpo a el…
N supo cuanto tiempo dio vueltas por Madrid, caminó y caminó sin rumbo alguno. De sus ojos ya no caían ninguna lágrima, estaban secos como su corazón. Bastante entrada la noche llegó a casa, casa de Azucena, entró encontrándose a su tía sentada y bastante nerviosa;
-¿Se puede saber donde has estado? –preguntó furiosa.
Al ver la cara de Hugo se puso pálida, y al ver la mano ensangrentada, aún mas;
-Pero… ¿Que te han hecho? - cogiendo la mano de Hugo- ¡Habla! –gritó.
Hugo no hablaba, su mirada estaba perdida en el horizonte, un horizonte negro, oscuro, helado. Se encontraba perdido en tantos pensamientos, que no le dejaban pensar con claridad.
-Yo… yo… no se… nada. –dijo Hugo muy confuso.
Azucena se empezaba a preocupar bastante viendo a Hugo cada vez mas ido, parecía estar en shock.
-Ven conmigo, vamos a la cama… a dormir peque. –cogiendo del brazo de Hugo.
Hugo se dejaba llevar por su tía hasta la habitación, no sentía nada, tampoco sintió como su tía le quitaba la ropa para meterlo en la cama; y por supuesto tampoco sintió las mas de cincuenta llamadas que tenía en su móvil.
Al día siguiente despertó en su cama no sabiendo como había llegado hasta ella. Se levantó con un dolor de cabeza bastante fuerte, pero para dolor, el que desprendía su mano derecha… De repente se acordó de todo, sus puñetazos a la pared, su mano retorciendo el cuello de Victoria y de Victoria siendo follada por su hermano mayor. Esta vez no sentía ganas de llorar, no, ahora solo sentí un inmenso odio hacia ella, su amor. Es sorprendente como puede cambiar un sentimiento tan bonito como es el amor, al odio tan oscuro que empezó a sentir el.
Al salir de su habitación se encontró con Azucena preparando el desayuno, se miraron una décimas de segundo, un leve instante en el que Azucena vio la oscuridad en los ojos de su sobrino, ya no había nada de Hugo, sus ojos ya no estaban llenos de amor y dulzura.
No hablaron nada salvo los típicos ‘buenos días’ de turno. Desayunaron entre el silencio que tanto desesperaba a Azucena. Quería que su sobrino le contara lo que le había pasado, que se abriera como siempre lo hacía. Ahora era todo diferente, el tiempo en el que Hugo le contaba sus inquietudes había terminado. Y ella se sentía culpable. Azucena se sentía culpable por haber jugado con los sentimientos de los demás, incluyendo a su pequeño Hugo, ella sabía todo, ella dio las ordenes.
¿Pero que iba a hacer ella? No esperaba que ese amor fuera cierto, ese amor con el que su sobrino veneraba a Victoria. No se lo podía contar, si le decía toda la verdad, la odiaría toda su vida. Y eso no lo podría aguantar, mirar a Hugo y que el la odiara no lo soportaría.
Durante toda la mañana Hugo estuvo encerrado en su cuarto sin querer hablar con nadie. Sólo tenía una cosa en mente, escapar, irse a donde fuera necesario, quería morir, vivir. Levantándose de un salto comenzó a hacer la maleta, metió lo necesario, lo imprescindible para empezar de cero largándose lejos de Madrid, de España, de Victoria. Necesitaba poner tierra de por medio entre su dolor y el, olvidar.
Saliendo con la maleta de su cuarto, camino hacia la puerta de casa, su tía lo paró;
-¿Dónde vas? –preguntó Azucena mientras agarraba el brazo de Hugo.
-No se… lejos. –contestó cabizbajo.
Azucena observaba a su sobrino de arriba abajo, intenta descifrar lo que pasaba por su mente. Entraron en el salón uno detrás del otro, sentándose en el sillón biplaza empezaron a hablar;
-Hugo, ¿me lo vas a contar? –preguntó Azucena.
Hugo se quedó callado, mirándola;
-Si no hablas no te podré ayudar, Hugo… cuéntame… -dijo Azucena pasando su mano por la cara de Hugo.
Tras un rato callado, Hugo empezó a hablar. Le contó todo, paso a paso, todo lo que vio hacer a su ‘novia’ con su hermano, como follaban en la cama en el que el tanto la amo, tanto disfrutaron de amor.
Azucena escuchaba en silencio, sin decir una palabra. Vio que Hugo no hacía ningún gesto; cabreo, tristeza, rabia… nada, neutro. No sentía que fuera su sobrino de siempre, le asustaba cuanto le había echo cambiar la traición de Victoria.
Hugo le relataba todo al pie de la letra, todo era muy confuso para el, no sentía nada, cero, nunca le había pasado algo parecido. Hasta con su ‘familia’ cada vez que redecían alguna mala palabra se sentía triste o cabreado, pero ahora, nada de nada. Era como si ella no le importase, su amor se había convertido en puro odio.
Cuando Hugo terminó de hablar, Azucena lo miró levantándose y caminó hasta su habitación. No tardó mas de medio minuto en volver, en su mano traía una tarjeta;
-Ve a esta dirección. –le dijo seria- Date cuenta que si dices de ir, sufrirás cada día de tu vida, lloraras lágrimas de sangre, no tendrás ningún sentimiento salvo el odio que está creciendo en ti. –Hugo cogió la tarjeta- Ya no tendrás familia, nadie sabrá de ti, jamás, será como si estuvieras muerto.
Hugo miraba la tarjeta pensativo, luego, sus ojos escrutaban la cara de su tía, la veía serena, seria.
-Muy bien. Acepto. –dijo Hugo mirando a su tía.
Azucena sentía ganas de llorar, no esperaba que aceptase;
-Al llegar, habrá un hombre con pinta de mendigo sentado sobre unos cartones. Verás un cartón de vino tinto sin abrir, lo cogerás y le darás la vuelta quedando la fecha boca abajo. –decía Azucena con rostro serio mientras miraba los ojos de Hugo- Cuando te mire a los ojos le tienes que decir; ‘Alhambra me envía’ –Azucena volvió a repetir la frase por segunda vez- Le seguirás sin decir una palabra mas, en silencio, entrareis en un callejón que os llevara hasta una puerta escondida tras unas cajas de cartón. Al entrar por esa puerta, dejarás atrás todo, solo vivirás para lo que te obliguen hacer sin rechistar en absoluto. –se abalanzó sobre su sobrino y lo abrazó con fuerza- ¿Estas seguro de hacer esto? –preguntó son despegarse de Hugo.
-Si, lo estoy. –respondió firme Hugo.
No hablaron mas, Hugo cogió sus cosas y partió sin mirar atrás. Tampoco escuchó a su tía llorar totalmente desconsolada, y por supuesto no pensó en Victoria. Tenía en la cabeza la dirección que le había dado Azucena. No sabía lo que le esperaba cuando llegase al punto de encuentro con aquel supuesto mendigo. Por que de lo que estaba seguro es que ese tío no era ningún mendigo, y por supuesto, que su tía no era la mujer que conocía desde hace diecinueve años.
Al llegar se encontró con el ‘mendigo’, sentado en unos cartones y a lado un cartón de vino, tinto. Lo miró sin que este le hiciera caso. Se agachó alcanzando el tetrabrik y le dio la vuelta, dijo las mismas palabras que le dijo su tía;
‘Alhambra me envía’
Los ojos del mendigo entonces se dirigieron a los de Hugo, ese sintió un escalofrío cuando sintió esa mirada penetrándole como un clavo a la pared. Levantándose con un pelín de dificultad, sin mediar palabra se dirigieron al antes mencionado callejón y se internaron por la puerta escondida.
Al entrar se esperaba algo terrorífico, al contrario, se encontró unas escaleras de caracol que bajaban hacia una amplia oficina con varias habitaciones. Una de esas habitaciones se podía ver tras un gran cristal colocado en la pared, sin duda era una sala de interrogatorios. Hugo sin saberlo estaba en una base de la CIA. Lo más cerca que estuvo de algo parecido era viendo alguna película, algún cómic o serie de televisión.
Ahí fue donde conoció al coronel Smith. Lo guió durante el trayecto hasta coger un avión hacia Virginia, Langley para ser más exactos. En el trayecto, que fueron varias horas, Smith le contó todo, que es la CIA, que iba a pasar con el. Por supuesto que preguntó por Azucena, o mejor dicho, Alhambra. Solo le respondió que trabajaba con ellos. Cuando fue a preguntar por lo que hacía su tía, Smith lo calló con una bofetada. Hugo al no esperarse esa reacción por el hombre, se paralizado y con la mano en la mejilla. Era confidencial.
*
-Hugo… Hugo, ¿estás bien? –preguntó Karen.
-Si, es que me he distraído un poco. –respondió Hugo desabrochándose el cinturón.
-Desde que subimos al avión te has quedado callado. –dijo Seth dándole un sorbo a la copa de vino que tenía en su mano.
-Si… es que no me gusta recordar mi pasado. –dijo Hugo pellizcándose la curva de la nariz.
Volvió el silencio entre los tres.
Al bajar del avión privado, les esperaba un coche totalmente negro. Subieron Karen y Hugo detrás y Seth en el asiento del copiloto;
-¡OH MY GAD! –gritó Seth- Que piloto mas guapo…
El pobre hombre lo miró con miedo, Karen empezó a reírse como loca. Hugo callado intentando no reírse del grito agudo de Seth, era difícil para el estar serio cuando Seth decía algo de ese estilo.
-Deja de gritar… -dijo Hugo sereno.
-Por favor Seth… te gusta todo el que tenga un rabo entre las piernas. –rió Karen.
-No guapa –giró la cabeza hacia Karen- los travestis no me gustan. –dio otro grito aún mas agudo.
-Por que tu eres el travesti… -dijo Hugo con los ojos cerrados.
-¡Como me conoces maricón! – haciendo reír hasta al conductor.
Al llegar al hotel el botones los guió a sus respectivas habitaciones, estaban una detrás de otra. Se despidieron con los típicos; ciao, hasta luego…
Hugo quedó relajado al entrar en su habitación, por fin solo… en soledad. Sabía que lo de la soledad al empezar una misión era imposible, no tendría tiempo para el en ningún momento. Por eso no se tomó nada bien que le quitasen esa merecidas vacaciones. Su última misión infiltrado en unos de los cárteles más importantes de Colombia…
Tenía que hacerse pasar por un comprador a gran escala de cocaína, duró unos seis meses entablando una grandísima relación con uno de los capos. El muy cabrón lo tenía todo muy bien atado, no había por donde cogerle por ningún lado. Lo bueno es que además de pillar a algunos de sus mas firmes ‘accionistas’, su tapadera quedó en perfecto estado.
Hugo se tumbó sobre la cama sin desvestirse tan siquiera. Cogió su móvil personal, navegó por todo el menú llegando a ‘biblioteca’. Al en esa carpeta comenzaron a salir las típicas fotos con las que vienen los móviles; playas, puestas de sol, colores mezclados…hasta que llegó hasta una foto que nada tenía que ver con todas las demás. Expandió la foto viéndola a mejor escala. Una muchacha de unos dieciocho años posaba con cara de felicidad, poniendo los dedos en uve y una preciosa sonrisa.
-Hermanita… -dijo en voz baja Hugo.
Unos toques que tomaron un ritmo odioso le hicieron levantarse y caminar hasta la puerta, tras ella se encontraba Smith con cara sonriente. Entró junto con una bolsa en la mano derecha, en ella ponía el nombre de una franquicia de comida rápida. Las puso encima de una pequeña mesa redonda de cristal y mármol, corrió la silla y se sentó;
-Venga siéntate, he traído tu hamburguesa favorita –dijo Smith sacando la comida de la bolsa.
Hugo dudó pero acabó sentándose en frente del coronel;
-Las niñas me han preguntado por ti… sobre todo la pequeña –rió.
Al ver que Hugo no decía nada, el siguió hablando de nuevo;
-¿Estas preparado para la misión? –preguntó arrancando el papel de una de las hamburguesas.
-Siempre estoy preparado cuando se me necesita. –contestó Hugo.
-Ya lo sé –mirándolo con una leve sonrisa- Puede que se te haga raro volver con tu familia…
-No son nada mío. –dijo con voz severa- En este trabajo no puedes tener sentimientos de ningún tipo… -alcanzando una hamburguesa.
-Tú lo has dicho, nada de sentimiento, ni siquiera odio. –miró fijamente a Hugo.
-No siento nada por esas personas. –intentó sonar severo.
-¿Y por tu hermana? –preguntó Smith limpiándose con una servilleta los dedos- Todos los años le envías un regalo por su cumpleaños… creo que algo si te importa. ¿Me equivoco?
Hugo no abrió la boca. Sabía que cualquier excusa sonaría idiota, no se le puede mentir a una de las personas que mas lo conoce.
-Ya veo… -dijo Smith saliendo victorioso.
Comieron en silencio durante media hora, por supuesto que no quedó ni rastro de hamburguesas y patatas fritas. Sabía que Smith no se iba a dar por vencido al escuchar sus palabras, era perro viejo y no se le escapaba nada.
Hugo tenía muchas preguntas que hacerle al coronel Smith, iba a ser difícil que le contestase a alguna de ellas por eso estaba aún mas cabreado si cabe. Para el había sido una sorpresa que su tía estuviera al tanto de esa misión, además de que seguro que ella sería una de las cabecillas de la misma. ¿Cómo puedo haber engañado a todo el mundo de esa forma? Era la pregunta que rondaba en la cabeza de Hugo.
Lo tenía todo planeado desde el principio, solo esperó la ocasión de enviarlo a ese campamento para que el fuese uno de los ‘suyos’. Estaba cada vez mas cabreado con el mundo entero, su querida tía lo estaba usando desde el principio. Todo el cariño que le había dado desde pequeño solo era una artimaña de Azucena, o mejor dicho, Alhambra. Cuando ella lo envió con aquel mendigo y supo que se trataba de la CIA, el nunca se imaginó que ella planeaba algo parecido. Pensó que trabajaba con ellos salvando el mundo, y eso era lo que quería que hiciese el. Había estado totalmente equivocado desde el principio.
Otra sorpresita fue enterarse que su abuelo era un mafioso, y de los malos además. Tampoco es que le extrañase demasiado, de esas víboras se esperaba lo peor. Pero seguía siendo una sorpresa. Luego se enteró que su padre había seguido el mismo camino que su abuelo, otro mafioso más. Solo faltaría que Alejandro, su hermano, fuese otro de ellos… la familia siempre unida.
Lo malo de pensar en todas estas personas le hacían recordar a Victoria, esa perra que lo traicionó de la manera más vil. Todavía la odiaba, la odiaba tanto como la amó. Es curioso lo rápido que se puede pasar del amor al odio y viceversa. Son sentimientos totalmente diferentes, pero se viven con la misma pasión.
Al irse Smith se despidieron hasta el día siguiente. Volverían a verse en la central para dar las últimas puntadas a la siguiente misión.
Hugo al quedarse solo decidió darse una ducha para relajarse y dormir hasta que saliera el sol de nuevo. Mientras le caía el agua caliente por su rostro, sintió como unos brazos color chocolates recorrían su espalda hasta llegar a su abdomen;
-No estas nada sorprendido… -dijo Karen.
-No sabía si ibas a venir, pero lo imaginé. –le dio la vuelta y agarró a Karen por la cintura.
-No me hagas nada por la parte de atrás…. –sonrió Karen- ayer me lo dejaste echo añicos.
Comenzaron a besarse lentamente, uniendo sus lenguas mientras el agua caía sobre sus cuerpos. Karen lentamente bajó hasta encontrarse con su falo duro y húmedo por el agua;
-Es un vicio para mí –dijo Karen cogiendo el pene duro- Cada vez que lo pruebo no puedo parar de pensar en el.
Pasó su lengua por toda la cabeza enrojecida. Recorrió toda la longitud y se la metió en la boca comenzando una magnífica mamada. Hugo no es que fuera tenido un gran historial si al sexo se refiere, pero las mamadas que le hacía Karen no se las hacía nadie. A cada succión de Karen, Hugo se estremecía de pies a cabeza. Estaba haciendo un gran trabajo sacándole gemidos tras gemido.
Cuando Karen vio que Hugo estaba a punto de llegar al orgasmo, se puso de nuevo de pie y volvió a besarlo. Ahora era Hugo el que tumbó a Karen y le dio su ración de sexo oral. Su lengua peleaba con el clítoris hinchado de su compañera, incluso succionó el bultito haciendo a Karen gritar de gusto. Vio como Karen llegaba a un pequeño orgasmo tensando todos sus músculos. El cuerpo de Hugo se deslizó hacia arriba para morderle los pezones duros como piedras, a cada mordisco que le daba un gritito salía de los labios de Karen.
Guió su pene hasta la entrada de su vagina y la penetró, Karen suspiró nuevamente dejándose llevar por las sensaciones que sentí al tener ese palo duro entre sus piernas. Hugo con un vaivén lento comenzó a penetrar la cueva húmeda de la mujer, subiendo el ritmo de las penetraciones los sonidos de sus pubis chocando, y el agua cayendo en sus cuerpos llegaron al unísono a un gran orgasmo. Un orgasmos que nada tenía que ver con el que tuvieron la noche anterior, pero que no envidiaba nada en absolutos. Si el otro era en plan salvaje, tratándola como una furcia, este era relajado, casi erótico.
Se secaron con miradas cómplices y sonrisas pícaras. Sabían que iban a tener otra pequeña sesión sobre las sábanas color beige que adornaban la cama de Hugo. Otro orgasmo casi al unísono y se quedaron dormidos hasta el siguiente día..
Cuando la luz del sol aparecieron por las rendijas de la persiana, Hugo abrió los ojos descubriendo que Karen no yacía junto a el. Sin hacer ruido y en medio de la oscuridad, Karen salió sin hacer ruido dejándole dormir plácidamente. De nuevo se dio una duchar y aireó la habitación que olía todavía a sexo.
Sacó uno de sus trajes del armario y se vistió con toda la tranquilidad del mundo. El traje color negro, con la camisa blanca y sin corbata, las odiaba. Cerró todo y salió en dirección a la Agencia Central de Inteligencia. De nuevo el coche oscuro y el mismo conductor le llevarían hasta su destino, dentro del coche ya lo esperaban Seth y Karen. Como siempre que el era el último en llegar, se empezaban a meter con el, por supuesto que el hacía oídos sordos a las burlas de sus compañeros.
Media hora tardaron en llegar hasta la central. Sacaron sus tarjetas y la pasaron por el lector electrónico. Seth se quedó atrás junto con Karen, siempre les fallaba a ellos. Caminó hasta el ascensor y subió a la última planta, lo estaban esperando a la salida del ascensor una mujer de unos cincuenta años y el coronel Smith. Caminaron hasta la oficina de este último y se sentó en una de las cinco siete sillas que había. No tardaron en aparecer Seth y Karen y, ahora, el que reía era Hugo. Las caras de pocos amigos de sus compañeros lo decían todo, ya le harían alguna jugarreta a Hugo.
-¿Empezaos? –Preguntó Hugo.
-Todavía no estamos todos –respondió Smith- Anne, cuando lleguen hazlos pasar. –le dijo Smith a su secretaria.
Hugo miró a sus compañeros con cara de interrogación. Pasaron unos breves segundo cuando se abrió la puerta y en ella aparecieron una mujer y un chico.
-Clare bienvenida, Steve… -dijo Smith mirando a las dos personas- Sentaros.
La mujer miró a Hugo de forma altiva y se sentó junto a el. Era una mujer muy bella, pelo rojizo, labios carnosos, una estatura media alta adornado con un cuerpo muy bonito. El chico mas bajito que todos los presentes, unas gafas adornaban su cara, pelo revuelto y castaño, un tipo normal.
-Bueno pues comencemos –habló Smith- La señorita es la Agente White, a pesar de su corta edad tiene una gran carrera como agente de la CIA. Steve –dijo mirando al muchacho- Es uno de los mejores informáticos que tenemos, llevará todo lo electrónico en esta misión. Puede Hackear cualquier contraseña, móviles, ordenadores… estará a cargo de los micros, pinganillo, etc. Trabajaréis en su equipo.
-Dirás que trabajaran en nuestro equipo –dijo Hugo.
-No chico, trabajaréis para mí, yo doy las órdenes y vosotros las cumplís. – miró seria a Hugo.
-¿Chico? –rió Hugo- A mi nadie me da ordenes y menos una calienta po…
-Ya está bien –gritó Smith- Trabajáis juntos, sois un equipo.
Los dos asintieron de mala gana y callaron;
-Muy bien –respiró Smith- Hugo, tu tapadera. Todos los aquí presentes sabemos quien eres, por supuesto que solo lo sabemos nosotros seis, junto con Alhambra. –Hugo se movió incómodo- Arquitecto, necesitan uno y que mejor que darle el trabajo a un familiar. –dijo Smith- además estudiaste eso en el campamento.
-Muy bien señor –dijo Hugo.
-Karen será tu mano derecha, secretaria, como quieras llamarlo. –miró a Karen- Seth será tu socio, y Clare –Smith sonrió- Será tu esposa.
Al escuchar esto todos comenzaron a reírse, todos menos Hugo y Clare;
-Hugo, Steve será tu cuñado. Llevará la página Web de la ‘empresa’, vivirá con vosotros.
-¿Con nosotros? –preguntó Hugo.
-Si, viviréis en unos de los adosados cerca de tus padres. Karen y Seth serán vuestros vecinos. –dijo Smith.
-Vecinitos…. –dijo Seth mirando a Hugo y Clare.
-Aquí tenéis toda la información que necesitáis, -dándoles unos cuadernos- cuando os conocisteis, vuestro primer beso y la fecha de la boda. –volvió a reír Smith, se lo estaba pasando pipa.
-¿BODA? –gritaron a la vez Hugo y Clare.
De nuevo todos se rieron al ver el grito que dieron;
-Por ultimo, vuestros nombres en código –dijo Smith- Karen, WOLF; Seth, COCO; Steve, HACK y Clare, RED.
-¿Yo? –preguntó Hugo.
-Tú serás… SHARK. -dijo Smith.