Shark - 12 (FIN)

Fin de esta historia... todo tiene su fin... Shark...

Parte 12

Eloísa caminó hasta la silla al lado de Azucena, se sentó. Miró a todos, quedó durante unos segundos viendo la cara de Hugo. Tenía que dar tantas explicaciones, tantas súplicas de perdón, tanto. Nunca la perdonaría, jamás. Toda la verdad tenía que salir de su boca, todas las mentiras con las que lo crió.

Sonrió con dureza, en shock, enfermo de ira. Su madre, su tía y la mujer a la que amó con todo su corazón, todas ella tenían algo en común, le mintieron.

Todos sentados, expectantes, intranquilos por lo acontecido. Hugo aún seguía encerrado en sus pensamientos, mirando hacia abajo, incrédulo. Sabía que ella le miraba, maldita seas, explotaba en su cabeza. Le arde el estomago y tiene nauseas. Cuando por fin levantó la cabeza, no se dirigió a ninguna de las mujeres que tantas sorpresas le han dado en apenas minutos, mira su amigo Chang, atado y amordazado, con un leve gesto de cabeza le dijo que se encontraba bien, no hay nada de qué preocuparse.

-¿Qué es de lo que habéis hablado? –preguntó al fin Eloísa.

-He puesto al tanto del virus Pobre que hemos fabricado – respondió Mei.

-¿De qué trata ese virus en realidad? –ahora preguntó Jeff.

-Un simple veneno, no es nada del otro mundo. –Dijo Eloísa- Y no os preocupéis que se cura con suero. –calmó a los espías.

Todos volvieron a callar unos segundos, era realmente agotadora esa presión en el pecho.

-¿Fue divertido? –musitó Hugo.

-¿Cómo dices? –preguntó Eloísa.

-Si te divirtió reírte de tu propio hijo… -dijo con un pequeño hilo de voz.

-No Hugo… -dijo Victoria sabiendo que la pregunta era también para ella.

-Cállate… cállate… -casi no se oía la voz de Hugo.

-A veces es necesario el sufrimiento para un bien mayor –respondió Eloísa.

Cerró los ojos, apretó con fuerza los parpados, sonrió y suspiró. Con una rapidez inusual agarró la pistola que descansaba en la cintura de Karen y apuntó a Eloísa. Todos se levantaron de un salto, Clare y Jeff  apuntaron a Hugo con sus pistolas.

-Suelta el arma Hugo –ordenó Azucena que desenvainó su arma y apuntó al suelo.

-El fin justifica los medios… -dijo Hugo-  Esa frase te hubiera quedado mejor… -se carcajeó fuera de sí.

Se levantó Karen colocándose delante de la pistola que sujetaba Clare y Seth sacó su pistola apuntando a Jeff. Victoria tenía su mano en posición, agarrando la empuñadura de su arma.

-Baja el arma Jeff –dijo Victoria nerviosa.

-No –se negó Jeff.

-Dime Lirio… Eloísa –intentó hacer daño Hugo -¿Cómo le pudiste hacer esto a tu propio hijo? –Preguntó con rabia- Todos los abrazos que me dabas, las noches que me arropabas cuando era niño… todo eso era mentira. Confabulada con tu cuñada… y además, hiciste que una cualquiera sedujera a tu hijo. –Apretó la mandíbula- Ojala te hayas ganado el sueldo, hasta puede que te hayan dado el premio a trabajadora del año –soltó una de las manos que agarraba la pistola y se la pasó por la frente. Ya veo…  -miró a Victoria- Y tú, te acostaste conmigo… por trabajo. ¿Sabes cómo se le llama a eso? Eres una vulgar… –se calló cuando Eloísa se levantó y le apuntó con su arma.

-Cállate Hugo –ordenó Eloísa- Baja el arma –ahora era Victoria la que apuntaba a Eloísa- ¿Que coño estás haciendo Victoria?

-Estás apuntando a tu propio hijo Eloísa… baja el arma, por favor –suplicaba Victoria.

Hugo miró a Victoria con una media sonrisa, todavía sigue haciendo su papel.

-Ya no tienes que hacer eso, Victoria… ya me traicionaste, ya hiciste aquel papel de novia amorosa que me embaucó. Ya hiciste tu trabajo. –Bajó el arma y caminó hasta Eloísa- Dispara… -se colocó a pocos centímetros de su madre- O quizás quieres hacerlo tú, Victoria –anduvo hasta ella y agachó la cabeza hasta que el arma dio con su frente- ¡MATAME! –gritó.

-¡Bajad las armas ahora! –ordenó Eloísa, todos lo hicieron lentamente.

Aquí me tienes, mátame, destroza mi frente apretando el gatillo, déjame morir, aunque tú ya me mataste hace diez años. Dispara, dispara, dispara. Quiero dejar de sufrir.

-Salid todos –dijo Azucena.

Todos los allí presentes caminaron hasta la puerta y salieron uno por uno. Karen la última agarraba a Chang, miró la espalda de Hugo sabiendo que este no mataría a nadie y tampoco moriría esa noche. Quedaron Eloísa, Azucena y Victoria junto a Hugo encerrados en la sala. Guardaron sus armas.

-Cuando termine todo esto me arrodillaré ante ti y esperaré que me mates, pero solo hasta que esto termine Hugo –dijo Eloísa sentándose- Mañana vamos a ir a por ellos, mañana todo acabará Hugo, mañana podrás quitarme la vida si es lo que deseas.

La miró y cerró los ojos, se dejó caer en el respaldo de la silla y miro hacia el techo. Sufría, quería llorar, gritar, destruir todo a su paso. ¿Por qué él? ¿Qué había hecho de malo en su vida pasada? El Karma dice que si haces algo bueno, al final la vida te recompensará. El hizo todo bien y le pagaron con traición. ¿Qué es ser malo o bueno? ¿Quien dice que tiene que sufrir de esa horrible manera? Nunca tuvo cariño de nadie, jamás le han tenido compasión en su vida. Su madre y su tía le mintieron, la mujer que más ha amado en su vida lo traicionó y jugó con sus sentimientos.

**

No pudo dormir en toda la noche, aún recuerda como pegó su cabeza al cañón de la pistola. Quitó al instante el dedo del gatillo, jamás lo mataría, no. Todo comenzó como un trabajo y todo terminó con ese amor que aún le tenía.

-¿Estáis listos? –preguntó Eloísa. ¿Me escuchas Steve? –volvió a preguntar Eloísa esperando que el hacker respondiera a través del micro.

-Si, señora. –contestó el chico.

Más de treinta equipos compuestos por cinco hombres. Uno de los grupos eran ellas, Eloísa, Azucena y Victoria. Jeff tendría cuatro hombres a su disposición. Hugo junto a su equipo, Clare, Seth y Karen. Varios hackers para que les guiaran por el polígono donde se reunirían todos los mafiosos. Mei estaría entre ellos haciendo su papel, disparar a cualquier que fuera una amenaza.  Leire está en un sitio a salvo de todo esto, pidió explicaciones pero el Coronel Smith estaría a su cargo.

Se oyeron los primeros disparos.

-No he dado la orden de abrir fuego- dijo Eloísa-

Uno de los espías gritó a cubierto. Explotó una bomba cerca de donde se encontraban.

-Nos han tendido una trampa –dijo Azucena apoyando la espalda en la pared- Tenemos que huir Eloísa.

-No, hoy todo tiene que acabar. –siguió hacia delante.

Parecía una maldita guerra. Disparos por todos lados, bastantes bajas tanto de un lado como de otro. Tenían que mirar al suelo para no tropezar con los cuerpos de los fallecidos. A lo lejos vio a Hugo, parecía en buenas condiciones.

-He entado en la base de datos de los Gálvez y hay algo que nunca hemos visto –dijo Steve- David Jefferson, ¿lo conocéis? –preguntó.

-Si, es de los nuestros –dijo Victoria.

-Me parece que habéis tenido un topo en la CIA… -habló Steve.

Eso no puede ser. Jeff era de los suyos, un agente que jamás traicionaría a su país.

-¿Donde está ahora mismo? –preguntó Azucena.

-Ha desactivado el localizador. –contestó.

¿Cómo ha podido traicionarla de esa manera Lo tenía como un verdadero amigo? Joder si hasta se había acostado con él decenas de veces. Siguieron adentrándose, llegaron hasta el almacén donde les tenían acorralados. Con lo fácil que habría sido que no llegaran hasta el polígono, podían hacer lo que quisieran y aún así…

-Quieren dar un golpe de autoridad –dijo Eloísa- Ahora pueden matar dos pájaros de un tiro y no quieren perdérselo.

¡Arriba las manos! –Gritó un encapuchado detrás de ellas- Vic, tira el arma –se quitó el pasamontañas, era Jeff.

Tiraron las armas. Cuatro japoneses le acompañaban, colocaron esposas en las tres mujeres y con dureza las empujaron para que comenzara a andar tras Jeff.

-Eres un hijo de puta… -musitó Victoria.

-Bueno, tal vez… pero yo soy el que ganará un  montón de dinero por este trabajito.

Llegaron donde todos les esperaban, japoneses, colombianos y los Gálvez. En el suelo los cuerpos desangrados de Mei y sus dos guardaespaldas.

-Ya estamos todos –dijo Alejandro aplaudiendo.

Victoria miró a su derecha, de rodillas y con la cara ensangrentada estaba Hugo junto a su equipo.

-¿Quién iba a decir que mi propia mujer, me traicionaría…? -le dio un sonoro guantazo a Eloísa.

-Solo eres un asesino Luis, un maldito hijo de perra que le da igual matar a su propio padre por unos billetes –escupió la sangre en la cara de Luis.

Se limpió la cara con la mano derecha para después agarrar del cuello a su mujer- No son unos dólares, querida… son billones de euros los que podré conseguir matando a idiotas como tú- la soltó- ¿Crees que solo teníamos en mente el virus? No, eso solo era el plan A, el plan B era destruir a todos, una guerra mundial. –se carcajeó.

-Estás loco –dijo Azucena alucinada.

-Si, hermanita… -sonrió de nuevo.

Se volvió a sentar junto a los mafiosos. Como si estuvieran viendo una película sonreían los malnacidos.

-Traedlo aquí –dijo Alejandro.

Uno de los colombianos agarró a Hugo y le dio dos puñetazos en la cara. Lo llevó hasta donde se encontraban Victoria, Eloísa y Azucena. Comenzaron a pegarle sin compasión.

-¡PARAD! –gritaba Victoria fuera de sí.

Cuando ya se cansaron de reír los Gálvez, detuvieron a los matones. Alejandro llegó hasta Hugo y le apuntó con la pistola, justo en la cabeza.

-¿Vas a matar a tu hermano menor? –tosió Hugo.

-¿Hermano? –Preguntó- Tú no eres mi hermano… no llevas mi sangre, bastardo. No me digas que no lo sabías… -rió- Parece que tu jefa nunca te dijo nada. Creo que tenía cinco años cuando llegaste a mi casa, maldito bebé llorón, no me dejabas tranquilo en ningún momento. –Le dio un golpe con la empuñadura- ¿Por qué crees que nunca recibiste cariño de nadie? Pobre el niño abandonado… solo viniste para disfrutar del dinero de los Gálvez. –otro golpe que dejó a Hugo tumbado.

No se lo podía creer, Hugo no era un Gálvez. Eloísa tirada en el suelo, y por primera vez la vio llorar desconsolada. Azucena miraba a Victoria con ojos llenos de culpa. No se dio cuenta, pero ahora era ella la que siendo cojita por los pelos fue arrastrada hasta Hugo, la tiraron delante de él, quedando sus caras frente a frente. No lo vio llorar, pero lo que sí vio fue el sufrimiento en sus ojos verdes. ¿Hasta cuándo sufriría?

-Matadlo –ordenó Ortega y un disparó se escuchó.

Victoria miró hacia todos lados hasta que dio con el cuerpo cayendo de Jeff al suelo. No sintió pena, al revés.

-Sabes Hugo, nunca me quiso. –dijo Alejandro en cuclillas mirando a Hugo- Miles de veces abría las piernas para que me la pillarla como la puta que es, pero nunca gritaba mi nombre… -dio una patada en el costado de Hugo- Solo decía el tuyo –volvió a golpearlo.

-¡PARA! –gritó Victoria.

-¿Qué sentirás cuando le quite la vida? –Preguntó apuntando el arma en Victoria- Morirá frente a ti…

-No… -dijo Hugo con la poca fuerza de su voz.

-No, ¿Qué? –preguntó de nuevo Alejandro.

-Que no puedes matarla, eso lo haré yo –dijo levantando la cabeza- Decíais que tenéis un plan B… yo sí que tengo un plan B.

Una fuerte explosión en la pared. El humo no la dejaba ver, los escombros caían de todos lados. Pataleaba cuando alguien la agarró y la llevó en brazos, se desmayó.

**

El reloj suena como de costumbre, también es costumbre oler a café a esa hora. A lo lejos las olas rompiendo contra las rocas lo relajan. Abren la puerta y se hace el dormido, los pasos se acercan lentamente tratando de no despertarlo. Sabe que es ella, agarra su brazo y da un chillido agudo, la tira sobre la cama.

-Me has asustado –gritó pataleando intentando deshacerse de la manos que le aprisionan los costados.

-No hagas más eso…. No intentes asustarme cuando recién me levanto, tonta –le dio un coscorrón en la cabeza- Anda que asustar a tu hermano mayor…

-Suéltame que las tostadas se enfrían –saltó de la cama.

Han pasado cinco meses. Ya había planeado todo con Chang, su amigo llamó a otros “amigos” y les ayudaron a salir vivos. Ortega se escapó aunque dos semanas después se lo encontraron muerto, parece que varias prostitutas marroquís lo mataron, no quería pagarles. Alejandro Gálvez está en prisión, cadena perpetua al igual que los japoneses que sobrevivieron. Luis Gálvez lo hallaron muerto con un disparo en el pecho, nadie sabe quien lo hizo.

Le ha costado asimilar que no lleva la sangre Gálvez en sus venas, que Leire no es su hermana, ni Azucena su tía. Eloísa hizo lo prometido, se arrodilló ante él esperando que la matara. Sigue con vida, habla a menudo con Leire. Le contó toda la verdad, su padre fue un espía asesinado en batalla, de origen búlgaro Andrei Yankev. No se sabe nada de su madre verdadera, si tiene hermanos de sangre, nada. Tampoco ha buscado, su verdadera familia es Leire. Azucena pidió perdón de mil maneras, un beso de Hugo firmó las paces. Karen y Seth le siguen visitando. Seth ha hecho buenas migas con Leire, le elige la ropa adecuada para ser fashion. Karen sigue tan hambrienta de sexo como siempre. No se despidió de Victoria. Cuando la cogió en brazos y la sacó de allí tampoco esperó hasta que despertara. No ha tenido noticias de Clare y Steve, pero siguen atrapando malos en algún país asiático.

Dijo adiós a eso de ser espía. Prefiere la tranquilidad de su casa y las olas golpeando una y otra vez.

-¡Tete me voy! –gritó dentro de la casa Leire.

-Vale… -le hizo un gesto con la mano y siguió leyendo el libro.

Quizás es cierto eso del Karma, por ahora todo va bien.  Tiene buenos amigos, se siente querido por su familia, sobre todo Leire. Cuando le contó la verdad lloró, no por haber perdido un hermano, si no por lo que había sufrido todo ese tiempo.  Todavía duele, duele mucho pero cada vez menos. Aquellas mentiras aún duele.

Se levanta para coger otra botella de cerveza. Cuando se dispone a volver has su butaca se oye el timbre.

-Esta niña siempre olvidándose algo… -musitó- Un día perderás la cabeza –dijo abriendo la puerta.

No era Leire.

-Hola Hugo –dijo Victoria.

No la contestó, solo la atrapó entre sus brazos y la besó. Qué bien se sentía poder saborear esos labios, acariciar su piel. Victoria dio un salto y lo atrapó con las piernas. La llevó hasta su habitación y quedaron tumbados, el abajo y ella arriba.

-Yo… no sé cómo decirte todo lo que… -un beso en los labios de Hugo le hizo callar.

Se desnudaron entre caricias y besos. Frotaba su sexo con el pene duro de Hugo, que delicia. Suave pero con fuerza. Atrapó uno de sus pezones y lo pellizcó, el gemido de Victoria le hizo sonreír. No hacía falta más, querían volver a ser uno. Penetró la cueva de Victoria y esta se dejó caer sobre el cuerpo de Hugo. Sus pezones acariciaban sus pectorales a cada embestida. Le cabalgaba lentamente, suave, como la primera vez. Buscaron sus lenguas con ansia, no podía dejar de besarla, era su droga. Bendita droga, quiero que seas mi vicio durante la eternidad, maldita sea. Su pene palpita, ella grita con más fuerza y llegan al éxtasis.

Te amo. –gritaron los dos al unísono.

La ha dejado dormir. El sigue en su idolatrada butaca, viendo el mar. La traducción de Shark al español es tiburón, fue el nombre que le asignaron en la misión. El tiburón puede parecer un asesino, pero solo es un animal incomprendido. Como todo ser vivo necesita cariño, las plantas, el perro que tienes en tu casa y menea el rabo cuando abres la puerta tras un día duro. Solo necesita algo de cariño. Hasta el tiburón caza en manada, todos tenemos amigos, unos más, otros menos… familia. Te podrán traicionar, puedes perdonar, puedes olvidar. ¿Qué pasaría si no tuviéramos segundas oportunidades? Una segunda oportunidad donde pudieras hacer bien aquello que hiciste mal, perdonar a aquellos que se equivocaron y necesitan esa segunda oportunidad.

Duele, aún duele. Duele su traición, duele esa imagen entregándose a él… Pero más me duele no tenerla junto a mí. Un clavo saca otro clavo, dice el dicho. ¿Y si ella es mi clavo? La amo con todo mi corazón, y muy a mi pesar la amaré por el resto de nuestras vidas, juntos.

Te amo Hugo.

Te amo Victoria.

FIN.

Gracias por leer esta serie y seguir la vida de Hugo y Victoria. Hasta la próxima.

SKY